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ZAMORA La Granja de Moreruela
03 de oct. 2005
Clasificación: Iglesia/Monasterio
Información mantenida por: laertes13
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Monasterio de Santa María de Moreruela

El antiguo monasterio cisterciense de Santa María de Moreruela, se encuentra cerca de la población "Granja de Moreruela" a pocos kilómetros al norte de la ciudad de Zamora y no muy alejado de la ciudad de Benavente.- Hoy en estado de ruina, fue una abadía cisterciense erigida entre los siglos XII y XIII. Fue declarado Monumento Nacional el 3 de junio de 1931. Sobre un antiguo monasterio levantado a finales del siglo IX bajo el patrocinio del rey asturiano Alfonso III se estableció por primera vez en España una comunidad de monjes cistercienses llamados por Alfonso VII de Castilla . Pretendía el monarca poner en producción las tierras que se iban ganando a los musulmanes al sur del reino y crear las condiciones propicias para una rápida repoblación. Para ello puso a disposición de los monjes benedictinos los territorios de las villas circundantes que ellos se encargaron de cultivar y explotar. La fundación monástica puede fecharse en 1133. El templo se construyó a finales del siglo XII, todavía en estilo románico que pronto evolucionó hacia el gótico. No se conserva íntegro, pero sí lo suficiente para dar una clara idea de sus formas y volúmenes. Se trata de una planta de cruz latina compuesta por tres naves de nueve tramos y transepto muy ostensible. De todo el conjunto, lo auténticamente singular es la cabecera formada por tres cuerpos de diferentes alturas: el más bajo lo constituyen siete absidiolos de traza circular que cierran exteriormente la girola cuya altura destaca sobre ellos dando lugar al cuerpo intermedio. Ésta, a su vez, circunda la capilla mayor o ábside propiamente dicho que eleva su cerramiento por encima de todo el grupo formando el tercer cuerpo. Los absidiolos se cubren mediante bóveda de horno y se comunican con la girola a través de arcos de medio punto. La girola está cubierta en cada uno de sus tramos por bóveda de crucería, mientras que la capilla central se cierra, como los absidiolos, con bóveda de horno sustentada por ocho columnas dispuestas en semicírculo. Todavía resiste a la gravedad una parte de la bóveda de cañón del ala norte del transepto. Existe también la Sala capitular, de planta cuadrada, con cuatro columnas centrales y cubrición de bóveda de ojiva, y otra sala de planta rectangular que pudo estar destinada a refectorio o a zona de estancia de los monjes.

Cómo llegar y horarios

Visitable los 7 dias de las semana de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 20.00


El poblamiento fue geoposicionado por laertes13.


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Comentarios

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  1. #1 giannini 28 de jun. 2007

    Por si a alguien le interesase, me ha dicho un pajarito que en el fondo de la Comisaría del Patrimonio Artístico y Monumental de la Zona Noroeste, que se conserva en el Archivo del Reino de Galicia, hay cuatro cajas de los años 1945 a 1968, en cuyo interior se encuentran varios expedientes relativos a Moreruela. Creo que algunos de esos expedientes incluyen fotografías e informes.

  2. #2 giannini 03 de sep. 2007

    Correspondiendo al comentario de candalin, el pájaro informa que la cosa no tiene chicha. Se trata de informes redactados por el comisario D. Manuel Chamoso Lamas, basados en bibliografía, que abordan la historia de este monasterio sin entrar a valorar su estado como no sea indicando que el guarda mantiene el conjunto con el debido aseo. Para salvar este contratiempo, os adjunto una copia rápida de un artículo -tal vez algo prolijo en detalles- que no carece de interés, sobre una momia del siglo XIII procedente de Moreruela. Como el artículo apareció en un periódico, no sé si es muy conocido para los zamoranos.


     


    EL MUSEO PROVINCIAL DE BELLAS ARTES.


    La momia del Monasterio de Moreruela.


    Por V. Velasco.


    En: El Correo de Zamora, 16-XI-1965.


    El Museo Provincial de Zamora guarda entre sus fondos objetos de indudable valor histórico y artístico, de cuya efectiva importancia se apercibieron los demás Museos Provinciales de España al examinar el ejemplar del Catálogo-inventario que edité el año 1958 y les remití, pues entre las cartas de sus directores acusándome recibo, que conservo, hubo varias que me sorprendieron agradablemente por el tono elogioso en que estaban concebidas, admirados de que Zamora tuviera un Museo tan interesante, como el que el Catálogo revelaba.


    Y porque nos place pensar que el momento de su digna y decorosa instalación –aunque sólo sea para responder a la admiración los extraños posiblemente se aproxima por si sólo, cúmpleme hacer notar el interés que tienen algunos de los objetos en él contenidos, aspirando a contribuir por unas breves referencias, al afianzamiento de ese venturoso y acuciante deseo de que Zamora tenga al fin el Museo que merece; publicando unos cuantos artículos en que descubra o describa al menos, algunos de los objetos que quizá hayan pasado inadvertidos para los visitantes, a pesar de su efectivo valor e indiscutible mérito.


