Realizada por: Liadam
Al Druida: A todos los Druidas
Formulada el lunes, 11 de agosto de 2003
Número de respuestas: 2
Categoría: Temas Históricos y Artísticos
sínodo de Witby
Quisiera saber todo sobre este sínodo donde la iglesia de Roma se impuso sobre la iglesia celta. ¿Dónde está Witby? ¿Quiénes participaron por la parte romana y quiénes por la irlandesa, y qué pasó allí?
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Hola
Witby esta en la costa oriental de la isla de inglaterra, a unos 200 kms. al norte de la city, he encontrado pocos datos concretos pero te reproduzco lo que me ha parecido mas relevane, aunque solo sea para encajar este sinodo en su contexto.
un aviso: es algo largo, comentando las peculiraridades de la iglesia celta de irlanda.
Espero que te sirva. Un saludo.
Whitby ha sido un importante centro Cristiano desde el año 656, cuando la famosa Abadía de Whitby fue fundada por una abadesa llamada Hilda. En 663/664 el sínodo de Whitby fue retenido aquí por el Rey de Northumbria con el fin de decidir la fecha de la Semana Santa en el calendario Cristiano. Las ruinas de la Abadía se situan en el acantilado del Este, dominando todavía el pueblo de Whitby.
Como se señalaba al comienzo, Inglaterra-Bretaña fue cristianizada inicialmente por monjes irlandeses, especialmente San Columbano, tras ser abandonada por los romanos en 407 (siendo emperador Honorio, en Rávena desde 402). Sin embargo, la desconfianza entre bretones e irlandeses, motivó que el Papa San Gregorio (590-604), enviase a San Agustín, (quien falleció en 604 siendo primer obispo de Canterbury), junto a esclavos británicos convertidos al cristianismo y monjes romanos, como Paulino, primer Obispo de York, para extender la Religión romana en la Isla. El Concilio de Witby (664) unificó el cristianismo británico al romano, afianzadose esta posición en el Concilio de Hertford (670) dirigido por el arzobispo Teodoro de Tarso, también enviado desde Roma.
Durante los primeros siglos de la era cristiana, Irlanda estuvo en gran parte aislada del resto de Europa. La geografía y la topografía se encargaron de hacerla inmune a las invasiones teutónicas: de los sajones, por ejemplo, que ocuparían Inglaterra y enfrentarían a Wotan y el panteón germánico contra un cristianismo todavía joven. Aislada por el mar que lleva su nombre, Irlanda siguió siendo un refugio, un puerto seguro. Durante el momento culminante (o punto más bajo, como se prefiera) de la denominada «Edad del Oscurantismo», pasó a ser el verdadero centro del saber de la totalidad de Europa. Mientras el continente, e incluso Inglaterra, se veía asolado por conflictos y desórdenes, Irlanda era un bastión del estudio, de la cultura, de la civilización. Estudiosos que huían de los cataclismos de otras partes se congregaban en Irlanda. Numerosísimos manuscritos fueron transportados alli para tenerlos en lugar seguro y poder copiarlos. Con sus amplias bibliotecas, los monasterios irlandeses atraían a estudiantes de todo el mundo. Aunque no hay duda de que se llevó a cabo una labor misionera, el saber gozaba de una prioridad todavía más elevada. Los cristianos gravitaban hacia Irlanda, no para imponer su credo a los demás, sino para sumergirse en las enseñanzas del pasado..., y para descubrir, en el aislamiento y la paz de la isla, su propia comunión interna con su Dios, con independencia de jerarquías sacerdotales. Eclesiásticos de todo el mundo cristiano se formaron en Irlanda. Lo mismo hicieron miembros pertenecientes a distintas casas nobles y reales. A mediados del siglo vii, Dagoberto II, una de las figuras centrales en el misterio de Rennes-le-Cháteau, se crió y educó en el monasterio de Síane, justo al norte de lo que actualmente es Dublin.
