Autor: Anfus
domingo, 03 de febrero de 2008
Sección: Antropología
Información publicada por: Anfus
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BREOGÁN BERO BREO. Tras las huellas del mito...

Simbolizando el centro axial de la potencia fecundadora, erguida en su verticalidad, la Torre de Breogán se convierte en símbolo de potencia genésica.

Rayos y Truenos

 


BREOGHAN HIJO DE BERO BREO


Tras las huellas del mito, al encuentro del Celestial Padre de los Gallegos y Celtas Atlánticos en general.


Gracias, Andrés Pena Graña y Alfredo Erias Martínez, por alumbrarnos el camino.



I.- Fundamento Numinoso


Se llama hierofanía a toda manifestación de lo sagrado. Los sajones creen, por ejemplo, en el Irminsul (hierofanía local), cuyo arquetipo universal es el pilar cósmico, axis mundi, hierofanía mítico-simbólica presente en toda civilización antigua. Las religiones históricas se basan en símbolos que reflejan transubstanciaciones, como, por ejemplo, la de una columna, un árbol, un pilar o una torre concretos en sagrados. Así, mediante este mismo proceso, una lanza es un objeto profano que, simbolizando al rayo a su vez considerado arma de dios, es así consagrada.


El hombre primitivo temió a ciertas manifestaciones de la naturaleza tales como huracanes o tormentas, los truenos y rayos le provocarían un terror innato, entonces este temor se convirtió en veneración y el deseo de que no acontecieran se transformó en rezo u oración. Tal hecho  constituye la esencia del místico fundamento por el cual se venerará la lanza del céltico Lugh como antes se rogó a su abuelo Balar, lanzador de rayos.


En un sociedad humana estrechamente vinculada al suelo y la tierra en la que se desarrolla, sin conocimiento del universo ni el  planeta y carente de toda cultura, originariamente alguien seguramente feo, deforme, peculiar en alguna característica física, y poseedor así de un poder misterioso, se encargaría ya en las primeras tribus y tiempos de intentar conjurar esas calamidades naturales, creando así las primigenias cosmologías sagradas que evolucionando propiciarían dioses nacionales, expandidos o no por otros pueblos y naciones mediante conquista o predicación. 


Los celtas adoraron, en cierto momento de su historia, a la pareja divina del dios de la tormenta y la fecundidad, Bres (desdoblamiento de Balar como Bile), y  la diosa de la fertilidad y la tierra, Brigit. La tormenta y la fecundidad, al igual que la  fertilidad y la tierra son hechos y Bres, lo mismo que Brigit, sus símbolos. Su culto explica el hecho religioso en su esencia: la veneración de un fenómeno natural.


En religión todo es hierofanía, sacralización de algo invisible transubstanciado en algo material. El simbolismo que afecta al concepto numinoso evoluciona en la proyección del pensamiento religioso re-interpretando y reestructurándose recurrentemente en torno a un mismo principio sagrado. Así, por ejemplo, primitivamente el hindú Siva fue arquetipo sagrado del pene, después poco a poco pasa a ser icono de la capacidad reproductiva masculina en sus aspectos de reproducción y destrucción. Representado sobre el toro Nandi, con la serpiente y el loto en sus manos, la frente adornada con el creciente lunar del que fluye el agua celeste, desposado con Parvati, cuyo nombre significa Reina de las Montañas o, bajo su aspecto infernal, al lado de la Muerte, alimentado con sangre y lágrimas castigando almas, Siva ordena y conduce el Universo. En la iconografía tántrica Siva abraza a Shakti (Kâli). Siva y Kâli son representados a veces como ser andrógino y único (ardhanarishvara). La sexualidad y la nutrición son actos fisiológicos para el hombre moderno, pero para las culturas arcaicas se consideraron también sacramento, ceremonia para comunicarse con la vida, ritual por tanto. El pensamiento arcaico utiliza más símbolos que conceptos haciendo de la acción, ceremonia, rito, que integra al hombre en una zona sagrada.


Con la puesta de sol en el inmenso Atlántico, el brío, poder, vigor y fuerza solar del  numen uranio, tras penetrar el astro traspasando el horizonte en el infra-mundo, entra en relación con lo cnótico, ámbito también de primigenias deidades femeninas como la céltica Cailleach, latinizada Calaicia que, como primigenia cnótica deidad cíclicamente transubstanciada, transmutada en Callao, y mostrando igualmente relación en lo uranio visto Éste como Betilo o Meteorito, ónfalos que es axis mundi en torno al cual gravita el universo conectando infierno, cielo y tierra; es  personificación de la Tierra que, en su faceta infra-mundana, oculta,  misteriosa y primigenia, guarda el misterio que la releva al ámbito de lo tabú y sitúa el lugar donde se manifiesta como inaccesible y que, elevada al rango sagrado de Más Allá u Otro Mundo en la sacralidad que tal Misterio, tesoro que fundamento el reino, le confiere, es confinada entre consagrados ríos o en recintos cuyas puertas guardaran una bestia o monstruo, en las arraigadas supersticiones además que le confieren tan peligroso y prohibido carácter  igualmente tabú, al extremo de la Ruta de las Estrellas, la Vía Láctea, Camino de la Serpiente, presumible territorio del perro.


