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Creo que deberíamos sentirnos afortunados de que exista gente que se tome tantas molestias para desmitificar al último folletín histórico de turno. Basta escribir la palabra “corocotta” en el buscador para darnos una idea de hasta qué punto se han tomado en serio esta labor. Tanta, que casi se diría que se trata de una cuestión personal, especialmente cuando abundan tanto los artículos dedicados a Aitor, Lelo y otras entrañables alucinaciones pseudohistóricas de turno, mucho más dignas (a mi entender) de desmitificación.
Tras tanta erudición, uno no puede por menos que preguntarse qué se desea demostrar exactamente cuando se habla de del cerdito Corocotta y cual puede ser la extraña conexión que se pretende establecer con el personaje que cita Dion Casio.
Centrándonos en el asunto del nombre Corocotta, todo esto me recuerda a lo sucedido recientemente en otro foro, en el que un tertuliano afirmaba que el nombre del río Deva ha de tener su origen, no en la raíz céltica deiwos, sino en el búlgaro deva, que, al parecer, significa “virgen”. La respuesta obvia a esto creo que puede ser extrapolable a este caso. Si a través de la epigrafía se documenta la existencia del antropónimo prerromano Corocuta, seguramente derivado, al igual que otros muchos, del celta coroc (“guerra, ejército”), y un historiador griego nos cita a un hispano vinculado al oficio de las armas llamado Corocotta... ¿Qué es lo que resulta más razonable pensar respecto a su nombre?.
Adolf Shulten, en su obra “Los cántabros y astures y su guerra con Roma”, dice textualmente: “El nombre Corocota podría identificarse con la hiena, que con el vocablo afrincano se llamó corocotta; pero más bien parece del céltico con la raíz –coroc, que se encuentra en los nombres Coruc-us, Coroc-aucus en Lusitania, donde existe también un Corocuta, que viene a ser lo mismo”.
Por tanto, venir ahora aportando unos datos que Shulten desestimó hace ya sesenta años, criticándolo y dando a entender que no ha tenido en cuenta esos datos tan “reveladores”, me parece algo totalmente fuera de lugar.
Como bien es sabido, la homofonía es un hecho extremadamente usual y me parece que este puede ser un buen ejemplo. Para dilucidar determinadas cuestiones considero que muchas veces tan solo basta aplicar el sentido común y analizar en qué ámbito lingüístico y geográfico nos movemos.
Eso mismo creo que se puede (o debe) hacer a la hora de hablar de la supuesta cantabricidad de Corocotta, cuestión que, por otra parte, me parece bastante intrascendente. Si sabemos que Augusto acude a Hispania en el 27 ó 26 a.C. con el objeto de dirigir personalmente la invasión de la antigua Cantabria, que a lo largo de su vida no participó en otras acciones bélicas en nuestra península, que su participación en la guerra cantábrica fue breve y que se centró en la campaña contra los cántabros realizada desde la Tarraconenese, no me parece descabellado situar esta anécdota citada por Dión en Cantabria. Efectivamente, Dión tan solo dice que Corocotta era un “bandolero ibero muy poderoso”. Pero, en muchas ocasiones, lo que se deduce de las fuentes no viene de lo que estas afirman formalmente, sino de analizar su contexto.
Evidentemente, todo esto no pasa de ser una suposición razonable. Pero en suposiciones razonables se basa el 95 por ciento de lo que sabemos (o creemos saber) sobre los pueblos de la protohistoria hispana. La metodología científica implica que no se ha de realizar ninguna afirmación si no existen pruebas suficientes como para hacerlo más allá de cualquier duda, pero esto es algo que muy pocas veces se puede hacer. Por el contrario, lo que se suele esperar es que éstas se realicen de una forma razonada dentro de un conjunto estructurado y lógico. El hecho de que se asuman como ciertas infinidad de cuestiones que no están suficientemente demostradas y que, al mismo tiempo, otras sena cuestionadas tan radicalmente, en mi opinión suele obedecer a filias y fobias personales.
Que de una cita anecdótica halla gente que pretenda sacar una epopeya es algo que responde a cuestiones como chauvinismos y orgullos patrios. Aplicar la ley del péndulo y atacar indiscriminadamente a todo sobre lo que se pretende fundamentar determinados mitos historiográficos modernos no denota una actitud crítica, ni una búsqueda de la verdad, tan solo un deseo de llevar la contraria; algo que no es más que trasladar al campo del conocimiento histórico el principio de Newton según el cual para contrarrestar una fuerza es necesario aplicar otra de igual intensidad y sentido contrario.
