Autor: Vitalic
lunes, 12 de mayo de 2008
Sección: Artículos generales
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El vino en la antigua Grecia: Arqueología y numismática

Muchas son la Polis que acuñan monedas con motivos vinícolas: he aquí un estudio¡¡¡

El ciclo del vino:


 


 Como todos
sabemos, de las vides se extraen los racimos de uva, que acaban conformando el
vino. Muchos son los condicionantes que hacen que un vino sea bueno, que una
tierra tenga una gran producción o que ese vino llegue al resto de Grecia a
través del comercio. También debemos tener en cuenta esta producción de vino
para la explicación de cultos dionisiacos en zonas muy concretas, para la
emisión monetaria con iconografía vinícola, o para conocer las costumbres
vinícolas de hoy en día cuyo camino transcurrió hace siglos por la hélade.


 


ANTECEDENTES: Los griegos creían que fue el propio
dios Dioniso el que regaló a los hombres las primeras vides, y estos comenzaron
a rendirle culto, tanto a él como a sus asociaciones: Simposio, cortejo dionisiaco,
pan, etc. Pero la realidad es que el vino ya está presente en la cultura
egipcia siglos antes de que fuera conocido por los griegos. Seguramente el
conocimiento del vino por parte de los griegos debe ser antiquísimo, pero sólo
a partir de finales de la época arcaica se inicia una fase de expansión en el
cultivo y el comercio vitivinícola como nunca antes se había visto.


 


 


ORIGEN: La agricultura a lo largo de la historia de
Grecia antigua es tremendamente cambiante en algunos aspectos. Desde el inicio
del arcaísmo, época en la que el autoabastecimiento debe ser la meta de todo
campesino, hasta el esplendor comercial ateniense en ss. V- IV a. C. ó
Ptolemaico en ss. III- I a. C. donde todo se vende y se compra, hay un proceso
mental, un avance en todos los sentidos que no se debe pasar por alto.


 


Es por eso que quiero subrayar el papel que
determinadas polis, especializadas en la producción de vino, tuvieron en este
proceso, ya que sin ser conscientes, se convirtieron en puente entre estos dos
extremos. A través del siguiente ciclo: en una primera etapa el cultivo de la
vid sería para autoabastecimiento, tanto familiar como del culto, según el
modelo de Hesiodo[1]. La clave
está en la segunda etapa, en la que determinadas polis, gracias a condiciones climáticas[2],
a fuerzas de mercado[3]
o incluso a condicionantes históricos[4],
decidieron especializarse en el cultivo de vid y consecuente comercio de vino.
Es este el ejemplo perfecto del paso de una economía autárquica a una
“globalización” económico-comercial del mundo griego. Este proceso, en su base
económico, tiene derivaciones hacía otros campos conocidos, como son el culto
dionisiaco o la iconografía vinícola en las monedas, convertidas en verdaderos
“carteles publicitarios” del vino de determinadas polis[5].


 


CONDICIONANTES: Volviendo al tema agrario, hubo en
la antigüedad, zonas más o menos propicias para la producción de vino. Teniendo
en cuenta que la vid se cultivó en todos los lados, fue en la zona de Tracia
donde se daban las mejores condiciones para el cultivo a gran escala. Por su
clima templado y a la vez húmedo, y por la fertilidad de sus tierras, la zona
Tracia es la gran exportadora de vino, igual que el Ponto o Egipto lo son de
cereales. Gracias a la numismática conocemos la insistencia de estas polis en
el cultivo y comercio del vino. Hubo más zonas que destacaron en este cultivo,
como son Sicilia y el campo ateniense, pero no llegaron a la especialización
Tracia. Teofrasto[6] en su  “Historia de las plantas”, trata
explícitamente de la fisiología de la vid, y recomienda que se cultiven en
tierras bajas y que determinadas variedades se planten en aquellos suelos en
los que puedan aclimatarse mejor. Por regla general, los viñedos solían
plantarse sobre llanuras en hileras regulares, igual que hoy en día.


