Autor: Ñervatu
domingo, 03 de febrero de 2008
Sección: TardoAntigüedad
Información publicada por: Ñervatu
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La verdadera dimensión de la Invasión Musulmana.
Recientemente se ha puesto en solfa la Invasión musulmana del siglo VIII, incluso Olague y otros autores la han negado; pero en este foro vamos a intentar demostrar la falsedad de dichas tesis.
Una Invasión Masiva
La expansión Islámica por el Magreb, Occidente y otras partes del mundo se debió en primer lugar a la fuerza del Islam y al misticismo que impregnaba en sus seguidores; pero también a un vacío de poder tras la caida del Imperio Romano Occidental y el debilitamiento del Imperio Romano Oriental y del Imperio Persa.
Asi pues la invasión de la Península Ibérica no es un hecho aislado sino que es un eslabón de la expansión musulmana; la singularidad de dicha invasión es que fue anticipada y propiciada por discordias internas en el reino Visigodo.
Efectivamente aún no se había deglutido la conquista del Magreb Occidental ni islamizado a sus habitantes cuando debido a las disputas por el trono Toledano, un bando aristocático visigodo, los Witizanos solicitaron la ayuda al califa de Damasco para recuperar el trono que ostentaba un general de prestigio Don Rodrigo o Rodrich , Rodericus en latín; dicho general habría sido elegido como solución transitoria por los magnates godos descontentos con el predominio del linaje Witizano.
Una vez autorizados por el Califa de Damasco para iniciar la invasión los caudillos Táriq y Muza contaron con apoyos intramuros del reino, los partidarios de los hijos de Witiza como el conde Don Julian.
Táriq desembarcó con 7.000 hombres y Muza le envió un refuerzo de 5.000 contabilizando el ejército musulmano-beréber un total de 12.000 hombres en el momento decisivo de la batalla del Guadalete.
En el 712 Muza desembarcó con unos 18.000 hombres en esta ocasión árabes con un gran contingente de yemenitas asi que los efectivos musulmanes en el 712 serían en torno a los 30.000 hombres habiendo sufrido muy pocas bajas en los enfrentamientos con los partidarios del rey Don Rodrigo que solo habían resistido en Mérida e inicialmente en la batalla del Guadalete hasta que las alas Witizanas del ejército desertaron.
Comparando se obtiene la verdad
Hasta la fecha ningún historiador ha puesto en duda dichas cifras aunque curiosamente había unanimidad en decir que eran unos efectivos muy escasos y todos se preguntaban como efectivos tan nimios habrían podido conquistar la Península en tan poco tiempo.
Se exponían las teorías del hartazgo de la población nativa hispanorromana respecto a los visigodos, una supuesta peste que habría mermado la población, las divisiones internas previas y durante la invasión con enfrentamientos entre poderes territoriales, la práctica del terror llevada a cAbo por los musulmanes para noquear y paralizar por miedo posibles movimientos resistentes etc.
Desde este foro modestamente y desde la modestia de este simple aficionado vamos a intentar enmendar la plana a tan ilustres y singulares expertos.
Y para evitar polémicas estériles voy a centrarme en aspectos concretos y verifica-
bles:
1º Los historiadores críticos con la Importancia y realidad de la Invasión Musulmana
jamás rechazaron las cifras dadas por los cronistas musulmanes en cuanto a los efec-
tivos de dicha invasión.
2º Dichos efectivos unánimemente fueron calificados de escasos y por lo tanto dado su bajo número para una empresa de tanto relieve como la conquista del Reino Visigodo -toda la Península Ibérica mas Baleares, mas la parte francesa del Reino, mas las plazas del Norte de Africa-se negaba la conquista en si. (Teoría de Olague y otros Unitarios-Trinitarios).
3º Hasta la fecha nadie ha puesto en duda que una superpotencia de la época como era el Imperio Romano disponía en el frente occidental de 50.000 comitatenses es decir el ejército real, el móvil, el que se empleaba en las batallas decisivas tipo Adrianópolis o Naissus o para tapar brechas en el frente sostenido por los limitanei que eran una especie de tropas guardafronteras acantonadas en fuertes y posiciones estáticas; y en el frente oriental otros 50.000 comitatenses. Es decir que para todo el Imperio Romano en Europa frente a los germanos, sármatas, alanos y demás pueblos bárbaros, en Africa frente a los bereberes del interior y en Asia frente al Imperio Persa Sassanida y luego el Parto los romanos disponían de 100.000 efectivos de combate divididos en dos grupos de 50.000 para oriente y occidente mas los limitanei tropas guardafronteras acantonadas en posiciones estáticas y de nulo valor combativo salvo como primer elemento disuasor y de retardo en las incursiones.
4º Si para todo Occidente Roma empleaba contra toda la panoplia de tribus que intermitentemente le presionaban en el Rhin-Danubio y Magreb de Africa 50.000 comitatenses; la cifra de 30.000 musulmanes para conquistar Hispania y una pequeña porción del sudeste francés es enorme.
5º que el Reino Visigodo ni remotamente podría reunir lo que usaba Roma para toda la parte Occidental del Imperio 50.000 hombres.
6º Que la inmediata expansión musulmana hasta el corazón del territorio franco en el centro-norte de la actual Francia demuestra que el objetivo de fuerza tan importante no era ni devolver el trono a los incautos witizanos, ni conquistar la Península sino darle un golpe decisivo a Occidente en Hispania-Galia como situación previa a la acometida final contra El Papado en Italia.
7º Que la Invasión de Europa tuvo un éxito sin precedentes y solo la discordia originada en el sistema tribal de los musulmanes impidió la aniquilación de Europa; ni siquiera los hunos de Atila habían logrado llegar al Atlántico.
8º Ese balón de Oxígeno permitió a los francos en la Galia y a la resistencia Astur-Cántabra en Hispania reorganizarse y recuperarse de la sorpresa para fortificarse, rearmarse y aprovechando las discordias entre los junds árabes y los bereberes llevar la frontera hasta el Duero.
9º Pero para ello, en la batalla de Covadonga, 300, como los espartanos, al mando de Belay el Rumí, "el asno salvaje" lograron hacer virar en un momento concreto y decisivo un acontecimiento histórico que parecía inevitable: la conversión de la Península Ibérica en una Anatolia Turca.
10º Y que mejor resumen que las palabras de Don Oppas obispo y caudillo de los Witizanos dirigidas al caudillo astur Don Pelayo: "¿como tú con esta pequeña tropa, en esta cueva, pretendes resistir al Islam que desde las arenas del desierto arábigo ha venido engullendo a todos los estados y naciones?
a lo que éste respondió porque la Iglesia de Dios es como la luna que aún estando en cuarto menguante, al poco tiempo recupera su esplendor; y diose la batalla y con el estandarte de la cruz de la Victoria, los astures, por la gracia de Dios aniquilaron a los caldeos muriendo su comandante Al Qaman y el pérfido obispo traidor iniciándose así la restauración de España.