Tal y como está el patio, no es de extrañar que, tras las mitificaciones franquistas, haya gente que diga que la batalla de Covadonga es una invención y no falte quien afirme que nunca existió una invasión árabe en España.
En definitiva, me parece que, una vez más, el deseo de desmitificar acaba creando sus propios mitos. De ese “valiente español que se enfrenta solo a un imperio” se pasa a hablar de un Curro Jiménez bereber, apodado “la hiena”, tan avaricioso que él mismo acude a cobrar su recompensa y que finalmente sirve de fuente de inspiración para el testamento cómico de un gorrino. Como suele ser habitual, al final cada cual acaba montándose su propia película, acorde con sus gustos personales.
El objetivo de un foro de debate es intercambiar opiniones, no el de juzgar a nadie. No ha sido mi intención atacarla personalmente y mucho menos acusarle de nada. Si ha sido tan sagaz como para darse cuenta de mis faltas de ortografía, también habrá podido darse cuenta de que he usado en todo momento la tercera persona del plural y no la he citado a usted en ningún momento. Sus opiniones respecto al libro del señor Lorenzo son muy respetables y seguramente no difieran demasiado de las mías. Si usted quiere criticar esa obra, hágalo libremente, porque le puedo asegurar que tiene motivos sobrados para hacerlo y que esa matización sobre lo de los soldurii (algo que yo también sabía y que el señor Lorenzo también debería conocer, pues es algo que se explica sobradamente en el libro de Eduardo Peralta que cita como referencia bibliográfica) es una nimiedad en comparación con lo que se va a encontrar si lo lee. Yo no pretendía erigirme “defensor” de esa obra (si relee mi mensaje, verá que me he referido a ella como “folletín histórico”), así que, por favor, no me dé la razón cuando reflexioné sobre los excesos de aplicar la ley del péndulo: dos negaciones no tienen por qué ser una afirmación. El hecho de que yo cuestione tangencialmente su actitud cuando critica algo no significa que esté defendiendo a ese algo.
Respecto a las “filias y fobias personales”, me refería a los gustos que todos tenemos hacia personajes, culturas o hechos históricos (en esta caso, hacia Corocotta), no hacia escritores modernos. Desconozco qué clase de relación personal tiene con el señor Lorenzo (si es que tiene alguna) y tampoco es de mi incumbencia. Comprenderá entonces que, si no estoy defendiendo al señor Lorenzo de ningún ataque, tampoco puedo acusarla de ningún supuesto intento de dañarle con un ataque inexistente.
En lo que tampoco coincidimos es en lo que es un “alarde de erudición” y lo que es una “contextualización histórica”. Citando ese pasaje humorístico usted no ha probado que el nombre del cerdito sea de origen africano. Y, aunque lo hubiera hecho, resultaría irrelevante para el caso que nos ocupa, pues tampoco ha demostrado ninguna conexión entre el bandolero que cita Dión y el cerdito de marras. Ni entre la hiena y el bandolero. La única conexión demostrada entre una hiena africana, el jefe de una banda de guerreros hispano y ese cerdito es que comparten el mismo nombre, algo que, como ya dije, puede deberse a simple coincidencia. Y, de nuevo, volvemos a lo mismo: si sabemos que en Italia se utiliza “Luca” como nombre de persona y leemos un texto en el que se cita a un italiano llamado Luca, ¿es necesario ir a buscar nombres de animal en lengua Tamazight parecidos con el objeto de encontrar un supuesto mote que releve un origen étnico norteafricano?.
Lo que si ha quedado bastante claro (al menos para mí) es que, según sus propias palabras, la finalidad de todo ello no era otra que el de “probar que Corocotta era un nombre cómico” y, por tanto, por extensión, ridiculizar la figura de ese “ladrón norteafricano” que, al parecer, por alguna desconocida razón, se encontraba EN Iberia. Algo que no es muy científico, se ponga como se ponga, y que entra dentro del campo de lo propagandístico.
Tampoco es un ejercicio de contextualización la forma en que cita a Shulten, al ocultar que éste ya estaba al corriente de la existencia de ese nombre africano y olvidándosele citar las razones por las que decidió desestimarlo el autor de una selección de fuentes que seguramente usted habrá utilizado desde sus días de facultad.
