Autor: Hadrien Dekorte
domingo, 21 de septiembre de 2003
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Hadrien Dekorte


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Culpabilización autóctona e inmigración musulmana

Si bien la inmigración de "comunidades" de población musulmana tiene por primera motivación, a ojos de un occidental, el interés económico mutuo, no podemos descartar un trasfondo de expansión geo-islámica que a largo plazo, y como demuestra la historia, sea el que marque la pauta.

Nuestra época contemporánea está marcada por una rápida afro-islamización del Viejo Continente, sin que podamos descartar la hipótesis de una geopolítica de los movimientos migratorios con la población musulmana como vector principal. Recordemos que la historia del Islám está intimamente ligada a la de los fenómenos migratorios de las poblaciones musulmanas en tierra de no-musulmanes y de aquellos que les han favorecido.

Esta hipótesis supone que el mundo musulman tiene intereses y que, por razones diversas, ciertas minorías influyentes del hexágono también obtendrían beneficios.

En el lado del debe, podríamos hablar de una ideología que culpabilizaría a las poblaciones occidentales que se encontrarían moralmente desarmadas bajo una hiper-mediatización cretinizante. Se puede percibir la utilización anestesiante de un humanismo de esencia griega y cristiana que se vuelve contra aquellos que se reclaman sus herederos.

Por el otro lado, el interés del mundo musulmán por los actuales fenómenos migratorios cae por su propio peso. Hoy como ayer, el mundo de la Cristiandad es rico y opulento. Mal nos podemos imaginar como el Islam podría rechazar esta bonita manzana en la que poder morder con avidez. En cambio, el beneficio que supuestas minorías hexagonales podrían obtener parece menos evidente. ¿Como pueden en efecto favorecer las razzias sin tarde o temprano sufrir las consecuencias?

Es necesario saber que en geopolítica todas las hipótesis son posibles, sin olvidar lo evidente: la actual sociedad francesa, heredera de más de dos mil años de historia, no posee más que admiradores. Su cultura esencialmente católica y greco-romana esta expuesta, por su propia naturaleza, a odios recurrentes y tenaces inscritos en lo más profundo de la historia. Las antiguas enemistades contra Atenas, Roma y después Bizancio continuan todavía en nuestros días. El catolicismo, así como la Iglesia Ortodoxa, salen menos favorecidos. No faltan energías dispuestas a abatirlos, o mismamente a combatirlos.

Ciertamente, la idea de una Francia sumisa a la dominación de otras potencias entra en contradicción con las susceptibilidades nacionales. Son muchos los que prefieren hoy en día imaginar un Francia soberana, que dirija su propio futuro y sea capaz de regular la composición de su población. La realidad dista mucho de ser esta: la hipótesis de un territorio hexagonal convertido como muchos otros antes que él, en uno de los terrenos de "juego" de los otros, y más particularmente del islam, no es ciertamente algo que debamos subestimar.

En la hipótesis de una geopolítica musulmana que utilizara las migraciones como factor de islamización, las poblaciones musulmanas deberían logicamente ser llamadas a jugar un rol activo. El actual fenómeno de la violencia y la inseguridad urbana y escolar podría muy bien ser incluido en este capítulo. No habría pues ausencia de señales en el espíritu de los "jóvenes", como los "especialistas" del tema se han auto-persuadido, sino al contrario una señal muy clara, un objetivo a esperar, el de una futura sociedad francesa bajo dominación musulmana. El fenómeno llamado de los "barriadas", constituiría uno de los medios de consecución. Sería una de las manifestaciones de la "presión musulmana" o "solidaridad musulmana" visible un poco por todo el planeta y que es un factor esencial en el proceso de islamización de las sociedades no-musulmanas a través de la historia. Como en una colmena, cada uno trabaja sin saber necesariamente cual es el verdadero rol del vecino ni cual es exactamente el camino que los acontecimientos tomarán para llegar a la meta prefijada.

La opción intelectual que consiste en estudiar tal tipo de hipótesis no presupone ni xenofobia ni racismo, sino al contrario, agudeza de razonamiento y flexibilidad de espíritu. Es necesario deshacerse de las modas de pensamiento occidental para posicionarse en lugar y en la situación del otro, es decir, del inmigrante afro-musulmán, pero igualmente en lugar y situación del hinduista de la India, de Java o de Bali, de budista de Tailandia o de Sri Lanka, o bien de un cristiano de Madagascar o de las Filipinas, todos ellos observando la evolución sobre el terreno del Islam en su propio país.