Durante este período, la comunicación entre Irlanda y Roma era, a menudo, dificil y tenue. Nunca se encontró completamente incomunicada, como a veces afirmaban los historiadores de la religión en el siglo xix, tratando de explicar con ello el carácter heterodoxo de la Iglesia celta. Al contrario, la orientación de dicha Iglesia fue voluntaria y deliberada y no consecuencia de un aislamiento y una ignorancia forzosos. Pero Roma, a la que separaba de Irlanda un continente en conmoción, tenía pocos medios de hacer que se cumplieran sus decretos. Irlanda siguió gozando de libertad para absorber las ideas que, al igual que su comercio, le llegaban de casi todos los rincones del mundo conocido. El comercio con Irlanda se hacía todo él por mar; y este tráfico marítimo no procedía sólo de Inglaterra y de la Galia, sino también de España y el norte de África, así como del Mediterráneo oriental.
No se sabe cuándo se instauró el cristianismo en Irlanda o, para el caso, en cualquier otra parte de las Islas Británicas. Según Gildas, cronista del siglo VI, durante la época del emperador Tiberio, que murió en el año 37 d. de C., había «cristianos» en Inglaterra. Esto es difícil de verificar y parece un poco prematuro, pero, dado el constante tráfico marítimo, no es del todo imposible. En cualquier caso, alguna forma de «cristianismo» debió de llegar a Inglaterra con pocos años de diferencia respecto del período señalado por Gildas.
En el año 200 d. de C., Tertuliano, historiador de la Iglesia, deja bien claro que ya hay algún tipo de comunidad cristiana arraigada en las Islas Británicas, no sólo en la romanizada Inglaterra, sino tambien en regiones «inaccesibles para los romanos». Es poco probable que Tertuliano se refiera a Escocia. Es casi seguro que se refiere a Gales y, muy posiblemente, a Irlanda. En todo caso, ya en el año 314, al cabo de algo más de un siglo, tres obispos británicos asistieron al concilio de Arlés, lo que da fe de la existencia de algún tipo de congregación organizada. Cuarenta y cinco años después, al concilio de Arminio, asistieron cuatro obispos británicos, uno de los cuales, al parecer, sufragó sus propios gastos de viaje, lo que es indicio de cierta prosperidad. Además, para entonces también se decía que algunos de los primeros apóstoles habían viajado a Gran Bretaña.
Ciertamente, a principios del siglo v, el cristianismo ya se había establecido en Irlanda. Lo mismo había hecho la herejía pelagiana, la cual, entre otras cosas, ponía en duda la doctrina del pecado original y atribuía al hombre un grado de libre albedrío superior al que la ortodoxia romana estaba dispuesta a conceder. Alrededor del año 413, Paladio se convirtió en el primer obispo de Irlanda. Un año después, le sucedió el monje de Northumberland al que hoy día se conoce por el nombre de san Patricio. Paladio había presidido una congregación ya organizada, que probablemente se encontraba a lo largo de la costa sudoriental de Irlanda. Se cree que la labor evangelizadora de Patricio se desarrolló principalmente en el norte del país, que en gran parte era todavía pagano. Es interesante ver que, según parece, la actividad de Patricio fue dictada por la desilusión o decepción personal tanto como por el fervor religioso. Sus superiores eclesiásticos le habían considerado no apto para ser sacerdote. ¿Es esto reflejo de falta de confianza en la competencia de Patricio? ¿O en su pensamiento? Hay, desde luego, pruebas de que Patricio estaba «manchado» por la herejía arriana, la cual, entre otras cosas, insistía en que Jesús había nacido mortal, por medios mortales. Por desgracia, no se sabe con certeza hasta qué punto Patricio había abrazado el pensamiento arriano. Resulta significativo comprobar que en ninguna parte de lo que se conserva de sus escritos y enseñanzas haya mención alguna del nacimiento virginal, lo que constituye una omisión notoria, dadas las circunstancias, para un evangelizador. Tampoco parece que Patricio aceptase los pronunciamientos de los Padres de la Iglesia o los cánones de los concilios. De hecho, parece que se resistía a todo tipo de media- - ción, ya estuviera a cargo de ángeles, de santos o de una jerarquía sacerdotal. Su autoridad se basa exclusivamente en las Escrituras.