Y por último, tampoco está muy contextualizada una respuesta escrita en plan “tú di lo que quieras, que yo te responderé lo que me de la gana”. Ni entra dentro de la alternancia entre tesis y antítesis que fundamenta un debate. Y, por favor, no me acuse de establecer juicios temerarios y falsos, porque me parece que quien lo ha hecho es usted y no yo.
Releyendo mi mensaje anterior me veo obligado a matizarlo, para no ofender a nadie más sin ser mi intención. Cuando me referí a la novela “El Último Soldurio” como “folletín histórico” no era con ánimo despectivo. Con ello, quería decir que se trata de una novela que entra dentro de un género, hoy en desuso, que se puede definir como “de aventuras con ambientación histórica”, género que me parece muy respetable, pero entre cuyos objetivos no entra el ser una trabajo científico.
Cuando dije que no pretendía ser el “defensor” de esa obra, me refería a nivel de su historicidad (lo que es relevante en un foro de historia), pues considero que tiene muchos fallos de ese tipo. Otra cuestión aparte supone su calidad literaria, pues creo que no se ha de confundir la Historia (con mayúsculas, es decir, hechos históricos y ambientación) con la historia (la que relata la novela). Y otra cuestión aun más importante que considero fundamental, es el reconocimiento al esfuerzo que toda obra de estas características supone.
Hablando sin tapujos, sí me considero firme defensor del señor Lorenzo cuando se desarrolla una actitud crítica hacia su trabajo a causa de su temática. Soy cántabro y llevo 15 años realizando toda clase de actividades relacionadas con la cultura y tradición de mi tierra y, sinceramente, he acabado un poco saturado de ciertas cosas. Una de ellas es el tener que explicar 100.000 veces que no soy nacionalista, ni pretendo hacer apología del nacionalismo con lo que hago. Si un andaluz excava un yacimiento ibérico, nadie le dirá nada (ni tiene por qué), pero si participas en la excavación de un castro de la Edad del Hierro en Cantabria siempre te encontrarás en el filo de la navaja y tendrás que escuchar determinados tipos de comentarios. Y, sin embargo, nuestra historia es tan española como cualquier otra.
Tal vez esté pecando de suspicacia, pero no me parece normal que, de buenas a primeras, en una entrevista televisada, al autor de una novela se le pregunten ciertas cosas. Tampoco me parece una actitud normal la que me he encontrado aquí.
Como ya he dicho, hay mucha gente que ha creado una imagen extremadamente idealizada de la figura de Corocotta, pero eso no significa que no se pueda escribir una novela sobre él sin que te echen a los perros. En mi caso, agradezco el interés que el autor demuestra en la historia de mi tierra (creo que es madrileño) y le deseo el mejor de los éxitos con su novela.
Aunque tal vez a deshora (por cuestiones laborales, no he podido consultar el foro antes), voy a matizar un par de puntos.
En primer lugar, yo no echo balones fuera. Sencillamente, me gusta realizar matizaciones para evitar equívocos, de forma que determinadas personas no vean ataques personales donde no hay ninguna voluntad de ofender. Tarea que ahora veo resulta inútil en el caso de la señora Canto (no en el del señor Lorenzo), pues, al parecer, necesita recurrir al victimismo para poder justificar su postura. Y también a poner en mi boca palabras que nunca he dicho.
En segundo lugar, ya he explicado dos veces que dos negaciones no son una afirmación y que por el hecho de que yo cuestione una crítica hacia a alguien o a algo, no significa que defienda incondicionalmente a ese alguien o a ese algo. En este último caso, no lo hago con el señor Schulten. Simplemente no me parecen justas determinadas críticas vertidas hacia su persona (y a su trabajo), especialmente porque entran dentro de lo personal y se salen de lo científico. Por ejemplo, puestos a criticar a hispanistas de los años 40, 50 y 60 (es decir, durante la dictadura franquista) por su exacerbado nacionalismo español, a mí se me ocurren unos cuantos nombres además de Schulten. Tampoco me parece una actitud exenta de malicia el destacar los fracasos de un investigador (en este caso, Tartesos) y no sus logros (por ejemplo, Numancia) en este caso como arqueólogo. Ni resaltar su afición hacia el vino, que es lo mismo que llamarle directamente borracho.
