Autor: adriano
domingo, 21 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: adriano
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UNA HISTORIA HUMANA DE LA GUERRA CIVIL
La historia de "O Mudo", natural de Badajoz
En la contraportada del Diario Hoy de Extremadura del día 14 de agosto de 2006, J. R. Alonso de la Torre, en su suculenta sección "Vivir en la frontera", nos trae el recuerdo de todo un personaje, José Merchán, "O Mudo".
Hoy hace 70 años, José Merchán escapó del ejército de Franco por el Puente de Palmas y vivió callado hasta 1975 en Oporto para que no lo repatriaran
Esta historia comenzó hoy hace 70 años en Badajoz. La cuenta Francisco Pilo en su libro «Ellos lo vivieron». Es una de las peRIPecias más conmovedoras y novelescas de la Guerra Civil en La Frontera. El protagonista se llamaba José Merchán Luengo y vivió callado durante casi 40 años, haciéndose el mudo. Interesados por su aventura, hemos seguido su pista por Badajoz y Portugal.
14 de agosto de 1936. El día anterior, las tropas nacionales han llegado a Badajoz, han tomado posiciones en el barrio de San Roque y se han iniciado las escaramuzas. Esa mañana, a las nueve, la artillería abre fuego sobre la ciudad desde el Cerro Gordo. Media hora después, la aviación bombardea. A las 10,30 horas comienza el ataque por tierra.
Las maniobras envolventes han dejado abierto el sector Oeste, permitiendo la huida por la Puerta de Palmas: las tropas de Franco saben que si se deja una salida al enemigo, éste combate con menos desesperación. El mando republicano también conoce ese detalle psicológico y coloca en la Puerta de Palmas un piquete para que nadie escape. Contradictoriamente, varios gerifaltes huirán por ese lugar a las 10.30 horas. Entre los vigilantes está un joven de 26 años. Se llama José Merchán Luengo.
Con mono miliciano
José es uno de los 6.000 defensores de Badajoz. Viste mono miliciano y pasadas las dos de la tarde, cuando los 2.500 efectivos del teniente coronel Yagüe entran por el baluarte de San Juan y la Puerta Pilar, entiende que la suerte está echada y huye por el Puente de Palmas. Por allí y por el vado de La Molineta escapan entre 2.500 y 3.000 pacenses buscando la seguridad de Portugal o subiendo hacia Alburquerque.
José emprende una vertiginosa carrera por los cerros de la finca Casa Blanca, de la familia Villalobos. Cruza a Portugal por las inmediaciones de la frontera de Lopo. Va con otros compañeros, pero se queda atrás y tras unas peñas observa cómo la policía portuguesa los detiene y los devuelve a Badajoz. Se esconde. A la mañana siguiente intenta acercarse a Campo Mayor, donde tiene conocidos, pero la policía patrulla la zona y toma el camino de Ouguela.
Encuentra un hombre muerto y coge sus ropas. Según otras versiones, pudo haberlo matado, pero a Pilo siempre se lo negó. «Yo le decía que llevaría alguna navajina y él decía que no y se enfadaba», contaba el escritor. Se interna en Portugal. Trabaja en lo que puede. Llega a Oporto. Intenta escapar en barco, pero no lo consigue. Vagabundea por los muelles de Matosinhos, donde empieza a trabajar. En 1945 se casa con una portuguesa. En 1975, muerto Franco, se jubila y regresa a Badajoz.
Pero lo más sorprendente es que, durante todos esos años, se hace el mudo, no dice ni una palabra para que no se descubra su identidad española y no lo deporten. A Pilo le contó que cogía la bicicleta y se iba al campo a dar voces para no volverse loco.
Al volver a Badajoz en tren, nada más salir de la estación, entra en el bar Cárdenas, pide en voz alta un chato de vino y su mujer, anonadada, se desvanece. Cuando conocimos esta historia recorrimos los escenarios de la aventura. En la centenaria peluquería de Pepe el Nervio aún recordaban los hechos y se los habían oído narrar a Juan Cárdenas, hermano de Luis Cárdenas, dueño del bar, que contaba el momento en que José, conocido en Oporto como 'O Mudo', pidió el chato de vino y la sorpresa de su mujer.
José Merchán no tenía hijos. Volvió a Oporto, enviudó y regresó definitivamente a Badajoz. Los últimos años de su vida fue muy popular en la avenida Carolina Coronado, en el barrio de la Estación y en el bar Morales. Luis Morales, su dueño, lo rememoraba una mañana de febrero mientras paseaba frente a la estación: « Aquel hombre vestía pellica, visera y capa. Jugaba mucho a las máquinas y aquí lo llamaban El Portugués»... Pero era de Badajoz y vivió 40 años callado porque tenía miedo.
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