Autor: Corgo
viernes, 19 de octubre de 2007
Sección: Lenguas
Información publicada por: Corgo
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La arroba hermafrodita (con Addenda, 19.10.07)

Un par de divagaciones y enredos sobre el género gramatical y su relación con el sexo natural.

 


§ 1. Ese milagro hodierno omnipresente que es la Informática ha contribuido también a la paz de las almas y a la unión de los cuerpos con una simplicidad tan rayana en la simpleza como es la tecla de la arroba. La arroba que en adelante llamaremos hermafrodita en atención a su bisexualidad que le permite ser integradora y nunca discriminatoria –¡ni siquiera, en eufemismo unilateral, discriminatoria positivamente!– para superar aquella escritura incómoda y vergonzante de, por ejemplo, lo/as niño/as todo/as son bueno/as… Y más digo: escritura también machista jerarquizante porque las barras de marras mantenían disfrazada la compartimentación de los sexos, tercas en poner al varón por delante (lo/as niño/as) o haciendo la desechable galantería de ceder la delantera al débil sexo bello (la/os niña/os).


Ahora da gusto o, casi mejor, arrobo, la plaga de arrobas hermafroditas en la retórica de vanguardia, pero es de temer que cosas como l@salumn@s de esta Facultad... l@s médic@s del Hospital Provincial, etc. den paso de un momento a otro a despeñes como l@s miembr@s del sindicato… o l@s person@s afectad@s…,pues disparates e ingenuidades peores se han visto y más abajo veremos.


Y, si queremos buscarle tres pies al gato, podemos ponernos bordes con que la arroba @ en su diseño perpetúa modos machistas, ya que tal parece que la femenil a venga a quedarse envuelta, asfixiada casi, y minorizada en la casi O masculina que ella misma emite y, si el varón no admite ser pseudópodo o prolongación de la hembra, ésta, que ya sabemos que no es su costilla, menos admitirá verse encapsulada en virilidad, como si de un anuncio hortera de colonia hortera se tratase, un anuncio de esos en que el macho envuelve y seduce a la hembra con la axila que es preludio o metáfora de la ingle.


Pero la causa de la arroba hermafrodita parece tan evidente en su bondad que, aunque lo ya consolidado en el mercado tiene cara y difícil enmienda, no se descarta que todos los Bill Gates a una se luzcan con la reforma para que @ no sea de teclado alternativo, sino de pulsación en primerísima fila como otros signos de mucha menor enjundia social.


§ 2. Debería ser ocioso venir ahora a recordar obviedades como que:


2.1. No es sexista, ni feminista ni machista, el lenguaje, sino el hablante, que, por supuesto, puede y suele dejar en el uso sincrónico y diacrónico huella firme y múltiple de su sexismo, al igual que de cualquier otra vivencia o experiencia. Pero no vale la pena imaginarnos qué birria caquéxica, estreñida y estangurriada hablaríamos, si hiciésemos caso a cada cual en evitar lo que le parece políticamente incorrecto, por decirlo en ciert@ mod@ de hoy con propensión a dar la vara cursi.


2.2. También es cierto que todo cuanto en la lengua sea carga ideológica y cultural está por principio y en mayoría absoluta ¿o en la totalidad? en el vocabulario y no en la gramática, pues, por ejemplo, la tan sobada discriminación entre hombre público y mujer pública no es cuestión de sexo gramatical, ¡que no lo hay! A fin de cuentas la distinción entre varones estimados por su actuación pública y mujeres estigmatizadas por ella no tiene nada que ver ni con el género gramatical ni con el tipo lingüístico al que se pertenece, sino con usos sociales que se reflejan en un uso léxico que puede repugnar, como también repugnan merienda de negros, hacer una judiada, hacer el indio… pero repugnan menos una vida bohemia, hacerse el sueco… Y que repugnen no disminuye ni un céntimo de su valor como testimonio sociocultural.


Menos mal que la militancia no está al tanto de etimologías y otras gaitas, pues, como apuntamos en 2.1, el expurgo de inconveniencias machistas y de otro jaez podría dejarnos en cueros; por ejemplo, es discriminatorio que el inglés lord sea ‘el que guarda el pan’ (hlaford, cf. loaf ‘pan’ y warden ‘guarda’) y la lady sea ‘la que amasa el pan’: autoridad de él y curre de ella que podrían ser de rechazo obligado entre progresistas, feministas y políticamente correctas de habla inglesa; da pánico pensar que inglés daughter y alemán Töchter, ‘hija’, puedan ser ¡la ‘ordeñadora’!, de nuevo en sumisiones de Cenicienta, y que Schiller y Beethoven nos hagan celebrar a Freude, la ‘Alegría’, como ‘ordeñadora del Elíseo’, Töchter aus Elysium, cosa que no es de recibo. El siguiente paso podría ser no llamarle caballero a nadie que no tenga caballo, ni infante a nadie con capacidad de hablar. Y lo que parece chiste no debe hacer olvidar el celo ideológico que algunos revolucionarios han puesto en solidarizarse con Galileo y corregir lo de que el sol se pone, el sol sale, y hay sol Occidente y sol Oriente. Si se enteran de que lo de abstemio podría remontar a tiempos previnícolas, les da un pasmo.


