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Estimados amigos, es un placer poder entablar una discusión racional y razonable con vosotros, lo cual es extraño en un foro de internet y es algo que me complace.
Por lo demás, estoy realmente interesado en las opiniones que mi artículo ha suscitado y es correcto que en mi primera exposición, no he aclarado ni concretado datos con mayor profundidad porque no quería extenderme demasiado, si bien, lo haré con más detalle y, si me lo permiten mi memoria y mis documentos, con mayor discernimiento.
En primer lugar, quisiera matizar que la intencionalidad de mi opinión es totalmente ajena a cualquier tipo de lectura político-ideológica, simplemente trato de aportar una opinión más que, como os demostraré, está cimentada y soportada por datos precisos y concretos.
Para empezar, la cuestión del Celtismo Gallego que nos ocupa, comenzó a germinarse como otros muchos ideales, durante la corriente romántica que embriagó a no pocos intelectuales del siglo XIX, entre ellos a varios gallegos. Con anterioridad, la tradición popular, hablaba no de Celtas, sino de “mouros” y demás seres de ultratumba que habitaban o habían habitado ciertos lugares como castros, mámoas y demás, adjudicándoles (a tales seres) en muchos casos, su construcción (cuantas mámoas se conocen como forno, arca etc dos “mouros”). El primero de los intelectuales que adopta la concepción celtista del Castrexo es el intelectual Compostelano José Verea y Aguiar en su “Historia de Galicia” publicado en 1838, le seguirán más tarde Martínez Padín (1848) y sobre todo Viceto (1865), en cuya historia se pueden encontrar invenciones surrealistas y totalmente arbitrarias. Afortunadamente en el país vecino, Portugal, aparece la figura del padre Sarmento, auténtico pionero de los estudios arqueológicos referentes al ámbito Castrexo y primer investigador serio que tras las excavaciones iniciadas en 1875 en el castro Portugués de Briteiros (cuyos resultados asombraron a la intelectualidad de media Europa en su momento), y con datos empíricos en las manos fue el primero que se postuló en contra del origen Céltico del Castrexo. Es curioso que Sarmento, después de investigar en otros asentamientos, como el de Sabroso, abandonase las posturas pro-célticas al encontrar más semejanzas en las decoraciones de dichos asentamientos con las de Mecenas (publicadas en aquellos años) que con las de los pueblos pertenecientes a la comunidad lingüística Celta.¿Será que nuestros antepasados tuvieron sus primeros contactos y por lo tanto sus primeras influencias procedentes del mundo Mediterráneo antes que del mundo Céltico?. Una cuestión muy a tener en cuanta para abordar una revisión de este tema sobre el que hablamos. Para finalizar, señalar que la gran biblia del celtismo gallego, es sin duda la gran y hermosa obra de López cuevillas “La Civilización Céltica de Galicia” (1953), de la que muchos aspectos fueron ya exhaustivamente revisados y superados. Es necesario hacer hincapié, que fue tanta la fervorosidad, casi religiosa diría yo, con la que se buscó esa raíz Celta que alimentase la idea de un gran pasado Gallego, que no faltaron autores que en su demencia alucinatoria hasta llegaron a relacionar los monumentos megalíticos con ella (cosa que es totalmente inadmisible ya que corresponden a un período en el que ni siquiera el nombre de Celta existía en Europa). Así estaba la cosa.
Afortunadamente con la creación de institutos de estudios especializados, como el “Padre Sarmiento” o el “Seminario de Estudios Galegos”, se inicia una nueva fase de investigación Se excavan numerosos asentamientos y comienza a forjarse la idea entre los investigadores de que los primitivos pobladores del bronce tardío, ante el aumento de la temperatura ambiental propiciada por la entrada en un período de clima subatlántico (totalmente demostrado por la arqueología) y el consiguiente aumento de la densidad de la vegetación les obligó a ocupar altozanos, más sencillos de colonizar que una impenetrable boscosidad que les hubiese obligado a un esfuerzo deforestador demasiado importante para sus rudimentarios útiles. (Los pueblos Célticos, por ejemplo conocían y utilizaban el hierro en sus herramientas, los Castrexos, no generalizaron el uso de este metal en sus aperos hasta la llegada de los Romanos, primer apunte interesante, la escasez de útiles de hierro anteriores a la romanización es evidente).
