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Bueno, aunque he llegado con el retraso de más de un año, desearía hacer constar aquí la extrañísima impresión que me ha dejado la lectura de una noticia remota y legendaria acerca de una civilización para nosotros tan próxima y conocida, que es la base histórica de nuestra moderna cultura occidental. El efecto es en realidad maravilloso, como una especie de desenfoque mágico y lleno de ingenuo candor. Aspectos absolutamente anecdóticos (como el paso de una desconocida caravana con su música y sus banderines) adquieren una importancia esencial en una reseña tan breve, y desde luego habría que añadir eso de "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia", pero sería tonto abundar en esta obviedad. Esa idea vaga y sencilla acerca de un mundo remoto era suficiente para el conocimiento que un chino de la época deseaba tener acerca de un mundo remoto, y desde luego acepto esta noticia (que vendría de muy lejos a través de cuentos de terceros cuartos o quintos viajeros que quizás nunca estuvieron en Roma o sus dominios y sólo transmitieron lo que habían oído contar) como ejemplo comparativo, aunque desde luego extremo, de lo que puede ser una visión deformada, de tercera mano y borrosa hasta lo irreconocible, de otra cultura, pero también es cierto que este testimonio no es comparable al de las fuentes grecolatinas acerca de pueblos y culturas con los que hubo un contacto histórico inmediato y prolongado (aunque quizás sí acerca de tiempos pasados y orígenes históricos propios y ajenos).
Me parece válida la advertencia aunque tenga algo de su propia "reductio ad absurdum".
Por otra parte siempre he tenido curiosidad por averiguar las conexiones que pudiera haber entre el mundo mediterráneo antiguo y el lejano oriente.
Como ando últimamente releyendo tartesiología, este fin de semana me dio por traducir, con ayuda de mi esposa, que tradujo mucho latín en la carrera, cierto fragmento muy traído y llevado de la Ora Marítima del Sr. Avieno. Sólo por disfrutar un ratito y recuperar ese placer de traducir un texto latino. Es el pasaje que va de los versos 263 al 296, sin duda bien conocido por todos. Dejando a un lado ciertas dificultades (por ejemplo el quos gens del verso 274) , una cosa me parece clara, y es que Avieno en ningún momento rompe la identidad Gadir-Tartessos, y cuando pasa a describir el entorno geográfico del río Tartessos, o mucho me equivoco o cualquier lector contemporáneo de la Ora Marítima hubiera asegurado que Avieno seguía refiriéndose a Gadir-Tartessos y su entorno hasta el verso 294, donde pasa a hablar de los pueblos que rodean el territorio (Etmaneos e Iléates, repartidos según interpretemos "inde rursus").
Así, Gadir hic est oppidum / nam Punicorum lingua consaeptum / locum Gadir vocabat . ipsa Tartessus prius / cognominata est . multa et opulens civitas etc. sigue refiriéndose a Gadir-Tartessos, que la describe como un lugar de ruinas: nunc egena, nunc breuis / nunc destitua, nunc ruinarum agger est. como corresponde a una descripción atormentada y pesimista de un romano del siglo IV que se lamenta de la decadencia urbana de su tiempo. Después añade que antiguamente Gadir-Tartessos debió tener otra apariencia: at uis in illis tanta uel tantum decus / aetate prisca sub fide rerum fuit, hasta el punto de que Iuba, que era rey mauritano y muy culto, y aunque sus dominios estuviesen de Gadir-Tartessos "intefluoque separatus aequore", se consideró a sí mismo ilustre duóviro de la ciudad (Gadir-Tartessos).
A continuación viene la archiconocidísima y presunta descripción del entorno geográfico de Tartessos (verso 279 y ss.): sed insulam / Tartessus amnis ex ligustino Lacu, etc. Como ya he dicho, en ningún momento Avieno nos dice que haya pasado a hablar de otra ciudad, y ni siquiera de ciudad alguna hasta que vuelve a mencionar una "meridiana civitatis adluit "(286). La continuidad del discurso indica que sigue tratándose de Gadir-Tartessos, y para la siguiente mención a un entorno urbano: "ramenta uoluit inuehitque moenibus", la referencia sigue siendo la misma de todo este pasaje: Gadir-Tartessos.
Es común decir que los romanos habían caído en la confusión de identificar Gadir con Tartessos, aunque ellos eran muy conscientes de que la ciudad en efecto se llamaba Gadir en su nombre púnico (Plinio el viejo IV NH, el propio Avieno en el pasaje citado) y Tartessos en el antiguo. Y por consiguiente se pasa a tratar de indagar el origen de semejante error.
En mi opinión, el "error" es bien explicable por cuanto Gadir terminó convirtiéndose en la "cabeza" o el centro tartesio por excelencia después de un secular proceso de asimilación y suplantación fenicio de la identidad indígena tartesia (si es que alguna vez hubo tal cosa), cuyo comienzo se remonta casi a los inicios del desarrollo de la propia cultura tartesia. Siempre acabamos en los mismo: ¿Qué es lo tartesio? Sea lo que sea, es inexplicable sin la presencia fenicia, se halla íntimamente ligada a ella hasta el punto casi de confundirse... No me parece, pues, error alguno la identificación romana Tartessos = Gadir.
Ahora bien, ¿hubo otros centros tartesios además de Gadir? Desde luego: Onoba, Tejada la Vieja, Cancho Roano, Asta Regia, Nawirissa... Tartessos era, como ya dijera el Sr. Blázquez en su día, y ademas de una ciudad (varias ciudades, añadiría yo, en el tiempo y en el espacio), un río, una región, un centro de contratación de metales. Y debemos añadir también: un muy popular y conocido mito de la Antigüedad, un Eldorado de aquellos días. Sin esto, la visión de Tartessos es tan incompleta como sustrayéndola de la "suplantación" fenicia. Lamentándolo mucho, dudo que algún día, un arqueólogo golpee con su pico en una estela que diga: "Ha encontrado Ud. Tartessos".
Tartesos, en verdad, jamás fue olvidada, y su conclusión y coronación urbana, como bien sabían los romanos, fue Gadir.
Si hiciéramos un mapa con la descripción geográfica de Avieno quizás comprendiéramos una cosa bien significativa: que se trata de una descripción a cierta distancia óptica, como quien mira un mapa del 1/4 SO Peninsular a una determinada escala: entonces el Mons Argentarius, que sería el conjunto las estribaciones onubenses, extremeñas y sevillanas de la Sierra Morena, y su riqueza minera (además de su fabulosa imagen mítica), en verdad se avecina (incumbit) al peloestuario del Guadalquivir (o lago Ligustino), y más abajo vemos efectivamente una región surcada por muchas bocas, brazos de ríos o ríos distintos, dada la habitual confusión de los geógrafos antiguos acerca del origen de los diversos cursos (pero todos ellos el río Tartessos, ya que estamos en la Tartéside): neque iste tractu simplici prouoluitur / unusue sulcat subiacentem cæspitem, y en algún lugar de ese subyacentem caspitem se hallaba, para Avieno, Gadir-Tartessos.