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"Tampoco el nacimiento de los reinos del Norte de la Península se pueden explicar por una revuelta asturiana"
"A mi lo que me tiene en vilo es conocer qué fue la expansión catalano aragonesa hacia el Sur. ¿Cómo se ve desde Barcelona?¿Cuál es el punto de vista "distinto"? "
"Hace tiempo leí una carta enviada en el siglo XII desde Roma al arzobispo de Toledo; en ella el Papa se refería a los territorios que los cristianos habían arrebatado a los musulmanes---"
Hay dos elementos nuevos que nos llevan a Europa. Amaco, la influencia franca es fundamental para el desarrollo de los reinos cristianos del Norte. No sólo para la Marca
hispánica, Aragón y Navarra, también para el conjunto del reino de León (hay algún príncipe que acude allí en busca de coronas y más de un autor relaciona el arte asturiano con el carolingio). Para cualquiera debería ser evidente que los carolingios son el polo opuesto del poder musulman del sur (me resisto a usar el adjetivo "árabe"). El nacimiento y desarrollo de los reinos cristianos ha de ser interpretado a partir de estos dos poderes, más que por un afán de "reconquista", una restauración del reino de los godos. El neogoticismo es operativo en algunos periodos, pero en otros no aparece: ningún príncipe asturiano-leonés (espero Amaco que no me mientes la constitución por decir ësto) se intitula rey de los godos y los documentos en que lo hacen de "hispania", se consideran interpolados o falsos, hasta por el mismo Sánchez Albornoz. Hispania era en esa época Al-Andalus, para todos los cronistas de la época y lo contínuó siendo en adelante mucho tiempo. Tampoco a ningun príncipe se le ocurrió convocar un concilio, y a algunos les dio por partir el reino entre sus hijos , costumbre sin precedentes godos. Evidentemente los invasores eran una minoría y la mayoría de los andalusíes eran tan Aborígenes como sus vecinos del Norte. La persecución de los cristianos en el sur no eran una tónica común y se dió episódicamente por causas más atribuibles a los propios cristianos que a los musulmanes, los mártires lo eran por voluntad propia: iban a blasfemar contra Mahoma a las mezquitas. No era la religión un problema real hasta que llegaron los almorávides, hasta entonces se consevaron las sedes episcopales del sur, hubo alianzas matrimoniales entre ambos bandos, etc. El segundo elemento lo introduce Brigantinus y es el papado. Os propongo una lectura: Peter Feige: "La primacía de Toledo y la libertad de las demás metrópolis de España, El ejemplo de Braga" en V.V.A.A "La introducción del Cister en España y Portugal". Va de como el papado marea la perdiz para sacarle los cuartos a Toledo, Braga, Compostela y Tarragona. No mencionaré la "Donación de Constantino", ni las falsificaciones compostelanas ni las del cachondo de Pelayo (el obispo, no el otro) porque las supongo conocidas por los asíduos del foro. Dejo pendiente el tema de la repoblación para otro día.
Otras alusiones:
El punto de vista de un catalán no tiene porque ser mejor, pero si distinto ( no tanto como el de un chino, lo admito). La expansión catalano-aragonesa (no me molesta el término "aconstitucional") fue conquista, nunca reconquista y los historiadores de aquí así lo tratan en su mayoría. También aquí hay mitos, obviamente el del conde Güifre es el más conocido. Hay uno más desconocido pero muy llamativo, el de Rotger Cataló, inventado según he leído para explicar la existencia de los "Malos Usos". No los toma en serio ningún historiador, lógicamente, Por qué se toma en serio Covadonga? en el mejor de los casos, no es más que una genealogía mítica de Alfonso III. España no amaneció musulmana tras Guadalete, los emires cordobeses tenían problemas para controlar Mérida y Toledo. Tras Guadalete, toda la península se llenó de Teodomiros, es lo mas razonable, Pelayo podría ser uno de ellos.
Sigo sin comprender por qué son fundamentales las crónicas asturianas para la historia del reino visigodo, que alguien me lo explique.
En las últimas décadas se ha instalado una imagen bastante maniquea, que tiende a contraponer unos rasgos innecesariamente amables hacia todo lo que tiene que ver con al-Andalus, mientras que acentúa los caracteres sombríos del dominio cristiano identificado con los “feudales”. Esta visión tiene mucho que ver con la reivindicación que algunas corrientes de pensamiento han tratado de hacer de al-Andalus como ámbito hacia el que se canalizan las simpatías opuestas a sus enemigos cristianos, con los cuales tradicionalmente se ha identificado el pensamiento más conservador en nuestro país.
Estas simpatías han creado un al-Andalus poco menos que paradisíaco y sobre el que se han proyectado tópicos tan en boga como “la convivencia de culturas”, “la tolerancia” o “el esplendor de sus creaciones culturales y artísticas”. Esta visión romántica se ha visto además alimentada por los nuevos retos que plantean las realidades multiculturales de nuestras sociedades contemporáneas. En la búsqueda de referentes históricos para estas situaciones, el periodo andalusí se ha presentado como un espejo en el que se reflejan un conjunto de aspiraciones sin duda bien intencionadas, pero en última instancia falaces, cuando no interesadas.
No parece que sea el camino correcto. Espigar aquí y allá elementos diversos para crear visiones tópicas sólo sirve para alimentar retóricas fácilmente manipulables. Alguien tan poco sospechoso de albergar sentimientos de hermandad universal como el general Franco gustaba de definir su rebelión militar como una “cruzada”, pero no tenía empacho alguno en referirse a los tiempos en que en “el suelo patrio” habían coexistido mezquitas y sinagogas bajo la tutela tolerante del estado cristiano, si lo que intentaba era justificar la presencia de regulares marroquíes entre sus tropas.
Como parte integrantes de un discurso político las identidades y afinidades especulares en historia pueden servir para justificar prácticamente cualquier cosa, dependiente de quién decida el prisma que emplea. Ésa es la razón por la que bajo su aparente bondad, tales visiones encierran más de una trampa en su interior, lo que las convierte no sólo en fácilmente rebatibles, sino también en formas de propaganda que sirven a intereses no siempre altruistas precisamente.
Por desgracia, y frente a esta visión idealizada de al-Andalus, en los últimos tiempos está surgiendo una incalificable reacción conservadora que apunta contra este ámbito considerándolo como un mero accidente histórico, un capítulo marginal de la “historia de España”, felizmente acabado gracias a la lAbor de los “reconquistadores”. No se trata, desde luego, de una idea nueva. El pensamiento reaccionario lleva generaciones enteras insistiendo en que “el árabe”, “el moro”, o “el infiel” ha sido el enemigo de la “nación española” desde los tiempos de la reconquista, cuando su presencia extraña impuso la prueba suprema para su voluntad de resistencia frente a tan adverso avatar.
Lo que sí son nuevas, en cambio, son las circunstancias. Los miedos que provoca el reciente multiculturalismo o los horrores causados por el terrorismo islamista han alimentado esa enardecida vuelta a la ideología de “reconquista” que parecía definitivamente arrinconada. Sus promotores son historiadores, publicistas y amargos políticos que retoman el viejo juego de los espejos históricos para tratar de convencer a quien se deje de que las realidades actuales son idénticas a las que tuvieron que enfrentarse “nuestros ancestros” en la Edad Media. Utilizando las mismas búsquedas de identidades que ellos emplean, estos ideólogos de la nueva barbarie saltan sobre los siglos con una ligereza pasmosa, que haría sonreír por lo que tienen de ignorancia si no fuera por el hecho de que el mensaje que transmite hiela la sangre.
