Autor: Francisco Javier Jimenez Martinez
jueves, 16 de noviembre de 2017
Sección: Historia Antigua
Información publicada por: JAVIER JIMENEZ
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Los fenicios, historia viva del Mediterraneo

La historia de los fenicios es la historia del Mediterráneo, no en vano lo llegaron a dominar comercialmente, extendiendo su dominio, si no político o administrativo, si comercial y mercantil, desde la propia costa sirio-libanesa, lugar de procedencia, hasta más allá de las columnas de Hércules.



A
pesar del carácter marinero de sus gentes, de los que se puede decir
que vivían de cara al mar, los fenicios tenían una procedencia muy distinta .Los
fenicios poseían un origen remoto y podemos afirmar, a tenor del
estado actual de las investigaciones, que procedían de la península
de Sinaí, donde se organizaban en pequeñas comunidades nómadas
dedicadas al pastoreo. Autores griegos como Herodoto, Estrabon o
Plinio, sitúan su origen en la zona del Golfo Pérsico, mientras
que Filón de Biblos les confiere un origen cananeo.





El
Sinaí es una península de forma irregularmente triangular, con una
extensión de 59000 Km cuadrados, limitando al norte con el Mar
Mediterráneo, al oeste con el golfo de Suez, y al este con el golfo
de Akaba y el desierto de Negev .A pesar de contar con algunos cursos
de agua y algunas zonas montañosas, se trata de una región de clima
desértico, que convertía las condiciones de vida en algo
especialmente duro para sus habitantes. En estas circunstancias no es
difícil adivinar que la forma tradicional de vida de estos
primitivos fenicios, no debía diferir mucho de la de los beduinos
que habitan actualmente en esta zona del mundo.





Pero
se iba a producir un acontecimiento importante para estas
comunidades nómadas del desierto que, inevitablemente, iba a incidir
en su modo de vida. En un determinado momento, en torno al IV milenio
a. c tuvo lugar un movimiento migratorio que llevará a estas
poblaciones a desplazarse hacia el norte, estableciéndose
definitivamente en la región de Canaán , donde se asientan
,estando ya plenamente establecidos en torno al III milenio a . c.
De esta forma, en una serie de sucesivas migraciones de tipo
pacifico, los antiguos moradores de Sinaí, se fueron estableciendo
en diversos puntos de de la franja costero sirio-libanesa,
interrelacionándose con la población indígena, con los que se
fusionarán a lo largo del II milenio a. c otros grupos semitas,
como los amorreos, arameos o israelitas, así como otros pueblos de
origen hurrita. Este proceso de transformación dio lugar con el
transcurrir del tiempo a una cultura protofenicia, hacia el segundo
milenio a. c, hasta constituir una cultura plenamente fenicia tras la
invasión de los Pueblos del Mar. Con el paso del tiempo, estos
primitivos establecimientos se fueron transformando en florecientes
centros urbanos. Primero destaco Biblos, y tras la irrupción de los
Pueblos del Mar, Sidon y Tiro tomaron el relevo de esta.






En
general las ciudades fenicias se alineaban a lo largo de la costa
cananea, en una estrecha franja costera encajonada entre el Mar
Mediterráneo al oeste y los Montes Líbano y ríos Jordán y
Orontes al este. Estos núcleos urbanos se organizaron en
ciudades-estado políticamente independientes, pero unidas por una
realidad cultural común. Por el año 3100 a. c los fenicios se
encontraban ya plenamente asentados en el levante Mediterráneo, en
una estrecha línea costera de relieve abrupto, muy montañoso,
compartimentándose en diversos valles de tamaño reducido y clima
Mediterráneo. Discurriendo paralelamente a la costa se localizan
los Montes Bargilos, Líbano, Hermon, y Antilibano, que aislaban a
las ciudades fenicias de los pueblos del interior. En esta orografía
tan montañosa, las tierras aptas para el cultivo eran escasas,
aunque de extraordinaria calidad, pero insuficientes para atender
las crecientes demandas de una población demográficamente en alza,
por lo que pronto se dieron cuenta que sus posibilidades de
desarrollo pasaban necesariamente por la expansión marítima.









                                                                   - Colonización fenicia -



Estos
valles interiores estaban intercomunicados entre sí, y a pesar de
ser escasos, eran extraordinariamente fértiles, aunque no aptos para
la práctica de una agricultura extensiva que satisficiera las
necesidades de una creciente población ,gracias a los ríos que se
secaban en verano, y a los cursos de agua subterránea que fluía
bajo la superficie del terreno. Este rico patrimonio agrícola pero
insuficiente, hizo, que en su origen, estas comunidades se dedicaran
a la agricultura como base de su subsistencia. Dicho territorio
contaba también con cursos de agua importantes; Leontes (hoy
Litani), Orontes, y Jordán, que contribuían decisivamente a la
fertilidad de la región. Junto a todas estas virtudes, Fenicia
contaba con un extraordinario recurso forestal, sus excelentes
bosques de abetos, pinos, cipreses, y sobre todo cedros que crecían
frondosamente en áreas del interior, en torno a los 3000 mts de
altitud y que constituyó la base de su posterior desarrollo, no solo
naval, sino también urbano, ya que la magnífica calidad de su
industria maderera influyo considerablemente en el desarrollo y
florecimiento arquitectónico de la región. Entre los muchos
productos que exportaban a otros pueblos figuraba la madera de cedro,
muy apreciada en las construcciones, siendo sus principales clientes
Mesopotamia y Egipto.





La
riqueza de la zona pronto favoreció un progreso urbano, surgiendo
ciudades independientes entre sí, que con el tiempo irán
adquiriendo importancia, alineadas a lo largo de la costa libanesa,
sobre promontorios elevados o islas como Biblos, Ugarit, Tiro,
Sidon, Beritos, Arados, Simyra, o Sarepta. La ambición y la codicia
de los grandes imperios de la región, Egipto al sur y el imperio
Hitita al norte, en la Península de Anatolia, colocara a las
ciudades fenicias en su punto de mira, iniciándose una carrera
entre ambas potencias para ejercer su dominio, en un periodo como el
Bronce Final donde el comercio Mediterráneo estaba controlado por la
flota micénica, dominadora del comercio marítimo.






