Autor: F. Ramos Oliver,F.J. Jiménez Moyano
viernes, 05 de agosto de 2016
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
Información publicada por: SALA
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La batalla del monte Curriechos

Los autores exponen de forma breve los trabajos arqueológicos efectuados en el cordal de la Carisa (Asturias Central) en los montes Curriechos y Homón de Faro, donde señalan la existencia de dos conjuntos arqueológicos. Uno ubicado cronológicamente a finales del siglo I a. C.y otro entre los s. VII y VIII de nuestra era, para centrarse en el primero de ellos.Se expone una síntesis de las Guerras Astur-Cántabras para situar los hallazgos del Curriechos que se traducen en la existencia de una posición fortificada romana de grandes dimensiones.Se expone el método de estudio utilizado basado en una integración de factores, se detienen en la exposición de unas consideraciones tácticas y logísticas del escenario bélico que las excavaciones han sacado a la luz, para concretar unas posibles ocupaciones y concluir con unas hipótesis sobre lo que pudo ser una batalla defensiva de alta montaña a finales del siglo primero antes de Cristo.

Ejército español Revista de Historia Militar



En el presente trabajo el general de división Ramos Oliver y el Teniente Coronel Jiménez Moyano analizan el escenario bélico de Curriechos.

 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2736728

Los autores exponen de forma breve los trabajos arqueológicos efectuados
en el cordal de la Carisa (Asturias Central) en los montes Curriechos y
Homón de Faro, donde señalan la existencia de dos
conjuntos arqueológicos. Uno ubicado cronológicamente a finales del siglo
I a. C.y otro entre los s. VII y VIII de nuestra era, para centrarse en
el primero de ellos.Se expone una síntesis de las Guerras Astur-Cántabras para situar loshallazgos del Curriechos que se traducen
en la existencia de una posición fortificada romana de grandes
dimensiones.Se expone el método de estudio utilizado basado en una
integración de factores, se detienen en la exposición de unas
consideraciones tácticas y logísticas del escenario bélico que las
excavaciones han sacado a la luz, para concretar unas posibles
ocupaciones y concluir con unas hipótesis sobre lo que pudo ser una
batalla defensiva de alta montaña a finales del siglo primero antes de
Cristo.

PALABRAS CLAVE: Guerras Ástur-Cántabras; Asturias; La LegiónRomana;
campamentos romanos; la Carisa; Publio Carisio; Guerra de Montaña.

En Octubre de 2001 un grupo de
arqueólogos reconocía la zona del monte Curriechos, un paraje situado en
el cordal de Carraceu, al sur de la Asturias Central. Hasta el momento
allí se suponía que existía un castro a la sorprendente cota de 1700
metros. Los arqueólogos llegaron a aquellas alturas algo escépticos
sobre la posibilidad de un asentamiento humano de forma continua en
cotas tan altas. Las condiciones de vida en esas alturas son, y tuvieron
que ser, muy duras. Por otra parte, había otros análisis de la zona, en
especial el realizado en 1858 por el comandante don Elías García-Tuñón y
Quirós en un folleto titulado «Memoria sobre las guerras que los
romanos hicieron en Asturias» que apuntaban otras posibles pistas para
explicar la existencia de los vestigios de esas obras presumiblemente
castreñas.Durante los años siguientes (2003 a 2004) un equipo
multidisciplinar coordinado por el arqueólogo Jorge Camino realiza
excavaciones en el referido monte Curriechos y alrededores con el
mecenazgo de Caja Astur. De resulta de los mismos, y siguiendo la pista
apuntada por el comandante García-Tuñón, se concreta la existencia de un
campo de batalla, donde existen dos conjuntos fortificados que aparecen
enfrentados, uno en ese monte y otro en otra elevación al norte del
mismo: El Homón de Faro. El primero de los conjuntos es, por evidencias
arqueológicas, claramente romano y del periodo de las guerras Astur-Cántabras. El segundo fue considerado en un primer momento  astur,
fundamentalmente por la presencia de técnicas constructivas típicamente
castreñas y por el escenario que invita a pensar en la existencia de un
campo de batalla entre los invasores romanos y los defensores hispanos.
Sin embargo, en las dos campañas siguientes (2005 y2006), las
investigaciones sacan a la luz unos resultados sorprendentes de la mano
del carbono-14. La muralla de módulos existente en El Homón de Faro, que
se creía astur por sus técnicas constructivas prerromanas, había que
situarla cronológicamente entre finales del siglo VII y principios
del VIII de nuestra Era. La idea previa de un escenario bélico entre
romanos y astures, ambos solidamente fortificados, como pudo ocurrir en
la Espina del Gallego, en el frente cántabro de estas guerras, se
desvanecía para transformarse en dos posibles escenarios: uno situado en
las guerras Astur-Cántabras y el otro siete u ocho siglos más tarde. Al
respecto, el arco cronológico que mostraba los análisis de carbono-14
permitía dos únicas posibilidades a la luz de las fuentes escritas: una
sublevación de los astures frente a Wamba a finales del siglo VII o la
invasión musulmana a primeros del VIII.

