Autor: guillen
sábado, 03 de marzo de 2007
Sección: Tradiciones y Fiestas
Información publicada por: guillen
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Tambores y bombos
Este articulo trata sobre tambores y bombos principalmente en el bajo Aragón pero también de como se pudo extender al resto de la península y como no de la ruta del tambor y del bombo que es la organización mas importante del tambor i el bombo a nivel nacional.
El nacimiento de los tambores y bombos
“Desde siempre”. Esta es la respuesta que obtiene quien pregunta a los más mayores sobre los orígenes del tambor y el bombo y no solo hablo de la semana santa sino de todo lo que los tambores y bombos conllevan ademas de la religion.
La percusión como tal, existe desde que el hombre es hombre, desde que fue capaz de producir sonidos golpeando superficies. Sonidos que fueron adquiriendo ritmos distintos en función del momento: un aviso de peligro, un ritual, un funeral... en definitiva, ese hueso golpeando un tronco con un determinado ritmo comenzó a ser una proyección al exterior del interior del hombre, uno de los más antiguos medios de expresión.
Más claro está el origen de la Semana Santa. La referencia es más concreta: la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo hace unos dos mil años más o menos. El fenómeno posee tal fuerza que aparecen múltiples testimonios a cerca de la vida y obra de Jesús, y de los caminos que siguieron sus más fieles compañeros. Incluso de aquellos que no llegaron jamás a conocerlo, pero por su fe obraron prodigios. Nace el cristianismo extendiéndose por todo el mundo, y en cada uno de los lugares la gente manifiesta sus creencias de distintas formas.
Asi es que
La Ruta del tambor y del bombo
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No se puede hablar de instrumentos sin mencionar las tristemente inutilizadas matracas y carracas. Éstas últimas eran unos instrumentos de madera que poseían unas ruedas dentadas que , al girar, hacían un ruido seco y monótono recordando su nombre. Las matracas, también de madera, se formaban por un mecanismo y un martillo girado por una rueda que golpeaba la madera.
Matracas y carracas eran los instrumentos que precedían a los tambores, de algún modo “anunciaban” el estruendo que se avecinaba. Eran “cosas de críos” pues por norma general eran ellos los encargados de hacerlas sonar, y lo hacían muy bien. Los más atrevidos las hacían sonar ya el Domingo de Ramos, pero su verdadera misión comenzaba el día de Jueves Santo cuando “morían las campanas”: eran los heraldos obligados de las ceremonias litúrgicas; los que llaman y convocan a los fieles para las solemnidades. Así, en Samper de Calanda, instalada en el campanario, todavía puede verse una enorme matraca gigante que hacía las veces de campana cuando su repique estaba vedado en este día.
Después, aguardaban impacientes a que el párroco trasladaba al Santísimo al monumento, y al cerrar el sagrario, la chiquillería se deshacía en un estruendo hasta recibir la orden del silencio, y quedar la iglesia en un silencio sordo. Después, las matracas dejan el protagonismo a los bombos y tambores.
En esencia el tambor es una caja metálica con dos aretes en cada una de sus bases, donde se sujetan los parches del “redoblante” y el “bordonero”. Sobre estos aretes se montan unos aros de mayor superficie en los que hay un dispositivo para tensar los parches que pueden consistir bien en unas llaves metálicas o en una cuerdecilla de cáñamo. Los bordones se colocan bajo el parche inferior o “bordonero”. Sirven para que el tambor suene menos bronco y pueden tensarse con una llave.
Esto es básicamente el tambor. A partir de aquí, el tiempo y los gustos de la gente lo han hecho evolucionar por distintos caminos.
El latón es la materia tradicional para fabricar las cajas, pero ha habido cajas de hojalata que producían un sonido. Las ha habido también de hierro, de madera, y en definitiva de cualquier otro material de capricho. Actualmente, el material más empleado para la fabricación de cajas es el acero inoxidable, pero es el latón el material que proporciona, según el gusto de los entendidos, el mejor sonido.