 


EN EL CAMPO: Las tareas agrícolas formaban parte de
la vida cotidiana del mundo rural. Toda la familia aportaba trabajo en las
explotaciones pequeñas. Las clientelas de los mayores propietarios trabajaban
en la viña. También había temporeros y esclavos que participaban. De su trabajo
dependía la recolección de la uva, a lo largo del verano, la plantación de
nuevas vides en terrenos hasta entonces salvajes, el mantenimiento de dichas
vides[7],
y por supuesto la fabricación del vino en lugares habilitados en los propios
campos o en las casas.


 


                La introducción de la vid en Grecia cambió
radicalmente la significación económica y social del vino en este país. Antes
el vino solía estar reservado a las clases dirigentes, pero el desarrollo de la
viticultura en Grecia lo puso al alcance de todas las capas sociales. Si bien
la aparición de la viticultura guardaba una estrecha relación con la
introducción de rituales y símbolos dionisiacos, en la Grecia continental, su
posterior difusión se debió en buena parte al afán de lucro de viticultores y
comerciantes griegos. A pesar de que el vino y la vid tenían una evidente
significación simbólica, no se sabe a ciencia cierta si las clases dirigentes
se valieron de este simbolismo para mantener su posición de dominio.


 


Dos pruebas
confirman en parte el argumento según el cual las clases dirigentes se valían
del vino para conservar el poder. En primer lugar, las autoridades urbanas y
estatales gravaban el vino con impuestos y estos ingresos se empleaban para
reformar su posición de autoridad. En el caso de Tasos en el siglo V a. C. Se
ha demostrado que esta ciudad llegó a dominar las zonas rurales mediante su
control sobre el comercio vinícola. Las leyes del vino fueron promulgadas desde
la ciudad, los impuestos y las multas se destinaron a los santuarios religiosos
de la acrópolis y los sellos de las ánforas se fabricaron y distribuyeron desde
la ciudad. Algunos autores argumentan que cuando decidieron cultivar la vid los
agricultores de Tasos , pasaron a depender de la ciudad, que podía elegir
comprar o no el vino procedente de las zonas rurales[8].                                


 


ALMACENAMIENTO: El almacenamiento es una parte
fundamental de este ciclo. Estaba diseñado para proveer un nivel de flujo
constante de vino a lo largo del año. Esta afirmación vale tanto para las
pequeñas explotaciones, como para las más extensas y comerciales, incluso a
veces se piensa en guardar excedentes para tiempos en los que el precio sea
mejor[9].
Las formas son variadas, desde ánforas (que trataremos más tarde) pasando por
jarras herméticas e incluso odres de piel de oveja. Pero sea cual sea la forma
de almacenamiento, debe poder conservar el producto en las mejores condiciones
posibles. Así que lo normal era que tanto ánforas como jarras o odres se
sellaran para evitar contaminaciones.


 


 


No entraré aquí en las distintas variantes de
producción de vinos y de su tratamiento, así como de su calidad, ya que hay
bibliografía específica y excede de mucho este articulo.[10]


 


Usos y costumbres:


 


Según parece,
la bebida que acompañaba las comidas con más frecuencia era el agua, pero los
textos no dejan ninguna duda sobre la importante presencia del vino, al que los
griegos atribuían un poder nutritivo que han confirmado los análisis químicos
actuales. El vino encanta, hace olvidar a los hombres las tristezas cotidianas
y es la mejor medicina para los males del ánimo; da agilidad mental y muestra
la verdadera naturaleza de las personas, lo que Alceo resumió con un sencillo oînos
kaì alétheia
, «vino y verdad», más conocido a través su versión latina, in
vino veritas
. El vino, sin duda, tiene un papel que va más allá de una mera
función como bebida que sirve para apagar la sed. De hecho, también tiene un
amplio uso en la medicina, pero es particularmente importante desde el punto de
vista social, puesto que se considera propio para tomar en compañía y de forma
ordenada, en el marco del banquete.