Como ya mencioné en el artículo anterior, es innegable una influencia del Hallstatt en ciertos útiles, pero es innegable que incluso en los estratos más antiguos, aparecen también elementos muy mediterráneos (los primeros posiblemente de Tartessos y después, por este orden cronológico, púnicos y griegos), claros ejemplos son, el fragmento de aríbalo del castro de Neixón, cerámicas pintadas de Gadir en el castro de Lanzada, cerámicas griegas granates en los castros de Facha y Fozara, fíbulas como las de Alobre y Castromao, monedas de Castro Lupario, ánforas de Romariz y un largo etc. Datadas éstas formas materiales en torno al siglo V-IV a,C. (tirando a la baja), es decir, en los orígenes del propio Castrexo. ¿Qué nos indica?, que nuestros antepasados no mantenían un aislamiento total del resto del mundo y que recibían influencias de las dos Culturas más importantes del momento, la Céltica Atlántica y la Mediterránea. Pero ello no quiere decir que sus orígenes fuesen ni unos ni otros. Más bien que desarrollaron una fórmula cultural (que nadie se atrevería a llamar civilización, sino más bien Cultura) propia a través de las influencias que les fueron llegando desde las islas Británicas y la Bretaña Francesa y de las potencias navales mediterráneas. En la orfebrería las formas autóctonas son más evidentes y más alejadas de las fórmulas Hallstatticas o de La Tene, las arracadas sobre todo, de las que se han encontrado un buen número, y los pendientes (remates triangulares, granulados, filigranas), tienden a establecer más puentes de semejanza con una creación propia de relativas influencias romanizadoras (cabe señalar que fue bajo la dominación romana cuando la orfebrería alcanzó su punto álgido), que con las elaboradas por nuestros vecinos europeos pertenecientes a las Comunidades lingüísticas Celtas. Por otro lado, la extensión de los asentamientos (la mayoría apenas superan las 2 hectáreas), nos hablan de una organización social de carácter familiar de marcado carácter endógeno y no organizada en grupos de clanes como es habitual en otros pueblos propiamente llamados Celtas, en los que existe una clara jerarquización clasista de nobles y magistrados (los famosos Vergobretos) con una amplia corte de clientes a su alrededor. También hay que señalar que toda la denominación de pupulus que conocemos en la actualidad (Brigantinos, arrotrebas o ártabros, nerios, lapatiencos…) es parte ya atribuible a la historiografía Romana (por ejemplo las divisiones realizada por Plinio en el 70 d.C.), por lo que esos nombres y esa denominación nada tienen que ver en realidad con agrupaciones tribales que se pudiesen haber formado en la etapa Castrexa prerromana. Además, el principal momento de florecimiento de los castros más grandes como Santa Tecla o San Cibrao, corresponden ya a la etapa tardía del Castrexo y su progresiva Romanización, en la que significativamente los castros fueron ampliados y magnificadas sus estructuras defensivas (algo sólo lógico cuando lo entendemos en función de prestigio=grandes estructuras) que los Romanos permitieron desarrollar.
Que decir también de la tradición druídica, tan propia de las sociedades de los pueblos Célticos. Quién diga que en Galicia hubo algo, tan siquiera remotamente parecido, elucubra gratuitamente sobre algo que se puede negar de forma taxativa (ni los historiadores romanos lo mencionan), tampoco es cuestión de tomarse al pié de la letra a Estrabón cuando dice que los Castrexos eran ateos, pero las dos únicas estructuras que podríamos relacionar con lal gún tipo de culto serían la casa del ídolo fálico en Elviña y otra de similares características en Portugal. El ara de Cosus de la que se tiene constancia en Brandomil es del período Romano y igual que las demás aras aparecidas. Lo cual nos hace pensar no en un ateísmo completo, sino en una relativamente escasa importancia del culto para los antiguos pobladores de los castros. Además de las suposiciones de que con las Legiones Romanas viniesen elementos procedentes de los pueblos que conocemos como celtas, es un dato historiográfico romano que habla de unos elementos Túrdulos que desde la desembocadura del Guadiana se perdieron por el Norte, hasta ahí, vale, pero de eso a decir que la civilización Castrexa es celta es mucho decir, y utilizo el tan renombrado tópicazo: a las pruebas me remito, a las arqueológicas, claro. Termino (que si no voy a acabar escribiendo un libro), que sólo tras la llegada de los Romanos empezaron a aprender a escribir y toda la epigrafía que ha llegado hasta nosotros es Galaico Romana. Espero vuestras opiniones, un saludo.
