Autor: A.M.Canto
jueves, 30 de diciembre de 2004
Sección: Artículos generales
Información publicada por: A.M.Canto


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En defensa de Menéndez Pidal

Conviene tener presente, y respetar, la digna vida y la ingente obra lingüística de este gigante de la Filología peninsular.

Me ha irritado bastante ver que se hablaba en otro foro con ligereza e injusticia de un gigante de la cultura y las lenguas peninsulares, y un ejemplo de la ética científica y humana, como lo fue D. Ramón Menéndez Pidal. De quitarse el sombrero por su rigor y su seriedad. Un hombre con una enorme obra científica, y el reconocido precursor en España de la moderna Filología al modo europeo. Alguien que no hablaba si no ponía las pruebas por delante, y que respetaba la obra de los demás. Uno de esos pocos españoles conocidos y reconocidos en todo el mundo. Un liberal, por cierto, y un defensor de la República. A la vista de algunos ataques dirigidos a su persona, tratándole sin el respeto que su vida y obra merecen, quizá por la superficialidad de su conocimiento, y en parte por una propaganda negativa debida a algunas de sus conclusiones filológicas, creo de interés general incluir aquí un artículo dedicado a su persona. Consta de dos semblanzas suyas, tomadas de dos artículos serios en la Red: la primera refleja su ingente obra, la segunda contiene aspectos más personales. Me he permitido destacar en mayúsculas algunos rasgos significativos.

Menéndez Pidal, Ramón (La Coruña,1869- Madrid, 1968)
En la Universidad madrileña tiene entre sus maestros a Menéndez Pelayo; allí se doctora en Filosofía y Letras, en 1892. Ese mismo año emprendía la redacción de su estudio sobre el Poema del Cid, que fue premiado por la Real Academia Española en 1895, y que, con muchas correcciones y adiciones, había de ser publicado en 1908 con el título de Cantar de Mio Cid: texto, gramática y vocabulario, en 3 vols. (2.ª ed., Madrid 1944-46). Pero antes de la aparición de ésta había publicado ya varias obras fundamentales: La leyenda de los Infantes de Lara (Madrid, 1896); el estudio sobre las Crónicas generales de España (Madrid, 1898), al que en 1906 seguiría la publicación de la Primera Crónica General, el manual de Gramática histórica española (Madrid, 1904; 10.ª ed., 1958). En el curso 1896-97 es profesor en la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo; en 1899 obtiene la cátedra de Filología Románica de la Universidad de Madrid, que habría de conservar hasta su jubilación; la Real Academia Española le recibe en su seno (1902), y es Menéndez Pelayo quien pronuncia el discurso de bienvenida. En 1897-98 estudia en Toulouse con J. Jeanroy, A. Thomas y J. Ducamin, con quienes trabajó en antiguo francés y en provenzal. Inicia también la exploración de la tierra española en busca de materiales lingüísticos y de poesía tradicional. Comienza sus trabajos dialectológicos: El dialecto de Lena (en Asturias, de Canella, II, Gijón, 1897); el importante estudio de conjunto El dialecto leonés (en la Rev. de Archivos. Bibliotecas y Museos, 1906; 2.ª ed. con prólogo, notas y apéndices de Carmen Bobes, Oviedo, 1962). En 1900, casamiento con María Goyri, la primera mujer que hizo estudios oficiales en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, estudios terminados en 1896. En compañía de ella hizo muchas excursiones por tierras de Castilla la Vieja, recogiendo romances.
En 1905 existía un conflicto de límites entre el Perú y el Ecuador. Nombrado árbitro don Alfonso XIII, éste designó como su comisario a Menéndez Pidal. Don Ramón residió algún tiempo en Quito y en Lima; en Quito se firmó, con los ministros del Ecuador y del Perú, un acta en que a propuesta de Menéndez Pidal ambos países se comprometían a retirar las fuerzas que tenían en el Napo, del alto Amazonas, y entre las que ya había habido sangrientos choques. En seguida, viajó por Chile, Argentina y Uruguay, y pudo comprobar que también en estos países, lo mismo que en España, se seguía cantando el romancero tradicional.
En 1907 forma parte de la comisión ejecutiva de la Junta para Ampliación de Estudios, presidida por Cajal, para fomentar la investigación científica en España; pronto, seguirá la fundación dentro de la Junta, del Centro de Estudios Históricos (1909) y de la Revista de Filología Española (1914), dirigidos por él. (La Revista de Filología Española publicaba en su primer cuaderno la edición y estudio por M. Pidal del Poema de Elena y María, Poesía inédita del siglo XIII.).