Respecto a los vicios generados por sus Fontes, habría que culpar de ello a los investigadores que han hecho un mal uso de ellas, no a sus artífices que, evidentemente, conocían las fuentes en su totalidad cuando hicieron esa selección y, por tanto, no pudieron caer en el error de la descontextualización.
En definitiva, me fastidia bastante un debate en el que la otra persona es incapaz de establecer una argumentación si caer en un constante maniqueísmo o, lo que es lo mismo, un constante y simplificador antagonismo entre “blanco o negro”. Por lo demás, coincido con Saelio en que el debate está agotado... y a ver si nos vemos este verano en Castilnegro.
Y, por último, si Corcontas tuviese la bondad de escribirme a mi correo personal, quisiera comentarle algo en privado.
A mí me pasa lo mismo. Lo que siento es algo contradictorio: me alegra que un tema sobre la historia de nuestra tierra tenga tanta repercusión, pero, al mismo tiempo, creo que es una lástima que lo tocante a la documentación histórica sea tan mejorable. Entiendo que un escritor sacrifique esto en función de cuestiones narrativas o dramáticas, pero hay cosas que no cuesta nada cuidar. Un detalle, por ejemplo, es la onomástica: con más de 160 nombres indígenas documentados a través de la epigrafía de época romana en el territorio de la antigua Cantabria, creo que no es necesario inventarse otros nuevos y fantásticos.
En todo caso, siendo realistas, destacar este tipo de fallos en la historicidad, teniendo en cuenta como anda el patio, es decir, viendo las carteleras de cine y las estanterías de las librerías... al menos se nota que, mejor o peor, se ha tomado la molestia de documentarse. Llevarse las manos a la cabeza por ciertos errores de esta novela y no criticar las otras novecientas novelas históricas que editan cada año, me parece bastante interesado.
En todo caso, espero ansioso a que algún investigador de renombre publique de una vez un artículo científico sobre el ladrón bereber Corocotta y destierre al olvido a esta invención de Schulten, perpetuada por Echegaray, Peralta y otros indocumentados. Eso es algo que nuestros ojos verán algún día., espero.
Biblioteca: El testamento del cerdito Corocotta
Creo que deberíamos sentirnos afortunados de que exista gente que se tome tantas molestias para desmitificar al último folletín histórico de turno. Basta escribir la palabra “corocotta” en el buscador para darnos una idea de hasta qué punto se han tomado en serio esta labor. Tanta, que casi se diría que se trata de una cuestión personal, especialmente cuando abundan tanto los artículos dedicados a Aitor, Lelo y otras entrañables alucinaciones pseudohistóricas de turno, mucho más dignas (a mi entender) de desmitificación.
Tras tanta erudición, uno no puede por menos que preguntarse qué se desea demostrar exactamente cuando se habla de del cerdito Corocotta y cual puede ser la extraña conexión que se pretende establecer con el personaje que cita Dion Casio.
Centrándonos en el asunto del nombre Corocotta, todo esto me recuerda a lo sucedido recientemente en otro foro, en el que un tertuliano afirmaba que el nombre del río Deva ha de tener su origen, no en la raíz céltica deiwos, sino en el búlgaro deva, que, al parecer, significa “virgen”. La respuesta obvia a esto creo que puede ser extrapolable a este caso. Si a través de la epigrafía se documenta la existencia del antropónimo prerromano Corocuta, seguramente derivado, al igual que otros muchos, del celta coroc (“guerra, ejército”), y un historiador griego nos cita a un hispano vinculado al oficio de las armas llamado Corocotta... ¿Qué es lo que resulta más razonable pensar respecto a su nombre?.
Adolf Shulten, en su obra “Los cántabros y astures y su guerra con Roma”, dice textualmente: “El nombre Corocota podría identificarse con la hiena, que con el vocablo afrincano se llamó corocotta; pero más bien parece del céltico con la raíz –coroc, que se encuentra en los nombres Coruc-us, Coroc-aucus en Lusitania, donde existe también un Corocuta, que viene a ser lo mismo”.
Por tanto, venir ahora aportando unos datos que Shulten desestimó hace ya sesenta años, criticándolo y dando a entender que no ha tenido en cuenta esos datos tan “reveladores”, me parece algo totalmente fuera de lugar.
Como bien es sabido, la homofonía es un hecho extremadamente usual y me parece que este puede ser un buen ejemplo. Para dilucidar determinadas cuestiones considero que muchas veces tan solo basta aplicar el sentido común y analizar en qué ámbito lingüístico y geográfico nos movemos.