Los
fenicios, nunca llegaron a constituir un gran imperio debido a la
visión que tenían del mundo que les rodeaba , en cambio, se
constituyeron en una gran potencia comercial. Los nuevos habitantes
de la región debieron adaptarse a su nueva situación, lo cual no
debió resultar nada fácil al encontrarse ubicados geográficamente
en la zona de influencia de los grandes imperios orientales del
momento (egipcios, hititas, asirios) y ser una zona comercialmente
estratégica. Esta privilegiada situación, convirtió la costa
sirio-libanesa en un asunto de interés para las grandes potencias,
que ejercían su primacía en la zona, controlándola, en unas
ocasiones, dando muestra de su poderío militar, y en otras, mediante
un férreo control tributario .Esta última, será una de las
razones que hizo que los fenicios se lanzaran al mar en busca de
recursos que les permitieran hacer frente al pago de dichos tributos
y poder mantener así su independencia.





En
esta conquista del Mediterráneo, que si no será política, si
comercial, los fenicios tendrán que competir con otros pueblos,
duros rivales, que intentaran ejercer un monopolio marítimo
comercial, como los griegos. Los griegos, como principales
adversarios de los fenicios orientales, rivalizaron con ellos por el
comercio Mediterráneo. Las fuentes griegas utilizan el termino
phoinikes
para designar a ese pueblo semita de comerciantes procedentes del
levante Mediterráneo. El termino
phoinikes
deriva directamente del vocablo
phoinos
que entre otros significados significa rojo o púrpura (“los de
purpura”), haciendo alusión, entre otras cosas al color de sus
famosas telas. El término griego se generalizó y popularizó. Los
romanos llamaron
poeni
(punicos) a los cartagineses para diferenciarlos de los fenicios
orientales. Pero los fenicios se llamaron a sí mismos caanani
(cananeos) o kinanu (púrpura). En ocasiones se ha empleado
erróneamente el término púnico para designar exclusivamente a los
cartagineses, cuando este vocablo hace referencia, no solo a este
pueblo, sino también a los fenicios de todas las colonias fenicias
occidentales.






Podemos
afirmar taxativamente que las ciudades fenicias orientales no
tuvieron más remedio que lanzarse a la conquista de nuevos
horizontes comerciales a lo largo de todo el Mediterráneo, lo cual
fue consecuencia de varios factores. La localización de las ciudades
fenicias de oriente y su alineación costera, unido al constreñido
espacio que ocupaban, ya que quedaban literalmente encajonadas entre
el Mar Mediterráneo y los Montes del Líbano, iba a condicionar su
sistema económico y la desigual gestión de sus recursos. El paisaje
fenicio, se articulaba en una variedad de valles muy fértiles para
su explotación agrícola, pero de reducido tamaño. Esto iba a
representar un problema, que les llevó a poner en práctica una
explotación extensiva de sus recursos agrícolas. La escasez de
espacio para el cultivo hizo que se aprovecharan las laderas de las
colinas para la siembra, cultivando en terrazas con el fin de
aprovechar al máximo los recursos del terreno. Pero si en un primer
momento sus recursos naturales fueron suficientes para atender las
demandas de una población en creciente desarrollo, el paulatino
aumento demográfico convirtió estos recursos en insuficientes. En
torno al año 970 a. c ,el rey de Tiro Hiram I, ordenó una
expedición comercial con el fin de proveer a la ciudad de
alimentos, principalmente trigo y aceite en cantidades ingentes, lo
cual viene a demostrar esa escasez a la que hemos hecho referencia.
Antes de la expansión marítima y comercial fenicia, la base de su
economía era la agricultura, típicamente Mediterránea,
cultivándose trigo, vid, y olivo junto a cebada y diversas
hortalizas. El ciclo agrícola se iniciaba en otoño, estación esta,
en la que se preparaba la tierra y se plantaban las semillas, que el
tiempo se encargaba de transformar en fabulosos frutos, como el
trigo, de gran calidad, y que ya estaba listo en mayo para su siega,
o la cebada que se recogía en abril. De la vid se extraían dulces
vinos, muy prestigiosos en la antigüedad gracias a la calidad de la
tierra y el clima. Las uvas se recogían en septiembre y se
transformaban luego en esos caldos de ligero dulzor muy apreciados,
como se ha mencionado, por todos los pueblos del Mediterráneo, sobre
todo por los egipcios. Era tal la riqueza agrícola de las ciudades
cananeas, que en época de Tutmosis III, los egipcios, atraídos por
ella, invadieron la región. Para la transformación de tales
productos agrícolas disponían de sus propios lagares y almazaras.





Además
de la agricultura, la ganadería representaba también una de las
bases de la economía fenicia, contando con rebaños, si no
excesivamente numerosos, si suficientes, que pastaban en ricos
bosques y prados. Contaban con vacas, de la que obtenían carne y
leche, ovejas, que además de leche y carne, les proporcionaba lana,
y cabras, que igualmente les daba carne y leche .Desde muy antiguo,
ciudades como Biblos, eran importantes exportadores de lana, sobre
todo a Egipto, con quien mantenía un floreciente comercio.