Desde el punto de vista actual llama la atención
el modo en que se consumía, mezclado con agua, en proporciones que variaban
dependiendo, entre otros factores, de la calidad de los vinos (y de su edad).
Los autores antiguos insisten en la necesidad de un largo tiempo, pero el tipo
de recipientes empleados y los sistemas de vinificación en no pocos casos
podían dar lugar a defectos, convirtiéndolo en un líquido no demasiado
placentero. A pesar de la fuerza que le atribuyen los antiguos, sobre todo al
vino añejo, se calcula que no debía sobrepasar una graduación de 15º-16º o
quizá, como mucho, 20º en casos excepcionales. El agua ayudaba a devolverle
parte de la fluidez perdida y otros aditivos, como la miel y algunas especias,
servían para ocultar sabores y olores poco agradables.


Sólo en algunas
circunstancias muy concretas, como en las sopas del desayuno, en libaciones a
los dioses o con usos médicos, no se tomaba mezclado con agua. Si no era así,
se consideraba peligroso para la salud, y además digno sólo de un bárbaro[11].


 


El comercio vinícola griego:


 


Se caracterizaba por dos elementos básicos: un flujo
de vino entre el campo y la ciudad destinado a abastecer el mercado urbano y un
comercio a larga distancia, a menudo a base de vinos de mejor calidad, que
proporcionaban cantidades y calidades no disponibles en la región. En dos
inscripciones del s. V a. C. Halladas en Tasos, aparece información sobre
algunas de las leyes relacionadas con este comercio vinícola. Estas leyes
tienen la finalidad de proteger al consumidor frente a los abusos de
comerciantes sin escrúpulos. Así, la compra de vino en vasijas de barro de cuello
ancho sólo era legal si dichas vasijas estaban selladas, no se podían vender
pequeñas cantidades extraídas de contenedores más grandes y estaba prohibido
aguar el vino antes de venderlo. También estaba prohibido comerciar en un
mercado a plazo, y podía ser multado aquel que comprara vino procedente de una
cosecha que aún estuviera en las cepas antes del primer día del mes Plinterión,
autores como Osborne[12]
consideran que estas leyes, junto a la prohibición que impedía a los barcos
tracios transportar vino extranjero, constituyen un intento por parte de las
autoridades de asegurar el auténtico origen de los vinos que se vendían como
tasios.


 


El
establecimiento de colonias al oeste de Mediterráneo durante el S. VIII a.C.
proporcionó un nuevo mercado para el vino griego, mientras que el
descubrimiento de ánforas jónicas en Francia indica que en el siglo VI a.C. es
muy probable que este vino ya hubiera llegado al interior de la Galia. También
se exportaba vino a Egipto y a las ciudades asentadas en las costas del Mar
Negro. En el siglo V a.C. el vino griego y el aceite se habían extendido por
toda la región del bajo Danubio. Una vez establecidas las colonias de Italia
meridional y de Sicilia también cultivaron sus propios viñedos y comenzaron a
comerciar con sus vinos, aunque los vinos egeos conservaron su prestigio[13].


 


La imagen tradicional que se tenía sobre el comercio
en la antigüedad, es la de las vías terrestres, los caminos, los grandes
puentes, etc, sin la valoración que debiera tener el comercio marítimo. Nada
más lejos de la realidad, como podemos comprobar en el testaccio romano, una
montaña artificial en el puerto fluvial de 
Roma formada a partir de miles de ánforas. Sabemos que un carro tirado
por dos animales podría transportar unos 500 Kg. de peso, un barco en cambio
hasta 8000 ánforas, por lo que harían falta más de 800 carros y el doble de
animales de tiro. Esto es imposible, sólo un ejercito podía movilizar semejante
cantidad de carros. Es cierto que se usaba el carro, pero también es lógico pensar
que se hacía para llegar a pequeñas distancias o para llegar a zonas de difícil
acceso[14].


 


 


Claro está que
había capacidad económica para fletar caravanas, pero la gran mayoría de la
gente consumía de las ánforas que llegaban por mar, a precios razonables. Las
ánforas tienen esa forma tan característica para que quepan más en el barco,
sin embargo en tierra, esa ánfora es difícil de manejar, por lo que se tira y
se rompe. Colocando capas de ánforas en un barco se consigue una trama
tremendamente tupida y estable. Por lo que el cargamento es casi un elemento
unitario en caso de problemas en alta mar. El inconveniente es que no se podría
ir de puerto en puerto haciendo descargas parciales, por que con la estiva, la
carga se acabaría moviendo y hay riesgo de naufragio. Otra ventaja es la
duración del viaje, mucho más corta por mar.


