Autor: Bea Alonso Prieto
domingo, 20 de mayo de 2007
Sección: Protohistoria
Información publicada por: Bea
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Los Vettones
Introducción geográfica e histórica
Los vettones ocuparon el occidente de la Meseta, se extendieron por el suroeste de Zamora, la casi totalidad de Salamanca y Ávila salvo su extremo norte, el occidente de Toledo y la mitad oriental de Cáceres, aunque esta delimitación no es concreta todavía, ya que proviene de las fuentes clásicas, en concreto de Estrabón, Plinio y Ptolomeo, quienes acompañaron a los ejércitos cartaginés y romano en la conquista.
En torno al 500-400 a. C. se produjo un cambio profundo en el interior de la Península. La puesta en práctica de nuevas tecnologías agrícolas, (proceso de deforestación, conversión de zonas de bosque en pastos y campos para el cultivo), provocó que los asentamientos fuesen más grandes y de ocupación más prolongada (sedentarización), un crecimiento demográfico y jerarquización social. Como consecuencia de lo anterior, el aumento de la producción y la acumulación de riqueza repercutió en el las redes de intercambio y los contactos regionales. Se empiezan a construir murallas, torres, fosos, y los poblados fortificados se denominan genéricamente “castros”. Cambia la actitud hacia los muertos, se incineran y guardan en urnas, las que depositan en cementerios diferenciados, gracias al estudio de los objetos de hierro que aparecen en las tumbas, como fíbulas (imperdibles) y armas, sabemos que algunas fueron usadas durante generaciones hasta los 200-300 años. Anteriormente a los muertos se les inhumaba, es decir, se les enterraba sin cremar. También se dan cambios relacionados con los lugares de vivienda, los poblados, se da el desarrollo generalizado de la metalurgia del hierro y adopción del torno industrial de alfarero, para producir la cerámica anaranjada y pintada tan característica.
Los Castros. Defensas y Organización Interna.
Suelen elegir sitios elevados y de difícil acceso junto a fuentes de agua y vías de comunicación. En otras ocasiones aparecen en zonas llanas en suelos de vocación agrícola, aunque la mayoría buscan las defensas de la altura.
Hay cuatro tipos de emplazamiento de los poblados: en espigón fluvial, como la Mesa de Miranda (Chamartín de la Sierra, Yecla la Vieja (Yecla de Yeltes), La Plaza (Gallegos de Argañán) son algunos de sus ejemplos. Ofrecen un cerro amesetado y escarpado en el lugar donde se unen dos cauces fluviales. Los situados en acrópolis y en meandro buscan la proximidad a los cauces fluviales y las facilidades naturales de defensa, como ocurre con Las Cogotas (Cardeñosa), El Raso (Candeleda), Saldeana (Bermellar) o Las Merchanas (Lumbrales). Si destaca sobre una cadena montañosa –Sanchorreja, El Berueco, Ulaca (Solosancho), Villas Viejas (Casas del Castañar)– se tiene un control visual absoluto, y por último, en ladera, tal y como se emplazan Salamanca y Ciudad Rodrigo, donde el río puede cruzarse fácilmente. Sin embargo, su tamaño varía de poblados pequeños de 1 Ha. a otros de 20-70 Ha.
Las defensas naturales del terreno se completan con defensas artificiales: murallas, torres, fosos y campos de piedras hincadas.
La muralla se construye sin cimentación, sobre la roca natural, con mampostería en seco. No se conoce su altura original, pero en el Picón de la Mora se conservan 4 metros, cinco en la Corraja o seis en Castillo de Gema (Yecla de Yeltes). Es muy probablemente el remate de las mismas se hiciera con una empalizada de postes de madera, o de adobes, sobretodo en las entradas. Son murallas adaptadas al relieve del terreno y a veces tienen bastiones, sobretodo en las puertas, y aprovechan al máximo los tiros cruzados, sólo a finales de la II Edad del Hierro algunos castros añaden torres de planta cuadrada y sillares regulares.
