Realizada por: savo
Al Druida: A todos los Druidas
Formulada el miércoles, 31 de diciembre de 2003
Número de respuestas: 11
Categoría: Temas Bibliográficos y Literarios
Fuentes sobre Numancia
Saludos a todos,
estoy interesado en profundizar en un tema concreto, la caída de Numancia, y me gustaría saber si me podéis echar una mano en cuanto a las fuentes a consultar, tanto clásicas como actuales. Cualquier ayuda será más que bienvenida.
Muchas gracias y feliz año.
Savo.
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Dado que incluso la localización de Numancia no se produjo hasta el siglo XIX, probablemente los datos son de "poco fiar".
De cualquier modo, los "cronistas" clásicos más utilizados y reconocidos suelen ser Apiano y Polibio, aunque existen algunos otros. En cualquier caso, se trata de información de más de 2000 años de antiguedad, información "directa" o "casi directa", y la "versión de los que ganaron".
En cuanto a fuentes contemporáneas, las opciones suelen ser bien diferenciadas: historiadores (o profesores de Historia) o Arqueólogos.
Entre los primeros (historiadores) no tengo recomendación específica alguna... salvo la de que si utilizas una fuente de este tipo, se trate de un historiador o Profesor de Historia Antigua, y no Medieval. En cuanto a los Arqueólogos, sin duda alguna, el mejor trabajo es, probablemente, el de Alfredo Jimeno, Director del Yacimiento Arqueológico de Numancia y Catedrático en la Universidad Complutense de Madrid.
¡¡Muchas gracias MGallo!! Buscaré a ver qué encuentro y qué se puede hacer.
No busques en Polibio, al parecer escribió una Historia de la guerra de Numancia, pero se perdió. Es decir, de Polibio no se conserva nada al respecto, salvo lo que se supone que copiaron otros historiadores clásicos.
Para empezar, puedes consultar las Fontes Hispaniae Antiquae de Schulten, hay encontrarás información. Además, aquí te doy una bibliografía de Escipión Aemiliano, el verdugo de Numancia:
ASTIN, A. E., Scipio Aemilianus, Oxford, 1967.
Creo que Scullard tiene otra. Si me permites el consejo, métete en la página de la biblioteca de la Facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid y haz la consulta en el buscador. Es posible que te sirva de ayuda.
Ah, se me olvidaba, además de Jimeno, como bien dice MGallo, puedes buscar a Schulten, que excavó los campamentos romanos.
Muchas gracias, ya tengo más para buscar a ver qué sale.
Esto es lo que dice Alberto Lorrio al respecto:
"Las fuentes clásicas más antiguas resultan, casi siem pre,
excesivamente vagas en lo relativo a la localización geográ-
fi ca de los Celtas, limitándose en la mayoría de los casos a
señalar su presencia de forma bastante inconcreta, situándolos
a veces en la vecindad de ciudades o de otros grupos
humanos presumiblemente no célticos y vincu lándolos en
ocasiones con accidentes geográfi cos. Esto es debido a que
las fuentes de los siglos VI-IV a.C. se limitaban a describir las
zonas costeras de la Península conocidas de forma directa,
especialmente la meridional y la levantina, siendo las referencias
al interior mucho más generales y a menudo imprecisas Tradicionalmente, se considera que una de las fuentes de
mayor antigüedad sobre la Península Ibérica se halla ría recogida
en un poema latino, la Ora maritima, escrito a fi nales
del siglo IV d.C. por Rufo Festo Avieno. Esta obra, según
Schulten (1955: 55 ss.) siguiendo a otros investigadores,
contenía un periplo massaliota del siglo VI a.C. con algunas interpolaciones posteriores. No obstante, debido
a la falta de bases sólidas de tipo fi loló gico, histórico o
arqueológico, parece aventurado atri buir, sin más, determinados
pasajes de la Ora maritima a este supuesto periplo de
gran antigüedad (Villalba 1985; de Hoz 1989a: 42 s.) que en
ningún caso aparece men cionado en el poema, a pesar del
reconocimiento explíci to por parte de Avieno de las fuentes
utilizadas en su redacción.
La Ora maritima describía las costas de Europa desde la
Bretaña hasta el Mar Negro, habiéndose conservado únicamente
la primera parte de la obra (más de 700 ver sos)
que, incluyendo la Península Ibérica, citada bajo el nombre
de Ophiussa, tiene su punto de destino en Marse lla. Cierto
pasaje del Periplo (vv. 129-145), por otro lado excesivamente
oscuro, y las menciones a una serie de pueblos de difícil fi liación
(vv. 195 y 485), han sido interpretados como las noticias
más antiguas conocidas sobre los Celtas (Schulten 1955: 36 s.; Rankin 1987: 2 ss.; etc.). Avieno sitúa a los Celtas,
Celtae, más allá de la islas Oestrímnicas, cuya identifi cación
no es segura (vid. Monteagudo 1953 para su localización en
Galicia), de donde habrían expulsado a los Ligures (vv. I33
s.). La ubicación de estos territorios resulta controvertida.
