Autor: R.Chao
viernes, 14 de diciembre de 2007
Sección: Edad Media
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Alfonso VII, rey de León y Emperador de Hispania

Resumen del reinado de Alfonso Raimúndez, que incluye algunas reflexiones sobre la incorrección de denominarlo "rey de Castilla".

La problemática sucesión de Alfonso VI

A comienzos del siglo XII se suceden varios acontecimientos que
marcarán el devenir del Reino de León. En primer lugar, en el año 1105
nace Alfonso Raimúndez, hijo de la infanta Urraca y de Raimundo de
Borgoña. Aunque en un futuro a medio plazo este niño estaría llamado a
ocupar el trono leonés, en aquel momento nada podía hacer prever tal
acontecimiento, ya que el heredero era entonces su tío, el infante
Sancho, único hijo varón de Alfonso VI. La infancia del Alfonso que nos
ocupa tuvo que ser especialmente dura, ya que quedó huérfano de padre
cuando sólo contaba tres o cuatro años. Poco después, su madre contrajo
nuevo matrimonio con Alfonso I “El Batallador”, rey de Aragón y
Navarra, pero esta unión, en lugar de estrechar los lazos entre las dos
Coronas, se convirtió en una permanente fuente de conflictos que sumió
en una grave crisis al reino leonés.

Por esa misma época, en el
año 1108, ocurrió una gran desgracia que cambiaría el transcurso de los
acontecimientos: en la batalla de Sagrajas, en medio de los combates,
perdió la vida Sancho, el heredero del Reino. Alfonso VI, enfermo de
dolor por tan gran pérdida, morirá poco después, siendo sucedido por su
hija Urraca. No sabemos si en la mente del rey fallecido estaba la idea
de que Alfonso I de Aragón fuera co-soberano junto a su hija, pero, en
cualquier caso, la unión de las Coronas de León y Aragón fue efímera
debido a las desavenencias conyugales existentes entre la madre y el
padrastro del futuro Alfonso VII. No es éste asunto para tomarse a
broma, porque, aunque hubo reconciliaciones, estas peleas maritales
degeneraron en constantes batallas.

Mientras tanto, Urraca,
siguiendo la ancestral costumbre leonesa, delegó el gobierno de Galicia
en su hijo. Diego Gelmírez, obispo de Santiago, junto a varios nobles
gallegos y leoneses opuestos al aragonés Alfonso I, y molestos con la
pusilanimidad mostrada por Urraca, coronaron rey en Galicia en 1111 al
todavía tierno infante Alfonso Raimúndez, y a continuación se
dirigieron a León para entronizarlo. Sin embargo, Alfonso I no se quedó
de brazos cruzados, y reuniendo un gran ejército de aragoneses y
castellanos, les salió al encuentro y les venció en Villadangos.

Las desavenencias entre Urraca y su marido continuaron durante muchos
años, pero a ellas hubo que sumar las que surgieron entre la soberana y
su hijo, con quien tuvo que compartir el reino por presiones de una
parte de la nobleza. Cuando ella muere, en el año 1126, queda como
único sucesor su hijo Alfonso Raimúndez, de 21 años, y que hoy en día
es conocido como Alfonso VII. Éste recibió la corona ese mismo año en
la ciudad de León.

Haciendo un paréntesis. resulta curiosa la costumbre
decimonónica de muchos historiadores de aprovechar la entronización de
Alfonso VII para señalar el comienzo de la por ellos denominada
“Dinastía Borgoñona”. En realidad no hubo tal cambio: la línea
sucesoria en este caso estuvo marcada por la madre, y no por el padre.
Lo mismo podría decirse del anterior “cambio de dinastía” en el Reino
de León: cuando Fernando I, conde de Castilla de origen navarro,
accedió al solio regio en 1037, en realidad lo hizo en virtud de su
matrimonio con Sancha, quien era la auténtica heredera del reino, por
lo que es incorrecto (y extremadamente machista) decir que en ese
momento comienza la “Dinastía Navarra”. Por lo tanto, podría afirmarse
que no hubo ningún cambio de dinastía en el Reino leonés, y sin duda
así lo percibieron los contemporáneos.

Este rey tuvo unos
comienzos realmente difíciles, ya que la parte de la nobleza que más
simpatizaba con Alfonso I de Aragón se le opuso con firmeza. Tras
sofocar las principales rebeliones, se enfrentó directamente con su
padrastro aragonés por los territorios de la Castilla oriental que éste
se había apropiado, consiguiendo que la ciudad de Burgos volviera a la
órbita leonesa el 1 de mayo de 1127. A comienzos del año siguiente
Alfonso VII contrajo matrimonio en León con Berenguela, hija del conde
barcelonés Ramón Berenguer III.

