Se conserva en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid) una escultura de mármol del siglo II d.C. con la imagen del Dios BACO procedente de la localidad de Aldaya, cercana a Valencia. El hallazgo, en el siglo XIX, de esa escultura del Dios de la vid y la embriaguez está marcado por una curiosa anécdota. Un campesino, arando sus tierras, encontró la parte inferior del conjunto escultórico, correspondiente a los pies del Dios y la pantera que le acompaña, animal asociado a esta Divinidad. El buen campesino, convencido de que se trataba de una vieja estatua de San Roque, la guardó hasta su muerte, mostrándole auténtica veneración. Cuarenta años después, un hijo del campesino, arando en el mismo campo, halló el resto de la escultura, constatando que no se trataba de un santo cristiano, sino de un Dios pagano, el Dios pagano liberador de los espíritus y protector de la fertilidad de la tierra.
Al esfumarse la aureola de “santidad” cristiana que había rodeado la escultura, fue vendida, ingresando en el museo arqueológico de Madrid en 1931. La anécdota no deja de ser curiosa, pues, tal vez, los ancestros de esos campesinos (que habían descubierto la escultura y que le creían un San Roque, rechazándola al darse cuenta de su error), le rindieron culto, en alegres festejos agrícolas báquicos, en esas mismas huertas.
Al Dios BACO, como al resto de Divinidades clásicas e indígenas, le rindieron culto nuestros antepasados durante siglos, tras la romanización, hasta que el judeocristianismo prohibió y persiguió ensañadamente el culto a los Dioses de los hispanos. Durante la brutal represión, iniciada en el siglo IV d.C., fueron frecuentes, en el campo, las destrucciones de templetes y capillas rurales paganas y las salvajes mutilaciones y vejaciones de sus esculturas sacras. Fueron las tristemente famosas destrucciones de “ídolos” y “demonios” azuzadas por el fanatismo y el odio cristiano anti-politeísta de los monjes y los Padres de la Iglesia.

IVLIANVS.