De 1917 a 1920, publica importantes estudios, como Roncesvalles, un nuevo Cantar de gesta española del siglo XIII en Rev. de Filología Esp., IV, 1917); La primitiva poesía lírica española (discurso en el Ateneo, 1919; trad. italiana, 1949), tema que luego tratará en muchas perspectivas distintas; Sobre geografía folklórica, ensayo de un método (en la Rev. de Filología Esp., VII, 1920), aplicación al Folklore, de métodos de la geografía lingüística; Un aspecto en la elaboración del Quijote (disc. en el Ateneo, 1920; 2.ª ed. 1924; trad. inglesa 1932; rusa, 1961). En 1924 aparece otra obra fundamental, Poesía juglaresca y juglares (6.ª ed. muy renovada, 1957). Hace en este período algunos viajes para recibir la investidura de doctor honoris causa: en Toulouse (1921), en Oxford (1922), en la Sorbona (1924). En 1925 es elegido director de la Real Academia Española. Dos obras de máxima importancia se publican en seguida: en 1926, los Orígenes del español (4.ª ed., 1956) y La España del Cid (1929; 4.ª ed., 1947; trad. inglesa 1934; alemana, 1936-37). Añádase la Flor nueva de romances viejos (1928), antología del Romancero, que tiene muchas ediciones (trad. rusa 1961).
ESCRIBE (1929) SU FAMOSA CARTA AL DICTADOR GENERAL PRIMO DE RIVERA, EN LA QUE DEFIENDE EL FUERO DE LA UNIVERSIDAD. Funda (en 1933), como una sección del Centro de Estudios Históricos, el Instituto de Estudios Clásicos, el cual comienza la publicación de la revista Emerita. Obras de estos años son: Supervivencia del poema de Kudrun (1933; trad. alemana 1938); El Imperio Romano y su provincia (1935) es el prólogo al tomo II -el primero aparecido- de la Historia de España, dirigida por M. Pidal.
DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA DESARROLLÓ BREVES CURSOS EN LAS UNIVERSIDADES DE TOULOUSE Y LA HABANA, Y FUE PROFESOR DURANTE DOS SEMESTRES EN COLUMBIA UNIVERSITY DE NUEVA YORK. Publica Poesía árabe y poesía europea (trad. italiana, 1949; rusa, 1961) y El honor en el teatro español (trad. alemana, 1942; rusa, 1961).
Vuelto a España poco después de terminada la contienda civil, inicia algunos temas históricos. De esta época son los Caracteres primordiales de la Literatura española (1949); La Real Academia Española le eligió, de nuevo, director, en 1947, cargo que desempeñó hasta su fallecimiento. Cumple Menéndez Pidal los 80 años, y su capacidad de producción científica sigue juvenil; precisamente, entre los 80 y 90, publica un grupo de libros de capital importancia dentro de su obra: Reliquias de la poesía épica española (1951); Romancero hispánico (2 vols., 1953); La Chanson de Roland y el neotradicionalismo (1959, en que el autor cumple los 90 años; trad. francesa, 1960. Publica otros importantes estudios: Los reinos de la Reconquista (prólogo al tomo VI de la Historia de España por él dirigida, 1959), Los godos y el origen de la epopeya (1956; trad. rusa, 1961); El Padre Las Casas y Vitoria (1959); Dos problemas iniciales relativos a los romances hispánicos (en la Enciclopedia Lingüística Hispánica, t. I, págs. I-CXXXVIII, 1959. La primitiva lírica europea, estado actual del problema (en Rev. de Filología Esp., XLIII, 1960); Dos poetas en el Cantar de Mio Cid (en la Romania, 1961, LXXXII. Como si quisiera hacer alarde de su prodigiosa capacidad física, durante estos años hace muchísimos viajes -más que en ninguna otra época de su vida-, la mayor parte de ellos al extranjero (casi todos para propagar en conferencias o defender en congresos internacionales su concepto de la poesía tradicional y el estado latente en que ella vive durante largos períodos). En 1953, preside el Congreso Internacional de Lingüística románica, de Barcelona; en 1958 va a Colonia, al Coloquio sobre Carlos V donde pronuncia su conferencia Formación del fundamental pensamiento político de Carlos V (que se publica en las Actas de dicho Coloquio), y allí el presidente de la República Alemana le impone una de las condecoraciones más altas de su país, concurre a la inauguración de la «Sala Menéndez Pidal» en la Biblioteca de Oporto; en 1962 asiste en Oxford a la reunión fundacional de la Asociación Internacional de Hispanistas, y es nombrado presidente de honor de ella.
Durante estos años, de 1950 a 1957, se publican siete volúmenes de los Estudios dedicados a Menéndez Pidal, editados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
MENÉNDEZ PIDAL INICIÓ EN ESPAÑA EL ESTUDIO METÓDICO Y RIGUROSO,CON TÉCNICAS NUEVAS, DE LOS TEMAS HISTÓRICOS Y LITERARIOS: SU PUNTO DE ARRANQUE ES EL ESTUDIO PORMENORIZADO DE LOS TEXTOS. La filología española había vivido durante el s. xix casi totalmente aislada del mundo exterior. Mientras tanto, en Europa, la historia positiva del lenguaje había tenido un crecimiento de maravilla, y también la historia literaria empleaba métodos de análisis mucho más precisos. La aplicación por el joven Menéndez Pidal de estas nuevas técnicas es lo que hace posible obras tan tempranas como La leyenda de los Infantes de Lara (1896) en lo literario, o el Manual de Gramática histórica española (1904) en lo lingüístico.