                                        - Puerto fenicio, actividad comercial -                imagen; Geo-Historia



Otro
aspecto importante de la economía fenicia era su industria maderera
.La importancia de la madera en la economía fenicia era lógica si
tenemos en cuenta que casi toda la geografía fenicia se
caracterizaba por ser un paisaje de gran belleza y frondosa
vegetación, donde abundaban los árboles frutales, las fértiles
llanuras los campos de abundantes flores y donde los cultivos gozaban
de una formidable salud .En estos campos, maduraban y florecían el
trigo, la vid, y los olivos, proporcionando esos frutos de los que
tanto se beneficiaron, no solo los fenicios, sino también otros
pueblos del Mediterráneo a través del comercio. Presidiendo esta
paradisíaca estampa se alzaban majestuosos los frondosos y
exuberantes bosques de diversas especies, como cipreses, abetos, pero
sobre todo los ricos bosques de cedros que crecían en la franja
meridional del actual Líbano .Ello confería a toda la franja
costera fenicia de una riqueza forestal inusitada, de la que los
fenicios lograron sacar el mayor partido posible para conseguir sus
objetivos económicos y comerciales.





Tempranamente
la ciudad de Biblos supo aprovechar el potencial económico que le
proporcionaba la madera y sus múltiples usos. En torno al año 2600
a. c, ya era el principal suministrador de madera a Egipto, país
este, que carecía de ella. El país del Nilo empleaba la magnífica
madera fenicia en la construcción de barcos y en la arquitectura
.Egipto solo disponía de abundantes palmeras y otras especies
vegetales, que si bien se les podía dar infinidad de usos,
resultaban inútiles para la industria naval , de ahí su dependencia
de las ciudades libanesas en el suministro de la madera,
fundamentalmente de cedro .Dada la envergadura de estos árboles, los
egipcios podían sacar de ellos, traviesas de madera de muy largo
tamaño y muy resistentes. Pero además les interesaba el cedro por
el uso funerario que le dieron, ya que consiguieron obtener de él,
una sustancia de cierto espesor con la que empapaban las telas con
las que envolvían a sus difuntos en el proceso de la momificación





También
eran importantes las actividades cinegéticas, producto de la rica
fauna fenicia. Se cazaban un amplio abanico de especies, como leones,
linces, osos, cérvidos o elefantes así como numerosas especies de
aves. No obstante, económicamente la pesca gozó de mayor
importancia que la caza, constituyendo el pescado una parte
importante de la dieta .El pescado solía transformarse en salazones
los cuales eran muy apreciados. La sal además de convertir el
pescado en un producto más sabroso, le confería un mayor periodo
de conservación. Un producto muy apreciado en todo el área
Mediterránea, derivado de su industria pesquera, fue una especie de
salsa a la que los romanos llamaron
garum
y consistía en depositar en piletas o ánforas de sal muera, las
vísceras y despojos de peces como el atún o la morena , aunque
también se empleaba vino, vinagre e incluso aceite en su elaboración
.Estos restos se exponían al sol y por maceración y fermentación
daba como resultado la apreciable y exquisita salsa, la cual
alcanzaba un enorme valor en el mercado .No obstante dependiendo del
lugar de fabricación, se dotaba a esta apreciada salsa de una
impronta propia ,por tanto no existía una receta única para su
fabricación, sino que dependía del fabricante.





Tiro
y Sidon, fueron las ciudades precursoras y dominadoras de una
industria muy rentable, el comercio de la púrpura .Este tinte
púrpura con el que teñían los paños lo obtenían de dos especies
de gasterópodos muy abundantes en esa zona del Mediterráneo, el
Murex trunculus
y el
Murex brandaris.
Este procedimiento de teñido, de posible procedencia ugarítica,
solo era conocido por los fenicios los cuales se mostraban celosos de
ella y procuraban mantenerla en secreto. Este tinte se obtenía
extrayendo del mencionado molusco la glándula hipo branquial,
seguidamente se depositaba en un recipiente que contenía agua marina
y finalmente se exponía al sol .El liquido resultante de este
proceso era el tinte, con el que se teñían las suntuosas telas, muy
apreciadas por todo el Mediterráneo. El grado de descomposición y
concentración del contenido del recipiente era el que determinaba el
tono de la coloración, que abarcaba desde un rosado pálido, hasta
un púrpura de mayor intensidad .Esta última tonalidad púrpura era
la más apreciada por los monarcas de las ciudades Mediterráneas,
denominándose púrpura de Tiro. Dada la complicación que suponía
obtener fácilmente grandes cantidades de púrpura, esta industria
solo estaba al alcance de una elite y nunca destinada a la gente
corriente. La producción de telas y paños teñidos de púrpura,
fueron considerados artículos de lujo en todo el Mediterráneo. No
se sabe realmente el origen de la industria de la púrpura, es decir,
quienes fueron los primeros en descubrir su secreto de fabricación.
Hay quien apunta a que su origen hay que buscarlo en la ciudad de
Ugarit, cuyos habitantes guardaban su secreto, hasta que los llamados
Pueblos del Mar arrasaron la ciudad haciéndose con él y que luego
transmitieron a los fenicios.





Si
tenemos en cuenta que los fenicios, en un principio ,se limitaban a
actuar como puros tratantes de productos y objetos artesanos ajenos,
que acumulaban procedentes de diversos lugares, con el tiempo se
dieron cuenta de lo rentable que suponía este comercio y se
dedicaron a perfeccionarlo, con el objeto de hacerlo más rentable si
cabe. Los mercaderes fenicios tan solo se dedicaron a adaptar estos
productos al gusto desigual de sus clientes, comenzando a producir
una artesanía propia, de gran originalidad y muy diversa, plagada de
influencias egipcias, griegas, mesopotámicas etc., dando lugar a un
arte ecléctico muy apreciado entre sus clientes. Las ciudades
fenicias de oriente, destacaron por tanto, por ser productoras de una
suntuosa industria de objetos manufacturados y productos de lujo.
Estos objetos, que consistían a grandes rasgos, en tallas de
madera, figurillas, ricos ornamentos de lujo, paneles decorados,
cerámica, vidrios y marfiles, se destinaban a satisfacer la demanda
de una nobleza refinada amante del lujo, los cuales les servían
como elementos distintivos a través de los que reafirmaban su
prestigio y posición social. De los talleres fenicios procedían
innumerables piezas, la mayoría de gran belleza, trabajadas con
insuperable maestría por los artesanos. En ellos se elaboraban
ricos objetos de marfil, bronces, piezas de oro y plata, así como
joyas en las que dejaban constancia de un magistral dominio del
granulado y la filigrana. Contamos con magistrales ejemplos en el
campo de la joyería, de la habilidad mostrada por estos artesanos.
En las colonias occidentales, contamos también con buenos y
numerosos ejemplos, como en la colonia fenicia de Gadir, donde se
documentó dos anillos basculantes gemelos, datados en el siglo IV a.
c, que eran utilizados como amuletos. Estos anillos, los cuales
estaban concebidos para colgar del cuello y no para ser portados en
el dedo, se componen cada uno de ellos por unas piedras de color rojo
y verde sujetas por una capsula de oro dentada, así como un anillo
también de oro, ancho y de tipo giratorio. Los extremos de este
anillo se insertan en la capsula a través de unos tubos cilíndricos.
Por tanto queda claro que la metalistería fenicia contó con
magníficos artesanos.







