Realizada por: Arquiloco
Al Druida: A todos los Druidas
Formulada el viernes, 15 de septiembre de 2006
Número de respuestas: 18
Categoría: Temas Históricos y Artísticos

Sobre el pilum y la táctica manipular


Hola amigos,

Respecto a un interesante hilo que he leído aquí hace poco acerca del pilum romano, trato hace tiempo de hacerme una idea acerca de cómo sería exactamente la manera de combatir con este arma y en tres líneas o acies, según la táctica manipular.

Según todo lo que he podido leer, es evidente que desde Camilo hasta el siglo III d.C. en que parece haber sido abandonado, el empleo de este venablo pesado determinó el modo de combatir romano. Sin embargo encuentro todavía muchos puntos sin resolver. El más importante sería cómo efectuaban los lanzamientos. Empecemos por lo que parece evidente: La profundidad del manípulo en formación y la extrema cercanía de las filas según las fuentes (3 pies de distancia) haría en principio descartar que se lanzaran todos los venablos al mismo tiempo (pues la primera fila podría recibir un lanzazo de la última, se estorbarían en el tiro, etc.). He visto reconstrucciones en las que los soldados toman impulso con una carrera (Connoly), lo cual implicaría entonces que efectuaran los lanzamientos por turnos de fila (de una a tres al mismo tiempo como máximo) y éstas intercambiarían posiciones con las de atrás para que a su vez éstas pudieran efectuar su lanzamiento.

De todos modos, pienso que la profundidad de la formación no convendría que fuese muy grande, y quizás un manípulo se desdoblase en sus dos centurias para formar el frente de combate, es decir se pondría una al lado de la otra, con lo que la existencia de un centurión “posterior” y dos optiones por manípulo para controlar la línea a retaguardia adquiriría más sentido.

Otra cuestión sin solucionar es la mención de dos tipos de pila distintos, un venablo pesado y otro ligero. A no ser que, según la estrategia a tomar, dejasen uno u otro en el campamento, entonces deberían arrojar los dos, lo que implicaría dos salvas y dos rotaciones de posición en las filas (más lejos y más cerca del enemigo) antes de pasar al combate a espada.

Por último, me parece evidente el papel de infantería “intercambiable” de los hastati, que según conviniese harían funciones de infantería ligera o pesada y dejarían lo más duro del combate a espada a los principes.

Todo esto son más o menos suposiciones mías, pero me gustaría que me dijérais, de ser posible, si estas cuestiones han sido resueltas para la legión o milicia polibiana, la mariana y la del principado.

Un abrazo a todos, Arquíloco.

Respuestas

    Tijera Pulsa este icono si opinas que la información está fuera de lugar, no tiene rigor o es de nulo interés.
    Tu único clic no la borarrá, pero contribuirá a que la sabiduría del grupo pueda funcionar correctamente.

  1. #1 alevin sábado, 16 de septiembre de 2006 a las 13:40

    En su origen la legión estaba formada por 4200 hombres de los que 3000 eran infanteria pesada y 1200 infanteria ligera o velites. En S,iV A.C.sufre la primera evolución táctica con con la incorporacion de manípulos de 120 hombres y la división de la infanteria pesada en Hastati(primera linea con armadura, escudo y dos pilum,una ligera y otra pesada)divididos en 10 manípulos(1200 hombres) . Tras ellos los princeps(con mismo armamento) que , teniendo delante los espacios dejados entre manípulo y manípulo de los Hastati podrían pasar a primera linea sin estorbarse.Por último los Triarii, tambien con 10 manípulos pero de 60 hombres(600 hombres)que irían armados de lanzas y cubriendo en su fila los espacios libres dejados por los princeps. A estos efectivos hay que añadir los Velites(escudo, espada y venablos cortos)organizados en 10 manípulos y la caballeria, compuesta por 300 hombres dividido en 10 escuadrones(turmae)que se solian situar en una de las alas de la legión.
    la formación en el campo de vatalla consiste en varios manípulos, uno al lado del otro, y una legión al aldo de la otra con las alas cubiertas por las caballeria respectiva de cada legión. Los vélites avanzan o se mantienen desplegados delante de las legiones hostigando al enemigo con sus jabalinas, una vez que han lanzado la media docena que portaban se retiran por entre las lineas a la retaguardia. Los hastati entonces lanzan los pilum ligeros según se aproxima el enemigo y, posteriormente los pesados, desenvainando a continuación y formando una barrera con los escudos y las espadas. Mientras los Princeps lanzan sus pilum por encima de los hastati y los van sustituyendo en la primera linea, procurando no romper la formación,cuando se van produciendo bajas. Los triarii permaneceran, mientras tanto, rodilla en tierra y con las lanzas levantadas , esperando la resolución de la batalla, sin entrar en combate hasta que las dos primeras lineas retrocedan a traves de los huecos entre los triarii ,huecos que se cerraran al ponerse estos en píe y colocar las lanzas en posición horizontal.
    Antes de acabar la Repíblica, Mario reemplazara los manípulos por las cohortes y aumentaría los efectivos de las legiones a 6000 hombres(10 cohortes)a los que habría que añadir la caballeria(generalmente de aliados)y la desaparición de los Velite sustituidos por los "Auxilia".
    Básicamente la táctica legionaria es com he tratado de explicarte, ahora q


  2. #2 alevin sábado, 16 de septiembre de 2006 a las 13:45

    perdon, se corto. Te íba a decir que lo que no puedo confirmarte es la distancia entre las tres formaciones o la que había entre manípulo y manípulo, pero lo que si tengo claro es que lo debían tener perfectamenbte estudiado ya que , la legión, fué la unidad militar más erfeccionada de la antiguedad y no recuerdo haber leído por ninguna parte que, en una batalla hubiese bajas por "fuego amigo".
    Paz y bien


  3. #3 Hannon domingo, 17 de septiembre de 2006 a las 15:42

    Arquíloco:

    El tema del pilum (cuyo plural, por cierto, es pila, neutro de la segunda declinación), se ha tratado en varias ocasiones en esta web. Te recomiendo que hagas una búsqueda rápida.

    De todas, formas, y al margen del comentario de Alevin, tienes en esta web a uno de los mejores expertos españoles en armamento de la antigüedad. Busca al druida FQS y hazle la pregunta directamente. Te lo digo, más que nada, porque la pregunta sólo se ve en la portada cuando alguien la responde, por lo que es probable que pase desapercibida a muchos de los interesados en estos temas.

    Saludos.