Alfonso VII, Emperador

Una
vez apaciguado el reino, y neutralizada la amenaza aragonesa, el rey de
León se embarcó en una exitosa serie de campañas contra los musulmanes
almorávides. Tuvo tanta fortuna, que pronto se hizo evidente para todos
que León se estaba haciendo de nuevo con la preponderancia militar y
política en el solar hispano. La estrepitosa derrota de Alfonso I “El
Batallador” en Fraga frente a los islamitas (1134) reforzó esta
impresión. Además, este rey murió al poco tiempo, lo que fue
aprovechado por Alfonso VII para recuperar los territorios de la
Castilla oriental que aún continuaban bajo dominio aragonés. Por si
fuera poco, el monarca leonés acudió en persona a la defensa de la
ciudad de Zaragoza frente a los almorávides, y penetró en ella entre
los vítores de los zaragozanos. Viendo que la coyuntura le era
totalmente propicia, el 26 de mayo de 1135, día de Pentecostés, Alfonso
Raimúndez fue coronado Emperador de Hispania en la catedral románica de
León, y como tal fue reconocido por los demás reinos cristianos, por el
conde de Barcelona Ramón Berenguer IV (su cuñado), y por varios condes
del sur de Francia. Pero poco después de este sonoro éxito, Alfonso VII
de León tuvo que enfrentarse al díscolo condado de Portugal, que se
convertiría en una espina clavada en el costado del Reino (ahora
Imperio) leonés, hasta que llegó a proclamar su independencia en 1139.
Fue reconocido como reino por el Emperador en el año1143.

Conquistas y política

Con
Alfonso VII se amplió la frontera sur de León con la conquista de
Ciudad Rodrigo y de Coria, lo que además sirvió para reforzar el límite
occidental con el nuevo reino luso. Gracias a sus conquistas y a sus
hábiles manejos políticos, el Emperador fue consiguiendo la
desintegración del dominio almorávide en la Hispania musulmana. Así, en
1146 logró tomar Córdoba, y ya nada parecía capaz de detener el avance
del rey leonés. Sin embargo, ese mismo año, los almohades (una nueva
dinastía islámica del norte de África) irrumpieron en la Península,
conquistando en poco tiempo y uno a uno los débiles reinos de taifas
almorávides. Éstos, asustados por la invasión, no dudaron en solicitar
urgentemente la ayuda de Alfonso. Por su parte, el emperador leonés
tomó Almería en 1147, aunque podría considerarse que a partir de
entonces comienza el declive de su reinado: Córdoba se entrega a los
almohades en 1148, y Berenguela, su amada esposa, fallece en 1149 tras
21 años de matrimonio. A pesar de sus intentos, Alfonso no logró
retomar Córdoba, y también fracasó en conquistar Jaén. En 1152 contrajo
matrimonio con Doña Rica, hija del conde Ladislao III de Polonia. En
1155, sin que conozcamos bien los motivos, el Emperador divide
oficialmente sus dominios entre sus dos hijos de una forma bastante
equitativa: a Sancho, el mayor, le correspondería la Corona de Castilla
(que incluía los reinos de Castilla y de Toledo), y a Fernando, la de
León (Reinos de Galicia, Asturias, León y, en un alarde de optimismo,
Portugal, además de los territorios de la Extremadura Leonesa).

En
cuanto a su política matrimonial, Alfonso VII casó a su hija Constanza
con Luis VII de Francia en 1152, y en 1153 unió a la infanta Sancha con
su vasallo Sancho VI de Navarra. En 1155 obtuvo sus últimas victorias
tomando Andújar, Pedroche y Santa Eufemia, pero en 1157 fue incapaz de
retener las plazas de Baeza y Úbeda, y finalmente también perdió
Almería. Atribulado por tamaña desgracia, Alfonso murió poco después
cuando regresaba de la campaña, a la edad de 52 años. Dado que
trasladarlo a la ciudad de León era prácticamente imposible debido a la
distancia y a la época del año, el Emperador fue enterrado en Toledo.