Así, aun cuando parece admitido que el autor del Periplo se
estaría refi riendo a las costas del Mar del Norte (vid., entre
otros, Schulten 1955: 36 y 97-98; Tierney 1964: 23; Rankin
1987: 6), no faltan quienes incluso hayan preten dido situarlos
en Galicia (vid. Tovar 1977: nota 6). En cualquier caso, y con
independencia de la interpretación dada a este pasaje, cabe
pensar, de acuerdo con Tovar (1977: nota 6), que tal vez se
trate de una interpolación posterior a la supuesta redacción
original del Periplo, al igual que ocurre con el v. 638 (Tovar
1977: nota I4) referido a los campos de Galia, Gallici soli,
pese a que para Schulten (1955: 145 s.) ésta constituya la
primera mención del nombre de los Galos.
Con la excepción de este controvertido pasaje, Avieno no
vuelve a hacer ninguna referencia directa a los Celtas, aunque
Schulten (1955: 36-38, 104 s. y 133) consideró como
tales una serie de pueblos asentados en las regiones del
interior de la Península: hacia el Occidente, los Cempsi y los
Saefes, localizados «en las altas colinas de Ofi usa» (vv. 195 s.), si bien unos y otros debieron llegar hasta el Atlántico dada
su vinculación con diferentes accidentes geográfi cos situados
en la costa (vv. 182 y 199); hacia el Oriente se hallarían
los Berybraces (v. 485), citados al describir la costa levantina
a la altura de la actual ciudad de Valencia. Al parecer, los
Cempsos habrían poseído tiempo atrás la isla de Cartare
(vid. TIR, J-29: s.v.), que Schulten sitúa en la desembocadura
del río Guadalquivir, en pleno reino de Tartessos, habiendo
sido expulsados de allí por sus vecinos (vv. 255-259). Para
Schulten (1955: I04 s. y 133), Cempsos y Sefes ocuparían el
Occidente de la Meseta, asentándose los primeros en el valle
del Guadiana, mientras que los segundos lo harían en los del
Tajo y Duero; por el contrario, los Beribraces se localiza rían
en la Meseta Oriental, teniéndolos como antecesores de los
Celtíberos históricos. De todos estos pueblos sola mente el
de los Beribraces es citado de nuevo por las fuentes (vid.
Tovar 1989: 64). Así, el Pseudo-Escimno (vv. 196 ss.), autor
del siglo II a.C. basado en Éforo, los denomina Bébryces, situándolos
más arriba de las tierras ocupadas por los Tartesios
e iberos.
La consideración de todos estos pueblos como Celtas se
basaba en la distinción de Cempsos y Sefes respecto de
los Ligures, supuestamente situados más al Norte e iberos, en la creencia de que en la fecha de la realiza ción
del Periplo éstos no ocuparían aún la costa occiden tal de la
Península. Respecto a los Beribraces, las razo nes, como en
el caso anterior se deben a su diferencia ción de los pueblos
situados en su vecindad, es decir de los iberos. A pesar de
que las tesis de Schulten que consideraban a Cempsos,
Sefes y Beribraces como pue blos Celtas han infl uido en la
historiografía más reciente, lo cierto es que a partir de la
información proporcionada por el Periplo todo lo más que
se puede señalar, como ha indicado Tovar (1987: 22), es el
carácter menos civiliza do de los pueblos asentados en las
regiones montañosas del interior, claramente expresado en
la descripción de los Beribraces como gens agrestis et ferox,
posiblemente como expresión del carácter «bárbaro» de los
mismos. Sus nombres no son determinantes desde el punto
de vista lingüístico en lo que a su fi liación céltica se refi ere
(Tovar 1986: 80; Untermann 1995a: nota 47), pudiendo plantearse
que se tratara de grupos indoeuropeos (Tovar 1987:
22), más evidente en el caso de los Beribraces cuya vinculación
con actividades de pastoreo es señalada en el Periplo.
Esto permitiría vincular el pasaje que señala la presencia de
los Cempsos en la Isla de Cartare con el hipotético control
céltico del reino de Tartessos Tovar 1963: 359 s.;
Idem 1977: 166 s.), puesto en evidencia además por el nombre del rey tartésico Arganthonios (Herodoto 1, 163 y 165)
que, como se ha señalado repe tidamente (Palomar Lapesa
1957: 40; Tovar 1962: 360; Idem 1974: 36, n. 46; Idem 1977:
nota I1; Idem 1986: 80; Idem 1987: 17; etc.), parece ser claramente
celta, lo que, de acuerdo con Untermann (1985a: 17
s.; 1989: 437-439), no está sufi cientemente probado.