2.3. También sigue en pie que en gramática y en léxico hay términos marcados o específicos, positivos o negativos, frente a no marcados, genéricos o capaces de abarcar los específicos y sin que se actúen valores ni positivos ni negativos en una comunicación normal entre gente normal y sin antojos: que el hombre es animal racional es uso genérico y que abarca los dos sexos no tiene duda, excepto para el entusiasta de su machismo o para la entusiasta de su feminismo; el primero, es casi casi un entusiasto desastrado; la segunda tiene terrenos de más fruto y urgencia para su militancia, aunque hay que reconocerle que nunca el machismo tuvo alarma de que en cosas como los derechos de la persona el género femenino de persona dejase o pareciese dejar al macho sin derechos.


Sexista y machista sería una gramática que dispusiese cosas como que el femenino de listo fuese tonta, o que fueran solamente masculinos términos como capaz, bueno, inteligente… mientras carecían de masculino boba, mala, lela… Apunte de gramática machista, en masculino el derecho, en femenino la obligación, pero apunte de gramática feminista en masculino el deber, femenino la vacación. Es machista el lenguaje en el chascarrillo de que el foco tiene más luces que la foca y es el machismo, no la lengua, quien ha cargado de significaciones desiguales y siempre desventajosas para el sexo femenino pares como fulano / fulana, zorro / zorra, mancebo / manceba, golfo / golfa, lagarto / lagarta… y es raro o discutible el par con ventaja femenina, por ejemplo, señorito / señorita. Son testimonio de nuestra tradición cultural que haya prohombres, pero no *promujeres, que haya lesbianas y amazonas y no haya *lesbianos y *amazonos, así como que sea reciente la relevancia social de viudo y heredera, pero ya prehistórica la de viuda y heredero.

Hay machismo social, pero no lingüístico, en el cúmulo de actividades en las que el término de género femenino nace tarde porque tardamos en tener médicas, ingenieras, abogadas… Pero habría que ir punto por punto en discutir si hay machismo social o productividad gramatical normal en los pocos casos de léxico general en que, ya constituida la oposición de géneros gramaticales, el término masculino o genérico deriva del femenino o específico, por ejemplo, el masculino bicho (despectivo, cualquier animal) y su antecesor latino bestius parecen derivar del femenino latino bestia que tenemos evolucionado en bicha y es eufemismo que evita decir culebra; además como cultismo volvemos a tener el latino bestia, también presente con especializaciones varias en el léxico ganadero de otras lenguas románicas. Y ¡vaya! las bestias no pueden quejársenos de ser referentes de la bestialidad, de la francesa bêtisse, etc. cuando sobran comportamientos humanos que a un bicho y a una bestia ni se le pasan por la cabeza.


Hace algunos años un alma de cántaro proponía reformar gramática y diccionario con la plepa de terminación –a para femeninos, –o para masculinos y –e para el género común, pero la gentenormal (no le gente) no le agradeció el esfuerzo, tal vez porque la inercia de la sensatez recordó que masculino y femenino son muy principal y muy mayoritariamente cosa de género gramatical y no de sexo natural.


§ 3. La vieja pelea de si los signos lingüísticos significan phýsei, 'por naturaleza', o thései, 'por convención', está saldada hace siglos en favor de la última, pero en hablantes de todo tiempo y lugar es tercamente recidivante el antojo de tener al “signo atado y bien atado” a una significación necesaria, más natural o propia –el viejo cuento de ¡ya lo dice la palabra!– o, al menos, una significación más visible o reforzada, por supuesto con presencia de todos los componentes ideológicos, mitológicos, culturales en general, que el hablante colectivo tenga y que pueden producir incluso remodelaciones formales y reetimologizaciones del signo. El antojo en cuestión puede ver moros en la costa donde no hay ni moros ni costa.


En lo que antecede van implícitos todos los sucedidos y chascarrillos, desde el gallego que le perdona a los franceses todas sus desviaciones lingüísticas excepto la de llamar fromage a lo que está clarísimo que es queixo, hasta Buck Mulligan en el Ulysses de Joyce proponiéndonos que unos calzones deben ser secondleg, ‘de segunda pierna’, mejor que secondhand, ‘de segunda mano’.


Abundan títulos y páginas sobre lo que podríamos llamar Mitología Lingüística, es decir, sobre cómo los cauces y las formas gramaticales pueden sugerir contenidos de denotación o de connotación donde no los hubo nunca. Y el género gramatical es tal vez el terreno más propenso a esa Mitología porque hay en él una parcela de sexo natural que, además de ser o parecer parcialmente fundacional de la categoría gramatical, sigue siendo la tentación para animaciones, personificaciones, ficciones… en las que se asigna sexonatural a lo que sólo puede tener género gramatical, o en las que se quiere ver sexismos (necesitados o no de corrección formal o conceptual) donde sólo hay indefinición o neutralización (total o parcial) de la oposición morfológica de géneros gramaticales, no de sexos naturales. En riguroso desorden vamos a antología de lindezas mitológicas.


