Autor: soliman
viernes, 08 de octubre de 2004
Sección: Denuncias
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EL PENSAMIENTO MITICO

Pasaba por aqui esta tarde y me he atrevido a desempolvar un articulo andalusi de hace tiempo. Quizá le sirve de algo a alguien ...

Siempre se ha contrapuesto el pensamiento mítico a pensamiento racional, como si el primero fuera subsidiario de épocas oscurantistas de la humanidad, o de pueblos y culturas que aún no han emergido de las tinieblas de la ignorancia para acceder a dominios de la diosa razón. Esta concepción, aunque parezca paradójica, no deja de ser un “mito” más, y aunque han transcurrido más de dos mil años del “supuesto milagro griego”, origen de nuestra civilización occidental, el hombre del sigo XXI sigue siendo deudor de una concepción mitológica en su representación imaginaria del mundo. Y es que el mito no es más que una “representación idealizada de la realidad”, una descripción de la misma, en un intento de dar forma y conocimiento al mundo que nos rodea. Hay que tener muy presente que esta descripción, concretada en modelos, no es la realidad misma. Ello no va en detrimento del modelo mismo, que puede hasta revelarse muy útil en sus aplicaciones, como es el caso de la tecnología. El problema se plantea cuando confundimos el “modelo” con la realidad misma, y tratamos de encorsetar a ésta en aquél. Estos modelos o representaciones son los llamados “conceptos paradigmáticos” por los filósofos de la Ciencia. De tal forma que un “paradigma” predominante excluye la posibilidad de otros llegando a desvirtuar la realidad misma con tal de asegurar la pervivencia de dicho paradigma. Para que tengamos una idea de esto que nos ayude a comprenderlo, ejemplo de paradigma inviolable, fue durante mucho tiempo la concepción geocéntrica del Universo, que tuvo que ser desechada cuando los datos de la realidad visible no podían seguir siendo explicados por semejante “modelo” de representación planetaria, pero para ello transcurrieron muchos años de controversias y disputas, pues la concepción nueva heliocéntrica echaba por tierra toda una representación del mundo en la que el hombre a través del mito se provee a sí mismo de un Cosmos ordenado, manejable, y alejado de cualquier incertidumbre que lo sobrecoja, y que ponga en evidencia su precariedad, su “faqr”. Que decimos los musulmanes.

El hombre occidental del siglo XXI vive de muchos mitos y sería prolijo analizar cada uno de ellos, sólo nos referiremos a un par de ellos, uno es el “Mito del Progreso”, y otro es el “Mito de la Ciencia”, aunque en sentido estricto habría que hablar de Tecnología más que de Ciencia, si entendemos correctamente lo que quiere decir cada uno de estos dos términos, ya que Ciencia, con mayúsculas atañe al más puro conocimiento, mientras que Tecnología, proviene el griego “Tekne”, haciendo referencia a la manipulación e instrumentalización de los objetos para conseguir unos resultados. Puede haber tecnología sin ciencia, como puede haber ciencia sin tecnología, de hecho muchos de los inventos de la humanidad antecedieron a la explicación de los mismos. No obstante esto sería objeto de otro tema de estudio que dejaremos para otro momento.

Como hemos señalado nos ocuparemos del estudio de dos concepciones míticas europeas del Progreso y de la Ciencia, no obstante y si observamos de cerca esta última en sus presupuestos conceptuales, puede quedar perfectamente ensamblada en el anterior como un caso particular de aplicación del concepto mítico de Progreso.

Dice Joseph Campbell en su obra "Las Máscaras de Dios", que todo Mito tiene cuatro perspectivas, cuatro funciones, la Perspectiva Metafisico-Mística, la Perspectiva Cosmológica, la Perspectiva Sociológica, y la Perspectiva Psicológica. Toda concepción mítica llena, por así decirlo, estas cuatro expectativas de la psique humana. Al igual que el Panteón griego repleto de divinidades que como Potencias regían el Universo, hoy nuestro dios particular que parece regir inexorablemente los destinos de este nuestro Universo se llama "Progreso", el sacrosanto dios Olímpico, que al igual que Zeus, rige al resto de los dioses meno- res, conformando todas nuestras actitudes vitales. ¿Quién era el loco que se atreviera a poner en duda la existencia de Zeus en la antigua Grecia?; ¿quién el loco que se atrevería a cuestionar a nuestro dios Progreso?

Atendiendo a las cuatro funciones de todo Mito que citábamos antes, vemos que el Progreso las satisface ampliamente.