Biblioteca: Sobre el Celtismo Gallego
Estimados amigos, es un placer poder entablar una discusión racional y razonable con vosotros, lo cual es extraño en un foro de internet y es algo que me complace.
Por lo demás, estoy realmente interesado en las opiniones que mi artículo ha suscitado y es correcto que en mi primera exposición, no he aclarado ni concretado datos con mayor profundidad porque no quería extenderme demasiado, si bien, lo haré con más detalle y, si me lo permiten mi memoria y mis documentos, con mayor discernimiento.
En primer lugar, quisiera matizar que la intencionalidad de mi opinión es totalmente ajena a cualquier tipo de lectura político-ideológica, simplemente trato de aportar una opinión más que, como os demostraré, está cimentada y soportada por datos precisos y concretos.
Para empezar, la cuestión del Celtismo Gallego que nos ocupa, comenzó a germinarse como otros muchos ideales, durante la corriente romántica que embriagó a no pocos intelectuales del siglo XIX, entre ellos a varios gallegos. Con anterioridad, la tradición popular, hablaba no de Celtas, sino de “mouros” y demás seres de ultratumba que habitaban o habían habitado ciertos lugares como castros, mámoas y demás, adjudicándoles (a tales seres) en muchos casos, su construcción (cuantas mámoas se conocen como forno, arca etc dos “mouros”). El primero de los intelectuales que adopta la concepción celtista del Castrexo es el intelectual Compostelano José Verea y Aguiar en su “Historia de Galicia” publicado en 1838, le seguirán más tarde Martínez Padín (1848) y sobre todo Viceto (1865), en cuya historia se pueden encontrar invenciones surrealistas y totalmente arbitrarias. Afortunadamente en el país vecino, Portugal, aparece la figura del padre Sarmento, auténtico pionero de los estudios arqueológicos referentes al ámbito Castrexo y primer investigador serio que tras las excavaciones iniciadas en 1875 en el castro Portugués de Briteiros (cuyos resultados asombraron a la intelectualidad de media Europa en su momento), y con datos empíricos en las manos fue el primero que se postuló en contra del origen Céltico del Castrexo. Es curioso que Sarmento, después de investigar en otros asentamientos, como el de Sabroso, abandonase las posturas pro-célticas al encontrar más semejanzas en las decoraciones de dichos asentamientos con las de Mecenas (publicadas en aquellos años) que con las de los pueblos pertenecientes a la comunidad lingüística Celta.¿Será que nuestros antepasados tuvieron sus primeros contactos y por lo tanto sus primeras influencias procedentes del mundo Mediterráneo antes que del mundo Céltico?. Una cuestión muy a tener en cuanta para abordar una revisión de este tema sobre el que hablamos. Para finalizar, señalar que la gran biblia del celtismo gallego, es sin duda la gran y hermosa obra de López cuevillas “La Civilización Céltica de Galicia” (1953), de la que muchos aspectos fueron ya exhaustivamente revisados y superados. Es necesario hacer hincapié, que fue tanta la fervorosidad, casi religiosa diría yo, con la que se buscó esa raíz Celta que alimentase la idea de un gran pasado Gallego, que no faltaron autores que en su demencia alucinatoria hasta llegaron a relacionar los monumentos megalíticos con ella (cosa que es totalmente inadmisible ya que corresponden a un período en el que ni siquiera el nombre de Celta existía en Europa). Así estaba la cosa.
Afortunadamente con la creación de institutos de estudios especializados, como el “Padre Sarmiento” o el “Seminario de Estudios Galegos”, se inicia una nueva fase de investigación Se excavan numerosos asentamientos y comienza a forjarse la idea entre los investigadores de que los primitivos pobladores del bronce tardío, ante el aumento de la temperatura ambiental propiciada por la entrada en un período de clima subatlántico (totalmente demostrado por la arqueología) y el consiguiente aumento de la densidad de la vegetación les obligó a ocupar altozanos, más sencillos de colonizar que una impenetrable boscosidad que les hubiese obligado a un esfuerzo deforestador demasiado importante para sus rudimentarios útiles. (Los pueblos Célticos, por ejemplo conocían y utilizaban el hierro en sus herramientas, los Castrexos, no generalizaron el uso de este metal en sus aperos hasta la llegada de los Romanos, primer apunte interesante, la escasez de útiles de hierro anteriores a la romanización es evidente).