Algunas reflexiones finales

Como
hemos visto, los 31 años de reinado de Alfonso VII dieron mucho de sí.
Es uno de los reyes leoneses de quien conocemos más datos gracias a la
Chronica Adefonsi Imperatoris (Crónica del Emperador Alfonso), que fue
escrita en su misma época por un autor desconocido, aunque sin duda era
de origen eclesiástico y debía gozar de una posición muy cercana al
monarca. En esta crónica, Alfonso Raimúndez recibe la denominación “Rey
de León” en 42 ocasiones, siendo residuales las referencias a otros
títulos como “Emperador de León y Toledo” (dos veces), o “Rey de los
Hispanos” (una). Sin embargo, en ningún momento es llamado “Rey de
Castilla” ni mucho menos “Rey de Castilla y León”. Llamo la atención
sobre este hecho (que se repite en la documentación) porque hoy en día
es raro encontrarse con una enciclopedia, libro de texto o incluso
monografía de tema histórico donde no se le llame en exclusiva con
alguna de las dos últimas y anacrónicas titulaciones. Esta aberración
es producto de una historiografía dominada por el castellanismo que se
arrastra más o menos desde la época de Alfonso X y sus tergiversadas y
manipuladas Crónicas. En esta misma línea se podrían incluir casi todos
los antihistóricos cantares de gesta castellanos (sobre todo los del
ciclo del Cid); a pesar de ser principalmente fantasiosas obras de
literatura, y a pesar de contar con múltiples errores cronológicos, de
identificación de personajes, anacronismos, etc. fueron utilizados por
el Rey Sabio como materia prima de sus mencionadas Crónicas, vendiendo
una Historia castellanocéntrica al servicio de su dinastía. Por
desgracia estas Crónicas, al estar redactadas en castellano, han sido
utilizadas hasta la saciedad por los historiadores desde el siglo XIII
hasta nuestros días, mientras que por el camino se han ido olvidando
convenientemente del resto de las crónicas que no cuadraban con él, y
que parten con el inconveniente de estar escritas en latín.

La “leonesidad” de Alfonso VII queda patente en multitud de detalles:

·Gran parte de sus monedas llevan incisa la figura de uno o varios leones y el nombre de la ciudad de León.

·Se coronó dos veces en León: una como rey, y otra como emperador.

·Los
actos importantes para la monarquía (bodas, funerales, etc.) casi
siempre tuvieron lugar en León, a pesar del enorme prestigio de Toledo.

Y
ello sin restar importancia al resto de los reinos de la Corona, porque
si por algo se caracterizó la monarquía leonesa fue por su respeto a
las particularidades e idiosincrasia de cada uno de ellos.

Más informacióen en: http://corazonleon.blogspot.com/2007/05/alfonso-vii-rey-de-len-y-emperador-de.html


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Comentarios

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  1. #1 giannini 10 de jun. 2007

    Por añadir algún documento a mayores. Haciendo una consulta en el CODOLGA para documentos de los años 1111 a 1126, resulta:


    -En un documento del año 1112 incluido en el Tumbo A de la Catedral de Santiago dice Urraca:


    "sicut antea dederam et postea filius meus rex domnus Adefonsus dedit et confirmauit".


    -En el Tumbo Colorado de la misma Catedral aparece otro documento de 1112 en el que Urraca llama a su hijo Rey:


    "Vrraca regina et filius rex dompnus Adefonsus quod fieri mandauerunt proprio robore conf".


    -Procedente de Xubia, es este otro documento de 1113 en el que también se llama a Alfonso, rey:


    "regina domina Urraca regnante in Toleto cum filio suo Adefonsus rex".


    -Del año 1117 y procedente del tumbo de Caaveiro:


    "in temporibus regina domna Orraca et filio eius Adefonsus rex, filio Raymundi Bergundionis"


    -De 1118 y procedente de los tumbos del monasterio de Sobrado dos Monxes:


    "KARTA DONATIONIS QUAM FECIT DOMNA URRACA ET FILIUS EIUS REX DOMNUS ADEFONSUS".


    -Otro documento del año 1120 procedente del monasterio de San Salvador de Pedroso:


    "ego Adefonsus, Dei gratia rex, comitis domni Raymundi et regine domne Urracce filius".


    -Del año 1121 y procedente del monasterio de San Miguel de Bóveda:


    "ego regina dona Urracha et filius meus rex Adefonsus".


    Las referencias y transcRIPciones completas pueden encontrarse en el CODOLGA:


    http://balteira.cirp.es/codolga/index.html

  2. #2 lamigueiro 20 de sep. 2007

    3. Fuero de Bayona


    Concedido por Alfonso IX el 7 de mayo de 1201 y confirmado por Fernando III en el año 1232.


