Autor: silmarillion
viernes, 08 de junio de 2007
Sección: Toponimia
Información publicada por: silmarillion
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Eulalia la bien hablada



















































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Más informacióen en: http://www.apresmoiledeluge.blogspot.com


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  1. #1 A.M.Canto 01 de mayo de 2005

    Recojo el himno III del Peristéphanon ("Sobre las coronas de martirio") del poeta hispano y cristiano Aurelio Prudencio, dediado a Santa Eulalia de Mérida, que sufrió el martirio en el 301 d.C., a los 12 años de edad (no tengo idea de cómo se van a quedar divididos los versos, lo siento):

    Eulalia, noble por su cuna, / pero más noble por su muerte, honra a la Mérida nativa,/ la glorifica con sus huesos, con su carirño la enaltece. Hacia occidente está la casa/ donde alumbró tan gran tesoro. Es un lugar rico e ilustre/ y por la sangre de la virgen más rico aún y poderoso. Con tres más otros nueve años/ por cuatro veces tres inviernos había alcanzado y se burlaba/ de los verdugos y sayones juzgando dulcemente los tormentos. Antes había dado muestras/ de preferir el paraíso a los encantos del connubio./ No le atraían en la infancia los juegos propios de los niños. Como si el gesto de chicuela/ disimulara graves canas consideraba desdeñosa/ ambar y rosas y oropeles y en su pudor se recataba.
    Cuando se ensaña Maximiano/ en los discípulos de Cristo y les ordena que el incienso/ y las entrañas de las bestias ofrenden, torpes a los ídolos, brama la niña de coraje/ y temeraria desafía ingotables amenazas./ En Dios su pecho, aquella inerme
    mujer provoca a la perfidia. Luego, el cuidado de sus padres/ la pone a salvo de peligros en el secreto de los campos/ para que el ansia de la muerte no la despeñe en el suplicio. Mas ella juzga despreciable/ la placidez de su retiro y cierta noche, sin ser vista/ abre la puerta sigilosa y se echa andar por los caminos. Entre zarzales y entre espinas/ le forman ángeles cortejo y avanza, así, con pies de rosas./ Hay una luz que la conduce por
    las tinieblas y el silencio. Una columna luminosa/ guió a la turba que marchaba
    hacia la tierra prometida,/ volvió a las sombras transparentes y protegió a la caravana.
    No de otro modo la doncella/ buscó la noche y ganó el día. No extravió el rumbo entre las sombras/ cuando marchaba hacia los cielos ya de esta tierra fugitiva.
    La blanca estrella mañanera/ aún no asomaba cuando, insomne, había cubierto un largo trecho/ y ya, de día, se detuvo frente a los jueces y lictores.
    Y les gritó: "¿Por qué razones/ queréis perder las almas buenas tendiendo trampas y acechanzas/ a gentes simples y sencillas para que nieguen sus creencias? ¿Buscáis, gentuza miserable,/ a los discípulos de Cristo? A Dios confieso con mi boca./Yo soy cristiana. Lo declaro, yo pisoteo vuestros ídolos. Nada es Apolo, nada es Venus,/ nada tampoco es Maximiano; unos son obra de los hombres;/ el otro adora cosa humana. Todos son torpes, todos vanos. ¿Por qué el pretor, tan poderoso/ también adora el frágil barro, se prostituye ante los ídolos/ e inclina a ellos su cabeza? ¿Por qué castigas a los cristianos? El funcionario respetable/ el juez tan probo, el jefe egregio pace en la sangre de los inocentes / se regodea en la tortura y se complace en el tormento. Obra, verdugo; quema, hiere./ Quebrar lo frágil es sencillo. Lacera miembros indefensos,/ pues que mi alma estará a salvo de los horrores del suplicio".
