Autor: A.M.Canto
lunes, 22 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: A.M.Canto


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La 'Piedra Escrita' de Diana en Cenicientos (Madrid) y la frontera oriental de Lusitania ( y II )

Es continuación de la primera parte.







(Viene de http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1682)

PARTE II

7. Con los ojos de los antiguos: El oso y el verraco (figs. 13-17)

El oso. Como ya apunté brevemente al principio del trabajo, la cara posterior de esta gran roca granítica, en general mucho más tosca si se compara con la principal, presenta una serie indudable de oquedades y retoques, a los que se puede calificar de completamente intencionados. Las oquedades, de forma circular, se han venido interpretando como "orificios correspondientes a vigas de una techumbre a dos vertientes" (TIR, cit.), y como "una escalera que permitía la subida con el fin de hacer sacrificios". Al no tener sentido la primera propuesta, y no tratarse, para la segunda, de un monumento que haga creíble tal función (como sí ocurre, por ejemplo, en los santuarios rupestres de Ulaca, Ávila, o el citado de Panóias, en Ourique, Portugal), ni existir en su cima espacio suficiente o cómodo para tal actividad, he tratado de encontrar otra explicación para ellos.

Observándolos con detenimiento, a simple vista, con luz normal y mejor con el sol rasante del atardecer fig. 13, y también por comprobación experimental, puede verse que las oquedades no son tan profundas como para permitir apoyar con seguridad el pie (ni mucho menos vigas), y también que en realidad los huecos no se disponen en forma "escalonada", sino en una corona que tiende al óvalo, enmarcando precisamente un abombamiento natural de la propia piedra. Éste a su vez presenta un trabajo intencionado de cincelado, como para destacar aún más lo que podría interpretarse como la almohadilla central de la pata delantera de un plantígrado. Desde esta óptica, el conjunto se entiende con bastante claridad, en "positivo" y en "negativo", como la huella de un oso. Una infografía realizada por el diario El País con ocasión de dar la noticia de este nuevo descubrimiento (13-9-1996) proporcionó una buena idea de lo que yo veía fig. 14.

Como es bien sabido, el oso fue en la antigüedad el animal, cazador y cazable, por excelencia. Y, por ello, aprovechar ingeniosamente una forma natural de la misma roca donde se efectuaba una dedicación a la diosa Diana para incluir a otro más de los animales que le estaban consagrados no me parece una idea tan descabellada (sobre todo si se confronta con la siguiente). Citaré como oportuno paralelo el famoso conjunto de bronce, procedente de Muri, cerca de Berna (Suiza), que se conserva en el Museo Histórico de esta última ciudad helvética fig. 15. En este interesante exvoto, hecho por una mujer de clase acomodada, se representa a la diosa Artio, el trasunto céltico de Diana en su vertiente de diosa de la caza, pero no con su más usual atavío cinegético sino, como en Cenicientos, con túnica y manto, además de cornucopia, sentada frente a un enorme oso, con el que parece dialogar (Green 1989, 27 y fig. 10). Artio en lengua céltica significa precisamente "oso", y su nombre quedó reflejado en zonas que le estaban consagradas, como las “Ardennes” (de Arduinna) en Francia o, en el SO peninsular, la cuenca del río “Ardila”, que vertebra la Beturia de los Célticos, hidrónimo que en otro contexto he vinculado (1997) al de esta diosa y radical, el mismo de la griega Artemis.

Incluso colegas y amigos que me aprecian me advirtieron de que esta última hipótesis era muy arriesgada (lo que yo misma me decía, pero sin poder renunciar a lo que realmente veía). Sólo in extremis, cuando la investigación estaba terminada y ya en prensa (de hecho, en el artículo original de 1994 va en forma de addendum), encontré de casualidad lo que creo es una prueba científicamente válida: Se trata del testimonio de Latinus v.p. Togatus uno de los agrimensores antiguos reunidos en el corpus de K. Lachmann (Gromatici veteres, Berlín 1848, p. 309). En el texto se están describiendo distintas formas de señalar en el campo terminationes (es decir, divisiones o límites), y entre ellas se cita ésta: Terminus sive petra naturalis, si branca ursi habuerit, lucum significat, esto es: "Si en un cipo divisorio o en una piedra natural se representara una garra de oso, significa (el comienzo de) un bosque", remitiendo a su fig. 250, que aquí reproduzco fig. 16.