Como ya mencioné en el artículo anterior, es innegable una influencia del Hallstatt en ciertos útiles, pero es innegable que incluso en los estratos más antiguos, aparecen también elementos muy mediterráneos (los primeros posiblemente de Tartessos y después, por este orden cronológico, púnicos y griegos), claros ejemplos son, el fragmento de aríbalo del castro de Neixón, cerámicas pintadas de Gadir en el castro de Lanzada, cerámicas griegas granates en los castros de Facha y Fozara, fíbulas como las de Alobre y Castromao, monedas de Castro Lupario, ánforas de Romariz y un largo etc. Datadas éstas formas materiales en torno al siglo V-IV a,C. (tirando a la baja), es decir, en los orígenes del propio Castrexo. ¿Qué nos indica?, que nuestros antepasados no mantenían un aislamiento total del resto del mundo y que recibían influencias de las dos Culturas más importantes del momento, la Céltica Atlántica y la Mediterránea. Pero ello no quiere decir que sus orígenes fuesen ni unos ni otros. Más bien que desarrollaron una fórmula cultural (que nadie se atrevería a llamar civilización, sino más bien Cultura) propia a través de las influencias que les fueron llegando desde las islas Británicas y la Bretaña Francesa y de las potencias navales mediterráneas. En la orfebrería las formas autóctonas son más evidentes y más alejadas de las fórmulas Hallstatticas o de La Tene, las arracadas sobre todo, de las que se han encontrado un buen número, y los pendientes (remates triangulares, granulados, filigranas), tienden a establecer más puentes de semejanza con una creación propia de relativas influencias romanizadoras (cabe señalar que fue bajo la dominación romana cuando la orfebrería alcanzó su punto álgido), que con las elaboradas por nuestros vecinos europeos pertenecientes a las Comunidades lingüísticas Celtas. Por otro lado, la extensión de los asentamientos (la mayoría apenas superan las 2 hectáreas), nos hablan de una organización social de carácter familiar de marcado carácter endógeno y no organizada en grupos de clanes como es habitual en otros pueblos propiamente llamados Celtas, en los que existe una clara jerarquización clasista de nobles y magistrados (los famosos Vergobretos) con una amplia corte de clientes a su alrededor. También hay que señalar que toda la denominación de pupulus que conocemos en la actualidad (Brigantinos, arrotrebas o ártabros, nerios, lapatiencos…) es parte ya atribuible a la historiografía Romana (por ejemplo las divisiones realizada por Plinio en el 70 d.C.), por lo que esos nombres y esa denominación nada tienen que ver en realidad con agrupaciones tribales que se pudiesen haber formado en la etapa Castrexa prerromana. Además, el principal momento de florecimiento de los castros más grandes como Santa Tecla o San Cibrao, corresponden ya a la etapa tardía del Castrexo y su progresiva Romanización, en la que significativamente los castros fueron ampliados y magnificadas sus estructuras defensivas (algo sólo lógico cuando lo entendemos en función de prestigio=grandes estructuras) que los Romanos permitieron desarrollar.
Que decir también de la tradición druídica, tan propia de las sociedades de los pueblos Célticos. Quién diga que en Galicia hubo algo, tan siquiera remotamente parecido, elucubra gratuitamente sobre algo que se puede negar de forma taxativa (ni los historiadores romanos lo mencionan), tampoco es cuestión de tomarse al pié de la letra a Estrabón cuando dice que los Castrexos eran ateos, pero las dos únicas estructuras que podríamos relacionar con lal gún tipo de culto serían la casa del ídolo fálico en Elviña y otra de similares características en Portugal. El ara de Cosus de la que se tiene constancia en Brandomil es del período Romano y igual que las demás aras aparecidas. Lo cual nos hace pensar no en un ateísmo completo, sino en una relativamente escasa importancia del culto para los antiguos pobladores de los castros. Además de las suposiciones de que con las Legiones Romanas viniesen elementos procedentes de los pueblos que conocemos como celtas, es un dato historiográfico romano que habla de unos elementos Túrdulos que desde la desembocadura del Guadiana se perdieron por el Norte, hasta ahí, vale, pero de eso a decir que la civilización Castrexa es celta es mucho decir, y utilizo el tan renombrado tópicazo: a las pruebas me remito, a las arqueológicas, claro. Termino (que si no voy a acabar escribiendo un libro), que sólo tras la llegada de los Romanos empezaron a aprender a escribir y toda la epigrafía que ha llegado hasta nosotros es Galaico Romana. Espero vuestras opiniones, un saludo.
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