Los bordones tampoco han sido ajenos a la evolución. Hechos con tripa de animal y situados bajo el parche inferior, han sido sustituidos por bordones metálicos, han aumentado de número, y han ocupado la cara interna del parche superior
También los parches han sufrido los cambios que traen los tiempos. Originariamente, los parches eran pieles curtidas de conejo, cordero, ternera e incluso de perro, a la cual se le atribuían propiedades envidiables para parches de cualquier otro animal. Después llegaron unas pieles mucho más finas, casi translúcidas y de tacto más suave que provocaban el deleite y la envidia de aquellos que intentaban arrancar algún sonido de las gruesas y ásperas pieles.
Había también quien decoraba sus pieles con aguerridos y alegóricos tatuajes, e incluso parches teñidos de los distintos colores de las túnicas de cada pueblo.
Finalmente, llegaron los parches de plástico, blancos o transparentes, desbancando a todos los demás y siendo hoy los utilizados por la generalidad.
Toda esta evolución no siempre ha sido bien recibida, como diría Darío Vidal en su libro “Siete ensayos aragoneses y un apócrifo”, “El tambor de más noble sonido será siempre – o cuando menos lo sigue siendo hoy por hoy- el de caja de latón y parche de piel. E insisto en que no se trata de una afirmación arbitraria: cualquier profesor de física podría apoyar cuanto digo con argumentos más convincentes y científicos”.
Sin embargo, todas estas innovaciones poseen su justificación. Las pieles curtidas de animal eran muy delicadas, excesivamente sensibles a los palillazos. Lo eran también a las condiciones meteorológicas: con mucho Sol se rompían, con lluvia se destensaban y estropeaban. Además había que desmontar el tambor después de cada celebración y volverlo a montar la vez siguiente, pulirlo, repasar las cuerdas y los aros, mojar la piel y comprobar que los bordones estuviesen perfectamente colocados. Con los tambores de ahora todo es mucho más sencillo: basta con destensar los parches con una llave, y volverlos a tensar después, se limpian con facilidad y rapidez, y no necesita tanto tiempo y atenciones. Claro que también se pierde parte de ese acercamiento casi sentimental entre persona y tambor.
Nada de esto se ha perdido con el bombo. Bajo el lema “El mejor bombo es el de siempre”, los bombos han mantenido intactas su caja y aros de madera o zinc, la piel curtida de macho cabrío para los parches y la cuerda de pita para los tensores.
La puesta a punto de un bombo es como un pequeño ritual, como una ceremonia en la que participan el bombo y su dueño, que con cuidado limpia la caja , coloca correctamente los aros, y tirando de las cuerdas va tensándolo poco a poco palpando la piel. Además este aire de ceremonia se ratifica cuando, cercana ya la Semana Santa, se reúnen familiares y amigos para realizar la tarea juntos y ayudarse unos a otros.
Pero estos bombos y tambores son algo más, significan algo más.
En estos pueblos de “La Ruta”, el estruendo de bombos y tambores se asocia simbólicamente en algunos lugares al temblor de la tierra estremecida con la muerte del Salvador, y en otros a la “protesta” por la muerte de Cristo. Sea como sea, en todos y cada uno de estos lugares del Bajo Aragón, el sobrecogimiento ante ese sonido que retumba en los corazones, implica a los que participan y a los que miran; a los que tocan por devoción y a quienes lo hacen por tradición.
Con el tambor y su sonido el devoto se sumerge en la profundidad de los tiempos, recuerda y comparte el rugido sordo que estremeció la Naturaleza, y que marcaría el inicio de la fuente de su fe. El estruendo le transporta unos dos mil años atrás porque le hace recordar la pasión y muerte del Hijo de Dios, y como todos sabemos, “Recordar es Volver”.
Este mismo sonido que año tras año penetra hasta la médula de quienes tocan y escuchan, es el mismo que turbó de igual manera a nuestros padres, a los padres de nuestros padres, y cada una de las generaciones que nos preceden así como a las generaciones que nos sucederán, atravesando las barreras del pasado y del futuro por el puente de la tradición.
No tendría el mismo sentido la Semana Santa del Bajo Aragón si sus gentes no aguardasen impacientes, con las mazas en alto y los palillos suspendidos en el aire, el momento en el que sus bombos y tambores manifiesten sus sentimientos más profundos.
Quizá esto es así por las afinidades que comparten instrumentos y personas: sobrios, nobles, fuertes, acostumbrados a una tierra dura y bronca, introvertidos pero de corazón abierto.
Así son los tambores y los bombos.
