Autor: galaica
jueves, 08 de marzo de 2007
Sección: Lenguas
Información publicada por: galaica
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Breves Consideraciones Lingüísticas: El Fonema /P/ y el “Europeo Antiguo”.

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Sin querer profundizar en un análisis detallado acerca de la situación lingüística observable en el Occidente hispánico, y habitualmente restringido al ámbito dialectal que distinguimos como lusitano y callaeco, haré una breve reseña sobre la ya tan discutida aporía de la presencia de la */p/ originaria indoeuropea en el material lexicográfico de esta región, y que apriorísticamente supone, para una sector importante y mayoritario de estudiosos, un evidente rasgo de no celticidad. Ahora bien, dejando a un lado cuestiones tales como si un arcaísmo o si un sólo elemento fonético son condición suficiente para desprender una forma dialectal de una determinada rama lingüística (1) , y sobre el que ya se ha discutido bastante sin que se llegase a ningún tipo de aproximación, es conveniente hacer una mínima reflexión que nos permita comprender y acercarnos a todas las circunstancias que afectan a esta cuestión.

En primer lugar, se debe entender la carencia más o menos generalizada del fonema ie. */p/, {p > Ø}, en las lenguas célticas como una “anomalía” dialectal respecto a las demás lenguas del dominio lingüístico indoeuropeo (con la única excepción del armenio), debida probablemente a una influencia o interferencia de un substrato etnolingüístico anindoeuropeo, mediterráneo o pirenaico (D.Silvestri, 1976:95; Prosdocimi, 1989:205). Basado en el material lexicográfico peninsular considerado como “pre-céltico” (o alteuropäisch), el debilitamiento y posterior caída de la */p/ originaria indoeuropea, se explicaría, en un primer momento, por una pronunciación labializada de dicho fonema {p}>{β}>{Ø}: cf. BLETISAMA (entre los astures), frente a ejemplos como LETAISAMA (en leyendas monetales celtibéricas), Ledesma de la Cogolla (La Rioja: Letesma en el s. XII), Ledesma (Boqueixón, A Coruña), a partir de una forma ie. *pletisºmma. La presencia de p- en una forma léxica determinada indicaría pues la carencia de la acción de tal substrato sobre esa palabra en cuestión (cf. lus. PALA, antrop.brit. PRASVTAGVS).

Desde hace ya unos cuantos años, el punto de referencia en el tratamiento y explicación de este fenómeno fonético ha sido siempre el occidental callaeco-lusitano, sin que se tienda a elaborar una argumentación adecuada para resolver este mismo proceso detectable en la lengua celtibérica. Sin dudar en absoluto sobre la indiscutible celticidad de esta última, podríamos, sin embargo, afirmar, utilizando los mismo criterios que para el callaeco-lusitano, que el celtibérico presenta una serie de rasgos que son, “según la celtología tradicional”, incompatibles con las lenguas celtas, como, por ejemplo, el empleo del fonema /p/ originario indoeuropeo en una serie léxica que afecta tanto a antropónimos, etnónimos, teónimos, topónimos, hidrónimos como a orónimos, y distinguiéndose al mismo tiempo, siguiendo este punto de vista tradicional, la presencia anterior a la formación de la lengua celtibérica de un substrato lingüístico perteneciente a la lengua de los hidrónimos (Europeo Antiguo: cf. PARAMICA, PALLANTIA, NEITO, AQVILLIORVM, etc.) y otro, siguiendo la teoría tradicional hispánica imperante, vinculado talvez a las lenguas itálicas (cf. ablativos terminados en -o; ablativo plural terminado en -s (celtib. -bos frente galo-britónico, callaeco-lusitano y celta SW hispánico -bo), autom (MLH IV K.0.14.) similar al lat. autem; -ue enclítico, como el latín, frente a las lenguas célticas conservadas que presenta no enclítico; etc.)(2).

