Autor: Olarticoechea
lunes, 25 de octubre de 2004
Sección: Historia
Información publicada por: Olarticoechea


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Don Pelayo, historia de un gallego.

Vida y contexto social de Pelayo, iniciador de la Reconquista.




Under Construction

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  1. #1 Xan 28 de nov. 2003

    Puff vaya trabalenguas te has creado. Yo soy gallego, pero no por ello defiendo que Pelayo lo fuera, pues no estoy seguro de que lo sea, aún después de haber leido mucho sobre el tema. De lo que si estoy seguro, es que el creó un reino independiente en Asturias, que nada tiene que ver con el antiguo reino suevo que estaba en una parte del territorio de la antigua Gallaecia.
    Os paso este artículo sobre Pelayo, que intenta ser lo más riguroso historicamente, y que no "tira" hacia ningún nacionalismo, ni gallego, ni asturiano, ni nada:

    ASTURES Y GALLEGOS EN LA CORTE DE AL-HAKAM I



    No podemos afirmar que fueron abundantes las relaciones entre el mundo musulmán de Al-Andalus y los reinos de Galicia y Asturias. Muchos menos que fueron amigables o de carácter protocolar: terribles batallas y matanzas fueron llevadas al norte en brutales aceifas que afectaron en distintas épocas a ciudades como Tuy, Santiago de Compostela, Lugo u Oviedo. Justo es reconocer que mucho no se hizo esperar la hora de la venganza de los cristianos norteños sobre los islamitas andaluces. Sin embargo no se puede negar que una historia peninsular ha existido en común y tal es así que nos ha llegado a nuestros días algunos hechos curiosos que sirven para la reflexión o simplemente para sorprenderse sobre ese lejano pasado donde no todo es barbarie y guerras.

    Por Eduardo Rodríguez Leirado.

    Aquella jornada del 11 de agosto del año 997 representó uno de los peores momentos de la cristiandad, tal vez equiparable a la destrucción de Roma por parte de Alarico. La entonces muy joven ciudad de Santiago de Compostela, el centro de devoción jacobea en la Galicia románica, vio recorrida sus calles por huestes desaforadas de musulmanes que incendiaban y asesinaban a cuanto cristiano se les cruzaba en sus caminos. Aquel día, la hermosa basílica levantada para resguardo de las misteriosas reliquias del apóstol Santiago, fue destruida hasta sus cimientos por Muhammad Ibn Abi´Amir, al-Mansur bi-llah ("el victorioso por Allah") mas conocido en el mundo cristiano como Almanzor, en lo que se consideró la peor -y la última- incursión musulmana en tierras gallegas y asturianas. Recuerda la leyenda que este gran caudillo, descendiente de una tradicional familia árabe de Algeciras, llegó hasta los mismos pies de la urna sagrada con los venerados restos y se encontró con un viejo sacerdote que la abrazaba con suma devoción. Aquel monje -que la historia identificaría mas tarde como el obispo San Pedro de Mezonzo- salvó no solo su vida sino la integridad de la urna, tal vez por su valentía o quizás por el temor del islamita a la violenta venganza del discípulo de Cristo. Recuerda el Bayan al-Mugrib de Ben Idzari que: "En Santiago, Al-Mansur no había encontrado sino un viejo monje sentado junto a la tumba del santo. Le preguntó: ´¿Por qué estás ahí?´, ´Para honrar a Santiago´, respondió el monje y el vencedor dio orden de que le dejaran tranquilo"

    Tiempo después, Santiago mediante o fruto de los azares de la naturaleza, una furiosa epidemia se abatió sobre aquellos invasores, matando a gran cantidad de ellos, incluyendo al propio Almanzor que moriría cinco años después en Medinacelli. La furia del Zebedeo se había mostrado a través de aquella epidemia...

