Autor: Pedro Sáez Fernández
jueves, 07 de abril de 2005
Sección: Tradiciones y Fiestas
Información publicada por: andanada
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Sobre la Fiesta de los Toros en el mundo romano
Trabajo publicado por Pedro Sáez Fernández,profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de Sevilla, en el nº 8 de la Revista de Estudios Taurinos. Sevilla 1998
Con este trabajo nos muestra que las actuales corridas de toros se remontan por lo menos a la época de la antigua Roma.
He de decir en primer lugar que no soy conocedor de la bibliografía al uso sobre el mundo de la fiesta de los toros. Sin embargo, el conocimiento de la naturaleza de las corridas de toros, en todos sus aspectos, siempre ha sido de mi interés como aficionado. Planteo esta cuestión desde el principio, con el fin de buscar la ‘captatio benevolentiae’, una petición de disculpa por estas líneas que van a tratar de buscar unas raíces más lejanas de lo habitual al toreo como tal, saltando en cierta medida sobre los tópicos tantas veces barajados. Y es que, por lo que he podido comprobar, existe una tendencia a defender unos orígenes muy recientes a la fiesta de los toros que no hace más que enmascarar-a mi entender-la escasez de visión histórica de los que han escrito sobre este tema. La opinión generalizada de que el toreo a pie actual arranca de la crisis del toreo a caballo ejercido por la nobleza castellana, choca con lo que esta contribución quiere plantear. Su naturaleza primera, y es lo que trataremos de demostrar, se remonta, cuanto menos, al mundo romano.
El toro, tanto en su estado salvaje como domesticado, fue objeto de veneración en las sociedades antiguas, comenzando por la mesopotámica y continuando por la egipcia y la griega hasta llegar a la romana, por citar las más importantes estudiadas. Son muchos los aspectos desde los que ha sido considerado: desde su divinización, pasando por la génesis del toro antropomorfo o bien como símbolo de fertilidad y poder natural, hasta situarlo en un contexto astral y funerario. Todas estas concepciones y advocaciones han colocado a este animal muy por encima del resto hasta el punto de elevar a la cúspide, en lo referente a valoración social (y económica) a aquél que lo poseyese. Pero no voy a entrar en estas consideraciones porque me alejaría demasiado del fin buscado en este trabajo.
Aunque puede parecer que no tiene relación con el toreo en la antigüedad, quisiera introducirme en el tema dedicando unas líneas tanto al carácter sacrificial del toro como a su valoración desde el punto de vista cinegético. Su carácter sacrificial va unido intrínsicamente al religioso, dado que, por las mismas características del animal, se trataba de ofrecer a la divinidad una víctima apreciada, tanto como expresión de la fuerza desatada de la naturaleza-según correspondería al toro salvaje- como por tratarse del animal por excelencia para obtener frutos de la tierra mediante la utilización de su fuerza ya domesticada. En prácticamente todas las civilizaciones del mundo el toro ha constituido el animal de sacrificio por excelencia.
Se trataba de elevar la ofrenda más valiosa a la divinidad, que podía ser compartida con ella mediante el consumo de parte de la carne de la víctima por los asistentes al ritual como forma de petición de un favor determinado a la divinidad (sacrificio propiciatorio). En otras ocasiones se trataba de restablecer la alianza con la divinidad, rota por las faltas cometidas por el hombre (sacrificio expiatorio). En casi todos ellos, la sangre jugó un papel fundamental, dado que se trataba del elemento vital por excelencia; buena prueba de ello es que el color rojo es el predominante en las mesas de sacrificios y en los altares de todo el mundo mediterráneo antiguo.
Se conocen bastante bien los rituales de sacrificio de toros tanto en el mundo griego como en el romano. En general, se sacrificaban animales hembras para las divinidades femeninas y machos para las masculinas, aunque hay una excepción puesto que los dedicados a Júpiter eran animales castrados. El color también jugaba un papel importante: los animales de capa blanca se sacrificaban a las divinidades celestes (Júpiter , Juno, etc.); los de capa negra a las divinidades subterráneas y funerarias; animales de color rojizo y castaños se sacrificaban en honor de Vulcano, dios del fuego. Dichos animales eran adornados de muy distintas formas: en unas ocasiones, pintando sus cuernos de oro y, en otras, colocándoles ciertos arreos para embellecerlos. Pero en todos los casos encontramos un elemento repetido, la “vitta” o las “vittae”, una o varias cintas de diversos colores, generalmente de seda, con las que se adornaba al animal, atándolas a su cuerpo, que incluso se mantuvo en otros rituales ya no religiosos y que, desde la máxima prudencia, nos recuerdan las cintas que constituyen las divisas actuales con que los toros saltan al ruedo. Una vez realizada la inmolación se procedía al consumo de su carne por parte del colegio sacerdotal o de otros grupos, dependiendo de la categoría del grupo al que el oferante pertenecía. Entre los sacrificios más conocidos del mundo romano habría que citar los realizados en honor de Atis, el ritual de Dionisio y el de Mitra, de los que aún encontramos restos en el folklore hispano y que, en parte, han sido señalados por C. Delgado.
