Autor: Brigantinus
sábado, 02 de abril de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Brigantinus
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Celtas en la Palestina de hace 2000 años
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¿Celtas en Palestina?
Un fragmento (más bien esotérico) de Rey Jesús, de Robert Graves:
Jesús depositó la baldosa en el suelo. Sin volverse, dijo en lengua griega a un hombre que lo miraba desde atrás:
-Si puedes instruirme, hazlo; si no puedes, sigue tu camino.
El hombre se situó enfrente y preguntó:
-¿Eres el hebreo que he venido a buscar?
-Sabes que lo soy; de otro modo no me lo preguntarías.
Era un hombre alto, pálido, de ojos azules y largo pelo color de trigo. Traía en la mano una flecha de astil dorado y vestía una túnica blanca de lino, pantalones blancos de lino y un manto de seis colores atado con un gran broche de oro.
-Entonces permite que afile mi flecha en tu baldosa.
-Para eso necesitarás aceite.
-Tengo aceite en un frasco espiral.
-¿Aceite limpio para mi baldosa? ¿Eres un incircunciso, un comedor de cerdos y
liebres?
-Soy un gadeliano del extremo oeste. Mi pueblo observa las mismas ordenanzas divinas que el tuyo. Procedemos de Jafet; yo soy médico y herrero.
-Tu pueblo, ¿no adora a la reina del cielo?
-Ya no. Tal como nosotros narramos la historia, nuestro Dios (que fue primero el Dios de los hebreos) mató con una flecha de oro a la osa más grande del universo. Explícame ese león, por favor.
-De buena gana. Da su nombre a la ciudad.
-¿A Leontópolis?
-No; Arieh es el nombre que el rey David dio a Jerusalén.
-Has puesto palmeras en el techo del templo.
-Salomón, hijo del rey David, puso en el techo del templo palmeras adornadas con
cadenas de oro. El cielorraso era de pino con incrustaciones de oro puro.
-He oído hablar de ese rey Salomón, que recogió en Biblos todos los secretos del Asia.
-Llamamos Gebal a esa ciudad. En nuestro Libro de los Reyes está escrito que los hombres de Gebal ayudaron a Salomón a construir su templo.
-A juzgar por tu dibujo, conocía el lenguaje de los árboles; porque en nuestro sagrado
alfabeto de árboles, que también hemos hallado en Biblos, el pino, allí consagrado a
Adonis, se llama Aleph, y la palmera Doble Aleph; y Aleph de Aleph es un titulo del gran Dios que adoramos. Significa el Anciano de los Días.
-Enséñame ese alfabeto.
-A su tiempo. ¿Por qué has puesto un buey junto al león?
-El buey representa al rey que vendrá, el hijo de José. La estrella predice su venida.
-¿Cómo se dice «buey» en hebreo?
-Decimos Aleph.
Ambos rieron complacidos y el gadeliano dijo:
-Aguzaré mi flecha en tu baldosa. ¿Se recuerdan las dimensiones originales de este templo?
-Se recuerdan.
-Dime primero, ¿no puso Salomón dos grandes columnas en el frente, una verde y una dorada?
-Dos columnas; pero nuestros libros no registran sus colores.
-¿Cómo se llamaban las columnas?
-Jachin y Boaz, pero se han olvidado sus nombres verdaderos. Sólo se sabe que Boaz es a Jachin como el monte Gerízím es al monte Ebal, su gemelo en el valle de Sicbem. Como la bendición a la maldición.
-Explica.
-Está escrito: «Una bendición en Gerizim a todos los que obedecen al Señor; una
maldición en Ebal a quienes se apartan».
-Puedo restaurar sus nombres verdaderos; también el nombre del dintel. Dime la altura de esas columnas.
-Dime, primero, el nombre verdadero de Boaz, porque también yo debo aguzar una
flecha.
-Es Abolloneus.
-¿Por qué?
-Porque las consonantes de ese mismo alfabeto de árboles están en este orden:
B.L.N.F.S. Hemos intercalado vocales entre ellas.
-¿No debería estar la tercera letra en el quinto lugar?
-Así es en el alfabeto canópico del toro-becerro y el loto. En el alfabeto de árboles de
Aquerusia, que es anterior, es como te he dicho. Luego, Jesús dijo:
-La altura de ambas columnas era de treinta y cinco codos.
-¿Cómo lees esa cifra?
-Siete lustros, la mitad de los años de una vida humana.
-La columna llamada Boaz asciende; la llamada Jachin desciende -dijo el gadeliano.
-La columna verde del crecimiento; la marchita de la decadencia.
-Bien dicho. Sin embargo, los más afortunados entre vosotros viven, supongo, hasta ciento diez años.
-Estás en lo cierto. El patriarca José, que llevó inicialmente a mi pueblo a Egipto, vivió hasta esa edad, completando la circunferencia íntegra de su circulo.
-Eres verdaderamente el hebreo que he venido a buscar. Tu Dios, ¿posee un arca
sagrada?
-Hace dieciocho generaciones fue escondida en una caverna por el profeta Jeremías; se ignora dónde.
