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lunes, 15 de octubre de 2007
Sección: Artículos básicos para iniciarse
Información publicada por: jeromor
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Fiabilidad de las ediciones del Itinerario de Antonino
Este es el principio de un artículo mío publicado hace unos años en el Miliario Extravagante
Jesús Rodríguez Morales, “Las fuentes itinerarias antiguas, su fiabilidad y las dificultades queplantean para el estudio de la red viaria romana en la Península.I: El caso de la A24 del Itinerario de Antonino”, El Miliario Extravagante, 74,Septiembre de 2000, pp. 14- 17
Los estudiosos de las vías romanas de la Península Ibérica contamos desde hace 25 años con una herramienta de trabajo fundamental: el libro de J. M. Roldan Hervás, Itineraria Hispana[1].Roldan utilizó para su edición, en lo referente al Itinerario de Antonino, la edición de Orto Cuntz, Itineraria romana, publicada por la prestigiosa Biblioteca Teubneriana de Leizpig en 1929, que se considera como edición definitiva por casi todos los investigadores del tema[2].
Sin embargo, al hacer un repaso diacrónico de los estudios sobre vías romanas del centro de la Península, me he topado con que los pioneros de la investigación, a finales del siglo pasado y principios de éste, utilizaban otra edición, conforme a la cual solían citar las vías, la de Gustav Parthey y Margaret Pinder[3].
Al consultar allí los datos sobre las vías en las que trabajo más asiduamente, la A24, 25, 29 y 30, me he encontrado con que las disparidades de cifras entre estas dos ediciones son verdaderamente llamativas.
La primera reacción ante ello ha sido dudar de la capacidad científica de Parthey y Pinder como editores del Itinerario, pero, hechas las pertinentes averiguaciones, me he encontrado con que se trata de científicos de primera clase, y particularmente Parthey especializado en Geografía antigua[4].
La edición del Itinerario de estos dos autores es una obra de gran categoría científica, que maneja más de 40 manuscritos, con un índice de mansiones y mapas al final.
Así que, si el trabajo de Parthey y Pinder, tiene garantías científicas, ¿cuál puede ser la explicación de sus disparidades con la de Cuntz?
Seguramente la diferencia en el método de trabajo, que implica diferencias de criterio en la elección de variantes. Parthey y Pinder, según apuntan en su obra, han elegido las que les parecían más probables en función de la antigüedad de los manuscritos y la filiación de unos con otros. O. Cuntz advierte en el prólogo de su obra[5] que, aunque el libro de los "diligentísimos editores G. Parthey y M. Pinder utilizó todos los manuscritos del Itinerario, en la época de aquellos no se conocía la relación entre los códices, ni se había establecido la primacía de algunos de ellos, puesto que el stemma no se había estudiado todavía.”
En la edición de textos clásicos las variantes o disparidades entre las lecciones de los códices se resuelven, en primer lugar considerando la antigüedad de los manuscritos y su posición relativa en el stemma, y a continuación, mediante el sentido, adoptando la lección que dé un sentido más claro. En el caso de que varias lo den, habría que considerar cual es la lectio difficilior, la lectura más difícil y por tanto la que es más improbable que se haya copiado por distracción. Todas estas reglas son más complicadas de aplicar en el caso de unos manuscritos, los del Itinerario, que consisten en gran parte en números. Aquí, por lo tanto, cualquier cifra conservada es posible que sea correcta a priori a no ser que se sepa con seguridad que un manuscrito ha sido copiado de otro y las diferencias se deban a errores de copia o que se conozca perfectamente el trazado de la vía demostrándose así que no es válida. Cuando existen variantes es indudable que ha existido una equivocación en algún paso del proceso de copiado, y lo único que podemos hacer es intentar que la suma de las distancias parciales se acomode a alguno de los totales que se han conservado. Si se acomoda, las variantes elegidas serán tan válidas como las de la edición de Cuntz y más si logran alcanzar sumas totales que el editor no haya logrado.
Así que, al considerar el texto de la edición de Cuntz como definitivo y negarnos a considerar las variantes y los posibles errores nos estamos cerrando nosotros mismos las puertas de la mejora del texto; toda la literatura grecolatina, conservada y transmitida en circunstancias análogas a los manuscritos del Itinerario, va mejorando y haciéndose las ediciones cada vez más fiables, preciamente por el esfuerzo colectivo de los especialistas que aportan día a día nuevas propuestas y soluciones que, al ser aprobadas por el consenso colectivo, pasana aformar parte de las nuevas ediciones.