El ancestral uranio lunar perro guía conduce las almas en el astral periplo que transcurre bajo la Vía Láctea, como epifanía cazadora, axioma de supervivencia, en la perfección de la organización de la jauría carnívora y el poder depredador del lobo concebidos, y que ya entre nuestros remotos antepasados cazadores y recolectores representaría la sabiduría, hoy perpetuada en las dispares funciones de carácter amistoso o benévolo con el que la tradición rodea al perro, como guía, velador, protector o guardián. Tales serían sus funciones en la que se presupone región de tránsito místico-religioso de la que emana la numinosa esencia del fundamento religioso cuyo recuerdo perdura registrado en los nombres de la cordillera o el mar Can-tábricos, por donde transcurre el camino que conecta el atlántico celta confín de Bero Breo bajo la Via Láctea en Can-t-abria, voz con etimología en la piedra y las Montañas, siendo estas piedra y Montañas personificación, exaltada en su altura o pétrea eternidad, de la diosa Madre tierra que, en su bipolaridad además como Gran Perra, devora toda vida que genera siendo la Reina del "Territorio del Perro", mostrando la dualidad que emana en su sacralidad de este animal cuyo nombre muestra paralela etimología remodelada en base a una voz que inicialmente conjugaría can “perro” con “tabria”-trebia-treba-tribu “territorio”, concepto del que simbólicamente se desprende la ambivalencia que la fuerza y el poder numinoso del lobo hecho perro adquiere puestos de nuestro lado, o en contra, pues el lobo impide que traspasemos el umbral del lugar sagrado lo mismo que vuelto perro guía en acceder a él.


Can-t-abria, amplio y exactamente indefinido territorio que inicialmente abarca toda la cornisa peninsular norte, sería nombre latino que no escapase a la remodelación, reinterpretación o mejor mera simplificación, que sobre una más compleja base indígena la interpretatio romana realizaría (como transforma a los calaici asociados a la Calaicia en callaici vinculados a las piedras, o a los aelleni relacionados al ciervo en helleni) afectando a la voz con una reinterpretación latinizada que desmitifica el origen en lo deifico mismo concretando en Can-t-abria, en relación a la piedra y por extensión montaña y territorio, un trasfondo que místico oculta lo profano en  una inicial voz que conjugaría además Can-Treba “Territorio del Perro” con canina relación al aspecto devorador de la Madre tierra como Gran Perra que devora toda vida retornándola al primordial vientre Materno siendo la de los celtas atlánticos la Calaicia; al lobo, ancestral hierofanía, y a cuya capacidad cazadora asimilan ya los ancestros cazadores la sabiduría reflejada en el psicopompo y guía perro que mismo acompañará a Lugh que a san Roque o, simbólicamente, a miles de cristianos peregrinos todos los años; o al Can Cerbero, guardián del Hades, al que Heracles combatió antes de llegar en su periplo solar a A Coruña donde erguiría victorioso su Torre sobre la cabeza de Gerión.


O Cebreiro lugués posee nombre que pareciera remodelado ocultar el del Can Cerbero, por la zona en la que la tradición griega en su momento situaría los umbrales del heleno hades, reino de los muertos originalmente subterráneo, infiernal, de céltico paralelo en el Mundo Inferior, no concebido aun como Infierno en el sentido de sitio de castigo en tanto que como lugar primigenio creativo donde los mortales y dioses mantienen relaciones especiales, subterráneo mouro reino de Calaicia, que muestra la esencia de su origen uranio manifestada en Arco Iris, llamado en Galicia “Arco da Vella”: la Vieja de los celtas descendientes de la Calaicia que, en las distintas facetas de su función materna deificada, se traduciría por “la Céltica”, lo mismo que “Madre de los celtas”, al igual que por la “La que oculta” en la tierra y la piedra de analogía en el vientre y matriz incubador que también devora, o por la “Alta, Elevada” en relación a la Colina donde en animismo es exaltada por el poder místico y la fuerza numinosa que en su verticalidad y altura emanan, haciendo de los hijos de las sagradas colinas, los calaici, a su vez y en relación a la misma roca y su dureza, y a la colina y su altura como a la del misterio que ocultan los mismos castros, “los duros, altivos, fuertes, poderosos” además de “habitantes de Colinas”, sinónimamente a la voz que designa a los celtas, hijos de Celtius, que los griegos situaban en montañas al norte de su país, pues ambas variantes: celtas y calaici, devenida en gallegos, son traducción de si misma como concepto que gira en torno a la colina, ya sea alta, fuerte, poderosa, de viva roca, conectora en el eje que une inframundo con cielo, axis mundi, u ocultadora de misterio.  