Tanta importancia y significado simbólico como a los instrumentos se puede dar a las vestiduras, las túnicas.
Estos atuendos que hoy son casi imprescindibles para poder participar en las distintas procesiones, y que son otro elemento integrante más de la Semana Santa del Bajo Aragón, han ido cambiando con el paso del tiempo.
En principio se sabe que, unas veces por imposibilidad económica, otras por no darle la debida importancia, y otras por ser un visitante pasajero del lugar, no todas las personas se ataviaban con túnicas para participar en los diversos actos. Hoy todo participante lleva su correspondiente atuendo en función de la localidad en la que se encuentra, lo cual y en la medida de lo posible, conlleva a que las procesiones hayan mejorado notablemente su estética y fortalecido su solemnidad.
Este atuendo consta fundamentalmente de dos partes: La túnica y el tercerol.
Confeccionados hoy en raso natural o fibra, antaño eran generalmente de algodón, y sólo los más “pudientes” o los más caprichosos se permitían el satén de algodón, que dicho sea de paso, hacía sufrir enormemente a quien las planchase por su facilidad de arrugarse y su dificultad de dejar impecables para la ocasión.
Las túnicas son largas hasta los tobillos, de mangas largas y abrochadas por delante. Luego, cada pueblo agrega una peculiaridad: Un bordado de nido de abeja, unas lorzas o , simplemente un delantero liso, el cuello de solapa o de tirilla; hay túnicas que van sueltas, otras ceñidas con un cordón ,un ceñidor de cuero o de la misma tela de la túnica....y luego los distintos complementos con los que se adornan: pañuelos blancos al cuello en Albalate del Arzobispo y Urrea de Gaén, corbatas y lazos en Alcañiz, cuellos blancos en Híjar, La Puebla y Samper, y distintivos de cofradías en el pecho en Alcorisa y Calanda.
El tercerol debe su nombre a las prácticas de las “Terceras Órdenes”, que después darían lugar a las cofradías o hermandades de Semana Santa. Básicamente son unas capuchas largas sin armazón interior de cartón que hacen colgar sus colas por la espalda, en algunos lugares libremente, y en otros sujetando su extremo bien al tambor o bien al ceñidor o cinturón.
La larga cola del tercerol va plisada en Alcañiz, Alcorisa y Calanda, mientras que en el resto de los pueblos va pespunteada con distintos dibujos, normalmente geométricos y repetidos en serie.
La confección de las túnicas solía efectuarse en casa. Constituía una labor artesanal tanto más complicada y costosa cuantos más detalles y adornos llevasen tanto la túnica como el tercerol. Hoy, hay sastres y modistas que se han especializado en este tipo de confección e incluso se comercializan los atuendos hechos con distintas tallas:”Probar y llevar”.
Pese a todo, la nota más significativa de estos atavíos es la diferencia de colores entre los distintos pueblos de la Ruta: negro, morado y azul.
Según comenta Lourdes Segura Rodríguez en su libro “Percusión e Identidad” la diferencia de colores entre los pueblos se corresponde a los antiguos partidos judiciales a los que pertenecían. De este modo, las túnicas son de color negro en los pueblos pertenecientes al antiguo partido judicial de Híjar (Albalate del Arzobispo, Andorra, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaén) y el color morado, a Calanda y Alcorisa, pertenecientes al antiguo partido judicial de Alcañiz, quien -curiosamente- porta atuendos de color azul celeste.
Simbólicamente, tanto el negro como el morado exteriorizan un sentimiento colectivo. El negro significa luto por la muerte de Cristo. La connotación del luto asociada al negro nos fue transmitida por los moros, por ello se entiende que en los pueblos pertenecientes al partido judicial de Híjar, donde habitaban un gran número de moriscos, se utilice este color para mostrar el duelo.
El morado también posee esta connotación de luto, pero además se identifica con la Pasión, el tormento y muerte de Cristo. Es el color de la túnica del Nazareno, por lo tanto estas túnicas identifican a sus portadores como penitentes.
En lo que se refiere al azul celeste utilizado exclusivamente en Alcañiz, se desconoce la razón de este color tan poco luctuoso, ya que su connotación en la liturgia católica remite a la pureza de María.