Muy interesantes y de agradecer tus comentarios. A la lista de tus nombres egeo-anatolios yo añadiría Nawirissa, “La Navegable”, (actual Lebrija): similar al IE (hitita o anatolio) Parnassa (parna: casa), Monte Parnaso – y quizás los archifamosos nombres terminado en –oussa, a los que puede añadirse Wilusa-(W)Ilio: Ilión, Troya, lo cual hubiera alegrado mucho a Schulten, discípulo de Schliemann.
Por cierto que Kotinoussa, literalmente “Acebuchal”, la isla de los olivos silvestres, también me recuerda en su raíz el “koton” fenicio, que significa “puerto” — aunque desde luego no pretendo proponer con esto ninguna nueva etimología.
Por ajustar el debate, lo que me parece evidente es que Avieno, a lo largo de todo el pasaje, no deja de hablar de Gadir-Tartessos. Cree que es esta ciudad la que se sitúa en el entorno geográfico que describe y que comúnmente se ha empleado para tratar localizar esa otra ciudad de Tartesos en la desembocadura del Guadalquivir.
Lo que yo digo es:
1) Que la descripción de Avieno es tan confusa y gruesa que puede abarcar no sólo la desembocadura del Guadalquivir sino también la del Guadalete e, incluso, podría ser más amplia si incluímos las mención del Mons Argentarius, que, añado ahora, podría identificarse con el Argyros Oros de Estrabón (III, 2, 11), como hizo ya García y Bellido, y que el geógrafo sitúa efectivamente en las fuentes del Betis, hacia Cástulo.
2) Que si leemos el resto de la Ora Marítima veremos que las oscuras, confusas y poéticas descripciones geográficas de Avieno están realizadas a una escala que se dirían extraídas de la contemplación de un antiguo mapa del orbe conocido que conservó nombres arcaicos, es decir a una escala amplia y difusa en la cual el río Tartessos parece fluctuar entre la ría onubense y el Lixus y quizás incluso la Bahía de Algeciras (es decir y, no casualmente, todo el ámbito tartesio), y solamente posee algún sentido si la observamos a esta distancia, y empieza a perderlo si intentamos aproximarnos hacia un lugar concreto.
3) Que, efectivamente, Avieno pudo encontrarse ante una localización que ya se presentaba de por sí confusa, pues ante la repetida evidencia de que en los siglos de dominación romana Gadir siempre se había “cognominado” Tartesos, las noticias de época remota hablarían, confusamente, de otros emplazamientos. Insisto en el término “confuso” pues esto podría corresponder a una indefinición verdaderamente histórica, es decir a la no existencia de un centro urbano señalado claramente como capital o cabeza de la Tartéside con anterioridad a Gadir-Tartessos, sino más bien un conjunto de poblamientos de diversa importancia.
4) Que la identidad Tartessos-Gadir habría sido un desenlace con respecto a la historia de la región, y esto no se trata de una confusión, sino más bien de un resultado, de una evolución. Gadir acabó siendo el centro urbano, la cabeza visible de un territorio cuyo nombre antiguo seguía recordándose y empleándose como ilustre cognomen (así, Cicerón cognomina a su amigo gaditano Balbo “Tartesicus”). Empeñarnos en seguir viendo esto solamente como una confusión me parece un empecinamiento relacionado con el hecho de ver en los fenicios y su cultura un elemento extraño o no esencial en la configuración de lo tartésico.
Tanto Estrabón como otros autores griegos conservan, efectivamente, la idea vaga de otra posible localización de una antigua (ciudad) Tartessos (que incluso pudo haber sido Carteya, situada también aproximadamente a dos días de Gadir, pues ya se conoce la vaguedad de esa clase de medidas basadas en jornadas de navegación sujetas a una infinidad de contingencias). Pero esa idea también pudiera deberse a la simple retroproyección de una Tartessos localizada e identificada en tiempo histórico como Gadir, sobre la certidumbre de que hubo en el pasado otros poblamientos dentro de la Tartéside.
Convendría tener a mano el texto de Escimno en griego, pues según la traducción que amablemente Diocles nos da, llama a Gadir “ciudad” y a Tartessos “emporio”. Emporion y poleis son conceptos vecinos y relacionados, aunque no necesariamente lo mismo. Un emporio es un mercado, un lugar donde se comercia. Podía ser también una ciudad... O no. Como un puerto podía ser simplemente una playa. Pudo Escimno querer dejar clara una diferencia al emplear esta distinción terminológica, si la traducción que nos ha brindado Diocles es fiel: Gadir es una ciudad y Tartesos, por el contrario, más exactamente un centro de intercambio comercial. En griego, “emporía” significa comercio; el “émporos” es el pasajero de una nave, un navegante, un comerciante. Para Escimno, Tartesos es un lugar adonde los griegos van a comerciar.
La ciudad que aflora a los tiempos históricos bajo el nombre de Tartesos es Gadir. Eso no quiere decir que, con anterioridad al triunfo y consolidación de Gadir como centro urbano de la Tartéside, posiblemente a partir del siglo VI-V a.C. (y como consecuencia directa del creciente control cartaginés, que sin duda habría escogido o privilegiado a Gadir como “capital” o centro urbano y comercial de la zona) hubiesen otros centros urbanos identificables como centros tartésicos. Lo que pongo bajo una duda razonable es que hubiera existido uno comparable en su preminencia a lo que posteriormente fue Gadir. De haber existido un centro tartesio comparable a Gadir en tiempos protohistóricos, habría dejado un recuerdo claro de su localización.
Pero no lo hubo, sino más bien una constelación de ciudades y emporios, de ahí que, fuera de la identificación romana Gadir-Tartesos, cualquier otra sea una pura vaguedad y tienda a referirse más bien a una comarca o territorio —es decir a un conjunto de poblamientos—. Me parece, pues, improbable que vayamos a encontrar pruebas concluyentes de una capital tartesia anterior a Gadir, sino más bien lo que ya estamos viendo, es decir un conjunto de poblamientos de diversa importancia a través de una evolución urbana que comienza en el bronce y finaliza en los munipia romanos sin solución de continuidad, como confirma la permanencia de la tradición que hacía del apelativo “tartesicus” un motivo de orgullo para un noble gaditano, evolución que quizás se habría desplazado a través de los siglos desde su origen en el entorno onubense y desde una cultura de rasgos y carácter esencialmente atlántico hasta la Gadir-Tartessos púnico-romana, en un lento e inexorable proceso de atracción e integración en el mundo feno-púnico, proceso que nos confirma Estrabón para el resultado final de Turdetanía:
Así, pues, su sujeción (de Tartessos-región) a los phoinikés fue tan completa, que hoy día la mayoría de las ciudades de Tourdetanía y de las regiones vecinas están habitadas por aquéllos (III, 2,13).