Calaicia, espíritu de la tierra deificada en el culto a la Madre y el animismo a través del que se consagran montañas, arroyos, elementos naturales, etc. que entonces se practicaba y por el que a la tierra se adoraba ya en los ritos y mitos celtas; reverenciando a las deidades en más o menos semejante pleitesía a la que el romano ritual de euocatio pretende o simula brindar y en base o relación al cual Brutus, el general  romano, presumiblemente sería apodado Galaico, aun fracasando el ritual al cometer sacrilegio en vadear el Limia, para apresurado volver a Roma donde levantar templos que dedicar a los dioses extranjeros de cuyos favores pretende el romano así beneficiarse,tal como el ritual estipulaba, mismamente obteniendo el perdón de la culpa redimida que trata de expiar, todavía aterrorizado por el ocaso atlántico de Bero Breo. Brutus pretendía asimilar, como su sobrenombre indica, el sagrado concepto que lo calaico, en relación a la Calaicia y sus hijos calaici, entraña, en el mismo pretendido devoto amor a la tierra que, en el que el culto a la diosa Madre de la misma, la veneración de sus montes, ríos, piedras etc. y los rituales que estipulan, forjó la breoghaniana galaico-sueva grey el primer Reino de, y para Europa, sagrado por supuesto, en el extremo confín de los verdes castros celto-atlánticos, hogar de Breoghan.


El numen uranio, Bero Breo irlandés, Buarainech, es padre de Balar, llamado Bile en Gales al igual que como hijo de Breoghan en el L.G.,  personificación de la Tormenta que fecundará la Tierra: Cailleach o Calaicia en el inframundo, o Brigantia (como Brigit, desposada con Bres: el mismo Balor o Balar) en la superficie de sagrados castros o brigas, ambas distintos aspectos de una misma diosa, la tierra Madre.


La diosa madre Calaicia o Cailleach  se manifiesta donde es personificada para ser exaltada, venerada, en el animismo de la Colina, palabra ésta con etimológica relación al nombre de la diosa madre tierra primigenia de los celtas (hijos de Celtius en la mitología helena) que en la colina o castro se oculta misteriosa para ser, en su altura, exaltada, remitiendo la estructuración religiosa del castro a su origen y principio simbólico: Calaicia que, como espíritu y fundamento de la existencia, arribado en meteórico callao de urania procedencia, es germen en el caos que ordena la vida entre la muerte en el misterio oculto del inframundo que en su sacralidad es elevado en las colinas hechas castros hacia los cielos, como tesoro de moura diosa primigenia de la Tierra  cuyo recuerdo, evolucionando hacia Brigantia, es  preservado en la tradición, confundiéndola con Ésta última o, siendo antecesora de la misma, mitificada como su madre y relevada al rango de su originalidad absoluta como primigenia madre Reina de los Muertos “Mor-rigan” o Reina moura, espectral, espíritu de la tierra antepasada que, como callao, trasciende a todo fin renovando los tiempos. Ella es Morrigan siendo mismo “Reina de los Muertos” que “Roca Reina”, como Madre tierra que engendra y devora, asimilando su simbolización el carácter funerario que de las piedras emana además de las pétreas cualidades atribuidas de eternidad e inmutabilidad que son atributo deifico. Si ambas Brigantia / Brigit y Calaicia / Cailleach son la misma diosa madre, Calaicia podría ser considerada además la Abuela de los celtas, atlánticos cuando menos, Reina moura, de los muertos, nuestros antepasados del inframundo cuyas almas en ocasiones aguardan o guardan piedras.   
 
Las hierofanías, como la tormenta o el rayo, debieron preceder entonces a la creencia en seres supremos, como Balor,  promovedores de la idolatría o culto a los ídolos. La idolatría considera ídolo la representación de una divinidad. Balar, Balor, Bile desdoblamientos a su vez de Bres como de Tethra,  asociados como el heleno Cronos a  una Torre, otro símbolo del mismo axis mundi que conecta tierra, cielo e infierno, pilar cósmico, con paralelismos en las helenizadas columnas  de Briareo o Hércules, con la que, sobre sus hombros, sostiene el heleno Atlas el Mundo, en paralela axial función a la del ómphalos de la tierra Madre, bethilo celestial. Bile, decíamos, representa a su vez un paso en la evolución del pensamiento religioso que perpetúa el hecho numinoso uranio desde los tiempos del ancestral  Breoghan  hasta el Jesucristo de nuestros días. 