     “Per presens scRIPtum tam presentibus quam futuris notum sit ac manifestum quod Ego Ferrandus


    Dei gratia Rex Castellae et Toleti, Legionis et Galletiae inveni privilegium ab Illustrissimum Patre nostro Rege Domno Adefonsus condditum in huncmodo. Quoniam certa res est tam fragilis quam probabilis idcirco ego Adefonsus Rex Dei gratia Legionis et Galletiae…..(más adelante)….In nomine Domini nostre Ihesu Christi Amen. Quoniam ea quae in presentis facimus et statuimus volumus inconcusa perpetuo permaneret idcirco. Ego Adefonsus Dei gratia Rex Legionis et Galletiae

  3. #3 Norman Canon 19 de feb. 2008

    Paso a comentar párrafos del articulo inicial del hilo: 


    "la unión de las Coronas de León y Aragón fue efímera"


    Qué barbaridad ¡¡”Corona de Aragón”... en pleno siglo XII!! Lo que se puede llegar a aprender en los foros...


    A ver, ¡no liemos al personal, por favor!: la Corona de Aragón comenzó algunos siglos después; y sobre lo que se llama aquí “Corona de León”, ¿podemos saber en qué documentos medievales consta ese nombre tan rimbombante.. para que se use tan alegremente?


    "Haciendo un paréntesis. resulta curiosa la costumbre decimonónica de muchos historiadores de aprovechar la entronización de Alfonso VII para señalar el comienzo de la por ellos denominada “Dinastía Borgoñona”. En realidad no hubo tal cambio: la línea sucesoria en este caso estuvo marcada por la madre, y no por el padre. Lo mismo podría decirse del anterior “cambio de dinastía” en el Reino de León: cuando Fernando I, conde de Castilla de origen navarro, accedió al solio regio en 1037, en realidad lo hizo en virtud de su matrimonio con Sancha, quien era la auténtica heredera del reino, por lo que es incorrecto (y extremadamente machista) decir que en ese momento comienza la “Dinastía Navarra”. Por lo tanto, podría afirmarse que no hubo ningún cambio de dinastía en el Reino leonés, y sin duda así lo percibieron los contemporáneos."


    No, claro, si ahora va a resultar que en realidad el soberano de León y de Castilla no fue Fernando I (como nos dijeron siempre los péfidos castellanos) sino doña Sancha I “reina” de la “Corona Leonesa”... ¡¡la conspiración anti-leonesa fue la culpable!! ...y su primogénito Sancho II... sería, según eso, rey de la “Corona Leonesa” (no de Castilla) ¿no?... y Alfonso (VI), según la gradación jerárquica, el segundogénito habría sido Rey de Castilla (no de León, claro).


    En fin, la historia al revés, y solo por ganas de ensalzar el terruño de uno.


    Por cierto, nos enteramos, de paso, que los “leoneses” del siglo XI no eran “machistas”. En cambio, de los castellanos... mejor ni hablar, (lógico...)


    "la Corona de Castilla (que incluía los reinos de Castilla y de Toledo),"


    ¡¡Qué cosa más rara!! Ahora nos enteramos que hay una “Corona de Castilla”... dentro del “Imperio” (o de la Corona) leonés”!! Y se nos dice a estas alturas de la película...


    Y yo pregunto: si ya había “Corona de Castilla” ¿qué pintaba dicha Corona dentro de la "Corona de León", como se sobreentiende en el artículo? ¿y por qué en el artículo nunca se hace referencia a ella sino a los “castellanos”, (pues alguna importancia tendría Castilla, al menos desde Alfonso VI y su conquista de Toledo...)?


    ...Y si la "Corona de León" realmente englobaba a Castilla... ¿por qué ahora se llama "Corona" a Castilla y sus reinos? Que nos responda el articulista.


    Por cierto, la Corona de Castilla aparece en 1230, con la unión en Fernando III, de los Reinos de Castilla y de León, hasta entonces no hay ninguna “Corona”, ni en “León” ni en “Castilla”.


    "Es uno de los reyes leoneses de quien conocemos más datos gracias a la Chronica Adefonsi Imperatoris (Crónica del Emperador Alfonso), que fue escrita en su misma época por un autor desconocido, aunque sin duda era de origen eclesiástico y debía gozar de una posición muy cercana al
    monarca. En esta crónica, Alfonso Raimúndez recibe la denominación “Rey de León” en 42 ocasiones, siendo residuales las referencias a otros títulos como “Emperador de León y Toledo” (dos veces), o “Rey de los Hispanos” (una). Sin embargo, en ningún momento es llamado “Rey de Castilla” ni mucho menos “Rey de Castilla y León”.


    Bueno, el articulista ha elegido la “Chronica Adefonsi Imperatoris” porque se ajusta a su particular interés “leonesista”. Pero yo, para incordiar, y porque no soy ni “leonesista” ni “galleguista”, soy muy libre de citar crónicas y diplomas que mencionan nada menos que su carácter castellano e hispánico (el mismo que el articulista -o los gallegos- suelen esconder o pasar por alto).