El estudio de nuestra literatura de la Edad Media lo inicia con el análisis más minucioso y profundo del Cantar de Mio Cid. Pero M. Pidal se propone la reconstrucción de nuestra antigua épica, en la cual el Poema del Cid es el único resto bien conservado (junto al de las Mocedades de Rodrigo, en estado ruinoso). Pero el joven investigador comprende que para esa reconstrucción es necesario aclarar el caos que parecen formar los manuscritos de las crónicas, y así sale su libro de las Crónicas generales de España (1898), y puede escoger y publicar el mejor texto que represente la Primera Crónica general, y señalar la existencia de la que llama Crónica de 1344, y otras redacciones posteriores. Es a través de la labor de prosificación de las Crónicas como va rastreando la redacción de los antiguos cantares; los prosificadores han respetado, en ciertas páginas, intactos o casi intactos, los versos y las asonancias. Así reconstruye el cantar de los Infantes de Lara, y otras narraciones poemáticas, como el Cantar de Bernardo del Carpio, y el Romance del Infante García, y otros varios. Otras veces, la casualidad pone en las manos de M. Pidal unas hojas de otro antiguo poema, al que llama Cantar de Roncesvalles, o, aunque no en el campo de la épica, por el cuadernillo de un juglar anónimo, el Poema de Elena y María (1914). El estudio de la épica se complementa con el del romancero. Menéndez Pidal demuestra lo que Milá había vislumbrado: que el romancero es, por lo menos en parte, la consecuencia de nuestra antigua epopeya. Para poner ese tesoro en todas las manos, publica su deliciosa antología Flor nueva de romances viejos, que tanta difusión ha logrado por el mundo. Estos trabajos los corona M. Pidal con su Romancero hispánico, en dos densos volúmenes de estudio, a los que siguen otros de edición del Romancero tradicional (colección de textos y notas de su esposa doña María Goyri, de él y discípulos: publicado, sólo el volumen primero, 1957).
Otro tema al que don Ramón dedicó gran parte de sus actividades fue al estudio de la lírica primitiva, desde su discurso en el Ateneo, en 1920. El crítico se movía entonces en un terreno, en su mayor parte, hipotético; después, el descubrimiento y estudio de las jarchas viene a dar nuevo interés a estos problemas, y prueba la solidez de su hipótesis.
MAYOR AÚN QUIZÁ, QUE LO LITERARIO, FUE EL ESFUERZO REALIZADO POR M. PIDAL EN LO LINGÜÍSTICO, PORQUE EL VACÍO DE LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS ERA, SE PUEDE DECIR, ABSOLUTO. Ya hemos indicado lo que significó en su momento el Manual de Gramática histórica española (que hoy se sigue, sin cesar, reimprimiendo). EN ESTA DIRECCIÓN, SU OBRA MÁXIMA ES LOS ORÍGENES DEL ESPAÑOL, EN LOS QUE INDAGA, MINUCIOSA Y CLARIVIDENTEMENTE, A TRAVÉS DE LOS VULGARISMOS DEL LATÍN DE LOS DOCUMENTOS DE LOS SS. IX-XI, EL ESTADO QUE LAS HABLAS ROMANCES PENINSULARES (QUE NO SE ESCRIBÍAN AÚN) TENÍAN YA EN BOCA DE LAS GENTES DE ESA ÉPOCA. POR CAMPOS MÁS ARRIESGADOS, EN MUCHAS HORAS DE LOS AÑOS DE SU VEJEZ, DEDICÓ DON RAMÓN SU TALENTO AL DIFÍCIL ESTUDIO DE LAS CAPAS MÁS ANTIGUAS DE LAS LENGUAS PENINSULARES, TAL COMO SE PUEDE RASTREAR POR LA TOPONIMIA. HAY QUE SEÑALAR AÚN QUE M. PIDAL ES TAMBIÉN CABEZA DE TODOS LOS ESTUDIOS DIALECTOLÓGICOS MODERNOS EN ESPAÑA: YA EN 1897 HABÍA PUBLICADO UN ARTÍCULO SOBRE EL HABLA DE LENA; AÑOS DESPUÉS, SU ESTUDIO GENERAL SOBRE EL LEONÉS.
Un amplio siglo de la Edad Media peninsular está vivificado en su obra monumental La España del Cid. Otros muchos temas de historia, tanto peninsular como de la acción de España en América, fueron objeto de su intenso y cuidadoso estudio, en sus últimos años, en los que publicó importantes artículos sobre Fernando el Católico, Carlos V, la conquista y colonización de América, el padre Las Casas, etc.