    Furioso, entonces, Maximiano/ dijo al lictor: "Démonos prisa. Hazle saber que hay dioses patrios/ y que el imperio de los príncipes no es tonto juego de chiquillas. Mas sin que vuelvas a pensarlo/ yo no me atrevo a condenarte. Piensa en un momento en las riquezas/ que te dará tu matrimonio y basta ya de necedades. Piensa en tu padre, a quien tu muerte/ dará la muerte, cruel chiquilla, en tu familia, a quien aflige/ verte cambiar el dulce tálamo por el cuchillo y por la hoguera. ¿Ya no te importa el matrimonio?/ ¿También desprecias, insolente, el triste llanto de los tuyos?/ ¿No ves que todo está ya listo para la muerte que mereces? Si es que no siegan tu cabeza/ y los garfios no desgarran tu cuerpo, entonces a la pira/ te arrojarán, sin duda alguna, y llorarás entre las llamas. Para que olvides tus maldades/ poco hace falta, sin embargo; basta que dejes tus caprichos/ y un solo grano de este incienso roces apenas con tu mano."
    Calló la niña. Fieramente/ escupió el rostro del impío y las estatuas de los dioses/ arrojó al suelo, pisoteando la harina impuesta de los turíbulos. Y ya no hay más. El garfio muerde/ las amapolas de sus pechos, cava y tritura, laborioso,/ y sus heridas cuenta Eulalia como quien cuenta sus trofeos. "¡Oh, mi Señor! Tu nombre escribe/ la uña feroz que ara mi cuerpo. Leo en mi carne tu victoria/ y hasta la sangre que me cubre dice tu nombre,Cristo eterno".
    Como triscando en un columpio/ ella cantaba y se reía. ¿O es que el dolor no la rozaba?/ Mas luego lavan, una a una, en agua hirviente sus heridas. Por fin la última tortura:/ no el lento hierro empedernido que va royendo hasta los huesos;/ las rojas llamas de las teas muerden su miembros de jacinto. Le va lloviendo por los hombros/ la perfumada cabellera y es la coraza que defiende/ los castos miembros de la niña y su pudor y su inocencia. Suben las acres llamaradas,/ buscan el mar de sus cabellos, secan la cuenca de su canto/ y ella, sedienta de infinito, bebe la muerte con el fuego. Una paloma inmaculada/ -raudo cristal, alada nieve, sube volando de su boca.../ es el espíritu de Eulalia que asciende puro e inocente.
    Y ya se aquietan las espadas,/ ya cede el tallo de su cuello, ya es una rosa desprendida,/ ya juega el aire entre las nubes,/ ya la paloma llega al cielo. Cuando el verdugo vio que el ave/ era una estrella en las alturas, estupefacto alzó sus cosas/ y echó a correr despavorido. Aun el lictor se dio a la fuga.
    El blanco invierno nevó entonces/ y revistiendo como un alba el rojo estrado del suplicio,/ a los despojos de la virgen les sirvió al cabo de mortaja.
    Callen el grito y el gemido,/ cese el oficio funerario, no más llantos ni lamentos,/ que las exequias de la virgen la cantarán los mismos astros. Esta (ilustre) colonia de la (Vetonia) (1),/ Mérida, guarda su sepulcro, la deja atrás el Guadiana/ cuyo torrente recomienza siempre a lavar los arduos muros.Hoy, lugareños y viajeros/ aquí veneran sus cenizas. Aquí ilumina la belleza/ con blancos mármoles suntuosos el monumento de la niña. Brilla en el techo el arrequive/ cubren el suelo ricas piedras
    tal como esmaltan los vergeles/ las bellas flores coloridas al asomar la primavera.
    Cortad los rojos alhelíes/ pues nos los niega el buen invierno a los ansiosos canastillos/ y el tibio sol despierta el campo para que siga floreciendo.
    Niños y niñas, los fragantes/ dones llevad en dulce coro que yo también estas guirnaldas/ llevaré a ritmo de mis dáctilos (2) feliz en medio de vosotros.
    Porque conviene que sus huesos/ y el monumento que los guarda reciban nuestra reverencia./ Ella, a los pies de Jesucristo, escuchará nuestras plegarias.


    Fuente: http://alcazaba.unex.es/~emarnun/btca/vegasdel.htm#eulalia

    (1) Los manuscritos dicen clara colonia Vettoniae, el traductor del texto (no se dice en el sitio quién es) puso "Bética", lo que he corregido.
    (2) Tipo de rima poética: versos dactílicos.

    En la misma página puede leerse otra de las fuentes antiguas del martirio de Eulalia (que, obviamente, no es ninguna "leyenda"), las Vitae patrum Emeritensium.

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