A parte de las posibles connotaciones simbólicas que los distintos colores puedan poseer, desempeñan una función importantísima para las gentes de cada uno de los municipios. No hace mucho tiempo, podían encontrarse algunas personas portando túnicas negras en Calanda o moradas en Samper. Actualmente esto ya no es así y en cada lugar todos llevan las túnicas de su color correspondiente.
Si preguntamos a un Alcañizano, a un Calandino o a un Albalatino el porqué de los colores de sus túnicas, seguramente responderán “Porque es el color de nuestro pueblo”. De este modo, el color es una señal de identidad por el cual se consigue que el “cada uno” se convierta en un “todos” homogéneo, sin distinción social, económica, de sexo...etc.
Túnicas y tambores llevan a una dimensión atemporal, donde todas las generaciones confluyen dando vida a una tradición. Donde la fe conduce a los creyentes al momento de la Pasión muerte y resurrección de Cristo.
De Albalate del arzobispo:
Situado en la Tierra Baja turolense, en una ladera junto al río Martín se encuentra Albalate del Arzobispo, cuya carretera comarcal a su paso por Urrea de Gaén enlaza con la Nacional Zaragoza-Castellón en el término de Híjar
Albalate conserva las huellas de su pasado histórico. De este modo, podemos contemplar las pinturas rupestres de sus alrededores, pasear por un barrio “Fermino” de origen romano, o por el Almudí, la Alhóndiga o la Almenara, de claros tintes islámicos. Tras la Reconquista pasó a formar parte del Señorío de Belchite, y en 1149 Ramón Berenguer cede el señorío a Bernardo II, Arzobispo de Albalate. De ahí su nombre.
En Semana Santa, tambores y bombos se visten de negro satinado ornados, al igual que sus vecinos de Urrea, con pañuelos blancos al cuello. Los orígenes de la tradición en Albalate hay que buscarlos en la influencia que tuvieron en el Bajo Aragón la Orden Tercera de San Francisco, que promovió el Vía Crucis que promovió el vía Crucis en los Calvarios de las poblaciones de la comarca.
Las primeras referencias obtenidas a cerca de los primeros tambores que sonaron en Albalate datan de 1.929, costumbre que caló profundamente en el sentimiento de las gentes que la mantuvieron incluso en los momentos más difíciles.
Albalate abre su Semana Santa el Domingo de Ramos con la bendición de las palmas y la procesión de “La Entrada de Jesús en Jerusalem”, en la que el paso representativo es acompañado por su cofradía de tambores y bombos, y por la banda de alabarderos.
A parte de este “aperitivo”, el Jueves Santo tiene lugar el “plato fuerte” común en la Ruta del Tambor: la “Rompida de la Hora”. En Albalate, la costumbre consiste en irrumpir con su estruendo al unísono cuando llegan las 12 e la noche, para luego ir cambiando de marcha sucesivamente pero siempre unidos. Tras este acto, las estrechas y empinadas calles de esta localidad se impregnan de sonido y de negro.
En la mañana del Viernes Santo tiene lugar uno de los Vía Crucis más bonitos del Bajo Aragón, en el que tambores y bombos acompañan al “Nazareno” por sus calles empedradas camino del Calvario.
Pero quizá lo que más llame la atención al visitante en estos días sea la procesión del Santo Entierro, celebrada el Viernes Santo al anochecer, en la que participan todos los santos y cofradías precedidos por los tambores y bombos que abren la marcha.
De Alcañiz:
Alcañiz se sitúa al NE de Teruel, en el centro de la extensa comarca al Sur del Ebro, a la que se le denomina como Tierra Baja o Bajo Aragón. Es cabeza de partido judicial, de él dependen 60 municipios. A 381m de altura, el río Guadalope riega su ancho término y envuelve el viejo núcleo urbano. De entre todos los pueblos que forman la “Ruta del Tambor y el Bombo”, es el núcleo más grande y habitado.
Rica en Historia y arte, fue reconquistada por Alfonso I el Batallador; allí Pedro IV de Aragón firmó un pacto con Enrique II de Castilla, y también fue escenario de las primeras deliberaciones tras la muerte de Martín el Humano. Durante la guerra de Sucesión se sometió sin lucha a Felipe V.