3.1. Lugar de honor para la diputada y profesora de Lengua Española! que se dirige a las jóvenas y, preguntada por la novedad, se reafirma en ella y hace ver que lo suyo es progresismo… Otra novedad que me mola y que tiene muchos abundios a su servicio es la de jueza, y póngasele delante una, la, esta…para que quede claro que habitualmente el sexo femenino de la juez queda bien definido gramaticalmente por la selección obligatoria de artículo, pronombre o adjetivo femeninos (por ejemplo, la juez es buena), por lo que jueza es innecesario, además de tener un cierto riesgo de alinearse con femeninos coloquiales como presidenta, regenta, generala… que no son otra cosa que la mujer del presidente, regente, general… en tiempos en que la mujer ni presidía, ni regentaba, ni mandaba tropa.


Pero tampoco hay que cargar tintas y batallas en tales nimiedades, pues las victorias pírricas suelen ser culpa de derrotados pírricos, además de que en siglos de hablantes y de diccionario también hay ejemplos de feminizaciones gramaticales que fueron superfluas en su momento y hoy son de corrección obligada, por ejemplo, del latín nutrix tenemos nodriza, con la –a de femenino añadida, mientras los usuarios de los cultismos emperatriz, bisectriz, directriz, actriz… nunca sintieron necesidad de añadir esa –a para marcar género gramatical (y sexo natural, en su caso) frente a emperador, sector, director, actor… Y es curioso que podría bastar con oponer, por ejemplo, el emperador es bueno a la *emperador es buena, pero el sufijo de agente ‑dor tiene de antiguo un femenino correcto y constante –dora, en proceso que repite otro prehistórico, cuando de los sufijos indoeuropeos de agente *–tor y *–ter (por ejemplo, en latín imperator, actor…; de origen griego, esfínter, cráter…) que eran de género común, se derivaron formas específicas de género femenino, por ejemplo, la latina –trix que pervive en matriz, actriz, nodriza… Nótese, por cierto, que Cleopatra o Sissi nunca fueron emperaoras y, en cambio, el cante y el baile flamencos no tienen emperatrices.


3.2. Hace unos pocos años anduvo por ahí un manual oficial de uso y corrección idiomática para burócratas que, al parecer, podría producir más bien cagatintas, pues enunciaba reglas de tanta enjundia como que “son masculinos los femeninos que empiezan por a-”, para decirnos que palabras con á- tónica inicial –por ejemplo, águila, hambre, agua, alma…- en el singular evitan el hiato con la forma masculina del artículo, el / un águila, el / un hambre, el / un agua… (pero son incorrectos ¿y ya imparables? este / ese / aquel agua, etc.). Lo malo de la formulación de la ministerial regla es que llevaba a un vergonzoso machismo en, por ejemplo, llevarse al huerto del masculino el amnistía, el amistad, el actitud, el acción… El error fue de bulto, pero lo traigo a colación porque es paralelo y pedagógico para otros errores en que la forma fónica o gramatical nos hace ver lo que no hay.


3.3. Volvamos a etimologías y a usos genéricos o comunes que acaban dando pie a reacciones feministas contra real o presunto machismo. Tengo noticia de que en el feminismo de lenguas francesa y alemana se combatió contra los pronombres impersonales on y man, equivalentes a nuestro se, que desde hace siglos se han vaciado de su significación léxica originaria como sustantivos (‘hombre’, genérico o específico), se han fosilizado como formas pronominales de lo impersonal y se han distanciado de homme y Mann incluso en tratamiento fónico y gráfico; pero todo eso todavía parece poco a las que se niegan a decir on parle français o man spricht Deutsch porque ven ahí machismo y supongo que para el impersonal que quieren específicamente femenino -¡ya no tan impersonal!- dirán algo así como femme parle français, Frau / Weib spricht Deutsch. Y si el uso les cuaja en generaciones, tal vez siglos, de celosas hablantes, tal vez obtengan un pronombre indefinido de género gramatical femenino, pero ya no sexo, repitiendo o confirmando tantas y tantas hipótesis de cómo en los pronombres es secundaria y procedente del sustantivo la marca formal de géneros gramaticales.


3.4. Están admitidos y prestigiados desde tiempo prehistórico y en legión los masculinos en –a, cultos o coloquiales y de orígenes diversos (artista, poeta, escriba, cosmonauta, pediatra, jurista, economista…), y menudean en creaciones actuales de lo coloquial (el paleta, el bocata…; género común en acusica, pasota, sudaca…), pero los condicionamientos sociales machistas no han querido saber nada de el *modista y han creado el modisto, tal vez por la paradoja de que eso de coser no era muy de hombres, tal vez por famas y complejos sociales que expresa muy bien el dicho gallego dous xastres xuntos non fan un home.


3.5. En sus Ensayos de Lingüística Generalha presentado Jakobson ejemplos de esta Mitología Lingüística y de las dificultades que pueden ocasionar a un traductor las lenguas que difieren en lo que deben, no en lo que pueden expresar: por ejemplo, que ‘vida’ sea femenino en ruso y permita a Pasternak cantar a Mi hermana la vida en conceptos y sentimientos que no encajan en la traducción al checo, donde ‘vida’ es masculino.


3.6. Puede sospecharse que sea el cauce del género gramatical el único o principal factor para que entre vascos se haga un hermoso documental Ama Lur, es decir, ‘madre tierra’, pero con la paradoja, entonces, de que en la lengua vasca no hay género gramatical nominal y, por tanto, la tierra, lur, no tiene género gramatical femenino que invite a concebirla o personificarla con sexo natural femenino, como madre.