En el presente trabajo, nos centraremos en el primero de los escenarios
que ubicamos en las guerras Astur-Cántabras, en espera de los avances
de los trabajos sobre el segundo de los escenarios. Para ello haremos
una breve referencia al conjunto de esa contienda, para pasar a las
consideraciones militares del escenario y al método de investigación
seguido en las mismas.
En la primavera del 26 a.C.
Augusto se encuentra en Hispania; su presencia tiene como finalidad
dirigir la guerra contra astures y cántabros. Los motivos son varios. Por
un lado tenemos la finalidad de completar el control de la totalidad de
la Hispania y el acabar con las depredaciones de las tribus astures y
cántabras sobre los pueblos de la meseta; ésta fue sin duda la
finalidad política para dar legitimidad a la guerra. También podemos
considerar como causas de la guerra la importancia de los yacimientos de
oro y otros minerales claves, aspectos económicos que no se pueden
olvidar.Por último, la necesidad de preparar estratégicamente la
conquista de la Germania Magna, que fue el siguiente paso dado por
Augusto y que suponemos que estaba ya pensado. Sin duda, para iniciar
esa gran operación estratégica sobre el centro de Europa era necesario
asegurar la navegación y comunicaciones por el cantábrico y las costas de
las Galías y disponer de su amplia red de puertos naturales.


El desarrollo de la guerra lo
podemos resumir siguiendo el texto de Dión Casio: «El propio Augusto
guerreó contra los astures y contra los cántabros a la vez, pero como ni
se le acercaban, resguardados por sus elevadas fortificaciones, ni se
le ponían a mano por ser inferiores en número y por utilizar la mayoría
armas arrojadizas y además le causaban muchas dificultades si se ponían
en movimiento, cayendo sobre él siempre desde posiciones dominantes, y le
tendían emboscadas en las hondonadas y en los lugares boscosos, vino a
encontrarse en una dificultad verdaderamente insuperable. A causa de los
esfuerzos y preocupaciones enfermó y se retiró a Tarragona para reponerse
allí. C. Antistio continuó la lucha contra ellos y los reprimió por
completo... Así pudo tomar algunos de sus lugares y más tarde Tito Publio
Carisio conquistó Lancia, la mayor aldea de los astures,que había sido
abandonada, y sometió otras muchas.».


Oficialmente la guerra acaba al
año siguiente, tras la victoria de Lancia. Así,en el 25 a.C. Augusto
licencia tropas veteranas, funda la ciudad de Mérida y cierra el templo
de Jano, pero ésta fue posiblemente una medida más propagandística que
prudente, como así lo demostraron las posteriores revueltas.La primera
de ellas, y más importante, se produce en el año 22. a.C. Los astures
ponen en jaque a Publio Carisio; y los cántabros se revelan
igualmente contra Cayo Furnio18. La situación es crítica para los
romanos. Furnio la controla en su frente, pero Carisio se verá
desbordado por los astures y necesitará la ayuda de aquel. Con el
concurso de fuerzas de ambos, quizás dos legiones,«los astures, tan
pronto como fueron rechazados de un lugar fortificado que se encontraban
asediando y, tras ello, vencidos en combate, ya no continuaron
la sublevación y rápidamente se sometieron.». Con posterioridad al año
22 a.C. se registrarán otras revueltas, pero serán de menor intensidad.


El escenario bélico del monte
Curriechos hemos de ubicarlo cronológicamente entre estas fechas, es
decir, la guerra del 26-25 a.C. y la posterior revuelta del 22 a.C.

Tras la batalla de Lancia y la consiguiente derrota astur, parece
posible
que la finalidad de las operaciones que pudiera haber emprendido Publio
Carisio fuera la de alcanzar los puertos naturales de la costa
cantábrica y en
especial la bahía de Gijón, lo que implica, al menos, el control de la
Asturias transmontana central y su costa. 


En las operaciones que se
emprenden tras la revuelta del 22, el propósito sería el de restituir la
situación. Pues bien, en ambos casos, resulta
imprescindible asegurar una ruta que permitiera a Carisio acceder con
los
gruesos de sus fuerzas en época de campaña y retirarse a sus bases de
invierno meseteñas al término de la misma. Esta ruta fue sin duda la
actual
vía Carisa que discurre desde Gijón hasta, previsiblemente, León y que
actualmente (2006-2007) es objeto de estudio. 


Esta vía, ya fuera un camino
ancestral utilizado por los astures cismontanos y transmontanos con
anterioridad al año 25 a.C., o una calzada terrena de nueva
creación con motivo de los movimientos de las fuerzas de
Carisio, va a ser la principal protagonista de la revuelta de ese año 22
a.C.
Sobre su control girarán las operaciones, pues el combate en montaña de
todos los tiempos ha tenido por finalidad el impedir, o intentar, el
paso a través de ella hacia objetivos políticos o estratégicos que son
el fin último de
las operaciones. 


