En esta vista más próxima pueden apreciarse las cuatro oquedades que presenta la fachada frontal, de cuya relación con el monolito circularon muchas teorías, desde que soportarían la techumbre de un templo hasta su uso para colgar hachones de iluminación. Sin embargo, se deberían desvincular de una función coetánea, ya que su posición, algo más altas que la talla humana "normal", y dejando desprotegida la escena principal, parece sugerir que ignoraron o despreciaron ésta.

Podrían ser soportes para humildes chamizos de pastores, de los que todavía hoy hay algunos otros ejemplos en la misma finca. Otro detalle visible, la altura de la pátina, que es considerablemente más oscura justo a partir de estas oquedades, creo que abona la hipótesis, pues indica que esa mitad superior estuvo mucho más tiempo expuesta a la intemperie.

Se aprecian bien en esta foto la inscripción y los golpes con los que el dueño de la finca, desesperado por las continuas visitas de curiosos desconsiderados, trató de hacer desaparecer los relieves de la escena inferior, donde se aprecian los restos de dos animales echados, que más adelante veremos mejor. El menor y más alto, un óvido o cáprido posiblemente, se ve bastante bien.

Sirviendo como escala del citado uso, la autora (¡la de hace 10 años!) se permite esta oportunidad de saludar al lector.