    Pero esta conocida historia por parte de gallegos y asturianos se complementa con algunos acontecimientos significativos, dignos de asombro. Y es que, junto a los invasores, hubo una participación activa de un grupo de nobles galaicos - portugueses que, a modo de quinta columna, se vieron en la opción de elegir entre Almanzor o el rey Bermudo II de León, con quien estaban enfrentados. Afirmó Fray Pérez de Urbel y Ricardo del Arco en su Historia de España: "Fuertes con esta promesa, cuatro de los más poderosos magnates gallegos, Suero Gundamáriz, Galindo y Osorio Díaz y el mismo Gonzalo Menéndez, que tal vez no se consideraban suficientemente recompensados por sus servicios, levantaron el grito de la rebelión. Sin darles tiempo para recibir los refuerzos cordobeses, Bermudo pasa a Galicia, deshace a los rebeldes en diversos encuentros y aniquila la sublevación ordenando derribar todos los castillos levantados. Los jefes de la rebelión, despojados de sus propiedades, buscaron un refugio al lado de Almanzor, en cuyo ejército figuraban desde ahora los Condes cristianos. Osorio Díaz, que aunque casado en Galicia pertenecía a la familia de los Condes de Saldaña, vive desde ahora al servicio del invasor; Suero Gundamáriz se somete y desde 988 vuelve a figurar en la corte. En cuanto a Gonzalo Menéndez, podemos sospechar que su rompimiento con Bermúdez debió de originarse al romper éste con los musulmanes. Era éste jefe de la marca portuguesa, y así todas sus posesiones estaban situadas entre el Mondego y el Duero. Nadie podía perder más que él en su lucha contra Almanzor, y así sucedió efectivamente... Los Condes portugueses se resignaron a servir el conquistador con tal de conservar sus dominios y Gonzalo Menéndez fue uno de los primeros en aceptar la nueva situación..."

    Leyendo estos párrafos, quizás haya que considerar que junto a una alta cuota de superstición o credulidad, no sería de buen grado destruir unas emblemáticas reliquias delante de aquellos Condes cristianos a su servicio...

    Galicia para los musulmanes
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    No ha sido esta la única oportunidad en que se han cruzado ambos pueblos a lo largo de la historia. Si realizamos un rápido y fugaz repaso de la presencia musulmana en la Península Ibérica, podremos observar que las relaciones entre los islamitas de al-Andalus y los cristianos de Galicia y Asturias no fueron particularmente amigables. No diremos nada nuevo si afirmamos que se planteaba una lucha entre dos culturas, dos religiones, dos pueblos de muy distintas tradiciones y condición.

    A pocos años de la "claudicación" peninsular ante el arrollador avance de las huestes beréberes y árabes, fue en tierra asturiana donde el mundo musulmán chocó frontalmente, no solamente contra la cadena montañosa de los Picos de Europa sino con unos pueblos de origen celta acaudillados por un mítico noble visigodo llamado don Pelayo. La también mítica batalla de Covadonga marcó, de alguna manera, el inicio de una relación violenta entre ambos pueblos pero con la presencia de algunos acontecimientos insólitos que invitan a la reflexión o la simple contemplación histórica.

    Es justamente el recuerdo de la batalla (o escaramuza, más bien...) de Covadonga en que la historiografía andalusí pone sobre el tapete algunas consideraciones sobre lo que se conoce históricamente como Galicia. Es sorprendente poder leer una crónica referida por un tal Al-Maqqari sobre Pelayo y Covadonga. En su texto podemos encontrar:
    "Dice Isa ben Ahmand Al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim Al-Qalbi, se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Andalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió con trescientos de los suyos..."

    ¿Pelayo refugiado en Galicia? ¿Acaso no era Asturias? Además, ¿Pamplona en Galicia? Parece que Al-Maqqari tenía por costumbre llamar a todo el norte español con el nombre genérico de Galicia. O al menos eso confundió nuestro cronista musulmán y llamativamente muchos otros del mismo origen.

    Luego de Covadonga, los ataques provenientes del sur se repitieron a lo largo de los años, muchas veces con suma violencia. Se sabe de una "guerra santa" declarada por los emires de Córdoba contra el norte español durante los años 788 y 789, sincronizada con una aceifa contra el Imperio Franco. Entre los años 805 y 818 Asturias fue nuevamente golpeada en su corazón geográfico, al igual que en los años 854 y 855.