Afortunado paralelo para el caso de Cenicientos, puesto que, en efecto, no sólo el oso, y exactamente su garra, podía perfectamente utilizarse para señalización en una piedra natural, sino que además estaría especialmente indicada aquí para marcar un lucus Dianae, un bosque consagrado a Diana, patrona y protectora de los bosques, uno de cuyos animales simbólicos, como más arriba decía, y veíamos en el exvoto de Berna, es el oso (tanto “Berna” como “Berlín” proceden del mismo radical: “oso”). En fin, gracias a este texto procedente de la ciencia topográfica antigua creo que se refuerza también la propia lectura e interpretación del epígrafe como una dedicatoria a Diana y, por tanto, los bosques sagrados que comienzan a partir de la mole de “Piedra Escrita” llegarían al menos hasta las Sierras de la Higuera y de San Vicente, al Oeste, y algunos otros indicios sugieren que en efecto lo eran.

Y el verraco. No menos me sorprendió otra cosa que observé, que había pasado igualmente desapercibida para quienes habían estudiado antes la "Piedra Escrita": Exactamente delante y frente al gran peñasco, a unos pocos metros de distancia, existe otra gran piedra granítica y alargada. Mide de un lado al otro aproximadamente 4.30 m., y de alto 1.10. Ésta no parece estar in situ, sino desplazada aquí ex professo, habiendo sido calzada con varias piedras menores por su lado sur. Hay que advertir que, vista desde el lado sur, cuando uno se va acercando al promontorio, el pedrusco carece de todo sentido. Pero si uno se sitúa de espaldas al relieve de "Piedra Escrita", viéndola enfrente, semeja exactamente un verraco suido, recostado (fig. 17). Sólo cuando se le mira, digamos, desde y frente a la posición de la diosa o, por decirlo de otra forma, “con los ojos de los antiguos”. ¿Por qué no admitir que delante del monumento a Diana se ubicara una enorme piedra que, por capricho de la naturaleza, recordaba al segundo de sus animales más representativos, el jabalí?

También en este caso contamos con el oportuno paralelo desde el mundo céltico: la diosa gala Arduinna, protectora y homónima de los bosques de Les Ardennes, en Francia, señora de los nacimientos y de la caza, cuyo animal simbólico es allí el jabalí, a cuyos lomos aparece cabalgando en un pequeño bronce local (Green 1989, 27 con nota 106: Boucher 1976, 161 y fig. 292). Pero no es preciso recurrir sólo a los paralelos galos. La abundancia de caza en la Hispania romana está fuera de duda y, en ella, el jabalí ocupaba un lugar primordial, al punto de ser representado de forma extraordinariamente frecuente, y con fines muchas veces funerarios, en los famosos verracos (unas veces toros, otras suidos), propios y populares precisamente en el territorio vetón (120 se documentan sólo en la provincia de Ávila, quizá el doble sumando los de Salamanca y Cáceres: Knapp 1992, 321).

En este sentido cabe recordar los trabajos de G. López Monteagudo (1982) y R.C. Knapp (1992), resumiendo las muchas hipótesis sobre el origen, función y cronología de este tipo de esculturas. Entre la señalización de fronteras (que según recientes teorías sería herencia de la función dolménica), el símbolo apotropaico y protector, y el uso funerario al modo de cupae, continúan moviéndose las hipótesis. Su papel como hitos de las líneas fronterizas, como más abajo indicaré con varios ejemplos y topónimos, sale en mi opinión reforzado con los datos de este estudio.

No me resisto, para terminar esta parte, y porque menciona el municipio de Cadalso de los Vidrios, cerca de Cenicientos, a traer a colación un texto, curioso y fantástico, del siglo XV, recordado por R.C. Knapp (1992, 321), en el que se cita a los verracos como trofeos. El texto se debe al historiador D. Rodríguez de Almela, Compilación de las batallas campales (Murcia, 1487, reed. en 1963), y fue citado originalmente por P. Arias, M. López y J. Sánchez, en Catálogo de la escultura zoomorfa protohistórica y romana de tradición indígena de la provincia de Ávila, Ávila 1986, 149 nota 18:

"...Después de que Escipión el Joven volvió a Roma (205 a.C.), y después de su muerte, los españoles se rebelaron contra los romanos; éstos enviaron a España un capitán llamado Guisando, que habiendo peleado contra los españoles en Tierra de Toledo y cerca del lugar llamado Cadalso, y habiéndolos vencido, hizo, para memoria de esta victoria, cuatro estatuas de piedra, a manera de toros, a las que en su tiempo daban el nombre de Guisando..."