Los dioses celestes fueron evidentemente los más antiguos al creer y sentir nuestros remotos antepasados venir del cielo lo que sobre todo les preocupaba y amenazaba: tormentas, lluvia, rayos y truenos.


La simple contemplación de la bóveda celeste provocaba en la conciencia primitiva una experiencia religiosa. Revelado infinito y trascendental en su altura es idolatrizado como el Altísimo, como aún es nombrado el Dios-Padre, sea Yavéh o Alá. Andrés Pena Graña explica en sus papeles como el teónimo Bero Breo, antecedente de Breoghan, se traduce por "el  Altísimo (*u-pero) de la Alta Casa, Torre, Briga". En esas altas regiones moran los dioses, llegan algunos privilegiados por medio de ritos de ascensión y se elevaban las almas de los finados. El cielo simboliza así la trascendencia, la fuerza, la inmutabilidad.


El nombre del dios iraquí Oke significa "el que está arriba". Wakan, dios sioux manifestado en el rayo, significa "Arriba". La divinidad suprema de los maoríes, Iho, "Elevado". La de los negros akposo Uwoluwu "Lo que está arriba", etc. Para todos el cielo es creador en el sentido de fertilizante, fecundante pues produce la lluvia.
Baiame, divinidad suprema de los kamilaroi, wiradjuri y euahlayi, del sureste de Australia, habita el cielo, junto a un gran río, la vía láctea, donde recibe las almas de los inocentes, hecho que recuerda como el heleno titán Brioreo, identificado como Bero Breo /Breogán por Andrés Pena Graña y Alfredo Erias Martínez, halla morada junto al río Letheo, río del Olvido, fontera del Hades, equiparado al galaico Limia. 
Baiame está sentado en un trono de cristal, el sol y la luna son sus hijos, el trueno su voz, hace caer la lluvia, se ha creado a sí mismo al igual que todo de la nada, ve y oye todo...; características que lo aproximan a los dioses monoteístas judío, cristiano, o islámico a la vez que explicarían éstos como personificaciones de fenómenos naturales. Dioses pues que manifiestan su voluntad por medio del trueno, el rayo, el viento, la tormenta, la aurora boreal o el arco iris, llamado en Galicia "arco da vella" vieja identificada con la Calaicia o Cailleach.


De hierofanías como la tormenta y el rayo surgen los dioses uranios cuyo culto evolucionará en sincretismo con otros poderes numinosos. Los panteones divinos de ciertas mitologías muestran la evolución  del pensamiento religioso en el mismo parentesco de los dioses, así el heleno Urano, el Cielo; engendra y fecunda a Gea (la Tierra), de ellos desciende Cronos el rey de los muertos y antepasado mítico de los griegos que, en el s. VI a.C. cambia su residencia del inframundo donde gobernaba sobre los muertos por el de la mítica isla occidental a donde se encaminan los difuntos siguiendo al sol. El céltico Balar "la tormenta", hijo de Buarainech, es abuelo del solar Lugh. Balar, siendo Bres, es desposado con Brigit, al igual que Bile con Belisama, etc.  Esta deidad, con desdoblamientos en Bres, Balor, Bile, Balar, Tethra, Tingermand, etc., asociada como Cronos o, mismo etimológicamente a Bero Breo a "una Torre" muestra, como dios de la tormenta, un aspecto tenebroso; por otro lado, como propiciador de lluvia, es fecundante, fertilizante, benigno por tanto.


En la religiosidad primitiva los dioses solares no desempeñaron ningún papel de primer plano más bien hasta la aparición de la agricultura. Anteriormente los uranios o celestes eran más que al sol, asociados principalmente, además de a la tormenta, a la luna.


La divinidad celeste es conjugada en todas partes con otras formas religiosas. Los símbolos divinos se fusionan y las creencias sincretizan. Por ejemplo, en América del norte, el ser supremo celeste asimila la personificación mítica del trueno y el viento, representado por un pájaro. En mitología céltica Buarainech precede a Balar en el culto uranio, la deidad sigue siendo celestial habiendo evolucionado al igual que el pensamiento humano, y religioso. Posteriormente surge Lugh, al que ya la práctica de la agricultura tan dependiente del sol, encauza entonces hacia el astro rey el culto uranio, si bien la lanza, el rayo, sigue siendo, como de sus predecesores, su arma.


