Los yacimientos arqueológicos que se están excavando este verano, objeto de una serie de reportajes que comienza hoy, revelan la memoria de Gipuzkoa.



SAN SEBASTIÁN. DV. Los vestigios prehistóricos, así como las piedras y restos antiguos que tienen mucho que contar a quien sepa escuchar e interpretar sus relatos, permanecen tranquilos durante la mayor parte del año. Cuando llega el verano, acompañado de condiciones climatológicas idóneas para el trabajo al aire libre que exigen muchos yacimientos y de una mayor disponibilidad de tiempo, las campañas de excavación se reactivan y los yacimientos comienzan a hablar.

Gipuzkoa tiene este verano nueve yacimientos en excavación, dos de ellos con características un tanto especiales. Al ámbito de la arqueología submarina pertenece el proyecto que investiga los pecios de Orio y San Sebastián, y al de la arqueozoología el estudio, dirigido por Jesús Altuna, que investiga sobre el aprovechamiento de la caza y la domesticación de los animales en el territorio. En torno a los siete yacimientos restantes se ha producido una circunstancia extraordinaria en todos los sentidos, fruto probablemente de una mezcla de método y casualidad: en estos momentos, los siete yacimientos arqueológicos que están siendo excavados e investigados en Gipuzkoa son fiel reflejo de la memoria del territorio desde el Paleolítico Inferior hasta la Edad Media y Moderna. Los siete yacimientos cuentan a siete voces y en directo la historia de un larguísimo período que comenzó hace 150.000 años y llega hasta el siglo XVIII.

Lezetxiki, cincuenta años

Curiosamente, el yacimiento que aporta las lecciones más antiguas -el que guarda vestigios del Paleolítico Inferior y del Paleolítico Medio- es también el que hace más tiempo se empezó a investigar. Lezetxiki, situada en el término municipal de Arrasate, atrajo hace cincuenta años la atención del pionero y maestro de maestros José Miguel de Barandiaran. Tras el paso de Barandiaran, el yacimiento en el que se ha encontrado el resto humano más antiguo del País Vasco, similar a los de Atapuerca, permaneció muchos años mudo, hasta que los trabajos se reactivaron hace unos seis o siete años, retomándose con nuevas técnicas. Aunque hay yacimientos «veteranos» que ya van acumulando buen número de campañas, en su cincuenta aniversario ninguno puede disputar el decanato a Lezetxiki.

El yacimiento prehistórico que cuenta con un presupuesto más abultado -164.000 euros, el 75% de los cuales financia la Diputación Foral- es el de Praileaitz, en Deba, donde se han encontrado unos magníficos colgantes del Paleolítico Superior. Dan testimonio del Neolítico, de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro los dólmenes del Goierri y los poblados de Basagain (Anoeta), Boluntxo (Oiartzun) y Munoaundi (Azkoitia-Azpeitia), que permiten el estudio de los poblados fortificados y los poblamientos dispersos de la época previa a la romanización.

La romanización, un período que cobrará actualidad con la inmimente inauguración del Museo Oiaso en Irun, está revelando importantes secretos en las minas de Arditurri, en Oiartzun, así como en el nivel romano de Santa María la Real de Zarautz. Ayer precisamente comenzaron a trabajar los arqueólogos de Aranzadi en una tumba con cubierta de madera, descubrimiento inhabitual en Gipuzkoa realizado en el nivel medieval del yacimiento zarauztarra. La Edad Media es también el objeto de los trabajos de excavación del palacio Zarautz de Getaria.

Desde el punto de vista económico, la excavación más costosa es la que se está desarrollando en el Conjunto de Igartza de Beasain, uno de los mejores conjuntos monumentales de toda Gipuzkoa que integra elementos de varias épocas.

Yacimientos por explorar

«Teniendo en cuenta las dimensiones del territorio, la cantidad global de yacimientos en Gipuzkoa es grande si lo comparamos con otras comunidades», afirma el arqueólogo Carlos Olaetxea, coordinador de las excavaciones financiadas y apoyadas por la Diputación Foral.

A la hora de destacar la importancia del número de yacimientos que en la actualidad se están excavando en Gipuzkoa -que supera la selección realizada- cuenta, y mucho, la tradición que en esta materia ha tenido el territorio, con la figura señera de Barandiaran y la generación de investigadores que siguió la estela del sabio de Ataun. El hecho de que en un momento determinado se produzcan circunstancias como las actuales, sin embargo, no tiene mucho que ver con la planificación. «La dinámica es distinta, más espontánea -aclara Carlos Olaetxea- y el origende los trabajos en cada uno de los yacimientos es también diferente».

En ocasiones se interviene para evitar que obras o movimientos de tierras previstos dañen lugares de interés arqueológico. En otras, son los grupos y asociaciones especializados los que detectan un posible yacimiento acorde con sus líneas de investigación y trabajo y solicitan el permiso correspondiente para excavarlo. Ese trabajo de campo lo desarrollan, sobre todo, Aranzadi, Arkeolan, Insub y profesores de la UPV-EHU a través de Euskoiker. «Hay que destacar de manera muy especial el trabajo encomiable que hacen desde hace años dos grupos amateur pero de gran nivel, Munibe y Antxieta», recuerda Carlos Olaetxea.

Una vez obtenido el permiso correspondiente, los responsables de la excavación tienen una notable autonomía, si bien la Diputación Foral mantiene una visión de conjunto que busca equilibrar los esfuerzos y distribuirlos entre investigaciones correspondientes a distintas épocas o referidas a puntos de interés singular. Esa especie de regulación más o menos espontánea ha dado lugar a la feliz situación actual, en la que las excavaciones en curso componen un completo libro de historia gipuzkoana.

Además de la casualidad, influye también en esa situación el hecho de que en los últimos diez o quince años, y a medida que aumentaban los recursos, se haya intensificado mucho la actividad relacionada con la investigación arqueológica. Dinamizar las campañas de verano ha supuesto aumentar el número de excavaciones y diversificarlas, y eso ha dado sus resultados.

La afición por la arqueología, sin embargo, no atraviesa sus mejores momentos, y no siempre resulta fácil encontrar voluntarios dispuestos a pasar sus vacaciones prestando atención al pasado. Aun así, las excavaciones de verano están a pleno rendimiento, y no son más que la punta del iceberg de un trabajo en el que todavía puede quedar bastante por descubrir, porque los trabajos de prospección son constantes y la historia de Gipuzkoa escrita en la piedra todavía no ha mostrado todas sus páginas.

http://www.diariovasco.com/pg060715/prensa/noticias/Cultura/200607/15/DVA-CUL-233.html

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