Pero tal cosa sí puede ocurrir en lenguas indoeuropeas y con la hipótesis de que el género femenino de las latinas terra, tellus, humus y sus derivaciones románicas la tierra, la terre, a terra, las griegas gaîa, gê, khthón, la alemana die Erde, etc. se deba en última instancia a un sustrato preindoeuropeo balcano-danubiano y mediterráneo de agricultores neolíticos para los que la tierra es femenina porque es fértil, fecunda… : es, en una palabra, la prehelénica Demeter, ‘tierra madre’.


El mundo agrícola de lengua vasca en rigor no necesita del género gramatical para concebir la tierra como femenina y madre, pero tal parece que Ama Lur sea traducción a lo vasco de la Mitología Lingüística indoeuropea en sus líneas latina y románica, es decir, obra de quienes en el mundo cultural y lingüístico vasco también hablan y piensan en español o en francés. Véase que la lengua inglesa no tiene género, pero lo tuvo y está en tradición cultural y lingüística que sí lo tiene, por lo cual no extraña en absoluto que, si la ciudad es de género femenino en el griego, pólis, y en el latín, urbs, civitas, en la Bibliainglesa leamos, por ejemplo (Isaías 40.2) speak ye comfortably to Jerusalem, and cry unto her, that her warfare is accomplished… : la Ciudad Santa es referida con pronombre femenino her, ‘a ella’. No sé si la cosa no vendrá ya de originales semíticos y no vendría mal un repaso serio a lo que Religión y Mito en ámbitos indoeuropeo y semítico deben a los cauces formales de masculino y femenino, por supuesto que en un medio social patriarcal, machista, que también lo sería sin esos cauces de forma gramatical.


3.7. Recuerdo que hace unos años, en ensayos de Dido and Aeneas de Purcell, hice encuesta sobre quién era él y quién ella: la poca cultura clásica de los encuestados y el molde lingüístico hicieron él a Dido por su ‑o (y no le valió de nada ser también ¡Elisa!) y el aguerrido Eneas resultó ella.


3.8. En fin, que quien quiera materia para enredarse va a tenerla sobrada y podrá hacer profundos escrutinios de la virilidad de los bancos, pozos, charcos, gorros… frente a la feminidad de las bancas, pozas, charcas, gorras, … En zapato frente a zapata y zapatillas hay enjundia para ensayo con que castigar la prepotencia del macho que deturpa una lengua que en última instancia le es materna, no paterna.


§ 4. Los ejemplos de Mitología Lingüística en el terreno del género gramatical (y del vocabulario) pueden sumar montañas y documentar componentes ideológicos y culturales que disgusten o que se estimen políticamente correctos, pero desde siempre son margen que ni explica el origen de la categoría del género, ni deberían ser centro o énfasis de peloteras machistas y feministas porque acaban por calentar los entusiasmos a costa de recalentar las neuronas y producen simplezas ¡auténticas! como la de rechazar hombreras por creer que son los hombres y no los hombros la base para la palabra en cuestión; el sustituto propuesto, mujereras, tal parece maniobra de la competencia para desacreditar feminismos. El sujetador, que suena a presión machista, acabará siendo tetera.


Pero a mujereras las mejora feminario, propuesto como ‘seminario de mujeres’, con rechazo de seminario por su naturaleza falocéntrica, ya que, nos dicen, procede de semen. A estos pensamientos, perezosos y débiles porque son desinformación a rastras de ventoleras irreflexivas, se puede perder todo el tiempo del mundo en querer hacerles ver que en seminario no hay nada que, vía semen, asocie en la exclusiva del varón las capacidades de saber y de reproducción. En cambio, es cierta la conexión del latino femina con la lactancia, es decir, con funciones que no dan relevancia o independencia social a la mujer, por lo cual el mismísimo feminismo quedaría en etimológico entredicho de *amamantismo o cosa por el estilo. El antojo del feminario y la tirria a las hombreras tienen la misma consistencia lingüística que la de quien había descubierto el único animal con tres géneros: el masculino buey, el femenino vaca ¡y el neutro checo! porque, decía, checo-es-lo-vaco.


Volviendo a lo serio, en última instancia el género gramatical es en parte corta un reflejo de una división social según sexos y en parte larga una trampa para hacernos creer que una categoría gramatical nominal y pronominal (y, en su caso, verbal) tiene parte sustancial en crear, reflejar, consolidar una discriminación de corte patriarcalista y machista; pero convendría situar el problema en su verdadero terreno, el vocabulario y su uso libre e intencionado según quién, qué, cómo, para qué… sea la comunicación.


Si patriarcalismo y machismo redujeran su presencia o virulencia hoy y antes a las sociedades en cuyo tipo lingüístico se reconoce ese género gramatical presunto culpable (en todo o en parte), este valle de lágrimas sería jardín de rosas porque son minoría en tiempo y espacio (aun con pesos pesados como lo indoeuropeo y lo semítico) las lenguas con género gramatical masculino, femenino (y neutro). Por desgracia patriarcalismo y machismo son plaga o necesidad ‘semper et ubique’ que en nada sustancial dependen de tiquismiquis de gramática y diccionario y nunca han llegado a impedir la expresión lingüística de cualquier contenido contradictorio con ellos, aunque a veces se la hipotequen en las simplezas con que la tientan.