  4. #4 Arquiloco lunes, 18 de septiembre de 2006 a las 11:27


    Gracias Alevín aunque agradecería me dijeses de dónde has obtenido esa descripción, de la cual me interesa el breve comentario referente a que los príncipes lanzarían sus pila por cima de los hastati. También había pensado en esa opción táctica, que tendría como ventaja aislar el frente enemigo del resto de su ejército, pero sigue presentando problemas respecto a la profundidad del frente por el lado romano. Por otra parte me extrañaría que los principes actuasen como retaguardia o reserva de los hastati, tal y como se expone en tu descripción. De todos modos, y para el período republicano anterior a Cayo Mario, quizás no pueda esperarse el nivel de disciplina necesario para organizar complejas disposiciones y movimientos tácticos como sucedería con el ejército "profesional" del Principado, pues en aquel tiempo el ejército romano es todavía una milicia ciudadana reclutada anualmente en los dilecti --aunque desde luego su transformación hacia lo que conocemos en época de Cayo Mario habría sido paulatina, con una creciente profesionalización "forzosa" a partir quizás de la censura de Tiberio Sempronio Graco (el padre de los reformadores) y Apio Claudio Pulcro, y quizás Cayo Mario en varios aspectos lo que hizo fue dar conformación o aldabonazo a lo que ya venía pasando en la práctica, como sucede con la mayoría de las reformas...

    Gracias, Hannon, he realizado la búsqueda por pilum y remitiré también la pregunta a FQS.

    Un cordial saludo a todos, Arquíloco.


  5. #5 alevin martes, 19 de septiembre de 2006 a las 19:56

    Arquiloco esa descripción esta básicamente sacada de "Mil años de Ejercitos en España"(Jose A.Alcaide).

    Hannon,gracias se me había pasado lo de "pila", tienes razón.

    Paz y bien


  6. #6 FQS martes, 19 de septiembre de 2006 a las 21:15

    Hannon, gracias por tus halagadoras palabras! Sigo con una sonrisa complica tu lucha numantina sobre Retógenes. Escribí sobre el tema años ha en un libro que editó R. Olmos... cuentas con mi simpatía por tu lucha sin esperanza...

    Esto que sigue viene al pelo de la pregunta, y lo tengo en prensa, todavía, y forma parte de:

    F. Quesada Sanz
    “Las armas del legionario romano en época de las Guerras Púnicas: influencias hispanas y formas de combate”.
    P. Fernández Uriel (ed.) Armas, legiones y limes: el ejército romano. Espacio, Tiempo y Forma (Historia Antigua)

    Está sacado de contexto, pero creo que responde a la pregunta

    Salu2
    .....



    Un nuevo modelo sobre las formas de combate hacia el periodo de las Guerras Púnicas (1):
    Empleo de los pila, lucha cuerpo a cuerpo y la duración de las batallas.

    En fechas recientes se viene produciendo un intenso debate sobre cómo debemos considerar al legionario. Por oposición al hoplita griego, básicamente un lancero que empuñaba su arma y sólo utilizaba su corto xiphos cuando ésta se partía en el combate cuerpo a cuerpo, la communis opinio ha sido hasta fechas recientes considerar con buena base en fuentes clásicas (Polibio 2, 30,8; 2,33; 15,12,8; Vegecio 1,12) que el legionario republicano era primordialmente un espadachín que combinaba un uso activo del escudo para empujar y desequilibrar al enemigo con potentes golpes tajantes y punzantes de su gladius. En esta concepción, los pila pesado y ligero de Polibio serían empleados en salvas sobre todo en la fase inicial del combate, para desorganizar y causar bajas al enemigo en el momento inmediatamente anterior al choque con espada, como Livio describe a menudo (Zhmodikov 2000:68; Livio 9,13, 2-5; 9,35, 4-6; 28, 2,5-6 etc.). De hecho, Polibio sólo menciona el uso del pilum en batalla en una ocasión (1,40,12), en la batalla de Panormus en 250 a.C. Sin embargo, algunas voces disonantes han cristalizado en el importante trabajo reciente de A. Zhmodikov (2000) quien ha recopilado un importante número de fuentes literarias relativas al empleo prolongado de los pila a lo largo de toda la batalla, no sólo en sus comienzos, lo que implica que normalmente no se arrojaban salvas masivas agotando la dotación en el inicio mismo del combate (otras referencias en Sabin 2000:12). Más aún, esto implica que debían darse momentos en que las líneas contendientes se separaban, dando un respiro a los infantes, y que en ese momento volvían a intercambiarse jabalinas quizá a unos veinte metros de diferencia. En consecuencia, el combate se presenta como mucho menos concentrado, brutal y decisivo en unos pocos segundos y minutos, y se convierte en un asunto más prolongado, vacilante e irregular (Sabin, 2000 passim; Zhmodikov 2000 passim), incluso en el combate cuerpo a cuerpo con espadas (Goldsworthy 1996:222).
    Esta nueva visión relativa a un empleo prolongado de los pila encaja perfectamente con la larga duración de los combates que normalmente describen las fuentes, en las que una batalla decidida en breves minutos es la excepción más que la regla. Si bien algunos combates se resolvían muy rápidamente, normalmente porque el enemigo se desbandaba antes de llegar al cuerpo a cuerpo (Livio 8, 16, 6; 9,13,2; 9, 35, 7; Goldsworthy 1996:202 n. 96), otras muchas batallas duraban dos, tres e incluso más de cuatro horas (las fuentes son explícitas en este sentido, ver Zhmodikov 2000:70-71 y especialmente el catálogo en nota 34; también Sabin 2000: 4-5; Goldsworthy 1996:225). Como es imposible imaginar dos grupos de soldados luchando cuerpo a cuerpo de manera continuada más allá de unos minutos, por mera cuestión física (militares experimentados como Fuller o Clausewitz estimaban el tiempo máximo de combate cuerpo a cuerpo entre 15 y 20 minutos, quizá incluso menos; Goldsworthy 1996:224 para referencias), hay que buscar alguna explicación para el hecho de que la mayoría de las batallas eran muchísimo más prolongadas, y esto implica la existencia de prolongados hiatos en que las líneas se separarían.
    Importantes trabajos recientes de A. Goldsworthy (1996:171-247, especialmente 223-227) y P. Sabin (2000) están ayudando a establecer un modelo de batalla legionaria algo alejado del tradicional, pero que concuerda mucho mejor con, por un lado, el conjunto de las fuentes literarias antiguas (y no sólo algunas descripciones seleccionadas y que destacan precisamente por su excepcionalidad, como las batallas decididas en una sóla carga, Goldsworthy 1996:201 ss.), y por otro con las indicaciones antes reseñadas sobre las posibilidades de empleo de las armas, fundamentalmente el gladius hispaniensis, los pila y la relativa ligereza del armamento corporal. En dicho modelo se ha introducido también el estudio de las bajas documentadas en distintas batallas por las fuentes literarias, relativamente reducidas, en torno al 5-15% en el combate propiamente dicho, y que es incompatible con la visión de una prolongada melée ‘a la Hollywood’ que implicaría necesariamente cifras de pérdidas mucho más escalofriantes que las conocidas (Sabin 2000: 5 ss.; 10).
    Philip Sabin (2000:17) es quien mejor ha resumido el consenso emergente entre los especialistas: “comienza a surgir un consenso sobre la naturaleza de los choques de infantería pesada romana […] que estos choques eran mucho más indecisos [tentative] y esporádicos de lo que se había asumido, y que sólo un modelo así puede explicar la combinación aparente de larga duración, desequilibrio de bajas , fluidez de la línea de batalla y énfasis en las reservas más que en la profundidad de la formación”. En esta visión “en la mayoría de las batallas romanas las líneas entraban en contacto esporádicamente, cuando un bando o el otro saltaba para un violento pero breve y localizado combate cuerpo a cuerpo. El estallido cesaría cuando un lado llevara la peor parte, y sus tropas retrocederían para restaurar la ‘distancia de seguridad’ mientras blandían las armas para disuadir una persecución inmediata del enemigo. Este tipo de equilibrio dinámico puntuado por episodios de lucha cuerpo a cuerpo podía continuar durante algún tiempo hasta que un bando finalmente perdía su capacidad de resistir... El mecanismo más común para esta transformación sería el pánico de las tropas debido a una brecha en su línea, un choque psicológico como la muerte del general o la pura acumulación de bajas y fatiga” (Sabin 2000:14-15).