Las puertas son relativamente homogéneas, responden a dos esquemas, en embudo y en esviaje. En embudo se forma cuando los dos lienzos de la muralla se curvan hacia el interior, a veces se añaden dos bastiones en los flancos, apareciendo un callejón en embudo, como el Las Cogotas o la Corrja o el raso, mientras que en esviaje, los tramos de muralla se sobreponen, los dos lienzos adoptan una situación paralela dejando un espacio libre entre ellas para pasar.
En ocasiones encontramos frente a la muralla fosos, y mucho más habituales son los campos de piedras hincadas, son campos sembrados de piedras puntiagudas, colocadas en las zonas más vulnerables y accesibles de los poblados. Unos autores opinan que servían para impedir los ataques de caballería, y otros sin embargo, para dificultar el acceso a pie. Este sistema se extiende desde el noreste de la Península Ibérica y el núcleo soriano hasta la Meseta occidental y el noroeste, entre los vettones hay dos focos, el foco abulense del valle Amblés y el salamantino en torno a los ríos Yeltes/Huebra y Águeda, al otro lado de Gredos, son esporádicas y casi inexistentes en los vettones del sur.
El interior de los recintos fortificados responde a un intento de zonación, y su organización interna estuvo condicionada por lo afloramientos de granito. En algunos yacimientos se observan barrios de la élite y otros más pobres al contrastar los ajuares domésticos encontrados en las excavaciones. En muchos castros se han encontrado viviendas fuera de las murallas, son los llamados barrios extramuros en muchos de los poblados, lo cual indica que las murallas no suponían momentos de peligro o inestabilidad.
Entre los castros abulenses tenemos santuarios, como en El Raso de la Candeleda y Ulaca, mientras que en los salamantinos no se han hallado.
Las Necrópolis
Las características definitorias son: a) localización frente a las puertas de los poblados, entre 150-300 metros de distancia, b) proximidad a corrientes de agua continuas, que discurren de este a oeste en relación con los cementerios y c) una distribución particular, que consiste en concentrar los enterramientos en sectores separados por zonas sin tumbas.
El ritual funerario parece que se basó casi exclusivamente en la cremación del cadáver, y depositar los restos en la tierra con urna cineraria o sin ella, y para algunas tumbas, la existencia de objetos tanto metálicos como de cerámica, que harían las veces de ajuar. Hay yacimientos en los que se observaron restos de huesos y escorias de metal, como ocurre en Las Cogotas, que pudieron ser lugares en los que se calcinasen los cuerpos, cuyo nombre sería el de ustrina. La forma de cubrir la urna, varía. Unos son simplemente hoyos a poca distancia del suelo, en otras ocasiones nos encontramos antes túmulos (La Osera, El Mercadillo, La Coraja), o estelas (Las Cogotas), e incluso, pequeñas coberturas de lajas (El Raso, El Romazal I, Alcántara).
En el extremo más occidental del territorio vettón, Zamora y Salamanca, no hay información sobre sus necrópolis, lo que plantea dos lecturas: 1) las costumbre funerarias fuesen diferentes, como exposición de los cadáveres a los animales carroñeros, o el arrojar los cadáveres o cenizas a las aguas de los ríos, que serían prácticas que no dejasen restos arqueológicos, o 2) que las necrópolis de estas zonas no hayan sido encontradas aún. De todas formas, el parecido cultural de estas zonas con la fachada Atlántica, hace sospechar que no se trate de grandes cementerios. Por ejemplo para la Edad del Hierro, en el Noroeste, no se han encontrado necrópolis, y es una zona de gran influencia atlántica.
En cuanto a los ajuares y su desarrollo se puede decir que los primeros enterramientos son del 500 a.C., y para estos momentos el armas que sobresale es la espada de hierro en todas sus variantes, sobretodo las de antenas atrofiadas, típicas de Campos de Urnas, y vasos de ofrendas junto a cerámica hecha a mano con decoración peinada. A finales del s. IV a. C., los cementerios se vitalizan, con las espadas empiezan a incluirse puñales de los llamados Monte Bernorio, y después sobre el 300 a. C. se irán incluyendo los puñales de frontón y los dobleglobulares, por la forma de su pomo. Sin olvidar otros elementos como lanzas y jabalinas.