Dejando de lado la controvertida Ora maritima, la primera
mención de la Céltica, Keltiké, se debe a Hecateo de Mileto
(ca. 500 a.C.), de cuya obra tan sólo se conser van algunos
fragmentos recogidos por un lexicógrafo del siglo VI d.C.,
Esteban de Bizancio. Hecateo se refi ere a Narbona como
una ciudad céltica, lo mismo que Nirax, de localización incierta,
y ubica a la colonia griega de Massalia, fundada en la
tierra de los Ligures, cerca de la Céltica."
Sigue después
" Será Herodoto (2, 33 y 4, 49) quien, en pleno siglo V a.C., proporcione
la primera referencia segura respec to a la presencia
de Celtas en la Península Ibérica, al señalar que el Istro (luego
Ister), actual Danubio, nacía en el país de los Celtas, cuyo
territorio se extendía más allá de las Columnas de Hércules,
siendo vecinos de los Kynesios (o Kynetes), pueblo que era
considerado como el más occidental de Europa. Así
pues, los referidos pasajes de Herodoto pueden considerarse como la más antigua evidencia de la utilización del etnónimo
Keltoi en la Península Ibérica.
Aun con el error en la identifi cación de las fuentes del
Danubio, que son situadas en las proximidades de la ciudad
de Pyrene (2, 33), localizable en el extremo orien tal de
la Cordillera Pirenaica, y de la que se hace men ción en el
Periplo de Avieno (vv. 559-561) como frecuen tada por los
massaliotas, la veracidad del texto de Herodoto es aceptada
de forma generalizada (vid., entre otros, Powell 1958: I3
s.; Fisher 1972: 109 s.; Rankin 1987: 8 s.; etc.), no faltando
quienes consideran estas noticias como poco fi ables, debido
a su falta de detalle y a su carácter excesi vamente genérico,
al estar referidas a los pueblos bárba ros del Occidente, que
en el siglo V a.C. se englobarían con los Celtas (Koch 1979:
389; Untermann 1995a: nota 47).
Con posterioridad a estas primeras noticias, la presen cia de
Celtas en la Península Ibérica es señalada repetida mente.
Así Éforo (en Str., 4, 4, 6), ca. 405-340 a.C., consideraba
que la Céltica, Keltiké, ocuparía la mayor parte de Iberia, llegando
hasta Gades. Las referencias a Celtas en la
Península se ve refl ejada en otro pasaje del Pseudo-Scimno
(vv. I62 ss.) atribuido a Éforo, para el que el río Tartesos, el
actual Guadalquivir, procedía de la Céltica. Con independen cia de la interpretación que se dé a este pasaje (vid. infra), el
desconocimiento de las fuen tes del Guadalquivir se pone de
manifi esto en la obra de Aristóteles (384-3I2 a.C.), para quien
«Del Pirineo (monte sito hacia el occidente equinoccial en el
país de los Cel tas) descienden el Istro y el Tartesos. Éste más
allá de las Columnas...» (Meteor 350b,2; vid. Schulten 1925:
216). Según Schulten (1925: 56), la Céltica mencionada por
el Pseudo-Scimno quedaría circunscrita a la Meseta habita da
por Celtas (vid., en contra, Capalvo 1996: 117 ss., para quien
la Céltica de Éforo podría haber estado en el Medite rráneo y
no en el Atlántico), esto es, la Celtiberia, coinci diendo así con
lo referido por Polibio (en Str., 3, 2, 11), quien consideraba que
el Anas y el Baetis, esto es, el Guadiana y el Guadalquivir,
nacían en la Celtiberia (vid. infra).
Más difíciles de interpretar resultan una serie de pasa jes,
cuya vinculación con la Península Ibérica cabe califi car de
dudosa. Así, Aristóteles (De animal. gen. 748a, 22) menciona
el frío país de los Celtas «que están sobre la Iberia», que
podría estar referido, como señala Schulten (1925: 76), tanto
a la Galia como a la Meseta hispánica, o bien a los Celtas
del Océano (Eth. 2,7), que para Pérez Vilatela (1990b: I38)
serían los del Suroeste peninsular. Algo similar cabe decir de
un pasaje de Plutarco (De plac. philos. 897,C) que recoge la opinión de Timeo, 340-250 a.C., sobre la causa de la marea,
que ha de ponerse en relación con los ríos de la cuenca atlántica
«que se preci pitan a través de la Céltica montañosa».
De nuevo Schulten (1925: 105) propone la ecuación Céltica
= Meseta, al considerar que en tiempos de Timeo el concepto
del Océa no Atlántico aún no incluía la Galia (vid. Pérez
Vilatela 1990b: I38; Idem 1992: 398; Idem 1993: 421).