 


 


 


El viaje por
mar repercute en el precio de los productos, por ejemplo, es más barato en
época de Diocleciano transportar algo de punta a punta del Mediterráneo por mar
que cien kilómetros por tierra. A veces estos viajes por mar parecen inseguros,
pero no lo eran, o al menos en la misma medida que lo eran los viajes por
tierra.


 


El tráfico marítimo tiene un
condicionante importante, necesita de una red de infraestructuras en tierra,
pero no nos engañemos pensando que eran puertos enormes, alguno había (Pireo),
pero en general eran pequeños, simplemente una serie de troncos clavados que se
rellenarían con piedras y tierra. No es necesaria una gran infraestructura
terrestre, bastaría con que un barco pudiera aproximarse y descargar.


 


Es sorprendente lo organizado y regulado que está el
comercio, con representantes inclusive. Es una estructura estable. Hay puertos
principales, cabezas de grupos de puertos secundarios bajo su influencia. Los
principales, con mejores cualidades técnicas (almacenes, capital económico y
humano, etc), tendrían a su vez rutas directas con otros puertos principales.


 


El vino, en la
economía griega, es lo que hoy llamaríamos un producto estrella. Muchas de las
polis se especializaron casi en exclusiva en la producción vinícola, por las
razones que antes se han expuesto. Al buen griego le gustaba el vino, y por
supuesto la variedad de vinos en una misma mesa es un lujo para los comensales.
Estos vinos seguían la misma ruta comercial descrita antes. Del lugar de
producción eran llevados a un almacén de redistribución en un puerto secundario
y de allí a uno más grande en un puerto principal que a su vez volvería  a redistribuir la mercancía, a los puntos de
demanda. En un articulo de Mª José Garcia Soler, queda demostrado que en la
cultura griega el buen vino estaba muy valorado, auténticos “someliers” dejan
constancia de las virtudes y los vicios de los vinos de la hélade. Es por tanto
un doble producto, consumido según su calidad, pero eso si, consumido por
todos, desde el más rico al más pobre. Un producto que da cuantiosos beneficios
a sus dueños, cuya demanda esta lejos de decaer. Se entiende así que haya
lugares casi especializados en determinados vinos, que como no, hacen
publicidad en sus monedas de las alabanzas de sus caldos, monedas en las que
incluso en alguna ocasión hemos podido determinar la variedad de uva por su
iconografía.


 


Vayamos ya a
casos concretos, como la costa Tracia, lugar en donde más monedas con
iconografía relacionada con el vino se han encontrado. Hemos visto ya que
Tracia en la antigüedad era un vergel para el cultivo de vid. Son muchas las
polis que ya desde temprano se olieron el negocio y decidieron lanzarse: Mende,
Terone, Tasos, Abdera, Maroneia, Ainos, etc... vinos que durante siglos
siguieron determinadas rutas comerciales tanto marítimas como terrestres hacía
Atenas u otras Metrópolis para ser redistribuidos. Tanta plata en las ciudades
productoras de vino, y sobre todo en las importantes como Tasos o Mende, no
podía desembocar en otra acción que no fuera la acuñación de monedas propias
con la simbología que les ha hecho ricas, el culto a Dionisio , la recolección
de la uva, como símbolo de fertilidad y de 
riqueza.[15]


 


 


Arqueología y numismática con motivos
dionisiacos:


 


Aun teniendo en
cuenta que la numismática es una ciencia por sí misma, con procedimientos y
técnicas propias, también es cierto que es relativamente dependiente de la
arqueología y viceversa. Son dos ciencias que se complementan mutuamente, es
más, en ocasiones se necesitan. En sentido técnico, Delogu define la moneda
como un objeto, generalmente metálico, fundido o acuñado, de naturaleza y pesos
determinados, que es dotado de un valor legal normalizado como medida de cambio
mediante la garantía de una autoridad impresa en él. Al margen de los
materiales descontextualizados, las monedas son objetos arqueológicos que nos
aportan gran cantidad de datos (iconografía, metrología, cronología, situación
económica y política...), su valor como fuente es proporcional al valor del
contexto en el que se encuentra, si tenemos la suerte de hallarla en una
estratigrafía concreta. La moneda posee un valor cronológico intrínseco, ya que
muchas veces nos aporta la ceca y la fecha de acuñación. A efectos de datación
arqueológica la fecha de la moneda implica siempre un terminus post quem ,
ya que se trata de una data de acuñación y puede existir un importante desfase
temporal en la relación con el contexto arqueológico en el que se encuentre
dependiendo del margen de su circulación[16].