Es igualmente necesario tener un buen conocimiento del actual fenómeno de la violencia y la inseguridad urbana y escolar (sobre el terreno y no en la comodidad del despacho). Pero sobre todo, es de urgencia aceptar el avance de nuevas hipótesis que puedan coincidir con las propias convicciones y aceptar el inconformismo intelectual.

Nosotros los franceses no hemos estado jamás familiarizados más que con un solo tipo de clivaje político y sociológico, el de la derecha/izquierda, heredero de la Revolución. En consecuencia, hemos cogido el "mal hábito" de observar todo a través de este "filtro" de pensamiento. Además, la universalidad supuesta de los ideales revolucionarios nos ha persuadido que tal visión del mundo era compartida por todos, mientras que la evidencia no lo confirma. Tan solo con cruzar el Canal de la Mancha podemos constatar que la bipolaridad de nuestros vecinos ingleses no es idéntica a la nuestra. Para dificultar las cosas, la propagación, a partir del siglo XIX, del liberalismo económico y del marxismo a dividido a nuestro mundo en dos partes bien distintas, los ricos y los pobres, los explotadores y los explotados. Estas dos visiones del mundo tienen un punto en común, el de verlo por el prisma único del economicismo.

En el dominio de la información, nuestras fuentes no son más que un reflejo caricaturesco de todo lo anterior. No hacen más que traducir el mundo en un lenguaje que nosotros, pequeños franceses, somos capaces de entender y que los mass-media son capacesde transmitir. Se expresan en un vocabulario que corresponde a conceptos que nuestra propia historia ha forjado e integrado en nuestro cerebro. Nuestras fuentes son incapaces de pronunciar palabras que traduzcan los conceptos de los otros. Son también incapaces de evocar nociones psico-afectivas como el deseo, la codicia, la envidia, la venganza y el odio, pero son perfectamente capaces de mobilizar a las multitudes sobre el medio y largo plazo. De hecho, estamos persuadidos de que nuestro "mundo de la comunicación" es apto y capacitado para abrirnos al mundo real, mientras que no se percibe más que aquello que es capaz de asimilar bajo el estrecho campo conceptual de su universo semántico.

Para mejor captar la realidad de una Francia que se "mundializa", quizás sea necesario comenzar por iniciarse a otras formas de ver el mundo para mejor comprenderlo.

Así, podemos concebir que en Francia, como en el resto del mundo, existen grupos de reflexión y de poder que expresan un gran abanico de sentimientos y resentimientos de naturaleza psico-afectiva, ideológica, cultural, religiosa vis-a-vis de Francia y sus autóctonos, que escapan a nuestro universo conceptual. Podemos imaginar en consecuencia a ciertos de entre ellos bien poco contrariados de constatar la realización sobre el territorio francés de un trabajo que deseaban hacer con todas sus fuerzas pero del que no se podían encargar personal u oficialmente. Qué sutil venganza constatar como día tras día el "pequeño blanco" se retira del corazón de los barrios "sensibles" que no cesan de agrandarse.

No podemos mas que constatar la creciente inquietud, digamos el temor, que se instala progresivamente en el seno de las poblaciones autóctonas de los barrios "sensibles" y de sus márgenes. No podemos negar que este temor está generado en su mayor parte por un cuasi-sentimiento de impotencia cuyo principal componente parece de naturaleza moral y psicológica.

Si el autóctono no reacciona, no es solamente por pasividad natural o por ignorancia de un tipo de violencia que le es extraño. Su aparente inacción puede explicarse por una muy fuerte presión moral: el perpétuo y omnipresente temor de una acusación de racismo. No podemos negar que hoy, de lo más bajo a lo más alto de la pirámide de responsabilidades, cada uno teme del otro una eventual revelación de cualquier tipo de indicio de pensamiento de caracter racista.

Mientras que las acusaciones de racismo hacia los autóctonos es omnipresente, las urgencias de los hospitales de Francia llaman la atención sobre las estadísticas de agresiones donde las víctimas son cada vez mas, después de mediados de los 80, los propios autóctonos. Esta es la exacta realidad de muchas barriadas, que no pasa por los filtros de observación de la ideología dominante. Aquí, el autóctono es el verdugo y el no-autóctono, una víctima. La situación inversa no está prevista en la programación de los circuitos de la "información".