-¿Y las dimensiones?
-Se conocen: un codo y medio por un codo y medio por dos y medio.
-Es decir, un octavo de cuarenta y cinco codos cúbicos, o sea, del contenido de un arcón que mida cinco codos por tres por tres.
-Tu cálculo es correcto, y ésas son las dimensiones exactas de los ataúdes que he construido últimamente para los esenios. ¿Cómo las interpretas?
-Es un misterio calendario -dijo el gadeliano-. La gran arca media cinco por tres porque hay en el año santo quince estaciones; y la profundidad era de tres codos porque cada estación se divide en tres semanas de ocho días. La gran arca contiene cuarenta y cinco codos cúbicos; la pequeña arca tiene un octavo de ese tamaño, porque ocho es el número de años desde la infancia a la plenitud.
-Aras el mismo surco que yo. Cuarenta y cinco era, también, el número de columnas de la casa de Salomón en Líbano, dispuestas en tres hileras de quince. Cada una era una semana de ocho días. Así quedaban cinco días libres, una vez contados los trescientos
sesenta, que se apartaron como días sagrados. ¿Cómo sigue ahora el alfabeto de árboles?
-SS.H.D.T.C., y después CC.M.G.NG.R.
-¿Por qué están dobladas la S y la C?
-Para hacer quince del infortunado trece.
-Entonces las consonantes son meses, cada uno de cuatro semanas.
-¿Cómo has adivinado?
-Es fácil responder. El poeta Ezequiel vio en una visión árboles que crecían a cada lado del río de la curación, que corre hacia el este de la casa de Dios en el reino celestial. Sus frutos reconfortantes y sus hojas medicinales no se corrompen, y sus virtudes corresponden al mes del año. Las trece tribus de Israel heredarán tierras regadas por el río, cada tribu una franja situada de este a este desde la montaña del sur a la montaña del norte. A cada tribu un mes, a cada mes un árbol.
-¿Cómo son las vocales del alfabeto de
árboles?
-Son A.O.U.E.I.
-Me ocultas dos letras -dijo Jesús en tono de reproche-; la doble Iod y la doble Aleph de la que ya has hablado. Porque en ese alfabeto debe haber veintidós letras y, entre ellas, siete vocales.
-Observo que no podemos tener secretos el uno con el otro, ni siquiera el secreto
primero. Tienes una barba tifónica, es decir de color rojo cosecha, escribes con la mano izquierda, tu nariz es curva como el pico del águila, tu rostro pálido, tus ojos verde mar y luminosos, las venas de tu frente forman una upsilon azul. ¿Y el séptimo signo?
Jesús respondió:
-Debajo de mis ropas, mi hombro derecho es blanco como el marfil.
-Tenemos un proverbio que dice “Tres cosas espléndidas: poetas, bosques, reyes”.
-Yo soy un poeta; tú eres un rey, y por «bosque» entendemos siete árboles sagrados donde se considera que reside la cierva blanca de la sabiduría.
-Uno de nuestros poetas hebreos ha dicho: «La sabiduría ha construido su casa con siete pilares».
-Bien dicho. ¿Cuál de los siete árboles es el más amado por los hombres?
-El manzano salvaje de la inmortalidad.
-Como entre nosotros. La letra del manzano es la doble C; la C es el nogal de la sabiduría, aunque los romanos la escriben Q y los griegos K. Y la doble S es la Z; S es el despiadado mimbre y Z el cruel espino blanco, árboles de desventura.
-También para nosotros el nogal es el árbol de la sabiduría. Nuestro candelabro sagrado, símbolo de la divina sabiduría, se hace de la forma de la vara de almendro del sumo sacerdote Aarón, que dio siete flores; cada flor es una luz y representa a uno de los poderes celestiales. La vara misma es el centro del candelabro.
-Entonces, la luz central, la cuarta, ¿representa al planeta Nabu, el poder de la sabiduría?
-El cuarto día nuestro Dios dijo: «Sea la luz», y creó esos poderes celestiales.
-Como en nuestra tradición. Sus siete letras en el alfabeto de árboles son
B.S.T.C.D.CC.F.
-¿Qué significan? Son las iniciales de la plegaria que pronuncian los esenios por la
mañana.
-No las comprenderías en gadeliano; pero en latín, que quizá conozcas, son las siglas de:
Benignissime Solo Tibi Cordis Devotionem Quotidianam Facio. «Oh, más bendito,
sólo a ti hago el sacrificio cotidiano de mi corazón.»
-Es la misma plegaria.
Continuaron intercambiando preguntas y respuestas, mutuamente complacidos. Para el poco instruido, lo que aquí se recuerda de esa conversación será extraño; pero escribo para los instruidos. Ellos comprenderán cómo Jesús había deducido de la mención del número 110 por el gadeliano que el alfabeto ocultaba un antiguo secreto matemático, la
proporción del diámetro del circulo a su circunferencia, que es de siete a veintidós.
También comprenderán que la reticencia del gadeliano acerca de las dos vocales dobles, A e I, atrajo naturalmente la atención de Jesús, quien vio que las siete vocales formaban un nombre sagrado. Era II.I.E.U.O.A.AA. En letras latinas, JIEVOAA.