    Galicia también recibió durante los primeros años de la invasión la presencia de musulmanes en su territorio donde nunca pudieron terminar de establecerse. Las huellas de su fugaz presencia por tierras gallegas solo dejaron destrucción y desolación y algunos pocos nombres toponímicos que se cuentan con los dedos de una mano, a lo sumo...
    Es a pesar de las invasiones que aquella primera monarquía cristiana que se enclavó en Oviedo pudo soportar todas las agresiones militares con un grado de entereza suficiente como para sobrevivir en el tiempo e incluso iniciar un camino inverso sobre territorio ocupado por los seguidores de Mahoma. Esto se dio no solo por las iniciativas tomadas por sucesivos reyes astures sino por las violentas guerras intestinas que sufría el mundo musulmán hispano. Aquellas divisiones entre los grupos sectarios fueron en definitiva la causa de la detención en la invasión.
    En uno de aquellos movimientos o revueltas, el muy importante emir al-Hakam b. Hisam (al-Hakam I), vio comprometida la integridad de su reino y su persona a tal punto, que prácticamente todo su mandato fue dedicado exclusivamente a la represión de beréberes, árabes y muladíes, principalmente en las zonas de frontera como lo eran entonces Zaragoza, Toledo y Mérida.

    Mercenarios astures y gallegos, soldados de al-Hakam I
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    La realidad fue que aquel emir quedó muy afectado por una recordada revuelta del Arrabal de Córdoba y, en carácter preventivo, se crearon dos guardias palatinas para su protección. La primera, compuesta de 150 hombres procedentes de Narbona, al sur de Francia, perfectamente armados y equipados, de absoluta y probada fidelidad al emir. El segundo grupo fue una guardia de mayor número de hombres, con carácter de permanente, que estaba constituido por 3000 jinetes y 2000 infantes. Estos mercenarios tenían diverso origen, entre los que se contaban hombres provenientes de Galicia y Asturias, así como algunos francos y eslavos.

    Estos cristianos contratados por el emir eran llamados comúnmente por los habitantes de Córdoba con el nombre de "los silenciosos" pues no conocían el idioma árabe o lo hablaban muy mal. Su presencia en la corte del emir provocó temor en la población civil y fueron pocos los que atinaron a sublevarse contra las autoridades.

    Con esta actitud tomada por al-Hakam I se inició una costumbre que se extendería en el tiempo y que fue la incorporación de cristianos al entorno político y militar del emirato, los cuales eran mantenidos por las autoridades, alcanzando muchas veces su propia libertad y cierto estatus dentro de la sociedad andalusí.
    Hay que aclarar que esta participación de tropas cristianas mercenarias no fue impedimento alguno para que el hijo de al-Hakam I, nos referimos a ´Abd al Rahman II, enviara una brutal expedición contra los territorios del rey Alfonso II y su sucesor Ramiro I. Tenían la absoluta confianza en cuanto a que estas tropas fueran siempre fieles custodios, y rendían absoluta fidelidad y obediencia.

    ¿Un gallego, príncipe de Badajoz?
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    Recuerda la historiografía musulmana española algunos hechos llamativos. Durante los años 848 y 849, las costas de lo que hoy conocemos como Andalucía recibió una invasión de guerreros normandos que, hacía tiempo, venían atacando el norte español. El ataque fue tan brutal que llegaron al mismo corazón del joven emirato, siendo Sevilla saqueada y asolada. Si bien el emir ´Abd al-Rahman II los venció en singular batalla, fue tan grande el susto que se tomó la decisión de construir en las mismas aguas del Guadalquivir, a la vera de la saqueada Sevilla, una magnífica flota que previniera y guardara de nuevas agresiones nórdicas. Esa misma flota, pero en el año 879 y bajo el mandato de su hijo Muhammad I, se intentó utilizar para atacar las costas norteñas de Galicia y Asturias, con la consiguiente destrucción de sus villas y el botín que podría brindar la región. Sin embargo, y como un adelanto del destino del mundo islámico en España, su flota fue atacada por un violento temporal y resultó prácticamente destruida. Parecía que el destino estaba marcado para los islamitas que aquellas regiones jamás quedaran bajo su órbita.