Dominación de la cual ni el influjo griego ni la presencia de sus comerciantes habría sido en absoluto extraña, como no lo era en la mismísima ciudad Cartago, donde se documentan nombres griegos para la ciudad en oposición a Byrsa: Mégara-Neapolis. Ciertamente el mundo tartesio es más antiguo y complejo que la pura y simple asimilación feno-púnica de los elementos indígenas, pero al mismo tiempo Tartessos, como centro de extracción de plata, encaja perfectamente con las circunstancias políticas de Tiro bajo dominio asirio, lo cual ya se ha demostrado, del mismo modo que más tarde la explotación del monte Aletes y la fundación de Cartago Nova formarían parte de las circunstancias políticas de la Cartago bárcida.
Sin duda el mejor apoyo para hablar de una presunta capital tartesia indígena (o no exclusivamente fenicia) y anterior a Gadir es el rey Argantonios. Pero que Argantonios fuese en efecto el rey de todo Tartesos y gobernase desde un único centro político y administrativo es una suposición indemostrable. La figura de este rey se halla a caballo entre la historia y la leyenda, y desde luego también deberíamos tener en cuenta la “interpretatio” griega de una realidad sobre la cual los griegos proyectaban sus propios intereses.
Finalmente, conozco la tesis de Bendala y espero que las excavaciones en Asta Regia sirvan para arrojar más luz sobre este apasinonante asunto; no obstante, y por volver al paralelismo inicial, recordaré que después de tantas excavaciones en la colina de Hissarlik, y a pesar del convencimiento general de que en este lugar estuvo efectivamente la Troya homérida, aún nadie ha encontrado una prueba definitiva, una palabra grabada que relacione el lugar con la legendaria Ilión... Ya sabemos que la arqueología, para responder a los mitos y leyendas que nos apasionan, es a menudo desesperanzadoramente "muda".
Los romanos no distinguían en Tartessos el elemento originario fenicio del elemento originario indígena, quizás por haber llegado en una época en que ambos, efectivamente, ya no se distinguían, de modo que Gadir podía ser y fue, en efecto, capital de la Tartéside-Turdetania histórica. Lo que quiero indicar es que esa "indistinción" forma parte de intrínseca de lo tartesio, que no es una "katastrophe" en el sentido griego original, sino resultado de un proceso que se inicia en los mismos orígenes de la gestación de "lo tartésico".
Por el contrario, los griegos, que conservaban una memoria más antigua, sí hacían esa distinción entre el elemento fenicio y el indígena. Pero esta memoria presenta el inconveniente de habernos llegado de un modo definitivamente fragmentario y confuso, y desde luego muy confundido con la leyenda (y con el hecho "agravante" de proceder de un pueblo competidor del fenicio interesado en "distinguir" lo fenicio de lo indígena). Esta confusión, y esta es mi opinión, no se debería exclusivamente a la lejanía y a los estragos y desafueros del tiempo, sino a la realidad positiva de un estado de "indefinición" consustancial al mundo tartesio protohistórico. Tratar de buscar una capital, un centro "único y fijo" puramente indígena que salve a esta cultura de la "contaminación" fenicia y le confiera simbólicamente una identidad indiscutible como realidad protohispanica independiente, es, en mi opinión, una pretensión que se desliza del verdadero afán científico y objetivo de dilucidar la realidad histórica de Tartesos.
Desde luego la antiguedad de los contactos marítimos entre Tartessos (o la región andaluza atlántica y el Algarve) y el mundo mediterráneo podría remontarse al II milenio. Algo que yo desconozco, y no sé si se ha avanzado en este sentido en la investigación, es acerca de las posibilidades que las técnicas de navegación y construcción de navíos conferían a los pueblos de las culturas del bronce no sólo para realizar expediciones ocasionales y llenas de riesgos, sino para establecer y mantener unos contactos más o menos continuados entre lugares distantes. Sin duda las condiciones del Egeo oriental fueron idóneas para el ensayo y los primeros pasos en la navegación, y el hecho de que Minos se constituyera en una talasocracia (y en el origen del mito atlante) ya dice mucho al respecto, sin dejar a un lado el estudio de los hermosos frescos de Akrotiri (Tera), que también tienen cosas que decir al respecto (los barcos minoicos aún tienen "algo" de las primitivas canoas y en ciertos aspectos parecen más próximas a las embarcaciones nilóticas que a sus ¿descendientes? de la edad del hierro -- por cierto que encuentro similitudes entre los barcos de Medinet Habu --Pueblos del Mar-- y los del palacio de Sargón en Jorsabad -s. VII --fenicios, que seguirían un modelo de construcción diferente a los de Tera (¿dos modelos, uno sur-egeo, de origen nilótico, perfeccionado por los minoicos, y otro nor-egeo, que traen los Pueblos del Mar? --solamente especulo.
Sin embargo no habría que descartar contactos marítimos indirectos con el mundo egeo a través de colonias o establecimientos en el Mediterráneo central, que es otra forma de decir lo que Diocles ya ha indicado citando las tesis de M. Bendala y S. C. Pérez. Si no me equivoco, la intensa y sorprendente indetificación de las islas Baleares con nombres en -oussa indicaría que estas islas fueron objeto de alcance en la navegación desde las islas centro-mediterráneas por navegantes portadores de una lengua IE egea en algún momento anterior o paralelo al desarrollo de la navegación y el comercio tirio, y que éste no comienza sino a partir del momento en que la presión desde el interior empuja a estas ciudades a una asombrosa aventura marítima que terminaría por conferir una nueva identidad a la cultura y el pueblo fenicios (o sidonio o cananeo) el cual, no lo olvidemos, y como pueblo que asoma a la Edad del hierro bajo una nueva facies, debió recibir el aporte étnico y cultural de los Pueblos del Mar.
También me parece muy sugerente la tesis del camino de las llamadas "estelas extremeñas". Por cierto que Blázquez les daba una dirección de avance contraria a la de Bendala; a mí me parece más lógica ésta última, como rastro de la migración hacia Tartessos de pueblos desde el interior peninsular, quizás relacionada o conectada con la wolkenwanderung marítima de los Pueblos del Mar y las nuevas posibilidades de crecimiento y agresión que confería la tecnología del hierro.