Como Knapp bien señala (ibid., 322), los Toros de Guisando están hoy en el término de El Tiemblo, marcando exactamente, en la "Venta Juradera" de la católica reina, el límite entre Ávila y Madrid. Este punto se encuentra al N., a poco menos de 15 km en línea recta, de "Piedra Escrita". Es posible, pues, extraer conclusiones acerca de la función limital de estos verracos, y, como arriba dije, en probable relación meridional con Malamoneda, Puebla de Montalbán y Corral de Cantos-El Puerco, y lo haremos.

8. El entorno

Parece claro que población inmediata al monumento en época romana no se puede detectar. Mangas et al. señalaron la existencia en esta elevación de "fragmentos de cerámica de diversas épocas, siendo más abundantes las medievales y apareciendo en menor número las de época romana... algunos fragmentos de cerámica común", aunque pensaron que podía haber en los alrededores algún edificio, pues observaron "algún que otro sillar toscamente escuadrado." J. Zozaya (apud Knapp, op.cit.) creía que los restos eran muy exiguos.

Sólo en la información periodística aparecida en El País (12-10-1995) se mencionan otras dos noticias interesantes, cuya fuente es local. La existencia de "una veintena de tumbas antropomorfas, de 1.90 de longitud y 0.7 m. de ancho... ruedas de molino y tejas", que serían testimonio de un poblado levantado "cercano al menhir" en el siglo XVI y que duró hasta 1720. Según los archivos parroquiales, tenía su propia parroquia y una patrona, “que se llamaba, por supuesto, la Virgen de la Piedra Escrita". En cuanto a los cuatro sondeos arqueológicos (Morón-Mompeán 1995), los resultados no pueden ser más decepcionantes, pero se indica que la cerámica más abundante es la sigillata romana (aunque no se dice qué tipo y fecha de ella), y que se documenta también cerámica medieval, común y vidriada, entre ella un fragmento de "de cerámica musulmana". Es más singular la mención de "varios fragmentos de escoria en los sondeos 1 y 3."

Con estas pocas referencias más la observación propia, no parece que en las inmediaciones mismas de "Piedra Escrita" hubiera nunca un núcleo estable de población. Las tumbas medievales excavadas en la roca, algunas de las cuales están próximas y vi (http://www8.madrid.org/gema/goc/037/13/7054/), son comunes en las inmediaciones de focos religiosos y funerarios romanos aislados, como es éste el caso. Las encontramos también, más de un centenar, en un área de 1 km2 en torno al canchal que rodea al peñasco con estelas de Malamoneda, TO., ya citado (Alföldy 1991, 118). Incluso el propio peñasco de este último lugar, con las dos estelas en su cara O, presenta una sepultura excavada en su parte superior. Pero tales tumbas deben corresponder en mi opinión no al poblado o aldea del siglo XVI-XVII que se documenta a través de los archivos parroquiales de Cenicientos, sino al hábitat medieval que quizá precedió al citado, aunque no se conserven los documentos escritos. Un verdadero poblado, con la Virgen de significativo nombre pero sucesora de la Diana romana, tenía por fuerza que haber dejado más rastros que los que en la superficie actual se conservan.

9. Piedra Escrita y la divisoria provincial romana (fig. 18)

Se ha apuntado ya que la pieza podría señalar por este punto el finis o frontera entre dos conventos judiciales y provincias (A. Fuentes, en El País 14-10-1995). Tal papel en principio lo podría cumplir incluso sólo con otra contigua, pues ésta podría ser un ara terminalis al modo de los gromáticos. Pero, efectivamente, la zona coincide con límites actuales entre Madrid y Toledo y, discrepando del límite señalado en la TIR (que creo avanzan en exceso y sin motivo hacia el Oeste), parece más bien que éste debería marcarlo la línea de la Sierra de la Higuera, con las Peñas de Cenicientos y Cadalso, de 1254 y 1044 m de altura respectivamente, ya que estas alturas montañosas definen las cuencas del Tiétar-Duero hacia el NO., y la del Alberche-Tajo, hacia el SO (fig. 1). Y es en esta vertiente meridional en la que se encuentra "Piedra Escrita".