    Bajo el mismo mandato de Muhammad I, quizás uno de los períodos de mayor crecimiento, buena administración y riqueza del emirato andalusí, sucedió una cruenta revolución en la zona de Badajoz, poniendo en duda la autoridad de los omeyas sobre el sector. El conductor de esta sublevación fue un hombre llamado Abd al-Rahman ben Marwan. Nada nuevo en aquellos tiempos de guerras y revoluciones de clanes, tribus, familias enfrentadas o descontentos con los abusos de los visires corruptos. Lo que llama la atención es que el apodo de este sublevado era "El Gallego", pues era de origen muladí, hispanos islamizados que provenían del norte de Portugal, tal vez de tierras gallegas. En el Bayan al-Mugrib del musulmán Ben Idzari podemos leer que este hombre se reveló ante la actitud de un visir que frente a otras autoridades cordobesas lo golpeó diciéndole: "Un perro vale más que tú". Lo cierto que "el gallego" inició una rebelión con gentes provenientes de la vecina ciudad de Mérida, a tal punto importante, que no pudo ser vencido por las tropas enviadas a su represión. Incluso llegó a capturar a Haxim ben Abd al-Aziz, un general de absoluta confianza de Muhammad I y preferido de la corte, quien fue entregado al rey Alfonso para que solicitase un rescate de 150.000 dinares.

    La misma crónica musulmana refiere que Ben Marwan se hizo famoso en la zona de frontera entre el mundo árabe y cristiano, llegando a considerársele como el jefe de los renegados de Occidente. En una de sus correrías llegó hasta la provincia de Sevilla, en el corazón del emirato, y mantuvo en jaque permanente a las autoridades del emir, quien no se atrevió a tocarlo y reconoció su autoridad sobre tierra de la actual Extremadura.

    También había esclavos
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    Otra faceta no muy conocida de las relaciones del mundo musulmán hispano con los reinos cristianos es el tema de la esclavitud. La historiadora sobre temas islámicos, Rachel Arié, afirmaba que el estado natural del hombre para los juristas del Islam era la libertad, viendo a la esclavitud como un estado de excepción. Si bien ha sido muy importante la presencia de esclavos provenientes de los pueblos eslavos que eran vendidos en territorio franco y revendidos en las principales urbes andaluzas, no podemos afirmar en absoluto que el grueso de la población fuera de esa condición social, confirmando el concepto de la historiadora citada.

    El comercio, realizado por especialistas en la materia, se componía de lotes a vender en mercados ubicados en prácticamente todas las ciudades andaluzas, con personajes de variado origen o raza. Blancos y negros, eslavos y francos, calabreses y beréberes, gascones y lombardos, era lo que se podía encontrar disponible en el mercado. Entre algunos de esos "productos", era llamativa una cantidad apreciable de gallegos y astures que eran adquiridos para tareas muy específicas. Se sabe del interés especial dado por las clases aristocráticas y de la incipiente burguesía andalusí por las mujeres provenientes del norte, las cuales se convertían muchas veces en concubinas de sus amos. La fácil integración de estas esclavas a las familias que las adquirían, incluso obteniendo la libertad y continuando sus vidas en el seno de la misma familia, marcaron relaciones de la sociedad de entonces muy llamativas. Muchas de estas mujeres se convirtieron en verdaderas generadoras de conflictos hereditarios o sucesorios por los hijos reconocidos por sus amos, y que eran acompañadas por la actitud de eunucos esclavones que provocaron situaciones sangrientas.

    También existía la posibilidad de mejorar o superar su condición social en forma sustancial ante el hecho de abrazar la religión mahometana, a modo de conversión. Era así posible que fueran aceptados como miembros de las guardias palatinas, que oportunamente hemos detallado, y que brindaban una posición social envidiable para muchos.