 


Muchos son los
datos arqueológicos que nos aportan este singular tipo de monedas:


 


- Conocimiento de las
ciudades con capacidad de acuñación, aunque alguna no se haya encontrado aun.
Esto implica que tenían la capacidad técnica, la población y el desarrollo
urbano y económico suficiente para tal fin.


 


- Datos sobre los pesos y
medidas legales de las ciudades que las acuñaban, metrología.


 


- Culto mayoritario u
oficial de dichas ciudades, por lo que es posible encontrar en ellas indicios
arqueológicos que nos remitan al culto dionisiaco en concreto.


 


- Material arqueológico
presente en la iconografía monetaria, con la que podemos establecer paralelos
entre lo que se acuña y la cultura material de las polis: desde atuendos,
pendientes, joyas, muebles, y sobre todo cerámicas.


 


- Rutas comerciales
vinícolas y comercio en general: A través de los hallazgos monetarios sabemos
grosso modo el camino de dichas monedas. El lugar donde aparecen es de suma
importancia para los arqueólogos. Si una moneda de Tasos por ejemplo, con
motivos dionisiacos aparece en el mundo ibérico, es lógico pensar, aunque con
reservas, que es posible que existieran relaciones económicas entre estos dos
lugares, y también es posible que los tasios comerciaran con vino, su
especialidad.


 


Cerámicas en las monedas:


 


Dentro de los
temas iconográficos de las monedas que antes hemos tratado, hay uno que llama
la atención por su extrapolación arqueológica. Es el de las representaciones
cerámicas. Si seguimos el artículo de A. Vico Belmonte[17],
nos encontramos que estas son utilizadas en muchos casos como denominación de
origen de las monedas, pero al mismo tiempo pueden hacer referencia a fechas
señaladas: celebraciones de victorias militares o escenas de la celebración de
un banquete como esta pieza de Corcira.


 


Otra posible
clasificación de las monedas con elementos cerámicos sería la siguiente:


 


- cerámicas
relacionadas con el trasporte y almacenaje. Básicamente ánforas de tipo griego,
que se encajaban ocupando el mínimo espacio tanto en almacenes como en barcos.
Este motivo podría estar hablándonos de que esas polis basaban su economía en
el comercio del vino.


 


- Cerámicas
relacionadas con el culto dionisiaco. Es fundamental que la moneda tenga también
temas dionisiacos distintivos. La crátera es la más popular. Se usa en general
para contener el vino. El Kántharo, ya que es allí donde se hace la mezcla de
vino y agua antes de servirse. El oinochoe también es asociado con el culto si
aparecen más elementos. Por último el Kylix del que bebe Pan.


 


                - Cerámicas relacionadas con una victoria: En las que
igualmente salen Kantharos y Crateras, pero esta vez sin elementos dionisiacos
en la moneda.


 


-Otras: hay
monedas con elementos cerámicos de difícil adjudicación, por ejemplo una de
Terone en la que aparece un oinochoe, que hace referencia simplemente al vino
de la región (¿cerámica de carácter publicitario al igual que la de
Trapezunte?)u otra en la que aparecen los tres elementos cerámicos
característicos del symposion, perteneciente a Corcira , y que podría
significar una victoria, el culto dionisiaco o simplemente un banquete.


 


Llegados a este
punto, no queda sino realizar la comparación entre los elementos cerámicos
representados en las monedas y la realidad arqueológica a la que aluden.