§ 5. Daré ahora unas indicaciones muy sumarias de qué es, qué función tiene la categoría gramatical del género.


5.1. Si dejamos de mirarnos el ombligo indoeuropeocéntrico, resulta que el género falta en cantidad de lenguas; resulta que lo de masculino, femenino y neutro, que tan vital parece en lenguas indoeuropeas, semíticas, etc., se desconoce en lenguas cuyos géneros son más numerosos y responden a otros criterios, por ejemplo, objetos comestibles, objetos redondos, animados, inanimados, etc. En todas esas lenguas no necesitarán nunca la arroba hermafrodita, pero sus hablantes pueden ser o no ser de conducta sexista hasta el paroxismo.


5.2. El género es categoría sintáctica, no semántica; por sí mismo no significa nada y su única manifestación es la obligación de seleccionar en las palabras variables aquella forma que concuerde con la palabra sustantiva invariable a la que califican, determinan o se refieren: llamamos moción a que de bueno, el, mío, lo … obtengamos buena, la, mía, la , … según digamos el libro mío es bueno y lo leo… o digamos la novela mía es buena y la leo…


5.3. El género puede ser semántico en el sustantivo: en lobo / loba, niño/ niña, príncipe / princesa… y muchísimos nombres más el género opone sexos; sigue siendo semántico, pero no se dirá que opone sexos, macho y hembra de una pareja, en pares como foco / foca, caballo / caballa … y menos todavía en bolo / bola, codo / coda, charco / charca, banco / banca, fruto / fruta, modo / moda… Que la gran mayoría de los sustantivos tienen género gramatical inamovible y no tienen sexo natural es claro, pero el mitómano y el poeta hacen ahí su agosto con cosas como vida, muerte, gracia, miedo, temor, alegría... Parece que en origen los sustantivos con moción del tipo hijo / hija, perro / perra… eran adjetivos, pues tal moción no era propia de los sustantivos, sino de los adjetivos y pronombres a efectos de concordancia con aquéllos.


5.4. En las lenguas indoeuropeas el género es categoría más bien reciente y superpuesta a flexión nominal ya consolidada, pues los géneros no se reparten según tipos flexivos o declinaciones, sino que éstas pueden dar acogida a géneros distintos (por ejemplo, en latín, segunda declinación, dominus es masculino, populus ‘álamo’ es femenino, templum es neutro). Además hay notables diferencias de unas lenguas a otras o, lo que es lo mismo, los géneros se consolidan cuando la comunidad prehistórica se ha fragmentado y diferenciado camino de la pluralidad histórica.


5.5. En el léxico común y básico indoeuropeo hay presencia importante de la heteronimia o diferencia léxica previa a la distinción por mociónde género: recuérdense en latín pater / mater, soror / frater, vir / mulier … en inglés father / mother, son / daughter, sister / brother…: en estos y en otros muchos ejemplos de pares heteronímicos insistimos en que puede haber mucho más que simple oposición de sexos naturales, pues el orden familiar y social no se construía sobre igualdad de status, funciones, etc. y las etimologías podrían certificarlo, si tuviéramos tiempo y papel; otro tanto hay que decir de todo cuanto sean oposiciones gramaticales del tipo hijo / hija,que denotan y connotan mucho más que el sexonatural.


También es relevante que en su farming (agricultura + ganadería) nuestros antepasados lingüísticos neolíticos parecen ajenos a la distinción de géneros / sexos, pues a tiempo histórico llegan siendo de género común los nombres de animales domesticos tan esenciales como los que ejemplifico con latín sus, bos, ovis, canis, equus … (cerdo, buey, oveja, perro, caballo…), cuyos sexos importaban como para esperar verlos reflejados por heteronimia o en diferencia de género. De ambos procesos hubo, pero no de forma antigua y sistemática; nosotros heredamos del latín heteronimia –por ejemplo, caballo / yegua, buey / vaca…– y, sobre todo, moción –por ejemplo, perro / perra, cerdo / cerda, gato / gata, ternero / ternera, etc.


5.6. La primera distinción indoeuropea de género es la de animado frente a inanimado; está ligada a factores sintácticos y semánticos de ardua discusión porque han implicado cuestiones como la marca de la ergatividad o agencia del sujeto de verbos de acción, el orden más o menos libre de palabras, el presunto animismo del indoeuropeo primitivo, etc.


El lector con rentas de latines bachilleriles recordará que un masculino o femenino podía distinguir nominativo y acusativo (dominus, dominum), cosa que no hacía un neutro (templum). Masculino y femenino son continuación del género animado, el de sustantivos en los que se marca formalmente la oposición entre sus posibles funciones de sujeto y objeto oracional, mientras en el neutro, antiguo inanimado, hay una forma única para sujeto y objeto, a lo que tal vez contribuyó en origen que los inanimados tenían ciertas restricciones para ser (cierto tipo de) sujetos. Pero es terreno resbaladizo el berenjenal de animismos primitivos y de por qué tales o cuales realidades naturales podrían ser concebidas como animadas o inanimadas, por ejemplo, lo primero en el latino y masculino ignis, divinizado entre los indios como Agnis, y lo segundo en el griego y neutro pûr para el fuego. Fuera de nominativo-sujeto y acusativo-objeto la flexión es indiferente a marcar la oposición de género animado / inanimado (neutro).