Efectivamente, la serie estadística de material lexicográfico celtibérico que presenta ese mismo rasgo fonético */p/ afecta tanto a nombres personales: cf. AESPANCVS, AIPONVS, ALPETVS, APILEITIS, APILVS, APILIKVS, APLONDVS, APONIA, APPA, COMPEDIA, LAPOENA, LVPVS, LVPORVS, PAENANICVS, PAESICA (3), P[A]ESIN(A)E, PAESU(RO), PAN(N)A, PEDA CARI F. •PEDITAGA, PEDOLVS, PELIADVS, PELICVS, PELLICVS, PENTASVS, PENTIC(I), PENTILIA, PENTIVS, PENTOVIVS (3), PETACVS, PETELIVS, PETRAIOCI, PINDVSA, PISTIRVS, PISTIROS, PITANA, PLANDICA, PLANDIDA, PLEND[I], PLENDIA, PRILIENA, PROTENIVS, PVSINCA, PVSINCVM, RAPANVS(?), TANAPVS, etc.; como a etnónimos tales como gent. APLONIOCVM (Clunia: OSHA nº 56), PINTOLANC(VM) (Candeleda, Ávila: HEp 4, 1994, 128 = AE 1976, 344), P[I?]GANCOM (Huerta del Rey - Peñalba de Castro, Burgos: CIL II 2803 = ERClu 78 = HEp 2, 1992, 138) , AQVILLIORVM (Clunia: Palol-Vilela, 1987 :74-75 n. 90), PELENDONES CELTIBERVM; o en el enigmático PANTR[ (K.3.12), con resultados porcentuales similares a los registrados en occidente hispánico si se toma como referencia la extensión territorial, y superiores comparativamente si subdividiésemos tan amplia región (entre lusitanos, vettones, callaecos, célticos septentrionales y astures) y que podríamos incluso ampliar si añadiésemos todas aquellas otras formas que supuestamente presentan labialización (p.e. BISTIROS, ABULOKUM, etc.), lo que, desde luego, no se corresponde con la clásica y habitual reseña anecdótica y minimizadora con la que se pretende zanjar esta cuestión (Fco. Villar-B.M.Prósper: 2005). Mención especial merece, sin duda, el antrop. celtib. PETRAIOCI, (Lara de los Infantes: Abásolo 1974:67 nº70), dada la similitud formal observable con el tan discutido dativo (3) lusitano PETRANIOI de Lamas de Moledo.

Es sabido que el registro epigráfico de divinidades de amplia difusión cultual en zona celtibérica es escasa en relación al abundante material teonímico occidental, y restringido prácticamente al dios Lugus(4)(siendo EPONA una deidad pancéltica que habría advenido a la Celtiberia con las tropas romanas: cf. celtib. EQVEISVI, astúr EQVEVNV(BO), call. EQVAESII, lus. EQVOTVLLAICENSI) y dioses menores locales (cf. CALDO VLEDICO, LEIOSSE, AIIORAGATO, LATTUERIIS, ORDAECIS, AELMANIO, AIIODAICINO, etc.) entre los cuales podemos señalar con uso fonético */p/ a PENDVSAE (Segobriga, Cuenca), PEICACOMAE (Hinojosa de la Sierra, Soria), MATRIBVS APILARIS (Badarán, La Rioja), PEREMVSTAE (Navarra) y el sorprendente teonímico [•]VAPORCONI (Sos del Rey, Zaragoza), en zona de influencia celtibérica y del que Fco. Beltrán Lloris nos dice textualmente: “Le théonyme, d'aspect indo-européen, rappelle le mot lusitanien porgom / porcom, «porc», attésté dans les inscriptions rupestres de Lamas de Moledo et Cabeço das Fragoas“ (Fco. Beltrán Lloris:2002,39-66) .

Esta tendencia se registra igualmente en el repertorio toponímico siendo significativo el ejemplo en COMPLUTUM (Alcalá de Henares), COMPLEGA (c. celtib. en el Valle del Ebro), COMPLUDO (en León), COMPLEUTICA (en la Call. Brac.) y el lepóntico KOPLUTUS en Remedello que, aún con la “supuesta” labialización pretendida por Meid y que podría ser igual y perfectamente aplicable al lusitano, tal premisa sobre la no celticidad de la misma en base a la presencia de la */p/ nos llegaría a plantear demasiados problemas (cf. en este mismo sentido lep. pala, luso PALA y teón. galo PALONI del que ya Hübner comentaba en CIL II que en la Galia “p- initio nusquam exstat. Nam PALONI genet. apud Frossarf “dieu Erge” p.13,18 Celticum videtur comparto PALLO nomine”). Parece, pues, acertada la propuesta elaborada por Patrizia de Bernardo (2002:89-132) sobre la posibilidad de que el celtibérico se hubiese desarrollado y fortalecido a partir del hispano-celta occidental (2002:120, VIII), y más aún si se aplicasen estos parámetros definitorios del dialecto callaeco-lusitano, que el celtibérico, como podemos ver, también comparte.