A raíz de recientes descubrimientos arqueológicos, poca duda cabe ya de que el cristianismo celta, tal como evolucionó entre la época de Patricio y el sínodo de Whitby a mediados del siglo VII, poco debía a Roma, a la vez que recibía su ímpetu y su orientación principales de Egipto, Siria y el mundo mediterráneo. En algunos casos, este impetu se filtraba a través de España. Así, por ejemplo, en Irlanda se utilizaban textos priscilianos, a pesar de que Roma los consideraba heréticos. Y, como mínimo, a partir del año 569, La iglesia Celta tuvo su propia sede, el obispado de Bretoña, cuyo centro era Santa María de Bretoña, cerca de Mondoñedo, en Galicia, cuya capital sería posteriormente Santiago de Compostela y que había permanecido muy fiel a la enseñanza prisciliana. Pero, si una parte del ímpetu de la Iglesia celta procedía de España, gran parte del mismo se derivaba directamente de fuentes mucho más an- tiguas. Como dice el autor sueco Nils Aberg: «Nos vemos impulsados... a suponer una influencia directa a larga distancia entre el mundo mediterráneo e Irlanda».
Se sabe que monjes irlandeses visitaron Egipto. Incluso existen diarios de viaje que contienen descripciones de las pirámides, por ejemplo, e instrucciones precisas sobre cómo llegar a Tierra Santa. Al mismo tiempo, un martirologio irlandés da constancia de que siete monjes egipcios fueron enterrados en Disert Ulidh, en el Ulster. La influencia egipcia se advierte en la toponimia irlandesa: Desertmartin cerca de Londonderry, por ejemplo, o Desert Oenghus en Limerick. En Irlanda no hay desiertos propiamente dichos. En la actualidad, se cree que estos nombres se empleaban para denominar a comunidades cuyo modelo eran prototipos auténticos que había en el desierto egip- cio.
Las pruebas de que existía comunicación entre Irlanda y Egipto son demasiado extensas para estudiarlas con detalle. Unos cuantos ejemplos bastarán para ilustrar este fenómeno. Así, una parte del texto irlandés que se conoce por el nombre de «Salthair na Rann» es una copia, hecha en el siglo XI o en el XII, del libro «Libro de Adán y Eva», que fue redactado en el siglo V y que no consta que llegase a ningún otro país europeo. Se han encontrado motivos y adornos inconfundiblemente egipcios en libros y manuscritos irlandeses. La liturgia de la Iglesia celta contenía claros elementos egipcios y sirios. En una «Vidas de los Santos» irlandeses hay episodios que se derivan directamente de una fuente alejandrina. Misas y plegarias de obras apócrifas que se utilizaban en Egipto se empleaban también en Ir- landa. La Iglesia celta celebraba las fiestas de la Virgen al mismo tiempo que la Iglesia de Egipto, en lugar de celebrarlas en el momento decretado por Roma. En el condado de Waterford se han hallado cálices de cristal idénticos a los que se usaban en Egipto. La «campana de san Patricio», que data del siglo v, es una clara imitación de las campanas egipcias. Hay muchos más ejemplos de esta índole, ejemplos que trece siglos de ortodoxia paulina romanizada no han podido erradicar.
