Autor: A.M.Canto
lunes, 22 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: A.M.Canto
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La 'Piedra Escrita' de Diana en Cenicientos (Madrid) y la frontera oriental de Lusitania ( I )
Debido a la ausencia en la Red de información veraz y completa sobre este curioso monumento romano madrileño, y al interés mostrado por algunos participantes, se expone aquí un amplio resumen de un estudio publicado en 1994, ahora mejor ilustrado. Este megalito de casi 5 m de altura sería un sacellum o santuario rural consagrado a Diana, y a la vez un hito de la frontera oriental entre Lusitania y Citerior. En su zona trasera, el retallado de una garra de oso indicaría la vecindad de bosques sagrados. A pesar de los intentos y las promesas, este BIC continúa careciendo desde 1995 de una adecuada protección, como si a Madrid le sobraran los monumentos romanos de este raro tipo. Por su extensión, el artículo se ha dividido en dos partes.
Resumen
Tras haber constatado la inexistencia en la Red de información veraz y completa sobre este interesante y no muy conocido monumento romano madrileño (incluso en la oficial: http://www8.madrid.org/gema/goc/037/12/5613/index.htm ), y debido al interés mostrado por algunos participantes, se expone aquí un resumen de un estudio publicado en 1994, aunque ahora mejor ilustrado. Este megalito de casi 5 m de altura sería un sacellum o santuario rural consagrado a Diana, como lo prueban un antiguo epígrafe retocado y algunos paralelos, y serviría a la vez como hito en la frontera oriental entre Lusitania y Citerior. Su zona trasera, donde se representa una garra de oso, indica además su uso para advertir la presencia inmediata de bosques sagrados. A pesar de los intentos y las promesas, este BIC continúa careciendo desde 1995 de una adecuada protección, como si a Madrid le sobraran los monumentos romanos de este raro tipo. Por su extensión, el artículo se ha dividido en dos partes.
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1. Estudios anteriores y estado de la cuestión
Se trata del monumento arqueológico conocido como "Piedra Escrita", ubicado en zona rural del término de Cenicientos (Madrid)
Después de todo ello, sin embargo, la definición del monumento mismo, de sus relieves delanteros, de su labrada zona trasera, así como de la inscripción que lo debía aclarar pero se pensaba que era medieval y presentaba indudables problemas de lectura, seguía siendo, en palabras del alcalde de la localidad, "un misterio" y en las de uno de los arqueólogos citados, "un bello enigma", mientras que los autores de los cuatro sondeos arqueológicos hechos concluyen, sorprendentemente, que "los materiales cerámicos encontrados en la excavación no han posibilitado la determinación exacta de la época cultural a la que pertenece el presente yacimiento (monumento y entorno cercano), aunque abunda la cerámica de época romana (sigillata)". Todas estas noticias y declaraciones fueron apareciendo en el diario El País-Madrid, ediciones de 12, 14 y 18-10-1995 y por último 19-12-1995, cuyo titular concluía: “Los arqueólogos de la Comunidad se rinden ante la ‘Piedra Escrita’ de Cenicientos”.
Por otra parte, eran muy divergentes (y a veces disparatadas) las interpretaciones funcionales del monumento (hasta llegar a pensar que la gran peña es el único "muro interior" que subsiste en pie de un templo, o que por su "escalera" posterior se subía a hacer sacrificios en lo alto), así como las de los cuatro orificios que presenta en su cara principal, por lo que no me detengo en ellas. En cuanto al epígrafe, el único en ofrecer una lectura fue el citado catedrático de la Univ. de Berkeley R.C. Knapp (autor en 1992 de un buen repertorio de la epigrafía en la Hispania central), quien lo visitó en 1983 y entendió como un lugar convertido en objeto de peregrinación medieval, mostrando la "cristianización post-clásica", del relieve de un monumento romano con ninfas (para él las tres figuras van vestidas con ropa femenina), quizá del siglo II d.C. (font color=red>fig. 2. A los peregrinos del Medioevo las figuras les recordarían a las tres mujeres homónimas del Nuevo Testamento, y grabarían, en letras para él "poorly cut", "A LAS TRES MARÍAS". Knapp pensó que el verdadero epígrafe romano estuvo en la zona inferior de la roca, donde Mangas et al. habían visto un toro y otra figura animal no identificada, y él sólo un espacio epigráfico raspado.