Estas irregularidades por la acción substratística observadas en el solar hispánico no les son exclusivas. Así, la lengua irlandesa se caracterizará precisamente como “una realización indígena del celta”, influenciada por lenguas substráticas habladas en Irlanda desde la antigüedad (Ó Corráin:1989 48-9), y serán estas influencias las que harán que las lenguas célticas insulares sean distintas de las del céltico continental. Podemos concluir que, por una parte, las lenguas célticas son fundamentalmente indoeuropeas, con una estructura básica semejante a la mayoría de las lenguas de Europa; pero, por otra, las lenguas célticas han desarrollado en otros aspectos alternativas diferentes, que posiblemente debamos atribuir a hablantes de lenguas no célticas que habrían adquirido y asimilado este dialecto indoeuropeo (Jackson:1969:10).

Por otra parte, debemos considerar con cautela lo que en términos lingüísticos se viene denominando como “Europeo Antiguo” (alteuropäisch), en la que aún considerando poco creíble la propia argumentación del modelo hidronímico propuesto inicialmente por Krahe, se valida, sin embargo, el recuento estadístico y la comparativa de raíces hidronímicas adscritas a tal modelo, para presuponer un substrato lingüístico indoeuropeo anterior a los dialectos históricamente conocidos (Fco. Villar:1991:85). Puesto que no cabe otro momento lingüístico indoeuropeo común que no sea el propio epicentro de su etnogénesis (protoindoeuropeo), se puede considerar que el denominado “Europeo Antiguo” es realmente "un momento constatable" de presencia indoeuropea con valor dialectal y restringido a un ámbito territorial determinado (“la variedad de las posibilidades sufijales ha sido considerada con razón un indicio de la pertenencia de esta hidronimia a más de una lengua”, de Hoz:2001), lo cual no quiere decir exactamente que se justifique su presencia como consecuencia de movimientos poblacionales indoeuropeos y que la arqueología no ha detectado todavía en el ámbito peninsular. Efectivamente, lo que si parece ser característico, al menos para la mitad occidental peninsular, es, por el contrario, una continuidad cultural que abarca desde el periodo neolítico hasta la propia cultura de los castros y una relación estrecha con el arco atlántico detectable durante el periodo Megalítico y la Edad de Bronce, por lo que resulta muy complejo explicarse una continua aportación de poblaciones de hablas indoeuropeas, ya que seguramente habrían aportado testimonios de cultura suficientes como para extraer algún indicio de discontinuidad cultural.

Otro escollo insalvable para presuponer la llegada de grupos poblacionales de tipología indoeuropea es el propiamente lingüístico. No se logra entender las razones por las que las lenguas del substrato anterior a esta presencia indoeuropea (en torno al V milenio a.C. para la atribución cronológica de estos potánimos) nos sea totalmente indetectable y, en especial, en la propia designación de la hidronimia cuya perdurabilidad léxica es mayoritariamente aceptada. De hecho, siempre se ha barajado con la posibilidad de que dicha lengua de los hidrónimos, es decir, el “Europeo Antiguo”, pudiera tener, al menos en parte, una realidad muy próxima a lenguas de tipología vascoide u otra(s) lengua(s) no indoeuropea(s) (de Hoz:1986; Mixail Zelikov:2004; 2005).