Fue Menéndez Pidal un hombre enjuto, más bien menudo, cara fina, con su característica barba, mirada penetrante: a los cincuenta y tantos años perdió la visión de un ojo a causa de un desprendimiento de retina, pero continuó sin desmayo su tarea. Fue ése el único fallo de su salud, cuidada, además, por él, como requisito indispensable para el trabajo, con régimen sano y moderado de comidas, y ejercicio físico: todavía a sus 94 años, conservaba vivos movimientos juveniles, subía y bajaba las escaleras con presteza, y aún trepaba por las laderas en sus breves semanas de veraneo en San Rafael (sierra de Guadarrama). Muy atento y cortés con todos, de afectos y estilo refrenados (con mayor afectividad en el trato y mayor pasión y libertad en el estilo, en estos años últimos), sus muchas horas de trabajo (aún en 1964) se veían interrumpidas para presidir, con toda autoridad y una participación siempre viva y alerta, las sesiones de la Real Academia Española, o asistir a las de la Historia.
CUANDO EN 1896 M. PIDAL PUBLICA SU PRIMER LIBRO, SALE AL MUNDO DE LAS CIENCIAS DEL ESPÍRITU CON LOS RASGOS DE LA GENERACIÓN EUROPEA A LA QUE PERTENECE: es el momento en que las distintas matizaciones del positivismo (desde 1830) están dando frutos abundantes en el terreno de las ciencias experimentales. Las ciencias del espíritu, movidas por un anhelo positivista general, buscan también métodos de exactitud y rigor semejantes a los de las ciencias fisiconaturales. Podemos considerar en la teoría pidaliana, dos vertientes de un mismo pensamiento: la tradición literaria y la lingüística.
En lo literario, Pidal descubre una larga cadena de hechos enlazados entre sí en una relación de antecedente y consecuencia: prueba sólidamente la existencia de una tradición épica, de la que conservamos un par de poemas (Cid y Mocedades de Rodrigo) y fragmentos de otros dos (Roncesvalles, Infantes de Lara), mientras que otros varios son utilizados como fuente en las Crónicas, y a veces mencionados en ellas como tales poemas y aun con el nombre especial con el que a cada uno se le designaba. Los antiguos cantares son prosificados en las Crónicas. Los romances épicos proceden unas veces de condensación de los antiguos cantares, otras de su fragmentación. En época posterior (s. xv) se escriben también romances noticiosos que narran hechos de la guerra fronteriza con los moros: estos romances dan origen a otros más breves en los que ya predominan los elementos legendarios. El romancero llega a inspirar el teatro del s. xvii, como se ve ante todo en Lope. Éste recoge esa tradición épica, y la línea, también existente, de tradición lírica, y resulta así como el vínculo tradicional entre la España medieval y la moderna. La tradicionalidad ofrece también curiosos aspectos laterales: uno es la tendencia al anonimato literario que se cumple casi totalmente en el romancero y el cancionero, pero que opera todavía en el mismo s. xvii.
Una labor hasta cierto punto paralela es la que M. Pidal desarrolló respecto a la tradicionalidad en el lenguaje: en sus Orígenes del español, UNA ENORME RECOGIDA DE DATOS Y SU ORDENACIÓN Y COMPARACIÓN CUIDADÍSIMA LE PERMITIÓ PONER ANTE NUESTROS OJOS MULTITUD DE TESTIMONIOS DE LO QUE ERA LA LENGUA PENINSULAR EN MÁS DE DOS SIGLOS (DEL IX AL XI), QUE NO ERAN DESCONOCIDOS PORQUE ESA LENGUA QUE ENTONCES SE HABLABA, NO SE ESCRIBÍA (EN LO ESCRITO SE USABA EL LATÍN). DESCUBRE ASÍ UN ESLABÓN PERDIDO DEL PASO DESDE LAS PRIMITIVAS FORMAS DEL LATÍN VULGAR A LA LENGUA MODERNA. EMPLEA AHÍ PIDAL UN MÉTODO ORIGINAL, POR LO MENOS POR NADIE PRACTICADO EN TANTA EXTENSIÓN Y CONTINUIDAD. EL MUNDO DEL ROMANCE MOZÁRABE QUEDA AHORA POR PRIMERA VEZ CIENTÍFICAMENTE CONSIDERADO. NO SOLAMENTE SE ILUMINAN LOS ESPACIOS LINGÜÍSTICOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA, SINO QUE TAMBIÉN SE DISCUTEN OTROS, ROMÁNICOS Y NO ROMÁNICOS (FENÓMENOS DEL PROVENZAL, VARIADOS FENÓMENOS DE FONÉTICA VASCA); SE DESARROLLAN TEORÍAS COMPLEMENTARIAS QUE EXPLICAN CASOS ESPECIALES DE LA TRADICIONALIDAD LINGÜÍSTICA: ACCIÓN DEL SUSTRATO, ORIGEN ITÁLICO DEL LATÍN IMPORTADO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA; PROCESOS QUE LLEVAN A LA DIPTONGACIÓN; LA RAPIDEZ O LENTITUD DE LOS CAMBIOS FONÉTICOS; EL ESTADO «LATENTE» DE LOS FENÓMENOS LINGÜÍSTICOS.