                                             - Naves fenicias -                   imagen; Spirit of Fuerteventura


Los
metalurgistas fenicios también fueron autores de cuencos, copas,
páteras y hachas, todos ellos realizados con una soberbia maestría.
En relación con esto en Idalion apareció una pátera fenicia de
19,50 cm de diámetro, acabada en plata sobredorada, que demuestra la
magistralidad de los artesanos fenicios. Datada el siglo VII a. c, la
composición se distribuye a base de frisos, y narra una lucha
entre diversos personajes heroicos enfrentados con grifos alados y
leones .En el centro de la pátera se puede ver a un faraón
ajusticiando a sus rivales que aparecen ante el arrodillados.




En
fenicia también se puso en marcha una importante industria del
trabajo del marfil, surgiendo pequeños talleres, donde los
artesanos realizaban diversas figurillas talladas en colmillos de
elefantes o incluso de morsa, muy apreciadas. Los marfiles fenicios
eran de una extraordinaria calidad y gozaban de gran prestigio en el
mundo antiguo consiguiendo plasmar, desde el Bronce Antiguo, bellas
piezas labradas, no solo en marfil sino también en hueso. Los
artesanos fenicios consiguieron piezas complicadas aplicando la
técnica de taracea consistente en añadir a la pieza de marfil
vidrios policromados y piedras semipreciosas, como es el tesoro del
Fuerte de Salmanasar. Fue tal la importancia de la industria del
marfil de los fenicios, que proliferaron pequeños talleres en la
mayor parte de las ciudades de la costa sirio Palestina. La
dificultad que planteaba tallar las diferentes composiciones en
marcos tan reducidos, no supuso un problema para la pericia de los
artesanos fenicios, consiguiendo obras, ya sean de tipo
cúltico-religioso, o bien de tipo decorativo.





La
mayor parte de todas estas manufacturas, se empleaban como
instrumentos de intercambio, en el contexto de un comercio
internacional en creciente auge .Del comercio de la manufactura, los
fenicios obtenían elevados beneficios y pronto lo dominaron casi en
régimen de monopolio. Tal era el control que los fenicios tenían,
que la mayor parte de los productos manufacturados que llegaban a los
países vecinos eran suministrados por los estos. Así, estados como
Asiría o Israel, pudieron disfrutar de estos productos suntuosos y
exóticos. Pero una gran parte de este comercio, que partía desde
la costa fenicia, se proyectaba a través del imperio Asirio, en un
circuito comercial que abastecía toda Mesopotamia. Las metrópolis
fenicias constituyeron circuitos comerciales, destacando la ciudad de
Tiro, que haciendo gala de su carácter emprendedor, proveía de
productos exóticos a Armenia, Arabia, Mesopotamia, la Península de
Anatolia, o la mayor parte del Egeo. Los fenicios también
controlaban el comercio del vino, dada la importancia que este
producto tenia, no solo en el aspecto alimenticio sino también en el
plano religioso, siendo Grecia uno de sus principales clientes.






        - Joya fenicia, necropolis gaditana, Museo Provincial -


Tiro,
sabedora de la importancia de los metales y por tanto de la enorme
demanda de otros estados, se preocupó de dominar las rutas
comerciales donde abundaban los más diversos minerales, como oro,
plata, hierro, estaño, plomo o cobre. Tiro logro establecer una
extensa red comercial que se extendía a lo largo de Mediterráneo y
las costas del Océano Indico. Las zonas donde abundaban estos
metales, y que Tiro se ocupó de controlar, fue la Península de
Anatolia, Chipre, Etruria, Tartessos o la península de Sinaí. Tiro
alcanza el auge comercial en el siglo VIII a. c, al igual que el
resto de metrópolis fenicias. Los productos con los que comerciaban
los tirios eran animales, como mulos, caballos, pavos reales o monos,
colmillos de marfil, lino, ricas maderas (ébano), corales, canela,
piedras preciosas, minerales, esclavos perfumes o tapices. Todo este
comercio dio a las ciudades fenicias enormes beneficios, pero los
fenicios se dieron cuenta de que podían ir más allá y obtener
mayor renta, cuando una vez lograda la materia prima, se transformara
esta en productos manufacturados, así además del valor obtenido por
la materia en sí , se obtenía también el valor añadido de la
mano de obra. Para ello se establecieron industrias o talleres a
donde llegaba la materia prima para su transformación. Una de las
industrias más florecientes en este sentido fue la industria del
vidrio, siendo famosas por obtener un vidrio transparente único
hasta ese momento, en el mundo antiguo. Fue tal el existo de esta
industria que crearon en torno a ella, especies de cadenas
comerciales con el único fin de asegurar su buena distribución a
gran escala. En la producción del vidrio destacaron tanto Tiro como
Sidon, que lo distribuyeron por toda la cuenca Mediterránea que a su
vez comerciaban.