5.7. El género animado se escindió en masculino y femenino: lo que hubo que crear y marcar, por mocióno por derivación, fue el género femenino, cuyo arranque es sin duda la necesidad de marcar el sexo femenino del referente con marca que cubra todos los casos de la flexión, mientras que la oposición de animado e inanimado sólo se marca en nominativo y acusativo.


La posición indiferente o negativa a la noción de lo específico femenino es la que pasa a ser de masculino, el género / sexo dominante o consabido, que no necesita marca, además de que puede, cuando proceda, cubrir también la significación de lo femenino. Este es el mediterráneo más veces descubierto en los ajustes de cuentas a nuestra tradición lingüístico-cultural.


5. 8. Parece que el núcleo inicial de formantes de femenino puedan deber tal especialización a que se ‘infectan’¡y perdónese el término técnico!– del significado femenino los sufijos *-eH2, *-iH2 que acompañan a las raíces que significan ‘mujer, hembra’ y tenemos en *gwen-eH2 (cf. griego gyné, inglés queen) y en *str-iH (cf. indio strí). Ambos sufijos nos dan en latín y griego la primera declinación o temas en –a en sus tipos equa, dea, gratia, … (metá)fora, (demo)cracia, … que son femeninos, salvo si nombran referentes de sexo masculino (por ejemplo, Catilina, Fidias, scriba, nauta… o los griegos Fidias, Lisias…).

Pero ambos sufijos tienen en origen otros valores, por ejemplo, forman nombres abstractos, de acción, colectivos, derivados relacionales, etc. y esos valores se conservan cuando quedan englobados en el género gramatical (¡no sexo!) femenino. Por ejemplo, apelando otra vez a rentas bachilleriles, recordemos que los neutros en nominativo y acusativo de plural tenían desinencia –a (templa, cornua, nomina…), que tiene su origen en el sufijo *-(e)H2 que ya hemos visto como de género femenino; pues bien, con ese neutro plural en –a se empareja en tiempo prehistórico una especialización del sufijo para crear nombres colectivos y es curioso observar que en el tránsito de lo latino a lo románico y en latinismos hoy en uso se continúan o reproducen aspectos de ese proceso: el colectivo singular femenino leña, huesa… parece continuar el neutro plural de leño, hueso… y, para contraponer individual / colectivo, podemos añadir modo / moda, banco / banca, el gallego penedo / peneda, o cultismos como nomina y agenda, que son femeninos singulares colectivos que arrancan de plurales neutros latinos (nomina, conjunto de nombres; agenda, conjunto de ‘cosas que han de hacerse’).

En donde dije derivados relacionales puede verse la obviedad de que lo masculino es el punto extralingüístico de referencia, pero el término genérico y básico para derivar lo femenino solamente será masculino después de hecha esa derivación: por ejemplo, si en indio dévas empezó por ser dios / diosa, el femenino derivado deví diosa ya es algo así como ‘la del dios’, mientras dévas se polariza en masculino dios; tengo entendido que uno de esos femeninos en –í es gachí (masculino gachó) en la lengua de los gitanos, que proceden de la India.


Insisto en que es lo formal la vía principalísima para procesos analógicos en los que todo sustantivo queda asignado a un género: lo sabía bien el campesino riojano que tenía la diploma, o la niña que decía la mana porque es anómalo un femenino acabado en –o; véase que la tradición colectiva en español hizo masculino al método¸ que era femenino en el original griego por ser camino (cf. 5.9; cf. en francés todavía Discours de la mèthode); de acuerdo con el genérico río se masculinizaron las que eran Mosa, Esgueva, Garona, Hornija… Además, incluso en el léxico que nombra seres con sexo hay vacíos e incoherencias notables que ya los gramáticos griegos advirtieron al acuñar los géneros común y epiceno: me refiero al género de liebre, pantera, mandril, lince... La incoherencia tópica es el género neutro de señorita en alemán, das Fräulein, porque son neutros los diminutivos, pero todavía queda la sensatez y buen gusto de que la referencia pronominal y la predicación a das Fräulein se hagan en género femenino, tal como nosotros para varones que son Su Majestad o Su Santidad preferimos pronombres y adjetivos masculinos. Creo que era Julio Camba quien recomendaba hablar alemán con sólo diminutivos, siempre neutros, para obviar dificultades en las muchas diferencias de género entre ese idioma y el nuestro.


5.9. No hay género porque distingamos hombre / mujer, caballo / yegua, nuera / yerno… Solamente hay categoría gramatical de género cuando adjetivos y pronombres varían su forma de acuerdo con el sustantivo al que se refieren o acompañan: en la consolidación de la categoría tal vez sea primer paso la referencia pronominal, es decir, el poder deshacer en la cadena hablada ambigüedades por medio de él / ella, éste / ésta, lo / la, mío / mía, otro / otra …, y el segundo paso esté en la concordancia obligatoria de adjetivos y pronombres con el sustantivo al que acompañan para calificarlo o determinarlo. Si se quiere buscar una justificación funcional al género, habrá que pensar más en la referenciaque en la concordancia, que es cosa redundante y sin otro rendimiento que el de permitir mayor libertad en el orden de palabras, aprovechable estilísticamente. La rigidez de las reglas de concordancia no debe hacernos olvidar que son un efecto y no una causa de la creación del género.