    En este aspecto, no solo la aristocracia musulmana tenía derecho a la posesión de esclavos; el mismo derecho asistía a mozárabes y judíos. Se daba entonces la situación de cristianos hispanos o judíos bajo mandato y vasallaje respecto de los andalusíes que poseían cristianos venidos del norte.

    El origen de los esclavos gallegos y astures era, indudablemente, la captura de prisioneros en cada aceifa que se realizaba contra los reinos cristianos del norte. Era la esclavitud el destino obligado de cientos de personas que caían en las manos del emirato, califato o rey taifa andaluza. Por supuesto, siempre estaba la salvedad hecha a quienes pertenecieran a una condición social superior y contaban con la posibilidad de ser intercambiados por dinero u otros cautivos islamitas importantes en manos de cristianos.

    Existe una crónica de origen musulmán que describe con toda clase de lamentos y desgraciados comentarios la muerte de Almanzor, hombre que era el gran proveedor de esclavos cristianos a los mercados del sur. A decir del cronista, una verdadera desgracia social y económica...

    Finalmente, no podemos olvidar lo que el mito afirma de la presencia de don Pelayo en Córdoba como prisionero o rehén, a modo de garante de pago que su familia tenía que Abonar como vasallaje...

    La cultura y la lengua
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    No todas las relaciones entre los pueblos de origen céltico de Galicia y Asturias estuvieron signadas por la violencia, la esclavitud y la muerte. Es sabido que bajo el mandato de sucesivas monarquías cristianas, fue favorecido un proceso de traslado de población mozárabe hacia el norte español. Así, fuertes contingentes de pobladores de raigambre hispano - romano o visigótico, llevaron no solo su propia cultura ancestral sino algunas influencias recibidas en su eventual convivencia con el poder musulmán.

    Quizás vale la pena la mención realizada por Emilio González López en su "Grandeza e decadencia do Reino de Galicia", al referirse a la importancia que le dio Alfonso III a la participación de los mozárabes en la reconquista del territorio ocupado por el Islam y la repoblación de amplios espacios que eran afectados por la violencia del enfrentamiento. En ese marco, llegan a Galicia personajes como el sacerdote Sebastián, luego obispo de Orense, uno de los artífices de las primeras historias escritas sobre la monarquía asturiana. Participó en la repoblación de amplios territorios como los pertenecientes a parroquias como Cumbraos, que recuerdan los orígenes de mozárabes provenientes de Coimbra.

    No hay que olvidar que al hablar de mozárabes, no estamos hablando sino de hispano - romanos o población hispana pre-islámica que conservaban sus creencias y costumbres bajo la soberanía musulmana. No fueron árabes o beréberes quienes migraron hacia el norte sino esta población de origen hispana no musulmana. Pero no podemos olvidar que este éxodo se hizo alrededor del año 876, cuando Alfonso III firmó un edicto promoviendo este traslado, es decir casi 150 años después de la llegada de Tariq y la primera invasión islámica de España. No puede negarse que 150 años de convivencia de esta población mozárabe con el mundo musulmán tuvo que haber influido aunque fuera en aspectos superficiales y nimios de su cultura, idiosincrasia, arte y lengua. Basta recordar algunas palabras de la lengua gallega, portuguesa y muchísimo más la castellana, de origen árabe como jarabe, azúcar, limón, escabeche, albañil, almohadón, etcétera. O sistemas de medida tradicionales como la fanega y el palmo. En este sentido sirve recordar las palabras de Américo Castro sobre el estudio de la lengua como la muestra más reveladora de la mezcla de culturas.

    Finalmente, una de las expresiones máximas de la literatura peninsular medieval, las Cantigas de Santa María, escritas en gallego por el rey de Castilla Alfonso X el Sabio, cuentan para algunos historiadores e investigadores con una supuesta influencia de una métrica andaluza denominada zayal. Esta teoría no ha sido debidamente demostrada, incluso mas bien considerada errónea, pero existe bibliografía en ese sentido que intenta explicar dicha relación. También hay algunas referencias a la poesía juglaresca, cuya influencia de algunos conceptos arabizantes ha sido mencionada por algunos autores.

