Autor: Ricardo
martes, 17 de diciembre de 2002
Sección: Opinión
Información publicada por: Ricardo
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Celtas y Vettones
Eventos como la exposición “Celtas y Vettones” pueden entenderse como un efecto del rescate de ciertos lazos que nos unen...
Un paso hacia la tolerancia
Sentirnos celtas. ¿Por qué no? El 9 de diciembre de 2001 se clausuraba la exposición internacional “Celtas y Vettones”, celebrada en Ávila desde el 28 de septiembre. Un gran éxito en cuanto a público y piezas arqueológicas. Y un éxito, asimismo, el marco inigualable de la ciudad de Ávila, la antigua Óbila de los vettones.
Muy pocos años atrás los castros abulenses, de entre los más grandes de la península, dormían en el más triste de los olvidos. Mas no para unos pocos, que nos dábamos la paliza para llegar a ellos, a veces con la desilusión de que la maleza tapaba las viejas piedras. Ahora resucitamos el celtismo, prolifera su música y quienes se la dan de escucharla se ganan un cierto barniz de culturetas.
Sintámonos celtas. ¿Por qué no? Sintamos el fragor de las espadas hallstáticas de los vettones, chocando con los umbos de los escudos, bajando de los montes de Gredos o las Parameras, dispuestos a todo frente a esos latinos de capas rojas en formación de combate.
Es tentador dejarse llevar por la imaginación y recrear la vida de los castros, el culto a los verracos protectores de ganado, o los ritos de los druidas en bosques, fuentes y arroyos.
Ah, vettones, que se unieron a los lusitanos de Viriato contra Roma. Triste final el de estos jinetes valerosos que no conocían otra cosa que echarse para dormir o erguirse para pelear. Después de enfrentarse a los cartagineses de Aníbal y a más de un siglo de lucha contra Roma llegaron las calzadas, puentes, presas, los acueductos, el urbanismo, la racionalización de cultivos... Romanitas. Senatus Populusque Romanus. Civilización. Y el latín, sobre todo el latín, la lengua de los conquistadores que, poco a poco, relegará a la de los vencidos y se convertirá paulatinamente en el bello romance con el que destilo estas líneas.
En fin, lo celta se diluyó en lo romano hasta hacerse casi imperceptible. Pero basta con ser observador inquieto para verlo: fiestas paganas disfrazadas de cristianismo, hogueras y brasas de San Juan, gaitas, leyendas, augurios de pueblo...
En “Celtas y Vettones” se notaba cierta hermandad en la disposición de la muestra, a pesar de que el asunto del celtismo hispano se exhibiera en la iglesia románica de Santo Tomé el Viejo, separada del Torreón de los Guzmanes, donde se dio cita la de Celtas en Europa.
Ahora que abandonamos un rasgo tan nacional como la moneda propia y acogemos el euro como pecunia única y vertebradora de la Unión, se hace más evidente que caminamos hacia la integración de los pueblos europeos en busca de un futuro común.
Qué bueno sería entender lo celta como algo común a los territorios europeos, pues lo céltico se manifestó de una manera u otra en casi todo nuestro continente.
No se trata de reivindicar una comunidad étinica sino de buscar elementos comunes que, desde la diversidad, contribuyan a la tolerancia y al intercambio cultural entre los pueblos.
Eventos como la exposición “Celtas y Vettones” pueden entenderse como un efecto del rescate de ciertos lazos que nos unen. Mejor hacerlo así, con el estudio de la historia, la cultura y el arte, que tratar de aglutinar con otros métodos desgraciadamente sufridos en las carnes del transcurso de nuestra historia.
Roma conquistó, derribó las chozas y construyó el edificio cultural que en esencia hoy somos. España pretendió un imperio de caballeros y curas, adalid del catolicismo y la intolerancia. Francia perdió la razón de su Revolución al valerse de pólvora y acero para imponerla en media Europa. Y Alemania... basta con recordar dos Guerras Mundiales y 80 millones de muertos.
Tras la destrucción de Europa, una primera comunidad económica puso las bases para un marco de convivencia en el que la masacre del hombre por el hombre quedase desterrada para siempre. A pesar de genocidios recientes, como el yugoslavo, estamos en el camino de conseguirlo.
Doscientos años después de su derrota, la caballería vettona daba su vida en la frontera del imperio con la actual Escocia defendiendo la muralla de Adriano de sus primos pictos y escotos. Hoy tendemos a dejar las fronteras intraeuropeas en algo meramente simbólico.
Sintámonos celtas. ¿Por qué no? Igual que romanos, germanos o moros. Después de todo, en la variedad está el gusto. Y en la tolerancia, la virtud.
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