De esta forma, y si las visiones idealizadas de al-Andalus exasperan por lo que tienen de ingenuas y no tan ingenuas evocaciones de una realidad inexistente, los viejos fantasmas de la Reconquista insisten en la necesidad de un rearme ideológico, cuyas funestas consecuencias conocemos bien por experiencias pasadas y presentes. La vigencia de estos viejos fantasmas es sin duda sorprendente, pero es un hecho bien conocido que a sus promotores la historia sólo les sirve como arsenal de donde extraer argumentos para defender sus intereses y dinamitar todo cuanto pueda parecerles que los agrade. Posiblemente seguirán haciéndolo durante mucho tiempo, precisamente porque es en su reiteración donde estos ideólogos buscan encontrar la razón de la que sus argumentos carecen…Como ya ha quedado dicho, son mendaces los intentos de crear identidades y contra-identidades en ese pasado, y no me parece que las simpatías que no puede albergar hacia la suerte de pueblos tradicionalmente oprimidos deban expresarse mediante una visión amable de la historia andalusí.
Frente a lo que sostienen los maestros del juego de los espejos históricos, no creo que describir el impulso que los Omeyas dieron a la literatura o la ciencia haga mejores a los musulmanes que viven en el siglo XXI, como también me parece absurdo pretender que sus episodios de violencia o barbarie hagan peores a unas poblaciones que, por fortuna para ellas, tienen que vivir en unos tiempos y circunstancias que nada tienen que ver con las de hace mil años.
Desde este punto de vista, al-Andalus no pertenece a la “nación árabe”, como algunos teóricos de esta ideología vienen insistiendo machaconamente con el aplauso de quienes tal vez deberían saber mejor lo que se traen entre manos, ni es la contra-identidad islámica sobre la que se forjó la “nación española”, como los defensores de las esencias patrias intentan irresponsablemente hacernos creer en estos tiempos de mezcla de culturas. Simplemente se trata de un ámbito histórico a la espera de ser reclamado por todos aquellos que pretendan tener una conciencia crítica del pasado.
Desde este punto de vista, sigo creyendo que el estudio de la historia, desprovisto de falsas atribuciones y de engañosas utilidades para el presente, es un conocimiento transformador. En él no hay espejos, ni identidades; simplemente hay mudanza. Conocer esta mudanza y ser conscientes de ella es lo que nos ha hecho lo que somos y lo que esperamos poder llegar a ser.
Por supuesto Beturio. Los siglos de Al-Andalus no son una sombra, son una realidad, aunque no le venga bien a los esquemas mentales de algunos. Al-Andalus no fue un paraiso, la convivencia entre religiones fue dificilísima, el fanatismo acabó imponiendose y el buen gobierno solo se dio en casos contados; y si no que se lo digan a los que vivían en Secunda cuando al-Hakam crucificó a trescientos de ellos y al resto los expulsó de la ciudad para siempre. Al-Andalus no tuvo nada de idílico, pero es Historia deEspaña, así, con mayúsculas.
Llug, no creo que haya contradicción, reflejan opiniones de momentos distintos. En las Crónica Bizantino-Arábiga (741) y la Crónica de 754, Mahoma recibe los epítetos de “profeta”,”apóstol” [uy, como se entere Ratzinger…], “princeps” o “ducatore” (caudillo). En ese tiempo el Islam se está formando,muchos de sus aspectos normativos están gestándose, no han aparecido las escuelas de derecho que explican de distinto modo la norma básica, el Corán; la nueva fe no se presenta como una religión distinta, sino como una de las numerosas variantes. Pero, por la ley islámica, con el matrimonio de un musulmán y una cristiana, ésta se convierte al Islám, y los hijos que nazcan igualmente.
La carta de Adriano (785-791) y el Concilio de Córdoba (836) son posteriores, y entonces la jerarquía eclesiástica ya se ha dado cuenta del peligro que suponía para ellos el enorme proselitismo del Islam.
Y bueno, arriba ya he expuesto mi visión sobre la conquista de al-Andalus (más que mía se la debo a Manzano Moreno, M. Acién, José Luis Martín... mío no hay ná), pero seguro que hay muchos aspectos más que tratar que ni he Abordado, como el que habría este artículo sobre el número de efectivos musulmanes que llegó a la península, y si fueron pocos o muchos para derrotar a los godos. Parece que nos olvidamos que no sólo conquistaron Hispania, sino Egipto, el Magreb, Siria, Persia... Circunscribirlo todo a musulmanes vs. godos es una visión bastante paleta, en mi opinión. Y recuerdo, de memoria, a Bernal Díaz del Castillo, uno de los españoles que estuvo con Cortés desde primera hora en la conquista de México, cuando viene a decir algo así: "Alejandro tenía las falanges macedónicas, César las legiones romanas, pero nosotros éramos apenas cuatrocientos rodeados de millares de enemigos: ¿quién puede compararse en esa gesta?"
Y al grano. Creía que la cosa iba de la conquista musulmana (que sí, que la hubo) y de cómo se produjo. Pero con Llug ejerciendo de Incitatus pues prosigamos con la segunda parte contratante de la segunda parte, o sea, la Reconquista, y, sobre todo, después de leer a Teshub #123 (eso de comparar la invasión musulmana con la ocupación nazi, tiene su arte): según mis cortas luces y como argumenté arriba, uno de las claves de la invasión musulmana fue la desintegración feudal en la que estaba inmerso el reino visigodo. No resistieron porque cada noble sólo miraba su propio interés, y lo único que deseaban era seguir ostentando el poder en sus propiedades, bien con alianzas matrimoniales bien previo pago de su importe. ¿Hubiera resistido el ejército de un reino godo con un poder central fuerte la embestida musulmana? Pues muy probablemente, pero su debilidad se demostró cuando apenas unos 15.000 soldados, como se dice en mi pueblo, les metieron las cabras en el corral. Y no hay más cera de la que arde.
Pues vamos a la Reconquista: así como de resumen, Covadonga fue una escaramuza intrascendente que en su tiempo no tuvo el menor eco, obra de montañeses asilvestrados frente a los herederos de la organización visigoda: los musulmanes; Covadonga no tiene que ver nada ni con la unidad ni la defensa del cristianismo; ni Pelayo ni Favila (ni su oso) ni Mauregato tuvieron en mientes idea alguna de recuperar las tierras tomadas por los musulmanes. La idea de la Reconquista surge en el siglo IX, cuando al norte llegan mozárabes muy cabreados con los omeyas y comienzan a gestar una historia que justifique su interés de regresar al sur. Fueron mozárabes exiliados, y no los astures, los que inventaron el concepto de Reconquista. La idea acabó calando, y en la toma de Córdoba, las crónicas recogen el gran valor de “reconquista” que le otorgó Fernando III.
Mejor que resumir o compendiar, copio directamente de un gran medievalista, José Luis Martín, en la colección de Historia de España de Austral (editada por El Mundo), Tomo 3, Alta Edad Media, págs. 513 ss. en el siguiente post:
Yo no creo que entrasen tantos musulmanes como treinta mil, son números grandísimos para ejércitos del siglo VIII. No hablamos de Estados con administraciones depuradas como el Imperio Romano o el Persa, donde se hacían censos y se mantenían ejércitos profesionales; Estados con una gran capacidad logística y con una organización territorial que permitía el abastecimiento de grandes huestes en tiempo de guerra. El mismo autor del artículo comenta el poco control que ejercía el imperio árabe por aquellos tiempos sobre el Magreb, de donde partió el ejército de Tarik.