El segundo aspecto citado para aproximarnos a nuestro objetivo nos presenta al toro como animal para el ejercicio cinegético. Por sus características en estado salvaje, dotado de una fuerza y un poderío considerable, se convirtió en un reto venatorio de primera magnitud ya desde la más remota antigüedad. Recordemos sólo las representaciones en cuevas en el arte rupestre hispano. Si en un principio pudo ser considerado solo como alimento, esas mismas características lo fueron convirtiendo poco a poco en el animal por excelencia que hemos comentado. La caza del toro salvaje, con la consiguiente dosis de peligro en función de los medios cinegéticos de la época, lo convirtieron en la pieza más codiciada. La posibilidad de medir las fuerzas y la astucia con un animal que incluso estaba rodeado de una aureola religiosa, elevaron a práctica de reyes esta modalidad cinegética. Buena prueba de ello son las referencias que encontramos tanto en el mundo egipcio como en el mesopotámico, griego o romano. En general para la caza de piezas mayores se utilizaban grandes líneas de redes hacia las que se espantaban a los animales para proceder, una vez encerrados allí, a darles muerte o bien a capturarlas vivas con destino a los espectáculos si se trataba de animales agresivos. (fig-1)
La idea que preside esta caza de animales salvajes fue trasladada por los romanos a los anfiteatros y a los circos tomando el nombre de “venationes”. Se trataba de llevar lo que teóricamente se debía realizar en campo abierto hasta un lugar cerrado para convertirlo en un espectáculo al que pudiese asistir el espectador sin que peligrase su integridad física. No era ni más ni menos que un estereotipo de la caza, “venatio” en latín, y es aquí donde creemos que de forma más clara podemos encontrar los precedentes de las actuales corridas de toros.
Las “venationes” y los diversos juegos que se celebraban en el mundo romano estaban dedicados a una divinidad determinada. Parece, como señala Lactancio, que estas cazas en el circo y anfiteatros tenía su origen en ofrendas hechas al dios Saturno, aunque también conocemos espectáculos de este tipo dedicados a los muertos, a Júpiter o a Némesis/Diana, lo que les confería un carácter religioso, que en cierta medida, enlaza con aquel que antes veíamos en lo referente a la naturaleza sacrificial del toro, aunque en este caso con connotaciones diferentes.
Antes de comenzar se realizaban una serie de procesiones con ceremonias y rituales. Las “venationes” estaban presididas bien por el emperador, por los magistrados correspondientes o bien por el particular que los regalase. A la presidencia correspondía señalar el momento exacto del comienzo y para ello levantaba un pañuelo y lo dejaba caer; esa era la señal convenida para el comienzo y desde luego no deja de recordarnos al pañuelo que utiliza el presidente de las actuales corridas de toros para señalar el inicio y los distintos momentos de la corrida. El lienzo que marcaba el inicio se llamaba “mappa”, que literalmente se traduce por pañuelo o servilleta. Según nos dice Casiodoro, su uso se remontaba al emperador Nerón: parece ser que éste, ante la insistente petición de la muchedumbre concentrada en el circo para que comenzaran los juegos , utilizó la servilleta que tenía en sus manos mientras comía, arrojándola a la arena como señal para que diera comienzo el espectáculo. De tal forma se canonizó esta práctica que la “mappa” se convirtió, en el mundo romano en sinónimo de juegos de circo y anfiteatro.