    Un nuevo modelo sobre las formas de combate hacia el periodo de las Guerras Púnicas (2): La legión manipular y el relevo de las líneas.
    En relación con estas cuestiones, el excelente y muy reciente libro de J. Lendon (2005) vuelve a plantear el irresuelto problema del manejo de la legión manipular en el campo de batalla, que ha ocupado a decenas de investigadores desde el s. XIX (en último lugar, Lendon 2005:180 ss.). De la descripción de Tito Livio (8,8,9-14), quien proporciona la más detallada descripción de la forma de combate manipular, se deduce necesariamente –y así lo han entendido la práctica totalidad de los estudiosos- que las sucesivas líneas de batalla de hastati, principes y triarii se formaban por manípulos –no sabemos si con las dos centurias alineadas o una detrás de la otra-, dejando entre ellos huecos, quizá del mismo frente que un manípulo, quizá algo menores, para poder realizar las maniobras que describe de reemplazo de las tropas cansadas por otras frescas. Conviene aquí reproducir completo el texto básico: “los hastati comenzaban el combate los primeros. Si éstos no eran capaces de desorganizar al enemigo, retrocedían paso a paso y los recibían los príncipes en los espacios libres de sus filas. Entonces la lucha correspondía a los príncipes; los hastatí iban detrás; los triarios mantenían su posición bajo las enseñas, la pierna izquierda extendida, sosteniendo el escudo sobre el hombro, las lanzas con la punta hacia arriba apoyadas en tierra, ofreciendo el aspecto de un ejército erizado de puntas rodeado de una empalizada. Si tampoco los príncipes obtenían en su lucha unos resultados suficientemente satisfactorios, iban retrocediendo poco a poco desde la primera fila hasta los triarios; de ahí que se haya hecho proverbial la expresión: «la cosa llegó hasta los triarios», cuando se está en dificultades. Los triarios se incorporaban y, después de recibir a príncipes y hostatí por los espacios libres de sus filas, inmediatamente, cerradas éstas, cortaban, por así decir, los pasos y en una sola formación compacta, sin dejar ya tras de sí ninguna esperanza caían sobre el contrario; esto era de lo más temible para el enemigo, porque, al perseguir a quienes parecían vencidos, veía de repente surgir una nueva línea, con mayores efectivos” Livio 8, 8, 9-13) (trad. J.A. Villar , BCG).
    Esta descripción implica una formación inicial en damero o tresbolillo (Wheeler 1979:305-306) a la que los autores modernos –no las fuentes antiguas- han denominado quincunx, y que parece la única solución lógica para explicar la táctica descrita por Livio. En efecto, para poder retroceder y dejar hueco a los principes, los hastati deberían, o bien haber formado desde el principio con huecos para no chocar contra los manípulos de principes al retroceder, o bien deberían crear esos huecos en el momento de retirarse, en el peor momento posible justo cuando estaban agotados por el combate y seriamente presionados por el enemigo que les estaba derrotando. Como ya explicó hace muchas décadas Hans Delbrück (1920:293), por mucho que Livio describa este sistema, es un imposible táctico que sólo podría entenderse como una maniobra de parada y no una práctica de batalla, aunque no ha faltado quien haya aceptado directamente que los romanos combatían con grandes huecos en su línea (Wheeler 1979:306, n. 14).
    Es a nuestro juicio imposible defender que los manípulos de la primera línea de batalla combatieran dejando entre sí huecos del tamaño de otro manípulo, o incluso menores como quería Hans Delbrück, vacíos que no podrían ser protegidos por los manípulos, colocados al tresbolillo, de los principes de la segunda línea. Tales huecos en el frente serían fácilmente aprovechados por cualquier enemigo, -y cuanto más irregular mejor, como los galos- para inflitrarse, tomar por los flancos los manípulos de hastati, y aniquilarlos antes de que los principes pudieran intervenir. De ahí que se hayan propuesto varias soluciones para que, a partir de la descripción de Livio, la legión pudiera presentar en el momento del combate una línea continua con -como mucho- pequeños intervalos entre manípulos. La más viable de estas soluciones es, en apariencia, que en el despliegue inicial las centurias de cada manípulo hubieran formado una detrás de la otra y que, justo en el momento anterior al choque, las centurias posteriores avanzaran desplazandose en oblicuo para cerrar la línea de batalla, presentando así un frente contínuo pero articulado.
    El problema es que esta solución presenta nuevos e irresolubles problemas. De acuerdo con las fuentes, la razón básica del sistema manipular y de las líneas dispuestas al tresbolillo sería posibilitar que, agotados los hastati, los principes avanzaran por los huecos de la línea para relevarles -o que los primeros retrocedieran por los huecos entre los manípulos de los segundos-; y en caso necesario que también los triarios pudieran tomar el relevo de las dos primeras líneas. Ahora bien, para efectuar tal relevo en el sistema de manípulos, la primera línea debería despegarse del enemigo y hacer retroceder las centurias posteriores de cada manípulo para ocupar su lugar original detrás de cada centuria prior. Así, se abrirían de nuevo los huecos para que la segunda línea avanzara por manípulos formados con una centuria una detrás de la otra, relevara a los agotados hastati, desplegara sus centurias posteriores para volver a cerrar la línea y continuara la batalla. Esto implica que, mientras daban la cara al enemigo, dos líneas ejecutarían un complejísimo ballet, con los hastati contrayendo sus manípulos y retrocediendo al tiempo que los principes avanzban por los huecos recién abiertos y desplegaban los suyos en líneas y filas nitidas, formando rectángulos regulares. Tal cosa puede quedar bien en la teoría del papel, pero es absolutamente impracticable en el campo de batalla, cuando los enemigos están supuestamente a menos de veinte metros –o directamente combatiendo cuerpo a cuerpo, si verdaderamente la primera línea romana está agotada. Tales enemigos sin duda aprovecharían el momento para desorganizar completamente el delicado relevo realizado en mitad del combate. El sistema manipular no podía funcionar así, y probablemente de ninguna de las diferentes formas que se han propuesto. De hecho, y como ya apuntara Wheeler, la linea frontal de batalla debería ser esencialmente contínua –con pequeños intervalos entre las unidades-, es decir, una falange (Wheeler 1979:306).
    Pero por otro lado, numerosas fuentes (y no sólo el problemático texto de Livio que hemos reproducido) atestiguan que la ventaja del sistema manipular –y luego, en época post-mariana, del sistema de cohortes en damero- era la posibilidad de relevar las tropas agotadas de la primera línea, presentando al enemigo una nueva línea completamente fresca: así ocurrió en Zama (Polibio 15,14; Livio 30, 34, 9-12 ), y más adelante en Ilerda o Farsalia (Cesar, Bell. Civ. 1.45; 3.94). Esa es una de las constantes de las desfripciones de batalla del ejéricto romano, luego el relevo se producía. ¿pero cómo?, ¿cómo conciliar el relevo de tropas, bien documentado por las fuentes, con la necesidad de evitar huecos entre los manípulos y evitar un relevo en mitad de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con el enemigo?. La respuesta está en parte en (a) el estudio de las batallas narradas con mayor detalle en las fuentes; en parte en (b) las consideraciones hechas en apartados anteriores sobre el espacio necesario para empleo de las armas legionarias republicanas; y en (c) el modelo de un combate mucho más prolongado y dubitativo.
    Por lo que se refiere a (a), en la descripción de Livio sobre Zama (30, 34, 9-12) queda claro que la reorganización de la línea se produjo durante un largo intervalo en el combate, con los contendientes separados por un campo lleno de muertos y heridos. La imagen que se presenta es la de breves periodos de combte furioso cuerpo a cuerpo separados por periodos de respiro relativamente prolongados, y no la de una frenética carga decisiva (que a veces, pero sólo a veces se producía) o una melée (othismos) prolongada