Uno de esos puntos claves de esa
calzada lo constituyen los montes
Homón de Faro y Curriechos. Sobre el primero la lógica histórica, y la
militar, invita a considerarlo como base de las acciones astures,
posición de cierre de la dirección de avance sur norte. El segundo
pretende justamente lo
contrario y los actuales restos los podemos asimilar al quinto de los
tipos de
campamentos que Pseudo Hyginio relaciona en su Munitionibus castrorum, 
la llamada castra necessaria: «quae in loco necesario, unde et necesaria

castra dicuntur.»
El método del presente trabajo ha sido, en un primer momento, el realizar una aproximación a la posible unidad de pensamiento de los militares de Roma en lo referente al oficio, es decir, aproximarnos a la «doctrina» (Actualmente
se entiende por doctrina al conjunto de principios, conceptos,
directrices fundamentales para la organización, preparación y empleo de
las fuerzas en operaciones militares. (Doctrina de empleo de las fuerzas
terrestres del ET. español 3.º Edición. Madrid. 2003 punto 1.1.).Ya


SunTzu señalaba que la «Doctrina hace nacer la unidad de pensamiento». Los trece artículos sobre

el arte de la guerra. Articulo I.), táctica y logística de finales de la República y principios del Alto Imperio. Para ello se ha buscado concretar y esquematizar unos procedimientos militares de esa época que suponemos usuales o «doctrinales», reglamentarios si se prefiere.

Los documentos históricos al respecto de lo que pudiera ser doctrinal en las legiones de Roma, en ese periodo de tiempo, además de muy escasos, no son
muy precisos. Cuando existen, como las obras de Polibio, Arriano o
Vegecio, están alejados del arco cronológico que nos interesa, y en
ciertos aspectos de detalle táctico y logístico más que resolver dudas
las incrementan.


Afortunadamente tenemos relatos de la actividad bélica de Roma en la época, de la mano de las obras atribuidas a Julio César (Bellum Civile, De bello Gallico, etc. y el anónimo Bellum Alexandrinum) son significativos por proximidad cronológica con las Guerras Astur-Cántabras.

Desgraciadamente, César no pretendía dejar para la posterioridad un tratado
de táctica y estrategia, su finalidad era política y destinada a
fortalecer su imagen. En consecuencia, es necesario advertir que muchos
aspectos como posibles formaciones, datos logísticos, etcétera, son
suposiciones, 
que si bien las consideramos lógicas y basadas en esas y otras obras, pueden ser discutibles. 

En una segunda fase, las posibles
soluciones doctrinales a las que se llegan, se han integrado con el
terreno y con las fortificaciones de éste, a la 
luz
de las excavaciones arqueológicas, y con otros factores como la
meteorología, por lo que el modelo doctrinal se ha adaptado a esos
factores concretándose una posible solución militar de ocupación y
defensa de los diferentes recintos y obras de fortificación aparecidos
en el monte Curriechos.




Posteriormente se ha considerado la posible amenaza que se cernía sobre las fuerzas romanas. De esta amenaza no se puede hacer un esquema doctrinal
con rigor pues las referencias al respecto son muy escasas e
imprecisas. Por otra parte, a diferencia de los militares romanos, los
guerreros
astures y
cantabros tenían unos procedimientos muy rudimentarios e irregulares por
falta de organización, por lo que es prácticamente imposible 
hablar de una unidad de pensamiento militar.

No obstante, trasladándonos al bando romano, se ha elaborado lo que podemos llamar un modelo de amenaza astur y unas consideraciones sobre la actuación de la misma. Tales consideraciones unidas a lo anterior, nos han llevado
a concretar unos supuestos de actuación de ambos bandos que pretenden
recrear lo sucedido en el escenario bélico objeto de estudio.


Por ultimo, estos supuestos se han querido verificar con los hallazgos arqueológicos encontrados sobre el terreno. Desgraciadamente la parte excavada es limitada y aunque son numerosos los objetos encontrados, no aportan una información contundente que nos permita dar por definitivas las
soluciones que se indican. Por consiguiente, conforme avancen las
excavaciones, es posible que se modifiquen algunos de los factores
tratados y 
por lo tanto los modelos y los supuestos de actuación, que deberán ser revisados y modificados en su caso.

Como consecuencia de esta metodología, se expone seguidamente un primer análisis de las excavaciones y los hallazgos hasta el momento, y unas consideraciones generales y militares de la situación existente en la época. 

Con ese marco de referencia, se pasa a estudiar en detalle los diferentes perímetros y se termina con unos supuestos sobre las ocupaciones romanas de la posición del monte Curriechos.





Hallazgos y ausencias claves desde el punto de vista militar


1. El conjunto del yacimiento es una «castra necessaria». Hoy lo clasificaríamos como una posición defensiva con un grado de organización que podríamos calificar de fuerte.

2. Es indudable que esa posición fortificada cierra una dirección
general de norte a sur, pero no descuida la defensa en otras
direcciones. Esta actitud defensiva contrasta con la naturaleza ofensiva de las operaciones que emprende Roma entre el 26 y el 19 a.C. en la zona. No obstante, tal actitud defensiva puede darse perfectamente dentro de una ofensiva más amplia, que se materializa como tal en otros sectores. Con todo, en la zona del monte Curriechos, las fuerzas de Carisio estaban, por la razón que fuera, en rigurosa defensiva y por lo tanto en inferioridad de condiciones por un tiempo que no se puede precisar por ahora.

3. La ubicación está muy bien elegida y denota experiencia.

4. Parece que la organización fue perfeccionada a lo largo de tiempo lo que hace pensar que fue incrementando su fortaleza táctica defensiva y, por
lo tanto, hemos de suponer que hubo un incremento de acciones ofensivas
del contrario que fue previsto a tiempo. Entre los hallazgos monetarios
tenemos un as de Carisio, lo que parece indicar que el problema
defensivo a partir del año de acuñación (23 a.C.) es mayor, toda vez que
es 
encontrado en una de las obras de perfeccionamiento de la posición inicial (una fossa duplex que se transforma en cuadruplex).