Si el "pequeño blanco" se repliega, si un poco por todos sitios y cada día más no osa oponerse a las provocaciones, a las agresiones, a las violaciones e incluso muertes, no es unicamente en razón de un individualismo occidental rapida y con frecuencia puesto en entredicho. Es quizás porque se le ha progresivamente enseñado el odio hacia sí mismo y de su pasado.

Pascal Bruckner ya lo dejó bien expresado hace ya veinte años:"A priori, en efecto, pesa sobre todo Occidente una presunción de crimen. Nosotros, europeos, hemos crecido en el odio hacia nosotros mismos, en la certidumbre de que había en el corazón de nuestro mundo un mal esencial que exigía venganza sin esperanza de perdón". Día tras dia y después de medio siglo, una ideología del arrepentimiento se ha expandido desde círculos intelectuales restringidos a ciertos partidos políticos, antes de convertirse en un discurso casi cotidiano del mundo sofocante de la "comunicación". Esta ideología a penetrado de tal forma en las conciencias que raros son hoy los discursos que se desmarcan claramente de las asociaciones semánticas tales como Blanco/racista, cristiano/antisemita, Occidental/colonialista, Francés/fascista.

Podemos avanzar por tanto el concepto de un fenómeno cultural que ha tenido por característica colocar desde hace un cuarto de siglo al autóctono en posición de acusado de cara a las poblaciones afro-musulmanas que se ha encargado él mismo de acoger en las mejores condiciones materiales, morales y psicológicas.

¿Cómo este producto de la agitación neuronal de una minoría a podido convertirse en el credo de una época? ¿Cómo hemos podido reducir a la nada, o al menos a la casi nada, el espíritu crítico, el reflejo de protección o de conservación de casi todo un pueblo? ¿Cómo es que la hipótesis de su asociación con la realidad de una afro-islamización de Francia no haya sido jamás evocada?. Arrepentirse es también acojer a más y más, para mejor acojer, ¿debemos siempre arrepentirnos?. Es una "inmigración de arrepentimiento".

Francia se ha convertido en tierra de expresión de todas las revanchas. Revancha del Islam contra la Cristiandad, revancha de los colonizados contra los colonizadores, revancha de Africa contra Europa, revancha del Tercer Mundo contra Occidente, revancha de los árabes contra la Iglesia Católica...El francés de este inicio de siglo es un arrepentido de todo. Apenas es capaz de imaginarse como pueden existir sobre la tierra individuos más despreciables que él mismo. Esta acusación está totalmente integrada en el discurso político-mediático hasta convertirse en uno de los fundamentos de lo políticamente correcto en su versión francesa. Una acusación sin nombre, una prohibición de toda defensa a la espera de que se dicte ya la condena.

La toma de conciencia de esta tendencia, su estudio y su descripción no son disociables de una aproximación global a las relaciones Islam/no-Islam, todo a lo largo de la historia y de la superficie terrestre. Esta aproximación choca con tres obstáculos mayores. Por una parte, la falta de interés de los historiadores por la historia mundial. Por otra parte la falta de progresos en los estudios sobre lo que Occidente considera como su "Oriente". En definitiva, la falta de interés de los occidentales por todo aquello que es exterior a su propia civilización. Si hacemos excepción de círculos muy restringidos, las relaciones del islam con el judaísmo, como con el hinduismo y el budismo, a lo largo de la historia, son completamente ignorados.

La actualidad internacional no occidental no puede ser comentada hoy en día más que a través de un prisma contemporáneo, esencialmente dominado por la economía y por la bipolaridad derecha/izquierda, pero bien alejado de las realidades locales. Por efecto boomerang, este prisma de observación entra en contradicción con el análisis que se produce en Francia entre las diferentes comunidades, y prohibe toda toma de conciencia de la realidad de una geopolítica de los fenómenos migratorios sobre el suelo europeo. Realmente no se podría hacer sino desde una toma de conciencia de unos universos conceptuales diferentes a los nuestros. Una parte de lo que se juega hoy en día en Europa occidental y más particularmente en Francia no es más que, de manera indirecta, el producto de nuestra propia incapacidad de imaginar otras concepciones diferentes a las que constituyen los fundamentos de nuestro mundo.

Hadrien Dekorte para la "Nouvelle Revue d'Histoire"


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