De especial importancia en su pensamiento es la noción de «latencia». Aplicada primero por él sólo a lo lingüístico, Pidal llegó a percatarse de que la gran tradición es inexplicable sin la existencia de «estados latentes», en cualquiera de los aspectos de la cultura humana colectiva y ante todo lo mismo en lenguaje que en literatura.
La gran teoría de Menéndez Pidal tiene, pues, dos aspectos de lo que en el fondo es una misma cosa: tradición y latencia; tradición que vemos sólo en «testigos» que afloran, o que logramos extraer, aquí y allá, alejados unos de otros, pero inexplicables si no pensamos que un fluido secreto los une; «estados latentes» que no son sino tradicionalidad escondida.
NO PUEDE HACER HISTORIA QUIEN NO CREA EN LO ESCONDIDO O HIPOTÉTICO Y QUIEN NO TRABAJE CON EL ARDOR Y ÉXITO DE PIDAL EN SACARLO A LUZ. Porque la fortuna -por una vez justa- le premió abundantemente. El día 4 de marzo de 1964 (jueves) aún participó don Ramón intensamente en los trabajos de la Real Academia Española. En la noche de ese día se presentaron, solapados, algunos prenuncios de enfermedad; el 9 de ese mes sobrevino el ataque de trombosis cerebral. El 15 de noviembre de 1968 falleció. Con los artículos y libros en que a raíz de la muerte se ha reseñado o comentado su obra, podrían formarse bastantes volúmenes.

Fuente: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/menendez_pidal.htm

DON RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL
En 1869 nació en La Coruña, por azar del destino profesional de su padre, don Ramón Menéndez Pidal, pero su infancia y primera juventud transcurrieron en la que él consideró siempre su tierra asturiana. Los campos y montañas de la comarca pasariega fueron el campo de sus primeras correrías y dejaron una profunda huella en él. De esta infancia y mocedad asturianas proceden dos aficiones que Menéndez Pidal mantendría durante toda su vida: su espíritu andariego por todos los vericuetos serranos Y SU AMOR POR DESCUBRIR TRADICIONES CONSERVADAS POR LAS GENTES SENCILLAS DEL CAMPO. Llegó a ser un buen montañero, como demostró en su expedición por los Andes, en 1905, con motivo de un arbitraje para el que fue designado a fin de solventar una cuestión de límites entre Perú y Ecuador. Pasear por la sierra madrileña constituyó uno de sus mayores placeres, tanto para él como para su mujer, doña María Goyri. Su vocación filológica nació mientras acompañaba por los montes asturianos a su hermano Juan, que recogía viejos romances, los primeros que el joven Ramón oiría directamente de pastores y campesinos. CUENTOS, LEYENDAS ORALES, POEMAS TRADICIONALES, TODO APARECÍA COMO UN TESORO QUE HABÍA QUE DESCUBRIR. Y AL LADO, LAS PECULIARIDADES LINGÜÍSTICAS DE DIALECTOS Y HABLAS LOCALES. Son todos éstos, caminos que habría de recorrer el maestro a lo largo de toda su vida.
Menéndez Pidal fue en buena medida un autodidacta. Es verdad que contó con el magisterio directo de Menéndez Pelayo, al que alabó en repetidas ocasiones. Pronto advirtió que los juicios certeros del sabio santanderino se apoyaban en una sólida erudición asociada a una intuición poderosa, aunque carente de los métodos de análisis de la ciencia filológica que apuntaban por entonces en toda Europa. Don Ramón suplió con su inmensa capacidad de estudio la carencia de un magisterio directo. MUY JOVEN AÚN, SE FAMILIARIZÓ CON LOS MÉTODOS DE LA ESCUELA ALEMANA DE FILOLOGÍA. DE ELLA HEREDÓ EL PRINCIPIO POSITIVISTA DE QUE TODA AFIRMACIÓN TENÍA QUE ESTAR APOYADA EN DATOS DOCUMENTADOS. Muy pronto superaría el mero positivismo documental para adentrarse en el terreno de la interpretación.