Eso mismo creo que se puede (o debe) hacer a la hora de hablar de la supuesta cantabricidad de Corocotta, cuestión que, por otra parte, me parece bastante intrascendente. Si sabemos que Augusto acude a Hispania en el 27 ó 26 a.C. con el objeto de dirigir personalmente la invasión de la antigua Cantabria, que a lo largo de su vida no participó en otras acciones bélicas en nuestra península, que su participación en la guerra cantábrica fue breve y que se centró en la campaña contra los cántabros realizada desde la Tarraconenese, no me parece descabellado situar esta anécdota citada por Dión en Cantabria. Efectivamente, Dión tan solo dice que Corocotta era un “bandolero ibero muy poderoso”. Pero, en muchas ocasiones, lo que se deduce de las fuentes no viene de lo que estas afirman formalmente, sino de analizar su contexto.
Evidentemente, todo esto no pasa de ser una suposición razonable. Pero en suposiciones razonables se basa el 95 por ciento de lo que sabemos (o creemos saber) sobre los pueblos de la protohistoria hispana. La metodología científica implica que no se ha de realizar ninguna afirmación si no existen pruebas suficientes como para hacerlo más allá de cualquier duda, pero esto es algo que muy pocas veces se puede hacer. Por el contrario, lo que se suele esperar es que éstas se realicen de una forma razonada dentro de un conjunto estructurado y lógico. El hecho de que se asuman como ciertas infinidad de cuestiones que no están suficientemente demostradas y que, al mismo tiempo, otras sena cuestionadas tan radicalmente, en mi opinión suele obedecer a filias y fobias personales.
Que de una cita anecdótica halla gente que pretenda sacar una epopeya es algo que responde a cuestiones como chauvinismos y orgullos patrios. Aplicar la ley del péndulo y atacar indiscriminadamente a todo sobre lo que se pretende fundamentar determinados mitos historiográficos modernos no denota una actitud crítica, ni una búsqueda de la verdad, tan solo un deseo de llevar la contraria; algo que no es más que trasladar al campo del conocimiento histórico el principio de Newton según el cual para contrarrestar una fuerza es necesario aplicar otra de igual intensidad y sentido contrario.
Tal y como está el patio, no es de extrañar que, tras las mitificaciones franquistas, haya gente que diga que la batalla de Covadonga es una invención y no falte quien afirme que nunca existió una invasión árabe en España.
En definitiva, me parece que, una vez más, el deseo de desmitificar acaba creando sus propios mitos. De ese “valiente español que se enfrenta solo a un imperio” se pasa a hablar de un Curro Jiménez bereber, apodado “la hiena”, tan avaricioso que él mismo acude a cobrar su recompensa y que finalmente sirve de fuente de inspiración para el testamento cómico de un gorrino. Como suele ser habitual, al final cada cual acaba montándose su propia película, acorde con sus gustos personales.
Biblioteca: El testamento del cerdito Corocotta
Vamos a ver: ante todo tranquilidad.
El objetivo de un foro de debate es intercambiar opiniones, no el de juzgar a nadie. No ha sido mi intención atacarla personalmente y mucho menos acusarle de nada. Si ha sido tan sagaz como para darse cuenta de mis faltas de ortografía, también habrá podido darse cuenta de que he usado en todo momento la tercera persona del plural y no la he citado a usted en ningún momento. Sus opiniones respecto al libro del señor Lorenzo son muy respetables y seguramente no difieran demasiado de las mías. Si usted quiere criticar esa obra, hágalo libremente, porque le puedo asegurar que tiene motivos sobrados para hacerlo y que esa matización sobre lo de los soldurii (algo que yo también sabía y que el señor Lorenzo también debería conocer, pues es algo que se explica sobradamente en el libro de Eduardo Peralta que cita como referencia bibliográfica) es una nimiedad en comparación con lo que se va a encontrar si lo lee. Yo no pretendía erigirme “defensor” de esa obra (si relee mi mensaje, verá que me he referido a ella como “folletín histórico”), así que, por favor, no me dé la razón cuando reflexioné sobre los excesos de aplicar la ley del péndulo: dos negaciones no tienen por qué ser una afirmación. El hecho de que yo cuestione tangencialmente su actitud cuando critica algo no significa que esté defendiendo a ese algo.