En cuanto a seguir rastros míticos, siempre nos encontramos con el mismo e insuperable incoveniente que ya conoce cualquiera que haya leído algo acerca de antropología: que el "tiempo mítico" no se corresponde con el "tiempo histórico". Es más: se opone, según opinaba Lèvy-Strauss. Así, por ejemplo, el mito de Gerión se repetirá incansablemente desde su (lábil) origen egeo al paso del avance del horizonte griego, impregnándose o alimentándose de localismos en la medida en que esta asimilación de nuevos detalles alimenta el ciclo de variación-repetición habitual en un mito. Por así decirlo, los esquemas míticos venían a ser, para la mentalidad antigua, en su aplicación instrumental, similares a los "esquemas" racionales del hombre moderno, con los cuales éste asimila e incorpora a su propio mundo una realidad nueva (a menudo borrándola virtualmente en lo que a nosotros nos interesa, es decir su "particularismo"). Tal es, por excelencia, la función del mito "civilizador" heracleo en la Antigüedad: era en este sentido el que mejor funcionaba, y el más popular. Lástima que no se conozca su fuente fenicia (Melkart) aunque, si recordamos lo dicho más arriba, quizás el uno y el otro, el fenicio y el griego, tuviesen un origen común egeo.
Solamente pretendía exponer alguna observación al
paso de mis actuales lecturas acerca de la moralidad y la sexualidad en Roma,
con la esperanza de recibir las impresiones de mis compañeros celtíberos.
Quizás comenzara el apunte de un modo un tanto
provocativo, y la afirmación acerca del idealismo acaso sobre, o debiera
matizarse: cierto que la filosofía platónica se cataloga como “idealista”. No
deja, con todo, de tratarse de una catalogación retrospectiva y, refiriéndome a
Platón, yo prefiero hablar de platonismo.
Uno de nosotros parece haberse molestado con mis
palabras. Lo lamento. Tratando de comprender, se cometen generalizaciones. Pero
la realidad es siempre inaprensible en su totalidad. ¿Renunciamos, pues, a describirla?
Tendremos quizás que soportar las “idealizaciones” o teorizaciones, sin olvidar
nunca que lo son: por eso el “estado actual de nuestros conocimientos” es
siempre provisional. Esto, en mi opinión, es lo más práctico.
<>Si, por ejemplo, decimos que nuestra actual
sociedad es materialista, consumista, que deifica el interés egoísta como motor
social, que parece que hayamos perdido el control de este monstruo al que
todavía llamamos “civilización”, no quiere decir que existan personas, muchas,
que practiquen el comportamiento altruísta, que en sus relaciones incluyan algo
más que el puro interés egoísta adamsmithsoniano (perdón), y no sean
conscientes del sombrío futuro que se cierne sobre un mundo superpoblado y
dirigido por los principios de un capitalismo sacralizado y abandonado a su
propia lógica. Del mismo modo, cuando observo que el matrimonio entre los
ambiciosos romanos de “clase alta” del siglo I a.C. se había vuelto tan
inestable como la propia política que practicaban dichos individuos, constato
un hecho sin que por ello piense que Antistia, Julia, Servilia, Sila, Pompeyo o
Julio César actuasen como autómatas en un ejercicio mecánico de casamientos y
separaciones interesadas, sin otra dimensión psicológica y social. Que la moral
romana no se ocupase de la esfera emocional más que para prevenirse de los
excesos sentimentales o pasionales, que no la entendiera más que como la
manifestación de un individualismo siempre peligroso para la conveniente
disciplina ciudadana, no quiere decir que los romanos y las romanas fuesen psicópatas
dotados de una sexualidad reprimida y explosiva. Por otra parte, el temor a
caer en la esclavitud fue una especie de paranoia en toda la Antigüedad, se la
veía como una “posibilidad fatal” de la que ningún individuo jamás estaba del
todo a salvo, por muy protegido que estuviese detrás de una ciudadanía y de una
posición encumbradas. Esto, sin duda, se debía traducir en unos sentimientos
más que ambiguos hacia los propios esclavos que el romano y la romana tenían en
su propia casa. La actitud despiadada de Catón hay que entenderla precisamente
como una reacción hacia esos sentimientos ambiguos: no convenía dejarse llevar
por ellos. Un amo demasiado benevolente con sus esclavos es, al fin y al cabo,
un mal ejemplo, y acabará obligado a hacer un duro escarmiento que pudiera
haber evitado, de haberse mostrado más severo desde el principio. Así pensaba
Catón. En cuanto al atraso tecnológico de la Antigüedad por causa de la
esclavitud, se trata de una vieja polémica en la que no entraré aquí, pero habría que
comenzar explicando por qué la esclavitud adquirió el carácter y las proporciones
que llegó a tener.
Los “cambios en la moral” son, en gran medida,
los cambios en la percepción de las relaciones humanas: las fuentes nos
informan de cómo veían y juzgaban, las gentes educadas, una de serie de
cuestiones a lo largo del tiempo. En mi opinión, los romanos (o su élite) parecen
haber sido un pueblo particularmente preocupado por la “moralidad”, es quizás
uno de sus rasgos característicos, y sus actitudes al respecto fueron, a lo
largo del tiempo y en general, bastante inmovilistas. No hay solución de
continuidad desde la moral de Catón al cristianismo, y me pregunto hasta qué
punto nuestra civilización occidental es heredera de esta particularidad
romana, a través de la reelaboración cristiana. Ahora bien, ¿cómo fue la vida
real de los romanos? Quizás estemos condenados a hablar de un número muy
limitado de ellos, de unos pocos ¿privilegiados? entre los cuales los autores
antiguos escogieron una serie de casos a modo de exempla. Algo así como si, en
el futuro, los estudiosos tuviesen en sus manos una crónica más o menos extensa
de los famosos y las estrellas de Hollywood (escrita por algún individuo
bastante crítico), alguna que otra biografía de grandes políticos, y... poco
más. ¿Servirían estos ejemplos para describir la vida cotidiana de una familia
de clase media occidental de principios del siglo XXI?>
Terminaré citando los archifamosos versos de
aquel pequeño-gran poeta, mi queridísimo Catulo:
¿Es posible subir directamente una imagen desde el propio PC para
ilustrar una pregunta o artículo, sin necesidad de publicarla
previamente en Celtiberia?¿Puede incrustarse aquí de algún modo?