En este sentido, no se deben ver las influencias entre las lenguas de Europa como algo unidireccional, o indoeuropeocentrista, sino que cabe preguntarse también cómo han influenciado en el indoeuropeo lenguas de otras familias lingüísiticas, tal y como Kalevi Wiik (1998; 2000; 2006) observa entre las lenguas germánicas, bálticas y eslavas que habrían nacido bajo la influencia de las lenguas finougrias en el contexto de un cambio lingüístico del finougrio al indoeuropeo. Este autor intenta dar una explicación mucho más inmóvil, más simple y natural, sobre el nacimiento de los pueblos y lenguas de Europa (2002; 2005). Estos pueblos hablasen ya lenguas indoeuropeas, finougrias o paleo-vascas, son en gran medida descendientes de pueblos que han vivido allí "desde el comienzo de los tiempos" (al menos desde la Edad del Hielo o poco después)(5), además de dar explicación del por qué cada vez se nos hace más inexplicable la presencia en el léxico de ciertas palabras comunes indoeuropeas en cronologías cada vez más elevadas.

De esta manera, se tiende a identificar y a relacionar a los indoeuropeos con la introducción de la agricultura y la cría de ganado doméstico. Será entre el 5500 y 3000 a.C. cuando la lengua y cultura indoeuropeas se impondrán definitivamente sobre poblaciones de lenguas urálicas y vascas (esta última también en plural y fuera de la interpretación tradicionalista de Theo Vennemann (2003), aunque detecte los problemas de la doctrina tradicional), desarrollándose en su extremo occidental los cimientos lingüísticos, detectables en parte en la hidronimia, de los posteriores dialectos célticos (C. Renfrew:1987; 1999; 2000; J. Untermann:1999; K. Wiik:2002; 2005; 2006). Estos a su vez se diferenciarán posteriormente en dialectos celtas *kw, restringidos a áreas marginales (Irlanda, Península Ibérica) y dialectos celtas que participarán de la innovación *kw > p localizados en áreas centrales de Europa.

Esta nueva situación lingüística conllevará a simplificar el mecanismo de desarrollo dialectal como un proceso de evolución interna lingüística llevado a cabo in situ, sin la necesidad de presuponer y especular sobre posibles movimientos migratorios más o menos continuados y al mismo tiempo etnolingüísticamente indefinibles, formulación teórica que siempre ha llevado al fracaso a la doctrina tradicional discernible en la variable denominación periódica de sus protagonistas (ligures, véneto-ilirios, ilirios, ambrones, ürnenfelders, alteuropäisch).