    Para iniciar estas notas divulgadoras, empezamos por la momia del siglo XIII, descubierta en el Monasterio de Moreruela a mediados del siglo pasado, que si al presente yace oculta a las miradas de los visitantes, no sólo es por razones de elemental piedad e invencible respeto a la muerte, sino por carencia de lugar más adecuado para guardarla.


    A pesar de que literariamente no dejan de ser conocidos los restos que quedan de este Monasterio, la realidad es que no han sido muy visitados por su difícil acceso, aunque han sido conocidos de sobra de los residentes de los alrededores, que hace años pudieron aprovecharse de sus sillares, incluso desmontándolos de la edificación para construir sus moradas hasta que por Decreto del 3 de junio de 1931, fueron declarados Monumento Nacional, poniendo un guardia a su cuidado, dispensándole desde entonces el Estado la protección debida y efectuando a través de tantos años diferentes obras de aseguramiento, incluso al presente otras más importantes, si bien de una manera provisional, pendientes de que se lleve a cabo o no el recrecimiento de la presa del Salto del Esla, pues de realizarlo como está proyectado posiblemente hubiera que trasladarlos de su actual emplazamiento, puesto que hasta una buena altura de su base llegaría una extensa lámina de agua.


    Aconseja la conservación de este maravilloso conjunto arquitectónico su admirable girola con los siete ábsides y dos absidolas que la rodean –cuyo número no es corriente en estas construcciones- más la sacristía y el refectorio, aparte de otros restos menos importantes.


    Se ignoran las causas y el año de su devastación, pero cabe suponer que fue posterior al año 1836, período de la desamortización de bienes eclesiásticos.


    El respeto que las ruinas en cuestión inspiran, es tan profundo que cualquiera al contemplarlas creería que ante ellas se había pronunciado por primera vez la frase “sunt lacrimae rerum”, por la pena que infunden a quien las contempla, siendo éste uno de tantos ejemplos de lo que es capaz la incultura humana, cuyo afán demoledor supera los efectos implacables del tiempo y mueve a admiración porque los restos que permanecen en pie revelan la magnitud y severidad que debió ofrecer el templo, cabiendo suponer con todo fundamento lo que el Monasterio debió ser recién terminado el año 1131, cuya primacía de los monasterios de la Orden del Cister en España, correspondería a él si no fuera que el de Carraceda en la provincia de León data de 1127; grandiosidad y magnificencia que había de compartir con él, otros dos construidos también en nuestra provincia: el de Valparaíso, terminado el año 1137 y el de San Martín de Castañeda, terminado el año 1150.


    De lo que fue este templo da buena idea la marqueta que –hecha a escala con toda escrupulosidad por el que fue ejemplar maestro carpintero del Hospicio Alonso de Sotelo- se conserva en el Museo Provincial, donde se guarda igualmente una escultura en piedra arenisca, de San Bernardo, que estuvo colocada en el interior, más la momia referida, mereciendo citar algunos detalles para perpetuar el recuerdo de su aparición dado el tiempo que estuvo enterrada.


    El alcalde de la Granja de Moreruela a la Sazón, por oficio del 4 de octubre de 1844 dio cuenta al Gobierno Superior Político de la provincia de que, “entre las ruinsa del lóbrego pero a la par insigne Monasterio de Moreruela” en el primer arco al entrar en el presbiterio había aparecido un sepulcro de piedra al lado de la Epístola, conteniendo los restos de una mujer que “según pudimos investigar, se trataba de la que había sido esposa de don Alonso Meléndez de Bornes, caballero portugués que fue hermano del citado Monasterio”, en vista de cuya comunicación, dicha superior autoridad lo puso en conocimiento de la Comisión Provincial de Monumentos, que interesó del gobernador eclesiástico de la Diócesis, de acuerdo con el político de la provincia, que recibiera en depósito los referidos restos, los cuales, al ser extraídos del sepulcro y ante el abandono en que la iglesia y el Monasterio se encontraban, fueron trasladados para su provisional custodia a la iglesia del pueblo de la Granja, distante de allí unos cuatro kilómetros: encargo que interesaron cumplimentasen el magistral de la Catedral, Dr. Gerómino Fernández y el Licdo. En Farmacia don Gerónimo Sánchez Tola, quienes se trasladaron al pueblo de la Granja el día 8 del expresado mes, a las ocho de la mañana, llegando al pueblo a las cuatro de la tarde, acordando requerir el mismo día al médico de Villafáfila, por ser el más próximo, para que fuese a reconocer la momia, enviándole oficio por un propio, sin que se dignase atender el requerimiento, por lo cual, el día 9 de octubre a las ocho de la mañana, los comisarios, informándose de donde había extraído la momia el día 5, “y leyendo allí sentado sobre el sepulcro la crónica de la Orden de San Benito, escrita por el P. Yepes en 1615 e impresa en Valladolid, dedujeron qué personas notables estaban enterradas en el Monasterio”. Resultando que en el lado de la Epístola había dos enterramientos: uno de los cuales a la derecha, era el de don Alonso Meléndez de Bornes, caballero portugués, hermano del convento, con un busto encima de la lápida y a mano izquierda de este sepulcro, arrimado a él, había otro también de piedra con el busto de una mujer y escudo de armas de Portugal, sin constancia de cómo se llamase, deduciendo los comisionados con toda lógica que se trataba de la esposa de dicho caballero lusitano.