 

Torres y Reyes

 


II.- Rayo de Breoghan


La cuestión etimológica del teónimo epíteto divino registrado en las aras de Donón se muestra peliaguda, no tanto en la identificación de su primera parte Breo, que identificó André Pena Graña con un indoeuropeo *u-pero “altura”, tanto como en la segunda BREO, con variantes BRIEGOCO  (BRIEGO + sufijo celta CO), y la forma BRIAGA, con su doblete en el Leabhar Ghabhála Érenn: BRIUGÚ, (radical *BRI): el hospedero irlandés, de exacta correspondencia en la India védica (Losada Badía), donde briugú designa la lumbre de hogar ritualmente encendida sobre una esvástica de madera en Año Nuevo. No obstante, nos advirtió el doctor, en su gran trabajo de colaboración con Alfredo Erias Martínez, lo complicado que sería asignarle una etimología simple y concreta que defina con exactitud la relación a la  raíz Bri, 'alto', 'elevado', pues Brí, gen. Breg, ac. Brig, tiene tanto en irlandés como otras lenguas indoeuropeas muchos paralelos, como el alt. al. Burg (cf. comparativamente Burgo, Burgos), derivados de un radical ie *Brgh, expresivo a un tiempo de la idea de altura y fuerza, y aplicable tanto a las míticas torres de la isla del mundo de ultratumba en la que creen los celtas de los finisterraes atlánticos (la Torre de Breogán, o de Hércules, o de Conann) como adecuado a BRIAREO, o VESTIO, o BRIUGÚ,  “el hospedero”, por excelencia de los celtas, el hastado guardián y portero que con los brazos abiertos recibe a los difuntos en la apacible Ciudad Celeste.


Ciudad celeste con paralelo, por ejemplo, en la que habita la divinidad suprema de los hebreos a partir de Moisés, Yavéh, que uránico manifiesta su poder en la tormenta, el trueno es su voz y el relámpago su fuego. Como universal símbolo de lo numinoso, el rayo es el arma del dios celeste en tantas  mitologías, y como la encina y el roble o carballo fueron los árboles más castigado por los rayos, quedaron envestidos de hierofanía divina. También piedras prehistóricas de sílex fueron adoradas por considerárselas hierofanías del rayo, lo mismo que las denominadas en varias culturas "piedras del rayo", formadas por el mismo rayo, en ocasiones al azotar un árbol. En tal hierofanía interviene también su forma de “hacha” o mazo” refiriendo un origen divino y celestial a las armas hoplolatrizadas.


Rayo asociado igualmente a Brenos, o Brennos, y en cuya claridad inherente y compartida con la luna quizá comprendiese Juvainville interpretar “brillante” la etimología del teónimo. Cuando preguntaron a los galos que asaltaran Delfos y Roma el nombre de su jefe, estos mentaron a Brenos. Posteriormente los historiadores franceses llegaron a la conclusión de que como era imposible que el asalto a las dos ciudades fueran dirigidas por un solo hombre, pues distaba entre ambas contiendas más de un siglo, Brenos sería el nombre con el que los galos designaban a sus jefes. Pero Brenos es en realidad epíteto del dis pater galo, y la misma confusión entre dios y líder guerrero se constata en torno a la figura de Breoghan. ¿Será Breoghan teónimo que hace referencia a la mística mítica Torre- Breo, o quizá título otorgado al caudillo que en nombre de su dios de la Breo-Torre, guerrea? Esta voz Breo, evoca cierta poderosa cualidad de altura que, en su relación a toponimia galaica terminada en -bre, hallaríamos con vínculo a lo numinoso, igualmente en altares, outeiros (haciendo trascender su significación por tanto al mero designio de “alturas fortificadas”) estudiados por Andrés Pena Graña, según apostilla en sus Notas sobre la Organización Institucional Celta. Breo y -bre indican altura de la que emanan cierta fuerza y poder que son cualidades de atributo divino en relación a lo uranio, aquí concretados en forma de torre y altar.


Las poblaciones árticas y los pueblos nómadas del norte y centro de Asia tuvieron también divinidades celestes, que compartieron su culto con dioses inferiores. Entonces se ofrecía la cabeza y los huesos largos del animal sacrificado al dios celeste, y la sangre a las divinidades inferiores. Bajo estos fundamentos que giran en torno al culto del numen uranio, Tengri fue dios celeste de los mongoles, Tura de los chuvaches, Jume de los cheremises, Num-Tûren de los ostiaks y voguls, Num-sänke de los irtysch, Kaira-Kân de los beltires, etc. En todos estos pueblos el dios celeste era llamado también padre y en muchas culturas reinaba en el universo con representantes terrestres o  khanes, como lo fueron Gengis-Khan, o Mangu-Khan, etc.