Alessandro Barbero, en su obra "Carlomagno", hace una estimación del coste del mantenimiento de los ejércitos carolingios en los mejores tiempos del imperio franco (s. VIII-IX). La obligación de dar de comer y beber todos los días a un hombre movilizado supondría para un ejército una impedimenta tan grande (a veces más) que la tropa en sí. De este modo, un ejército de cinco mil hombres movilizado durante dos meses arrastraba tras de sí una impedimenta de miles de bueyes y caballos de tiro que entorpecían enormemente el avance del ejército. Dada la escasa densidad de población de Europa en la Alta Edad Media, sobrevivir sobre el terreno era casi imposible. Esto nos obliga a estimar siempre a la baja los efectivos movilizados en campaña, aunque las crónicas anoten cifras a todas luces exageradas. Estas cifras no son el resultado de estudios estadísticos (única fuente que podría estimarse válida) pues la estadística no se aplica hasta el siglo XIX, son más bien cifras simbólicas, en muchos casos, cifras extraídas de ejércitos bíblicos.
Por otro lado, que los invasores fuesen pocos y los locales muchos no invalida que los musulmanes se hiciesen con el poder en la reino visigodo. Con una buena colAboración interna todo es mucho más fácil, aprovechando las querellas intestinas de los autóctonos. En la misma historia de España existen ejemplos perfectos de ejércitos pequeños que han dominado amplísimas regiones mediante el pacto y la colAboración (como los de Cortés o Pizarro). Las luchas por el poder era algo que quedaba en el ámbito de las altas esferas de la sociedad, de tal modo que de los siete millones (si es que los había) de hispanos, la mayoría quedaron ajenos por completo a las luchas por el trono, de las que seguramente ni siquiera tenían noticia en el mundo rural en el que habitaban.
Pero antes, en referencia al tributo de las cien (presuntas) doncellas, otra de mis fuentes favoritas, Manzano Moreno op. cit., trata de algo similar: tras la derrota del berébere Munuza por la actual Cerdaña, su mujer –hija del conde de Narbona, Eudes- fue enviada como regalo al califa; y una de las causas de la rebelión berébere del norte de África que propició la llegada del yund sirio a la Península fue precisamente que uno de los tributos que tenían que pagar los habitantes de allí era en forma de (presuntas) doncellas. Parece que los harenes orientales tenían una gran demanda: copio (sí, soy un copión, no puedo negarlo) de Manzano Moreno, op. cit., pág 92: “El principal atractivo del norte de África residía en su capacidad de proveer al Imperio árabe de hombres para los ejércitos del califa y de mujeres destinadas a los harenes”. Y al grano, copio de José Luis Martín, op. cit., págs. 518-ss, hay algo repetido con mi post de arriba, pero se comprende mejor:
“La sumisión asturleonesa a Córdoba se expresa mediante la entrega de tributos con los que no todos están de acuerdo, y los descontentos se agrupan en torno a Alonso II, proclamado rey a la muerte de silo y obligado a refugiarse en Álava durante los años de Mauregato y del diácono Vermudo, quien, tras ser derrotado, volvió al estado clerical. Si Alfonso I fue el creador el reino, a Alfonso II se debe el afianzamiento y la independencia, que tienen su relejo en el plano económico en la supresión del tributo de las cien doncellas, en el plano eclesiástico en la independencia de la iglesia astur respeto a la toledana y en el político en la creación de una extensa tierra de nadie a orillas del Duero que separará durante dos siglos a cristianos y musulmanes.
Según la tradición, entre los tributos debidos por los astures figuraba la entrega anual de cien doncellas, y si la leyenda no es cierta pudo al menos serlo, pues sabemos, por ejemplo, que el conde barcelonés Borrell II lleva a Córdoba como presente para el califa un numeroso grupo de esclavos; es recuente, incluso en épocas posteriores, la entrega de mujeres de la familia real como esposas o concubinas de los emires y califas, y los textos musulmanes hablan de un activo comercio de esclavos entre los reinos del norte y Córdoba, donde se habla de mercaderes de esclavos que disponen de mujeres que conocen bien la lengua romance, visten como cristianas y ‘cuando algún cliente… les pide una esclava recién importada del país cristiano’ le presentan y venden una de sus mujeres. Nada se opone, por tanto, a que el tributo de las cien doncellas refleje una realidad: el pago de tributos cuyo cese sólo es posible si el reino tiene fuerza militar suficiente para oponerse a los ejércitos que los emires envían de cuando en cuando para castigar a quienes se resisten.
Alfonso II (791-842) estaba en condiciones de negar los tributos gracias a las continuas sublevaciones de los muladíes de Mérida y Toledo, apoyados por beréberes y mozárabes, que impidieron a los cordobeses lanzar sus habituales campañas de intimidación contra el reino astur, protegido indirectamente por la revuelta de los muladíes del Ebro y por la intervención de los carolingios en apoyo de los montañeses de Pamplona, Aragón y Cataluña. Esta realidad ha sido explicada de forma providencial: el fin de los tributos habría sido posible gracias a la intervención milagrosa del apóstol Santiago –cuyo sepulcro se cree descubierto estos años- que combatió al lado del Alfonso y obtuvo una resonante victoria en Clavijo, batalla legendaria sobre cuya fecha los historiadores que en ella creen no se ponen de acuerdo pero cuyas consecuencias perviven en la actualidad; los estudios actuales prueban que el apóstol Santiago difícilmente pudo venir a la Península en vida, y las posibilidades de que su cuerpo fuera enterrado en Compostela son escasas, pero esto no impidió que los hombres medievales lo creyeran y actuaran en consecuencia convirtiendo Compostela en lugar de peregrinación, haciendo combatir a Santiago a favor de los cristianos para liberarlos del tributo de las cien doncellas y pagando, desde el siglo XII, el tributo de Santiago que perdura hasta el siglo XIX. Si Asturias-León tiene un protector celestial, también lo tendrá Castilla cuando se independice haciendo combatir junto a Santiago a San Millán, a cuyo monasterio pagan tributo los castellanos hasta épocas modernas.
Aunque mitificada, la independencia astur es una realidad que no se limita al campo político; se extiende al eclesiástico porque los hombres medievales son plenamente conscientes de que no hay independencia real mientras el clero esté sometido a otras fuerzas políticas, y ésta era la situación del reino astur cuyos clérigos siguen dependiendo del metropolitano de Toledo, en tierras musulmanas. La aceptación del adopcionismo por Elipando de Toledo ofrece a Alfonso la oportunidad de romper los lazos con la ‘iglesia musulmana’ y lo mismo hará Carlomagno en la diócesis de Urgell. La ruptura eclesiástica, propiciada por los escritos de Eterio, obispo de Osma, y de Beato de Liébana, fue acompaña de una fuerte visigotización del reino, a la que no sería ajeno un cronicón, hoy perdido, escrito hacia fines del siglo por algún monje mozárabe del séquito de Alfonso, en el que aparecería por primera vez la identificación de los reyes astures con los visigodos, cuya organización se copia y cuyo código, el Liber Iudiciorum, es adoptado como norma jurídica del reino. La organización político-jurídica refuerza la eclesiástica, que se manifiesta en el traslado de la metrópoli de Braga, abandonada, a Lugo, en la restauración de la sede de Iria-Compostela, en la creación de un obispado en la capital del reino, Oviedo, y en la erección de numerosas iglesias y monasterios.