    Me permito subrayar en negrita las citas de crónicas y diplomas a dicho carácter hispano y castellano que menciona sobre Alfonso VII un autor nada sospechoso, don José Antonio Maravall, en su obra clásica “El concepto de España en la Edad Media. :


    (...) Volvamos ahora a ocuparnos de Alfonso VII. En principio, los diplomas y textos que aluden a este rey son iguales, en su significación, a los que hasta aquí hemos hallado en sus más próximos antecesores. Los hay en los que la palabra “imperator” va seguida de la enumeración de una pluralidad de tierras, cuyos nombres se barajan sin orden fijo, de modo que el de León queda colocado en lugares diferentes y a veces hasta desaparece (150).


    Se suprime el nombre de León y la referencia a Castilla se reduce al mínimo en algún caso (151). En los documentos aragoneses es normal la mención de Zaragoza (152) y excepcionalmente, en escritura de venta de unas casas en esa ciudad, se data así: “Regnante Ildefonso imperatore in Galissia et in Cesar Augusta” (153). Aparte quedan los casos en que se le menciona sólo como “imperator” o “rex imperator”, sin decir de dónde (154).


    A veces, incluso en documentos aragoneses, aparece el título imperial reducido especialmente a Castilla (155).


     


    Junto a esto están los casos, incomparablemente más numerosos que en ninguno de los reyes que le preceden, en que se llama emperador de España. A veces, este nombre se une al de una tierra particular, como vimos en otros lugares de este libro. Pero son muchos, desde luego, muchos más los que hasta entonces se han podido ver, los que no contienen otra referencia que la de España, sobre cuyo conjunto, como rey a veces y con más frecuencia como emperador, se proyecta su poder: “Regnante rex Adefonsus in Spania” (156), dicen algunos diplomas de 1134, mientras en fecha anterior (1131 a 1133) se encuentra ya la fórmula: “Dei gratia Ispanie imperator” (157), y con posterioridad (1142, 1147, 1155), la de “imperante rex Adefonso... totius Yspanie” (158).


    En un documento aragonés importante, como el de la confirmación, en 1136, de la Cofradía de Belchite, se titula “Hyspanie imperator” (159).


     


    Y en los documentos que reflejan sus relaciones con el conde de Barcelona, hallamos estos datos: en la concordia de Carrión, en 1141, se le llama “imperator Ispanie”, en el Tratado de Tudellén, de 1151, se le llama “ilustrem Ildefonsus imperatorem Ispaniae”; y en nuevo acuerdo, en Lérida, 1156, se le titula “Ispaniarum imperatorem” (160). En medio de estas fechas queda en Castilla la del Fuero de Pancorbo, en donde la fórmula del encabezamiento, que podemos considrar como normal, “totius Hispaniae imperator”, se convierte, en la suscRIPción, en la de “per totam Hispania” (161), expresión que remite, pudiéramos decir que plásticamente, a la visión entera del reino de España.


     


    Por las relaciones de superioridad mantenidas con el príncipe de Aragón y conde de Barcelona, con el rey de Navarra, con otros señores hispánicos, entre ellos el conde de la lejana tierra de Urgel, el imperio de España de Alfonso VII que, para ser tal, según las ideas de la época, tenía que extenderse a toda la Península en su parte cristiana, y ser efectivo, sabemos que positivamente reunía ambas condiciones. En una escritura de donación de su hijo Sancho, en 1152, al monasterio de Arlanza, se dice: “rex Sancius fuit armatus in Valadolid, imperante Adefonso imperatore... comes Barchinonensis tunc temporis vasallus imperatoris et rex Sancius de Navarra”, mención repetida en diploma del mismo rey de 1154, en la que se titula “imperator Hispaniae” (162). No una imprecisa dominación sobre varias tierras o reyes, como sucedía en algunos casos anteriores, sino una concreta y cierta hegemonía, jurídicamente formulada mediante el concepto de vasallaje, una superioridad formal de poder sobre los restantes príncipes hispánicos, es la causa que da calidad y título imperial a Alfonso VII, según la historiografía posterior, que considera el suyo como imperio de España.


    La manera según la cual un texto tan próximo a los acontecimientos como es la “Chronica Adefonsi Imperatoris”, concibe los hechos, es una prueba decisiva de nuestro aserto (163). 


     


    Para esta Crónica tras el título imperial de Alfonso VII está el cuadro del “reino de España”, como correlato histórico e institucional de la autoridad del emperador. Esa correspondencia entre emperador y reino de España se da en diplomas de la época: recordemos aquél que, en 1137, dice: “Regnum Yspaniae Adefonso obtinente” (164). Reino en el que hay varios príncipes, según el sistema que ya nos es conocido, y entre los cuales uno asume, en esa fase concreta, la hegemonía.