Notas:
(1) J. Untermann (1992:372).
(2) J. Untermann observa la existencia de rasgos fonéticos y morfológicos en celtibérico que lo aproximan a las lenguas itálicas, como por ejemplo el ablativo en -o, que aun siendo una característica indoeuropea no lo es del celta. Untermann sugiere que "as indicated by the new evidence and discoveries, we must decide whether Celtiberian ought to be excluded from the Celtic-language type and linked, for instance, with Italic tongues, or whether the notion of proto-Celtic as thought in comparative linguistics is in need of a fundamental revision" (1999:648).
(3) El tema del dativo que encontramos en el occidente hispánico, sirve igualmente como marca de distinción de “no celticidad” y compatible con el grupo itálico y latín del s. V a.C. (sin considerar, por ejemplo el arcaico genitivo lepóntico en -oiso < *-osyo igual al del latín arcaico del lapis satricanus y sin que por ello se dude de su celticidad). Sin embargo, las formas de dativo occidentales -oi (variante -oe) < *ōi, constituye en realidad una presencia minoritaria respecto a las inscripciones registrados con el dativo -ui < *ōi: cf. 1) ISIBRAIEGVI, 2) NILAIGVI, 3) LANGANIDAEIGVI, 4) MaraNDIGVI, 5) TATIDEAICVI, 6) [L]ONGOBRICV[I], 7) CROV[…][…]AIGVI, 8) GVMELAECV[I], 9) LAESV[I] frente a: 1) {MAGAREAICOI PETRANIOI…CAEILOBRIGOI}, 2) {TONGOE NABIAGOI}, 3) TOVDADIGOE, 4) {COSOE SOAEGOE}, pudiéndose considerar talvez a las variantes -oi/-oe como un fenómeno tardío.
(4) Recientemente se ha considerado la posibilidad como sustantivo y no como teónimo la forma de dativo LVGVEI de la inscripción de Peñalba de Villastar (Francisco Beltrán Lloris, Carlos Jordán Cólera, Francisco Marco Simón: 2005, 911-956). El teónimo quedaría restringido a LVGVBO / ARQVIENOBO / C(AIVS) IVLIVS / HISPANVS / V.S.L.M. (Sober, Lugo: IRPL 87-88); LVCOVBV[S] / ARQVIENI[S] / SILONIVS / SILO / EX VOTO (Outeiro de Rei, Lugo: IRPL 80-89); LVCOBO / AROVSA / V S L M / RVTILIA / ANTIANIA y LUC(OBO) / GUDAROVIS / VALE[R(IUS)] / CLE.[M](ENS) / V.L.S. (Lugo: González Fernández - Rodríguez Colmenero, 2002); LOKºOBºO NIIRABºO [J.1.1], inscripción del suroeste. La inscripción LVGOVIBVS SACRVM L L(ICINIVS) VRCICO(N) COLLEGIO SVTORVM D D (Osma, Soria: CIL II 2818) es de probable ascedencia galorrománica, si bien LVGVNIS DEABVS (Atapuerca, Burgos: HEp 6, 1996, 167 = AE 1995, 881).
(5) Esta aseveración se corrobora en varios trabajos sobre el tema: cf. V.I. Tímofeev , P.M. Dolukhanov, E.N. Nosov, Kh.A. Arslanov, D.A. Subetto and G.I. Zaitseva: “Evolution of the waterways and early human migrations in the north-eastern baltic area”, GEOCHRONOMETRIA Vol. 24, Journal on Methods and Applications of Absolute Chronology , pp 81-85, 2005; T. Douglas Price: “Europe’s first farmers”, Cambridge University Press, 2000; D. Gronen Gronenborn: “A variation on basic theme: the transition to farming in southern central Europe “, Journal of World Prehistory 13, pp. 123-210, 1999; Harald Sverdrup and Ramon Guardans: “Systems dynamics applied to reconstruct the dispersal of modern man on Earth and language patterns during the last 120,000 years”, Lund University, Sweden, 2004; P.M. Dolukhanov and A. Shukurov: “Modelling de Neolitic dispersal in northen Eurasia”, Documenta Praehistorica XXXI, pp. 35-47, 2004; entre otros, con abundante aportación bibliográfica.







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Comentarios

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  1. #1 galaica 26 de feb. 2007

    Lykonius...simplemente sigo un planteamiento que yo no me he inventado, esto es, sigo a Shennan, Harrison, Clarke y Callay.

    Estos autores plantean los problemas relacionados con el papel que juegan estos tipos de cerámicas en los grupos que las poseen, su valor, dada su rareza y calidad, su relación con vías de comunicación y los aspectos sociales, económicos y ambientales de las comunidades indígenas. En este sentido el campaniforme son unos elementos que marcarían el estatus social de las primeras élites europeas. Se trata de una interpretación funcionalista del Campaniforme y el complejo de objetos asociados, ya que se les otorgan una serie de funciones determinadas, como símbolos de prestigio, poder, estatus y rango, transmitiendo un mensaje de integración cultural de ámbito casi paneuropeo. Esta posición paneuropeista del camapniforme, también es defendida por Martínez Navarrete, y creo que hoy por hoy es la más aceptada.

    Tú, al parecer, sigues el modelo holandés ( Lanting y Van der Waals), es decir el campaniforme como evolución de la cerámica cordada con origen en el Bajo Rin (Holanda) desde donde se difundirá al resto de Europa (con posteriores difusiones secundarias, principalmente desde Centroeuropa).

    Ahora bien, el planteamiento del modelo holandés tiene un punto débil, no es necesario el movimiento de grupos humanos para la difusión de estos artefactos (vasos campaniformes, puñales y espadas de metal, puntas de flechas unas de sílex y otras de metal, placas de arquero, etc), sino que éstos pueden ser movidos y distribuidos a través de rutas comerciales o por los propios artesanos.

    Quiero decirte que no podemos estar atribuyendo a los objetos de la cultura material un valor constante que suponga etnicidad y alogenia. No sé si me explico.