Afianzado en el reino a pesar de los ataques musulmanes, Alfonso inicia una política ofensiva: presta ayuda a los muladíes y mozárabes de Toledo y Mérida, ampara en sus tierras a los sublevados contra Córdoba, realiza ataques contra los dominios musulmanes llegando a ocupar, momentáneamente, Lisboa y apoderándose de abundante botín que quizá no sea ajeno a las obras realizadas en Oviedo, donde se construyen palacios, baños, iglesias y monasterios, de los que se conserva la Cámara Santa de la catedral ovetense y la iglesia de San Julián de los Prados o Santullano en las afueras de la ciudad.
Durante los cien primeros años de su historia, el reino astur permanece a la defensiva, protegido de los ataques musulmanes por las montañas y por las revueltas de los muladíes fronterizos, e intenta unificar el conglomerado de pueblos que lo forman, gallegos, astures, cántabros y vascos, en numerosas ocasiones enfrentados entre sí o rebeldes al incipiente poder central, según recuerdan las crónicas de Alfonso III: ‘Fruela… a los vascones, que se habían rebelado los venció y sometió… Silo… a los pueblos de Galicia que se rebelaron contra él los venció en combate… Alfonso… expulsado del reino se quedó entre los parientes de su madre en Álava…” El carácter electivo de la monarquía, siempre dentro de una familia, favorece la aparición de bandos ‘nacionales’ en torno a los candidatos al trono y así, a la muerte de Alfonso (843), los gallegos apoyan a Ramiro I mientras astures y vascones están al lado del conde Nepociano o, posiblemente, junto a otros nobles sublevados que pagaron con la ceguera o con la vida su rebeldía. Pese a estas revueltas y a los ataques de los vikingos a las costas gallegas (844), Ramito pudo adelantar las fronteras y ocupar León aunque su conquista definitiva sea obra de Ordoño I (850-866).
Este avance, esta nueva consolidación del reino, se relaciona una vez más con las sublevaciones muladíes, complicadas ahora por la oposición de los mozárabes al poder musulmán; los rebeldes contarán con el apoyo de tropas astures que serán derrotadas en las cercanías de Toledo, pero cuya presencia tan lejos de sus territorios es prueba de la importancia adquirida por el reino. Aunque derrotados, los toledanos mantienen la revuelta y obligan a las tropas cordobesas a concentrar sus mejores hombres en la zona, con lo que el reino astur sólo estará amenazado en su frontera oriental por los muladíes del Ebro, cuyo dirigente Musa ibn Musa ue derrotado por Ordoño en Albeada (859), no lejos de Clavijo. Los hijos de Musa mantendrán en adelante una política de amistad y colAboración con los astures y servirán de freno a los cordobeses, que sólo en el año 865 podrán derrotar a Ordoño”.
Hasta aquí el texto de José Luis Martín. El muladí Musa ibn Musa era de la familia de los Banu Qasi, recordemos, descendientes del conde visigodo Casio que se convirtió al Islam y siguió gobernando tierras del Ebro tras pactar con los conquistadores.
Crónica del Obispo Don Pelayo
Pedro II, rey de Aragón, concede a la Orden de San Juan de Jerusalén el castillo de Cabañas, y agua de Meta y Cabañas los sábados y domingos para riego de La Almunia de Doña Godina a cambio de los judíos propiedad del hospital, radicantes entre el río Segre y Ariza, y unos moros de Huesca y Zaragoza, excepto los judíos que se mencionan.
Madrid, Archivo Histórico Nacional
Datum Turolii viii idus septembris per manum Ferrarii notarii nostri era m.cc.xl.viii.
Sig
Sig
Madrid, Archivo Histórico Nacional, Cartulario Magno de la Orden de San Juan de Jerusalén, tomo III, pág. 542. Documento partido por a. b. c.
Cum contentio esset inter comendatorem domus nostre de Almunia et concilium eiusdem ville super venditione vini et aliorum multorum tandem pro bono pacis et compositione amicabili utroque partis, nos frater F. Roderici domorum Hospitalis per Yspaniam humilis comendator et frater P. de Alcalano castellanus Emposte de voluntate et asensu multorum fratrum ibidem nobiscum existentium facimus vobiscum iuratis et concilio de la Almunia compositionem in hunc modum quam per nos volumus perpetuo observari. Statuimus quod comendator de Almunia posit vendere vinum suum
Sobre los portuguerses, pues qué decir:
1330:Manoscritti da D. Baldassare Boncompagni, ms. 307 [s. XIV] (olim, ms. de Petro Girometi, nr. 21), ff. 227rb-234: «Egidius de Theobaldis parmensis in prologo huius sue translationis latine». Após crítica à tradução de Theobaldi o autor identifica-se um pouco mais à frente: «…ea propterea ego Alfonsus Dyonisius de ulixbona yspanus medicus et clericus illustrissimi principis domini Alfonsi Portugaliae et Algarbii regis illustris»
«Dominus Alfunsus de Hyspania, baccalarius, incepit legere Fen quartam 1 Can<onis> Avicenne. MCCCXXIX, 2 die Martii [datação galicana, corresponde a 1330]», doc. parcialmente publicado em
Bernardus Arnaldi Guillelnni de Yspania Scolaris in iure civile (1327)
¿Alguien me podría explicar qué utilidad podría tener para un andalusí estudiar el derecho civil -romano- en Bolonia en 1327?
Pero unos años antes, en plena efervescencia de la polémica adopcionista, un monje lebaniego, de nombre Beato, se hacía eco, en sus Comentarios al Apocalipsis, de la tradición de la predicación hispánica de Santiago. Ocurría esto cuando el pequeño reino asturiano era regido por Mauregato (783-788) (686). Es probable, pero no seguro, que el mismo monje escribiera el himno O Dei verbum, dedicado al rey citado, y en el que Santiago Apóstol aparece ya como cabeza refulgente y áurea de España, y como patrono vernáculo, y protector (687). Es necesario echar un vistazo a la querella adopcionista para poder entender los orígenes del culto jacobeo.
Remonta ésta sus orígenes al concilio de Sevilla de 784, donde se combatieron las ideas de Migecio, a quien puede considerarse un antecesor del adopcionismo. Esta ideología es un intento de conciliar islamismo y cristianismo, o dicho de otro modo, se pretende casar el riguroso monoteísmo islámico con el trinitarismo católico. Debajo del adopcionismo hay un problema político: el de conciliar la existencia de una iglesia española con el dominio musulmán. Los actores del drama son el arzobispo de Toledo, Elipando, y su partidario, el obispo Félix de Urgel, por el lado heterodoxo; Beato de Liébana y Eterio, obispo de Osma, encabezan el bando contrario. Participa también, en este último bando, un clérigo ástur, llamado Basiliscus. El hecho de que el obispado de Félix se encuentre en tierras del Imperio Carolingio, va a ser causa de que el conflicto se internacionalice, de modo que, tomen parte en él, Alcuíno de York, Carlomagno, y el propio Papa León III. Contribuye a esta internacionalización la política carolingia de intervención en España, y las buenas relaciones de Alfonso II de Asturias con el emperador franco. El Tratado Apologético, de Eterio y Beato, y, más tarde, los Comentarios al Apocalipsis del monje de Liébana, son las dos obras claves de la polémica adopcionista. Pues bien, frente al colAboracionismo con el poder musulmán, que defienden Elipando y sus partidarios, Beato Aboga por la creación de una iglesia "nacional", que legitime la existencia del naciente reino asturiano. Pieza maestra de la nueva iglesia norteña será el "descubrimiento" de los restos del Apóstol Santiago, en tiempos del segundo Alfonso, apóstol, cuya predicación hispánica había defendido el monje lebaniego, como vimos (688).