    Así, entre los documentos de Ramón Berenguer IV se establece el tipo de datación simultánea de la siguiente forma: “Regnante illo comite Raimundo in Aragon et Barcilona. Adefonsus imperator in Castella. Garcia rex in Pampilona” (165).


     


    Lo cierto es que la conciencia de la época, en la cual, como la Crónica Silense y la Historia Compostelana prueban, quedaba el testimonio  de precedentes momentos imperiales (Alfonso III, Alfonso VI), debió ver el imperio de Alfonso VII como algo dotado de características muy especiales y vigorosas. Nos induce a pensarlo así el hecho de que por antonomasia, a Alfonso VII, inmediatamente después de muerto, se le llama “el emperador”, sin necesidad de otras determinaciones. Reyes anteriores se habían llamado hijos del emperador Alonso, del emperador Fernando, etc.; Sancho III se llama solamente “filius imperatoris”.


    En el grupo de diplomas referentes al priorato de Artajona, entre los que se encuentran los más de los pocos que se conservan correspondientes al reinado de Sancho III, figuran varios con la fórmula “rex Sancius filius imperatoris”, y hasta hay uno que dice en la datación “in anno quando obiit rex Sancius filius imperatoris” (166).


     


    Este mismo hecho se da en textos cronísticos. Sancho y Fernando son llamados, cada uno de por sí, “hijo del emperador”, en el Cronicón Burgense, los Anales Compostelanos, los cronicones Conimbricense y de Cardeña, los Anales Toledanos (167). Por otra parte, la condición imperial de Alfonso VII es cosa cuyo conocimiento se expande por toda la Península, en forma que no guarda comparación posible con ningún otro caso.


    El Cronicón Conimbrigense I lo llama “Imperator Spaniae” al dar cuenta de su muerte en 1157 (168); el Cronicón Rivipulliense, con el mismo motivo, le titula “imperator Yspaniarum” (169), el Cronicón Dertusense II, fechando la misma noticia por la era y por el año de la Encarnación, le nombra como “imperator Castellae et totius Ispaniae” (170).


     


    Al mismo tiempo, otras fuentes, olvidándose o negándose a reconocer lo que de preeminencia hispánica había en su título, le confieren un carácter imperial reducido, pero sin dejar de insistir en éste. Si para el “Fuero Viejo de Castilla” es “el emperador don Alfonso de Castilla”, para los Annales Compostellani es el “Imperator Legionensis” (171); para el Cronicón Villarense es, en dos ocasiones, el “emperador de Castilla” (172); para los Gesta Comitum, el “imperator Toletanus” o el “magnus imperator Castellae” (173), y de la misma manera aparece mencionado dentro y fuera de su tierra en los Anales Toledanos (174), en la Crónica de Desclot (175), o en la de Fray García de Euguí (176).


    De una u otra forma, el recuerdo del título imperial de Alfonso VII quedó grabado indeleblemente hasta nuestros días...


     