5. Las fortificaciones son extraordinariamente fuertes y los obstáculos están
en profundidad y sistemáticamente batidos por las armas de la defensa.
Esto implica la existencia de un numeroso enemigo, bien en presencia o 
que el mando romano lo consideró como una amenaza muy posible.

6. La organización defensiva se aleja de lo usual y tiene la particularidad de alargarse para asegurar una posible fuente de agua . Esto refuerza el anterior indicio de un enemigo que, por lo menos, hostiga las aguadas a la fuente próxima y con mayor motivo cualquier clase de explotación local más alejada.

7. Las sucesivas ampliaciones están diseñadas en detalle para solucionar
deficiencias tácticas y problemas logísticos. Estas ampliaciones están pensadas considerado la fuerza necesaria para su defensa.

8. Aparece un armamento clave que nos puede indicar el tipo de unidades
que guarnecieron la posición. Así, la existencia de un pilum, un dardo y
un posible gatillo de catapulta nos señalan la presencia de unidades
legionarias. La existencia de puntas de lanza y proyectiles de onda nos
apuntan 
la posibilidad de que la guarnición también tuviera unidades auxiliares de dos tipos: infantería y honderos, siendo menos probable la existencia de caballería auxiliar (armada con lanza) por lo abrupto del terreno.


9. La existencia de numerosas conteras confirma la abundancia de pilum y lanzas, pero una de un tamaño algo mayor (hallazgo 52) puede corresponder a un estandarte , este signum militari nos da la posibilidad de que en algún momento se diera la presencia de un signifer o de un aquilifer con su  aquila, lo que nos lleva a señalar la posibilidad de que en algún momento en la posición estuvo el mando de una legión acompañado de varias cohortes, de las que al menos dos fueron auxiliares (infantería y honderos).

10. La existencia de un crisol de fundición implica, al menos, un taller de reparación de armamento, recuperación de piezas y fabricación de otras. Este
suele aparecer en campamentos permanentes de legión, o de destacamentos
menores. En todo caso, es un indicio de la existencia de fuerzas 
numerosas, pero no necesariamente toda una legión. Las unidades debían reparar su armamento, en especial los pila , que quedaban inservibles al impactar en sus blancos o en el suelo. Esta peculiaridad, que permitía que el enemigo no los devolviera, hacía de ésta arma un producto tan eficaz como caro y, pasada la acción, forzosamente recuperable y necesariamente reparable. Estas consideraciones permiten suponer, de forma razonable, que los defensores tuvieron y rechazaron ataques.

11. Como parece que la defensa contribuyó a ganar la campaña, será difícil
encontrar grandes restos de armas arrojadizas romanas sobre el terreno,
pues muy posiblemente al término de la batalla defensiva, los
legionarios y auxiliares, al quedar victoriosos y dueños del terreno,
realizarían batidas por al zona para recuperar puntas de  pilum,  dardos
de máquinas y 
proyectiles de honda.

12. Los trabajos arqueológicos han descubierto una posible explanación en la zona meridional del vallum 2 para un hipotético asentamiento de una máquina de artillería (catapulta). Esta máquina puede ser un indicio de la existencia de una unidad tipo cohorte . También permite suponer que en el momento de su despliegue, la calzada debería estar en condiciones de soportar el tránsito de carros para el transporte de esas máquinas hasta el campamento. Aunque existe la posibilidad de que no fuera así, pues esta clase de ingenios se pudieron desarmar, transportarse a lomo y ser armados nuevamente en la posición del monte Curriechos. Por último, la ubicación de este asentamiento está pensada para batir en profundidad el único acceso que tiene la posición defensiva.

13. La falta de hallazgos (hasta el momento) relacionados con el material sanitario, podría ser una prueba evidente de la estancia de unidades superiores, o de los servicios de apoyo de una unidad tipo legión.

Aunque existían medici (sanitario de combate) que eran simples inmunes
(soldados sin graduación), los instrumentos de cirugía corresponderían a
médicos de mayor categoría y relacionados con los elementos de

apoyo de la legión.


Situación y consideraciones generales tácticas y logísticas



Desde el punto de vista táctico y logístico, a lo largo de la historia y como
ya hemos apuntado, las campañas ofensivas en montaña normalmente han
sido orientadas a la conquista de los pasos claves por los que
discurren las vías de comunicación ya sean artificiales o naturales, de forma
que estas puedan ser utilizadas logísticamente. Para ello se maniobra
por las alturas, a las que se accede por las divisorias, evitándose los
encajonados valles y vaguadas. Esta maniobra por las alturas aconseja el dominio de los nudos orográficos. Esto último da flexibilidad táctica pues
permite, en caso de resistencia del adversario, alternativas de
movimiento desde posiciones ventajosas y por lo tanto de maniobra. Pues 
bien, la zona del monte Curriechos se puede considerar como una posición modélica toda vez que:



– Es el mejor punto de cierre de la posible vía que unía Lancia (zona de León) y la dársena natural que formaba la bahía de Gijón.

– Es de fácil defensa.

– Su ocupación, desde el punto de vista operacional, impide el acceso al
nudo orográfico que materializa el Pico Tres Concejos, nudo que posibilita la maniobra por las alturas al este, oeste y norte, cerrando el acceso al sur.