Que los Celtas alcanzaran la región de Cádiz parece confi rmarlo
Eratóstenes (en Str., 2, 4, 4), ca. 280-195 a.C., para
quien la periferia de Iberia estaba habitada hasta Gades por
Galatae. La falta de referencias a estos Galos o Galatas,
término utilizado sin duda como sinóni mo de Celtas en su
descripción de Iberia, llevó a Polibio, y de acuerdo con él a
Estrabón, a dudar de los conoci mientos de Eratóstenes sobre
la Península. Pero, como defi enden Schulten (1952: 35) y
Tovar (1963: 356; 1977: nota 24), no existe tal contradicción
en Eratóstenes, pues, para él, el término Iberia, tomado en
un sentido funda mentalmente étnico, se circunscribe a las
costas del Este y del Sur peninsulares, mientras que tanto
Polibio, en sus últimos libros, como Estrabón identifi can
Iberia, como concepto geográfi co, con la totalidad de la
Península. La presencia de Celtas en el Mediodía
peninsular es con fi rmada por Diodoro (25, 10), quien señala que Amílcar, a su llegada a la Península en el 237 a.C., hubo
de enfren tarse con Tartesios e iberos que luchaban junto a
los Celtas de Istolacio.
No será hasta fi nales del siglo III a.C., y en mayor medida durante
las dos centurias siguientes, cuando el creciente interés
estratégico de la Península para los in tereses de Roma haga
que la información sobre la mis ma se multiplique con noticias
no sólo de tipo geográfi co sino también de orden económico,
social, religioso, etc., lo que permite obtener una idea mucho
más com pleta sobre los Celtas peninsulares, permitiendo
delimi tar con mayor claridad las áreas donde se asentaron
e incluso poder identifi car verdaderas migraciones interio res
(Almagro-Gorbea 1995d). El concepto de Céltica, tal como
aparecía en la obra de Herodoto, Éforo o Eratóstenes, va a
ver modifi cado su contenido en las fuentes contemporáneas
o posteriores a las guerras con Roma, aplicándose desde
ahora a las tierras situadas al Norte de los Pirineos.
La modifi cación conceptual del término Keltiké, opues to al de
Iberia, no impide, sin embargo, que los autores de los siglos
II a.C. en adelante mencionen expresamente la existencia
de pueblos de fi liación celta en el Centro y Occidente de la
Península, aunque mostrando un panora ma más complejo
que el de las fuentes más antiguas, caracterizado por una aparente uniformidad, lo que ha de verse como resultado del
mejor conocimiento de la Pe nínsula por parte de Roma, en
buena medida debido a las frecuentes guerras, sobre todo
contra Celtíberos y Lusita nos."
Continua
"El análisis conjunto de las obras de Polibio, Posidonio,
Estrabón, Diodoro Sículo, Pomponio Mela, Plinio el Viejo y
Claudio Ptolomeo, entre otros, permite indivi dualizar con claridad
tres zonas donde se señala, de for ma explícita, la presencia
de pueblos de raigambre celta, lo que, obviamente, no
excluye que hubiera otros que, aun siéndolo, no aparecieran
mencionados como tales por las fuentes, quizás por presentar
un carácter más arcaico. Éste sería el caso de los Lusitanos
del Norte del Tajo, que las fuentes diferencian claramente de
los Celtas hispanos -entre los cuales los Celtíberos serían
los me jor defi nidos- y cuya lengua, de tipo indoeuropeo arcaico,
tiene algunos elementos comunes con la subfamilia celta
(vid. capítulo X1,2).
a) La primera de estas zonas corresponde a las regio nes
interiores de la Península Ibérica, donde se localiza rían los
Celtíberos, considerados expresamente por diversos
autores como Celtas. Posidonio (en Diod., 5, 33) da una
particular interpretación de su proceso de forma ción: «Estos
dos pueblos, los iberos y los Celtas, en otros tiempos habían peleado entre sí por causa del territorio, pero, hecha la paz,
habitaron en común la misma tierra; después por medio de
matrimonios mixtos se estableció afi nidad entre ellos y por
esto recibieron un nombre co mún». Una interpretación similar
es sugerida por Apiano (Iber 2): los Celtas tras atravesar
los Pirineos se fusionarían con los nativos, lo que explicaría
el nombre de los Celtíberos.
Estrabón (3, 4, 5) no duda en considerar a estos pue blos
como Celtas, y así señala -refi riéndose a los Ibe ros- «si hubiesen
querido ayudarse unos a otros, no habría sido posible
a los cartagineses el conquistar la mayor parte de su país con
su fuerza superior; y antes a los Tirios y después a los Celtas,
que hoy se llaman Celtíberos y Berones...». La llegada de los
Celtas a Hispania -a la que se refi eren otros autores como
Mar co Varrón (en Plin., 3, 7-17)- es apuntada en otro pasaje
de Estrabón (3, 4, 12): «Al Norte de los Celtíberos, están los
Berones, que son vecinos de los Cántabros Coniscos, y tomaron
parte en la inmigración céltica».
