Autores:
María Luisa Savirón Cuartango
Ángel L. Mayoral Castillo
No es nueva la idea –nosotros mismos ya lo hemos comentado en algún otro foro- de que uno de los sistemas utilizados para acondicionar recintos de habitación en terrenos graníticos, donde no abundan las cuevas, consistió –muy probablemente- en aprovechar los abrigos que las superposiciones y resquebrajaduras de la piedra le brindaban. Con este sistema, se ahorraba tiempo y esfuerzo en la construcción, se ganaba estabilidad para los muros, y se conseguía, gracias al grosor de la piedra circundante, una zona de temperatura relativamente constante. No es desdeñable la idea de que algunos recovecos en las rocas podrían haber sido lugares muy adecuados para el almacenaje de alimentos antes de la aparición de la cerámica, o en lugares –como en el caso que nos ocupa- en que ésta era un bien muy escaso.
También hemos comentado que para conseguir un recinto de habitación estable no basta con alinear un muro a un canchal o sujetarlo entre unos bloques. Todo este esfuerzo sería inútil si no viniese acompañado de las labores de encauce de las humedades alrededor del recinto y la habilitación de caminos de comunicación entre los diversos recintos –si son varios- o, al menos, para la dejar libre el acceso a éste -si se trata de uno solo- y habilitar una comunicación con otras vías, o con los lugares de estancia y apacentamiento de ganados.
Y las labores de encauce a que nos referimos vienen determinadas desde los propios bloques, que son –por sí- un lugar de recogida y dispersión natural de las aguas.
Creemos escoger un ejemplo adecuado al traer aquí una instalación detectada en las proximidades de una localidad abulense, prototipo de localidad serrana, de usos ganaderos continuados, y de evocaciones arcaicas innegables: Neila de San Miguel.
Ya hemos puesto en el foro “Captaciones de aguas…” de nuestro amigo Jugimo una fuente con lavadero que se encuentra en la localidad y que da una idea de lo que decimos; y hay elementos mucho más interesantes.
No debe verse en este poblamiento la intención de sugerir una continuidad, en el ejemplo que nos ocupa, de habitación constante del lugar; la intención es más bien esbozar una idea de lo que podrían haber sido las líneas generales en la construcción de estos recintos.
Nuestro ejemplo expone un chozo “reconstruido” sobre un abrigo de piedra, del tipo de los que comentábamos también en otros poblamientos de Onnega (Fotos 1 y 2 – Vistas generales), que podrían haber sido utilizados como recinto de habitación. Es posible incluso que algunos de los materiales empleados para la construcción del chozo actual hubiesen pertenecido a una construcción anterior; como lo he conocido ya así, no puedo afirmarlo.
El esquema coincide en cierta forma con lo que proponía para un recinto de habitación semi-troglodita, pero muy modificado; la idea que yo tengo formada para este tipo de recintos vendría a ser un cierre de mampuesto en seco, abarcando mayor perímetro, con vigas de madera, y rematado por una cubierta vegetal; ajustando el muro al contorno de los bloques, aprovechando mejor las grietas (Foto 3 - grieta no aprovechada en la actualidad, parte derecha) y tendiendo a un trazado semicircular, que en una parte de los muros del chozo que tratamos se ha reproducido (Foto 4 – Parte redondeada del muro). El habitáculo actual, viene a ser una construcción de planta rectangular “embutida” en un abrigo. La diferencia de coloración en los bloques, orientados en el mismo sentido, podría estar ofreciendo pistas para la determinación de la altura máxima de superficie cubierta que pudo alcanzar en alguna época; pero se necesitarán mayores conocimientos sobre geología que los que yo poseo para ofrecer una opinión sólida sobre este particular.
En el interior hay detalles, como las lajas de piedra en el techo (hoy reforzadas con vigas de hormigón), (Interior: Foto 5 -parte izquierda muy reformada, Foto 6 - techo reforzado con vigas, Foto 7 - detalle parte derecha, Foto 8 - vista de la puerta desde el interior) que animan a suponer un tipo de chozo similar a los que –ya exentos- se encuentran con cierta frecuencia en la zona, pero esto puede no ser más que un elemento arcaizante.
Lo cierto es que las rocas configuran de forma natural al menos el 40% del recinto, sin tener en cuenta el suelo (Foto 9).
Como es natural no puedo ni debo aventurar una data, teniendo en cuenta que este tipo de lugares han podido ser ocupados en distintas épocas, al menos de forma esporádica. La configuración actual es, desde luego, moderna; sin embargo, hay detalles, en el propio conjunto y en el entorno, que animan a sospechar una primera ocupación muy anterior.
La “boina” –por ejemplo- es un elemento importante dentro del conjunto. Sin entrar en disquisiciones sobre si la pieza en cuestión ha devenido a su estado actual de forma natural o artesanal, no podemos negar que su configuración colabora en el cumplimiento de una determinada función; de hecho es el primero que interviene en el proceso.