 


Crátera[18]: En origen,
toda gran vasija destinada a mezclar agua al vino, según el uso clásico de no
beberlo solo. Tres de las formas más extendidas son, la llamada crátera de
columnas, de forma bastante globular y con las asas dispuestas a modo de tallos
cilíndricos verticales o fustes, rematados por un saliente horizontal. Abundó
en el S. VI a.C. ; la crátera de volutas, que también recibe el nombre por la
forma de sus asas que sobresalen bastante por encima de la boca. Sucedió al
tipo anterior, durando hasta el siglo IV a.C. y la crátera llamada de campana,
en forma de campana invertida, solía tener las asa implantadas no en la boca,
sino en la panza y dirigidas hacía arriba. Es un tipo más bien tardío,
difundido en la época final de la pintura sobre vasos.


 


Kylix[19]: Vasija
griega, equivalente a nuestras copas, aunque de mayor tamaño, que tuvo
numerosas variantes, la más común es aquella en que el receptáculo se sustenta
sobre un pie vertical de poca altura, que a su vez, reposa sobre una ancha
base. Fue muy empleado para ser pintado, puesto que su amplia superficie
vertical se prestaba a ello, así como su fondo.


 


Oinochoe[20]: Vaso griego
de tamaño menos, que servia para sacar el vino de la crátera o del estamno a
fin de servirlo cómodamente. Se parece mucho a las actuales jarras y sobre todo
a los tipos usados para servir líquidos en los que flotan sólidos, con el pico
levantado en reborde para impedir el paso de estos últimos. Fue muy común y
tuvo numerosas variantes. El asa solía remontarse por encima de la boca. Es más
correcta la forma enócoe.


 


Kántharo[21]: vasija
griega, cántaro, en forma de gran copa, con amplias asas y colocada sobre un
largo pie vertical, mucho más estrecho que la base del receptáculo. Se usaba,
sobre todo, para beber.


 


 


Ánfora[22]: Recipiente
cerámico de gran tamaño, con dos asas necesariamente, cuya misión era conservar
alimentos sólidos y líquidos. Los primeros tipos griegos presentaban hombros y
cuerpo en una curva continua. Los ejemplares más modernos y los romanos
presentan claramente diferenciada la parte alta (cuello y boca) del resto de
cuerpo. Cerámica básica para el almacenamiento y el transporte. En la isla de
Tasos, al Norte del Egeo, se han identificado alrededor de una docena de hornos
en los que se fabricaban ánforas asociadas con el vino . Cosa que ya se intuía
por la numismática.


 


Estamnos[23]: De figura
peculiar, esta vasija con tendencias globulares se distingue por sus típicas
asitas horizontales, implantadas en la panza y por su boca, que se estrecha en
comparación con el tamaño total. Su uso primordial era el de la conservación
del vino, y estaba por ello, relacionada con el culto dionisiaco.


 


 


 


 


 


 









[1] Teogonía,
los trabajos y los dias
. Hesiodo. S. VIII a. C.




[2] Colonias
Tracias o el campo del Ática por ejemplo.




[3] El caso de
Sicilia y Magna Grecia y su desarrollo comercial marítimo




[4] Preferencia
de los grandes propietarios helenos por el cultivo de vides, teniendo que
recurrir a la importación de cereales de otros lugares.




[5]  El vino en la moneda griega. Ana Vico
Belmonte, pág 218.




[6] Historia
de las plantas
. Teofrasto. Ed. Gredos, Madrid 1988.




[7]  Aunque se sabe que era normal entre los
griegos dejar crecer a las vides, sin alterarlas a no ser para la recolección.




[8] Classical landscape with
figures: The ancient Greck city and its countrysite
. Osborne, R. Londres (1987) 
.




[9] El mundo
rural en la Grecia antigua. Julián Gallego (Ed.). Akal 2003.  Pág 85




[10] Comer y
beber en la antigua Grecia: Las bebidas
. Maria José García Soler.




[11] Idem. Pág. 291. 




[12] Classical landscape with
figures: The ancient Greck city and its countrysite
. Osborne, R. Londres (1987) 
.


 




[13] El vino y la viña.
Geografía histórica de la viticultura y el comercio del vino
. Tim Unwin. Ed. Tusquets,
Barcelona 2001. pág. 146.