Interesa hacer algunos comentarios a todos estos sucesos. El primero se refiere a la calidad de los contendientes. Elipando, Félix, y Eterio son obispos, pero de tres sedes situadas fuera de los límites del reino asturiano. El único participante en la querella, que no es obispo, sino monje, es Beato, quien, además, de los cuatro actores, es el único ástur. Tenemos aquí otra prueba que corrobora lo que antes dijimos sobre la importancia del monacato en el norte, en detrimento de la iglesia secular. En Asturias no hay obispos que polemicen con los foráneos, pero hay monjes que ocupan su lugar (689). Esta falta de obispos no se debe a la existencia de un bajo nivel de cristianización. Simplemente se explica porque fueron monjes, en época visigoda, los que más contribuyeron a difundir el cristianismo entre los montañeses. Y, conviene dejar claro, que Beato es T..] un representante, no de círculos religiosos mozárabes, sino de unos medios monásticos autóctonos."(690).
No se puede seguir considerando los Comentarios al Apocalipsis "[...] como despreciable colección de recortes ajenos", que ni el propio Beato entendía (691). Pero, además, Beato no es el único clérigo culto, que vive en Asturias en el siglo VIII. A su lado está Basiliscus (¿monje también?), que, además de polemizar con Elipando, encabeza la embajada que Alfonso II envía a Carlomagno en 798 (692).
Se han buscado, y se han encontrado, las fuentes en que tuvo que beber Beato de Liébana para componer sus escritos. También se han localizado las que tuvo que conocer el autor del himno O Dei verbum para poder componerlo (693). Y, cuando se conocieron, surgió la pregunta: ¿cómo es posible que, en un valle perdido de las montañas cantábricas, apenas cristianizadas, y en una época tan remota como el siglo VIII, existiera la riqueza bibliográfica necesaria para la confección de estas obras? Una única explicación se dió a este interrogante. Los sucesos del 711, y las campañas de Alfonso I llevaron al norte una buena cantidad de emigrantes. Con ellos, fueron monjes, y con los monjes, sus bibliotecas (694). ¿No estarían previamente Abonadas las tierras, que recibieron la semilla nueva de las bibliotecas importadas? y, ¿quiénes, si no los monjes visigodos, fueron los primeros sembradores?
juasjuasjuas, mira que eres perverso Bergan, la cosa es más simple, los carbayones (gentilicio de los nacidos en Oviedo) nos llaman culos moyaos (culos mojados) a los nacidos en Xixón, en referencia a que tenemos playa y ellos no (todo es envidia, tú). El gentilicio que se pone un Aborigen de Xixón a sí mismo es playu, que también tiene que ver con eso. Pero no todos los gijoneses son playos, sólo los que tienen la mitocondria de Cimavilla ;-)
Yo soy playu.
Unas fuentes tan ricas que se desprecien de esta manera creo que no es ni serio y ni fiel a la realidad. Porque como que una fuente musulmana más tardía tiene mayor fiabilidad simplemente porque coincide con la versión asturfóbica.
En las crónicas asturianas se relata la historia del reino de Asturias, se reclama la herencia visigoda y se promueve la idea de la reconquista de la España perdida. Esos son los pilares de la historiografía tradicional y que algunas corrientes nuevas pretenden rebatir en un revisionismo tendencioso.
Unos negando la invasión musulmana -al fin y al cAbo el tema original de esta conversación-, otros negando el reino de Asturias en favor de un supuesto reino de Galicia, otros defendiendo, la inexistencia de Pelayo, ... etc...
Bien, pues intenten reescribir la historia, pero será su historia. Porque la nuestra ya esta escrita y tiene fuentes literarias, epigráficas, toponímicas y antroponimicas, y tradiciones, mitos y leyendas donde confirmarla. La suya tendrán que escribirla a partir de ahora.
Manzano Moreno, Eduardo, quise decir, como autos del libro referido.
En casi todo lo que se lee hay algo de verdad, subjetiva, nacionalista a veces, pero verdad. Pero no es nunca la verdad de lo que ocurrió, por la razón de que no se sabe, ya que no estábamos allí, y las fuentes son inexistentes. Sólo la Crónica Mozárabe de 754 es algo coetánea, muy parca y es interesadamente cristiana, obra de un clérigo, que, por cierto no menciona a Covadonga ni a Pelayo. Todas las demás fuentes son muy posteriores, de orígen palatino, y justificadoras de los príncipes, Astures u Omeyas, que las encargan y pagan.
Ni los árabes tenían un propósito decidido de ocupar Europa (que no existía como concepto) ni Roma, ni los astures tenían el de recuperar lo perdido. No existían las naciones en el sentido actual, ni los estados, ni las fronteras fijas. Existían vecinos con los que comerciar o a los que combatir para acrecentar poer o para no perderlo.
No nació España en Asturias, ni allí se fundó el Imperio Español. No se inició reconquista alguna en Asturias ni en ningún sitio, aunque luego se invente haber sido así.
Los obispos de Al Andalus cuando convocaban concilios se dirigían al emir o califa de turno como "Hispaniarum Rex". La voz español no es castallena, sino francesa, y los francos llamaban hispanos a los habitantes de Al Andalus.
Los reinos del Norte eran marcas del imperio carolingio o romano germánico, y sus reyezuelos eran vasallos de aquellos, tierra de casi nadie entre dos poderes enfrentados: Occidente o Norte, de un lado y Oriente o Mediterráneo de otro.
Lo árabe no era ajeno a la Bética o a Hispania, porque lo oriental también fue romano y los sirios de Baly, como los bereberes , estaban romanizados, aunque cambiando o entrace de cambiar de religión. Quizás por ello, la conquista árabe fue tan facil; parece que en Andalucía al menos no se les vio como invasores, sino como continuadores de una civilización urbana, comercial, que restablecía el orden y el comercio en el Mediterráneo, algo tan caro al espiritu bético romano de la época. No hay que olvidar que Bizancio estuvo en Andalucía- Murcia hasta fines del siglo VI, pese a los godos, cuya forma de vida y de organización social y económica, parece repugnaba a los pueblos cultos del sur. No es casualidad que las revueltas organizadas contra los godos fueran las de la clase senatorial betica, aunque a veces tuvieran por jefes a caudillos godos, caso de Hermenegildo.
Los árAbo-bereberes fueron pocos al principio, fueron creciendo luego, pero no era extraño pues el Estrecho de Gibraltar es (ahora ya no) desde hace milenios, una autopista que se cruzaba en los dos sentidos sin ningún problema, y así siguió siendo tras la caida de Roma.