En cuanto a la interpretación social de las necrópolis, se puede ver un estudio más detallado en el artículo llamado: La interpretación Social de la Necrópolis de Trasgüija (Las Cogotas).
La riqueza en la Segunda Edad del Hierro parece estar muy mal repartida, ya que debieron existir muchas diferencias sociales. Su estructura era piramidal, en cuyo vértice superior estaría una elite militar, quienes usarían el caballo y armas de lujo, tras ellos una base guerrera no tan rica, por su panoplia algo más sencilla, tras ellos, podemos encontrar a un grupo de comerciantes y artesanos, y por último, el aproximadamente 85% de la población, una gran masa de gente más humilde, o incluso algunos siervos y/o esclavos, por ejemplo Polieno y Plutarco señalan su existencia en Salmantica hacia el 220 a. C. La aristocracia debió jugar un papel importante en esta sociedad.
Economía
Los recursos primordiales son los ganaderos, ya que es la ganadería una de sus actividades económicas más importantes. El ganado aportaría carne, leche, piel, cuero, huesos y asta (para instrumentos y herramientas, además de adornos). Se cree incluso que una parte de los recintos amurallados pudieron servir como encerradero de ganado , para poder proteger su recurso más preciado. Los restos arqueológicos sugieren que se dedicaron a varias especies, como el ganado bovino, y el cerdo, aunque también pudieron dedicarse a otras como ovejas y cabras. No se debe descartar la agricultura, ya que en algunos yacimientos se encontraron grano de cereal carbonizado, como en Las Cogotas o en El Raso, y la existencia de yacimientos de pequeño tamaño en la Vega del río Adaja, en Ávila, podría estar hablando de pequeños asentamientos dedicados a la producción agrícola. También debieron dedicarse a la recolección de frutos silvestres, y a la caza, ya que entre los huesos de animales hallados en los castros, tenemos de jabalí y ciervo. Entre estas poblaciones se sabe que se dedicaron al comercio a larga distancia, ya que entre sus necrópolis y poblados hay objetos de lugares alejados de la Península Ibérica, tanto Orientalizantes , como Griegos e Ibéricos
Se debe señalar que una de las manifestaciones artísticas de los vettones, son los verracos , esculturas de toros y cerdos, e incluso en algunas ocasiones, jabalíes, que se hallan esparcidas por todo el territorio que se supone la Vettonia. la funcionalidad de estas esculturas ha sido muy debatida, desde tratarse de monumentos conmemorativos de victorias romanas, como con significados mágico-religiosos de protección y reproducción del ganado. Otras pudieron tener sentido funerario, como parece demostrar las esculturas que aparecen asociadas a piedras con cavidades, a modo de tapas de las tumbas, tal y como le ocurren a algunos aparecido en Martinhierro (Ávila), pero se ha señalado que estas esculturas pertenecieran a las elites vettonas romanizadas, y otros con inscripciones funerarias. Las últimas investigaciones, señalas, que sin excluir las anteriores investigaciones, estas esculturas pudieron tener además, un valor económico. Ya que la mayoría de las que se conservan in situ, excepto las que están en poblados, se localizan cerca de buenos prados, pastizales, puntos de agua, además de estar ubicados en lugares con muy buena visibilidad. Quizá pudieron funcionar como señalización de buenos pastos, recursos como agua. Para entender mejor esta explicación se debe tener en cuenta el gran coste que supondría para estas sociedades la realización de las esculturas, tanto el esculpirlas como el colocarlas, por ejemplo, una de ellas, la de Villanueva del campillo, (Ávila) es de unas dimensiones excepcionales, unos 2,50 metros de largo por 2,43 de alto.
Los Oppida. La llegada de Roma.
Los vettones como el resto de culturas de la Península, sufrió cambios en vísperas o a lo largo de la conquista romana, estos cambios se observan a principios del s. II a. C., y se observan claramente en la arquitectura y en el trazado de algunos poblados. Las murallas que se van construyendo, tienen sillares angulosos y de gran tamaño, la aparición de torres de planta cuadrada, como en La Mesa de Miranda, y aumenta la superficie ocupada de los poblados, como en Las Cogotas o Salamanca, y se fundan otros nuevos, como El Raso. Es ahora cuando se observa que existen jerarquías entre ellos, y los poblados que son más importantes se organizan en barrios, talleres, zonas de santuario, mercados... Estos poblados fortificados de la Segunda Edad del Hierro reciben el nombre de Oppida, palabra que empezó a usar Julio César para los grandes asentamientos de la Galia.