– Desde el punto de vista táctico permite la maniobra sobre los valles de los ríos Negro al este o Lena al oeste.

– Se encuentra en un punto intermedio de la zona de alta montaña del posible escenario de operaciones, lo que facilita la maniobra logística.



Este cúmulo de características del monte Curriechos nos hace pensar que,
en tanto no existió un control del territorio y de las rutas
comerciales por los valles entre los actuales León y Gijón, la acción
militar para
asegurar una comunicación sur-norte tendría esta zona como escenario clave.

Esta circunstancia determina por sí misma la naturaleza militar de la calzada «la Carisa». Al ser necesario maniobrar en un ambiente hostil, con una amenaza cierta, y no existir caminos adecuados ni amplios valles, aquella se construyó en lo posible por las divisorias.
Ciertamente supone un esfuerzo considerable, pero es una magnifica
inversión, ya que contribuyó al buen desarrollo de las operaciones e incrementó la seguridad del tráfico civil al termino de estas. Las calzadas por las
divisorias dificultan las emboscadas, los hostigamientos y en
consecuencia reducen la acción guerrillera y el bandidaje. Por otra parte, las fuerzas

de reacción, o de represión del bandidaje, se desplazan por posiciones dominantes desde las que pueden maniobrar con rapidez en ese escenario montañoso.

Si consideramos un posible avance desde León o alrededores (posible base de operaciones de Carisio) hacia la costa de Asturias central, las jornadas de marcha sobre la calzada de una unidad a pié con apoyo de semovientes para el transporte de sus víveres y bagajes, podrían tener el siguiente esquema:





León  Inicial 0

La Robla 1.ª 24-30 km,s.

Villamanín 2.ª 24-30 km,s.

Monte Curriechos (castra necessaria) 3.ª 14-15 km,s. Marcha de alta montaña 

Ujo ó Carabanzo 4.ª 16-17 km Marcha de alta montaña

Colloto 5.ª 24-26 km,s.

Gijón 6.ª 25-30 km,s.

Muchos autores dan los 30 km. como la
distancia habitual a recorrer en un día de marcha. La considero excesiva
pues la mecánica de acampadas con criterios de seguridad, así como la
duración


de actividades logísticas de la época (confección comidas, recogida de leña, aguadas), aconsejan

jornadas de no más de seis horas de marcha. Hacer 30 kilómetros implicaría marchar a 5 km/h y

la experiencia me dice, tras 20 años de servicio en infantería ligera, que ese ritmo es excesivo para

ser ordinario.




El campamento romano del monte Curriechos (popularmente llamando de «La
Carisa») es pues la tercera jornada de marcha del itinerario León (base
de operaciones) y la bahía de Gijón (uno de los objetivos de la
campaña), momento en el que es aconsejable realizar una jornada de
descanso y de reposición del nivel logístico de tres días de ración. (Se considera que tres días de ración es un peso adecuado para ser transportado por un legionario con equipo completo, lo que puede suponer unos 30 kg: armamento (espada, cinturón y tahalí, escudo, pilum, casco, cota de malla y puñal.) unos 21 kg,s.; vestuario y equipo unos 10 kg. y 3 días de ración unos 7 kg. Omitimos las estacas por ser el país boscoso y considero que el material de zapadores usualmente sería transportado por el mulo de apoyo al contubernio.), si no se ha hecho antes, máxime si el lugar es de fácil defensa.

Luego, sin descartar el indudable valor táctico de la posición,
como punto de cierre y control de la calzada o, en su caso, de una
ancestral vía de comunicación entre el litoral asturiano y la meseta, la
situación del campamento aconseja que sea punto de descanso usual para
las fuerzas que avanzan para alimentar una acción ofensiva más allá de
esas cumbres, o que simplemente transitaran por el territorio en una
dirección u otra. Se considera que estas circunstancias contribuyen a
explicar la existencia y ocupación ocasional del campamento en esa
cumbre. Hipótesis que no tiene que ser relacionada forzosamente, y en
exclusividad, con la guerra (26-25 a.C.) o la revuelta (22 a.C.), aunque
tomara en esos momentos una importancia crucial. Sin duda, futuras
excavaciones en lugares más idóneos para el descanso y vivaqueo de esas fuerzas o de los viajeros nos confirmarán este extremo.

La «castra necessaria» del monte Curriechos tiene, como se ha señalado,
unas fortificaciones extraordinarias. La orientación de las defensas hasta ahora estudiadas, indica claramente que están pensadas para hacer frente a un ataque procedente del norte, es decir de las alturas de El Homón de
Faro. Es más, la solidez y profundidad de las mismas, el solape de
posibles alcances de las armas arrojadizas(los pila) de los defensores
sobre los 
diferentes obstáculos (fossas), la existencia de un brachium, etcétera, hacen pensar en una amenaza importante y, en todo caso, de un enemigo en presencia de entidad considerable.

Pero si se pretendía avanzar por la actual Asturias central hasta llegar el mar, ¿cómo se explica la actitud defensiva de las fuerzas romanas del monte Curriechos en lo que parece una campaña ofensiva en su conjunto?

No hay otra explicación que la existencia de ese enemigo de entidad considerable,
que quizás llegó tarde dando tiempo a los legionarios a organizarse
sobre el terreno o perfeccionar las fortificaciones existentes, pero 
que amenazó, o atacó, esa zona clave del vértice Boya apoyándose en El Homón de Faro.