Se me ocurre, pues, que pueda proponerse una relación entre este monumento y, por una parte, los Toros de Guisando (nota 4), situados apenas unos 15 km en línea recta hacia el N de "Piedra Escrita" y, por otra, con el citado yacimiento de Malamoneda, también alineado con él, hacia el S, a una distancia de unos 50 km. La zona intermedia entre Cenicientos y Hontanar está poco estudiada, por lo que quizá un análisis más detenido del territorio aportaría más datos al respecto. Pero, de momento, me gustaría acudir ahora a las no por ya lejanas menos válidas obras de F. Braun (1909, 116-117) y Albertini (1923, 19). Braun pensaba, muy justamente, que Caesarobriga (Talavera de la Reina, TO.) era lusitana y Toletum (Toledo) tarraconense, luego entre ambas debía discurrir la divisoria provincial. Recordaba entonces la ciudad de Libora, mencionada como tarraconense por Ptolomeo (II, 6, 56) entre Toletum y Augustabria (sic) y aún citada por el Ravennate (312, 11) como Lebura (Tovar 1989, 235: no es la misma que Aebura). Ukert y Bosch pensaron ubicar esta Libora en Cuerva (TO.), demasiado lejos del Tajo para Braun. K. Müller en Puebla de Montalbán, sobre el río, idea que comparte el propio Braun, quien añade que, junto al Tajo, debía estar más cerca de Talavera que de Toledo (ibid. 117). En cuanto a Albertini (ibid.), creía que la raya cruzaba el Tajo "aguas abajo de Toledo".

Es en este punto donde quisiera recordar un hallazgo reciente que parece dar la razón a Braun. A comienzos de 1975 se encontró en el término de Puebla de Montalbán, en el sitio de Cerrecín (margen derecha del Tajo) un verraco sobre plinto, de granito, de 85 cm. en cuadro, junto a parte de una estela fragmentada de caliza, de remate semicircular y con una roseta, de buenas época y calidad, ornamental y epigráfica, hallazgo que apareció en el extinto diario “Ya” (19-2-75). Se trataría, pues, de otra zona funeraria en coincidencia con figura de verraco, y posiblemente limital. Este hallazgo creo que reforzaría, si no la idea de Braun de que Libora/Lebura coincida con la actual Puebla de Montalbán (que necesitaría algún otro apoyo epigráfico, pues Carpio de Tajo, así como alguna otra próxima, de menor entidad, también serían candidatas), sí la de que, en efecto, ligeramente a su Oeste cortaría el Tajo la divisoria entre Citerior y Lusitania.

A falta de más datos objetivos suficientes, parece poderse postular que la divisoria entre las provincias Lusitania y Citerior Tarraconensis discurría derecha por aquí, así como que la frontera procedía, casi en línea recta, desde Arévalo, en Ávila (cf. infra), dejando esta ciudad en la Lusitania (aunque viene siendo atribuída a la Citerior, como se hace en la propia TIR). Esta idea se vería reforzada si fuera cierta, como propongo, la presencia en "Piedra Escrita" de otro verraco (cf. aquí parte 8). Por su zona sur al menos la divisoria podría prolongarse, poco menos de 6 km al S de Hontanar, entre las alturas, muy expresivas, de "Corral de Cantos" (1419 m. altitud), y Sierra de las Particiones (de 1233 m.), con el mismo sentido, 9 km al O del alto del Corral de Cantos, donde se produce el divergium aquae entre las cuencas del Tajo y el Guadiana. Ambos topónimos podrían ser también indicativos de la vieja divisoria romana. Y no es menos curioso que el cerro entre dichas dos alturas, de 1190 m., se denomine justamente El Puerco, nombre que me imagino recuerda algún verraco que allí se levantara en la antigüedad. En esta vertical, al menos, el papel de los verracos en relación con las fronteras abre interesantes posibilidades de estudio.