Biblioteca: El reino de Da Qin: ideas chinas sobre el imperio romano
Bueno, aunque he llegado con el retraso de más de un año, desearía hacer constar aquí la extrañísima impresión que me ha dejado la lectura de una noticia remota y legendaria acerca de una civilización para nosotros tan próxima y conocida, que es la base histórica de nuestra moderna cultura occidental. El efecto es en realidad maravilloso, como una especie de desenfoque mágico y lleno de ingenuo candor. Aspectos absolutamente anecdóticos (como el paso de una desconocida caravana con su música y sus banderines) adquieren una importancia esencial en una reseña tan breve, y desde luego habría que añadir eso de "cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia", pero sería tonto abundar en esta obviedad. Esa idea vaga y sencilla acerca de un mundo remoto era suficiente para el conocimiento que un chino de la época deseaba tener acerca de un mundo remoto, y desde luego acepto esta noticia (que vendría de muy lejos a través de cuentos de terceros cuartos o quintos viajeros que quizás nunca estuvieron en Roma o sus dominios y sólo transmitieron lo que habían oído contar) como ejemplo comparativo, aunque desde luego extremo, de lo que puede ser una visión deformada, de tercera mano y borrosa hasta lo irreconocible, de otra cultura, pero también es cierto que este testimonio no es comparable al de las fuentes grecolatinas acerca de pueblos y culturas con los que hubo un contacto histórico inmediato y prolongado (aunque quizás sí acerca de tiempos pasados y orígenes históricos propios y ajenos).
Me parece válida la advertencia aunque tenga algo de su propia "reductio ad absurdum".
Por otra parte siempre he tenido curiosidad por averiguar las conexiones que pudiera haber entre el mundo mediterráneo antiguo y el lejano oriente.
Un cordial saludo, Arquíloco.
Biblioteca: MANIPULACION HISTORICA SOBRE TARTESSOS (Actualizado el 29-Oct)
Saludos a todos,
Como ando últimamente releyendo tartesiología, este fin de semana me dio por traducir, con ayuda de mi esposa, que tradujo mucho latín en la carrera, cierto fragmento muy traído y llevado de la Ora Marítima del Sr. Avieno. Sólo por disfrutar un ratito y recuperar ese placer de traducir un texto latino. Es el pasaje que va de los versos 263 al 296, sin duda bien conocido por todos. Dejando a un lado ciertas dificultades (por ejemplo el quos gens del verso 274) , una cosa me parece clara, y es que Avieno en ningún momento rompe la identidad Gadir-Tartessos, y cuando pasa a describir el entorno geográfico del río Tartessos, o mucho me equivoco o cualquier lector contemporáneo de la Ora Marítima hubiera asegurado que Avieno seguía refiriéndose a Gadir-Tartessos y su entorno hasta el verso 294, donde pasa a hablar de los pueblos que rodean el territorio (Etmaneos e Iléates, repartidos según interpretemos "inde rursus").
Así, Gadir hic est oppidum / nam Punicorum lingua consaeptum / locum Gadir vocabat . ipsa Tartessus prius / cognominata est . multa et opulens civitas etc. sigue refiriéndose a Gadir-Tartessos, que la describe como un lugar de ruinas: nunc egena, nunc breuis / nunc destitua, nunc ruinarum agger est. como corresponde a una descripción atormentada y pesimista de un romano del siglo IV que se lamenta de la decadencia urbana de su tiempo. Después añade que antiguamente Gadir-Tartessos debió tener otra apariencia: at uis in illis tanta uel tantum decus / aetate prisca sub fide rerum fuit, hasta el punto de que Iuba, que era rey mauritano y muy culto, y aunque sus dominios estuviesen de Gadir-Tartessos "intefluoque separatus aequore", se consideró a sí mismo ilustre duóviro de la ciudad (Gadir-Tartessos).
A continuación viene la archiconocidísima y presunta descripción del entorno geográfico de Tartessos (verso 279 y ss.): sed insulam / Tartessus amnis ex ligustino Lacu, etc. Como ya he dicho, en ningún momento Avieno nos dice que haya pasado a hablar de otra ciudad, y ni siquiera de ciudad alguna hasta que vuelve a mencionar una "meridiana civitatis adluit "(286). La continuidad del discurso indica que sigue tratándose de Gadir-Tartessos, y para la siguiente mención a un entorno urbano: "ramenta uoluit inuehitque moenibus", la referencia sigue siendo la misma de todo este pasaje: Gadir-Tartessos.
Es común decir que los romanos habían caído en la confusión de identificar Gadir con Tartessos, aunque ellos eran muy conscientes de que la ciudad en efecto se llamaba Gadir en su nombre púnico (Plinio el viejo IV NH, el propio Avieno en el pasaje citado) y Tartessos en el antiguo. Y por consiguiente se pasa a tratar de indagar el origen de semejante error.
En mi opinión, el "error" es bien explicable por cuanto Gadir terminó convirtiéndose en la "cabeza" o el centro tartesio por excelencia después de un secular proceso de asimilación y suplantación fenicio de la identidad indígena tartesia (si es que alguna vez hubo tal cosa), cuyo comienzo se remonta casi a los inicios del desarrollo de la propia cultura tartesia. Siempre acabamos en los mismo: ¿Qué es lo tartesio? Sea lo que sea, es inexplicable sin la presencia fenicia, se halla íntimamente ligada a ella hasta el punto casi de confundirse... No me parece, pues, error alguno la identificación romana Tartessos = Gadir.
Ahora bien, ¿hubo otros centros tartesios además de Gadir? Desde luego: Onoba, Tejada la Vieja, Cancho Roano, Asta Regia, Nawirissa... Tartessos era, como ya dijera el Sr. Blázquez en su día, y ademas de una ciudad (varias ciudades, añadiría yo, en el tiempo y en el espacio), un río, una región, un centro de contratación de metales. Y debemos añadir también: un muy popular y conocido mito de la Antigüedad, un Eldorado de aquellos días. Sin esto, la visión de Tartessos es tan incompleta como sustrayéndola de la "suplantación" fenicia. Lamentándolo mucho, dudo que algún día, un arqueólogo golpee con su pico en una estela que diga: "Ha encontrado Ud. Tartessos".
Tartesos, en verdad, jamás fue olvidada, y su conclusión y coronación urbana, como bien sabían los romanos, fue Gadir.
Si hiciéramos un mapa con la descripción geográfica de Avieno quizás comprendiéramos una cosa bien significativa: que se trata de una descripción a cierta distancia óptica, como quien mira un mapa del 1/4 SO Peninsular a una determinada escala: entonces el Mons Argentarius, que sería el conjunto las estribaciones onubenses, extremeñas y sevillanas de la Sierra Morena, y su riqueza minera (además de su fabulosa imagen mítica), en verdad se avecina (incumbit) al peloestuario del Guadalquivir (o lago Ligustino), y más abajo vemos efectivamente una región surcada por muchas bocas, brazos de ríos o ríos distintos, dada la habitual confusión de los geógrafos antiguos acerca del origen de los diversos cursos (pero todos ellos el río Tartessos, ya que estamos en la Tartéside): neque iste tractu simplici prouoluitur / unusue sulcat subiacentem cæspitem, y en algún lugar de ese subyacentem caspitem se hallaba, para Avieno, Gadir-Tartessos.
Un abrazo, Arquíloco.