Los
artesanos fenicios, por otro lado, fueron los artífices de la
popularización por todos los pueblos del Mediterráneo de amuletos
egipcios, sobre todo los conocidos escarabeos, que eran amuletos con
un claro carácter mágico y religioso con forma de escarabajo. Los
fenicios pronto advirtieron las claras posibilidades comerciales de
este amuleto y se encargaron de difundirlo ampliamente por toda el
área mediterránea. En el propio ámbito que constituían las
ciudades estado fenicias y sus colonias, los escarabeos se
convirtieron en algo más que una pieza de intercambio comercial,
pasando a considerarse como una pieza mágica. En el mundo cultural
fenopúnico la arqueología ha documentado numerosas de estas piezas
en lugares muy diversos, separados por muchas millas de distancia,
documentándose en santuarios, tumbas, templos y lugares de hábitat.





Debemos
tener en cuenta que en el mundo fenicio, las actividades mercantiles
estaban ligadas al estado, a la monarquía, o mejor dicho al Palacio.
Solía existir un comercio dirigido por el monarca, es decir público,
con sede en el palacio, y un comercio de carácter privado. En el
primer caso es el propio rey el que gestiona la empresa, dando las
órdenes pertinentes, siendo un comercio interestatal. En el segundo
caso, se puede afirmar que existían especies de compañías
privadas, cuyo propósito era la gestión y transporte de mercancías
por vía marítima. En un caso u otro, las relaciones entre el estado
y esos comerciantes privados debían ser excelentes, ya que era el
estado quien realizaba encargos a estas compañías privadas, que
eran las que se ocupaban del transporte de las mercancías.





Lo
que no cabe duda es que los fenicios eran magníficos comerciantes.
Si hacemos caso a Herodoto, ellos inventaron el comercio invisible,
es decir cuando los fenicios arribaban a costas extranjeras,
acostumbraban a depositar sus mercancías en la playa y retirarse
seguidamente. Una vez en sus naves, hacían un fuego que produjera
una humareda que se divisara a larga distancia, como reclamo. La
humareda era divisada por los indígenas del lugar, que acudían a la
playa y depositaban junto a las mercancías, cierta cantidad de oro y
una vez hecho esto se alejaban .Seguidamente los fenicios volvían y
decidían si sus mercancías valían ese oro. Si era así se llevaban
el metal y dejaban las mercancías, en caso contrario se volvían a
retirar a sus barcos en espera de una contraoferta más ventajosa,
hasta que las dos partes estuvieran de acuerdo. Y es posible que así,
o de forma parecida, se iniciaran los primeros contactos entre los
mercaderes fenicios y los indígenas del lugar, con un sistema que
llama la atención por su honradez y donde no se escatimaba en
regateos hasta que ambas partes estuvieran de acuerdo con la
transacción.





                                                             - Nave fenicia -



Llegados
a este punto el ávido lector se habrá dado cuenta que los fenicios
fueron grandes comerciantes y que en sus extraordinarias actividades
mercantiles se extendieron por todo el Mediterráneo, pero ¿Cómo
llegaron los fenicios a ser los grandes dominadores comerciales del
Mediterráneo? ¿Qué les motivo a abandonar sus costas, sus puertos,
sus ciudades y lanzarse en una oleada colonizadora por un Mar poco
hospitalario? ¿Qué hizo que sus gentes se establecieran en lejanos
lugares fundando nuevas colonias? Pues bien, la frívola imagen que
los fenicios han despertado tradicionalmente, de severos y avaros
comerciantes, que se desplazaban por el Mediterráneo con la sola
idea de buscar aquellas materias primas y artículos exóticos, de
los que carecían y por medio de los cuales lograr ingentes
beneficios, queda muy alejada de la realidad. No fue una causa la que
empujó a la expansión de los fenicios por las aguas mediterráneas
y su final llegada al occidente Mediterráneo, sino una pluralidad de
ellas, las cuales se interrelacionan entre sí.






Tradicionalmente
se venía justificando la colonización fenicia por una causa
puramente comercial, exenta de otras, que si bien es cierta, no hay
que considerarla como una causa aislada, sino que entra en relación
con otros factores también determinantes dentro de la expansión
colonial fenicia. En este sentido la búsqueda de materias primas,
sobre todo metales, hizo que los mercaderes fenicios se lanzaran en
busca de lugares ricos en estas, muchos de ellos localizados en
sitios remotos, como la Península Ibérica o las Islas Británicas.





Otra
causa que llevo a los fenicios a su colonización económica del
Mediterráneo, fue la escasez de recursos y la degradación
medioambiental, como la deforestación de un territorio, como ya se
ha dejado constancia, de gran riqueza forestal, que se venía
produciendo en el territorio cananeo, y así lo atestiguan las
fuentes bíblicas y arqueológicas, de donde se desprende que hacia
los siglos XIII-XII a. c, las metrópolis fenicias empezaron a
experimentar un déficit de la producción alimentaría.






De
este modo, varias ciudades de la costa sirio-libanesa, importaban
productos alimenticios, algo impensable en el milenio anterior. Esto
es una consecuencia directa de la sobreexplotación agropecuaria a la
que los fenicios habían sometido su territorio, un territorio
geográficamente escaso para atender las demandas de una población
en creciente expansión y desarrollo, con la consiguiente degradación
medioambiental. Fue este aumento poblacional, unido a una pérdida de
territorios del interior, otra causa de la diáspora fenicia por el
Mediterráneo, ya que unida a la escasez de productos alimenticios,
que la nación Fenicia venía padeciendo, desemboco en una crisis de
subsistencia. Las urbes cananeas presentaban un grave problema de
hiperpoblamiento y pocos recursos, hecho, que se agravó por un
acentuado éxodo rural, motivado por el déficit de tierras y los
malos resultados de la agricultura. Ello trajo consigo un trasvase
poblacional del mundo rural al mundo urbano. En este contexto es
fácil suponer que el descontento de la población más
desfavorecida, un sector poblacional de ciudadanos libres sin
representación asamblearia que perseguía un reconocimiento social ,
y que se hacía a menudo patente, provocó frecuentes tensiones
sociales, hasta que la situación se tradujo en insostenible,
viéndose como una posible solución, la migración mediterránea y
la fundación de colonias por el Mediterráneo, donde pudieran
desplazarse y establecerse la población sobrante en busca de mejores
condiciones de vida y aligerar así, la presión social de las
metrópolis. Los textos de autores clásicos como Salustio o
Tertuliano, entre otros, apuntan a este crecimiento poblacional
desmesurado, como una de las causas de la colonización mediterránea
llevada a cabo por los fenicios.