    Si además tenemos en cuenta para (b) los modelos recientes de Sabin, Goldsworthy, Zhmodikov y Lendon basados en el análisis de fuentes, y (c) en nuestras propuestas sobre el empleo de armas en un espacio despejado, podemos hallar una solución. Por un lado, la idea de que las batallas eran normalmente mucho más vacilantes y prolongadas de lo que suele creerse implica que durante periodos relativamente prolongados las líneas opuestas no estaban en contacto inmedianto, ni siquiera muy cercano, sino justo en el alcance de las jabalinas, en espera de que un bando vacilara y comenzara a ceder, vencido moralmente, o con grupos de uno u otro lado realizando movimientos más agresivos mientras el resto de los soldados se dedicaba a su principal función, preservar la propia vida (vid. supra al comienzo del artículo). En ese caso, un relevo de líneas entraría dentro de lo posible, aunque si se realizara moviendo unidades como si fuean fichas en un tablero la confusión estaría garanitizada en un campo de batalla con hombres agotados, heridos y muertos en el suelo y con un enemigo que no dudaria en aprovechar la ocasión. Es necesario buscar pues un modelo alternativo que no requiera maniobrar como si las fuerzas estuvieran en el campo de instrucción de un cuartel del s. XVIII.
    Conviene entonces volver aquí a la idea antes analizada de que tanto el manejo del pilum como de la espada de 60 cm. de hoja exigen una cierta holgura en las líneas, una separación que permita la esgrima individual, o arrojar la jabalina sin ensartar al compañero de detrás o de delante. Polibio (18,28-30; ver Sekunda 1996.19; Goldsworthy 1196:179) asigna para cada cada legionario un espacio de ‘por lo menos’ tres pies, casi un metro, a lo que hay que sumar el espacio ocupado por el propio legionario, otros tres pies, seis en total (Goldsworth 1996:179; Sekunda 1996.19): “También los romanos ocupan con sus armas un espacio de tres pies cuadrados. Pero, puesto que en su modo de luchar cada uno se mueve separadamente, porque el escudo protege el cuerpo girándose siempre a prevenir la posible herida, y el legionario romano en el combate lucha con la espada que hiere de punta y de filo, es notorio que se precisará un orden más suelto y un espacio de por lo menos tres pies entre hombre y hombre en la misma fila colateral y longitudinal, si han de cumplir a satisfacción su cometido. La conclusión será que cada legionario romano se opondrá a dos soldados de la primera fila de la falange...” (trad. M. Balasch). Así, en una falange helenística los hombres están juntos, ocupando cada uno tres pies de frente (un metro); en la legión, la separación es el doble como mínimo (el espacio ocupado por cada legionario más tres pies como mínimo entre hombre y hombre). El manual de Eliano asigna a la falange un frente normal para una falange en combate al ataque (11.2, 11.4; Devine 1989:48) de dos codos (unos 3 pies, 1m.), y la mitad en posición defensiva (synaspismos) (Eliano, 11.4). Vegecio, por el contrario, escribiendo muchos siglos después pero probablemente bebiendo de una fuente muy antigua en este caso, ya que cita hastati, principes y triarii (3,14,15) da tres pies de frente para cada legionario y 7 pies, unos dos metros, de fondo –para manejar el pilum-; cabe con todo que Vegecio haya leido mal su fuente y que los tres pies por legionario sean el intervalo entre cada uno, como dice Polibio, lo que subiría a 6 pies (1.8 m.) el frente ocupado por cada hombre en combate. En cualquier caso, el frente asignado a cada legionario es amplio en cualquiera de los dos casos –Polibio y Vegecio- en comparación por ejemplo con los frentes asignados a los soldados armados con mosquete de época napoleónica, unos 55-70 cm. de frente por hombre (22 pulgadas en el ejército inglés, 26 en el francés; 27 en el ruso) y un intervalo de entre 30 y 60 cm. entre líneas (Nafzinger1996:22).
    De este modo creemos razonable proponer, desarrollando y modificando la idea expuesta por Lendon todavía timidamente (Lendon 2005:179, Figura), que los manípulos en combate no formarían en nítidos rectángulos (como por ejemplo los presentados en Warry 2004:112; Connolly 1988:128 y 141) al modo de los syntagmata de la falange helenística, cuya eficacia residía primordialmente en la cohesión de su formación para presentar un erizo de puntas de sarissa (Connolly 1988:76-78). Más bien pensamos, por usar la gráfica terminología de Lendon, que se agruparían en ‘blobs’, nubes relativamente densas de legionarios agrupados de manera laxa en torno a su estandarte, que se extenderían y contraerían ligeraente, como una ameba, pero sin olvidar su pertenencia a cada unidad. En ese caso, aunque en el momento del despliegue inicial cada manípulo dejara un intervalo con los de sus flancos,s en el de trabar combate la línea se habría convertido en un conjunto casi contínuo con capacidad de abrir y cerrar huecos con bastante más facilidad que si se procurara mantener una formación rigurosa en filas y líneas, y capaz de replegarse con facilidad y rapidez entre los huecos de la segunda línea –que hasta entonces habría permanecido en reserva con una formación más rigurosa- y que entonces podría ‘disolverse’ en dichas ‘amebas’ para ocupar el lugar de las primeras.
    Las distancias implicadas son pequeñas y no supondrían en este modelo ningun problema, ya que al no haber necesidad de mantener una alineación extremadamente rigurosa, los movimientos serían mensurables en segundos. No sabemos la profundidad con que formaban las centurias en el s. III a.C., probablemente variaba según la aocasión a juzgar por lo que nos dice Polibio de Cannas (3, 113). Lo normal parece haber sido una profundidad de 3, 4 o 6 líneas (Godlswothy 1996:179 ss.). En el último caso, si los manípulos formaban con un frente de sus dos centurias, ocuparían un frente en orden de marcha, a tres pies por hombre, de menos de 20 m., dejando un hueco de 20 m. con el manípulo de al lado; al pasar a orden de batalla, a unos 6 pies por hombre, los legionarios de los extremos tandrían que desplazarse lateralmente apenas 10 metros por cada lado para enlazar con los manípulos de los flancos. Si formaba con una centuria tras la otra, el frente del manípulo –todavía asumiendo una profundidad de 6 hombres en cada centuria- sería de sólo unos diez metros, con huecos correspondientes entre manípulos. Si como opina Goldsworthy (1996:179 ss.) la profundidad normal era sólo de tres líneas en lugar de seis, los huecos máximos entre manípulos serían de 20 o 40 m. según la disposición inicial de las centurias; en cualquier caso, distancias pequeñas para contraer o expandir una formación en la que la rígidez de líneas y filas no sería esencial.
    En esta concepción, la posición de los estandartes de cada unidad táctica juega un papel decisivo como ‘centro’ de cada una de estas densas nubes de legionarios, y se explica bien la enorme importancia que se les concedía en la legíon romana. Igualmente, la labor de los centuriones, verdaderos oficiales subalternos ‘de compañía’ más que suboficiales, resulta esencial para mantener la cohesión en un aparente desorden. Cuando Delbrück (1920:293) negaba la posibilidad de que los manípulos de hastati se ‘estiraran’ para cerrar los huecos antes de chocar lo hacía argumentando que los soldados no podían preocuparse de adoptar un nuevo intervalo de líneas y filas justo antes del choque; pero eso es porque Delbrück seguía pensando en términos de rígidos rectángulos alineados por filas y líneas al modo de los batallones del s. XVIII, y no en una ‘nube’ mucho más elástica.
    Creemos que este modelo es el más prometedor porque tiene en cuenta las peculiaridades del armamento legionario, es flexible y explica mejor que ningún otro cómo pudo funcionar la legión manipular, siempre y cuando se acepte además que el combate no se decidía normalmente en una o una serie de cargas decisivas, sino un asunto mucho más prolongado y vacilante, irregular e incluso indeciso, de lo que normalmente se asume. Y esto nos lleva a una última cuestión, la de la adopción de algunas armas de los pueblos peninsulares por Roma, derivada de la utilización de formaas de combate individual mucho más parecidas de lo que suele creerse.