Como Breo, el nombre de Breoghan, con variantes en Bregón, Breogón, Breogán, y en estrecha relación (no sólo etimológica) con Bres, Bress, Brea, Breg, Breas...  presenta peliaguda etimología que, lejos de poder reafirmarse uni-inequívoca, girando en torno a un mismo ie. *Brgh, refiere la polisemia que por si sola esta voz implica en sus derivaciones, pudiendo verse además afectada por adaptaciones que no tienen porque suponerse siempre resultado de la deformación que en su transmisión oral la palabra acarrearía, o de adaptaciones locales a variables acentos, dependiendo además de los distintos casos que la voz conjuga, pudiendo entonces además haberse visto afectada en última instancia su significación en el carácter complementario que adquiere una palabra tornada compuesta en la interrelación de unos componentes que, recurrentemente, el evemerismo cristiano irlandés presumiblemente pudiera combinados conjugar en su versión reinterpretada, cuando no la polisemia desprendida resultara dispar en significados varios de común nexo, ya con anterioridad entre la indígena población pagana y sus druidas.


En el fundamento de la creencia en el Rey del universo, dios uranio, y su representante, el rey en la tierra, denominado también en sánscrito khan, cabría situar la base del mito que rodea a la figura del rey Breoghan. Etimológicamente Breoghan sería variante de Breo-Khan. Como debió acontecer en los sucesos que rodean a figuras legendarias tales como el britano rey Arthur o el hispano Cid Campeador, en la leyenda de Breoghan, convergiendo varios mitos legendarios acerca guías, líderes o caudillos de similares características, serían compendiados, recogidos y unificados en un mismo y único relato que los monjes irlandeses se encargaron en el Leabhar Ghabhala de postergar, haciendo uso del universal saber acerca a los que tienen acceso en una Iglesia que compendia la sabiduría de la época, para hallar en Breoghan, como compuesto que define al Rey o Señor Breo, un adecuado nombre para el mítico antecesor irlandés cuyo culto divino tratan, en parte desmitificándolo mediante su racionalización, de cristianizar los monjes irlandeses, en sincretismo cuando no lo pueden erradicar. Cuando no hubiesen trasladado de la tradición popular, o mejor druidica, el nombre ya con deificado sentido de “enviado de dios”, haciendo de  -ghan, relacionado a –khan, título de Rey para el mismo que asocia a “El de la Breog (Torre)-án, un Breo-Ghan, “Rey de la Breo(Torre)”, mediante concepto que, ya con anterioridad a los grandes khanes como Gengis-Khan, Kibulai-Khan o Mangu-Khan que reinan en Oriente, en la expansión del término, tendría su correspondencia mismo en sánscrito que en célticas lenguas.


El nombre de Breogán, relacionado a una Torre (y a sus inherentes cualidades de altura, verticalidad y, desprendidas, fuerza y poder), se podría interpretar como el del posesor, el que la habita o simplemente guarda algún vínculo con ella. Si existe relación con algún concepto relacionado a la realeza o el señorío del líder militar y representante del dios celestial en la tierra, los monjes sino los druidas pudieran haberlo adecuado a  la confusión que ya un status indeterminado o confuso entre las apariencias divina y terrenal que la tradición le otorgaba, suscitaría la figura del guerrero campeón que derrota a otras tribus en lo que antes de evemerizarse como Espain constituyó en las creencias paganas mítico País de los Muertos, con indoeuropeo paralelo en los helenos  Tártaro y Hades, en los que también la guerra, entre los dioses, fuera librada.


Quizá Breoghan, fuera fórmula entonces utilizada por los monjes, cuando no ya los druidas, para registrar el mito en torno a la figura del caudillo que la memoria popular habría elevado a rango divino, algo que mismamente podría haber propiciado su capacidad guerrera, el adoctrinamiento en el dogma de un dios “Breo” con referencias en las aras de Donón, etc., cuando no ambos factores combinados.


Con el Breoghan del L.G., los monjes tratan definitivamente de reducir el mito al ámbito terrenal, destronando al dios pagano de su lugar en el cielo, al tiempo que le conceden un lugar en la tierra para justificar la profundamente arraigada creencia indígena de su ascendencia deificada en el Breo al que el cristianismo racionaliza tratando de reducir su mito al campo terrenal para desplazarlo del lugar en el cielo donde precisa colocar al nuevo numen de origen oriental. Así, la función que desempeña el  Breoghán del L.G: como mítico antepasado de los irlandeses, enmascara  la que trasciende a su evemerizada imagen y que es la de la deificación urania, cuando no la de su deífico enviado representante en la tierra, el dios hecho hombre, cuyo origen divino-celestial no encajaría tampoco en el axioma cristiano de los monjes manuenses.