Su colegiata, con destacada fachada barroca, conserva todavía el antiguo campanario gótico. En la misma plaza, formando un espectacular conjunto arquitectónico, está el Ayuntamiento con su fachada Renacentista, unido al porche gótico de la Lonja. Su castillo calatravo conserva la capilla románica, la torre del homenaje y pinturas murales del siglo XIV, así como numerosas edificaciones
Los alcañizanos en Semana Santa visten túnica y tercerol plisado de color azul celeste, distinto del morado que llevan los pueblos que pertenecieron a su antiguo partido judicial. Además, cabe destacar la ausencia del bombo en sus rondas y procesiones, y finalmente, la inexistencia del acto que da comienzo al mítico estruendo en todos los pueblos de La Ruta: ”Romper la Hora”.
El Juves Santo tiene lugar el desfile de la “Hermandad del Silencio” con los pasos de “Cristo Crucificado” y “Nuestra Señora de las Lágrimas”, acompañados en riguroso silencio por los hermanos de túnica negra y capirote blanco, sones de tambores que redoblan tristemente, y los penitentes.
El Viernes Santo hacia el medio día, todos los vecinos salen de sus casas tocando el tambor, y se acercan paulatinamente a la plaza sin cesar de palillear mientras se tensan las pieles de los tambores en la magnífica plaza. Sobre la una del mediodía, saldrá la procesión del “Pregón”. Entonces los tamborileros forman dos largas filas acompañando por las calles de la ciudad a imágenes, devotos, cirios etc, para dar a conocer a todos la muerte de Nuestro Señor, y llamar a todos los fieles para acudir a los actos religiosos.
Por la tarde, se celebra la procesión de la Soledad, cuando el caer de la tarde, las luces que iluminan los pasos, y el sonido envolvente de los tambores crean una atmósfera donde se respira devoción, tristeza y la protesta de la tierra por la barbarie. Los tambores se desbordarán durante toda la noche con un ruido acompasado semejante a un terremoto continuo.
El Sábado Santo por la mañana desfilan todos los pasos junto con la “Hermandad del Santo Entierro” acompañados por el estruendo de sus tambores; es una hermosa procesión en la que se ven figuras bíblicas, hebreos, guardias romanos y mujeres ataviadas con el traje regional portando las “tortas benditas” donadas por el Prior y los mayordomos. Al llegar a la Plaza de España se celebra la ceremonia de “Sellar el Sepulcro”; un hebreo enseña los sellos, mientras que el capitán romano vigila espada en alto. Entre el fragor de los tambores los pasos adoran a Cristo muerto y sepultado. Aquí finaliza el protagonismo de los tambores, que serán recogidos y destensados para aguardar en sus fundas hasta el próximo año.
El Domingo de Resurrección, por la mañana, tiene lugar en la Plaza de España el encuentro glorioso del Señor resucitado con su madre. La Virgen es traída en una peana cubierta con una gran bola a modo de granada, que se abre ante Jesús resucitado dejando volar numerosas palomas. A esta procesión se la denomina la de “las Palometas”.
De Alcorisa:
ituada en las estribaciones de la cordillera ibérica, portal del Maestrazgo y Bajo Aragón, Alcorisa contempla al abrigo de su Monte Calvario el ajetreado tránsito hacia la Semana Santa. Fiel y Muy Ilustre Villa a la que rodean los alcores, esos montes que le dan nombre, con sus bancales vestidos por olivos, almendros, pinares y por mantos de cereal de un secano que hace si cabe más hermosa esta tierra. A Alcorisa la cruza el río Guadalopillo y la riegan las aguas que embalsa el pantano de Gallipuén. Alcorisa conserva el sabor de lo añejo en cada rincón de su casco urbano, trazo del medievo, con calles estrechas de inviernos silenciosos y risueños estíos, pasado y presente que se dan la mano.
De Andorra:
Municipio de la provincia de Teruel situado en las estribaciones del Sistema Ibérico turolense. El pueblo reposa en la falda del monte de San Macario a 714m. de altitud.
Limita al Oeste con Alloza y Ariño, al Este con Alcañiz, al Norte con Albalate e Híjar, y al Sur con Alcorisa y los Olmos.
Su localización es privilegiada por su proximidad a algunos de los ejes más dinámicos de la economía española; Zaragoza (104 Km), Castellón (190 Km), Tarragona (200 Km), Barcelona (300 Km), y Teruel (148 Km).