La dialéctica Norte-Sur, Oriente-Occidente sigue existiendo; sólo hay que ver el apasionamiento en el debate.
En paises como los actuales Marruecos o Egipto, se considera que hay un 10%, aproximadamente, de habitantes de orígen árabe: el resto son egipcios de orígen o bereberes. Aquí debió ocurrir igual. Por el hecho de que hayamos cambiado de religión unas cuantas veces, no debe inferirse que hemos hecho exterminio sy repoblaciones totales de población. Todos somos, de alguna manera íberos, celtas, romanos, andalusies y francos, por la sencilla razón de que siempre hemos sido los mismos, una vez al norte del rio tal y otras veces al sur del cual.
Hubo invasión, por supuesto, y resistencias (ojo, no nacionales), pero el substrato poblacional fue siempre el mismo, así que el que hable de moros despectivamente refiriéndose a los andalusíes, que tenga en cuenta que está hablando de si mismo.
Las posiciones más radicales olvidan que no podemos hablar de Argantonio, Columela, Lucano o Séneca, si hacemos un paréntesis de casi mil años, con Averroes, Maimónides, Ibn Arabí, Ibn Hazm o Abulcascais, porque nos hemos cargado un milenio de continuidad biológica, y hasta cultural.
Perdón por el enrollamiento.
Ñervatu#187, si no he contestado antes a esto es porque no lo había leído: “Don Pelayo y sus sucesores los reyes asturianos salvaron el honor de España e impidieron que se convirtiera en la Turquía de Occidente. Don Pelayo es el mayor héroe español de todos los tiempos y Covadonga la batalla mas decisiva en toda la Historia de España”.
En absoluto se puede estar de acuerdo, por varios motivos:
a) Si Pelayo, Covadonga (y el oso u osa de Favila) fueron tan importantes, ¿por qué no los nombra ni por equivocación el cristiano facedor de la Crónica Mozárabe de 754? Se hace unos años después de la invasión musulmana, y el cronista la vivió. Es también extraño que no hable de “reconquista” cristiana ni por casualidad. Curiosamente, cuando los mozárabes que habían perdido el poder que mantenían frente a los omeyas llegan al norte en el IX, es cuando surge, por generación espontánea, la concepción de “Reconquista”. Pero no de unos reyes que en absoluto se consideraban descendientes de la legitimidad visigoda, sino reconquista de los intereses de los mozárabes que habían perdido a mediados del siglo IX en al-Andalus. La idea tomará cuerpo después entre los cristianos del norte, pero sólo después de ese momento.
b) Pelayo tuvo menos que ver en la detención de la invasión islámica que el oso (u osa) de Favila. Los musulmanes se establecieron en gran medida a base de pactos, pero evidentemente con el escaso número de soldados no podían controlar la totalidad del territorio, y hubo bastantes insumisos a pagar el impuesto impuesto (valga la redundancia). Si los musulmanes no llegaron más al norte o afianzaron más su poder fue por la disolución del califato omeya; y por las luchas de poder entre ellos mismos. Desde que llega el yund sirio en 732 se dedica a controlar el territorio más productivo, pasan de hacer incursiones al norte, lo que aprovechan los montañeses para afianzar su poder; sólo cuando Abderramán I toma el poder absoluto de al-Andalus, emprende otra vez campañas al norte: y Sila, Mauregato & Cía, le pagan el impuesto reglamentario, tal y como hacían otros señores hispanos, muladíes o mozárabes.
c) Los descendientes del conde godo Casio, los Banu Qasi, que señorearon la zona de Tudela, ¿no eran españoles?, ¿sólo lo eran los asturianos montañeses (y sus osos) irredentos? La mitad de los ulemas (sabios en derecho islámico) que había en al-Andalus después de la conquista tenían abuelos o padres hispanovisigodos: ¿qué eran si no españoles, o andalusíes, coptos?
d) Iñigo Arista, fundador del reino de Pamplona, se apoyó contra sus competidores en el segundo marido de su madre, Musa, de los Banu Qasi: ¿debe ser considerado el tal Arista español, felón o indostaní?
e) Ni al-Andalus fue parte de la “nación árabe”, a pesar de lo que digan Bin Laden o algunos españoles que comparten esa tesis con él; ni tampoco la contra-identidad islámica contra la que se forjó la “nación española”, en palabras de Eduardo Manzano Moreno y su obra "Conquistadores, emires y califas", Crítica, 2006. Obra que recomiendo para anular concepciones obsoletas que emborronan nuestra historiografía. Copio de págs. 46-ss (lo que ya hice en #97, pero todo sea por hacer una obra de caridad cristiana):
En las últimas décadas se ha instalado una imagen bastante maniquea, que tiende a contraponer unos rasgos innecesariamente amables hacia todo lo que tiene que ver con al-Andalus, mientras que acentúa los caracteres sombríos del dominio cristiano identificado con los “feudales”. Esta visión tiene mucho que ver con la reivindicación que algunas corrientes de pensamiento han tratado de hacer de al-Andalus como ámbito hacia el que se canalizan las simpatías opuestas a sus enemigos cristianos, con los cuales tradicionalmente se ha identificado el pensamiento más conservador en nuestro país.
Estas simpatías han creado un al-Andalus poco menos que paradisíaco y sobre el que se han proyectado tópicos tan en boga como “la convivencia de culturas”, “la tolerancia” o “el esplendor de sus creaciones culturales y artísticas”. Esta visión romántica se ha visto además alimentada por los nuevos retos que plantean las realidades multiculturales de nuestras sociedades contemporáneas. En la búsqueda de referentes históricos para estas situaciones, el periodo andalusí se ha presentado como un espejo en el que se reflejan un conjunto de aspiraciones sin duda bien intencionadas, pero en última instancia falaces, cuando no interesadas.
No parece que sea el camino correcto. Espigar aquí y allá elementos diversos para crear visiones tópicas sólo sirve para alimentar retóricas fácilmente manipulables. Alguien tan poco sospechoso de albergar sentimientos de hermandad universal como el general Franco gustaba de definir su rebelión militar como una “cruzada”, pero no tenía empacho alguno en referirse a los tiempos en que en “el suelo patrio” habían coexistido mezquitas y sinagogas bajo la tutela tolerante del estado cristiano, si lo que intentaba era justificar la presencia de regulares marroquíes entre sus tropas.
Como parte integrantes de un discurso político las identidades y afinidades especulares en historia pueden servir para justificar prácticamente cualquier cosa, dependiente de quién decida el prisma que emplea. Ésa es la razón por la que bajo su aparente bondad, tales visiones encierran más de una trampa en su interior, lo que las convierte no sólo en fácilmente rebatibles, sino también en formas de propaganda que sirven a intereses no siempre altruistas precisamente.
Por desgracia, y frente a esta visión idealizada de al-Andalus, en los últimos tiempos está surgiendo una incalificable reacción conservadora que apunta contra este ámbito considerándolo como un mero accidente histórico, un capítulo marginal de la “historia de España”, felizmente acabado gracias a la lAbor de los “reconquistadores”. No se trata, desde luego, de una idea nueva. El pensamiento reaccionario lleva generaciones enteras insistiendo en que “el árabe”, “el moro”, o “el infiel” ha sido el enemigo de la “nación española” desde los tiempos de la reconquista, cuando su presencia extraña impuso la prueba suprema para su voluntad de resistencia frente a tan adverso avatar.