Esta última altura, que sin duda tuvo que ser utilizada como punto de apoyo, sugiere la existencia en la misma de algún tipo de fortificación astur.

Desde ella se ejercería una vigilancia constante y sería lugar de refugio tras los
ataques u hostigamientos a los defensores romanos del monte Curriechos.
En El Homón de Faro existen los vestigios de una antigua fortificación
construida, como ya se ha indicado, a finales del siglo VII o primeros 
del VIII de nuestra Era. Lo que deja la misma fuera de la cronología en la que se desarrollaron los hechos bélicos que tratamos. No obstante, bajo esa muralla los arqueólogos encontraron un zócalo de una construcción anterior más
antigua cuya datación no es posible determinar aún. No es pues de
descartar del todo que a finales del siglo primero antes de nuestra Era,
los astures realizaran algún tipo de fortificación como elemento de
apoyo a sus


acciones ofensivas sobre la castra necesaria romana del Curriechos. La
lógica militar aconsejaría siglos más tarde, al final de la época
visigoda, el cierre de la vía en el mismo sitio que utilizaron los
guerreros astures frente a Publio Carisio





Es muy probable que la «castra necessaria» o posición romana fuera ampliándose y reforzándose sucesivamente y, aunque aún no se puede precisar con exactitud la cronología de las mismas, parece que la finalidad de la posición de vértice Boya tanto en la guerra del 26-25 a.C. como en la revuelta del 22 a.C. pudo estar orientada fundamentalmente a ganar tiempo para:

– Asegurar: en un primer momento, una vía de comunicación posiblemente existente, ya fuera ésta senda ancestral o una calzada romana en construcción;

– Perfeccionar esa vía, es decir, realizar las obras necesarias para darle una adecuada capacidad logística a tenor de la exigencia de las operaciones.

–Permitir la llegada de refuerzos, ante una desventaja inicial, para que pudieran vencer a un enemigo muy numeroso.



La defensa romana del Curriechos, fuese en la guerra del 26 a.C. o en la
revuelta del 22 a.C., pretende pues solucionar el problema de las
comunicaciones por la cordillera con una calzada o pista, y/o la llegada
de refuerzos que permitiera hacer operaciones decisivas de carácter
ofensivo (implicando importantes fuerzas) para destruir lo que quedaba
de las fuerzas
astures después de Lancia (caso de la campaña del 26-25 a.C.) o controlar la revuelta (caso del año 22.a.C.).

Parece también bastante probable que ante la revuelta del 22 a.C., quizás sorpresiva y virulenta,
la batalla defensiva del monte Curriechos permitiera ganar tiempo a
Carisio de forma que llegaran los refuerzos del frente cántabro al mando
del legado Cayo Furnio, que según 
señalan los historiadores romanos permitió a la postre la victoria sobre los asturesLo que nos lleva a plantear la hipótesis de que probablemente la posición romana del Curriechos fuera el lugar fortificado que señala Dion Casio en su Historia romana, (53-54) Esta hipótesis inicial de trabajo queda reforzada por el hallazgo en la  castra necessaria de monedas de la Ulterior, como el señalado as de Carisio, y otras de la Citerior, ya que el hecho de armas del año 22 a.C. narrado por Dión Casio generó la reunión de fuerzas legionarias de esas procedencias.

Es más, el anonimato del lugar en que se encontraba el enclave sitiado podría convenir a la localización del campamento de La Carisa en las cumbres de esta zona de la Cordillera, despobladas y de difícil señalización.

Es necesario hacer una referencia, aunque sea breve, a la problemática logística que tuvieron los contendientes  astures y romanos. Muy posiblemente la acertada resolución de este problema fue la clave del éxito de las operaciones. En consecuencia, la victoria se decantó, como suele ocurrir en casi todos los tiempos, por el bando que tenía mejor organización.

Las posibilidades logísticas del los astures eran muy limitadas para
alimentar a un gran número de hombres y ganados. Por otra parte, la
elevada cota del escenario bélico igualó a los contendientes, sin que a los naturales del país les favorecieran sus posibilidades teóricas de explotación local de los recursos, pues éstos tenían que ser transportados desde los valles a unas alturas de 1.700 a 1.800 metros.

Es de suponer que las bandas de guerreros acudirían a las
concentraciones de fuerzas con unas provisiones austeras y, quizás, con
algún ganado.

Podemos especular señalando que difícilmente la autonomía logística de estas bandas podría ser superior a 15 días.



La recolección de provisiones sobre el terreno la podemos equiparar a lo que hoy se entiende por supervivencia. Pero sobre esta hay que advertir que la caza no debió ser posible, desaparecería en kilómetros por la gran concentración
humana; y que plantas y frutos silvestres, posibles complementos de las
dietas de las tribus astures, pronto desaparecerían de los lugares más
próximos a la zona de despliegue. Si las bandas se desplazaban con 
algún ganado, éste debía dejarse custodiado en lugares con pastos y agua, y que la asignación de los mismos, y en general de las zonas de explotación local, debió ser asunto de gran complejidad y, presumiblemente, la fuente principal de fricción en el bando astur. A todo ello hay que añadir los problemas de la aguada.