Había en esto una maravillosa iluminación. Jesús reconoció de inmediato que ese nombre de siete letras, el secreto primero a que se refería el gadeliano, era el del dios del Arca, adorado por gran cantidad de naciones con lazos de sangre. Los hebreos, su pueblo elegido, los mentores espirituales de todos los hijos. de Adán, lo llaman Jehová,
una forma deliberadamente equívoca del nombre; pero sus cuernos de carnero sagrados proclaman musicalmente el nombre verdadero en los grandes festivales. Fue ese nombre, se dice, el que derribó instantáneamente las murallas de Jericó cuando Josué sitió la ciudad. Los antiguos frigios conocían el nombre y anudaron sus letras en el yugo
de Gordio; pero la insensata espada de Alejandro cortó el nudo. Los gadelianos aún lo conservan, pero sólo lo declaran a los poetas. Jesús jamás hubiera podido aprender el nombre entre su propio pueblo, puesto que no se le enseñaba a ningún israelita excepto al sumo sacerdote y a su sucesor elegido, ni podía escribirse o pronunciarse salvo una
vez por año, cuando el sumo sacerdote entraba en el sancta sanctorum y lo susurraba de forma casi inaudible. No se le comunicaba con palabras pronunciadas por labios humanos, sino mediante la disposición de siete objetos sagrados en un orden dado, cuyas iniciales deletreaban el nombre. Era un nombre de poder probado; usándolo, decían los judíos, Moisés había provocado las plagas de Egipto, y Elías y Elisha habían
rescatado hombres de entre los muertos.
Jesús dijo al gadeliano:
-Sin la primera y la séptima letras del nombre, el toro-becerro (que es el hombre) no tiene escapatoria de la rueda cósmica que hace girar la Hembra: no tiene principio ni fin.
Pero la doble Iod y la doble Aleph, sumadas, le dan la inmortalidad. Como dice David en un salmo: «Alabadlo en su nombre JAH». Cuando los cinco días de la Hembra se alargan a una semana, entonces, él celebra el primer día su verdadero origen, y el séptimo halla un fin perfecto; es uno con el Dios cuyo nombre se ha unido al suyo en la rueda sagrada. Seguramente ésta es la esperanza de los esenios, que celebran a la vez el
primer día de la semana y el último, y prohíben toda blasfemia contra el toro-becerro, a quien llaman «Moisés».
-¿Pero quién hará que el toro-becerro sea uno con Dios?
-El Siervo que Sufre, el mesías predestinado, cuyo emblema es Aleph, él conquistará a la muerte.
-¿Cómo es posible conquistar a la muerte?
-Negando los falsos principios y los falsos finales.
-Pero, ¿quién ha traído a la tierra esta falsedad?
-El adversario de Dios, a quien los griegos llaman Cosmocrator, el señor del universo
material ilusorio, cuando sedujo a la mujer y por medio de ella apartó al hombre del Dios que lo había creado: contra ese demonio utilizan los esenios sus cinturones
profilácticos de piel de becerro.
Con el nuevo conocimiento que había adquirido, Jesús pudo comprender también el secreto de las joyas de la sagrada coraza del sumo sacerdote, y de las que usaba antes en su coraza el rey de Tiro, ambas utilizadas para la adivinación. Esas joyas estaban
incrustadas en una plancha de oro, y detrás había una rueda que giraba, y que tenía un trozo de fósforo que brillaba en la habitación donde se realizaba la adivinación, iluminando la joya en que se detenía. Cada joya tenía color diferente, y la rueda, al girar, indicaba letras, aunque no las vocales, porque cada piedra preciosa representaba
una consonante del alfabeto de árboles de Aquerusia. Cada joya llevaba inscrito además el nombre de una de las tribus originales de Israel; José era dos tribus. La serie empezaba con el sardo rojo edomita para Rubén, y de izquierda a derecha, en el sentido del sol, terminaba con el ámbar para Benjamín, porque Rubén, el primer hijo de Israel significa «mira al hijo»; y Benjamín, el último, significa «el hijo de mi mano derecha».
Jesús y el gadeliano resolvieron buscar un alojamiento común y trabajar conjuntamente, porque el gadeliano era herrero y podía forjar cerraduras y goznes para los hermosos muebles que Jesús hacia en esa época. El gadeliano urgió a Jesús a viajar con él a Gordio, en Galacia, donde se había cortado el nudo; a Efeso, en Asia; a Gades y el país
de los turdetanos en España; a las tierras aquerusíanas de Bitinia; a Olbia en Escitia; a Hieropytna en Creta y a Lusi en Arcadia, los lugares donde se encontraban los antiguos pozos del conocimiento. Pero Jesús respondió:
-On es una piedra de molino [eso significa la palabra] y aquí se trae a moler todo el
grano del conocimiento; aquí nos hemos encontrado tú y yo en nuestra búsqueda común el saber. Espera con paciencia, y el saber que necesitamos vendrá a nosotros.
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