Esto en cuanto a la línea fronteriza meridional. Mirando ahora hacia el Norte de Piedra Escrita, conviene citar un trabajo que acaba de publicarse (Hernando 1995), del que tenemos noticia estando ya éste terminado. La autora propone, con argumentos convincentes de distintos tipos, que la actual ciudad de Ávila (posiblemente Abela) no sería idéntica con la Obila de Ptolomeo, y pertenecería, frente a lo que se viene creyendo (v. lo citado más arriba y, por último, la TIR), no al convento cartaginense y la provincia Citerior, sino al emeritense y la provincia lusitana (ibid., 93, lám. II; parecida idea en Knapp 1992, 6-7), con la, como antes dije, estoy de acuerdo. El Sistema Central resulta, en efecto, un límite natural demasiado fuerte como para defender el aislamiento de la zona abulense del resto de su convento, además del sentido general del sistema viario romano, que Hernández Sobrino valora adecuadamente. Siguiendo más o menos hacia el N. el cauce del río Cofio (un antiguo confinium) se cita en esta zona, entre Cebreros y Las Navas del Marqués, otro curioso verraco, quizá antiguo, sobre el que se inscribió un epígrafe limital, posiblemente moderno (nota 6) (Knapp 1992, 7 y 307; Hernando 1995, 89 con n. 54).

De esta forma, nuestra línea fronteriza antes propuesta, Guisando (AV.)-Cenicientos (M.)-Puebla de Montalbán-Hontanar-Corral de Cantos/Alto del Puerco (TO.), vendría, más al N., desde Arévalo (Ávila) a tener también una continuación septentrional coherente con la divisoria recién propuesta. En la fig. 18 se refleja la hipótesis de estos casi 140 km de frontera interprovincial.

10. Conclusión La historia de “Piedra Escrita”, el análisis de su estructura y función, llevan finalmente a poder interpretarlo tanto como unsacellum a una prestigiosa diosa antigua, Diana, venerada también en las zonas próximas y en relación con los bosques sagrados contiguos, como un hito divisorio, en torno al siglo II d.C. Y esto ayuda a su vez, con la colaboración de la función de los verracos, a poder definir mejor la imprecisa frontera entre dos provincias romanas.

Pero quizá la más interesante conclusión sea que los campos de la vieja Hispania guardan muchas claves ocultas que un estudio atento, procurando ver a través de los ojos de los antiguos, pueden revelar. Porque, como bien dice otro experto en agrimensura con el quiero terminar este resumen, Boethius, en su Demonstratio artis geometricae (en K. Lachmann, op.cit., 403: Termini vero non sunt omnibus locis, sed infinita sunt multa alia testimonia., que traduzco, un poco libremente: “No en todos los sitios se colocan cipos con inscripciones para marcar las fronteras, pero es casi infinito el número de muchos otros elementos que con el mismo fin se pueden utilizar”. Confío así en que este caso pueda servir a los lectores, aficionados, interesados y más escrutadores, dándoles algunas pistas para el reconocimiento de otros similares en Hispania que ayuden a enriquecer nuestro conocimiento del pasado. Y confío también en que haya a mano entonces autoridades que sepan y quieran protegerlos.


© Alicia M. Canto, Universidad Autónoma de Madrid, 1994/2005, reeditado y adaptado para Celtiberia.net. Imágenes de la autora, excepto las núms. 1, 2, 5, 12 y 15.

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Notas

(Nota 1) Se trata de CIL II, 2419 y 2420, en roca viva, con el epígrafe del dedicante, la mención del dios, Tongonabiagus según casi todos los autores, y dos relieves: Una edícula con imagen y una figura en pie, que parece togada. Se suele aceptar su datación dentro del siglo I d.C. Ha sido publicado y estudiado muchísimas veces, v. por último en el catálogo de la exposición Loquuntur saxa. Religiôes da Lusitânia, Lisboa 2002, con fotos. Véase ahora aquí la fig. 19.

(Nota 2) Esto se deriva del reexamen de esta conocida y supuesta villa privada, que entendí como un delubrum o santuario acuático, pagano, en honor de Iscallis, en los siglos V o VI cristianizado y reconvertido, más que en basílica, en baptisterio, cf. A. M. Canto, «El paisaje del teónimo: Iscallis Talabrigensis y la aspirina», en: Religión, lengua y cultura prerromanas de Hispania (Actas del VIII Coloquio de Lenguas y Culturas Paleohispánicas, Universidad de Salamanca, 11-15 de mayo 1999), ed. F. Villar Liébana, Salamanca, 2000, págs.107-134. Un dibujo del mosaico con esta diosa, tal como la interpreto, pueden verse aquí mismo: http://www.celtiberia.net/verimg.asp?id=997.