Dichos espectáculos se componían de elementos muy diversos, quizá poco regulados en su desarrollo y en cierta medida caóticos como parecen darnos a entender determinadas representaciones en mosaicos. Se trataba incluso de representar la “silva”-el bosque-en la arena, según nos indica un texto de Probo, que gobernó entre los años 276 y 282 d.C.,al ofrecer un espectáculo para celebrar su triunfo sobre los germanos y los blemnios: ‘Grandes árboles arrancados con sus raíces por los soldados se colocaban sobre una plataforma de madera de gran extensión que se había recubierto de tierra, todo el circo, plantado de un modo semejante a un bosque, pareció florecer con la frescura de las hojas verdes…’
La presencia del toro en estos espectáculos abarcaba diferentes formas, siendo una de ellas, quizá la más cruel de todas, aquella en la que los condenados eran arrojados indefensos al toro para que éste procediese a su ejecución. Eran los llamados “damnati ad bestias”. Aquí el toro adquiere un papel absolutamente antagónico al que le conocíamos como animal para sacrificar puesto que ahora es el animal el sacrificador; es una verdadera paradoja donde se mezcla el elemento ritual religioso con el elemento lúdico en una síntesis que el mundo de los toros ha mantenido hasta la actualidad, aunque para el mundo romano existiese la otra versión, la del verdadero enfrentamiento del hombre con el toro en la arena y que veremos más adelante. Entre estos “damnati” hay que recordar los numerosos casos de cristianos sacrificados de esta forma como nos informan las actas de mártires, modalidad poco conocida porque quizás siempre se ha pensado en otro tipo de fieras para proceder a estas ejecuciones. Sirva de ejemplo el motivo central del mosaico de la villa romana de Silín en Libia (fig-2). En él se aprecia cómo un toro de color blanco (recuérdese la importancia de la capa para el sacrificio), adornado con una “vitta” también blanca, como reminiscencia del adorno de los toros destinados al sacrificio pero que en este caso es el sacrificador, acaba de lanzar por los aires a dos personas que caen al suelo como si fuesen peleles. Otro personaje arrastra de rodillas a un hombre para arrojarlo también al toro mientras un tercero, con una larga vara y un látigo, parece ser el que dirige la operación. Es espectáculo sin duda sangriento entre donde los haya, que también aparece reflejado en relieves de cerámicas sigilatas, en muchos casos encontradas en la Península Ibérica y que podemos apreciar en la fig-3.
Pero salvando estos aspectos, es curioso resaltar que el hecho de arrojar personas a los toros para que éstos las lanzasen al aire y así enfurecerlos, tuvo con el tiempo otra versión que acabó, poco a poco, desplazando a la anterior, sin duda más cruel. Me refiero a la utilización de muñecos para ese mismo menester: a falta de personas, parece que se procedió a la utilización de maniquíes rellenos de paja, que eran volteados y que cumplían dicha misión. Son numerosos los testimonios escritos que poseemos sobre ello, sirviéndonos de ejemplo el del poeta hispano Marcial: …un toro que, azuzado por el fuego, acababa de cornear y lanzar por los suelos a unos maniquíes, corriendo de un lado para otro del circo, cayó al fin bajo la acometida de un cuerpo más poderoso, creyendo que un elefante era también un ligero maniquí para arrojarlo por el aire…
El espectáculo basado en los toros no se agotaba aquí. En el anterior texto de Marcial queda expresado que la lucha entre el toro y otros animales también figuraba en el repertorio que se ofrecía en circos y anfiteatros. Entre los contrincantes de los toros se encontraban leones, osos, panteras, elefantes, perros y todo tipo de bestias que pudiesen ofrecer espectáculo.