    Respecto al final del megalítico "gallego" digo que muchas de la manifestaciones de este periodo perdurarán en la etapa inmediatamente siguiente del Bronce: insculturas, gravados, orfebrería, enterramientos de tipo cista o de túmulos sin cáMara con inhumación individual ya muy decadente, abandonándose el uso de túmulos para el enterramiento a partir del 1200 a.C.. Naturalmente habrá muchas innovaciones y muchas manifestaciones anteriores desaparecerán. Es normal.



  2. #2 Lykonius 26 de feb. 2007

    "Ahora bien, el planteamiento del modelo holandés tiene un punto débil, no es necesario el movimiento de grupos humanos para la difusión de estos artefactos"

    te he comentado ya dos veces que el campaniforme va ligado a la entrada de gentes centroeuropeas en la península ? también gentes centroeuropeas aparecen con el campaniforme en Inglaterra, será que sólo los centroeuropeos tenian espíritu comercial o qué ?

    "Respecto al final del megalítico "gallego" digo que muchas de la manifestaciones de este periodo perdurarán en la etapa inmediatamente siguiente del Bronce: insculturas, gravados, orfebrería, enterramientos de tipo cista o de túmulos sin cáMara con inhumación individual ya muy decadente, abandonándose el uso de túmulos para el enterramiento a partir del 1200 a.C.."

    el megalitismo que pido es el megalitismo puro y duro, no "gravados" u "orfebrería" o "túmulos a palo seco", lo que pido son fuentes sobre el uso de cistas y dólmenes para el enterramiento post-campaniforme ya que lo que hasta ahora sé es que el tinglado megalítico se abandona precisamente cuando entran los campaniformes, y si se abandonan lor ritos antiguos se abandonan las lenguas antiguas, fácil.

  3. #3 galaica 28 de feb. 2007

    Yo tampoco encuentro fiables esos datos antropológicos. Lo que pretendía era hacer ver a Lykonius la mezcolanza craneal en época del campaniforme. El único dato interesante que se pued extraer es la regresión en las Islas Británicas del subtipo mediterráneo.

    El tema famoso de la /p/ cada vez da más que hablar. Hace unos meses atrás pronósticaba que los dialectos indoeuropeos hispánicos occidentales darían mucho que hablar. Cada vez son más las opiniones, restringidas hasta ahora prácticamente a J. Untermann y escuela y Prosdocimi, sobre el nuevo enfoque que se le debe dar a lo que hasta ahora se venía considerando sobre el tema y que teóricamente son variaciones más sensatas de las ideas de Schmoll.

    De Bernardo hace ya su primera aproximación en 2002, al hacer hincapié sobre la proximidad y afinidad existente entre los dialectos occidentales y el celtibérico. El bombardeo de la TCP, para mi bastante endeble y argumentalmente disperso, será otro pequeño paso para abrir esa franja argumental que existía entre la opinión mayoritaria (Eska, Schmidt, Wodtko, Villar, de Hoz, Gorrochategui, etc.) y la del "MAESTRO" Untermann.

    En artículo de Moralejo de este mismo año, no sólo considera acertadas las propuestas teóricas de Untermann sino que también establece la posibilidad de que la(s) lengua(s) del Occidente hispánico tuviesen una relación más amplia con otras existentes en la fachada atlántica durante el periodo megalítico. De Bernardo durante este año va a presentar varios artículos muy esclarecedores sobre el tema en la que propugnará la celticidad absoluta de estos dialectos occidentales (lástima, con todos mis repetos, que no pensemos de la misma manera sobre los epítetos de Reve, que ella considera como potánimos, aunque no logre explicarme cómo puede considerar como tal la palabra páramo o evidencias como Larouco o Marâo, que Colmenero y Untermann consideran como "lugares sagrados" : cf. A. Rodríguez Colmenero: “Montanhas Sagradas no Noroeste Hispánico: Larouco, Marâo e Teleno”. In Luis Raposo (ed.), Religiôes da Lusitânia. Loquuntur saxa, Lisboa: Museu Nacional de Arqueología, 2002, pp. 33-38.; J. Untermann; “A Epigrafia em Língua Lusitana e sua Vertente Religiosa”, In Luis Raposo (ed.), Religiôes da Lusitânia. Loquuntur saxa, Lisboa: Museu Nacional de Arqueología, 2002, pp. 67-70.)



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