El hablante aplicará siempre sus vivencias, emociones, etc. a llenar de ficción personalizadora los cauces formales que la Gramáticale impone y así resultará que, por ejemplo, la Justicia sea una señora con balanza, o que puedan desposarse Filología y Mercurio, o el sol Lorenzo con la luna Catalina (que, por cierto, en alemán son Lorenza y Catalino). Es canónico recordar cómo el neutro cosifica, hace objeto sin vida propia al esclavo en griego, andrápodon, o a la prostituta en latín, scortum, aunque más grave que lo del género gramatical neutro es que andrápodon ‘con pies de hombre’, se acuñe sobre tetrápodon, ‘cuadrúpedo’ y diga así cuál es el status del siervo, o que scortum sea ‘pellejo’ en homenaje a tan añeja profesión. Y es puro sexismo, y a lo peor dando en el clavo de cómo se discurrió el asunto, aquello de que los nombres griegos y latinos del camino (hodós, kéleuthos, atrapitós, … via, semita…) sean de género femenino porque femenina es la pasividad, la receptividad, lo que se deja pisar...


En fin, lector, si quiere usted pasar el rato con el lenguaje, el género, el sexismo y sus remedios, feminidades y masculinidades, etc. le ofrezco material abundante: cargo / carga, barco / barca, codo / coda, banco / banca, tiro / tira, bulo / bula, libro / libra, poza / pozo, bola / bolo, vela / velo, teja / tejo, saca / saco, palo / pala, zapato / zapata… No descarto que profundando, profundando, matinando, matinando, pueda dejar chiquitos a Humboldt, Herder, Grimm y tutti quanti en sacar a la luz Volkgeist, Weltanschauung, innere Sprachform…


ADDENDA de última hora: haciendo limpieza en las tRIPas del PC di con este par de folios, en parte repetitivos y en parte complementarios de los precedentes:



Desde hace algún tiempo[1] viene llamando mi atención la curiosa y premeditada sustitución del sexo por el género al hablar de lo que tiene sexo y, en consecuencia, también puede tener un género que refleje ese sexo o, sin tal consecuencia, también puede tener un género que no refleja ese sexo, pues a fin de cuentas sexo y género no son lo mismo, por ejemplo, todos los que me conocen concordarán en que yo soy una persona de género femenino, pero un varón de sexo y género masculino. Confundir género y sexo es un vicio veteranísimo y que goza de espléndida salud en la sustitución de que venía hablándoles y pienso seguir haciéndolo porque es un ejemplo ostentóreo[2]de cómo bate esa batidora que llaman corrección política, batidora en la que se marea el cóctel del café para todos y café para nadie, con su perejil de ambigüedades y sus gotas de tabú. Obviamente, al igual que con la Coca-cola y los pantalones tejanos, con Bogart y Allen, con Marlboro y sus siniestras pegatinas, etc. esta corrección política que dice género donde todos dicen sexo es una americanada más.


Una americanada que llueve sobre mojado porque es tabú sobre tabú, disimulo sobre disimulo y, por las fechas en que estamos, casi se me va la mano a lo de campana sobre campana, pero refreno mi alegría oficial y sigo adelante[3]. En las trécolas del machismo y sus calamidades ya teníamos en juego un par de inercias de diccionario que derivaron a oxímoro lamentable: en primer lugar, la violencia de sexo que quieren llamar de género siempre tiene como sujeto agente un compañero sentimental y el complemento directo o, mejor dicho, la complementa directa, se consolará con que el compañero era sentimental, porque si fuese de corazón enjuto y desabrido, ya entraba a matar a la primera. Además ocurre que ese compañero sentimental ejerce violencia doméstica y una vez más celebramos que desde el Neolítico podemos distinguir entre lo doméstico y lo asilvestrado y es una gozada saber que es doméstica la violencia que te violenta ¡toma paronomasia! y que no es la violencia asilvestrada del jabalí o de la hiena, entre otros muchos ejemplos de mejor trato a la parienta.


Me he ido a la última del Oxford English Dictionnary para comprobar que por alli, por la anglofonía[4], cuecen las mismas habas que por aquí, es decir, que gender no es sex y que tienen significados y campos de uso netamente distintos, salvo en aprovechamientos humorísticos o mitopoéticos del vicio veterano de confundir género y sexo, ese vicio que a nosotros nos hace llamar Lorenzo y Catalina al sol y a la luna que, en cambio, para un alemán resultan ser Lorenza y Catalino.