    (150)Recordemos algunos ejemplos concretos: “Ad imperatore imperante in Toleti, in Legione, in Saragoza, Naiara, Castella, Gallicia, en 1135 (“Cart. Monast. Vega”, núm. 38); o, en el mismo año, “in Tolleto, Saragoza, Legione, Nazara, Castella, Gallizia” (“Cart. de San Pedro de Arlanza”, núm. XCVII); en ocasiones, la mención se reduce a León: “regnante rex imperator in Legione Adefonsus”, en 1136 y 1141 (”Cart. de San Vicente de Oviedo”, núms 187, 193, 194), o a León y Toledo (Ibídem, núms 195 a 198, de 1141), o simplemente a Castilla (Lacarra, “Documentos”, 2.ª serie, núm. 248, de 1148).  (151) Diploma de 1142: “In Toleto et in Saragoça et in Galletia et in Nagera et in Burgis (“Col. dipl. de S. Salvador de Oña”, núm. 183).  (152) “Rex de Leon senior in Zaragoza”, o “rex Adefonsus imperator de Lione in Çaragoça, ambos de 1135 (Lacarra, “Documentos”, 2.ª serie, núm. 186 y 188); en documentos del propio rey: “regnante me Dei Gratia imperator in Lione et in Toleto et in Çaragoça, en 1135, o “in Lione et in Toleto et in Soria et in Calataiub et in Alaon, en 1136; lista a la que, en otro documento del mismo año se añade Zaragoza (Ibídem, núms. 190, 196, 197).  (153) Ibídem, núm. 201.  (154) Ibídem, núms. 189 y 192; Cart. S. Víc. Oviedo”, núms. 190 y 203.   (155) Lacarra, “Documentos...”, 3.ª serie, núms. 352, 353 y 354. Ibídem, núms. 379 y 351, respectivamente. En el último se dice: “in anno quando rex Garsias pacificavit se cum imperatore Castellie et comite Barchinonense”. Tengamos en cuenta que esta aparente relativización se daba ya en el caso de Alfonso VI, llamado igualmente “imperator Castelle”, en el memorial sobre la contienda entre los obispos de Jaca-Huesca, D. García de Aragón, y de Roda-Barbastro, documento posterior en algunas décadas a los hechos (publ. por Kehr. “Cómo y cuándo se hizo Aragón feudatario de la Santa Sede”, en “Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón”, I, pág. 322). Pero observemos que esa misma particularidad castellana no impedía el reconocimiento de la superioridad, en su caso, como se deduce del siguiente texto de un diploma aragonés: “in illo anno quod rex Castelle dedit potestatem Comiti Barchinonensi de terras de Zaragoza” (publ. por Del Arco, “Referencias a acontecimientos históricos en las datas de documentos aragoneses”, en Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón”, III, pág. 341). (156) “Cartulario de San Vicente de Oviedo”, núms 182 y 183, del año 1134, posteriores a la coronación imperial.  (157) En el mismo Cartulario, núms. 173, 175, 177 y 179; los primeros anteriores a la coronación. También es anterior el del “Cart. del Mon. de Vega”, núm. 51, año 1123; posterior es, en cambio, el núm. 37 del 1133.  (158) Ibídem, núms. 119, 212, 240. Otros casos análogos en Lacarra, “Documentos...”, 3.ª serie, núms. 330 y 363. (159) Publ. por Rassow, A. H. D. E., 1926, t. III, págs. 220-221.  (160) “Liber Feudorum Maior, núms. 28, 29 y 30. Otro ejemplo del uso del plural, en “Cart. del Mon. de Vega”, núm. 38, año 1135.  (161) Publ. por Dom Luciano Serrano, “Fueros y privilegios del Consejo de Pancorbo”, en A. H. D. E.  X, 1933; pág. 325.  (162) “Cart. de San Pedro de Arlanza”, núms. CVIII y CIX. (163) Ed. de Sánchez Belda, págs. 51 y ss.  (164) “Cart. de San Vicente de Oviedo”, núm. 189.  (165) Lacarra, 3.ª serie, núms. 352, 353 y 354, de 1144; 2.ª serie, núms. 248, de 1148, etc.  (166) “Cart. de S. Sernin de Toulouse",  núms. 626, 631, 639; otros dicen “Filius imperatoris Castellani”, 625-637, etc.  (167) Flórez, “Esp. Sag.”, XXIII, págs. 309, 322, 330, 378, 388-389, 392 y 394. (168) “Esp. Sag.”, XXIII, pág. 330.  (169) Villanueva, “Viaje”, V., pág. 248. (170) Villanueva, vol. cit., pág. 239. (171) “Esp. Sag.”, XXIII, pág. 321.  (172) Ed. de Serrano y Sanz, ya cit. págs. 209 y 210.  (173) Ed. cit. págs. 8 y 39; págs. 13 y 46. (174) “Esp. Sag.”, XXIII, pág. 410. (175) Vol. II, págs 5 y 6. (176) Folio 144, v.


                                               ****


    Continuamos:


    "Llamo la atención sobre este hecho (que se repite en la documentación) porque hoy en día es raro encontrarse con una enciclopedia, libro de texto o incluso monografía de tema histórico donde no se le llame en exclusiva con alguna de las dos últimas y anacrónicas titulaciones."


     


    Claro: el articulista nos habla ¡¡ex-cátedra!! de la “leonesidad” de Alfonso VII en base a ¡¡una sola!! crónica que nos aporta; callándose (o quizá ignorando) todos los demás textos y crónicas hispano-castellanos que cita, como vemos, J. A. Maravall... 


    Aquí lo único anacrónico y además de verdad, son las tergiversaciones y distorsiones “leonesistas” del articulista y del artículo en cuestión.


     


    "Esta aberración es producto de una historiografía dominada por el castellanismo que se arrastra más o menos desde la época de Alfonso X y sus tergiversadas y manipuladas Crónicas. "


     


    Bueno. Lo único “aberrante” aquí es la propaganda “leonesista” que se hace a costa de un rey medieval que nunca supo nada de movidas “leonesistas” del siglo XXI.