Biblioteca: MANIPULACION HISTORICA SOBRE TARTESSOS (Actualizado el 29-Oct)
Estimado Diocles,
Muy interesantes y de agradecer tus comentarios. A la lista de tus nombres egeo-anatolios yo añadiría Nawirissa, “La Navegable”, (actual Lebrija): similar al IE (hitita o anatolio) Parnassa (parna: casa), Monte Parnaso – y quizás los archifamosos nombres terminado en –oussa, a los que puede añadirse Wilusa-(W)Ilio: Ilión, Troya, lo cual hubiera alegrado mucho a Schulten, discípulo de Schliemann.
Por cierto que Kotinoussa, literalmente “Acebuchal”, la isla de los olivos silvestres, también me recuerda en su raíz el “koton” fenicio, que significa “puerto” — aunque desde luego no pretendo proponer con esto ninguna nueva etimología.
Por ajustar el debate, lo que me parece evidente es que Avieno, a lo largo de todo el pasaje, no deja de hablar de Gadir-Tartessos. Cree que es esta ciudad la que se sitúa en el entorno geográfico que describe y que comúnmente se ha empleado para tratar localizar esa otra ciudad de Tartesos en la desembocadura del Guadalquivir.
Lo que yo digo es:
1) Que la descripción de Avieno es tan confusa y gruesa que puede abarcar no sólo la desembocadura del Guadalquivir sino también la del Guadalete e, incluso, podría ser más amplia si incluímos las mención del Mons Argentarius, que, añado ahora, podría identificarse con el Argyros Oros de Estrabón (III, 2, 11), como hizo ya García y Bellido, y que el geógrafo sitúa efectivamente en las fuentes del Betis, hacia Cástulo.
2) Que si leemos el resto de la Ora Marítima veremos que las oscuras, confusas y poéticas descripciones geográficas de Avieno están realizadas a una escala que se dirían extraídas de la contemplación de un antiguo mapa del orbe conocido que conservó nombres arcaicos, es decir a una escala amplia y difusa en la cual el río Tartessos parece fluctuar entre la ría onubense y el Lixus y quizás incluso la Bahía de Algeciras (es decir y, no casualmente, todo el ámbito tartesio), y solamente posee algún sentido si la observamos a esta distancia, y empieza a perderlo si intentamos aproximarnos hacia un lugar concreto.
3) Que, efectivamente, Avieno pudo encontrarse ante una localización que ya se presentaba de por sí confusa, pues ante la repetida evidencia de que en los siglos de dominación romana Gadir siempre se había “cognominado” Tartesos, las noticias de época remota hablarían, confusamente, de otros emplazamientos. Insisto en el término “confuso” pues esto podría corresponder a una indefinición verdaderamente histórica, es decir a la no existencia de un centro urbano señalado claramente como capital o cabeza de la Tartéside con anterioridad a Gadir-Tartessos, sino más bien un conjunto de poblamientos de diversa importancia.
4) Que la identidad Tartessos-Gadir habría sido un desenlace con respecto a la historia de la región, y esto no se trata de una confusión, sino más bien de un resultado, de una evolución. Gadir acabó siendo el centro urbano, la cabeza visible de un territorio cuyo nombre antiguo seguía recordándose y empleándose como ilustre cognomen (así, Cicerón cognomina a su amigo gaditano Balbo “Tartesicus”). Empeñarnos en seguir viendo esto solamente como una confusión me parece un empecinamiento relacionado con el hecho de ver en los fenicios y su cultura un elemento extraño o no esencial en la configuración de lo tartésico.
Tanto Estrabón como otros autores griegos conservan, efectivamente, la idea vaga de otra posible localización de una antigua (ciudad) Tartessos (que incluso pudo haber sido Carteya, situada también aproximadamente a dos días de Gadir, pues ya se conoce la vaguedad de esa clase de medidas basadas en jornadas de navegación sujetas a una infinidad de contingencias). Pero esa idea también pudiera deberse a la simple retroproyección de una Tartessos localizada e identificada en tiempo histórico como Gadir, sobre la certidumbre de que hubo en el pasado otros poblamientos dentro de la Tartéside.
Convendría tener a mano el texto de Escimno en griego, pues según la traducción que amablemente Diocles nos da, llama a Gadir “ciudad” y a Tartessos “emporio”. Emporion y poleis son conceptos vecinos y relacionados, aunque no necesariamente lo mismo. Un emporio es un mercado, un lugar donde se comercia. Podía ser también una ciudad... O no. Como un puerto podía ser simplemente una playa. Pudo Escimno querer dejar clara una diferencia al emplear esta distinción terminológica, si la traducción que nos ha brindado Diocles es fiel: Gadir es una ciudad y Tartesos, por el contrario, más exactamente un centro de intercambio comercial. En griego, “emporía” significa comercio; el “émporos” es el pasajero de una nave, un navegante, un comerciante. Para Escimno, Tartesos es un lugar adonde los griegos van a comerciar.
La ciudad que aflora a los tiempos históricos bajo el nombre de Tartesos es Gadir. Eso no quiere decir que, con anterioridad al triunfo y consolidación de Gadir como centro urbano de la Tartéside, posiblemente a partir del siglo VI-V a.C. (y como consecuencia directa del creciente control cartaginés, que sin duda habría escogido o privilegiado a Gadir como “capital” o centro urbano y comercial de la zona) hubiesen otros centros urbanos identificables como centros tartésicos. Lo que pongo bajo una duda razonable es que hubiera existido uno comparable en su preminencia a lo que posteriormente fue Gadir. De haber existido un centro tartesio comparable a Gadir en tiempos protohistóricos, habría dejado un recuerdo claro de su localización.
Pero no lo hubo, sino más bien una constelación de ciudades y emporios, de ahí que, fuera de la identificación romana Gadir-Tartesos, cualquier otra sea una pura vaguedad y tienda a referirse más bien a una comarca o territorio —es decir a un conjunto de poblamientos—. Me parece, pues, improbable que vayamos a encontrar pruebas concluyentes de una capital tartesia anterior a Gadir, sino más bien lo que ya estamos viendo, es decir un conjunto de poblamientos de diversa importancia a través de una evolución urbana que comienza en el bronce y finaliza en los munipia romanos sin solución de continuidad, como confirma la permanencia de la tradición que hacía del apelativo “tartesicus” un motivo de orgullo para un noble gaditano, evolución que quizás se habría desplazado a través de los siglos desde su origen en el entorno onubense y desde una cultura de rasgos y carácter esencialmente atlántico hasta la Gadir-Tartessos púnico-romana, en un lento e inexorable proceso de atracción e integración en el mundo feno-púnico, proceso que nos confirma Estrabón para el resultado final de Turdetanía:
Así, pues, su sujeción (de Tartessos-región) a los phoinikés fue tan completa, que hoy día la mayoría de las ciudades de Tourdetanía y de las regiones vecinas están habitadas por aquéllos (III, 2,13).