Pertenece a la comarca Andorra-Sierra de Arcos y es su cabecera, cuenta con una población aproximada de 8.268 habitantes.
Asentada en la cuenca minera turolense, posee dos minas de lignito cuya explotación a mitad de siglo supuso una fuerte afluencia de inmigrantes, dando cobijo a gentes venidas de otras latitudes, enriqueciendo sus tradiciones de siempre con ricos matices de otros pueblos.
Como buen pueblo de la Ruta del Tambor y el bombo, cuando llega la Semana Santa la “puerta de los vientos” se abre al ruido y al bullicio de los tambores y bombos. La Semana Santa de Andorra marca diferencias por la riqueza y suntuosidad de sus pasos procesionales y por el gran número de personas que de una forma activa participan en esta manifestación cultural y religiosa.
En estos días, las gentes de Andorra se visten de túnica negra y ceñidor rojo sacando sus bombos y tambores preparados para uno de los momentos más emblemáticos de la Semana Santa, el momento de “Romper la Hora”, que interpretan como una protesta enérgica por la pasión y muerte de Cristo. El Jueves Santo la cita es en la plaza del Regallo, a las 12 de la noche el silencio se funde en un estallido inmenso; miles de personas golpeando al unísono con mazas y palillos los tambores y bombos en un espectáculo sobrecogedor.
La madrugada del Viernes Santo los andorranos tiene una cita en la Ermita de San Macario. Largas líneas de tambores y bombos desfilan por el monte en busca de su Cristo, para orarle entre las luces de las antorchas y un silencio sepulcral, reanudando después el estruendo.
El momento más emblemático es la procesión del Santo Entierro, cuando al caer la noche, los tambores y bombos acompañan los pasos engalanados por las calles de la localidad en un acto que transcurre ante la contemplación maravillada de la gente.
Los tambores y bombos adquieren en estos días todo el protagonismo en una forma original e intimista de manifestar un sentimiento que se refleja en las localidades de la zona que forman “La Ruta”
De Calanda:
Calanda se enmarcada en la confluencia de los ríos Guadalope y Guadalopillo cuando éstos abandonan la sierra y se introducen en las tierras del Bajo Aragón turolense. Posee un rico pasado histórico: de origen celtibérico, por sus tierras pasaron los romanos y los árabes dejando una canalización de riegos y conductos hidráulicos que todavía se utilizan hoy. Tras la Reconquista se asentó la orden de Calatrava.
Perteneciente al partido Judicial de Alcañiz, posee unos 3.500 habitantes, siendo cuna del ilustre cineasta Luis Buñuel, que como buen calandino paseó el nombre de su pueblo por todo el mundo, mostrando una de sus más entrañables tradiciones: los tambores y bombos.
Calanda pertenece desde su fundación a la “Ruta del Tambor y el Bombo”, aunque las raíces de su Semana Santa son ancestrales. Según un libro inédito de José Repollés Aguilar, el origen de su tradición se remonta a la conmemoración por estas fechas del redoble de un pastor que alertó de un ataque árabe. Después un religioso prohibió los toques por considerarlos poco decorosos para la fecha. Pero fue en 1640 cuando por intercesión de la Virgen, le fue restablecida una pierna amputada a Miguel Pellicer, por lo que el pueblo salió en procesión repicando tambores. Esta vez el vicario -calandino- impulsó esta manifestación, adquiriendo más auge hasta convertirse en costumbre.
Los atuendos de Calanda son túnica y tercerol morado; bombo y tambor. La peculiaridad que le distingue de entre todos los pueblos de “La Ruta” es el momento escogido para “Romper la Hora”. Es el único pueblo que lo hace en el medio día del Viernes Santo. Horas antes, en la noche del Jueves, los tamborileros en Vía Crucis han subido a Cristo por las cuestas del Calvario.
En las primeras horas de la tarde saldrá la procesión de “el Pregón”, la más impresionante. Familias enteras desfilan redoblando el toque tradicional para esta ocasión. La procesión y los redobles se detienen al sonar el toque de atención de las cornetas, y en medio del silencio el pregonero proclama la muerte de Cristo.
Al atardecer, en la procesión de “la Soledad la “Dolorosa” es paseada por las calles del pueblo entre personajes como la Verónica, la Samaritana o María Magdalena. La acompañan bombos, tambores, capirotes, la guardia romana o “putuntunes” y pasos.