2. La ubicación
Atraída especialmente por la bella rusticidad de este que, al margen de la clasificación histórica, puede con justicia llamarse "megalito", y a instancias de algunos alumnos interesados, lo visité el 19 de noviembre y el 23 de diciembre de 1995. El monumento se sitúa en el valle del río Alberche, al S de las estribaciones más occidentales de los Montes de Toledo; en el paso entre las zonas más montañosas de las sierras de Guadarrama y Gredos, y las llanuras toledanas. El paisaje es, pues, plenamente fronterizo
Se alza en una suave altura, en el interior de un viñedo salpicado de encinas jóvenes y varios olivos, que ocupan zona algo más elevada, cerca del arroyo al que da nombre. Está a unos 4 km al SO de Cenicientos, que es a su vez el último municipio al SO de la provincia de Madrid, y casi en el linde de la provincia de Toledo. Hay que desviarse de la carretera de Cenicientos (M.) a Almorox (TO.), a la altura de un improvisado vertedero moderno, y continuar por una vereda hasta un amplio llano, donde termina el carril. No está próximo a ninguna vía de comunicación ni núcleo urbano antiguos conocidos, aunque en la zona existen algunos otros restos antiguos.
Según el mapa de la TIR, sería el último monumento o resto antiguo del territorio vetón y del convento emeritense, cuya divisoria pasaría unos kilómetros más al E. de él. Con esta frontera teórica (que hasta entonces sólo parecía apoyarse en la actual deslinde entre las provincias de Madrid y Toledo) concordaría la tesis de A. Fuentes (El País 14-10-1995) de que el monumento estaría en la divisoria entre dos conventos (para él las dos figuras serían las de un sacerdote y una divinidad, como símbolo "del culto al emperador y el reparto de justicia" (scil., en relación con los conventos jurídicos). Como veremos más abajo, el enclave de "Piedra Escrita", junto con otros dos que mencionaré, ayudaría más bien a situar el límite exactamente por este lugar, en línea recta N-S, y por tanto más al Oeste de lo propuesto por el mapa de la TIR.
3. El monumento y sus relieves
Se trata de una gran piedra natural de granito, aparentemente in situ (lo que llamamos una “piedra nacedera”), por arriba de forma aproximadamente trapezoidal, de unos 5 m. de altura por casi 4 de ancho
En el central se desarrolla la escena principal
Las otras figuras están en el lado derecho del ara. De estas dos, la de nuestra diestra es sin duda un varón togado, que, más que pasar su brazo derecho por el hombro de la figura central, está simplemente junto a ella, mientras con el izquierdo parece asirla por un brazo. En torno a su antebrazo y mano pende un objeto de extraña forma y borde inferior dentado, que quizá sea un sistro. La figura central, de ropaje mujeril, que semeja llevar también velo, alarga a su vez el brazo derecho hacia el altar, pareciendo sujetar, como dije, la pátera (parte de la cual se oculta tras el jarrito). En conjunto, me parecen un matrimonio que realiza un sacrificio en un altar y ante una diosa, que atiende a su ofrenda y ofrece a su vez una libación. Debo aclarar que, dado el malísimo estado de conservación de los relieves, mi propia descripción queda abierta a otras interpretaciones. Trato en principio de establecer por vez primera el tema que se nos presenta. Cabe, por ejemplo, pensar en una sacerdotisa de la diosa, puesto que liba. Pero su gesto, entre digno y altivo, y su mayor tamaño, llevan a pensar mejor que, aunque más extraño, pueda ser la misma diosa.
El relieve inferior presenta claras señales de haber sido picado recientemente, al menos antes de 1983 (cuando lo visitó Knapp), en casi toda su superficie, que ahora ofrece un aspecto blanquecino. Mirado desde varios puntos, parecen poder distinguirse aún, a la derecha, la figura de una vaca o buey, echada en el suelo, ocupando toda la altura del recuadro y con la cabeza echada ligeramente como hacia atrás. En el lado izquierdo, y con línea de suelo exactamente a la mitad de la altura, se distingue mucho mejor una pequeña ternera o, mejor, una cabra, de frente, con cuernecillos rectos. Puestos en relación lógica con el relieve superior, podrían ser o bien los animales ofrendados en el sacrificio arriba descrito, o bien animales representativos de la divinidad, o ambas cosas. Pudiera haber restos de algunas letras sobre ellos, pero sin ninguna seguridad.