Las variantes que vinculaban de alguna forma al toro con el hombre eran muchas. Entre ellas podemos citar las acrobacias que se realizaban saltando al toro con una pértiga. Es lo que se conoce en el Código Justiniano como “contomonobolon” y que no es ni más ni menos que nuestro castizo ‘salto de la garrocha’, muy extendido durante el siglo XIX y que ha perdurado hasta la época actual (fig-4)
Lo mismo podemos decir en lo referente al salto del toro sin apoyos como conocemos en el mundo romano, llamado “taurokathapsia” y que apreciamos practicado también en las actuales fiestas de toros. (fig-5)
La que más nos interesa es el enfrentamiento entre el hombre y el toro en la arena como precedente de nuestras fiestas de toros como un espectáculo gladiatorio más (recuerdese la expresión gladiador en la jerga taurina). En opinión de un gran conocedor de los juegos gladiatorios (Robert, 1971) parece que los que luchaban con fieras en los anfiteatros y circos romanos, los llamados “venatores” que recuerda su origen en cuanto cazadores, no se pueden considerar gladiadores como tales; al parecer constituían una clase especial de combatientes con equipo y armamento diferentes, consistente en una túnica de cuero o tela con mangas y cinturón a bandas y calzado alto o bandas de cuero sobre las piernas, a veces con bonete cónico, con un escudo redondo o rectangular, un puñal corto o una espada y una jabalina. Sus accesorios varían en ocasiones en función del tipo de animal con el que debía enfrentare. Es muy corriente encontrar escenas de luchas contra toros en las que los “venatores” utilizan fundamentalmente una jabalina con la que se enfrentan, al parecer, sin otros instrumentos, para dar muerte al animal. (fig-6 y 7)
Sin embargo existen representaciones en las que el “venator” utiliza lo que los arqueólogos e historiadores del arte han denominado “mappa”, es decir un pañuelo o servilleta, como el ya citado anteriormente, ayudado de una espada, aunque no estamos muy de acuerdo con esta denominación del paño que sostiene en sus manos y sobre lo que volveremos. Lo podemos apreciar `perfectamente en las Figs 8 y 9, sin duda las más interesantes a nuestro parecer para identificar lo que hoy conocemos como toreo a pie. Incluso sabemos que durante la lidia unos subalternos, llamados “succursores”, lanzaban unos arponcillos para enfurecer a los toros. Parece que fue el enfrentamiento con éstos el que generó una determinada forma de actuación de estos gladiadores que se separó por completo de las actuaciones con otros animales , quizá por la misma idiosincrasia de este animal, prontamente conocida, como es su tendencia a arremeter de forma fiera y su fijación en la “mappa” o trapo. Si nos detenemos en la fig-7 creemos que estamos en presencia de una verdadera estampa taurina, un lidiador, con un toro abatido por la lanza o espada en el hoyo de las agujas, sostiene en sus manos un pequeño paño que debía servirle para engañar las acometidas del animal, es decir, debió ser algo análogo a lo que entendemos como muleta. Se trataba de una modalidad más del conjunto de los juegos romanos, pero parece claro que es ésta la que se puede señalar como claro precedente de nuestro toreo a pie.
Si decíamos que no creemos que se pueda denominar “mappa” lo que el “venator” tiene en sus manos porque existen al menos dos textos del derecho romano que han sido insuficientemente valorados. Son estos textos los que nos confirman la existencia de este toreo a pie en la época romana que nos representan los mosaicos y que nos dicen exactamente que lo que utilizaban para torear se denominaba “pannum”, es decir, paño, que era siempre “rubrum”, rojo, dado que ya se sabía que este color excitaba a los toros.
Pero vayamos a los textos. El primero de ellos es recogido en el “Digesto” y pertenece a Ulpiano, un jurista de la época de Trajano (98-117 d.C.9) ...contra el que, agitando un paño rojo, separa el ganado para que éste cayera en manos de los ladrones; si lo hizo con dolo malo, hay acción de hurto contra él; pero aunque lo hiciera sin finalidad de hurto, no debe quedar impune un juego tan pernicioso…
El segundo texto, que en parte recoge el arriba reproducido, corresponde a Gayo, jurista de mediados del s. II d. C.: ...Así está escrito en los autores antiguos respecto al que separa (hace huir) al ganado con un paño rojo; pero si se trata de una diversión y no de una ayuda para cometer un robo...
Así pues , se tratan de normas del Derecho Romano referidas al robo de ganados, concretamente de ganado mayor. Pero para nuestra sorpresa, se desliza en esta normativa un elemento fundamental en relación con nuestro fin y que encontramos concretamente es la segunda parte de ambos. Nos referimos a la posibilidad de utilizar un paño rojo no ya para robar toros y vacas sino sólo por el placer, por la diversión, en definitiva, por torear. El hecho de que se trate esta cuestión por parte de los juristas como un acto cercano al delito, parece indicar que la práctica de torear, en este caso en el campo, debió de estar bastante extendida. De otra forma no entendemos que coloquen esta cuestión en la casuística legal. Al mismo tiempo, el hecho de torear en el campo quizá podamos ponerlo en relación con los juegos de anfiteatro que hemos citado. Se trataría, en estos casos, de practicar el oficio con el fin de adquirir la práctica suficiente como para poder enfrentarse en la arena con un toro con el menor riesgo para la integridad física de dichos “venatores”
Estos textos, junto con las representaciones de mosaicos que hemos citado, creemos que son lo suficientemente elocuentes como para pensar en la existencia del toreo a pie en época romana.