La
desigual redistribución de la riqueza, que chocaba frontalmente con
un sistema tributario injusto, puesto en marcha desde las
instituciones palaciales, también tuvo su repercusión negativa,
favoreciendo la salida de los colonos. Pero no solo esto, además la
presión fiscal o tributaria a la que se vieron sometidos las
ciudades fenicias, por parte de los monarcas asirios, se configura
como una causa más de la salida de los fenicios a las aguas
mediterráneas, fundamentalmente en busca de metales, que les
proporcionase el numerario preciso para afrontar tan exigentes
tributos. En torno al siglo IX a. c, en tiempos de Asurnasirpal, los
fenicios debían pagar exigentes tributos, como oro, bronce, plata, o
estaño, junto a ingentes cantidades de objetos de lujo. Esta
actividad tributaria continuó en tiempos de Salmanasar III y
Tiglatpileser III que siguen recibiendo las mismas clases de
mercancías por parte de las metrópolis fenicias.





Los
metales se convirtieron en los productos más cotizados por los
mercaderes fenicios, y aunque en un principio les bastaban los
obtenidos en regiones próximas, como Anatolia, de donde obtenían
plomo, plata, hierro, y estaño; Chipre y Asia Menor, de donde
sacaban cobre y el hierro; la plata del Egeo y el oro de Ofir, pero
pronto se les hizo insuficiente. Esto unido al aumento de la
influencia griega en aguas del Mar Tirreno y el despuntamiento de
Urartu, obligó a los mercaderes fenicios a recurrir a nuevos
circuitos comerciales donde abastecerse de productos metalíferos,
incrementándose sus visitas a la Península Ibérica. La gran
demanda de metales preciosos, hizo que los fenicios pusieran sus ojos
en las minas de la Península Ibérica, como Huelva y Sevilla, sobre
todo en el periodo púnico, estableciéndose en la colonia tiria de
Gadir, empleándola como base para el intercambio comercial con
Tartessos. Así, el sur peninsular se convirtió en destino
predilecto de las naves mercantes fenicias, atraídas por las
riquezas del mítico reino de Tartesos. Era tal la riqueza
metalífera, sobre todo plata, que allí encontró este pueblo
oriental, que a pesar de su lejanía de las costas más orientales
del Mediterráneo, les merecía la pena y les resultaba de enorme
rentabilidad.






              - Anillo fenicio, casa del Obispo (Cadiz), Museo Provincial -


En
otro estado de cosas, tan magna empresa, como era el comercio por
todo el Mediterráneo, y sobre todo el establecimiento, creación y
organización de estos nuevos asentamientos humanos, requerían de
una perfecta organización. No estamos hablando de un grupo de
personas que por su cuenta y riesgo deciden embarcarse en tan
complejas expediciones, acabando estableciéndose por su cuenta de
una manera anárquica, sino todo lo contrario. Es decir, todo el
programa comercial ultramarino que llevan a cabo los fenicios, estaba
orquestado por el Estado y más concretamente por la clase
aristocrática, a la cual no le interesaba la situación de
inestabilidad social que se vivía en las metrópolis y que día a
día, iban acrecentando las desigualdades sociales, generando
tensiones internas, que por otro lado, era preferible evitar en la
medida de lo posible.





El
aparato del estado era el único capaz de poner en marcha semejantes
expediciones, ya que esto suponía fletar las embarcaciones
necesarias, con todos los preparativos que exigía un largo viaje, en
el que además transportaba a ciudadanos dispuestos a establecerse
,definitivamente, en lugares lejanos. Es muy posible que en un
principio, dado el carácter migratorio de estas empresas, la
expedición fuera dirigida físicamente, por miembros de la clase
aristocrática, que además pretendían que no se produjera una
desvinculación de los nuevos asentamientos respecto de la metrópoli
y así controlar los medios de producción. También muchos de estos
aristócratas, interesados en influir en la vida política de sus
metrópolis, se veían atraídos a encabezar y participar en estas
expediciones ambicionando méritos, que les consolidara en la vida
política de su ciudad. Sea como fuere, en uno y otro caso, la
búsqueda o el incremento de la fortuna, constituía también, un
factor motivador, a la hora de involucrarse en dichas actividades.