Respecto a las “filias y fobias personales”, me refería a los gustos que todos tenemos hacia personajes, culturas o hechos históricos (en esta caso, hacia Corocotta), no hacia escritores modernos. Desconozco qué clase de relación personal tiene con el señor Lorenzo (si es que tiene alguna) y tampoco es de mi incumbencia. Comprenderá entonces que, si no estoy defendiendo al señor Lorenzo de ningún ataque, tampoco puedo acusarla de ningún supuesto intento de dañarle con un ataque inexistente.
En lo que tampoco coincidimos es en lo que es un “alarde de erudición” y lo que es una “contextualización histórica”. Citando ese pasaje humorístico usted no ha probado que el nombre del cerdito sea de origen africano. Y, aunque lo hubiera hecho, resultaría irrelevante para el caso que nos ocupa, pues tampoco ha demostrado ninguna conexión entre el bandolero que cita Dión y el cerdito de marras. Ni entre la hiena y el bandolero. La única conexión demostrada entre una hiena africana, el jefe de una banda de guerreros hispano y ese cerdito es que comparten el mismo nombre, algo que, como ya dije, puede deberse a simple coincidencia. Y, de nuevo, volvemos a lo mismo: si sabemos que en Italia se utiliza “Luca” como nombre de persona y leemos un texto en el que se cita a un italiano llamado Luca, ¿es necesario ir a buscar nombres de animal en lengua Tamazight parecidos con el objeto de encontrar un supuesto mote que releve un origen étnico norteafricano?.
Lo que si ha quedado bastante claro (al menos para mí) es que, según sus propias palabras, la finalidad de todo ello no era otra que el de “probar que Corocotta era un nombre cómico” y, por tanto, por extensión, ridiculizar la figura de ese “ladrón norteafricano” que, al parecer, por alguna desconocida razón, se encontraba EN Iberia. Algo que no es muy científico, se ponga como se ponga, y que entra dentro del campo de lo propagandístico.
Tampoco es un ejercicio de contextualización la forma en que cita a Shulten, al ocultar que éste ya estaba al corriente de la existencia de ese nombre africano y olvidándosele citar las razones por las que decidió desestimarlo el autor de una selección de fuentes que seguramente usted habrá utilizado desde sus días de facultad.
Y por último, tampoco está muy contextualizada una respuesta escrita en plan “tú di lo que quieras, que yo te responderé lo que me de la gana”. Ni entra dentro de la alternancia entre tesis y antítesis que fundamenta un debate. Y, por favor, no me acuse de establecer juicios temerarios y falsos, porque me parece que quien lo ha hecho es usted y no yo.
Un saludo.
Biblioteca: El testamento del cerdito Corocotta
Releyendo mi mensaje anterior me veo obligado a matizarlo, para no ofender a nadie más sin ser mi intención. Cuando me referí a la novela “El Último Soldurio” como “folletín histórico” no era con ánimo despectivo. Con ello, quería decir que se trata de una novela que entra dentro de un género, hoy en desuso, que se puede definir como “de aventuras con ambientación histórica”, género que me parece muy respetable, pero entre cuyos objetivos no entra el ser una trabajo científico.
Cuando dije que no pretendía ser el “defensor” de esa obra, me refería a nivel de su historicidad (lo que es relevante en un foro de historia), pues considero que tiene muchos fallos de ese tipo. Otra cuestión aparte supone su calidad literaria, pues creo que no se ha de confundir la Historia (con mayúsculas, es decir, hechos históricos y ambientación) con la historia (la que relata la novela). Y otra cuestión aun más importante que considero fundamental, es el reconocimiento al esfuerzo que toda obra de estas características supone.
Hablando sin tapujos, sí me considero firme defensor del señor Lorenzo cuando se desarrolla una actitud crítica hacia su trabajo a causa de su temática. Soy cántabro y llevo 15 años realizando toda clase de actividades relacionadas con la cultura y tradición de mi tierra y, sinceramente, he acabado un poco saturado de ciertas cosas. Una de ellas es el tener que explicar 100.000 veces que no soy nacionalista, ni pretendo hacer apología del nacionalismo con lo que hago. Si un andaluz excava un yacimiento ibérico, nadie le dirá nada (ni tiene por qué), pero si participas en la excavación de un castro de la Edad del Hierro en Cantabria siempre te encontrarás en el filo de la navaja y tendrás que escuchar determinados tipos de comentarios. Y, sin embargo, nuestra historia es tan española como cualquier otra.