    Conclusiones
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    No es intención de este artículo demostrar un vínculo directo y absoluto entre las culturas del norte español de raíz céltica, con las provenientes de las arabizadas del sur. Quizás en la búsqueda de los orígenes y el devenir histórico de los antepasados de quien esto escribe, ha sido de interés encontrar los puntos de contacto en donde se trasvasó muchos valores y tradiciones culturales de ambos pueblos. El pensar que entre ambas culturas ha habido un muro infranqueable, claramente identificado, que ha marcado un borde de una etnia y otra, es pensar en valores culturales cerrados y casi diría xenófobos. Creo que nada mas alejado de la realidad y particularmente sin lógica, menos aún cuando esos bordes han fluctuado dramáticamente durante casi ocho siglos y con consecuencias en los siglos posteriores.

    Bibliografía utilizada
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    La España Musulmana (siglos VIII - XV)
    Rachel Arié.
    Historia de España, tomo III. Colección dirigida por Manuel Tuñón de Lara. Editorial LAbor, Barcelona, 1984.

    Guía de Galicia.
    Ramón Otero Pedrayo.
    Editorial Galaxia, Vigo, mayo de 1954.

    Grandeza e decadencia do Reino de Galicia.
    Emilio González López.
    Editorial Galaxia, Vigo, 1978.

    Del Islam al Cristianismo. En las fronteras de dos formaciones económico - sociales.
    Reyna Pastor de Togneri.
    Ediciones Península, Barcelona, noviembre 1975.

    Historia de España.
    Tomo 3: La Alta Edad Media, visigodos, árabes y primeros reinos cristianos.
    José Luis Martín, Carmen Codoñer y Manuel Sánchez.
    Tomo 4: Reinos cristianos y musulmanes (siglos XI - XIII)
    José Luis Martín.
    Ediciones Historia 16, Barcelona, octubre / diciembre 1980.

    La España Musulmana.
    Claudio Sánchez Albornoz.
    Librería y Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1946.

    Espero que os haya servido para algo, o que por lo menos os hubierais entretenido con él.

    Saludos

  2. #2 Dingo 10 de ago. 2005

    Ante esta teoría sobre que los astures eran "galaicos del este", sobre la cual el autor del texto por lo visto no alberga dudas, cabe preguntarse por qué los romanos no lo mencionan en ningún momento. Galaicos y astures siempre son tratados como pueblos separados, y no se menciona una relación concreta de galaicos con astures más allá de la que puedan tener con los cántabros por ejemplo. Sí menciona EstrAbon en cambio el común origen de de galaicos y lusitanos. Dos pueblos en los que por cierto encontramos importantes analogías en terreno religioso de las cuales se desmarca la zona astur.

    En cuanto a la provincia de Gallaecia establecida por Diocleciano, hay que recordar que, a diferencia de lo que ocurría con los conventos jurídicos, en la conformación de las provincias no parece que se hiciese mucho por respetar realidades étnicas.

    Dice el autor del texto:

    "A denominaçom Galiza, abrangia todo esse espaço do noroeste peninsular, é continua até o século XI-XII, olhar livros de história medieval e achar desseguido que os asturiãos eram denominados galegos, polos muçulmanos e eram-no porque assim se definiam eles,...

    Em todas as crónicas muçulmanas entre os séculos VIII e XII os moradores de todo o reino de Leom é Portugal som sempre chamados galegos. O Conde de Benavente no sec. XI declarava: nós os galegos..."

    Es cierto que en la mayor pate de las crónicas extranjeras bajomedievales, es llamado reino de Galicia. Esto desde luego no se debe a

    Solamente hay que acudir a las llamadas Crónicas asturianas, que ya en s. IX diferencian perfectamente a las distintas etnias que compartían el reino: galaicos, astures, vascones...