En primer lugar constituye una sólida estructura Metafísico-Mística, pues está más allá de todo cuestionamiento su existencia, se ha convertido en un concepto autónomo con vida propia, separado de la realidad a la cual dirige, orienta y guía, ¿no son éstas acaso las características del Dios judeocristiano al cual ha desplazado para situarse él en su trono?

"La segunda función, dice J. Campbell en su libro anteriormente citado, de una mitología es proporcionar una cosmología, una imagen del universo, y para esto hoy acudimos, claro está, no a textos religiosos arcaicos, sino a la ciencia". Queda patente en esta breve cita de uno de los representantes de la Ciencia moderna cómo no hay nada de valor en textos antiguos, porque se supone que la Ciencia detenta la Verdad, sino de modo absoluto, sí al menos implícitamente, pues sólo el "progreso" de la misma nos alejará de un pasado donde al parecer los seres humanos no eran lo "racional" que somos los occidentales modernos. No obstante dejaremos el análisis de la Ciencia para otro artículo, dado que su importancia así lo merece.

El tercer aspecto de un mito, su contenido social, cobra especial importancia en estos tiempos que corren, puesto que gracias a los potentes medios de comunicación e influencia de los que disponemos hoy en día, cualquier idea, no sólo puede ser difundida sino ser impuesta de la manera más sutil e imperceptible. La idea de progreso está íntimamente relacionada con la idea de "evolucionismo", y ésta a su vez con el concepto "judeocristiano" de civilización, a pesar de que aparentemente cristianismo y evolucionismo han sido conceptos antagónicos, pero fijándonos bien ambos participan de los conceptos básicos de un punto de partida inicial: en un caso la aparición de un simio que no se sabe bien cómo deviene en hombre, y en el otro caso, en la concepción cristiana, existe un punto cero "histórico" a partir del cual la historia cobra sentido desarrollándose en una forma lineal del tiempo, en contraposición con la concepción cíclica del mismo sostenida por todas las culturas. Es evidente que toda cultura que no participe de esta idea dominante, que no se suba "al carro del progreso", será considerada como los desheredados de la tierra, porque tanto en la versión laica del progreso, "evolucionismo", y todas sus variantes, como en la versión religiosa del mismo, "cristianismo" subyace la idea de que la vida sólo cobra sentido en un supuesto "ir adelante", sin saber muy bien el por qué, ni el para qué, de tan alocada carrera, pero al fin y al cabo es algo que como todo mito o paradigma no es susceptible de ser cuestionado.

Llegamos así al cuarto y último aspecto del mito, el aspecto psicológico. Si no nos cuestionamos la idea de progreso a nivel social, es indudable que aún menos lo hacemos desde una perspectiva individual. Dice J. Campbell citando a Loren Eiseley: "el progreso secularizado, el progreso que sólo persigue la siguiente invención, el progreso que arranca el pensamiento de la mente y lo sustituye por vanas consignas, no es progreso en absoluto. Es un espejismo que hace senas en un desierto por el que van tambaleándose generaciones de hombres". Podríamos añadir que no sólo es un espejismo sino que es algo que aleja de la condición de hombre, lo aliena en un carrera loca donde sólo importa avanzar más deprisa aunque sea hacia nuestra propia tumba.

Vemos pues, que nosotros hombres modernos no estamos tan lejos de ese otro hombre "primitivo" del que queremos huir, que sólo han cambiado un poco los atavíos externos, pero seguimos alimentándonos de quimeras e ilusiones que nos alejan de nuestra naturaleza primordial, de nuestra "fitra". El que ya esté algo familiarizado con el Islam, comprenderá fácilmente que éste es un camino, una "tariqa", pero un camino con una dirección, un sentido y un objetivo, aquél que conecta al hombre con la Realidad de lo creado, que no construye mitos del orden que sean, porque no confunde la descripción de la realidad con la Realidad misma. No por ello el Islam va en contra del bienestar del ser humano, todo lo contrario, pero tampoco lo aliena con falsas ideas que desvirtúan su sentido de la existencia; el Islam favorece el desarrollo de la ciencia, el arte y de todo aquello que acerque al hombre a encontrar ya desentrañar su sentido de estar en el mundo, siguiendo el ejemplo de Sidna Muhammad (s.a.s.) que incitaba al hombre a buscar el conocimiento desde la cuna hasta la tumba, más aún, es obligación de todo musulmán la búsqueda del conocimiento, pues sólo él nos hará libres.

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Más informacióen en: http://www.islamyal-andalus.org


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