(Nota 3) No me sorprendería que la abreviatura, o la misma palabra, votum que falta aquí, se hubiera escrito en el mismo relieve del sacrificio, donde, en el espacio intermedio entre la pareja y la posible divinidad, creo ver gracias a los aumentos ciertos restos debilísimos de trazos como de XXXLCO (vac.) VOT ?), pero sin que tengan bastante entidad como para decidirme a proponerlo.

(Nota 4) Precisamente de la próxima Complutum (Alcalá de Henares, hoy también provincia de Madrid) procede CIL II, 3025 (= Knapp 1992, nº 111), que era la única otra inscripción a Diana de la España central, de texto Deanae sacrum hoy perdida. Posteriormente, y no lejos tampoco, se encontró la que cito en el texto, publicada por J. Mangas et al. en Gerión 10, 1992: Se trata de un ara dedicada Deanae justamente por las mulieres de Albo[briga], topónimo magníficamente conservado en el actual arroyo Alpuébrega, cerca del cual apareció.

(Nota 5) No quisiera dejar escapar esta ocasión para llamar la atención sobre el estado de abandono en que la Junta de Castilla y León mantiene este lugar. Las cuatro esculturas, ya muy maltrechas y con las inscripciones borrados, carecen de protección alguna frente a miles de visitantes, muchos de los cuales los utilizan como montura para sus fotos, con la consiguiente erosión de sus laterales.

(Nota 6) La reducción confinium > cofinium > Cofio para hidrónimos asturianos se debe a Sánchez Albornoz (en Knapp 1992, 7). El epígrafe es CIL II, 279*: Conocido sólo por un manuscrito, diría, por un lado, Hic est Tarraco et non Lusitania; y por el otro Hic est Lusitania et non Tarraco. El CIL lo rechazó por falso, aunque hay buenos paralelos de este tipo de inscripciones; pero, incluso dando las inscripciones por modernas, el zoomorfo bien pudo ser antiguo, y podemos usarlo a los efectos de suponer el recuerdo en esta zona de la vieja frontera, como hacen Knapp y Hernando Sobrino.

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Bibliografía básica

Artículo de origen:

Alicia M. Canto, «La “Piedra Escrita” de Diana, en Cenicientos (Madrid) y la frontera oriental de Lusitania», Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid 21, 1994, págs. 271-296.
...........
- Alföldy 1985: G. Alföldy, "Epigraphica Hispanica. VI. Das Diana-Heiligtum von Segobriga", ZPE 58, 139 ss. fig. 5 y láms. VII-X.
- Alföldy 1991: id., "Epigraphica Hispanica. XI: Ein römisches Grabdenkmal aus Malamoneda (Hontanar, Toledo)", ZPE 86, 117-119 con láms. III b y c.
- Almagro 1976: M. Almagro Basch, "El ‘delubro’ o sacellum de Diana en Segóbriga, Saelices (Cuenca)", RABM 79.1, 187 ss.
- Almagro 1983: id., Segobriga I (EAE 123), Madrid.
- Almagro 1984: id., Segobriga II. La epigrafía, Madrid.
- Green 1989: M. J. Green, Symbol and Image in Celtic Religious Art, Londres-Nueva York.
- Hernando 1995: Mª R. Hernando Sobrino, "La integración del territorio oriental de los vettones en el marco administrativo provincial romano", Hispania Antiqua XIX, 77-93.
- Mangas, J. et al. 1988: J. Mangas, S. Ripoll, J.J. Storch de Gracia, "Piedra Escrita, interesante monumento de época romana", Revista de Arqueología 85, 58-59.
- Mangas, J. et al. 1992: J. Mangas, J. Carrobles y S. Rodríguez, “Deana y . Nueva inscripción de la provincia de Toledo”, Gerión 10, 243-255.
- Morón-Martín 1995: J.L. Morón y J.L. Martín Mompeán, "Piedra Escrita' (Cenicientos, Madrid)", Revista del Colegio Oficial de Doctores y Licenciados (sección Apuntes de Arqueología), nº 69, noviembre, 20-22.
- Pena 1982: Mª J. Pena, "Contribución al estudio del culto de Diana en Hispania", La religión romana en Hispania (coloquio Madrid 1981), 47 ss.
- Vázquez 1982b: A. Mª Vázquez Hoys, La religión romana en Hispania: Fuentes epigráficas, arqueológicas y numismáticas (tesis doctoral UCM 1974), Madrid (su libro monográfico de título Diana en la religiosidad hispanorromana, Madrid, 1995-1999, llegó a mi conocimiento en fecha posterior).