[1] J. M Roldan Hervás, Itineraria Hispana. Fuentes antiguas para el estudio de las vías romanas en la Península Ibérica. Universidades de Valladolid y Granada. 1975.
[2] Ver al respecto los comentarios de G. Arias. Repertorio de caminos de la Hispama romana, ed. del autor, 1987, p. 488: '" He utilizado naturalmente la edición de Cuntz (Itineraria romana. Berlín 1929), que es definitiva según todos reconocen mientras no aparezcan nuevos códices." O los de J. M. Roldan Hervás. op. cit. nota 1. p. 28- 29: "A esta edición (la de Parthey y Pinder) ha venido a sustituirla la de Otto Cuntz.... que puede considerarse como plenamente satisfactoria..."
[3]G. Parthey y M. Pinder, Itinerarium Antonini Augusti et Hierosolymilitanum ex libris manu scRIPtis, Berolini impensis Friderici Nicolai. 1848. Esta edición es la que usan y reproducen los primeros investigadores modernos sobre vías romanas en España: E. Saavedra, Discursos leídos ante ¡a Academia De la Historia en la recepción pública de D. Eduardo Saavedra, el día 28 de Diciembre de 1862, Madrid, Fortanet, 1914. 2* ed., apéndice 1º, pp. 63- 81, y A. Blázquez, "Nuevo estudio sobre el Itinerario de Antonino", Boletín de la Real Academia de la Historia, 21, 1892, pp. 54- 128.
[4] Aunque esto no demuestra nada porque, como dice Gonzalo Arias, dedicarse a un solo tema muchas veces da mejores resultados, Gustav Parthey tiene en el catálogo de la British Library, como ejemplo de gran biblioteca de humanidades, 23 entradas, entre ellas, aparte de la edición citada, las de Pomponio Mela, el Ravennatis y la Cosmographia Guidonis (con Pinder), el Dicuili liber de mensura orbis terrae, el Onomasticon urbium et locorum Sacrae ScRIPturae de Eusebius Pamphilus, los Mirabilia Urbis Rome, etc. Margaret Pinder tiene 14 entradas y Otto Cuntz 5, sobre Plinio, Polibio, Ptolomeo y otros temas no geográficos.
[5] O. Cuntz, Itineraria romana. Volumen prius. Itineraria antonini augusti et burdigalense, Studgard, B.G. Teubner, 1929, pp. iv-vii.
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Además de la propia transcRIPción, uno de los problemas que tienen
estas vías es que parece que los distintos transcRIPtores han jugado
también a ubicar las estaciones. El grandísimo problema de las vías que
analizas es que tienen sendos huesos durísimos de roer: Titulcia y
Laminio, si tratando de buscarlas "llevamos" el Itinerario donde nos
venga en gana es imposible que nos entendamos.
El caso de Laminio
es escandaloso: como nadie parece que quiera que esté donde la A-31
sugiere que esté y el A-29 y el A-30 casan mucho mejor, donde Plinio
parece que sugiere que esté, donde los restos viarios que concuerdan
con las distancias del itinerario (utilices la medida de milla que
utilices) parecen que quiera que este, donde las piedras de afilar
parece que quieren que este (sí, allí también hay) y hasta las
longitudes de Ptolomeo quieren que esté, pues nada: así estamos.
Que
Alhambra tiene el dichoso epígrafe de Fuenllana, vale, es lo único. A
partir de ahí, a inventar el nacimiento del Anas, a decir que los
itinerarios se equivocan, que Ptolomeo era gilipollas, que las piedras
chachis eran las de Alhambra (habiendo canteras de piedras de afilar en
media España), que Laminio tenía circo y anfiteatro y 50000 cosas más,
que Alhambra viene de Lamini (¿y por qué no de Alaba? ¿por que no un
Collegivm [Alab]anensem. No me vale el Alba de Argamasilla que parece
que viene de la Casa de Alba).
Si no nos bajamos del burro y
empezamos a asumir que el Laminio Oriental tiene sus opciones y que no
estaría demás acercarse a mirar, aunque sea para descartarlo;
difícilmente se "cerrará" el mapa del centro peninsular, aunque tengan
que llevar razón un periodista medio ciego y un filólogo extravagante.
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