     


    "En esta misma línea se podrían incluir casi todos los antihistóricos cantares de gesta castellanos (sobre todo los del ciclo del Cid); a pesar de ser principalmente fantasiosas obras de literatura, y a pesar de contar con múltiples errores cronológicos, de identificación de personajes, anacronismos, etc. fueron utilizados por el Rey Sabio como materia prima de sus mencionadas Crónicas, vendiendo una Historia castellanocéntrica al servicio de su dinastía."


     


    Sí, se ve que los de León fueron algo tontos y no protestaron contra aquella burda manipulación.


    Se ve que el “Imperio” y la “Corona” no se les habían subido tanto a la cabeza como a los descendientes suyos de siete siglos más tarde.


     


    Pues sí: hay que reconocerlo la historia la escribe quien gana, es ley de vida.


    Por eso mismo no sorprenderían, una vez visto este artículo, las barbaridades que escribirían los “leonesistas” si llegaran a escribir “su” (particular) historia “oficial” de León”.


     


    "Por desgracia estas Crónicas, al estar redactadas en castellano, han sido utilizadas hasta la saciedad por los historiadores desde el siglo XIII hasta nuestros días, mientras que por el camino se han ido olvidando convenientemente del resto de las crónicas que no cuadraban con él, y que parten con el inconveniente de estar escritas en latín."


     


    Simplemente revelaban un estado de opinión. Ningún leonés -ni medieval ni moderno- las rectificó (que se sepa), y quien calla (tras siete siglos), otorga.


    (También es falsa, p.ej., toda la mitología del PNV sobre historia vasca, y nadie duda que esa sería -o ya es- la historia oficial del “Euzkadi” independiente.)


    Pero ahí tocaríamos ya otros problemas que serían propios de la Historiografía como tal.


     


     

  4. #4 Cossue 20 de feb. 2008

    Sobre al coronación de Alfonso VII en Santiago, sí es plenamente válida (¿?), y fue en reacción al matrimonio de Urraca con el rey aragonés, y por mantenimiento de la promesa hecha por los nobles gallegos a su abuelo Alfonso VI el año 1109, y que otorgaba al joven Alfonso el reino de Galicia en caso de que esto sucediera (“El padre del niño [Ramón de Borgoña] obtuvo todo el gobierno y todo el derecho de Galicia y por ello a todos vosotros, que en vida de aquel habéis tenido sus derechos (…) os declaro sin dudas servidores de su hijo mi nieto, y le dejo toda Galicia en herencia en caso de que Urraca, su madre, quiera casarseHistoria Compostellana, I, XLVI, trad. y ed. Emma Falque). Sin embargo, con esto sólo se guardaba la primera parte del juramento, ya que la segunda parte requería la defensa de los derechos de Alfonso tanto en Galicia como en otros reinos. Fue por ello que la nobleza gallega encabezada por el obispo Xelmírez y por el conde de Traba, intentó (y logró) que los derechos del ya rey se extendieran al conjunto de los territorios sobre los que había gobernado su abuelo, oponiéndose frontalmente y por todos los medios al matrimonio de Urraca. Por lo demás, desde ese mismo año de 1111, es plenamente rey, tal y como recogen los documentos aportados por Giannini.



    También es cierto que antes de morir Alfonso VII se llama reyes a sus hijos Sancho y Fernando, como en este del Tumbo de Sobrado, fechado en 1145, pero que siendo un traslado puede ser interpolación posterior, correspondiente a la elaboración del tumbo, aunque no es probable por ser información superflua: “in nomine Domini Nostri Ihesu Christi et indiuidue trinitatis. ego comes donnus Fernandus et frater meus Ueremudus Petri cum omni uoce nostra sancte Marie Superaddi et in presentia domni abbatis nomine Petri et sui conuentus et per auctoritatem imperatoris domni Hildefonsi et pro remedio animarum nostrarum facimus kartulam testamenti de nostra hereditate nomine Guargianes, que antiquitus fuit de eodem Superaddo (…)facta karta testamenti sub era Ma CaLa XXXa {et III} et quotum kalendas marcii, in tempore quando fuit imperator in Sibiliam et in Corduban destruere gentem sarracenorum. filius eius Sancius rex in Castella. alius filius eius Fernandus rex in Gallecia, dominante ea comite domno Fernando; in Compostella archiepiscopus Petrus Helie. ego comes donnus Fernandus una cum iermano meo Veremudo Petri et cum tota uoce nostra in hoc testamento manus nostras roboramus. ego donnus Gundisaluus Fernandi cf., comitissa donna Luppa cf., Iohannes Roderici cf., Gundissaluus cf., Gundissaluus Adefonsi cf., abbas Petrus cf., Petrus Goterri cf. et ts., Fortunus Ueremudi cf. et ts., Froila Atanci cf. et ts., Fernandus Iacobensis et monachus indignus scRIPsit.”

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