La doble raíz cultural aludida en el texto de Diodoro (5, 33)
es asumida por el poeta Marcial, natural de Bilbilis, cuando
dice (4, 55): «Nosotros, hijos de los Celtas y de los iberos,
no nos avergonzamos de celebrar con versos de agradecimiento
los nombres un tanto duros de nuestra tierra». A su vez, San Isidoro (Ethym. 9, 2, 114) establece el origen de los
Celtíberos en los Galos llegados desde el Ebro.
De acuerdo con lo visto, el término celtíberi estaría referido a
una población considerada como un grupo mixto (Untermann
1983 y 1984), y así aparece recogido en Diodoro, Apiano y
Marcial para quienes los Celtíberos serían Celtas mezclados
con iberos, si bien para otros autores, como Estrabón, prevalecería
el primero de estos componentes.
Aun cuando algunos autores (Koch 1979: 389) consi deran
que el concepto «celtíbero» no remite a una unidad étnica,
al menos para la historiografía antigua, deberían valorarse,
de acuerdo con Burillo (1988a: 8), aquellos aspectos que
de los indígenas pudieron trascender a los visitantes, como
las costumbres y la lengua, pues pudie ron ser la base de la
identidad mostrada. Siendo así, no está de más recordar que
en la Antigüedad, como ha señalado Untermann (1992a: I6),
«los Celtae representa ban un grupo etnográfi co (en el sentido
de los Germani de Tácito) defi nido por sus costumbres,
su religión, su aspecto físico y otros rasgos exteriores» (vid.,
sobre ello, Pereira 1992).
Según esto, de acuerdo con Burillo (1993: 226; 1995c: 21),
los Celtíberos podrían ser considerados como un grupo
étnico, tanto en cuanto incorpora entidades étnicas de menor categoría, semejante a los Galos o Ibe ros, pero de una
amplitud menor, sin que pueda plantear se la existencia de
un poder centralizado ni aun de una unidad política, que de
producirse lo fue sólo de forma ocasional, como demuestran
con claridad los aconteci mientos militares del siglo II a.C.
(vid. capítulo IX,4).
Respecto a la voz «Celtiberia», difi culta su valoración el que
se trate de un término no indígena y las frecuentes contradicciones
-a veces explicables por razones cronológicas- que
las fuentes literarias ponen de mani fi esto en su uso (vid.
los casos signifi cativos de Estrabón, Plinio o Ptolomeo). La
Celtiberia se muestra así como un territorio cambiante a
lo largo del período de tiempo que abarca las guerras de
Conquista y el posterior proceso romanizador (vid. infra). En
suma, se desconoce el ver dadero signifi cado con el que estos
términos -«celtíbe ro» y «Celtiberia»- son utilizados en los diferentes
con textos en los que aparece, si bien, probablemente,
ade más de estar dotados de un contenido étnico serían
utili zados con un sentido puramente geográfico. Posi blemente el término «celtíbero» habría sido creado por
los escritores clásicos para referirse a un conjunto de pueblos
que manifi estan su naturaleza hostil contra Roma.
La primera referencia a la Celtiberia se enmarca en el contexto
de la II Guerra Púnica al narrar Polibio (3, I7, 2) los
prolegómenos del asedio de Sagunto. Desde esta fecha, las
noticias sobre los Celtíberos y la Celtiberia son abun dantes
y variadas, al ser uno de los protagonistas principa les de
los acontecimientos bélicos del siglo II a.C., que culminarán
con la destrucción de Numancia el 133 a.C. De acuerdo con
Capalvo (1996: 19 ss.), parece que el término «celtíbero»
surgió durante la II Guerra Púnica, siendo posiblemente utilizado
sólo por los historiadores del bando romano, habiendo
de buscar su origen literario en la obra de Fabio Pictor,
observación que, sin mucha fortuna, había sido formulada a
fi nales del siglo XIX por d’Arbois de Jubainville (I893: 382.
Existe una evolución del concepto territorial de Celtiberia
desde su aparición en los textos que parte de un contenido
genérico, patente en los testimonios litera rios más antiguos,
no exento de imprecisiones cuando no de errores manifi estos.
En el 207 a.C., aparece como la «región situada entre
los dos mares» (Liv., 28, 1, 2); para Polibio (en Str., 3, 2, 11),
el Anas y el Betis vienen de la Celtiberia -así como el Limia
(Str., 3, 3, 4)-, aunque esto sería «porque los Celtíberos
extendiendo su territorio han extendido también su nombre a toda la región lindante» (vid. Capalvo 1996: 120 s.); para
Posidonio, los Pirineos separarían Galia de Iberia y Celtiberia
(en Diod., 5, 35), región por la que discurre el Anas y el Tagus
(en Str., 3, 4, 12). Artemidoro (en St. Byz. s.v., vid. Schulten
1925: 157, n° 16) considera a Hemeroscopeion «ciudad de
la Celtiberia», y Plutarco (Sert. 3) se refi ere a Cástulo como
«ciudad de los Celtóeros». Para Plinio (4, 119), las islas
Casitérides se hallarían enfrente de la Celtiberia, mientras
que según Mela (3, 47) se localizarían entre los Célticos.