    El mismo día y a las cinco de la tarde, los comisionados acordaron encargar al carretero del pueblo un cajón de madera a propósito para encerrar la momia, a fin de trasladarla a Zamora, habiendo podido apreciar que ni el carretero ni el alcalde se preocupaban de acelerar la construcción, “averiguando que ello era debido a la creencia que en el pueblo había, de que la momia podía tener una significación religiosa y comprobando que algunas personas había abierto el sepulcro y habían sustraído restos o recuerdos existentes en el mismo”. En tales circunstancias los comisionados tuvieron que encargarse de construir el cajón, dedicando a este trabajo la tarde entera del 11 de octubre, extendiendo un acta con minuciosa descripción de la momia y el estado en que se hacía cargo de ella; acordando que para evitar que los restos mortales de dicha señora se descompusieran al trasladarlos, la trasladaran a hombros cuatro hombres del pueblo, cuyo compromiso aceptaron pagándoselo a buen precio y quedando en salir al día siguiente, 12 a las cinco y media de la mañana, para llegar a Zamora antes de ponerse el sol, si bien la salida no pudieron hacerla hasta las seis y media previa entrega del formal recibo al señor cura ecónomo del pueblo y de un certificado al señor alcalde de haberles entregado la momia.


    Y en efecto, aquel mismo día a las cinco de la tarde pudieron depositar la caja con la momia en la capilla de San Pablo de la Catedral, donde quedó expuesta en la misma urna de cristal que hoy la guarda, hasta el 26 de enero de 1928 –o sean, 80 años después- que, según acta firmada por el muy ilustre señor deán de la Catedral a la sazón, D. Aureliano Sevillano Moro y el Ilustrísimo señor don Severiano Ballesteros Ortiz, director del Museo, ingresó en el Museo en cuyos locales se encuentra, si bien, sin exhibir, esperando el momento de su instalación en el lugar más adecuado que se la depare en el Museo que habrá de construirse.


    Al final del expediente de referencia, sobre el traslado de la momia a la Catedral, se consignan varios informes de los que interesa destacar los siguientes. Que un particular del pueblo, sin que llegara a saberse su nombre, descubrió, rompiendo parte de la lápida del sepulcro un año antes, dicha momia, si bien contenido por un respeto religioso volvió a cerrarla, pero unos meses después, otros concurrentes volvieron a abrirlo, dejándolo medio cerrado y generalizada la noticia acudió más gente a recoger reliquias de las que creían cuerpo de alguna santa, infiriéndose que la momia debía hallarse con vestidos en la forma que aparecía en la efigie de piedra labrada sobre el sepulcro; no faltando quien añadió que dos días antes de su extracción tenía sobre el pecho una gola o canesú como el usado por las señoras, de batista de holanda, del cual vieron un retazo en poder del teniente ecónomo, y su cuello cubierto como de una gasa. También dice haber extraído del sepulcro y antes de sacar la momia, un pequeño trozo de cinta estampada, de color dorado, creyéndose, por lo estrecho que era, ser la que tenía ceñida alrededor de la frente. Se infiere asimismo, y es lo más lamentable, que el estado de la momia en el sepulcro en el momento que se abrió, “debía ser ni más ni memos que el de un cadáver antes de sepultarse, en cuanto a su integridad y demás formas”, fundándose para este juicio en la alteración que visiblemente observaron los comisarios en los pocos días transcurridos desde el martes 8 de octubre, en que por primera vez la vieron, y el viernes a la tarde en que la colocaron en el cajón, producida esta alteración por la acción de los agentes exteriores.


    Su talla viene siendo de 1.56 metros, a 1.58 de larga, teniendo algunas faltas como, por ejemplo, la oreja derecha, varios dientes, una rasgadura transversal en el vientre, varios dedos del pie izquierdo, ligamentos del brazo, etc., cuyos desperfectos, según consta en el informe, debieron causársele al extraerla del sepulcro; y sin embargo, el aspecto que ofrece su conjunto, no está mal.


    La impresión que en los medios culturales de la ciudad debió producir el descubrimiento de la momia, se refleja en el Boletín Oficial de la Provincia del 17 de octubre de 1844, que publicó un número extraordinario copiando la descripción tan minuciosa del cadáver y del estado en que se hicieron cargo de él los dos comisionados, incluso de las averiguaciones llevadas a cabo por estos para sacar la deducción de la persona de que se trataba. Y al extenderse la noticia de la existencia en el Museo de Zamora de esta momia, no han faltado visitantes extranjeros que últimamente han tratado de inquirir si era cierto “como en Copenhague se decía”, que sus miembros se movían, lo cual revela cómo las noticias de índole turística o relacionadas con el turismo se esparcen por el mundo.

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