Al consumir sus provisiones, las bandas de guerreros deberían volver a sus
lugares de origen para abastecerse, o desplazarse hasta las zonas de
pastoreo donde pacía su ganado. Esto implica, a su vez, un sistema de
relevos 
de forma que la masa combatiente se dividía entre fuerzas en presencia, fuerzas
reponiéndose en sus castros o zonas de explotación y fuerzas
desplazándose en una dirección u otra. Es decir, las fuerzas astures en
presencia en el monte Curriechos quizás solo fueran la mitad, o un
tercio, del conjunto total de los guerreros movilizados. 
Las anteriores circunstancias forzosamente tenían que dar muy pocas posibilidades
a los jefes astures para descargar un golpe, con fuerzas
suficientemente numerosas, si la defensa romana mostraba un punto
vulnerable. 
Dicho de otra
forma, era prácticamente una casualidad que hubiera suficientes
guerreros justo en el momento en que se presentaba una oportunidad
táctica de ataque –por ejemplo la llegada de un convoy romano de
abastecimiento–.


Por el contrario, la organización romana permitía que los problemas logísticos, aunque enormes, pudieran resolverse con mayor precisión y sin problemas de continuidad.

Existen datos que nos permiten aproximarnos a un modelo logístico romano
para integrarlo con los demás factores en el método de estudio
anteriormente indicado. Este modelo nos permite realizar los siguientes
cálculos que exponemos más abajo y que nos pueden dar una idea de la
complejidad logística y la capacidad romana en este campo.


Pues bien, con una plantilla orientativa de cohorte de 579 hombres (legionarios y calones) y 72 mulos para transporte, podemos calcular las necesidades logísticas que previsiblemente podría tener la guarnición. Estas

necesidades serían básicamente: comida y agua para los hombres y ganado, así como leña para cocinar, calentar y atender a las forjas de reparación de armamento, y, por último, cama para el ganado. Para ello nos hemos basado en fuentes clásicas y estudios recientes.



Consideramos unas necesidades ideales por hombre, o semoviente, y día de: 5 litros de agua para

beber, cocina, higiene, asistencia sanitaria y 20 para el ganado; 2,5 kg
de alientos no confeccionados, 10 kg para forraje, grano y cama del
ganado, 0,9 kg. de leña. Algunos autores se inclinan por
1,5 kg de alimentos y 2,5 o incluso 0,5 litros de agua. No obstante, es
muy dudoso que se planificara con estas cifras, más enfocadas a la
supervivencia que al abastecimiento de una fuerza en 
operaciones.



La característica más sobresaliente que se desprende de estos cálculos es la gran entidad de los posibles convoyes si, por ejemplo, se pretendiera alcanzar un nivel de 15 días de abastecimientos de todo tipo, llegando así a tener un cierto desahogo logístico para los defensores romanos del Curriechos.

En un supuesto de máxima ocupación, que como indicaremos más adelante pudo ser de nueve cohortes, tenemos unas necesidades de 244.113,75 Kg. para esos 15 días de nivel (descontados recursos que pueden obtenerse localmente,
como la leña, el agua y la cama para el ganado). Para tal cantidad de
abastecimientos, las reatas de mulos y escoltas pueden formar un 
convoy de 14 kilómetros de longitud con no menos de 2700 mulos implicados en el transporte.


La primera ocupación corresponde a un manípulo que organiza el vallum 1.

La segunda (vallum 2) es un refuerzo de la primera e implicaría la reunión de la cohorte que organiza el nuevo perímetro defensivo con fossa duplex .

La aparición de la moneda de Carisio puede dar lugar a dos conjeturas. Una es que el vallum 2 con su fossa duplex fuera anterior al 23 a.C., lo más probable
durante la guerra (26-25 a.C.) y que la fossa cuadruplex se hiciera a
partir de aquella fecha, posiblemente con la revuelta del 22 a.C. La
otra 
es que el conjunto del vallum 2 se realizara a partir de 23 a.C. es decir, que fuera una consecuencia de la referida revuelta ástur, si bien los estudios arqueológicos indican que la fossa cuadruplex se hizo después de la duplex modificando a ésta.

En el caso de la primera ocupación, implica la existencia de un manípulo
destacado por una cohorte. Es lógico suponer que ésta cohorte estuviera
desplegada en uno o dos campamentos más, muy posiblemente a tan 
solo una jornada de marcha. No es descabellado pensar que pudiera tener sus otros dos manípulos en la zona de Villamanín o, quizás, un solo manípulo aquí y otro en Carabanzo o Ujo, que son los probables puntos que distan del Curriechos una jornada de marcha.

Este despliegue, que hay que situarlo forzosamente después de la batalla de Lancia, se correspondería pues con el periodo de control del territorio al final de la campaña del 26-25 a.C. y durante la paz subsiguiente (24-22 a.C.).

Quizás la rebelión del 22 a.C. sorprendió a esa supuesta cohorte en esos tres asentamientos (Carabanzo-Ujo, Curriechos y Villamanín) y se concentró sobre el que sin duda es el de mayor importancia táctica, es decir, el monte Curriechos. Lo que explicaría su ampliación con una fossa duplex (vallum 2)

Las condiciones de vivaqueo dentro de este vallum 2 son poco adecuadas; por ello, muy posiblemente, con anterioridad a la organización del vallum 2, se utilizarían unas terrazas existente en la inmediaciones de la posición en la ladera oriental utilizándose como lugar de descanso y acampada para viajeros en época estival, o para las fuerzas que construían la calzada.