Trabajo publicado por Pedro Sáez Fernández, profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de Sevilla, en el nº 8 de la Revista de Estudios Taurinos. Sevilla 1998
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Muy bien el artículo, así como las ilustraciones. Pero, Andanada, ¿puede añadir las referencias de la publicación original?
Desde luego Sra. Canto.
Trabajo publicado por Pedro Sáez Fernández, profesor titular de Historia Antigua en la Universidad de Sevilla, en el nº 8 de la Revista de Estudios Taurinos.
Con este trabajo nos muestra que las actuales corridas de toros se remontan por lo menos a la época de la antigua Roma.
Este texto lo he puesto en el artículo como resumen del mismo, pero hasta que el trabajo no aparezca en el espacio central de la web no se verá.
p.d. Tengo el permiso del profesor Sáez para publicarlo en celtiberia.net.
Robert Graves en Claudio el dios y su esposa Mesalina sobre “la fiesta de los toros”:
“Pronto llegué a una conclusión en cuanto a los combates a espada y las cacerías de fieras salvajes. Primero, en cuanto a estas últimas, me había enterado de un deporte que se practicaba en Tesalia, que poseía la doble ventaja de ser excitante como espectáculo y además barato. De modo que lo presenté en Roma como alternativa de las habituales cacerías de leopardos y leones. Se llevaba a cabo con toros salvajes de mediana edad. Los hombres de Tesalia solían excitar al toro clavándole pequeños dardos en la piel, cuando salía del corral en que estaba prisionero... no lo bastante como para herirlo, sino sólo para irritarlo. El animal se precipitaba para atacarlos y entonces ellos saltaban ágilmente fuera de su alcance. Estaban desarmados. A veces solían engañarlo sosteniendo telas de colores delante de su cuerpo. El toro embestía las telas y ellos las retiraban en el último momento, sin apartarse del lugar. El toro siempre se precipitaba sobre la tela en movimiento. O en el momento de la embestida saltaban hacia adelante y caían al otro lado, o bien se paraban sobre sus ancas un momento, antes de volver a pisar el suelo. El toro comenzaba a cansarse gradualmente, y ellos realizaban hazañas cada vez más audaces. Había un hombre que podía quedarse de espaldas al toro, agachándose, con la cabeza entre las piernas, y luego, cuando el animal atacaba, realizar un salto mortal en el aire y aterrizar sobre el lomo del animal. Era un espectáculo común ver a un hombre cabalgar alrededor de la liza haciendo equilibrio sobre el lomo del animal. Si éste no se cansaba rápidamente, lo hacían galopar en torno al redondel sentándose sobre él como si fuese un caballo, sosteniendo un cuerno con la mano izquierda y retorciéndole la cola con la derecha. Cuando estaba lo bastante fatigado, el ejecutante luchaba con él, tomándolo de ambos cuernos y haciéndolo caer lentamente al suelo. A veces aferraba la oreja del toro entre los dientes para ayudarse en la tarea. Era un deporte muy interesante, y con frecuencia el toro atrapaba y mataba al hombre que se tomaba libertades demasiado grandes con él. La baratura del deporte consistía en los precios razonables exigidos por los hombres de Tesalia, que eran simples campesinos, y en la supervivencia del toro para otro espectáculo. Los toros inteligentes, que aprendían a eludir las trampas que se les tendían y no se dejaban dominar se convirtieron muy pronto en grandes favoritos populares. Había uno llamado Rojizo, que a su manera era tan famoso como el caballo Incitato. Mató a diez de sus torturadores en otros tantos festivales. La muchedumbre llegó a preferir estas corridas de toros a todos los otros espectáculos, salvo la lucha a espada.”
Muy interesante este texto de Graves. Según parece los de las banderillas tiene un origen remotísimo y lo de las telas utilizadas no ya para incitar a la res si no para librarse de la cabezada no deja de sorprenderme.
Como también me sorprende que Graves diga "'el toro embestía las telas y ellos las retiraban en el último momento, sin apartarse del lugar" lo que significaría que toreaban, en parte, según la Tauromáquia de Pepe-Hillo (siglo XVIII). Supongo que esas telas funcionarían a modo de capote, que no olvidemos que en sus orígenes era na capa normal (quizá en Hispania un sagum).