Para Capalvo (1996: 13 s.), en esta primera etapa el término
«celtíbero» englobaría a numerosos pueblos his panos, tal
vez a todos los que hablasen una lengua celta, proponiendo
como probable la inclusión de Oretanos, Bastetanos,
Bástulos, Célticos o Vacceos.
Junto a este concepto amplio de Celtiberia, existe otro más
restringido, que se ubica en la Meseta Oriental y el Valle
Medio del Ebro, a caballo del Sistema Ibérico, en buena
medida determinado por el mayor conocimiento de la complejidad
étnica peninsular. Sus límites, que en absoluto cabe
considerar como estables, pueden determi narse a partir del
análisis de las etnias pertenecientes al colectivo celtibérico, a
su vez delimitadas por la localiza ción de las ciudades a ellas
adscritas (Taracena 1954: 199). Un indicio de su extensión vendría dado por la utilización de apelativos que
hacen referencia al carácter limítrofe de ciertas ciudades,
como Clunia, Celtiberiae fi nis (Plin., 3, 27), Segobriga, caput
Celtiberiae (Plin., 3, 25) (vid. infra) o Contrebia, caput eius
gentis -referido a los Celtíberos- (Val. Max., 7, 4, 5).
Estrabón (3, 4, I2), que escribió en torno al cambio de era,
hace una descripción en el libro tercero de su Geo grafía partiendo
sobre todo de las noticias proporciona das por Polibio y Posidonio:
«Pasando la Idubeda se llega en seguida a la Celtiberia,
que es grande y desigual, siendo su mayor parte áspera
y bañada por ríos, ya que por esta región va el Anas (Que el Anas viene de la Celtiberia está tomado de Polibio (en Str.,
3, 2, 11), al igual que ocurre con el Betis) y el Tagus (Al origen del Tajo entre los Celtíberos se refi ere Estrabón en 3, 3,
1.) y los ríos que siguen
(nota 19), de los cuales la mayor parte baja hacia el Mar
Occidental teniendo su origen en la [Celt]iberia. De ellos
el Durius corre por Numancia y Serguntia (En otro pasaje, Estrabón (3, 3, 4) señala: «Después de éstos, el
Duero, que, viniendo de lejos, corre por Numancia y otros muchos
pueblos de los Celtíberos y Vacceos...»). En
cambio el Betis tiene su origen en la Orospeda, y corre
por la Oretania hacia la Bética. Al Norte de los Celtíberos
están los Berones (...) Lindan (los Celtíberos) tam bién
con los Bardyetas, que hoy se llaman Bárdulos. Por el
oeste (de los Celtíberos) están algunos de los Astures
y de los Callaicos y de los Vacceos y también de los
Vettones y Carpetanos (Esto mismo es expresado en 3, 3, 3: «Los Callaicos por el Este
son vecinos de los Astures y de los Celtíberos, los demás (Carpetanos,
Vettones y Vacceos) de los Celtíberos».) Por el Sur hay los Oretanos y los demás habitantes de la Orospeda, los
Bastetanos y Edetanos (Así, también, en 3, 4, 14, Estrabón escribe: «Al Sur de los
Celtíberos están los habitantes de la Orospeda y del país alrededor
del Sucro: los Sedetanos hasta Cartago Nova y los Bastetanos y
Oretanos, llegando casi hasta Malaca».) Por el este (de la
Celtiberia), está la Idubeda (Vid., acerca de este pasaje, Capalvo 1996: 47 ss., quien pro pone
una restitución del texto trasmitido por los manuscritos, desechan do
en cambio las correcciones actualmente admitidas por los editores de
Estrabón.)
Sigue
donde nacerían buena parte de los ríos más caudalosos
de la cuenca atlántica, como el Duero (Str., 3, 3, 4), el Tajo
(Str., 3, 3, 1; 3, 4, 12), el Guadiana e incluso el Guadalquivir
(Str., 3, 2, 11), así como el Limia y el Miño, aun cuando para
Posidonio este último venga de territorio cántabro (Str., 3, 4,
4). A pesar de situar la Idubeda -esto es, el Sistema Ibérico-
, al Oriente de la Celtiberia, el propio Estrabón considera a
Segeda y Bilbilis, localizadas al Este del mismo, ya en el Valle
del Ebro, como ciudades celtibéricas, al igual que Numantia
o Segobriga (Str., 3, 4, 13), señalando que Caesaraugusta
(Str., 3, 2, 15) estaría al lado de los Celtíberos (Salinas 1988:
109, nota 11).