Dominación de la cual ni el influjo griego ni la presencia de sus comerciantes habría sido en absoluto extraña, como no lo era en la mismísima ciudad Cartago, donde se documentan nombres griegos para la ciudad en oposición a Byrsa: Mégara-Neapolis. Ciertamente el mundo tartesio es más antiguo y complejo que la pura y simple asimilación feno-púnica de los elementos indígenas, pero al mismo tiempo Tartessos, como centro de extracción de plata, encaja perfectamente con las circunstancias políticas de Tiro bajo dominio asirio, lo cual ya se ha demostrado, del mismo modo que más tarde la explotación del monte Aletes y la fundación de Cartago Nova formarían parte de las circunstancias políticas de la Cartago bárcida.
Sin duda el mejor apoyo para hablar de una presunta capital tartesia indígena (o no exclusivamente fenicia) y anterior a Gadir es el rey Argantonios. Pero que Argantonios fuese en efecto el rey de todo Tartesos y gobernase desde un único centro político y administrativo es una suposición indemostrable. La figura de este rey se halla a caballo entre la historia y la leyenda, y desde luego también deberíamos tener en cuenta la “interpretatio” griega de una realidad sobre la cual los griegos proyectaban sus propios intereses.
Finalmente, conozco la tesis de Bendala y espero que las excavaciones en Asta Regia sirvan para arrojar más luz sobre este apasinonante asunto; no obstante, y por volver al paralelismo inicial, recordaré que después de tantas excavaciones en la colina de Hissarlik, y a pesar del convencimiento general de que en este lugar estuvo efectivamente la Troya homérida, aún nadie ha encontrado una prueba definitiva, una palabra grabada que relacione el lugar con la legendaria Ilión... Ya sabemos que la arqueología, para responder a los mitos y leyendas que nos apasionan, es a menudo desesperanzadoramente "muda".
Un abrazo, Arquíloco.
Biblioteca: MANIPULACION HISTORICA SOBRE TARTESSOS (Actualizado el 29-Oct)
Por resumir:
Los romanos no distinguían en Tartessos el elemento originario fenicio del elemento originario indígena, quizás por haber llegado en una época en que ambos, efectivamente, ya no se distinguían, de modo que Gadir podía ser y fue, en efecto, capital de la Tartéside-Turdetania histórica. Lo que quiero indicar es que esa "indistinción" forma parte de intrínseca de lo tartesio, que no es una "katastrophe" en el sentido griego original, sino resultado de un proceso que se inicia en los mismos orígenes de la gestación de "lo tartésico".
Por el contrario, los griegos, que conservaban una memoria más antigua, sí hacían esa distinción entre el elemento fenicio y el indígena. Pero esta memoria presenta el inconveniente de habernos llegado de un modo definitivamente fragmentario y confuso, y desde luego muy confundido con la leyenda (y con el hecho "agravante" de proceder de un pueblo competidor del fenicio interesado en "distinguir" lo fenicio de lo indígena). Esta confusión, y esta es mi opinión, no se debería exclusivamente a la lejanía y a los estragos y desafueros del tiempo, sino a la realidad positiva de un estado de "indefinición" consustancial al mundo tartesio protohistórico. Tratar de buscar una capital, un centro "único y fijo" puramente indígena que salve a esta cultura de la "contaminación" fenicia y le confiera simbólicamente una identidad indiscutible como realidad protohispanica independiente, es, en mi opinión, una pretensión que se desliza del verdadero afán científico y objetivo de dilucidar la realidad histórica de Tartesos.
Un abrazo, Arquíloco.
Biblioteca: MANIPULACION HISTORICA SOBRE TARTESSOS (Actualizado el 29-Oct)
Desde luego la antiguedad de los contactos marítimos entre Tartessos (o la región andaluza atlántica y el Algarve) y el mundo mediterráneo podría remontarse al II milenio. Algo que yo desconozco, y no sé si se ha avanzado en este sentido en la investigación, es acerca de las posibilidades que las técnicas de navegación y construcción de navíos conferían a los pueblos de las culturas del bronce no sólo para realizar expediciones ocasionales y llenas de riesgos, sino para establecer y mantener unos contactos más o menos continuados entre lugares distantes. Sin duda las condiciones del Egeo oriental fueron idóneas para el ensayo y los primeros pasos en la navegación, y el hecho de que Minos se constituyera en una talasocracia (y en el origen del mito atlante) ya dice mucho al respecto, sin dejar a un lado el estudio de los hermosos frescos de Akrotiri (Tera), que también tienen cosas que decir al respecto (los barcos minoicos aún tienen "algo" de las primitivas canoas y en ciertos aspectos parecen más próximas a las embarcaciones nilóticas que a sus ¿descendientes? de la edad del hierro -- por cierto que encuentro similitudes entre los barcos de Medinet Habu --Pueblos del Mar-- y los del palacio de Sargón en Jorsabad -s. VII --fenicios, que seguirían un modelo de construcción diferente a los de Tera (¿dos modelos, uno sur-egeo, de origen nilótico, perfeccionado por los minoicos, y otro nor-egeo, que traen los Pueblos del Mar? --solamente especulo.
Sin embargo no habría que descartar contactos marítimos indirectos con el mundo egeo a través de colonias o establecimientos en el Mediterráneo central, que es otra forma de decir lo que Diocles ya ha indicado citando las tesis de M. Bendala y S. C. Pérez. Si no me equivoco, la intensa y sorprendente indetificación de las islas Baleares con nombres en -oussa indicaría que estas islas fueron objeto de alcance en la navegación desde las islas centro-mediterráneas por navegantes portadores de una lengua IE egea en algún momento anterior o paralelo al desarrollo de la navegación y el comercio tirio, y que éste no comienza sino a partir del momento en que la presión desde el interior empuja a estas ciudades a una asombrosa aventura marítima que terminaría por conferir una nueva identidad a la cultura y el pueblo fenicios (o sidonio o cananeo) el cual, no lo olvidemos, y como pueblo que asoma a la Edad del hierro bajo una nueva facies, debió recibir el aporte étnico y cultural de los Pueblos del Mar.
También me parece muy sugerente la tesis del camino de las llamadas "estelas extremeñas". Por cierto que Blázquez les daba una dirección de avance contraria a la de Bendala; a mí me parece más lógica ésta última, como rastro de la migración hacia Tartessos de pueblos desde el interior peninsular, quizás relacionada o conectada con la wolkenwanderung marítima de los Pueblos del Mar y las nuevas posibilidades de crecimiento y agresión que confería la tecnología del hierro.