Estos centros, por su tamaño y por sus defensas, se consideran por algunos como los primeros centros urbanos prehistóricos de la Meseta occidental. Por ejemplo, hacia el 300 a.C. Salamanca ya tenía una superficie de 20 ha., es casi seguro que otros poblados alcanzasen su tamaño actual, como Las Cogotas, sus casi 15 ha., o La Mesa sus 19 ha. Por entonces se fundaría El Raso, con la misma superficie que Salamanca. Más tarde, La Mesa de Miranda amplía sus recintos a tres y ocupa 30 ha., llegando a invadir parte de la necrópolis. Esto se ha relacionado con la conquista romana y esos periodos de inseguiridad, ya fueran las expediciones del pretor Postrumio en el 179 a. C., o las correrías de Viriato a mediados del s. II a. C.
Las prospecciones y excavaciones arqueológicas llevadas acabo, han permitido observar que en estos poblados vivió mucha gente, en viviendas, talleres, posibles edificios públicos repartidos por calles, esto es, algo planificados. También se han hallado zonas no construidas, que pudieron servir como lugares para la estabulación del ganado colectivo. La zonación en barrios de viviendas ricas, otros más pobres, viviendas extramuros, talleres, basureros... podría incluso estar hablando de una diferenciación social, que se refleja también en los cementerios. El caso más claro de jerarquización de poblados, podría ser Ulaca, en la provincia de Ávila, considerado un Oppidum, por su santuario rupestre, la sauna, ambos forman un centro sagrado que debió ser el único operativo en la comarca, y la superficie de sus defensas, unas 70 ha., incluso llega a ser uno de los centros urbanos más grandes de la Península en la Segunda Edad del Hierro.
Se podría pensar que fue gracias a al influencia de Roma, por la que la sociedad vettona se fue convirtiendo en una sociedad urbana. Algunos textos dan testimonio histórico de la primera toma de contacto entre los vettones y los romanos, este fue en 193 a. C., en la campaña del pretor Marco Fulvio quien vence y hace huir en el oppidum de Toletum, un ejercito formado por carpetanos, vettones, vacceos y celtíberos. En esos años, llegan objetos romanos, como vajilla para el consumo del vino, aceite, telas... y es posible que los materiales romanos de los yacimientos como Salamanca, Toro, Coca, Las Cogotas, La Mesa de Miranda o El Raso de Candeleda, sean de esta época, y su llegada seguramente supuso una gran impacto de tipo económico, lo cual podría hacer pensar que el desarrollo de los Oppida fue impulsado por esta necesidad de relación con Roma, aunque no se debe pensar que fue Roma la impulsora de este fenómeno, ya que desde el s. VI a. C. hay pruebas del proceso que desembocará en los centros urbanos. La producción de hierro, fundición del bronce, fabricación de cerámica, tejidos, talla en piedra, y las producciónes agrícola y ganadera, más el almacenamiento de alimentos a gran escala, además de los ajuares de los cementerios, y de las relaciones comerciales e intercambio de productos a larga distancia, que se han podido comprobar en poblados y necrópolis, permite hablar de una creciente industrialización de los poblados vettones, generaciones antes de la llegada de Roma.
No se puede negar que la demanda del mundo romano en la Península, aceleró el proceso. Es ahora cuando se generaliza el uso de la cerámica a torno y su producción a gran escala, lo que debía exigir la dedicación de artesanos a tiempo completo sin dedicarse a tareas de subsistencia, como al agricultura o la ganadería. En este momento se observa la paulatina desaparición de la cerámica a mano peinada y la parición de talleres alfareros en los Oppida, como el taller de Las Cogotas (ver sección Poblamientos). Y a lo largo de los ss. II y I a. C. se van homogeneizando las producciones en todo el territorio vettón. Y a lo largo de los ss. II y I a. C. se van homogeneizando las producciones en todo el territorio vettón. La cerámica recuperada allí fue hecha a torno, siendo muchos de ellos vasos de borde vuelto en forma de “palo de golf”, en “cabeza de pato”, copas, cuencos botellas, recipientes globulares, embudos. Si están pintados los motivos son bandas, líneas ondiladas, meandros, motivos de cestería y los característicos círculos y semicírculos concéntricos. Parecen q en el transcurso de los s II y I a.C. el material fue homogeneizándose en todo el territorio.
