Autor: autores varios
domingo, 27 de noviembre de 2005
Sección: Opinión
Información publicada por: darius
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La identidad en arqueología

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Clive Gamble

Consumir identidad y recortar la red (p.212)

La identidad no se concede. Incluso si el estatus de uno queda fijado por nacimiento, caso de las monarquías hereditarias, uno sigue creando su propia identidad mientras representa su papel. La identidad, igual que el poder, facilita y constriñe al mismo tiempo. Como hemos visto la identidad se conceptualiza mejor si la vemos en un conjunto de ámbitos que se superponen: prácticas diferentes que dan como resultado el habitus, o como yo prefiero, el paisaje arqueológico de la costumbre. Este punto de vista enfatiza al individuo y a la trama de redes que entre todos creamos. Las escalas temporales y espaciales de estas redes varían y los recursos que empleamos para negociarlos también pueden cambiar (capitulo 4: las personas).
La creación de la identidad, por lo tanto, depende de una gama de extensa de presiones selectivas. Nos vemos canalizados de forma habitual hasta el punto que se trata de un acto inconsciente, no deliberado. Lo importante es ver (…) que lo que la gente hace no es únicamente representativo de lo que son o de quienes son, sino que es algo básicamente constitutivo (Friedman 1994:107). Las etiquetas comerciales no sólo declaran la pertenencia de uno a un grupo; su consumo es además el medio de adquirir alguna identidad con la relación a los demás.

Los arqueólogos están preparados para investigar el mismo tipo de relaciones a través del universo de la cultura material y extrapolarlo a un modelo general de cultura como patrón repetitivo en el tiempo y en el espacio. La diferencia esta que aparte de consumir, la gente en el pasado estaba más directamente involucrada en la forja de vínculos con el mundo por medios de la producción y de la distribución.

(…) Podría enseñar muchos mapas que demuestran cambios muy vigorosos en el tiempo y espacio de objetos que estilísticamente son como la noche y el día. Ello fortalece nuestro convencimiento que de que nuestro objeto de estudio es algo real que muestra unos patrones muy característicos. Sin embargo espero haber dejado claro que la comprensión de estos patrones no pasa por equiparar simplemente distribución con identidad, como muchos arqueólogos siguen haciendo. Siempre es difícil y delicado precisar fronteras como quedara bien ilustrado a continuación cuando abordemos el tema de la etnicidad.

Identidad ¿a partir de que? (p.214)

La etnicidad conforma un concepto frontera entre la investigación de la identidad en el pasado y los usos del pasado para crear una determinada identidad a partir del mismo. He dejado intencionadamente este concepto clave en arqueología hasta este momento, porque mucho de lo que sabemos del pasado procede de su aplicación y no lo de lo que se presume que es la naturaleza inherente de los datos.

¿Quién eres? (p.215)

Voy a ilustrar hasta qué punto los hechos arqueológicos vienen lastrados por conceptos teóricos como el de etnicidad. Si pregunto, ¿Quién piensas que eres?, ¿Cómo te clasificarías?, ¿cómo te ves dado tu fenotipo corporal –color de la piel, tipo de la piel, tipo de cabello, estatura, sexo-, o dado tu fenotipo interno –historia de tus genes-?, ¿O insistirías, en cambio, en la importancia del entorno cultural en el que te mueves con su forma de relacionarse con los amigos, de comportarse en la mesa, su forma de vestirse, etc.? ¿Son suficientes las diferentes identidades atribuibles a tu cuerpo, clase social, sexualidad, edad y género, para trazar una frontera alrededor de tu estatus étnico?

La respuesta a estas preguntas en una sociedad multicultural produciría un complejo despliegue de rasgos. Lo que merece un momento de reflexión. Pregúntate por qué utilizas algunas categorías y no otras para clasificarte y clasificar a los demás. ¿Difieren esas categorías, junto con el significado que les otorgamos, entre nuestras redes eficaz y ampliada, y la masa de extranjeros con la que nos topamos a diario? Creo que descubrirías que las mayorías de las categorías son politéticas (capitulo 3: conceptos básicos). ¿Veamos grupos distintos por doquier porque, al igual que esos arqueólogos detectives (capitulo 4: las personas) tendemos a establecer siempre clasificaciones? Las clasificaciones funcionan sólo cuando empleamos un mínimo de rasgos. Si aumentamos los rasgos con la intención de reflejar la complejidad de una situación, las fronteras se disuelven.