En cuanto a seguir rastros míticos, siempre nos encontramos con el mismo e insuperable incoveniente que ya conoce cualquiera que haya leído algo acerca de antropología: que el "tiempo mítico" no se corresponde con el "tiempo histórico". Es más: se opone, según opinaba Lèvy-Strauss. Así, por ejemplo, el mito de Gerión se repetirá incansablemente desde su (lábil) origen egeo al paso del avance del horizonte griego, impregnándose o alimentándose de localismos en la medida en que esta asimilación de nuevos detalles alimenta el ciclo de variación-repetición habitual en un mito. Por así decirlo, los esquemas míticos venían a ser, para la mentalidad antigua, en su aplicación instrumental, similares a los "esquemas" racionales del hombre moderno, con los cuales éste asimila e incorpora a su propio mundo una realidad nueva (a menudo borrándola virtualmente en lo que a nosotros nos interesa, es decir su "particularismo"). Tal es, por excelencia, la función del mito "civilizador" heracleo en la Antigüedad: era en este sentido el que mejor funcionaba, y el más popular. Lástima que no se conozca su fuente fenicia (Melkart) aunque, si recordamos lo dicho más arriba, quizás el uno y el otro, el fenicio y el griego, tuviesen un origen común egeo.
Un abrazo, Arquíloco.
Biblioteca: Un breve apunte sobre la moralidad matrimonial romana a finales de la República.
Estimados contertulios,
Solamente pretendía exponer alguna observación al
paso de mis actuales lecturas acerca de la moralidad y la sexualidad en Roma,
con la esperanza de recibir las impresiones de mis compañeros celtíberos.
Quizás comenzara el apunte de un modo un tanto
provocativo, y la afirmación acerca del idealismo acaso sobre, o debiera
matizarse: cierto que la filosofía platónica se cataloga como “idealista”. No
deja, con todo, de tratarse de una catalogación retrospectiva y, refiriéndome a
Platón, yo prefiero hablar de platonismo.
Uno de nosotros parece haberse molestado con mis
<>Si, por ejemplo, decimos que nuestra actualpalabras. Lo lamento. Tratando de comprender, se cometen generalizaciones. Pero
la realidad es siempre inaprensible en su totalidad. ¿Renunciamos, pues, a describirla?
Tendremos quizás que soportar las “idealizaciones” o teorizaciones, sin olvidar
nunca que lo son: por eso el “estado actual de nuestros conocimientos” es
siempre provisional. Esto, en mi opinión, es lo más práctico.
sociedad es materialista, consumista, que deifica el interés egoísta como motor
social, que parece que hayamos perdido el control de este monstruo al que
todavía llamamos “civilización”, no quiere decir que existan personas, muchas,
que practiquen el comportamiento altruísta, que en sus relaciones incluyan algo
más que el puro interés egoísta adamsmithsoniano (perdón), y no sean
conscientes del sombrío futuro que se cierne sobre un mundo superpoblado y
dirigido por los principios de un capitalismo sacralizado y abandonado a su
propia lógica. Del mismo modo, cuando observo que el matrimonio entre los
ambiciosos romanos de “clase alta” del siglo I a.C. se había vuelto tan
inestable como la propia política que practicaban dichos individuos, constato
un hecho sin que por ello piense que Antistia, Julia, Servilia, Sila, Pompeyo o
Julio César actuasen como autómatas en un ejercicio mecánico de casamientos y
separaciones interesadas, sin otra dimensión psicológica y social. Que la moral
romana no se ocupase de la esfera emocional más que para prevenirse de los
excesos sentimentales o pasionales, que no la entendiera más que como la
manifestación de un individualismo siempre peligroso para la conveniente
disciplina ciudadana, no quiere decir que los romanos y las romanas fuesen psicópatas
dotados de una sexualidad reprimida y explosiva. Por otra parte, el temor a
caer en la esclavitud fue una especie de paranoia en toda la Antigüedad, se la
veía como una “posibilidad fatal” de la que ningún individuo jamás estaba del
todo a salvo, por muy protegido que estuviese detrás de una ciudadanía y de una
posición encumbradas. Esto, sin duda, se debía traducir en unos sentimientos
más que ambiguos hacia los propios esclavos que el romano y la romana tenían en
su propia casa. La actitud despiadada de Catón hay que entenderla precisamente
como una reacción hacia esos sentimientos ambiguos: no convenía dejarse llevar
por ellos. Un amo demasiado benevolente con sus esclavos es, al fin y al cabo,
un mal ejemplo, y acabará obligado a hacer un duro escarmiento que pudiera
haber evitado, de haberse mostrado más severo desde el principio. Así pensaba
Catón. En cuanto al atraso tecnológico de la Antigüedad por causa de la
esclavitud, se trata de una vieja polémica en la que no entraré aquí, pero habría que
comenzar explicando por qué la esclavitud adquirió el carácter y las proporciones
que llegó a tener.
Los “cambios en la moral” son, en gran medida,
los cambios en la percepción de las relaciones humanas: las fuentes nos
informan de cómo veían y juzgaban, las gentes educadas, una de serie de
cuestiones a lo largo del tiempo. En mi opinión, los romanos (o su élite) parecen
haber sido un pueblo particularmente preocupado por la “moralidad”, es quizás
uno de sus rasgos característicos, y sus actitudes al respecto fueron, a lo
largo del tiempo y en general, bastante inmovilistas. No hay solución de
continuidad desde la moral de Catón al cristianismo, y me pregunto hasta qué
punto nuestra civilización occidental es heredera de esta particularidad
romana, a través de la reelaboración cristiana. Ahora bien, ¿cómo fue la vida
real de los romanos? Quizás estemos condenados a hablar de un número muy
limitado de ellos, de unos pocos ¿privilegiados? entre los cuales los autores
antiguos escogieron una serie de casos a modo de exempla. Algo así como si, en
el futuro, los estudiosos tuviesen en sus manos una crónica más o menos extensa
de los famosos y las estrellas de Hollywood (escrita por algún individuo
bastante crítico), alguna que otra biografía de grandes políticos, y... poco
más. ¿Servirían estos ejemplos para describir la vida cotidiana de una familia
de clase media occidental de principios del siglo XXI?>
Terminaré citando los archifamosos versos de
<>Vivamus, mea Lesbia, atque amemusaquel pequeño-gran poeta, mi queridísimo Catulo:
rumoresque senum severiorum>
omnes unius aestimemus assis!
Un cordial saludo,
Arquíloco.
Biblioteca: Ayuda de Celtiberia.net v3
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¿Es posible subir directamente una imagen desde el propio PC para
ilustrar una pregunta o artículo, sin necesidad de publicarla
previamente en Celtiberia?¿Puede incrustarse aquí de algún modo?
Gracias y un saludo,
Arquíloco.
Biblioteca: Ayuda de Celtiberia.net v3
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