[14] Arqueología
náutica y subacuática, asignatura impartida por Xavier Nieto, Director del
CASC, en la Universidad de Barcelona.




[15] El vino
en la moneda griega
. Ana Vico Belmonte. Pág. 219.




[16] Arqueología
(I)
. C. Guiral Pelegrín y M. Zarzalejos Prieto. UNED, Madrid 2003.




[17] El vino
en la moneda griega
. Ana Vico Belmonte. Pág. 223.




[18] Diccionario
de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática
. G.
Fatás y Gonzalo M. Borrás. Alianza editorial, Madrid 2005.Página 90.




[19] Diccionario
de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática
. G.
Fatás y Gonzalo M. Borrás. Alianza editorial, Madrid 2005. Pág. 192




[20]
Diccionario de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y
numismática
. G. Fatás y Gonzalo M. Borrás. Alianza editorial, Madrid 2005.
Pág. 236




[21] Idem,  Pág. 67.




[22]
Diccionario de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y
numismática
. G. Fatás y Gonzalo M. Borrás. Alianza editorial, Madrid 2005.
Pág. 23




[23]Diccionario
de términos de arte y elementos de arqueología, heráldica y numismática
. G.
Fatás y Gonzalo M. Borrás. Alianza editorial, Madrid 2005 Pág. 136.




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Comentarios

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  1. #1 Cogorzota 19 de mayo de 2008

    Ya tuvimos una interesante charla sobre el origen del vino hace ya casi dos años.


    Os pongo aquí la aportación de #77 crougintoudadigo


    Pero, como el vino no revela el secreto de sus orígenes, otros, como el sanscritólogo de la Sorbona Eulogio Losada Badía, nuestro caro amigo, piensa que el vino, viniendo a significar “agua de vida”, tiene en un radical ‘ui’ su poso indoeuropeo, idea que ‘si non e vera e bene trovata’, siendo el vino, de tomarse con moderación –como sabe nuestro caro Cogorzota- fuente de salud, y los indoeuropeos reputados observadores.
    Venga de donde venga, pensar en la antigüedad del vino es pensar en Grecia, donde el arqueólogo detecta su consumo en los ambientes relacionados con cultos funerarios muy antiguos (como acontecía en el Atlántico con la hidromiel y con la cerveza asociada al vaso campaniforme) y con lugares premicénicos como Orcomenos, Tirinto y Mecenas, del Heládico Medio o del Bronce Tardío. Estos lugares nos brindaron las semillas de las más antiguas uvas de Europa, junto a los tapones de cerámica estampados con hojas de parra para su comercialización ya en época tan temprana. La prensa del vino más antigua del mundo proviene de Arhans, en la Isla de Creta. (cf. PENA GRAÑA. “ATENEA”, Nº 2005, 32 ss.).
    Homero nos ilustra en la Ilíada y en la Odisea (cf. CARRERA ARÓS & PENA GRAÑA, 2004 –Artículo en Celtiberia.net) algo después, el uso y el abuso del vino en los banquetes y en los funerales, e simposíaco ambiente, chispeante de vida, de los griegos micénicos y de la Edad Oscura que la arqueología no pudo detectar hasta que la colonización griega recogió y extendió esta tradición y el arte de beber desde el sur de Italia y Sicilia, hasta Etruria y la Europa Céltica.


     


    Y unas bonitas poesías traidas por #88 ANAFKH


     unos versos de Anacreonte

    Venga ya, tráenos, muchacho,
    la copa, que de un trago
    la apuro. Échale diez cazos
    de agua, y cinco de vino,
    para que sin excesos otra vez
    celebre la fiesta de Dioniso.


    otros de Arquíloco de Paros

    En la lanza tengo mi pan negro, en la lanza
    mi vino de Ismaro, y bebo apoyado en mi lanza.

    y más de Arquíloco

    Anda, con la copa recorre el banco de remeros
    de la rauda nave, y destapa las jarras panzudas.
    y escancia el vino rojo hasta el fondo de las heces.
    Pues no podremos soportar sobrios esta guardia.

  2. Hay 1 comentarios.
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