Fue en el año 61 a. C. Cuando Julio César fue nombrado gobernador de la Hispania Ulterior, y con el pretexto de erradicar las rapiñas de vettones y lusitanos, hizo con actuaciones militares entre el Duero y el Tajo que la población abandonase los poblados fortificados y bajar al llano, además de prohibir la construcción de fortalezas. Este hecho modificó notablemente la organización de territorio, pero los Oppida optaron por diferentes soluciones; unos siguieron funcionando como pequeños núcleos, llegando incluso a adquirir estatutos municipales con el tiempo. Arqueológicamente, se observa que el abandono de los poblados se debiera más bien a la propia iniciativa indígena, al no haber hallado procesos de choque, como quema de poblados, sino abandonos pacíficos. No parece que esta etnia fuera de las más belicosas y contrarias a Roma, el silencio de las fuentes parecen corroborarlo. Quizá se buscasen mejores lugares de acuerdo con los intereses romanos, valorando los recursos agrícolas, mineros, ganaderos, estratégicos (vías de comunicación y ciudades) todo ello controlado por el ejército, que prefiguraría la situación altoimperial. La estrategia ya empezó en el s. II a. C. Pero debió tener mucha más éxito tras la guerras sertorianas 82-72 a. C: , por entonces los núcleos de población como Las Cogotas, La Mesa de Miranda o Ulaca comenzaron a despoblarse, dado que apenas se han encontrado materiales romanos en su inteior. La población debió trasladarse al a la vega, probablemente al lugar que hoy ocupa Ávila, que tiene una aparente semejanza con la ciudad vettona Óbila de Ptolomeo, pero no existen pruebas concluyentes al respecto. No hay pruebas q certifiquen que bajo Ávila existiese un castro de la Segunda edad del Hierro, pero sí se han hallado cerámicas en un solar que podrían atestiguar una población sobre el s. I a. C. Que coincide con la escasez de restos en los Oppida del valle.
Sin embargo en Ciudad Rodrigo y Salamanca se ha podido constatar la relación entre el mundo indígena y el altoimperial romano. Otros castros sobresalen durante el bajo imperio, como son Las Merchanas o Yecla la Vieja, q se relacionan con la explotación minera del territorio. Al sur de Gredos, en El Raso de la Candeleda, se han obtenido denarios y ases republicanos, y se observa abandono hacia la época de César, por su importancia, debió trasladrase su población a Talavera la Vieja, o Augustóbriga o a Talavera de la Reina, Caesarobriga. En el s. A. C. La presencia romana al sur del Tajo no debía estar muy consolidada, pero es a partir de entonces cuando los poblados en el llano empiezan a presentar los mismo materiales que los castros fortificados, que poco a poco ocuparán las tierra agrícolas más productivas. La fundación en el año 34 a. C. de Norba Caesaratina, actual Cáceres, se relaciona con el abandono del yacimiento de Villasviejas y los núcleos cercanos, por estar lejos de las Vías de Comunicación, Norba tiene un buen lugar con respecto a la Vía de la Plata.
Bibliogafía
• Álvarez-Sanchís J. R. (1999): Los Vettones. Real Academia de la Historia. Madrid.
• Álvarez-Sanchís J. R. (2001): Los Vettones en Almgro-Gorbea M; Mariné, M. y Álvarez-Sanchís (Edit.): Celtas y Vettones. Catálogo de la Exposición. Institución Gran Duque de Alba. Ávila.
• Sánchez Moreno, E. (2000):Vetones: Historia de un pueblo prerromano. Ediciones de la U. A. M. Madrid
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