Unas imágenes más cercanas desde distintas perspectivas nos ayudarán a hacernos una idea más completa de su forma y de la función que afirmamos que realiza. Si nos aproximamos y la examinamos, observamos que se trata de una roca plana, de forma más o menos circular (Foto de la “boina” 10), que sobresale de la roca que lo soporta a modo de alero o voladizo.
Si avanzamos un poco más –aún desde abajo- observamos una oquedad que rompe abruptamente la forma circular (Foto 11 – Rebaje, Foto 12 – Detalle del rebaje).Nos permitimos hacer observar aquí que la forma totalmente plana de ambas partes de la piedra en cuestión, que asienta –más bien se apoya- sobre una forma irregular, redondeada incluso en alguna zona, no anima a pensar en la posibilidad de una piedra caballera típica producida por la erosión natural de la roca madre. Cierto es que el tamaño de la piedra en cuestión hace suponer que su colocación en la cumbre del “sistema” –en el supuesto de que nos encontrásemos ante esta situación- ofrecería grandes dificultades técnicas, pero en eso reside el misterio del megalitismo, precisamente, y no por ello vamos a dejar pasar la ocasión de estudiar más en profundidad la cuestión; no obstante, habrá que reconocer que plantea interrogantes no menores.
La visión del conjunto desde la parte posterior (Fotos 13 y 14) no ofrece –como puede apreciarse- ninguna pista sobre la utilización que se le ha dado a la formación granítica en el extremo opuesto. Bien sea porque los retoques sobre la roca que pudieran haberse producido están más “lavados” y redondeados por los elementos debido a su orientación, o porque no se hayan producido nunca retoques en la roca en esa zona, la mencionada vista ofrece hoy una sensación de integración total en el paisaje.
Pero volvamos a la “boina”. Alzando la perspectiva, esto es, observando la parte superior de la roca (Foto 15), podemos comprobar que estamos más bien ante un diseño en “ala de mariposa”, coronado de un “mamelón “, y surcado de un estrecho canal que vierte a unas piletas (Foto 16), cuyo desagüe es la oquedad que rompe la forma circular de esa zona de la roca, y a la que antes nos referíamos al mirar desde abajo.
¿Vierte? ¿Dónde? Pues lo cierto es que vierte precisamente a una grieta que se encuentra justo debajo. Se trata de una grieta, que se ensancha de arriba hacia abajo, de menor dimensión que la del chozo propiamente dicho pero de tamaño no despreciable. (Fotos 17 y 18 - Desde el interior y desde el exterior de la grieta) De hecho, está separada hoy del recinto de habitación por uno de los muros interiores. (Foto 19 – Fondo grieta y muro).
El hecho de que se observe una hilera de piedra cerrando la entrada nos invita a pensar que haya podido ser utilizada como depósito de agua, casi como un aljibe. Sin embargo, debo afirmar que pienso que posiblemente no haya cumplido siempre esta función. Cabe considerar que está comunicado –como decía- con el interior del chozo, por lo que hay que pensar también que, de haber cumplido este cometido, habría sido un foco transmisor de humedad indeseable al interior del recinto; de hecho incluso puede haber sido una de las causas de su deterioro y la necesidad de su reforma. Pienso más bien que originalmente el agua se encauzaba alrededor del conjunto y enlazaba con las canalizaciones que –necesariamente- vienen de más arriba.
Otros elementos más o menos próximos nos animan también a considerar que el entorno estuvo en otras épocas bastante más “antropizado” de lo que en principio parece. Sin entrar en muchos detalles, que ya harían probablemente tedioso este poblamiento, subo algunas imágenes de los que considero más interesantes:
Otra piedra caballera con piletas - Foto 20
Piedra cortada sobre canchal – Foto 21
Piedra “caballera” sobre dos apoyos – Foto 22
Piedra redondeada con piletas – Foto 23
Piedra con “hornacina” 1 m. de ancho (Foto 24) x 1 m. (apróx) de alto, con profundidad irregular.
Piedra con “hornacina” completa- Fotos 25 y 26
Otra piedra “caballera” – Foto 27 (Delante del chozo)
Piedras con piletas - Fotos 28 y 29
Zona de piletas en pequeños canchales – Foto 30
Piedra con piletas tipo “tronos” desde varia perspectivas – Fotos 31, 32, 33, 34 y 35
¿Se refiere a la piedra de la derecha, abajo? ¿No tendrá una foto con más detalle?
Sí, creo que hay elementos que podrían casi constituirse en tipos, como muy bien apuntaba Cogorzota en el foro de cebreros. Sobre lo de la erosión, ya veremos... sigamos estudiando casos particulares, sobre todo los que aparecen en los castros.
Las piedras acanaladas no son demasiado frecuentes. Puse una muy curiosa en el foro de cebreros; Peña Ladrón, la llaman.
Pongo otra muy simpática que vierte sobre una especie de pileta. Está cerca del Berrueco.
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