Tal vez esté pecando de suspicacia, pero no me parece normal que, de buenas a primeras, en una entrevista televisada, al autor de una novela se le pregunten ciertas cosas. Tampoco me parece una actitud normal la que me he encontrado aquí.
Como ya he dicho, hay mucha gente que ha creado una imagen extremadamente idealizada de la figura de Corocotta, pero eso no significa que no se pueda escribir una novela sobre él sin que te echen a los perros. En mi caso, agradezco el interés que el autor demuestra en la historia de mi tierra (creo que es madrileño) y le deseo el mejor de los éxitos con su novela.
Un saludo,
Biblioteca: El testamento del cerdito Corocotta
Aunque tal vez a deshora (por cuestiones laborales, no he podido consultar el foro antes), voy a matizar un par de puntos.
En primer lugar, yo no echo balones fuera. Sencillamente, me gusta realizar matizaciones para evitar equívocos, de forma que determinadas personas no vean ataques personales donde no hay ninguna voluntad de ofender. Tarea que ahora veo resulta inútil en el caso de la señora Canto (no en el del señor Lorenzo), pues, al parecer, necesita recurrir al victimismo para poder justificar su postura. Y también a poner en mi boca palabras que nunca he dicho.
En segundo lugar, ya he explicado dos veces que dos negaciones no son una afirmación y que por el hecho de que yo cuestione una crítica hacia a alguien o a algo, no significa que defienda incondicionalmente a ese alguien o a ese algo. En este último caso, no lo hago con el señor Schulten. Simplemente no me parecen justas determinadas críticas vertidas hacia su persona (y a su trabajo), especialmente porque entran dentro de lo personal y se salen de lo científico. Por ejemplo, puestos a criticar a hispanistas de los años 40, 50 y 60 (es decir, durante la dictadura franquista) por su exacerbado nacionalismo español, a mí se me ocurren unos cuantos nombres además de Schulten. Tampoco me parece una actitud exenta de malicia el destacar los fracasos de un investigador (en este caso, Tartesos) y no sus logros (por ejemplo, Numancia) en este caso como arqueólogo. Ni resaltar su afición hacia el vino, que es lo mismo que llamarle directamente borracho.
Respecto a los vicios generados por sus Fontes, habría que culpar de ello a los investigadores que han hecho un mal uso de ellas, no a sus artífices que, evidentemente, conocían las fuentes en su totalidad cuando hicieron esa selección y, por tanto, no pudieron caer en el error de la descontextualización.
En definitiva, me fastidia bastante un debate en el que la otra persona es incapaz de establecer una argumentación si caer en un constante maniqueísmo o, lo que es lo mismo, un constante y simplificador antagonismo entre “blanco o negro”. Por lo demás, coincido con Saelio en que el debate está agotado... y a ver si nos vemos este verano en Castilnegro.
Y, por último, si Corcontas tuviese la bondad de escribirme a mi correo personal, quisiera comentarle algo en privado.
senaicos@yahoo.es
Biblioteca: El testamento del cerdito Corocotta
A mí me pasa lo mismo. Lo que siento es algo contradictorio: me alegra que un tema sobre la historia de nuestra tierra tenga tanta repercusión, pero, al mismo tiempo, creo que es una lástima que lo tocante a la documentación histórica sea tan mejorable. Entiendo que un escritor sacrifique esto en función de cuestiones narrativas o dramáticas, pero hay cosas que no cuesta nada cuidar. Un detalle, por ejemplo, es la onomástica: con más de 160 nombres indígenas documentados a través de la epigrafía de época romana en el territorio de la antigua Cantabria, creo que no es necesario inventarse otros nuevos y fantásticos.
En todo caso, siendo realistas, destacar este tipo de fallos en la historicidad, teniendo en cuenta como anda el patio, es decir, viendo las carteleras de cine y las estanterías de las librerías... al menos se nota que, mejor o peor, se ha tomado la molestia de documentarse. Llevarse las manos a la cabeza por ciertos errores de esta novela y no criticar las otras novecientas novelas históricas que editan cada año, me parece bastante interesado.
En todo caso, espero ansioso a que algún investigador de renombre publique de una vez un artículo científico sobre el ladrón bereber Corocotta y destierre al olvido a esta invención de Schulten, perpetuada por Echegaray, Peralta y otros indocumentados. Eso es algo que nuestros ojos verán algún día., espero.
Un saludo,
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