Si el cristianismo celta se inspiró mucho en Egipto, también halló considerable inspiración en las tradiciones, éstas más explicitamente heréticas, de Siria, el Asia Menor y Mesopotamia. Ya he comentado cómo el pensamiento nestoriano sirvió de repositorio de ciertas tradiciones nazareas. En el año 430-la época de san Patrici ya circulaba en Occidente un libro que explicaba las enseñanzas de Nestorio. El propio Nestorio había estudiado en la escuela de teología de Antioquía, donde su mentor era un hombre llamado Teodoro de Mosuesto. En el quinto concilio ecuménico, celebrado en el año 553, Teodoro y todas sus obras fueron anatematizadas oficialmente y declaradas heréticas. En consecuencia, hace ya mucho que desapareció la mayor parte de sus enseñanzas. Y, pese a ello, mucho de lo que hoy sabemos de él procede de Irlanda. Uno de sus importantes comentarios de las Escrituras se conserva sólo en un antiguo manuscrito irlandés. Más material de Teodoro aparece en otros manuscritos irlandeses, que datan de los siglos VIII, lx y, en un caso, de las postrimerías del x, más de cuatrocientos años después de que Teodoro fuese condenado. Se ha sugerido que fue nada menos que san Colombano quien tradujo las obras de Teodoro y las trajo a Irlanda.
La manifestación más obvia de la influencia oriental, no romana, en la Iglesia celta fue el monaquismo irlandés. Al igual que la Iglesia de Egipto, la Iglesia celta no estaba organizada en torno a las diócesis, sino más bien en tomo a la abadía o monasterio. Tan grande era el prestigio de estas instituciones que al eclesiástico que en Irlanda llama- ban «abad mitrado» se le otorgaba una categoría oficial insólitamente elevada, una categoría que era igual, en la jerarquía eclesiástica, a la de un obispo. De hecho, no era nada raro que los abades irlandeses incluso tuvieran obispos bajo su jurisdicción.
Los monasterios irlandeses se organizaban siguiendo fielmente el modelo de los que había en Egipto, Siria y otras partes del mundo mediterráneo ajenas a la esfera de influencia de Roma. En muchos casos, el trazado físico y la distribución de la comunidad monástica eran idénticos. La «Regla de los Anacoretas» irlandesa se parece en esencia a las que gobernaban la práctica anacorética en Egipto, Siria y Tierra Santa. Y parece ser que, al igual que los del Oriente Medio, los monjes irlandeses, bajo los auspicios de la Iglesia celta, se casaban. Como hemos dicho, entre los siglos v y VII Irlanda fue un centro de saber y erudición. Con la posible excepción de Roma, no había en Europa ningún lugar comparable. A decir verdad, en muchos aspectos sólo Bizancio igualaba a Irlanda. En Irlanda, como en el Oriente Medio, el saber y la erudición eran parte integrante del sistema monástico, y las bibliotecas irlandesas pasaron a ser depositarias de material procedente de todo el mundo conocido. Durante los primeros años del siglo vii, los monasterios irlandeses ejercieron el monopolio virtual de la enseñanza del griego. También se estudiaban muchos autores paganos. La Iglesia celta no repudió la herencia cultural precristiana de la propia Irlanda. La tradición de los bardos, por ejemplo, encontró refugio en dicha Iglesia y se conservó gracias a ella. El propio san Colombano, después de hacerse monje, vivió y estudió con un bardo en Leinster. Más adelante se erigió en paladín de la causa de los bardos cuando sus escuelas y enseñanzas fueron atacadas.
Así pues, en su organización, en su empleo de ciertos textos, en muchos de sus aspectos externos, la Iglesia celta evitaba a la Iglesia de Roma y hacía las veces de repositorio de elementos de la tradición nazarea transmitidos desde Egipto, Siria y el Asia Menor. Pero, ¿cuál era su postura doctrinal? ¿Qué era en relación con Roma? ¿Era en verdad una forma de herejía que Roma, por los motivos que fuese, no se atrevía a estigmatizar abiertamente como tal? ¿Y qué base tenía la máxima del siglo vií según la cual «la Iglesia celta trae amor, mientras que la Iglesia de Roma trae la ley»?
