Autor: Beturio
viernes, 31 de agosto de 2007
Sección: Historia Antigua
Información publicada por: Beturio
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Molinos hidráulicos romanos del Alto Imperio
Considerados tradicionalmente como un producto típico medieval, los molinos de agua fueron conocidos por los romanos en el siglo I a.C. y difundidos por todo el Imperio.
En la sección Archivo de Conocimientos hay uno titulado “Ciencia y tecnología en el mundo romano”, donde se ven interesantes reflexiones sobre el asunto:
http://celtiberia.net/verrespuesta.asp?idp=7562
Conozco poco cómo se desenvuelve este foro, pero veo que no se pueden hacer más comentarios en él. Por lo tanto planteo reabrir el debate con otros argumentos.
En el enlace de arriba parece que se incidía en la cuestión de que la sociedad esclavista romana había sido una de las causas de su escaso desarrollo tecnológico. Se hablaba, por ejemplo, del molino hidráulico como invención medieval, y por ende se conjeturaba sobre los motivos, economicistas básicamente, que habrían imposibilitado su aparición durante el Imperio romano: por ejemplo, la cita a la eficacia comparada del molinete y del molino hidráulico. Éste habría sido un instrumento de sometimiento feudal. Ésta idea es antigua, al menos desde que Marc Bloch la planteara en los Annales d’histoire économique er social en 1935: “Invention antique, le moulin à eau est médiéval par l’époque de sa véritable expansion”. La tecnología del molino habría sido conocida por los romanos (pues la descripción de Vitrubio es diáfana), pero no los habrían usado, habría sido para ellos una curiosidad. Sobre estos ejes se construyó la incapacidad molinera romana, su “blocage thecniques” y la abundancia de energía servil; la desaparición de la esclavitud entre los siglos V-XI como una de las causas de la aparición de los molinos, como fuente energética alternativa; la consideración de que los musulmanes trajeron los molinos a la Península ibérica, donde fueron el modelo que tomaron los molinos europeos…
Pero estas hipótesis de los historiadores de los Anales ya no se sustentan, porque el registro arqueológico es demasiado iterativo: la mayor parte de los molinos descubiertos anteriores al siglo VII, pertenece al Alto Imperio romano.
La lectura de los clásicos indicaba que los molinos eran ya conocidos en el siglo I a.C. (Estrabón o Vitrubio) y que para Plinio estaban ya bastante extendidos. Antipáter de Tesalónica, contemporáneo de Cicerón, cantaba loas a los molinos de agua que liberaban a las mujeres de la pesada lAbor de la molienda al alba: “Dejad de moler, oh mujeres que trabajáis en el molino; seguid durmiendo, aunque el canto de los gallos anuncie el nuevo día. Porque Deméter ha ordenado a las Ninfas que lleven a cAbo el trabajo de vuestras manos, y ellas, saltando sobre el tope de la rueda, hacen dar vueltas a su eje, el cual, con sus gigantes rayos mueve las pesadas y cóncavas mudas nisirianas. De nuevo probamos los goces del la vida primitiva tomando los productos de Deméter sin trabajar”. Las ninfas de los ríos se convierten así en un claro precedente de los ángeles isidriles (permítase la broma, pero parece que la idea de que espíritus celestes trabajen por el hombre para el pan nuestro de cada día no es sólo monopolio del santo madrileño). Los molinos de agua se se usaron en el monte Janículo romano, y los acueductos que los surtían fueron cortados por Vitiges en el asedio del 537, según escribe Procopio de Cesárea (De bello gotico, I, XIX): “Existe una gran colina [Janículo] donde todos los molinos de la ciudad se han construido desde antiguo, porque es llevada mucha agua por un acueducto [Aqua traiana] hasta la cima de la colina, y baja por la pendiente con gran fuerza. Por esta razón los antiguos romanos decidieron rodear la colina y la ribera del río próximo con un muro [Muro de Aureliano] para que nunca fuera posible a un enemigo destruir los molinos… Pero después de que hubieran roto acueductos, como he dicho, el agua ya no hacía trabajar los molinos, y los romanos no podían absolutamente hacerlos funcionar”. Belisario instaló unas ruedas hidráulicas para moler en el río Tíber.
Son bastantes los autores y las leyes que hablan de molinos de agua romanos desde el siglo I al VII, aunque la confirmación vino por la arqueología. Cerca de Arlés, en Berbegal, se encontró antes de la Segunda Guerra Mundial un gran complejo “industrial” formado por dos hileras de ocho molinos hidráulicos, instalados en un barranco para aprovechas la pendiente; su capacidad de molienda era de tres toneladas de grano por hora, suficientes para abastecer una población ocho veces superior a la que tenía Arlés en época de Trajano. Porque ha podido comprobarse que la fecha de su construcción es en la segunda década del siglo II d.C. es decir, cuando Roma está en todo su esplendor y cuando la mano de obra servil era especialmente abundante. Véase el artículo de Philippe Leveau:
http://traianus.rediris.es/textos/barbegal.pdf
Desde entonces han sido encontrados unos cuarenta molinos hidráulicos del periodo romano, más abundantes durante el Alto Imperio
http://www.pug.fr/telech_ouvrage/pain1.pdf
Entre ellos el complejo del Janículo del que hablaba Procopio; también en Roma se ha encontrado un molino movido por la fuerza del agua bajo las Termas de Caracalla.
http://users.ox.ac.uk/~corp0057/JaniculumMills.html
En definitiva, los romanos conocieron los molinos hidráulicos hacia el siglo I a.C. y fueron ampliamente difundidos durante el Imperio, desde Palestina a Inglaterra, el norte de África o la Galia; aunque parece observarse una recesión en uso los molinos de las villae a partir de finales del siglo III, continúan funcionando durante los siglos IV al VI en ciudades como Marsella, Cesárea, Atenas, Roma o Dijón.
Decía Jacques Le Goff que los molinos europeos son deudores de una presunta transmisión de saber tecnológico de Oriente a Occidente en tiempos atribuidos a la obra de los cruzados, pero el origen de los molinos medievales europeos está en el Imperio romano. Cuestión distinta es que durante el Medievo se diesen las condiciones necesarias para que el molino se convirtiese en el instrumento que posibilitó la revolución tecnológica, económica y social de la Edad Media, circunstancias que no se dieron en Roma. Pero que se usaron antes del 711 lo demuestra el Fuero Juzgo, pues buena prueba de la existencia de algo es su prohibición: Libro VII “De los furtos é de los engannos”; Título II “De los ladrones é de los furtos”; Ley XII, “De los que furtan los fierros ó las otras cosas del molino”: Si algun ombre furta fierros de molino, ó otro engeno, entregue lo que tomó, é demas peche por el furto quanto deve pechar quien furta otras cosas, é demas reciba C. azotes”.
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