Menéndez Pidal se dio cuenta en seguida de que en España no había existido una verdadera filología. ÉL INTRODUJO EN NUESTRO PAÍS UN ESPÍRITU CIENTÍFICO NUEVO. Seguramente tiene que ver con ello EL MOVIMIENTO REGENERACIONISTA QUE HABÍA CONOCIDO DESDE SU JUVENTUD. AUNQUE PROCEDENTE DE UNA FAMILIA EXTRAORDINARIAMENTE CONSERVADORA, EL JOVEN PIDAL PERCIBIÓ CON CLARIDAD QUE LA CIENCIA ESPAÑOLA NECESITABA UN CAMBIO DE RUMBO. ESTE PENSAMIENTO CULMINA CON LAS IDEAS DE REFORMA QUE POSTULARON LOS HOMBRES DE LA GENERACIÓN DEL 98. NO ES CASUALIDAD QUE FUERA COETÁNEO DE RAMON Y CAJAL, CREADOR DE LA MODERNA HISTOLOGÍA. A MENÉNDEZ PIDAL HAY QUE INSERTARLO CON PLENO DERECHO EN ESA GENERACIÓN.
Pidal vio en el estudio de la Edad Media española el modo de contribuir a recuperar la verdadera imagen de España. Su primera obra, La Leyenda de los Infantes de Lara, en 1896, es, aun con sus imperfecciones, una buena muestra de ello. Pero donde acierta con el camino definitivo es en su edición y estudio del Cantar de Mio Cid, obra premiada por la Academia, tras un reñido concurso, en 1895, que no fue publicada hasta años más tarde, entre 1908 y 1911, convenientemente revisada y ampliada.
En la renovación de los estudios medievales Menéndez Pidal no fue solo. Le acompañaron hombres ilustres como Gómez Moreno, en el campo de la arqueología y de la paleografía, de Asín Palacios, en el terreno del arabismo, etc. La pléyade de escritores con los que convivió Pidal en su juventud ejerció en él un notable influjo. Junto a los consagrados del siglo XIX (Varela, Galdós, Pardo Bazán, Clarín, etc.) coincidió con los jóvenes rebeldes del 98. EN LOS DIEZ PRIMEROS AÑOS DEL SIGLO SON YA CONOCIDAS LAS PRIMERAS OBRAS DE AZORÍN, DE VALLE-INCLÁN DE UNAMUNO, DE MACHADO ETC. A ELLOS SIGUEN JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, ORTEGA Y OTROS CON LOS QUE MANTUVO UNA COMUNICACIÓN ASIDUA. EL MARCO CULTURAL ESTABA CLARO. MENÉNDEZ PIDAL SE INCLUYE EN ÉL CON PLENA VOLUNTAD, COMO AÑOS MÁS TARDE HARÍA EXPLÍCITO.
Entre 1908, en que se publica su Edición, Gramática y Vocabulario del Cantar de Mio Cid, y 1926, en que aparecen sus Orígenes del español, Menéndez Pidal realizó una ingente obra de investigación que contiene los rasgos esenciales de su pensamiento lingüístico y de los métodos filológicos de quienes desde entonces se sintieron discípulos suyos. Seguramente el rasgo más notable del pensamiento pidalino es su teoría del cambio lingüístico, que supera los rígidos moldes del positivismo neogramático, añadiendo a lo que éste tenía de válido la idea capital de que los cambios viven a veces durante siglos en estado latente y que su generalización depende también de factores sociales y culturales.
Muy pronto don Ramón fue reconocido como el maestro de la filología española. A ello contribuyó no solo LA MAGNITUD Y LA CALIDAD CIENTÍFICA DE SU OBRA, SINO TAMBIÉN, Y DE MODO MUY PODEROSO, SU CAPACIDAD PARA COMPARTIR LA LABOR CON LOS JÓVENES INVESTIGADORES que se acercaban a él, ávidos de incorporarse a aquella aventura científica. Desde sus primeros discípulos -Onís, Castro, A. Alonso, Navarro Tomás-, hasta los que fueron uniéndose a ellos -D. Alonso, R. Lapesa, A. Zamora y tantos otros- todos aceptaron la nueva concepción de la filología española. Muchos otros discípulos directos e indirectos habrían de prolongar hasta nuestros días los principios fundamentales de la nueva escuela.
El maestro advirtió pronto que su empresa necesitaba de la colaboración de muchos otros. SU TALANTE TOLERANTE Y COMPRENSIVO FAVORECIÓ QUE EN TORNO A SU FIGURA SE CREARA LO QUE FUE PROBABLEMENTE EL PROYECTO EN QUE DEPOSITÓ MÁS ESPERANZAS: EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS. MENÉNDEZ PIDAL PRACTICÓ LA IDEA DEL LIBERAL INTELECTUAL EN TODA SU PLENITUD. ESTO HIZO POSIBLE QUE EN AQUEL CENTRO CONVIVIERAN GENTES DE DIVERSA IDEOLOGÍA, EN UN AMBIENTE DE TRABAJO Y DE CORDIALIDAD QUE HABRÍA DE ROMPERSE EN LA CONTIENDA CIVIL QUE ARRUINÓ AQUEL ESPLÉNDIDO FLORECER DE LA CULTURA Y DE LA CIENCIA ESPAÑOLAS.