Bres, es igualmente presentado bajo su aspecto más terrible, obviando otras facetas más positivas, como la fecundante que, no obstante, igualmente disfrazada, es presentada con el nombre de su desdoblamiento que en uránica relación con la tormenta provoca la fecundidad: Bile, si bien en la acción evemerista éste verá reducida su función fecundadora o fertilizante de Tormenta, al terrenalmente desmitificado papel de padre (como Breoghan lo es suyo) de Golam llamado Mile; ancestros de los irlandeses, pero terrenales y de carne y hueso, despojados de cualquier vestigio divino en el Leabhar Ghabhala Erenn, y paisanos de la Espain de las tres puntas, ya no provenientes del País de los muertos al que se muda nuevo Propietario. Si la mitología pagana relacionaba hombres, dioses y semidioses en su relato, el evemerismo cristiano se ocuparía de hacerlos hombres a todos.    
 
La acción evangelizadora cristiana en Irlanda, buscando captar adeptos a la fe que profesa, utilizando los distintos métodos que le faciliten tal propósito, en el relato de los sucesos acerca acontecimientos expuestos en el Leabhar Ghabhala, no dudará en hacer morir a paganos dioses como Brian y sus desdoblamientos Iucharba e Iuchar, lo mismo que a Lugh o al Daghda en la batalla de Magh Tuiredh. También muere Bres, al que muestran durante su reinado despiadado, malvado, haciendo hincapié en el aspecto más tenebroso del culto al dios pagano que representa evemerizado el mítico rey, y cuyo rito asociado, mostrando su figura despreciable, pretenden los monjes escribas desplazar. Si los monjes irlandeses se molestaron en recopilar y compendiar resemblanzas de ciertas creencias y mitos y leyendas de la época, no lo hicieron motivados en el meramente cultural o científico propósito de preservar la tradición pagana tanto como en la intención de encauzarla y reconvertirla al cristianismo, como es obvio, por lo que la tergiversación de los hechos, manipulación de datos, exageración de ciertos detalles a la vez que omisión de otros, lo mismo que la desmitificación racionalizada terrenal, concretando lugares míticos, como por caso el País de los Muertos, en ubicaciones geográficas como Espain, la transformación del mito como el del Pilar Cósmico de Bero Breo en algo concreto como el faro de Brigantium, o el despojar de toda pagana sacralidad al Rey, hecho hombre, etc., seran comunes recursos que justifiquen el fin para la reconversión de la fe pagana a los edictos del nuevo dogma.    
   
Antiguamente el emperador era hijo del cielo, y de ahí que no sólo garantizara buen gobierno, sino también fertilidad, sucesión de los ritmos cósmicos, etc. Dingir es  el término sumerio para designar a la divinidad y denota también epifanía celeste. Después se personificó en Anu, también llamado Padre, que reside en el Cielo desde donde otorga la autoridad al rey. Como guerrero las estrellas componían su ejército. Se le conmemoraba con el nacimiento del año siendo la fiesta del año nuevo consagrada a Marduk. Enlil-Bel era el dios de las tormentas.


Diêus, dios celeste de las tribus arias, evolucionó como Diaus en la India, Zeus en Grecia (Júpiter en Italia), Tyr-Zio en Alemania. Controlan la tempestad, el rayo, el trueno y la tormenta asociada a la fecundidad. Dyaus, convertido en pareja cielo-tierra en los Vedas (Dyâvâprithivi), terminó asociándose al fenómeno celestial diurno para, desde comienzos de la época védica, ser desplazado por Varuna (visible en todas partes), venerado, junto a Mitra, como los dos poderosos y sublimes amos del cielo. Adquirió caracteres lunares y lluviosos convirtiéndose en una divinidad oceánica. Con Mitra, Indra, Vâyu, Agni y Purusha fue el dios de los mil ojos, por omnisciente e infalible. Garante de contratos, presidía las consagraciones reales y castigaba a los que infringían las leyes.


En Grecia Uranos es el Cielo, fecundador, engendró la Tierra y en Ella el Océano, Cronos, Los Titanes y sus hermanos los Cíclopes. Cuando Cronos le amputó el sexo nacieron de su sangre Afrodita, las Furias, las Melias y los Gigantes. Su culto fue heredado por Zeus: el rayo era su arma y le estaban consagrados los lugares heridos por el relámpago, otros nombres o epítetos lo relacionan con la lluvia, la tempestad y la fertilidad. También era padre y soberano, y de él recibían los reyes su autoridad.