  7. #7 FQS martes, 19 de septiembre de 2006 a las 21:42

    sobre Sabin, Zhmodikov y otros, podeis echar un vistazo al texto inédito-en prensa que en un ataque de insensatez he copiado-pegado en la pregunta sobrte el pilum y la táctica manipular.
    Y en cuanto al libro de Lago sobre Numancia, hay que decirlo alguna vez alto y claro: es vergonzoso. Hay libros de divulgación dignos. Y manipulaciones que incluso se inevtnan cosas que no dicen las fuentes. Y el de Lago es uno. Y no quiero entrar en el tema que me caliento más de lo que mis múltiples achaques me permiten. Y he hecho lo que no debía, que es intervenir en esta cuestión...


  8. #8 FQS martes, 19 de septiembre de 2006 a las 21:43

    Veis? Lo siento. Esto debía ir en otro hilo. Si es que me caliento cuando leo algunas cosas...


  9. #9 Hannon martes, 19 de septiembre de 2006 a las 22:59

    FQS:

    Primero agradecer la generosidad de colgar un artículo todavía inédito. Aunque debo decir, que es una lástima que esté en este foro. En unos días será realmente difícil de localizar.

    Ahora, aprovechando la coyuntura voy a lanzarle unas preguntas.

    1º- Tengo en casa pendiente el trabajo de Sabin sobre los mecanismos de la batalla en la Segunda Guerra Púnica (en el libro The Punic Wars: A reappraissal), en el que es posible que también diga algo al respecto de lo que me interesa. Y supongo que el artículo que cita es el de JRS, “The face of Roman Battle”. Pero a lo que vamos. Está hablando de la época de las Guerras Púnicas y, se supone –y así lo cree firmemente Scullard- que Escipión llevó a cabo algunas reformas del ejército romano después de la conquista de Cartago Nova. Así, se explica que la flexibilidad en Baecula, Ilipa o Zama sea mucho mayor que la que mostró el ejército romano en las anteriores batallas (aunque también es cierto que Escipión tuvo la oportunidad de trabajar con los mismos hombres durante varios años, con lo que terminó adquiriendo las mismas ventajas que Aníbal). Mi pregunta es: ¿Qué opina al respecto? y ¿Me sugiere alguna bibliografía?


    2º- Hay una obra que seguramente conocerá, sobre los relatos de las batallas en Tito Livio que, al parecer, llega a la conclusión de que todas las batallas responden a un mismo modelo narrativo. En definitiva, la credibilidad es dudosa. Además, tanto Livio, como Polibio muestran algunos anacronismos en sus narraciones. Y, aunque Polibio había sido hipparcos de la Liga Aquea y discípulo de Filopemen, uno empieza a dudar hasta qué punto se puede fiar de las narraciones (aunque yo hace tiempo que, desgraciadamente he perdido la objetividad; soy pro-Polibio).