MENÉNDEZ PIDAL FUE UN HOMBRE QUE VIVIÓ PARA SU PROPIA OBRA PERO TAMBIÉN PARA LA OBRA DE LOS DEMÁS. EL RASGO FUNDAMENTAL DE SU PERSONALIDAD INTELECTUAL FUE EL RIGOR. SE CONSERVAN NUMEROSOS APUNTES MANUSCRITOS EN LOS QUE SE MANIFIESTA LA METICULOSIDAD CON QUE APOYABA EN LA DOCUMENTACIÓN SUS INTERPRETACIONES LINGÜÍSTICAS Y FILOLÓGICAS. También el cuidado con que planeaba sus obras. Poseemos notas suyas manuscritas con el calendario de terminación y de final que fijaba para cada uno de los estudios que elaboraba o que pensaba abordar. Fue este mismo IDEAL DE RIGOR el que le llevó a rehacer y rectificar algunas de sus obras fundamentales. A pesar del considerable avance que significó para el conocimiento de la morfología, la sintaxis y la semántica su Cantar de Mio Cid. Texto. Gramática. Vocabulario, siempre pensó que tendría que revisarlo. Hasta tres veces, con un lapso de tiempo muy amplio, rehizo su Leyenda de los Infantes de Lara. COMO VERDADERO HOMBRE DE CIENCIA, SE RECTIFICÓ A SÍ MISMO Y ACEPTÓ LAS RECTIFICACIONES DE OTROS. PERO CON EL MISMO RIGOR DEFENDIÓ SUS POSICIONES CUANDO PODÍA OFRECER SUFICIENTES DATOS. NO ELUDIÓ EL NECESARIO DEBATE CIENTÍFICO QUE PERMITE CONTRASTAR DATOS E INTERPRETACIONES DIVERGENTES. Sirva como ejemplo el modo en que fue elaborando su teoría sobre la épica, cuya última redacción quedó inconclusa a su muerte y ha sido finalizada después por los investigadores del Seminario Menéndez Pidal. Rigor, firmeza y ductilidad son, pues, notas relevantes en el quehacer científico de Menéndez Pidal.
Como maestro auténtico, Menéndez Pidal fue un gran impulsor de ideas y de proyectos. No hay más que echar un vistazo a la obra de sus discípulos para advertir cómo, partiendo de un mismo interés científico, la obra de sus colaboradores del Centro de Estudios Históricos siguió un camino propio en cada uno de ellos. EN TORNO A MENÉNDEZ PIDAL NUNCA EXISTIÓ LA ADULACIÓN NI LA CIEGA IMITACIÓN. SU FIGURA Y SU OBRA FUE UN CENTRO IRRADIADOR DE NUEVOS INTERESES CIENTÍFICOS. Así se completaba la magna obra de construir una escuela de filología, que llega mucho más allá que la pura existencia física de su creador.
NOTABLE RELEVANCIA TIENE EN SU PERSONALIDAD EL PLANO ÉTICO. ELLO SE MANIFIESTA, EN PRIMER LUGAR, RESPECTO DE LA HONESTIDAD CIENTÍFICA. ÉL MISMO AFIRMÓ LO SIGUIENTE: "EN LA INVESTIGACIÓN, COMO EN CUALQUIER ASPECTO DE LA VIDA, LA DISCIPLINA ÉTICA ES LA BASE DE TODO: LA PROBIDAD ES ANTES QUE LA CAPACIDAD". ESTE PRINCIPIO ÉTICO PRESIDIÓ AQUEL EJEMPLO DE FECUNDA LABORIOSIDAD QUE FUE EL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS. NO POCO SUFRIMIENTO LE CAUSÓ VER QUE SE DERRUMBABA EN EL VENDAVAL DE NUESTRA CONTIENDA CIVIL.
A su vuelta del exilio, en 1939, se dio cuenta de que, aun conservándose sus instalaciones, sus colaboradores se habían dispersado en la diáspora de la guerra civil y EL CENTRO ERA DESMANTELADO POR EL NUEVO RÉGIMEN POLÍTICO. Era imposible reanudar multitud de proyectos. El ALPI, el Tesoro lexicográfico y tantos otros trabajos en curso de realización habrían de quedar abandonados para siempre. Afortunadamente su archivo se había salvado, tras mil avatares. Algunos reprocharon a Menéndez Pidal que volviera tan pronto a la España vencida, CUYO RÉGIMEN REPUBLICANO ÉL HABÍA APOYADO PÚBLICAMENTE. EL MAESTRO TUVO QUE ELEGIR ENTRE LA CONTINUACIÓN DE SU OBRA Y LO QUE PODRÍA INTERPRETARSE COMO UNA CLAUDICACIÓN POLÍTICA, QUE NUNCA LLEGÓ A SER UNA CLAUDICACIÓN ÉTICA. También el Menéndez Pidal ciudadano supo prestar su apoyo a las causas en las que creía. AUNQUE PENSARA QUE LA POLÍTICA ERA CON FRECUENCIA UN SERIO OBSTÁCULO PARA EL TRABAJO CIENTÍFICO, ÉL NO HURTÓ SU FIRMA EN DOCUMENTOS QUE APOYABAN CAUSAS JUSTAS. LA ÉTICA DEL CIENTÍFICO NO PODÍA ENTRAR EN CONTRADICCIÓN CON LA ÉTICA DEL CIUDADANO. SU TEMPLADO LIBERALISMO TENÍA QUE ESTAR AL LADO DE LA DEFENSA DE LA LIBERTAD DEL HOMBRE. POR ESO NO SE AHORRÓ DICTERIOS DE ALGUNOS EXALTADOS Y LA HOSTILIDAD DE MUCHOS POLÍTICOS DE LA DICTADURA. LOS DISGUSTOS DE 1947 Y DE 1953 SON BUENA PRUEBA DE ELLO.