Según Estrabón (3, 4, 13), la Celtiberia -a la que considera
«un país pobre»- estaría dividida en cuatro partes, lo que resulta
común a otros pueblos célticos, como los Gálatas (Str.,
12, 5, 1) y cuyo mejor ejemplo está en la división de la Irlanda
céltica en cuatro grandes provincias (vid. García Quintela
1995). De ellas, según proponen los editores modernos de
Estrabón, tan sólo se refiere a las habitadas por Arévacos y Lusones, aunque para Capalvo (1995: 464 ss.; 1996: 55
ss.) habría que respetar la tradición manuscrita en la que
se menciona rían realmente las cuatro partes en las que se
dividían a los Celtíberos: «los más poderosos», situados al
Este y al Sur, «los de la parte posterior», que lindan con los
Carpetanos y las fuentes del Tajo, y cuya ciudad más célebre
es Numancia, los Lusones, situados hacia el Este y llegando
también a las fuentes del Tajo (fi g. 3), y los Arévacos,
a los que se atribuye las ciudades de Segeda y Pallantia.
Tradicionalmente, se ha identifi cado a las dos primeras con
los Arévacos, aunque la localización pro puesta entre en
contradicción con las evidencias disponi bles y la adscripción
de Numantia a los Arévacos esté lejos de ser comúnmente
aceptada por los propios auto res clásicos.
Tanto si Estrabón menciona dos de las cuatro partes como
si se refi ere a la totalidad, resulta complejo identi fi car cuáles
son los dos pueblos que acompañarían a Lusones y
Arévacos, e incluso la localización geográfi ca de todos ellos.
Los Lusones, que según Apiano -al referirse a los acontecimientos
del 181 a.C. en la ciudad de Complega- habitan
cerca del Ebro (App., Iber. 42) y -al narrar las campañas de
los años 139-138 a.C.- son vecinos de los numantinos (App.,
Iber. 79), aparecen en Estrabón (3, 4, 13), como se ha indicado, al Este de la Celtiberia, llegando hasta las fuentes del
Tajo (fi g. 3).
Para la localización de los Arévacos se cuenta con las noticias
aportadas por Plinio y Ptolomeo, autor éste que les atribuye
la ciudad de Numantia (vid. infra). Por Polibio (35, 2) y
Apiano (Iber. 44; 48-49; 50; 61-63 y 66) se sabe que Belos y
Titos eran pueblos celtibéricos. Los Belos, a los que pertenecería
la ciudad de Segeda (fi g. 3), y los Titos son citados por
las fuentes literarias de forma con junta, señalándose su vecindad
(App., Iber. 44). Protago nizan los acontecimientos de los años 154-152 a.C. en la Celtiberia, siendo mencionados
también en las Guerras Lusitanas los años 147-146 y 143
a.C. Si del episodio de Segeda del año 154 a.C. se deduce
la situación de depen dencia de los segundos respecto a los
primeros (App., Iber. 44), en los restantes casos aparecen
citados en un plano de igualdad, a menudo junto con los
Arévacos. También los Pelendones, que a decir de Plinio (3,
26) eran Celtíberos adjudicándoles la ciudad de
Numantia, deberían incluirse en esta nómina.
Volviendo a Estrabón (3, 4, 13), Segobriga y Bilbilis son
consideradas ciudades celtibéricas, aunque sin ads cribirlas
a una etnia en concreto. Más adelante, en un pasaje que,
a pesar de su ambigüedad, se ha interpretado como referido
a la Celtiberia (Schulten 1952: 263), aun cuando no se
mencione expresamente, Estrabón (3, 4, 19) señala: «Dicen
algunos que este país (la Celtiberia) está dividido en cuatro
partes, como hemos dicho, mientras que otros sostienen
que son cinco las partes». A partir de este pasaje, Schulten
(1952: 263) consideró a los Vacceos como los candidatos
más idóneos para ser ese quinto pueblo, aunque
en otras ocasiones se haya preferido optar por otros, como
los Pelendones (Taracena 1954: 195 ss.). Recientemente,
Capalvo (1995: 468 ss.; Idem 1996: 59 ss.) se ha cuestionado las correcciones de los editores de Estrabón, prefi riendo
mantener el texto atesti guado en los manuscritos, que citan
dos partes y no cua tro, partes que según Capalvo estarían
referidas a Iberia, entendida como la Península Ibérica en su
conjunto. No obstante, para García Quintela (1995) el territorio
celtibérico «estaba ciertamente dividido en cuatro partes
de acuerdo con 3, 4, 13, sin perjuicio de que en el plano ideológico,
o mítico si se prefi ere, se pensase que este mismo
territorio se dividía en cinco partes», como vienen a confi rmar
ciertos paralelos con el mundo céltico en general y preferentemente
con el irlandés. En este senti do, en la Celtiberia,
como en la Galia o Irlanda, existiría «un punto ‘central’ más o
menos geográfi co, más o me nos político, más o menos religioso,
que pudo dar lugar a pensar su territorio como dividido
en cinco partes, como en Irlanda» (García Quintela 1995:
473). Para García Quintela (1995: 473 s.) este centro «cosmológico
» no sería otro que el Mediolon citado por Ptolomeo
(2, 6, 57).