    3º No sé si tuvo oportunidad de estar al corriente de la discusión sobre los silbatos en el ejército romano. Así, a bote pronto, ¿recuerda hallazgos al respecto?

    Por cierto, en cuanto a Retógenes, ahora mismo estoy metido con Escipión El Africano (el mayor) otro al que hay que ir bajando del pedestal... aunque no sea “español”. (No deja de parecerme gracioso lo de las fiestas -casi de carnaval- de cartagineses y romanos en Cartagena).

    Un saludo.


  10. #10 Arquiloco jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 11:18


    Muchísimas gracias a FQS, que nos ha aportado lo último acerca de estas investigaciones de Historia militar. Es muy sugerente esa visión plástica de la formación manipular como un grupo mucho más elástico en contraste con la idea de las formaciones rígidas quizás más propias de una época determinada por el empleo de armas de fuego de escasa precisión (siglo XVIII). Para soldados con armas blancas y que han renunciado a la formación cerrada de falange esta hipótesis parece más lógica.

    Sin haber llegado tan lejos en la documentación (pues no soy especialista en el tema, aunque el trabajo que me ocupa pasa por conocer estos temas con alguna profundidad), me parecía evidente el imposible táctico del tresbolillo a la hora de iniciar el combate, con esos enormes huecos entre manípulos, y resultaba obvio que de algún modo los manípulos debían maniobrar para formar un frente si no cerrado, al menos continuo. La profundidad máxima de tres a seis filas es algo que también había supuesto por razones elementales de maniobrabilidad y proximidad a la línea de combate (una formación profunda implican soldados atrás por mucho tiempo inactivos y expectantes).

    En cuanto al imposible de retirar un acies desplegado en continuo por los huecos de los príncipes, en efecto no me parece tan difícil si, como se expone en esa proyección de lo que sería el verdadero tempo de una batalla antigua, ésta era muy indecisa, había a menudo muchos repliegues de los frentes y el intercambio de venablos y jabalinas no se limitaba al inicio. Quizás deberíamos imaginarnos el segundo acies de los príncipes como una especie de fortificación con hasta cuatro puertas o pasos abiertos por legión para evitar los famosos "embotellamientos" del ejército que se retira tras los muros de una ciudad o campamento. Me parece que este símil es válido y muy adecuado a la época, y la idea del acies posterior haciendo de "muro-refugio" de los que combaten delante (hasta el muro final de los triarii) es muy "evolutiva", en el sentido de que su origen pudo estar en el guerrero o guerreros que, en la antigua formación cerrada de falange, decidían echar una carrera corta, asestar un golpe y volver de nuevo al refugio de la formación cerrada. Y desde luego que el enemigo aprovechase la ocasión para abalanzarse sobre los hastati en repliegue siempre debió ser un riesgo y el punto más débil de la táctica manipular. En manos del general estaría el saber elegir el momento oportuno, como sucede en Zama, y por parte del atacante no dejaría de ser también un gran riesgo el romper la propia formación en una persecución desbocada que podría acabar volviéndose en contra. El gran temor del general fue siempre perder el control de sus líneas en una desbandada: recordemos la recurrente estrategia de Viriato, que vence una y otra vez a los pretores y cónsules engañándoles con la "huída simulada", si bien desde luego las fuentes antiguas tienden a simplificar los hechos en "topoi".

    A respecto, precisamente de Tito Livio cualquier filólogo de clásicas sabe que no conviene tomarse sus textos muy al pie de la letra... Polibio es más fiable, ya que es casi (o sin casi) testigo presencial, pero no debemos olvidar tampoco el tributo que debía rendirle a sus patronos escipiónicos en cuanto a las "aestimationes".

    Volviendo al asunto del repliegue del primer acies, es interesante la disposición del ejército romano en la batalla de Hibera, en el cual los leves se habrían dispuesto entre los hastati y los principes. Este planteamiento parece responder precisamente a la preocupación en torno a un ataque durante el repliegue de la línea de los hastati, pues de otro modo no se entiende la posición de los leves en el intérvalo.

    Finalmente, sigo creyendo que existiría algún mecanismo de relevo en el lanzamiento de los venablos, por la sencilla razón de que el soldado debe desembarazarse de ellos antes de pasar al combate a espada, y siempre conviene que el lanzador no tenga compañeros por delante que lo estorben. No me imagino al hastatus o al príncipe combatiendo con la espada y sujetando a la vez venablo y escudo con la mano izquierda, no al menos si podía evitarlo. Que el soldado que lanzó su pilum efectuase un primer ataque a espada a continuación para luego retirarse mientras los de atrás les "cubren" lanzando sus pila por cima de ellos, o que todos esperasen a desembarazarse primero de los venablos, o bien que hubiese un juego más "difuso" de intercambio de lanzamientos y ataques a golpe de espada, como parece sugerirse en la hipótesis de los "blobs", eso ya no lo sé...

    De todos modos leeré con más detenimiento la generosa aportación o antepublicación de FQS, a quien vuelvo a reiterar mi sincero agradecimiento, ya que va a resultarme de una grandísima utilidad.

    Un cordial saludo a todos, Arquíloco.












  11. #11 exegesisdelclavo jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 11:36

    No comment.

    Es maravilloso todo lo que aquí se expone.

    Con respecto al relevo por no cargar con los venablos, no lo veo necesario del todo según se ha dicho aquí acerca de las maniobras de las filas, y no hay que olvidar que el ejército romano era una máquina automática que con sencillas órdenes y señales podían juntarse en formación, desplegarse, ir a construir esto, ir a defender lo otro, y por lo tanto, dentro de la refriega, lanzar pila, lanzar pila de nuevo, relevar, dejar pila, sacar arma, correr, chocar, un flanco mira a la izquierda, el otro empuja, el centro resiste, otra señal, el centro resiste, los flancos rechazan, otra señal, retroceso, otra cohorte lanza pila, etc.
    La verdad es que cada vez se ve más necesario un silbatillo.

    Lo dicho, maravilloso.


  12. #12 Durius jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 12:27

    Si, muy necesario: los centuriones tocando el silbato, 10 manípulos x 2 centurias = 20 centuriones de hastati pitando, y otros 20 de principes tocando también para que vayan preparándose, o sea, 40 silbatos que se unen a los cornicines y a los tubicines, a los gritos de los hombres, a los de los instrumentos del enemigo (que por muy bárbaro que sea, también sabrá dar órdenes) y al ruido de la lucha. Está clarísimo que cada legionario sabe lo que quiere su centurión en cada momento. ¡Menudo concierto!