Me hace gracia lo de los toros inteligentes pues los toros aprenden y una vez que se han aprendido la "cartilla" piden el carné de identidad a todo el que se le acerca, por eso en las corridas formales los toros salen vírgenes o como dicen por Levante "cerriles".
Hoy también son muy conocidas reses de calle que van de una ciudad a otra y "dan espectáculo", sobre todo en aquellas zonas en donde el toreo a pie sin engaño tiene relevancia como en el Levante, Navarra, Aragón, La Rioja y Castilla.
Andanada:
Aunque el texto de Graves proceda de una novela, conociendo la forma de trabajar que tenia este hombre estoy seguro de que el texto en cuestion esta basado en algun texto real de la epoca clasica... que se me escapa.
Pero existir, seguro que existe. Si encuento el texto original te lo remitire.
Curioso: he empezado a buscar y he encontrado que Shakespeare hace referencia en al menos uno de sus versos a los "toros de Tesalia" que menciona Graves:
(Midsummer Night's Dream: Act 4)
My hounds are bred out of the Spartan kind,
So flew'd, so sanded, and their heads are hung
With ears that sweep away the morning dew;
Crook-knee'd, and dew-lapp'd like Thessalian bulls
Ya lo tengo:
In the games exhibited by J. Caesar in his third consulship, B.C. 45, the venatio lasted for five days and was conducted with extraordinary splendour.
Julius Caesar also introduced bull-fights, in which Thessalian horsemen pursued the bulls round the circus, and when the latter were tired out, seized them by the horns and killed them. This seems to have been a favourite spectacle; it was repeated by Claudius and Nero (Plin. H.N. viii.70; Suet. Claud. 21 ; Dion Cass. lxi.9).
O sea: en la Historia Natural de Plinio, viii, 70; en Suetonio, sobre Claudio, 21 y en Dion Casio):
"... praeterea Thessalos equites, qui feros tauros per spatia circi agunt insiliuntque defessos et ad terram cornibus detrahunt."
Parece entonces que tambien los toreaban a caballo...
Viene al cuento un no muy conocido pedestal de Pompeya, en el que se honra a un magistrado por los tres espectáculos que dio:
in foro pompam / tauros taurocentas succursores in foro / pompam pugiles / catervarios pos(uit)tauros taurocentas apros
CIL 10, 01074d.
A(ulus) Clodius A(uli) f(ilius) /
Men(enia) Flaccus IIvir i(ure) d(icundo)
ter quinq(uennalis) / trib(unus) mil(itum)
a populo / primo duomviratu(!) Apollinarib(us)
pontarios / paria III pugiles catervarios et pyctas
ludos / omnibus acruamatis pantomimisq(ue)
omnibus et / pylade et HS n(ummos) X(milia)
in publicum pro duomviratu(!) / secundo duomviratu(!)
quinq(uennalis) Apollinaribus
tauros taurarios succursores
ter die solus in spectaculis athletas / par(ia) XXX
glad(iatorum) par(ia) V et gladiat(orum) par(ia)
XXXV et / venation(es)
ursos / cetera venatione varia cum collega /
tertio duomviratu(!) ludos factione prima /
adiectis acruamatis cum collega //
Clodia A(uli) f(ilia) hoc monumentum sua
impensa / sibi et suis
No tengo claro que eran esos taurocentae o esos taurari.
Sobre taurocentae he encontrado esto en la red
12A029 LAMP
Orange slip
North Africa
c. 373–425 A.D.
Discus: bull fight (two taurocentae attempting to throw bull, a third flying through the air, and a prisoner[?] on r.)
He puesto una imagen del susodicho objeto ((Toros-Roma f10)
taurocentae, taurokentai, centauro? centauro
Del lat. centaurus, y este del gr. κένταυρος
parece que a alguien se le habia ocurrido ya esto
http://groups.yahoo.com/group/cybalist/message/121
los centauros (en griego Κένταυρος Kentauros, «matador de toros», «cien fuertes», plural Κένταυρι Kentauri; en latín Centaurus/Centauri) son una raza de seres con el torso y la cabeza de humano y el cuerpo de caballo.