Nos queda el don Ramón familiar. El hombre adusto, e incluso distante para algunos, se nos muestra como un esposo, padre y abuelo entrañable. Ello era consecuencia de su talante, propenso a una recatada ternura, que se advertía plenamente en la intimidad del ámbito familiar, pero también de la personalidad de su esposa, doña María Goyri, mujer dotada de un brillante talento, que colaboró con su marido, pero que prefirió renunciar a su propio quehacer científico para que don Ramón viviera en el ámbito de sosiego que necesitaba para crear su obra.
MENÉNDEZ PIDAL FUE, EN FIN, UN HOMBRE DEL NOVENTA Y OCHO QUE, COMO TAL, PROYECTÓ GRAN PARTE DE SU OBRA HACIA CASTILLA Y ESPAÑA. PARTIENDO DEL ESTUDIO DE LA HISTORIA LINGÜÍSTICA Y DE LOS TEXTOS, HUBO DE LLEGAR FORZOSAMENTE EN ESTE CAMINO A UNA INTERPRETACIÓN HISTÓRICA DE LA REALIDAD ESPAÑOLA. Su obra La España del Cid supuso utilizar todo su saber, procedente de distintas fuentes (texto literario, crónicas, documentos lingüísticos), para ampliar la visión del marco vivencial de aquella época.
Su magno proyecto de una Historia de España, cuya publicación todavía continúa, culmina esta trayectoria. El Archivo del Romancero es, en otro aspecto, un patrimonio de historia viva, arraigada en la hondura de la conciencia popular, pero ya a punto de desaparecer, que nos ha dejado a todos los hombres. Comenzó su labor transcribiendo los que encontró en sus amadas tierras asturianas y hoy los testimonios de este tesoro poético proceden de todas partes del mundo hispánico. Él, antes que nadie y mejor que otros, supo interpretar el significado colectivo de esa vieja poesía tradicional.
Menéndez Pidal no permaneció recluido en su preocupación española. Su comunicación con los romanistas más importantes del siglo XX, entre los que contó con entrañables amigos, fue constante. Animó a españoles y extranjeros a emprender trabajos de filología hispánica, contribuyendo de manera decisiva a formar ese formidable grupo de investigadores que son los hispanistas.

José Jesús de Bustos Tovar
Universidad Complutense

Fuente: http://www.dartmouth.edu/~aih/galeria/pidal.html


Comentarios

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  1. #1 jeromor 31 de dic. 2004

    Bueno, Rat Wulf, pues si ya no niegas el valor de su aportación, ahora vamos a por la tuya, al afirmar que para "este señor, todo es indoeuropeo, todo es celta, estoy convencido que si en España fuésemos Bosquimanos no importaría ya que seguro que diría que seriamos celtas morenitos consecuencia del grado de incidencia solar o vete a sabe..."
    Pues bien, no se si te acuerdas que en aquella época, lo que se llevaba era decir que la población "autóctona" de Hispania, los llamados íberos, procedían de Africa. Y se buscaban las analogías entre la "raza" española y los pobladores del N de Africa, porque, si también te acuerdas, España colonizaba el N de Marruecos, el protectorado, y había que justificar los lazos históricos y culturales con rsa zona. Es decir que creo que te equivocas otra vez en tus apreciaciones.
    En cuanto a que volviera a España después de la guerra, D. Ramón tenía en el año 1939 ya 70 años. ¿Cuánto no le costaría elegir entre sus ideas cívico-políticas y el trabajo que le quedaba por hacer en los años, pocos en principio, que fuera a vivir? Yo no creo que en cuanto a ideas y principios se diferenciara mucho de Sánchez Albornoz, que eligió el exilio, que fue Presidente de la Republica en el mismo y con el que también os habéis metido aquí. Pero Don Claudio tenía en 1939 46 años, no 70. Pero esa pobre gente, con toda seguridad la más importante de la historia de las humanidades españolas, tuvo que sufrir penalidades que nosotros ni nos podemos imaginar.

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