En 664, el sínodo de Whitby disolvió efectivamente la Iglesia celta e Irlanda entró en el redil de Roma. En Whitby la Iglesia celta renunció a su última pretensión de autonomía e independencia. A partir de entonces, en Irlanda el cristianismo sería determinado y definido por Roma, y cualquier documento comprometedor seria destruido o secuestrado. Después de Whitby, Roma fue la única voz que habló de las diferencias que antes existían entre las dos iglesias.
Según esa voz oficial, las diferencias eran mínimas y fácilmente superables. Se dice que las dos iglesias diferían en la ceremonia de ordenación de los obispos, pues Roma exigía la presencia de, como mínimo, otros tres obispos, mientras que la Iglesia celta exigía uno sólo. La postura de la Iglesia celta era bastante lógica si se tienen en cuenta la dificultad de viajar por Irlanda en aquel tiempo y el hecho de que, de todos modos, el número de obispos que había en el país era reducido. Se dice que discrepaban en cuanto a los ciclos del calendario de acuerdo con los cuales se fijaba la Pascua de cada año. Se dice que no estaban de acuerdo en la forma de la tonsura clerical, ya que Roma insistía en una variante de la tonsura que conocemos hoy. Por su parte, los prelados de la Iglesia celta se afeitaban toda la parte frontal de la cabeza, desde las sienes hasta la mitad del cuero cabelludo, y dejaban el cabello largo colgando por detrás: la moderna imagen estereotipada del druida. Finalmente, se dice que discrepaban en lo referente a sutilezas técnicas relacionadas con el oficio del bautismo. Al parecer, la Iglesia celta consideraba que con una inmersión había suficiente, mientras que Roma exigía tres. Y Roma insistía en que el ritual se celebrara en una iglesia consagrada, lo cual no siempre era posible en Irlanda, ya que en aquel tiempo había relativamente pocas iglesias en el país y, además, tendían a estar congregadas en ciertas regiones.
Por triviales que parezcan, estos son los motivos de discrepancia entre las iglesias celta y de Roma que se suelen citar. Y, pese a ello, las dos iglesias eran tan diferentes en tantos otros aspectos importantísimos, que no podemos por menos que sospechar que habría algo más, algo que los cuatro motivos que hemos señalado se encargaron de ocultar a ojos de la posteridad.
En efecto, los comentaristas han dado muestra de una suspicacia comprensible. John McNeill, por ejemplo, afirma que el «... problema entre romanos y celtas era más profundo de lo que indica el intercambio de argumentos que consta en los anales» y concluye que el «... problema esencial era el de la autonomía eclesiástica celta contra la integración en el seno del sistema eclesiástico de Roma». De hecho, el problema esencial era todavía más profundo y de mayor alcance en sus consecuencias implícitas.
Un examen más atento de la Iglesia celta revela que su desviación de Roma era mucho mayor de lo que generalmente se reconoce o incluso se sabe. La Iglesia celta, por ejemplo, tenía su propio rito para la ordenación de los sacerdotes y este rito se diferenciaba notablemente del de Roma. Tenía su propia liturgia y su propia misa, y ambas cosas contenían elementos claramente orientales, no romanos. Incluso tenía su propia traducción de la Biblia, una traducción que Roma juzgaba inaceptable. En flagrante contravención del credo de Nicea, parece ser que la Iglesia celta glosaba constantemente la creencia en la Trinidad y, a veces, incluso la ponía en duda. Al parecer, más adelante los clérigos de la Iglesia celta siguieron a san Patricio en lo que se refiere a no considerar el nacimiento virginal. Y todavía en el año 754, casi un siglo después del sínodo de Whitby, el papa recibía quejas en el sentido de que los misioneros irlandeses «hacían caso omiso de los cánones de la Iglesia, rechazaban los escritos de los padres y despreciaban la auttodavía hay más. Para Roma el Antiguo Testamento se había oridad de los sínodos».