Ofrezco mi interpretación de lo observado, retocada para reforzar los detalles
4. La inscripción
Por último en lo que respecta a esta cara principal, tenemos la inscripción, aparentemente medieval, pero que presenta restos claros bajo ella de una anterior, romana, y que debe podernos resolver el monumento y sus relieves
Mide 68 x 21 cm.; las letras de la primera línea 12 cm., las de la segunda 6 (contando con las irregularidades propias del soporte y material). Al contrario de lo que opinó Knapp, los ductus o trazos de su incisión no me parecen "pobres", sino relativamente bien hechos, especialmente en su zona izquierda.
Así pues, puede proponerse que todo el letrero, ejecutado originalmente en época romana, fue retocado en época medieval o moderna, con trazos sensiblemente menos profundos, para que, en consonancia con la aparente representación de tres mujeres vestidas de largo, se leyera "A las tres / Marías" (del Nuevo Testamento), que es lo que vio el autor norteamericano. Aún más recientemente, y coincidiendo con los destrozos más arriba citados en el relieve de los animales, todavía el epígrafe ha sufrido algunos piquetazos y raspados, que hacen más difícil si cabe la lectura del original. En la
Creo, pues, que la inscripción es también original y de época romana y, con las reservas del caso, la leo así:
A(nimo) l(ibens) s(olvit votum?) • Sisc(inius?) Q(...?)
Dîanae (con la I inscrita dentro de la D)
“Sisc(inio?) Q(...?) (consagró este monumento) a Diana, cumpliendo con agrado su promesa.”
Las letras iniciales A L S (con la S claramente retocada para representar una A –la de "las"- pero con grabación más superficial) me parecen la clave para no poder dudar de que el epígrafe es votivo. Pero las letras siguientes pueden interpretarse también de otras formas, por su difícil lectura debido a los forzamientos para escribir encima "tres". Por ejemplo, al final de la última línea hay un elegante trazo curvo, que debería corresponder a una Q, pero es difícil, tras convertirla el reformador en una S, distinguir bien el cierre de la circunferencia. Se podría leer también como un trianomina, esto es, S(extus) Isc(antius?) Q(---). Paralelos para ambos gentilicios, Siscinius e Iscantius, los hay, aunque ambos escasos: Siscinius/a en la provincia de Cádiz (Solin-Salomies 1988, 172), Siscius en África (ibid.) e Iscantius en Italia y Cartago de África (ibid, 98). Si la última Q es de un cognomen, las posibilidades son muchas, pero las más comunes serían Quietus, Quadratus, Quintus y sus derivados. Que se trate de un libre o un liberto iría mejor con los ropajes de los sacrificantes del relieve. Pero que el nomen del dedicante pudiera ser Iscantius podría haber sido reforzado a posteriori por la relativa proximidad de la diosa Iscallis en su importante santuario termal “El Saucedo”, en Talavera la Nueva, así como por los vecinos topónimos (que creo derivados de tal diosa) de Ill-escas y Esca-lona (nota 2). En estos momentos parece imposible decidirse por una u otra opción.
Es inexcusable mencionar lo extraordinariamente raro de que una inscripción votiva lleve la fórmula animo libens solvit al comienzo y no al final (nota 3), si bien nada se opone a ello desde el punto de vista de la prosa latina, y sería muy difícil explicar de otra manera las claras letras de su inicio. No obstante, pueden aportarse al menos varios ejemplos similares del santuario galo-romano de Châteauneuf (Mermet 1993, núms. 37, 39, 61, 71). Sea como sea, mi propuesta de lectura queda abierta a otras más conformes con los muchos restos de trazos que se observan, pero siempre bajo el principio de que aquí se hallan la fórmula de cumplimiento de un voto, el nombre del dedicante y el de la diosa.
5. Un exvoto a Diana
En cuanto a la línea segunda, la lectura más evidente es DVANAE, donde la V, aparentemente en nexo con la A, que se lee mejor, podría ser también una I inclinada, o ésta ir encajada dentro de la muy destrozada letra inicial D, es decir, Dîanae, con nexo de D e I. Una fotografía tomada con fuerte luz lateral nos inclinó por la segunda opción. Como existen diversas variantes en los epígrafes dedicados a esta diosa, siendo la más frecuente Deana, de la que existen dos ejemplos próximos, creo que, sea la forma originalmente escrita Dîanae, Deanae, Danae o Dûanae, lo importante es la atribución del monumento a esta potente diosa hermana de Apolo. Afortunadamente, se puede traer aquí a colación el comentario del hispano San Isidoro (Etym. VIII, 11, 56): Dianam autem vocatam quasi Duanam, quod die et nocte luna appareat lo que me parece haría posible incluso aquí la variante Duana, sin corregir (aunque se trataría de un cultismo).