Estos
pobladores, dirigidos por miembros de la aristocracia, van a crear
en los nuevos lugares de hábitat, un modelo heredado de la
metrópoli, reproduciendo el modelo político de esta. Así, no solo
van a importar los mismos hábitos de vida que se practicaban en la
urbe de procedencia, sino que también su arquitectura seguirá el
mismo modelo, imperando el reducto fortificado que protege a la
ciudad de eventuales enemigos, y donde la población se puede
guarecer a modo de acrópolis. Pero ¿Cuál era el régimen de
financiación de las largas expediciones a occidente lugar del que se
esperaba traer enormes riquezas?, ¿A quién le correspondía aportar
ese importante capital que condujera al éxito de tan magna empresa?
Pues bien no se conoce con certeza de donde salió este capital, lo
que sí está claro es que debieron realizarse importantes
inversiones, recibiendo un gran aporte financiero. Lo más acertado
esta en pensar que el aporte económico y financiero que reciben las
expediciones fenicias provenía de dos fuentes distintas. Por un lado
el Estado, que como organizador del proyecto colonizador y
migratorio, realizaba las aportaciones más fuertes, y dentro del
estado el Templo hacia grandes aportaciones económicas a este
programa colonizador. Por otro lado, también eran importantes las
aportaciones privadas de una oligarquía mercantil que en torno al
800 a. c aparece ya organizada en asociaciones o consejos de
comerciantes (Hubur). Por lo tanto parece clara la coexistencia entre
el capital público y el privado .En un primer momento la iniciativa,
en este sentido, la llevaría el Estado, aunque no se descarta, que
con el tiempo, las aportaciones privadas fueran en aumento, pudiendo
evolucionar a formas privadas, o simplemente ir alternándose, según
las condiciones políticas de cada momento. El hecho de que el Estado
estuviera al frente de las nuevas fundaciones por medio de tan
fuertes aportaciones económicas y representado por la aristocracia
en las nuevas colonias, creó un vinculo de dependencia muy fuerte
entre la metrópoli y la nueva fundación.





En
este sentido, esos aristócratas, consiguieron establecer en el
nuevo espacio urbano, la misma diferenciación social que imperaba en
la metrópoli de procedencia. Igualmente se traslada a la colonia el
mismo modelo religioso, heredando el panteón de la ciudad madre, así
como los ritos funerarios que se practicaban en la metrópoli. Ahora
bien, todo este movimiento migratorio que concluye con el
asentamiento en diferentes puntos geográficos, requiere una
organización social que permita a los nuevos pobladores poder
desarrollar su vida de forma plena. Por ello, una vez establecidos,
había que buscar tierras de cultivo que les permitieran desarrollar
las actividades agrícolas obvias para la subsistencia, así
paralelamente a la colonización comercial, se produce una
colonización agrícola igualmente compleja. Dentro de este programa
colonizador Fenicio, se debe diferenciar un periodo Pre-colonial o de
establecimientos no definitivos, aunque no aceptada por algunos
autores, que se extendería desde el siglo XI a. c hasta comienzos
del siglo VIII a. c, en el que los nuevos pobladores se iban
aproximándose, en acercamientos paulatinos y en etapas de tanteo, a
las costas mas occidentales del Mediterráneo. En esta etapa se
prescinde del sometimiento territorial, limitándose únicamente a la
explotación de los recursos de ese territorio, y al trueque con la
población indígena.





Tras
esta etapa vendrá otra, que llamaremos Colonial, de consolidación y
de establecimientos permanentes. Durante este periodo se pone en
marcha un control del territorio, mediante la ocupación del mismo y
el sometimiento de los pobladores originarios, para de esta forma
controlar definitivamente todos los recursos. Debemos tener en cuenta
que cuando los recién llegados de Oriente se establecen en los
nuevos territorios y entran en contacto con las poblaciones
autóctonas, se produce un inevitable impacto cultural, un choque
entre dos realidades culturales, con el consiguiente intercambio
cultural, pero un intercambio, en este caso desigual y
desequilibrado. Todo esto trae como consecuencia un proceso acentuado
de aculturación en la población autóctona, que acabó propiciando
la consolidación de un fenómeno de explotación ejercido por los
recién llegados. A través de la explotación colonial, se produce
una relación de dependencia económica y tecnológica por parte de
la población indígena. En este contexto cultural se originó una
progresiva y acentuada desigualdad, motivada por una redistribución
para nada equitativa de la riqueza, diferenciándose cada vez más
las clases dirigentes del grueso de la población y adquiriendo mayor
prestigio social.





En
el ámbito de las relaciones comerciales entre la población
autóctona y los fenicios, son unas transacciones claramente
desiguales, donde los recién llegados obtenían materias primas,
principalmente metales y otros recursos, a cambio de manufacturas de
escaso valor que recibían los lugareños. Era pues, unas relaciones
mercantiles claramente desproporcionadas, desde un punto de vista
equitativo, donde la población alóctona establece las reglas del
juego, regulando el modo de llevarse a cabo los intercambios. Esto
lleva necesariamente consigo una situación de sobreexplotación
laboral, donde los colonizadores acabaron imponiendo su sistema
productivo, asegurándose para su eficacia, la introducción en el
mismo, de las élites locales, para que se dedicasen a la importante
labor de reclutar, entre la población indígena, la mano de obra
necesaria para la eficacia productiva del sistema. La manera en que
los fenicios consiguen que estas elites locales colaboren en el nuevo
sistema productivo, será mediante la puesta en marcha de una
política de pactos y alianzas dentro de la colonia, con el claro
objetivo de conseguir que estas élites se impliquen en el
reclutamiento y dirección de una poderosa mano de obra que asegure
el éxito de la empresa.





A
esto debemos unir una dependencia tecnológica por parte de la
población autóctona, con respecto a los recién llegados, con la
consiguiente subordinación económica que condujo a una desigual
distribución de la riqueza produciendo como resultado final una
esquilmación de los recursos por parte de los nuevos pobladores.





A
pesar de esta diferenciación entre ambos periodos, es posible, que
ambas prácticas coexistieran durante un determinado tiempo, en
función de las necesidades y el grado de evolución de las
sociedades con las que iban entrando en contacto estos nuevos
pobladores fenicios. Es decir, puede que los fenicios tuvieran una
manera de proceder, pero puede que en determinados momentos, esas
maneras de actuar fuera preciso cambiarlas sobre la marcha, cuando
entraban en contacto con pueblos indígenas que por su nivel de
desarrollo y sus peculiaridades, así lo exigieran. Es fácil pensar
que los mercaderes fenicios no actuarían de igual manera ante
pueblos orientales como Egipto, que como lo harían ante sociedades
más primitivas, del Mediterráneo occidental tanto en el trato
personal , como en la forma de comerciar.