La procesión del “Entierro” es el Sábado Santo, y los redobles acompañan esta vez a Cristo a su sepulcro. Con la marcha del “Monon” los tambores callan momentáneamente, y tras sellar el sepulcro que vigilan los “putuntunes”, “Longinos” lucha con su capitán al que vence proclamando la resurrección del Señor.
A las dos de la tarde los tambores suenan en conmemoración de mosen Vicente, para callar después hasta el próximo año.
De Hijar:
La Semana Santa de Híjar, es el evento más importante de cuantos se celebran en la villa. Cada año esta manifestación transcurre como siempre, como nunca. Junto con Alcañiz, Andorra y Calanda, Híjar de la mano de Mariano LAborda, es uno de los pueblos fundadores de la Ruta del Tambor y el Bombo. El Año 1.519 Luís Fernández de Heredía, IV Duque de Híjar, encargo a la Orden de los Franciscos la organización de la Semana Santa. Peanas a hombros, la Banda de Alabrderos y los Rosarieros con sus cantos acompañados deinterminables filas de tambores y bombos dan a la Seman Santa, si cabe, mayor solemnidad Desde la noche del Jueves Santo, en l aque se rompe la hora, hasta el sábado por la tarde cuando termina la procesión de la subida de imágenes al Calvario, el sonido de tambores y bombos no deja de escucharse por las calles y plazas del pueblo.
De La Puebla De Hijar:
De los nueve pueblos miembros de “La Ruta del Tambor y el Bombo”, La Puebla de Híjar es la localidad más próxima al río Ebro. Dentro de la comarca del Bajo Aragón, limita al Norte con el término municipal de Azaila, al Sur con Híjar y Samper de Calanda, con Jatiel al Este, y Vinaceite al Oeste. Al igual que las otras localidades del Bajo Aragón turolense que forman la “Ruta del Tambor y el Bombo”, en Semana Santa desde las 00:00 h del Jueves Santo hasta el anochecer del Sábado, el estruendo es el protagonista. En La Puebla se tocan tambores y bombos con túnica y tercerol plisado negro, color de luto que revela la influencia de los moriscos que habitaron sus tierras siglos antes, al igual que sucede con el resto de pueblos que, con semejantes ancestros, llevan este color.
De Urrea De Gaen:
Urrea de Gaén es una localidad de la Comarca turolense del Bajo Martín, situada en la depresión del Ebro. Dista de Teruel 160Km y 75Km de Zaragoza. La zona del río Martín concentra en su cauce una importante cantidad de restos arqueológicos de muy diversas épocas, indicativos de la presencia de asentamientos humanos desde la época del cobre (hacia el 2100 a.C.) Realizar un recorrido por Urrea de Gaén es acercarse al conocimiento de un casco urbano morisco-medieval y a una distribución de los espacios urbanos musulmanes, ya que son pocas las modificaciones que se han producido en el entramado urbano de la localidad. Sus calles principales van comunicando con pequeñas vías, callejones y pasadizos sin salida que dan a pequeñas plazoletas que aún conservan los nombres de aquella época: Cantón de La Meca, La Muela y El Cochuelo.
también se celebran unas jornadas que son en un pueblo de la ruta y todos los demás van allí al igual pasa con las jornadas nacionales que envede la ruta se junta todo el país en un municipio de la peninsula.
Los sonidos de los pueblos que integran la Ruta del Tambor y el Bombo son la voz de una comarca llena de valores y riquezas que unidas y coordinadas pueden alcanzar resonancias insospechadas lejos de nuestras tierras. Esta es la idea original que dio pie a la fundación de esta asociación, y Mariano Laborda su precursor.
Los tambores de Calanda comenzaron a conocerse gracias a la labor de su gran cineasta y escritor Luis Buñuel, y la Semana Santa de Híjar había sido nombrada de Interés turístico. Sin embargo, los tambores y bombos era un fenómeno sociocultural de carácter simbólico en varios municipios de este territorio.
