En Castillo de doña Blanca (Cádiz) está perfectamente identificado el pozo de la ciudad.

Para el asentamiento de un núcleo de población es fundamental la proximidad del agua. En este caso la ciudad se desarrolló en un principio alrededor del pozo, al que debían proteger, como auténtico tesoro, frente a los habitantes de los poblados indígenas más próximos.

Conforme pasó el tiempo y el asentamiento creció en altura (formando un tell) la buharda del pozo se fue recreciendo. Hoy se perciben aparejos de distintas épocas en las paredes del pozo.


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