Lo que sí son nuevas, en cambio, son las circunstancias. Los miedos que provoca el reciente multiculturalismo o los horrores causados por el terrorismo islamista han alimentado esa enardecida vuelta a la ideología de “reconquista” que parecía definitivamente arrinconada. Sus promotores son historiadores, publicistas y amargos políticos que retoman el viejo juego de los espejos históricos para tratar de convencer a quien se deje de que las realidades actuales son idénticas a las que tuvieron que enfrentarse “nuestros ancestros” en la Edad Media. Utilizando las mismas búsquedas de identidades que ellos emplean, estos ideólogos de la nueva barbarie saltan sobre los siglos con una ligereza pasmosa, que haría sonreír por lo que tienen de ignorancia si no fuera por el hecho de que el mensaje que transmite hiela la sangre.
De esta forma, y si las visiones idealizadas de al-Andalus exasperan por lo que tienen de ingenuas y no tan ingenuas evocaciones de una realidad inexistente, los viejos fantasmas de la Reconquista insisten en la necesidad de un rearme ideológico, cuyas funestas consecuencias conocemos bien por experiencias pasadas y presentes. La vigencia de estos viejos fantasmas es sin duda sorprendente, pero es un hecho bien conocido que a sus promotores la historia sólo les sirve como arsenal de donde extraer argumentos para defender sus intereses y dinamitar todo cuanto pueda parecerles que los agrade. Posiblemente seguirán haciéndolo durante mucho tiempo, precisamente porque es en su reiteración donde estos ideólogos buscan encontrar la razón de la que sus argumentos carecen…
Como ya ha quedado dicho, son mendaces los intentos de crear identidades y contra-identidades en ese pasado, y no me parece que las simpatías que no puede albergar hacia la suerte de pueblos tradicionalmente oprimidos deban expresarse mediante una visión amable de la historia andalusí.
Frente a lo que sostienen los maestros del juego de los espejos históricos, no creo que describir el impulso que los Omeyas dieron a la literatura o la ciencia haga mejores a los musulmanes que viven en el siglo XXI, como también me parece absurdo pretender que sus episodios de violencia o barbarie hagan peores a unas poblaciones que, por fortuna para ellas, tienen que vivir en unos tiempos y circunstancias que nada tienen que ver con las de hace mil años.
Desde este punto de vista, al-Andalus no pertenece a la “nación árabe”, como algunos teóricos de esta ideología vienen insistiendo machaconamente con el aplauso de quienes tal vez deberían saber mejor lo que se traen entre manos, ni es la contra-identidad islámica sobre la que se forjó la “nación española”, como los defensores de las esencias patrias intentan irresponsablemente hacernos creer en estos tiempos de mezcla de culturas. Simplemente se trata de un ámbito histórico a la espera de ser reclamado por todos aquellos que pretendan tener una conciencia crítica del pasado.
Desde este punto de vista, sigo creyendo que el estudio de la historia, desprovisto de falsas atribuciones y de engañosas utilidades para el presente, es un conocimiento transformador. En él no hay espejos, ni identidades; simplemente hay mudanza. Conocer esta mudanza y ser conscientes de ella es lo que nos ha hecho lo que somos y lo que esperamos poder llegar a ser.
Nada es como dice Beturio, evidentemente:
a) Como sabrás el redactor de la Crónica Mozárabe (754) bebió de la Continuatio Byzantia-Arabica (743-744) obra cuyo origen último estaría en el Oriente Próximo musulmán de aquella época, y que tras llegar a Hispania habría sido interpolada en su primera parte con fragmentos de la Historia Gothorum de San Isidoro.
Nada extraño tiene, pues, que la Crónica Mozárabe siga también, como su fuente, el esquema de la historia bizantina y musulmana. Crónica que, por otra parte, no nos ha llegado completa.
Pero es que, además, no es correcto eso de que Es también extraño que no hable de “reconquista” cristiana ni por casualidad.
Pues resulta que, casualmente, sí que habla de batallas en las montañas del norte, de retiradas por lugares inciertos, tal y como nos relatan las Crónicas Asturianas que hubieron de huir los restos del ejército musulman, y de pérdida de muchos guerreros sarracenos, como también señalan las Crónicas Asturianas:
"Al ser reprendido el ya nombrado Abdelmelic por una orden del príncipe porque nada provechoso obtenía con una victoria militar sobre los francos, inmediatamente sale de Córdoba con todo su ejército; se propone arrasar las montañas pirenaicas habitadas, y dirigiendo su expedición por lugares angostos no consigue nada favorable.Atacando aquí y allá con su poderoso ejércitolos lugares imprescindibles, se retira al llano y vuelve a su patria por lugares inciertos, después de haber perdido muchos guerreros, teniendo que reconocer el poder a Dios a quien habían pedido misericordia los pocos cristianos que ocupaban las cumbres" Crónica Mozárabe (81)
En este fragmento observamos varios elementos: por una parte se hace notar que no se trata de una campaña contra los Francos, sino contra los habitantes de las montañas pirenaicas y que es una guerra contra un enemigo disperso, enriscado y poco numeroso, lo que coincide con todo rigor con los datos que tenemos sobre la primera resistencia en Asturias.
Pero hay más: La misma crónica emplea la expresión "montañas de los vacceos" (80) - en clara confusión de vacceos con vascones - para referirse a los montes que actualmente conocemos como Pirineos.
Por otra parte es bien conocido que desde la antiguedad clásica hasta bien entrada la Edad Media, también se conocía a la cadena montañosa de la cordillera cantábrica como Pirineos.
Más aún: En el ciclo de Alfonso III se utiliza, precisamente, la expresión Puertos del Pirineo para indicar que al norte de los mismos no quedó ningún musulmán tras la acción de Pelayo: [..] ita ut ne unus quidem Caldeorum intra Pirinei portus remaneret
En definitiva: como ya señalara Sánchez Albornoz, en la crónica mozárabe se rastrean, efectivamente, los más tempranos ecos de la batalla de Covadonga.
b) En cuanto a la importancia de Pelayo, ya nos valen las valoraciones de sus propios enemigos:
La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cAbo los despreciaron diciendo: 'Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?' En el año 133 murió Pelayo y reinó su hijo Fáfila. El reinado de Pelayo duró diecinueve años y el de su hijo dos. Después de ambos, reinó Alfonso, hijo de Pedro, abuelo de los Banu Alfonso, que consiguieron prolongar su reino hasta hoy y se apoderaron de lo que los musulmanes les habían tomado”.
Del NAFH AL-TIB de AL-MAQQARI.
Ya que se saca a colación el animal totémico de Asturias, creo que en justa compensación podemos sacar a la zorra y también a La Fontaine (y las uvas) que ilustra maravillosamente el párrafo que traigo a colación de Al-Maqqari. Las consecuencias y el legado de Pelayo y Covadonga, las relata a continuación.
c) Sin duda eran hispanos, pero no contribuyeron a crear la nación en que vivimos. Sin el contrapunto que tuvieron nuestra cultura seria, sin duda, diferente. Y yo estoy muy satisfecho de que no haya sido así.
El resto de los puntos no tiene interés histórico.
Saludos.
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