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DOS EPÍGONOS NO MUY EDIFICANTES...

1) Un BIC desprotegido.

A raíz de la publicación en diversos medios del “desciframiento del enigma”, con su “arbolado mágico” (la prensa no tiene enmienda...), el por entonces Consejero de Cultura de la CAM. Prof. G. Villapalos anunció (El País 12 de abril de 1996) que el monolito se aserraría y trasladaría a un futuro museo en Cenicientos. Los grupos PSOE e IU solicitaron una sesión especial en la Asamblea, para la que, en junio de 1996, elaboré y envié un informe sobre la inconveniencia del proyecto, dado que se trataba, por ser un monumento rupestre, de un BIC por su propia naturaleza, que a mi juicio formaba parte automática del Patrimonio Histórico Español según la Ley del PHE 16/1985 (arts. 40.1, 40.2 y 15.1 y 15.5), por lo que, según el art. 18 (“Un inmueble declarado Bien de Interés Cultural es inseparable de su entorno. No se podrá proceder a su desplazamiento o remoción, salvo que resulte imprescindible por causas de fuerza mayor o de interés social”) era imposible removerlo, sino que se tenía que proteger in situ ya que, además, por el art. 39.1 los poderes públicos venían obligados a consolidarlo y protegerlo. Sugería una serie de 7 medidas indispensables: expropiación (baratísima), vallado (eficaz), cubrición (con ejemplos en Europa), tratamiento de consolidación, cartelería, rentabilización social en beneficio de una zona turísticamente deprimida, publicidad posterior y prospección detenida (El País 14 de junio de 1996). Durante la comparecencia en la Asamblea, el Consejero rectificó su intención inicial y prometió hacer casi todo lo sugerido, con la correspondiente disposición de presupuesto.

Han pasado 9 años desde entonces, y ahora en Red se puede leer, en el Boletín de la Asamblea de Madrid, VII Legislatura, p. 821, con fecha 1 de abril de 2004, esta pregunta del grupo del PSOE: "PE-474/2004 RGEP.1720. Del Diputado Sr. Chazarra Montiel, del Grupo Parlamentario Socialista, al Gobierno, sobre medidas que tiene previsto adoptar la Dirección General de Patrimonio Histórico para proteger adecuadamente la denominada Piedra Escrita de Cenicientos, enclavada en Cenicientos, de carácter votivo y cuya inscripción ha sido descifrada por la profesora Canto. Realmente, ante esta muestra de desidia oficial sobran las palabras, aunque hay que felicitar a estos diputados que aún se acuerdan de este problema patrimonial sin resolver.
http://www.asambleamadrid.es/5/5_3/boam/BOAM_7_00024.htm

2) Falta de información. En el “Centro CIL II”, sito en la Universidad de Alcalá de Henares, tiene su sede la comisión alemana que reelabora el Corpus de la epigrafía hispanorromana, que coordina el Dr. A.U. Stylow. Dada su ubicación en la CAM, uno de sus proyectos trata sobre la epigrafía de la Comunidad de Madrid, que tienen en red: http://www2.uah.es/imagines_cilii/. Si se pincha en Madrid --> Inscripciones --> Mantua, se comprobará que ellos mismos dicen en el prólogo que incluyen la de Cenicientos, “aunque no es del territorio de Mantua”. Pinchando en el --> nº 15 se verán tres fotos de "Piedra Escrita", dando como moderna, según la opinión de Knapp (ver parte I), la inscripción “A las tres Marías”, y como “inscripción antigua picada” la zona donde (como acabamos de ver con foto de detalle) lo que hay son dos cuadrúpedos en relieve. En la bibliografía se verá que no hay rastro de la cita del presente artículo, aunque es de 1994 y específico sobre esta inscripción. Aparte de lo anómalo de su inclusión, no siendo de Mantua, lo más correcto es citar las alternativas existentes, aunque se esté en desacuedo con ellas.




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