Hay
que tener en cuenta, que para que se pudiera llevar a cabo el
programa colonizador puesto en marcha por los fenicios, hubo de
producirse necesariamente, un periodo precedente de viajes previos o
estudios de mercado, que transmitiera a los futuros pobladores, las
posibilidades comerciales y económicas que ofrecía el nuevo
entorno. Los viajes que se realizaron en el periodo pre-colonial
debieron ser poco numerosos, intermitentes, esporádicos en el tiempo
y con un sentido de tanteo o exploratorio. Por este motivo las
factorías que fundaban y que les servían de apoyo en estos primeros
desplazamientos, eran precarias y no llegarían ni a la categoría de
poblados, carentes por tanto de infraestructuras urbanas. Estos
primitivos emplazamientos estarían realizados en materiales
claramente perecederos, destinados a conseguir los fines perseguidos,
que no era otro que ofrecerles un lugar de refugio, aprovisionamiento
y descanso necesario, caracterizados por la temporalidad de los
mismos. Hay que tener en cuenta que en estos primeros momentos de la
colonización, solo les bastarían puntos estratégicos, donde
abastecerse de lo básico y necesario, como era el agua, así como un
lugar donde refugiarse para descansar fuera del mar. La no existencia
de estructuras urbanas y que por el contrario, que estas factorías
estuvieran acabadas en materiales fácilmente degradables y
perecederos, podría justificar los continuos problemas de datación
arqueológica a la hora de establecer la fecha de fundación de una
colonia, ya que muchas veces no coinciden los datos literarios con
los arqueológicos. En este sentido los mercaderes fenicios dejarían
pocas huellas de su presencia en cuanto se refiere a la cultura
material, dado el tipo de mercancías con las que comerciaban en este
periodo con la población indígena.






- Mercaderes Fenicios -                    imagen; Historia y Arqueologia


Por
su parte el periodo colonial fenicio se inicia a mediados del siglo
VIII a. c, en el contexto de inestabilidad política y social que se
produce en las metrópolis fenicias, dada la crisis económica, la
escasez alimenticia y la presión demográfica. Es a partir de ahora
cuando contamos con un horizonte arqueológico mayor, ya que las
factorías anteriores se convierten en colonias urbanas, por lo que
los testimonios arqueológicos son más abundantes.






En
su camino hacia el occidente Mediterráneo, los fenicios seguían una
ruta de ida, que partiendo de la metrópoli, en las costas fenicias,
se desplazaba hacia occidente, pasando por Chipre, Creta, Malta,
Sicilia, Cerdeña e Ibiza hasta llegar a las columnas de Hércules,
en el estrecho de Gibraltar. Es posible que en estos viajes de largas
distancias las naves fenicias hicieran escalas intermedias en las
numerosas factorías con las que contaban a lo largo de la costa
africana, con el fin de hacerse con provisiones y descansar por la
noche, aunque si creemos a Homero, los fenicios podían navegar
durante días sin arribar de noche en ningún puerto. Se supone que
cada estación o factoría, distaría de la siguiente en torno a los
60 Km., distancia, que avanzaría una nave de la época en cada
jornada de navegación. Sería descabellado pensar que los marinos
fenicios, por muy buenos navegantes que fueran, se aventuraran en una
larga travesía dentro de un mar hostil y, por otro lado, poco
conocido, sin contar con puertos o bases en los que aprovisionarse o
donde recalar sus naves en caso de urgencia o necesidad, sobre todo
en el periodo pre-colonial.





A
la vuelta se seguía una ruta diferente, concretamente bordeando las
costas del norte de África, aprovechando al máximo el régimen de
las corrientes, que eran muy fuertes en dirección este, y los
vientos favorables. En el Mediterráneo, a pesar de que las
corrientes marinas no son tan fuertes y determinantes como en el
Atlántico, si existe una corriente constante de circulación, que
sigue la dirección contraria a las agujas del reloj, que penetra a
través del Estrecho de Gibraltar en sentido este, siguiendo la costa
africana hasta Port-Said, produciéndose en este punto un giro hacia
el norte, siguiendo las costas de Israel y Líbano y finalmente
tomando dirección oeste en Asia Menor.





Con
el fin de realizar el viaje lo menos accidentado posible, los
desplazamientos hacia occidente se llevaban a cabo en la estación
navegable, que no era otra que la que se correspondía con los meses
de entre marzo y octubre. Hay que tener en cuenta que la distancia
que separaba las costas fenicias del Estrecho de Gibraltar estaba en
torno a las 2700 millas, lo que significa que se tardaría
aproximadamente en realizar este recorrido en torno a los tres meses
y medio, luego entre el viaje de ida y vuelta sería necesario
invernar, con lo que se tardaría entre ir y volver en torno al año.






La
expansión fenicia por el Mediterráneo central y occidental, siguió
por tanto una serie de fases o etapas, que respondían, en su origen,
a las necesidades de la Metrópoli en cada momento. Se paso de una
política fundacional de simples factorías, desde fines del siglo IX
a. c, o principios del VIII a. c, a un fenómeno de emigración en
masa de gentes provenientes de las ciudades fenicias orientales, en
busca de mayor seguridad y una vida mejor, a causa del estado de
agitación que se vivía en sus ciudades de origen, las crisis de
subsistencia y al terror asirio. Estos nuevos pobladores se
establecieron en las antiguas factorías, que en su origen sirvieron
como lugar de aprovisionamiento y refugio temporal de las naves
comerciales fenicias y que con el tiempo se convirtieron en
autenticas ciudades.






En
el siglo VI a. c, los Persas con Nabucodonosor al frente conquistan
la ciudad de Tiro poniendo fin a la conexión de la Metrópoli con
sus colonias mediterráneas centrales y occidentales, surgiendo a
partir de ese momento diferentes “círculos” comerciales, uno de
los cuales es el “Círculo del Estrecho”, a cuyo frente se
encontraba la ciudad de Gadir.


Bibliografia


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Biblioteca básica de Historia. Dastin Sport S.L. Madrid 2004.



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