Sí, podrías replicar, pero vivir en Barcelona, Denver o Buenos aires es muy diferente que vivir en una comunidad rural de África, la India o la China, donde las posibilidades de disfrutar de una diversidad cultural y biológica son mucho menores. Aquí las fronteras son menos permeables porque la gama de posibilidades (variación) es mucho menor. Este argumento no se aguantara mucho tiempo. El hecho de esperar que las comunidades sean más conservadoras no implica que la gente deje de actuar creativamente en función de la situación. Richard Lee demostró que los bosquimanos Kung san, relegados a su rincón del desierto del Kalahari , se prestaban rápidamente a cambiar de afiliación al transformarse el clima económico de la región. Unos cazadores-recolectores tradicionales podían transformarse en jornaleros asalariados de la industria ganadera de la región modificando con rapidez un rasgo clave de su etnicidad –el forrajeo- por otro muy distinto el trabajo en el campo.
Ian Hodder (1982:18-21) descubrió que en África Oriental los individuos se movían por entre distintos grupos étnicos sin dificultad. Su estudio sobre la cultura material detecto fronteras marcadas porque los individuos cambiaban su indumentaria en “la frontera”.

Las fronteras pueden indicar una forma de etnicidad pero que dicen bien poca cosa sobre el patrón de movilidad, lo que contradice el punto de vista que sostiene que la etnicidad esta históricamente fijada en cada lugar. La etnicidad es, pues maleable y contingente. No hay razón para suponer que no ocuparía lo mismo en el pasado. Estos ejemplos hacen difícil llegar a un compromiso con algunas de las ideas que los arqueólogos sostienen.

Los imperativos étnicos (p.218)

Los fundamentos de la etnicidad y el papel tan significativo que la arqueología ha jugado en su forma actual, han sido diseccionados por Siân Jones (1997). Jones rastrea la idea de un pueblo representado por su cultura material en el siglo XIX. Utilizamos para el caso sólo dos ideas principales. La primera es que Jones denomina imperativo primordial, por lo que la noción de etnicidad se puede resumir diciendo que está “en la sangre”. Según este imperativo, la etnicidad es una forma de sociobiología. La heredamos como parte de nuestra biología que condiciona nuestra vida social. Soy inglés no porque no lleve un paraguas el día mas soleado del verano sino porque he nacido en Inglaterra. Se trata de una doctrina adecuada para los que utilizan la etnicidad como eslogan político, puesto que no podemos hacer nada para evitarlo. Renunciar a la etnicidad seria como cortarnos un brazo.

La segunda idea abunda en el imperativo esencialista. Según esta idea la cultura, venga definida por arqueólogos o antropólogos, se hace directamente equivalente a etnicidad. Friedman (1994) arguye que la cultura, y por implicación la etnicidad, son productos típicos del pensamiento moderno, propios de países occidentales, que transforma las diferencias culturales en tipos ideales. Se trata de una ecuación muy simple muy seguida por los arqueólogos. Las distintas prácticas culturales se convierten en la esencia de las identidades étnicas. Fin del análisis. Deja que la sociedad que te rodea piense por ti. (…) Los arqueólogos dan significado a sus patrones por referencia a los dos imperativos, interpretando su significación como marcadores étnicos.

Identidades nacionales (p.219)

Pero, ¿tiene eso mucha importancia?, la arqueología, se podría decir, sólo trata con cosas muertas y no influye sobre el presente. Nada hay mas alejado de la verdad. Recordaremos que el pasado no es neutral. Es una fuente de autoridad para la acción en el presente. Modela ideologías políticas.

¿A quien pertenece el pasado? (p.221)

La cuestión que queda pendiente es si hay alternativas a la equivalencia de cultura con pueblo. Jones cree que sí, siempre que cambiemos la noción de cómo se construyo la identidad étnica (1997:40). La idea que rechazar de plano es la que contempla el pasado como algo fijo, que sólo se modifica cuando aparecen nuevos descubrimientos. Este enfoque sostiene que objetos y monumentos, ciudades antiguas y paisajes son realidades estáticas porque pertenecen al pasado. Cuanto más antiguas más arraigadas al estado en que se han convertido. Un pequeño avance sin salir de esta concepción del pasado, seria de arrancar los objetos del pasado y utilizarlos en el presente. Es fácil insistir en las propiedades de delimitación, parecido y continuidad con respecto a los patrones que establecemos en nuestros mapas de distribución. El pasado y todas las identidades que contiene y puede cobijar, es como una imagen congelada en la pantalla de video. La corriente se para y el pasado se posee como cualquier otra mercancía.