Pero hecho cada vez más incidental y la ley mosaica resultaba superflua; se creía que Jesús, efectivamente, había abogado dicha ley. En la Iglesia celta, el Antiguo Testamento continuaba gozando de la misma importanse decía que, siempre que san Patricio cia que el Nuevo. Y consagraba una iglesia, dejaba en ella tanto los Evangelios como un ejemplar de la ley mosaica. Ésta era propagada activamente como componente importante del cristianismo celta. La usura estaba prohibida, cosa que no ocurría en Roma. Las relaciones sexuales estaban prohibidas mientras la mujer tuviera la menstruación. A las mujeres se las consideraba sucias durante e inmediatamente después del parto. Las leyes sobre el matrimonio seguían estrictamente los principios del Antiguo Testamento.
Se observaba el sábado judaico. La Pascua judaica se celebraba oficialmente. La matanza de animales para comerlos se efectuaba de acuerdo con los requisitos judaicos. Y misales y otros documentos de la Iglesia celta que se conservan aparecen llenos de extractos de libros apócrifos judaicos y de otros textos que desde hacía tiempo estaban prohibidos rigurosamente por Roma. De hecho, tan marcada era la orientación judaica de la Iglesia celta que, según consta en los anales, fue acusada explícitamente de judaísmo, a la vez que a sus seguidores se les tachaba de judíos.
No hay nada raro en el hecho de que no se conserven documentos , cuando menos, no se haya permitido que salgan a la luz que indiquen que la Iglesia celta difería significativamente de Roma en su actitud ante Jesús. Obviamente, después del sínodo de Whitby, todos los documentos en ese sentido serían suprimidos o destruidos. Pero, dado el carácter judaico de la Iglesia celta, es razonable suponer que las actitudes ante Jesús eran, en el menor de los casos, extremada- mente discutibles a ojos de Roma. En casi todos los demás aspectos parece que la Iglesia celta era algo más que un simple repositorio del pensamiento nazareo, como lo era, por ejemplo, el cristianismo nestparecer, la Iglesia celta era nazarea, lo era de un modo más puro, menos diluido, que oriano. Al cualquier otra institución comparable de su época.
, Graqcias, Arqueofuturista, por tu respuesta, pero ¿realmente habrá sido tan incruento el paso de paganismo celta a cristianismo como dice la Iglesia?
Existe toda una rama del cristianismo que se denomina el "Celtic Christianism", y que reivindica la verdadera ortodoxia del Cristianismo, ya que allí el cristianismo en Irlanda jamás se convirtió en herejía sino que pretendió orientar la ortodoxia romana, sólo su apartamiento del centro político impidió que sus particularidades se convirtieran en ortodoxia. Hay que reconocer que el celtismo y el cristianismo se "fundieron" a la perfección, ¡del "paganismo" al cristinismo con cero mártires en Britania!. Las regiones más celtizadas fueron con bastante aproximación, las más rapidamente y fácilmente cristianizadas.
Creo que este tema no ha sido suficientemente estudiado, pero es como si las enseñanzas bíblicas no fueran algo completamente ajeno a esas gentes, incluso hay quien dice que la religión céltica en las islas británicas ya era en cierto modo "monoteísta".
También ha sido Irlanda y Gran Bretaña núcleos de expansión evangélica a través de los misioneros o su versión laica de los mercaderes, y que agotó las energías de Occidente en la aventura colonialista.
Incluso alguno podría pensar que habría sido de la ortodoxia cristiana, que estuvo literalmente al borde de la desaparición por las amenazas musulmanas, bizantinas y las herejías en el interior. Irlanda fue un foco de irradiación del cristianismo tanto espiritual como material en los momentos más delicados para la Iglesia de Roma.
El celtismo tiene esa doble faceta contradictoria, que sin embargo permite explicar mejor la historia antigua y moderna de Europa.
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