Smrl ¡porfa! intenta explicarnos lo de la lamparilla de la fig-10
Y con respecto a los toros en Tesalia he encontrado este texto en
http://www.revistaiberica.com/Grandes_Reportajes/toro.htm
…Festejos similares a los celebrados por los griegos, quienes sentían predilección por el toro y, con él, celebraban fiestas en honor de los dioses que, a su vez, recibían sobrenombres taurinos. En Tesalia, tenían lugar las taurocatapsias (de tauro y de kataptein, que significa ligar) donde los jinetes corrían tras los toros hasta cansarlos. Luego, los cogían por las defensas y los derribaban, torciéndoles el cuello. Este fue el espectáculo - según testimonio del naturalista Plinio - que el emperador romano Julio César introdujo en el circo romano un siglo antes de la Era Cristiana. Incluso, Rodrigo Caro afirma en sus "Días geniales o lúdricos" que las diversiones de Tesalia pasaron a Iberia, por lo que "a los toreadores llamaban tesalos".
En la web http://www.geocities.com/pascualbarea/diasgeniales.html hablan del mencionado libro de Rodrigo Caro y apuntan que: Se ocupa de los orígenes clásicos de las fiestas de toros y como amante y conocedor de la antigüedad, busca la correspondencia entre los juegos de su tiempo y los juegos de antiguos griegos y latinos.
Dado que Rodrigo Caro (1573-1647) es del Siglo de Oro lo mismo puedo encontrar por esas librerías de Dios su sugerente “Días geniales y lúdricos”
Total smrl, que aunque taurocentae se parezaca a centauro....poco tienen que ver.
Andanada:
No se a que explicación te refieres sobre la lámpara. Es una lámpara de aceite de cerámica realizada en barro rojo y horneada a atmósfera oxidante, pareciera tener un vidriado de superficie leve por espolvoreo de minio o galena. Posiblemente haya sido confeccionada a partir de un modelo en bronce, es un objeto de producción seriada realizado con molde y de caracter popular, esto se observa en la falta de detalle en los racimos de uva que decoran la franja exterior y la escasa profundidad del relieve y detalle en las figuras centrales. Lo más probable es que el asa no pertenezca al molde y sea añadida a la pieza cruda. Tiene dos rasgos interesantes, el segundo racimo de uvas de la izquierda y el primero de la derecha presentan marcas que posiblemente se deben a la estiba de secado. Tiene defectos de aprolijamiento en la terminación ( adherencias de material fresco que quedaron en las ranuras) que demuestran que es una pieza realizada para un consumo y gusto popular.
Tal vez el motivo central de la pieza no este tomado de una lámpara sino de un plato, ya que las perforaciones "cortan" las figuras", cosa que no se observa en otros modelos en los cuales las figuras no se superponen a la decoración.
Estas lámparas se llenaban con aceite de oliva. Las que se encuentran en la página de donde has tomado la que figura en el artículo proceden de colecciones de lámparas en Inglaterra. Los motivos que decoran las lámparas son gladiadores o luchas con fieras.
Errata:
Donde dice "no se superponen a la decoración." debe decir, no se superponen a la perforación.
IE:
tauro-
toro. derivado de la raiz st- pero palabra independiente del IE. derivados, taurino, toreador, etc. del latin taurus del griego tauros.
Mi pregunta: si tauro es toro... por que un centauro es mitad caballo?
Acudo de nuevo a Graves (Los mitos griegos esta vez) que nos dice que tal vez ambas palabras sólo estén relacionadas en apariencia:
"Tanto los lapitas como los centauros pretendían descender de Ixión,
un héroe-roble, y tenían en común el culto del caballo (véase 63.a y b).
Eran tribus montañesas primitivas de la Grecia septentrional y los helenos
aprovecharon su antigua rivalidad aliándose primeramente con unos y luego
con los otros (véase 35.2, 78.1 y 81.3). Centauro y lapita pueden ser
palabras itálicas: centuria, «grupo militar de cien hombres», y lapicidae,
«desmenuzadores de pedernal?. (La etimología clásica habitual es, respectivamente,
de centtauroi, «los que alancean toros», y lapizein, «fanfarronear
».) Estos montañeses parecen haber practicado orgías eróticas, con lo
que ganaron una reputación de promiscuidad entre los helenos monógamos;
miembros de su raza neolítica sobrevivieron en las montañas de Arcadia y
en el monte Pindó, hasta la época clásica y vestigios de su idioma preheleno
se encuentran en la Albania moderna."
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