Como conclusión de las dos franjas de relieves y el epígrafe, se puede decir que estamos ante un sacellum, esto es, una edícula, oratorio o santuario rural y rupestre (y ello justifica su aislamiento de núcleos urbanos romanos), esculpido como exvoto y obsequio de un fiel (quién sabe si del antiguo propietario de este predio), que aprovecha una formación granítica natural por demás llamativa para consagrarla, junto con el sacrificio de dos animales (posiblemente blancos, como era costumbre), a la gran Diana la diosa greco-romana de la caza y los bosques, que contaba además con la faceta de protectora de las mujeres y por ello de la fecundidad. Las ofrendas usuales para con Diana eran machos cabríos, cabritos blancos, jabatos y bueyes. De ahí que resulten muy coherentes con ella los relieves animalísticos que entrevemos debajo de la escena principal. Por la vestimenta elegida para la diosa y la presencia de una pareja oferente me inclino a pensar en su advocación concreta de Diana Lucina, la protectora de los partos y, en general, de las mujeres; posiblemente el dedicante, fuera Siscinio o Iscantio, solicitaba o agradecía a la diosa un favor de esta esfera. La fecha, considerando los elementos arqueológicos, epigráficos y antroponímicos, debe estar dentro del siglo II d.C., y nada tiene que ver con vetones, carpetanos, celtas ni druidas: Tal como lo vemos es un monumento que responde a la plástica y fórmulas de la religiosidad romana, aunque sin duda se puedan percibir los ecos de un sustrato anterior.
6. Los paralelos: Malamoneda y Segóbriga
Paralelos recientes y próximos, en cuanto a la grabación de hornacinas en afloramientos graníticos naturales, son las dos estelas funerarias de cabecera redondeada de Malamoneda, prov. de Toledo, publicadas por G. Alföldy (Alföldy, 1991, 117 ss.= AE 1991, 1074 a, b; e HEp. 4, 1994, 888), con los epitafios de dos Caecilii. Este autor cree precisamente que pasaba por allí la línea fronteriza entre Lusitania y la Hispania Tarraconense: 6 km al NO. de Hontanar, TO. y al E. del río Cedena, asunto al que después volveremos.
Pero para el más espectacular paralelo votivo con éste de Cenicientos en el que sugiero ver un santuario rural a la melliza de Apolo, he sólo de recordar, pues es de todos conocido, el de las afueras de la ciudad celtíbero-romana de Segobriga, la llamada por Plinio caput Celtiberiae. Se trata del muy célebre, y bien conocido desde antiguo, "santuario rupestre de Diana". Sus cinco epígrafes pueden verse en CIL II 3091-3093 y 5874. Fue descrito ya por A. de Morales en 1575, y en 1793 hizo J. Cornide, en ocasión de un viaje de estudio ordenado por la Real Academia de la Historia, un bello dibujo del llamado por él "delubro ó templo de Diana", que ofrezco aquí
Tendríamos, por tanto, en la gran "Piedra Escrita" de Cenicientos, una nueva manifestación rural (y, salvando las distancias, sí muy similar en la concepción a la segobriguense) de culto a la que es segunda divinidad en importancia en la religiosidad de los hispanos por el número de sus dedicaciones, detrás sólo del propio Júpiter (A. Vázquez Hoys 1982a, 170 y 1982b, mapa 26). Como esta autora bien concluye, tres cuartas partes de las manifestaciones de todo tipo del culto a Diana lo fueron en territorio lusitano, si bien en lo epigráfico la misma provincia queda muy atrás, con sólo tres ejemplos (M.J. Pena 1982, 56), aunque es seguro que se le dedicaron con preferencia lugares abiertos o bosques, puesto que uno de sus más antiguos lugares sagrados fue precisamente su bosque de Nemi, en Italia, de donde su epíteto de Diana Nemorensis. Parece claro que los ejemplos de Segóbriga y Cenicientos se inscribirían muy apropiadamente dentro de esta categoría. No cabe descartar que el de Cenicientos forme parte de un lugar de culto más extenso y complejo. En este sentido hay que recordar el importantísimo santuario de Panóias (Ourique, Beja, Port.: cf. por último Alföldy, 1995, con la numerosa bibliografía anterior). Pero esto es algo que sólo una prospección extensa y profesionalmente hecha podría dilucidar.
7. Con los ojos de los antiguos: El oso y el verraco
http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1681
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