Clive Gamble, Arqueología básica, Ariel Prehistoria, Barcelona 2002.


Almudena Hernando Gonzalo

Epílogo p 213

Los grupos humanos contemplamos realidades diferentes a la medida de nuestras posibilidades de sentirnos seguras en ellas. Esta es la idea principal que ha regido la redacción de este libro (…). Creo que no comprender la insuperable lógica y coherencia que rigen la relación estructural que se establece entre los modos en que un cierto grupo humano comprende y actúa sobre el mundo ha sido y sigue siendo la base de todas las pretensiones colonialistas, etnocéntricas y eurocentricas de nuestro mundo occidental.


Creo que, además, ha sido la base para elaborar un cierto tipo de Historia que sitúa a nuestro particular modo de entender la vida y la realidad como el corolario de todo desarrollo posible; y esto es lo que hemos hecho en Prehistoria, en Arqueología. Equiparando nuestro modo de entender el mundo con el mundo en sí, identificando nuestra idea de la realidad con la propia realidad, el mundo moderno occidental llega a establecerse como la referencia objetiva y verdadera, y obliga a desplazar todas las otras posibilidades culturales al lugar de lo inacabado, de lo que esta en proceso, de lo inferior y menos inteligente. Los planteamientos teóricos que se han venido desarrollando en Historia y Prehistoria, en Antropología y en Etnología devolverían inevitablemente esos ecos ilustrados, en apariencia superados, del primer evolucionismo unileal: al no tener cuenta que la complejidad cognitiva de los seres humanos es siempre la misma, siempre inmensa, siempre sofisticada y perfectamente ajustada a sus necesidades de supervivencia, valoraba sólo la complejidad socioeconómica y, de ese modo, establecía escalas de transformación.

No se puede valorar la identidad de los cazadores-recolectores en función de la sociedad postindustrial, al igual que no se puede valorar la identidad de las mujeres en función de la de los hombres, porque establecer como referencia objetiva y única la modalidad particular del sector de la población que tiene el poder no es sino otro mecanismo – el mas sutil y penetrante, el mas difícil de discernir, de ejercer y afianzar este poder. Sólo a través de la comprensión de las estructuras que actúan en los recursos de supervivencia de los distintos grupos humanos, tanto material como inmaterial, seremos capaces de desarrollar el respeto necesario hacia todas las modalidades de identidad, que es lo mismo que decir cultura, de formas distintas de estar en el mundo. Y si se quiere desde una óptica mucho mas pragmática y utilitarista : sólo comprendiendo estructuras que actúan en nuestra propia manera de estar en el mundo podremos encontrar instrumentos que nos permitan combatir la fragmentación social a la que nos dirigimos, la soledad que empieza a invadirnos, la desconfianza interpersonal que avanza, la fragilidad intrapsíquica que nos empieza a definir.

No tiene sentido pretender que los habitantes de la Prehistoria o de la Historia eran como nosotros mismos, que entendían el mundo como nosotros lo hacemos, tal y como, inconscientemente, se ha pretendido hasta ahora. Nosotros quedamos legitimados en sea forma de hacer las cosas, pero no estamos entendiendo lo que sucede en el seno de los grupos que las protagonizaron, como no entendemos lo que sucede en los grupos actuales que presentan una modalidad de cultura distinta a la nuestra. En ese sentido me parece que una Arqueología de la identidad es fundamental para conseguir un acercamiento más realista al pasado, a los “otros” grupos del presente y a nosotros mismos. La reflexión a la que conduce abre las puertas, además a un futuro que permita la convivencia y el respeto entre los distintos sectores de la población a los que dio lugar la diversificación cultural del Homo Sapiens, desde la convicción de que las diferencias en la manera de entender el mundo ilustran la asombrosa inteligencia, versatibilidad y flexibilidad de todos los seres humano y no la incapacidad de una mayoría frente a la capacidad de una minoría poderosa, que es, precisamente, la que escribe la Historia.


Almudena Hernando Gonzalo, Arqueología de la identidad, Akal arqueología, Madrid 2002.





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