  3. #3 Dingo 10 de ago. 2005

    Perdón, se me envió antes de tiempo. Repito aquí:

    Ante esta teoría sobre que los astures eran "galaicos del este", sobre la cual el autor del texto por lo visto no alberga dudas, cabe preguntarse por qué los romanos no lo mencionan en ningún momento. Galaicos y astures siempre son tratados como pueblos separados, y no se menciona una relación concreta de galaicos con astures más allá de la que puedan tener con los cántabros por ejemplo. Sí menciona EstrAbon en cambio el común origen de de galaicos y lusitanos. Dos pueblos en los que por cierto encontramos importantes analogías en terreno religioso de las cuales se desmarca la zona astur.

    En cuanto a la provincia de Gallaecia establecida por Diocleciano, hay que recordar que, a diferencia de lo que ocurría con los conventos jurídicos, en la conformación de las provincias no parece que se hiciese mucho por respetar realidades étnicas.

    Dice el autor del texto:

    "A denominaçom Galiza, abrangia todo esse espaço do noroeste peninsular, é continua até o século XI-XII, olhar livros de história medieval e achar desseguido que os asturiãos eram denominados galegos, polos muçulmanos e eram-no porque assim se definiam eles,...

    Em todas as crónicas muçulmanas entre os séculos VIII e XII os moradores de todo o reino de Leom é Portugal som sempre chamados galegos. O Conde de Benavente no sec. XI declarava: nós os galegos..."

    Es cierto que en muchas fuentes bajomedievales, y alguna autóctona tardía, es llamado reino de Galicia. Pero esto se debe a la denominación histórica del territorio que ocupaba el reino: la antigua provincia de Gallaecia, mucho más que a la autoidentificación étnica, quiero decir de los pueblos que componen el reino como "gallegos". Solamente hay que acudir a las llamadas Crónicas asturianas, que en s. IX diferencian perfectamente a las distintas etnias que compartían el reino: galaicos, astures, vascones... Incluso en alguna ocasión llaman al estado "regnum asturorum", indicando quienes llevaban las riendas, o bien en qué territorio tenía su sede el reino. De hecho, cuando los estados extranjeros traban relaciones con el "reino de Galicia" y conocen más a fondo su realidad interna, su rey aparece denominado " Hadefonsi regis Galleciae et Asturiae" (como aparece en los annales regni francorum, s. IX).


    En cuanto a la conveniencia o no de identificar, por ejemplo, a los gallegos con los galaicos, o a los iraníes con los iranios, bueno, hay que matizar. Hay que tener en cuenta que "gallego" es simplemente una forma evolucionada de "galaico". "Asturiano" es una forma evolucionada de "astur". Si dijésemos por ejemplo que los astures no son lo mismo que los asturianos caeríamos en un absurdo, porque en inglés la única forma de decir "astures" es "asturians". De la misma forma, los cantabri son lo mismo que los cántabros y éstos son lo mismo que los cántabros (valga la redun.). Y los vascones son lo mismo que los vascos. Nos referimos a la misma etnia. Porque, ¿qué regla científica puede determinar en qué momento los galaicos dejan de ser galaicos para ser gallegos? Jerjes era iran-í, iran-io, ario, aryano, o como se dijese en persa clásico del siglo V a. C., y el tenía conciencia de ello.
    EL problema es que cada uno de estos términos no ha designado la misma realidad a lo largo de miles de años, que son muchos años, porque la realidad de las etnias a las que designa y del espacio geográfico que ocupan ha cambiado, en algunos casos enormemente. Y esto hay que tenerlo en cuenta a la hora de usar el mismo término para un pueblo o grupo humano y sus descendientes en dos momentos separados 2000 años, si no se quiere caer en una anacronía intragable. Si se tiene esto en cuenta, y se Aborda el tema con la flexibilidad que requiere, en muchos casos sí que se podrá utilizar como sinónimo "gallego" o "galaico", "vascón" y "vasco".