Plinio, refl ejando la situación administrativa de Hispania
tras las reformas de Augusto, sólo se refi ere a Arévacos y
Pelendones como Celtíberos en su descrip ción de la Hispania
Citerior. Para él (3, 26), los Pelendones eran del grupo de los
Celtíberos, adscribiéndoles al con vento Cluniense con cuatro pueblos (populi) «de los que fueron ilustres los numantinos»
(vid., al respecto, Capalvo 1996: 67 ss.). Entre ellos nacía el
Duero que, pasando junto a Numantia, corre luego entre los
Arévacos (4, 112). Siguiendo con la descripción del convento
Cluniense, en 3, 27 habla de los Arévacos, que como ha indicado
en un pasaje anterior (3, 19) serían Celtíberos, a los que «ha dado nombre el río Areva», adscribiéndoles seis oppida:
«Secontia y Uxama, nombres que a menudo se usan en otros lugares, y además Segovia, y Nova Augusta,
Termes y la misma Clunia, límite de la Celtiberia (celtiberiae
fi nis)». Asimismo, en el convento Carthaginensis, Plinio (3,
25) incluye a los caput Celtiberiae Segobrigenses.
Por el contrario, ya en el siglo II d.C., Ptolomeo (fi g. 4), al
describir la provincia Tarraconense (vid. Capalvo 1996: 77
ss.), trata de forma independiente a los Arévacos (2, 6, 55)
y Pelendones (2, 6, 53) de los Celtíberos (2, 6, 57). Entre
los Arévacos, situados bajo los Pelendones y los Berones,
incluye las ciudades (poleis) de Confl oenta, Clunia, Termes,
Uxama Argaila, Segortia Lanca, Veluca, Tucris, Numantia,
Segovia y Nova Augusta, todas ellas situadas en la Meseta
Oriental, al Norte del Sistema Central. A los Pelendones, por
debajo de los Murbogos (o Turmogos), les atribuye Visontium,
Augustobriga y Savia. Entre los Celtíberos, que considera más orientales que los Carpetanos -a su vez más meridionales
que Vacceos y Arévacos- y sin señalar subdivisiones internas,
sitúa una serie de ciudades vincu ladas al Ebro Medio,
en su margen derecha, como Turiasso, Nertobriga, Bilbilis
o Arcobriga, junto a otras situadas más al Sur, en la actual
provincia de Cuenca, como Segobriga, Ercauica o Valeria.
Aún queda bastante sobre este tema. Si a alguien le interesa, que vaya a este enlace:
http://publicaciones.ua.es/LibrosPDF/84-7908-335-2/02.pdf
Se requiere tener el Acrobat Reader, ya que es un documento en PDF.
Bien, y unas puntializaciones: Alfredo Jimeno, es el director de las excavaciones de Numancia, como se ha dicho, pero no es catedrático de Prehistoria, es profesor titular. Por cierto, un señor muy majo y simpático.
Nada más que decir, no es mío, sólo si alguien le interesa saber más, ya tiene ahi el enlace. Saludos:
Bea
¡¡¡¿NADA MAS QUE DECIR?!!!
Pues da gusto leer lo que pone Bea, es un libro abierto,............ por cierto que tambien hay un texto por ahi de un ejercito romano que va a atacar a los Berones y en un momento determinado de él se dice que los romanos van a reclutar hombres para el ataque "al país de los arévacos y pelendones".......es que no lo he visto en el magnifico texto de Bea.......aunque quizá ya lo sepa ( ! naturalmente ! )
Qué casualidad...precisamente estoy buscando fuentes para empezar un trabajo sobre el asedio de Numancia para la facultad...
Debo añadir que tuve el año pasado a Alfredo Jimeno, que nos llevó a Numancia, y disfruté como una cría.
Si alguno estudiáis en la Complutense, y os apuntáis al laboratorio de Prehistoria, podéis ir a excavar a Numancia en verano con Jimeno.
Ah, decir también que Estrabón también menciona la batalla de Numancia en su Libro III de Geografía.
¡Un saludo!
Hola Lady:
Seguro que entonces te interesará el siguiente artículo:
Abuso historiográfico de Numancia de Palas Atenea
http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=913&cadena=numancia
Y si quieres el texto de Apiano:
Apiano sobre Iberia IV (Guerra de Numancia)
http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=337
Un saludo
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