Ermita rupestre de San Pelayo

La ermita rupestre de San Pelayo es un antiguo eremitorio que ya se mienta dentro de las propiedades del Monasterio de Santa María la Real de Mave, al hacer cesión del mismo doña Urraca al prior del Convento de San Salvador de Oña, mentándose como Cueva de San Pelayo y esto ocurría el cinco de julio de 1155, lo que nos asegura que ya en el siglo XII este lugar había sido abandonado al culto.
Se trata de un pequeña ermita, de reducidas dimensiones. En el año 1945 se clausuró su entrada para evitar fuera utilizada por vagabundos y nómadas hasta fechas recientes que se forzó la misma.
Su reducida planta está compuesta por una capilla orientada de este a oeste. Apreciándose una clara separación entre el presbiterio y la nave con un iconostasis posiblemente de madera que se apoyaban sobre los machones que todavía se intuyen. El ábside queda separado del presbiterio por una arcadura doble que parte de un pilar prismático del que salen dos arcos, uno de medio punto y el otro en forma de herradura muy primitivo. Al fondo del diminuto ábside se conservan dos hornacinas.
La puerta de acceso queda un poco en alto lo que hace pensar en la existencia de escalones que desaparecieron. En su entorno no se localiza necrópolis, pero en un escalón inferior del levantamiento de arenisca en el que se asienta la ermita existen un par de lauras de poca profundidad, muy deterioradas por la erosión.