El 5 de Septiembre de 1.970 se reúne en Alcañiz la primera junta coordinadora con la participación de Andorra, Híjar, Calanda y la ciudad anfitriona, bajo la presencia del Delegado Provincial de Información y Turismo. En esa reunión se establecería el deseo común de "aunar cuantos esfuerzos vienen realizando las cuatro localidades mencionadas para divulgar y dar realce a sus tradicionales manifestaciones religiosas de la Pasión y organizar la ruta de los tambores, confeccionando un horario que permita a los visitantes compatibilizar los actos de mayor solemnidad de estas poblaciones, acordándose hacer extensivos estos proyectos a las localidades vecinas que también cuentan con destacadas manifestaciones de esta clase ". El 14 de Septiembre de 1970 la autoridad competente de Teruel aprobaba los estatutos de la entonces denominada "SEMANA SANTA EN EL BAJO ARAGON, RUTA DE TAMBOR Y BOMBO".
La primera tarea consistió en la edición de un tríptico divulgativo y de un cartel que se distribuyeron en la cuaresma de 1971. En 1973 se confeccionan los grandes murales de cerámica artística con una estampa representativa de cada pueblo que todavía pueden verse en algunos municipios.
Desde su constitución se admitía la posibilidad de que otras localidades de la zona se integrasen en la Ruta, y así se fueron integrando sucesivamente Samper de Calanda, La Puebla de Híjar, Urrea de Gaén, Alcorisa y Albalate del Arzobispo sumando nueve pueblos que componen la actual "RUTA DEL TAMBOR Y BOMBO DEL BAJO ARAGON", denominación acordada según los nuevos estatutos aprobados en Urrea el día 4 de octubre de 1986. Además la Junta Directiva. compuesta por dos representantes ligados a la Semana Santa de cada localidad, se crea una Junta Económica de la que forman parte los alcaldes de los nueve ayuntamientos.
La Ruta ha desarrollado un buen número de acciones para la difusión de la singular tradición cultural de Semana Santa bajo-aragonesa en tomo al tambor y bombo. Ya en 1976 en la SALA de exposiciones del Palacio Provincial de Zaragoza se presenta una primera "Muestra de Fotografía, Semana Santa del Bajo Aragón. Ruta Tambor y Bombo", y se inician las Jornadas de Convivencia en las que anualmente, de forma rotativa en cada pueblo participan cuadrillas representativas de cada uno de ellos, dando comienzo cada Semana Santa con el Pregón de al una personalidad. Presentaciones en distintas ciudades España. Y como colofón, la invitación a los dos gran acontecimientos de 1992: Exposición Universal de Sevilla y Juegos Olímpicos de Barcelona, en indudable reconocimiento hacia esta manifestación cultural de nuestros pueblos y gentes. Manifestación que ha contado recientemente con el apoyo de S.A.R. El Príncipe de Asturias, en audencia en el Palacio de la Zarzuela el 7 de Febrero 1997, al objeto de recibir el "Tambor Noble" que cada año otorga la Ruta.
Los sonidos de la Ruta del Tambor y Bombo son la voz de una comarca llena de valores y riquezas, las señas identidad de un territorio. Su Semana Santa estremece y cautiva a cuantos la sienten como algo propio y cuantos visitantes la contemplan. Sus gentes se afanan en la organización de los actos, dándoles una dimensión comunitaria de cooperación entre los pueblos, y en el desarrollo y promoción de esta multitudinaria celebración popular. Meterse dentro de esta celebración, coger un tambor sumarse a cualquier cuadrilla, es la mejor forma de entenderlo. También queda el placer de contemplar desde fuera un rito único y unos sonidos tan penetrantes como inolvidables.
Los tambores y bombos de la Tierra Baja turolense imprimen un acervo cultural no sólo a la comarca, sino al resto de la región, pues la Comunidad Autónoma de Aragón tiene en la Semana Santa bajo-aragonesa un referente de su mejor oferta cultural y turística, por el que esta zona es conocida y del que todos los aragoneses deben estar orgullosos.
multitud de imágenes en la pagina web porque aquí no se meterlas.
Más informacióen en: http://www.rutadeltamborybombo.com
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El esperado documento escrito sobre los bombos triangulares no ha aparecido, pero en el libro "Tambores Confusos" de Antonio LaSALA Meseguer, aparece una fotografía de principios del SXX en la que se ve de forma nítida uno de sos bombos portado por una persona en la Plaza de La Villa de Hijar.
De todas formas estoy a la espera de el dichoso documento.
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