Más todavía, nuestra lengua, la alemana, francesa, italiana, rusa y muchas más deben a sus orígenes indoeuropeos un género gramatical que en parte importante, pero sólo en parte, significa distinción de sexos naturales, opone macho y hembra. La lengua inglesa, en la que ahora dicen gender cuando (no) quieren decir sex, hace mucho tiempo que perdió el género gramatical, aunque la tradición y la comunicación cultural de los hablantes de la lengua inglesa ‑y me refiero a textos greco-latinos y bíblicos, a otras lenguas europeas, etc. ‑ no los han liberado de preocuparse de qué sexo pueda tener la tierra (femenina madre, fecunda ...) o el rayo (masculino enérgico, destructor ... ). Pero lo que importa es que man, woman, son, daughter, horse, mare ... tienen sexo ‑¡y que lo disfruten!‑, pero no tienen género. Por supuesto, que también se dice of course, en table, chair, thunder, sky ... no hay ni género ni sexo.


En cambio, con el género gramatical y las antiparras mitopoéticas por delante, puedes hacer florituras en imaginar las bodas del banco con la banca, o en verle a la zapata las virtudes femeninas de las que carece el viril, por masculino, zapato, y te puedes pasar el día enredando en mitos y antojos y que no te pase lo que contaba Jakobson de aquel que tradujo poemas de un poeta a su amada la Muerte, pero se tropezó con que en la lengua de entrada la Muerte había pasado a ser el Muerte y todo el diálogo amoroso tuvo que irse al tacho o ser reconvertido a tope[5]. Es evidente violencia de sex /sexo, no violencia de gender /género, la de que Fulano acabó con Mengana; no veo cómo esa violencia puede ser realmente de gender en la lengua inglesa, salvo que acumule barbarie hasta ser genocidio. En cambio es violencia de género, pero no puede ser de sexo, lo que leí el otro día en la página de sucesos de La Voz del Polo: un foco mata a una foca al caerle encima: el foco era de un barco ecologista y la foca se había acercado a curiosear.


Y, a lo que íbamos, no deja de ser curioso que en una lengua que carece de género gramatical la corrección política lleve a sus últimas consecuencias la confusión siempre desastrada de gender y sex para hacer del primero un eufemismo del segundo, con la coartada de que se quiere hacer énfasis en lo social o cultural frente a lo natural. Pero, digo yo, en cosas como la violencia y la discriminación que quieren llamar de género lo que hay es primera y precisamente violencia y discriminación de sexo, es decir, de lo natural a su aire, no sometido a regla o contención social o cultural que ponga al macho por encima o por fuera de las silveiras físicas y mentales.


A fin de cuentas lo que se hace con acogerse al gender o género es escapar de un sex o sexo al que la absoluta y bienvenida abolición de barreras y tabúes le ha dado un uso masivo y más de una vez para realidades en las que no hay nada aprovechable en ciertos niveles de la Cultura que no se deje medir por el rasero de la igualdad a la baja. Porque, señor@s que todavía seguís leyéndome, aquellas viejas tonterías obsoletas del machismo galante y discriminatorio ‑sexo débil, bello sexo ...‑ eran florecillas silvestres en comparación con todo cuanto hay tras cosas como sexy, sex symbol, sex shop, sex pot, sex appeal... que por mucho que se hayan ampliado al varón o a la pareja, siguen siendo marcas de un sexismo machista, de mujer‑objeto y, of course otra vez, de lisa y llana prostitución en un buen montón de ocasiones.


En estas condiciones está claro que sex no es un término muy lucido, pero hasta aquí íbamos bien y estábamos en un tris de usarlo sin mayor reparo, si no fuera porque sex en una sociedad puritana y llena de tapujos suena horrible, incluso en la denuncia de todo cuanto necesita correctivo en las relaciones y conflictos entre sexos, no géneros, con uno de ellos en desventaja crónica. Sex entra en el ámbito de lo inefable o innombrable porque sex suena a sex: ya lo dice la palabra, sex is sex, incluso y por antonomasia el femenino y, en terca sinécdoque, de cintura para abajo. Y para utilizar sex en otros sentidos y valencias o hay que estar en terrenos muy bien acotados previamente o hay que andarse con precisiones que no hacen más que recordarnos lo que nos pide el cuerpo y poner rijoso al interlocutor.


En fin, lo del gender / género ya mola mucho más que el sex / sexo, pero quiero insistir en que es el típico eufemismo a la violeta y que no hay mejor cosa que llamar al pan, pan y al vino, recuperando y afirmando los sentidos rectos y precisos que las palabras tienen y sin dejarse vencer porque se nos hayan ido a palabros.


NOTAS



[1] Exactamente un año, tres meses, catorce días, cuatro horas y veinticinco minutos.



[2] En anteriores secreciones mías he llamado la atención sobre que cuando Jesús Gil, el del Aleti, nos regaló lo de ostentóreo, ya se le había adelantado Juan Benet en Herrumbrosas Lanzas. Que Benet y sus lanzas pudieran ser fuente directa de Gil y Gil es conjetura que supera las más arduas hipótesis en materia de Transmisión Textual y Difusión Cultural.



[3] Pero me cuesta refrenarme porque mi alegría oficial es mucha.



[4] Término compuesto de anglo‑ y ‑fonía y que para no ser discriminatorio con los sajones tendría que ser anglosaxofonía, mucho más musical.


[5] Estas cosas ocurren no por culpa del género gramatical ni de las traducciones, sino por declararse novios de la muerte, cosa que desde siempre está reservada a patrimonio y gala de la Legión.

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