  13. #13 alevin jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 16:03

    FQS, muy interesante tu aportación. Me gustaría me aclararas un par de dudas:
    1.-¿Sería posible utilizar las pila cuerpo a cuerpo a pesar de su fragilidad?¿No se quedaria el legionario despuesde, por ejemplo, un golpe contra el escudo contrario con un pilum partido?.
    2-¿Es cierto que, en el escudo del legionario, por la parte de dentro, íba grabado, aparte de las iniciales del nombre, la legión a la que pertenecia, el manípulo e incluso su lugar dentro de las filas? .Gracias por tu atención
    Paz y bien


  14. #14 FQS jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 17:40

    No tengo mucho tiempo (Selectividad....) pero seré telegráfico,

    Hannon: Mira en 'mi' revista Gladius el articulo de Francois Cadiou en el nº 21 de 2002, pp. 167 ss. Dice alguna cosa de interés. Hablé con J.V. Bell -el autor del primer artñiculo sobre la cohorte- y quizá responda a Cadiou. Veremos...

    Escipion y Baecula:... Señores, el senador que le acusó más adelante tenía razón. A Escipión se le escurrio Asdrubal y consiquio llegar a Italia, que era justo lo que los romanos llevaban toda la guerra intentando evitar (divertidisimo el texto de Livio 27,201, tratando de justificarlo y sobre todo la acusación, EXACTAMENTE EN ESA LINEA que le hizo Q. Fabio maximo luego en el Senado (Livio 28,40).

    El libro de Bartolome Gomez es muy interesante, pero fijate que trata solo sobre la Primera Decada de Livio. Para épocas posteriores Livio tenía muchas más fuentes de inforamcion y sus relatos de batalla son mucho menos artificiosos, aunque en algunos casos -yo he tenido ocaasión de señalar alguno- claramente usa topoi, como el de XX (aqui un Zutano o Mengano), graviter ictus cecidit... por el mismo tipo de herida

    Los silbatos... bueno, toda la escena de Roma sobre la sustitucion INDIVIDUAL de hombres en pleno contacto con el enemigo es simplemente imposible por multiples razones. Por tanto, con silbatos, besos en la nuca o como sea el sistema no puede funcionar. Ahjora, no me extrañaría que se hubieran usado ocasionalmente en el ejército, pero a título casi individual. No como norma reglada. Alguna fuente tipo Vegecio lo diría.

    Sobre los dos pila republicanos: tiendo a pensar que o no se llevaban en batalla, o los de filas traseras los pasaban delante en los momentos de 'intervalos' en batalla que he descrito arriba. sabemos por ejemplo que en ocasiones incluso los triarios podían pasar sus lanzas empuñadas (hastae) a los hombres de las primeras filas que habían arrojado ya sus pila, ver Polibio 2,33,4) De todos modos, corto y pego de otro artículo mío:

    "Armas ofensivas (1): el pilum y sus problemas.
    Polibio presta especial atención al pilum o jabalina pesada empleada por las tropas legionarias. Sin embargo, de su breve descripción (6,23,8-11) surgen casi tantos problemas como certidumbres. En primer lugar, los historiadores y arqueólogos más perceptivos como P. Connolly (1989:162), aunque aceptando el uso en salvas, plantean dudas más que razonables sobre la posibilidad práctica de llevar en combate los dos pila (pesado y ligero) descritos por Polibio. Primero, por la imposibilidad de llevar en una mano un pilum pesado mientras con la izquierda se sostiene el escudo –con una corta manilla horizontal- y la la vez se sostiene el astil del pilum ligero, o a la inversa Segundo por la dificultad de lanzar los dos en una distancia que empezaría sólo a los 25-30 m. (Goldsworthy 1996:182; Connolly 2000:45; Quesada 1997:342, datos basados en experimentos repetidos) contra una formación enemiga que a su vez avanzaba; simplemente en esos breves segundos no habría tiempo de lanzar las dos salvas y luego desenvainar espadas antes del contacto de las dos líneas. Goldsworthy (1996:199) discute la misma cuestión y concluye en la misma línea que Connolly: el segundo pilum quedaría en reserva a retaguardia.
    Así pues, o seguimos a dichos autores y uno de los dos pila se dejaba en reserva en el campamento –lo que haría innecesario distinguir entre un tipo ligero de mayor alcance y uno pesado-, o el avance y carga inicial de una legión tenía un aspecto distinto al que solemos imaginar. Para poder emplear los dos pila sucesivamente las tropas deberían avanzar al paso, clavar uno de los dos pila en el suelo, arrojar el otro desde una posición básicamente estática, recuperar el segundo y avanzar hacia el enemigo para arrojar una segunda salva desde menor distancia, quizá ahora sí a una carrera contenida. Como la distancia efectiva es sólo de unos 25-30 m., eso implica que el enemigo estaría pasivo y estático todo ese tiempo, lo que entra en contradicción directa no sólo con la lógica, sino con la inmensa mayoría de las descripciones de batallas en las fuentes literarias. La tercera opción es que los dos pila se llevaran al campo de batalla, pero que los legionarios de las primeras líneas llevaran sólo uno, mientras que los de las posteriores acumularan varios para su empleo posterior, quizá pasándolos a las líneas delanteras. En todo caso, las posibilidades dos y tres implican un tipo de combate mucho más prolongado, indeciso y ambiguo en su inicio de lo que solemos asociar a la carga de una legión romana. Volveremos enseguida sobre ello.
    Conviene por otro lado discutir uno de los mitos más comunmente asociados al pilum, esto es, que se diseñaba para que su hierro se doblara al chocar con los escudos del enemigo, impidiendo así su reutilización por un lado, y embarazando las defensas de los soldados rivales. En realidad, ningún texto romano dice tal cosa, y menos aún aplicable a las Guerras Púnicas (Connolly 2005).
    En efecto, Plutarco nos cuenta como una novedad (Mar. 25) que Mario ordenó antes de la lucha contra los teurones en 102 a.C. que se sustituyera uno de los dos remaches de unión entre la parte de madera del astil y el largo vástago de hierro del pilum para que con el impacto la espiga de madera se partiera, quedando unidas las dos partes componentes del pilum por un solo remache; así, la parte metálica permanecería prendida al escudo o al cuerpo, mientras que el asta de madera arrastraría por el suelo, al rotar sobre el único remache de hierro. El arma queda así inutilizable, pero sólo momentaneamente; tras la batalla en el taller legionario sería fácil reemplazar el remache de madera partido y restituir la función original del pilum, esto es, si la varilla metálica no se había doblado.
    Otra cosa diferente es que se buscara que el metal mismo se doblara, cosa que Plutarco nunca dice. Por otro lado, la medida de Mario fue tan peculiar y novedosa como para que mereciera un comentario detallado, lo que indica que antes de Mario el pilum normalmente no se partiría parcialmente de la forma descrita. De hecho, lo que dice Polibio, refiriéndose a fines del s. III o primera mitad del s. II es justo lo contrario: los romanos tomaban muchas precauciones para asegurar firmemente las dos partes del pilum para que no se desprendieran: “Su inserción y su uso viene tan asegurado por el hecho de ir atado hasta media asta y fijado por una tal cantidad de clavos que, en el combate, antes de que ceda la juntura se rompe el hierro, aunque este, en su base, por donde se implanta en la madera, tiene un grosor de un dedo y medio; tal es el cuidado que ponen los romanos en esta inserción”. (Polibio 6, 23, 11, trad. M. Balasch). Lo mismo indica Vegecio (1,20) quien aunque escribió en las postrimerías del Imperio, utilizó a veces fuentes muy antiguas. A menudo se extrapola indebidamente una referencia de Polibio (6,22,4) quien refiriéndose a la ligera jabalina empleada por los velites (y no al pilum) escribió efectivamente que “esta punta es tan afilada y aguzada, que al primer choque se tuerce y el enemigo no puede dispararla; sin esto la jabalina serviría a los dos ejércitos”. Que la práctica de recuperar jabalinas arrojadas era habitual viene demostrado por las fuentes (Livio 10,29,6). El mismo Livio (22,38,4) recuerda un juramento de los legionarios justo antes de Cannas: “se comprometían entre sí bajo juramento... a no huir porque se produjera un pánico o por miedo, ni abandonar las filas salvo para recoger o rescatar un arma arrojadiza (tela), o para herir a un enemigo, o para salvar a un compañero”.
    Por su parte la otra fuente habitualmente citada para el ‘pilum doblado’ César (Bell.Gal. 1, 24) tampoco dice que los hierros se doblaran, ni siquiera hacia el 50 a.C., décadas después de la supuesta reforma de Mario. En su narración, los pila atraviesan varios escudos galos a la vez, fijándolos entre sí. Pero para ello es esencial que el hierro no se doblara con el impacto, sino que pudiera atravesar limpiamente varios escudos. Si la parte metálica del astil del pilum se doblara nada más clavarse en el escudo, el arma perdería su funcion primordial, perfectamente documentada, que es atravesar limpiamente un escudo y herir el cuerpo al que debería proteger.
    Es en también incierto que César ordenara que el astil de los pila fuera de hierro dulce sin templar para que se doblara más facilmente. Como ha señalado L. Keppie, es una inferencia que ha tomado carta de naturaleza en la bibliografía, pero que no es explícitamente citada en las fuentes (Keppie 1984:101-102 y n. 19). Por otro lado, la mayoría de las armas romanas –espadas incluidas- son de hierro dulce, sin carburación intencional (Williams e.p.) lo que hace que las de peor calidad se doblen con cierta facilidad, pero no de intento, sino accidentalmente. Por supuesto si un pilum choca con una roca o un suelo muy duro podría doblarse, pero por accidente, no por diseño.
    Por otro lado, los pila romanos republicanos anteriores a Mario (de Numancia y otros yacimientos, Luik 2002, Connolly 1997), pero también los de época sertoriana de La Almonia (Valencia) (Ribera, 1995; Connolly 2005:Fig. 2), y los de La Caridad (Vicente, Punter, Ezquerra, 1997:Fig. 24) tienen todos cuando se conservan dos remaches de sólido hierro, por lo que si Plutarco no interpretó mal su información –lo que es posible- indica que la reforma de Mario no se generalizó. Aunque algunos pila de contextos funerarios ibéricos están doblados ritualmente, la mayoría de los hallados en campamentos o contextos de campo de batalla suelen estar casi rectos, o ligeramente urvados por el paso de los milenios y la presión de la tierra, pero no con el tipo de curvatura que resultaría de un impacto contra un objeto duro y subsiguiente arrastre de la pieza por el suelo.
    Finalmente, los experimentos de reconstrucción arqueológica realizados (Junkelmann 1986:Taf. 51ª, 186 ss.; Connolly 2000; 2005:106,) vienen demostrando además que el pilum atraviesa limpiamente tablones de madera de hasta 3 cm. de grosor sin doblarse.
    Lo que hace difícil extraer un pilum una vez que atraviesa un escudo es el diseño de su punta piramidal, más gruesa que el astil. Una vez que ha perforado el escudo, la madera tiende por sus propiedades plásticas a esponjarse, y es difícil retirar la punta por el mismo orificio que ha practicado a no ser –y aún así es difícil- que se tumbe el escudo en el suelo y se tire verticalmente."

    Exegesis: Maquina... si y no. Los centuriones e incluso los genrales corrian como locos de un lado a otro (e.g. César y sus muchachos). No creo en una gran complejidad de señales acusticas. Por varias razones fundamentalmente de ruido y confusion. Las enseñas de centuria (60 hjombres y a menoudos muchso menos) y las voces del centurion a esos pollos bastarían normalmente

    Alevin: El pilum no es frágil, ni mucho menos. Polibio explica claramente como se reforzaban las uniones para evitar que se partiera. Y de hecho hay documentacion sobre su empleo como lanzas, clarisimamente incluso contra caballeria en epoca imperial, al modo de picas, cf. Arriano, Acies contra Alanos. AUnque parezca sorprendente.

    No tengo datos a mano sobre lo de los escudos, pero a vuelapluma te diria que creo que no, al menos no sistematicamente (al menos la ultima parte)


  15. #15 Hannon jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 17:51

    Mil gracias por la referencia de Gladius. Tenga por seguro que la utilizaré.

    Por lo demás, la discusión de los silbatos surgió efectivamente por la serie "Roma", pero yo simplemente me limité a buscar un poquillo si había evidencias de su utilización en el ejército romano, aunque no fuera en el campo de batalla.

    Un saludo y gracias de nuevo.


  16. #16 Durius jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 17:55

    Bueno, pues vaya, parece que no está tan claro que los silbatos fueran el arma secreta de las legiones, ¿verdad?


  17. #17 Hannon jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 17:57

    Pero hombre Durius, vete al foro de Retógenes, no te escondas, que no pasa nada. Todos nos equivocamos.

    Y, si me permites parafresearte:

    "Bueno, pues vaya, parece que no está tan claro que los silbatos no existieran en entornor militares romanos".


  18. #18 Durius jueves, 21 de septiembre de 2006 a las 18:00

    Sí, si, Hannon, vete al foro de Retógenes, anda, y estate atento.


  19. Hay 18 comentarios.
    1


Si te registras como Druida (y te identificas), podrás añadir tu respuesta a este Archivo de Conocimientos

Volver arriba

No uses esta información en otros sitios web ni publicaciones, sin el permiso del autor y de Celtiberia.net