    El problema del título de este artículo, "Don Pelayo, historia de un gallego", no es lo que la expresión literalmente indica. Incluso tomado desde cierta perspectiva, es cierto. Pelagius era gallego, o galaico, porque era un rumi "romano: hispanorromano" habitante de la provincia romana de Galicia o Gallaecia. El problema del título es otro: es su carga sensacionalista y su intención provocadora, su truco, su forma de jugar con las palabras y llevar a los lectores a quienes va dirigido a la inconsciente identificación entre lo gallego referido a la etnia de los gallegos propiamente dicha y lo gallego referido a un conjunto territorial que también incluye a los asturianos. El autor del título emplea la palabra "gallego", no "galaico", y aunque realmente son lo mismo, la elección no es casual, y el contexto ideológico en que se mueve el autor es determinante en tal elección. Y es así porque el artículo va dirigido a un ávido público de determinadas tendencias ideológicas, más bien pajistomentales, que más que analizar el título y el contenido del artículo con la flexibilidad que requiere el uso del término "gallego", tomará el tema por otros derroteros. Además, el autor de este artículo ha dado bastantes muestras de confundir por hábito churras con merinas, y en sus distintos artículos y disertaciones expone (cualquiere puede comprobarlo, en esta misma web) sus particulares ideas de que el reino de Galicia recibía ese nombre porque tenía su centro neurálgico en Galicia (Galicia propiamente dicha, no la provincia romana), y que Pelayo era gallego porque de allí procedía (de Galicia propiamente dicha, no de la provincia).

    De manera que no le déis más vueltas.

  4. #4 Airdargh 10 de ago. 2005

    Dingo: La verdad que no he tenido ocasión de leer elartículo que abre este foro (no sé si a tí también te sale la frase "Under Construction" en lugar del artículo en cuestión), aunque por el título y lo expuesto en los comentarios cabe suponer cual es el origen de la controversia suscitada. Mi intención al colgar los fragmentos de artículo que adjunto no trata de ir más allá que la de ofrecer una posible lectura, dentro de una perspectiva más, que ayudase a clarificar precisamente el tema que se debate aquí, es decir, como se podría entender la afirmación de la posibilidad de que Pelayo fuese “gallego”, en resumidas cuentas, y concordando, mayormente, el punto de vista que trataba de ofrecer con lo que tu expones, que no se debe confundir ni entremezclar términos como gallego o galaico (según cuales sean las pretensiones o fines buscados), así como las distintas realidades históricas que éstos comprenden a lo largo de los siglos. Ciertamente a lo largo del transcurso de los tiempos las fronteras y lindes geográficas que limitan lo que actualmente se denomina con un nombre u otro, o sus derivaciones, han variado. Administrativa y jurisdiccionalmente los habitantes o naturales del norte de Portugal, León, Asturias y Galicia hemos compartido, según las circunstancias algunos de estos gentilicios (en algún momento, por ejemplo, los asturinos o astures fuimos galaicos astures lo mismo que, en otras circunstancias, los gallegos o galaicos fuimos astures o asturianos gallegos o galaicos, o leoneses...). Y creo yo, por mucho que furibundos nacionalismos radicales y/o prejuicios, casi siempre de las veces sin fundamento real y absurdos, se empeñen en oscurecer este echo, algo más que el gentilicio hemos compartido y, de hecho, continuamos haciendo sin, por eso tener que dejar cada cual de mostrar unas peculiaridades propias. Ya desde el momento que Roma establece los límites de La Gallaecia, el conventus de los astures comprende parte de lo que es la actual Galicia, creo que es un buen ejemplo de como se entremezclan históricamente estos dos, hoy bien diferenciados por la administración española, pueblos. Personalmente no acAbo de comprender, o me resulta un tanto absurdo, muchas veces la postura que adoptan unos y otros cuando, como si algún tipo de ofensa representara ésto, se empeñan en negar la evidencia de los hechos que nos remiten a un pasado comúnmente compartido. En mi caso te he de decir, y lo hago con el orgullo de la dignidad salvaguardada, que si bien soy gallego pues nací en Galicia y hasta donde sé lo son mis antecesores, ostento apellido asturiano (siempre que no sea gallego castellanizado y fuera de consideraciones que puedan situar Asturias como galaica en el momento del nacimiento de este apellido), lo cual puede servir como ejemplo de la relación entre estos dos pueblos y, dicho sea de paso, a mí por eso no se me caen los anillos. Un saludo Dingo, encantado de poder seguir compartiendo tertulia contigo, hasta más ver.

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