Sin duda la existencia de una amenaza importante es lo que aconsejó al mando romano a convertir la  fossa duplex del  vallum  2 en  cuadruplex. Organización que es extraordinaria y que no tiene, que sepamos, parangón en
esa época. Esa amenaza forzó igualmente a la construcción de un
parapeto en torno a las terrazas orientales. No en vano, una leve
ondulación 
estrecha y longitudinal en una de las terrazas llamó la atención de los arqueólogos y se determinó la existencia de un muro suroeste a modo de abrigo para las terrazas; además, este muro es claramente una prolongación de la fossa cuadruplex (vallum 2 ampliado). ¿Cuándo ocurrió esta ampliación?. Nuevamente
la arqueología nos dio la respuesta a esta pregunta. El hallazgo de la
moneda de Carisio puede indicarnos que estos conjuntos son una 
consecuencia de la revuelta del 22 a.C.



La tercera ocupación sería un vallum 3 ampliado a las cuatro terrazas orientales que precisaría de tres cohortes.

La cuarta ocupación implicaría la expansión de las fortificaciones con los vallum 4 y 5 con la finalidad de asegurar la fuente. La capacidad de vivaqueo se incrementa en una cohorte, por lo que la guarnición pasaría a tener cuatro, las tres existentes tras el perímetro del vallum 3 ampliado, más una que acamparía en la zona más alta del vallum 4 y 5.

La quinta ocupación sería todo el conjunto incluyendo el pequeño cerro que de cota inferior que sobresale del monte en su zona meridional, que llamaremos Cerro Sur y la terraza entre este cerro y el vallum 3. Tiene capacidad para tres cohortes –dos en el cerro y una en la terraza alargada–. Esto
hace que el conjunto de la guarnición tuviera siete cohortes,
considerando desde un punto de vista teórico la capacidad de vivaqueo
dentro del 
perímetro y las
necesidades de defensa del mismo. No obstante, este número se puede
incrementar hasta nueve si utilizamos los recintos del vallum1 
y 2 y el espacio existente entre el 2 y el 3.

Apoyándonos en los hallazgos de armamento podemos añadir que en algún momento, al menos una de esas cohortes fue de honderos y la otra de infantería auxiliar. Luego, posiblemente 4 ó 5 cohortes fueran legionarias y dos auxiliares



Conclusiones


Quizás lo más probable sea suponer que al término de la campaña del 26-25 a.C. se ubicó un destacamento estival de entidad manípulo en el monte
Curriechos para control del territorio, seguridad y apoyo a la
construcción de la calzada. Esta unidad estaría encuadrada en una
cohorte que 
con igual misión desplegaba, quizás, en otras dos castras minores de manípulo (Ujo-Carabanzo y zona de Villamanín), a una jornada de marcha de montaña, es decir, a unos 15-18 kilómetros del Curriechos más o menos.

Como quiera que ese monte está en el punto intermedio entre León (posible base de operaciones de Carisio) y la bahía de Gijón (destino final de
la calzada) es muy probable que viajeros y las fuerzas que se
desplazaban entre la costa y la meseta utilizaran las terrazas
orientales como zona de 
vivaqueo al amparo del manípulo que desplegaba en la cima.

Posiblemente la  castra necessaria del Curriechos se abandonara en invierno con la suspensión de las obras de la calzada, y definitivamente al término
de la construcción de la misma por esa zona de alta montaña. Aunque
quizás se mantuvo estivalmente hasta el momento en que se hubiera 
considerado que el territorio estaba suficientemente pacificado. Con todo, es muy probable que los viajeros siguieran utilizado las terrazas orientales del Curriechos como punto de descanso con o sin guarnición legionaria o auxiliar.

Igualmente es posible que se diera una
ocupación ocasional de tipo estival para seguridad de la vía o simple
actividad de presencia entre el final de 
la guerra y la revuelta del 22 a.C. Quizás en este momento la guarnición se vio sorprendida y el deterioro de la situación aconsejó al mando de la legión incrementar la guarnición.

Los astures
debieron considerar igualmente la importancia de la posición y se
desemboca en una batalla que para los romanos fue de naturaleza 
defensiva. En ella, probablemente, los astures llegaron a cercar la posición romana mediante la maniobra, es decir, sin fortificaciones de cerco, sino desplegándose ocasional y convenientemente para emboscar actividades de explotación
local de recursos como el forraje y la leña y hostigar los convoyes del
abastecimiento, incluso hacerles frente para cerrarles el paso o 
apropiarse
de los recursos que transportaban. Quizás ocuparon ocasionalmente el
Cerro Sur, para anticiparse a la llegada de los convoyes de
abastecimiento romanos. No obstante, la incorporación de ese cerro sur a
la posición defensiva y la llegada de refuerzos, previsiblemente con un
total de 7 
o 9 cohortes, terminarán inclinando la balanza del lado de los defensores, pues muy difícilmente los astures habrían sido capaces de mantener concentrada
en esas cumbres, una masa de 15.000 ó 20.000 guerreros que estuvieran
el tiempo suficiente para impedir los abastecimientos, debilitar a los 
defensores y asaltar las defensas legionarias.



Como suele ocurrir en terrenos difíciles, la batalla la ganó quien tuvo, además de voluntad de lucha, más capacidad de organización logística.

Más informacióen en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2736728


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