 
III.- Axial Torre 


En la situación extremo occidental de la cornisa atlántica, imaginada como umbral del Hades en las culturas mediterráneas, de misteriosos en tanto que ignotos occidentales finisterraes que miran a poniente, donde el psicopompo sol desciende al inframundo tras su periplo astral, la cultura celto-atlantica consagró el más devoto amor por la Madre tierra de sagrados confines deificándola para la posteridad. Y así dándosele por nombre el de la diosa primordial al lugar que desde la antorcha, Facho de Donón o Faro de Brigantia, alumbra la breoghaniana civilización que forja, para entre el cielo y el infierno adorarla: Galicia, de divina etimología en Calaicia que, como la Cailleach a Brigit, "pare" a Brigantia, diosa guerrera de sabiduría, defensora de la tribu de la briga en la que se personifica como Madre tierra, invocada en el ónfalos axis mundi que conecta su inframundano universo mouro con el altísimo cielo de Bero Breo, un dios cornamentado que posee una Torre que es Pilar Cósmico, en conexión al mismo axis mundi onfálico y terrenal, alrededor del cual gira el universo celto-atlántico.


Bero Breo, Buarainech, Cernunnos, Tarvos-Trigaranos y alguno uranio más muestran semejanzas compartiendo características de manera que en tantos aspectos se les puede identificar a unos con otros en todo aquello que los equipara y asemeja hasta el punto de mostrar cada uno de ellos la coalescencia cuya parte fundamental, dando lugar a las distintas reinterpretaciones, muestra a éstos como variantes conectadas al común nexo que los une y representa la esencia de lo que más profunda y, asombrosa o abrumadora y drásticamente al humano ser afecta en su relación con el que le rodea mundo que tantos misterios sin comprender se explica religiosamente idolatrizando en hierofanías y otros recursos de lo numinoso la uránica figura que siendo universal halló en cada punto como su autoctonicidad las peculiaridades que la definen también caracterizan propia, como es caso el de la Cornisa Atlántico-europea cuyos confines nuestros ancestros conectan en hermanar a las atlántico-celtas tribus en una misma creencia y culto al supremo Bero Breo, el "Altísimo de la Alta Torre, Casa, Briga del Poder, la Fuerza, el Vigor”; y la Gloria que, en sus por su terrenal hijo Breoghan pregonados designios realizados, así tenga.


El dios uranio, universal, estando en todas partes se manifiesta, por las características que a la región atañe, de manera tan peculiar en la Cornisa Atlántico-europea de sagrados confines.     


El Altísimo, Dios de la Torre, Bero Breo, que, al igual que por ejemplo el dios cristiano Omnipotente, Todopoderoso, Creador, Misericordioso, Estrella Divina, etc., también recibe varios nombres o epítetos como el de Hospedero: Vestio Alonieco, Cornudo: Cerunnos, Lanzador de rayos: Balar, Cara de Vaca: Buarainech, Toro: Tarvos... Conan, Tetrha, Bres, Bile... etc. en relación a alguna característica que lo define en las distintas facetas que conciernen a sus dispares funciones como la fecundadora y regeneradora en la lluvia, o la destructora en el rayo, como dios de la Tormenta; conjuga sincretizadas las fuerzas de lo sagrado en su evolución, que es la del pensamiento religioso humano que en torno al primordial uránico numinoso misterio fascinante se va desarrollando desde los albores de la Historia de la Humanidad, hermanando desde siempre a las tribus de los celtas confines atlánticos en los sagrados amor y pasión religiosos más devotos por el Único, el Altísimo de la Briga, Casa, Torre (del Poder y la Fuerza de la Vida y sobre la Muerte), en cuya Palabra, su hijo en la Tierra, el dios hecho hombre, Breoghan el Rey, adoctrinó las masas. Alabado Bero Breo, alabado Breoghan donde quiera gigante su voz pregonando la redención de la buena nación celta para la que compuso himno el muy noble hijo de la gentil Virgen Celta de Occidente, don Eduardo Pondal.


La misma etimología de la voz briga con que son designados los castros, construidos en la evocación de las formas circulares que confinan el espacio consagrado, designa la  altura, en asociación a la fuerza y el poder con los que se interrelaciona. El que emana del Facho de Donón, es ejemplo de poder numinoso, asociado a otras fuerzas religiosas, vinculado a la altura y la verticalidad, en la cima del promontorio y en presencia del mar y las islas, con su antiguo faro celta en el que el fuego que se encendiera, por motivos evidentes, recordaría o trataría en algún modo de emular a la columna de fuego que, con el nacimiento de Brigantia, llega al cielo, nueva representación del, reinterpretado en sus dispares versiones, axial pilar o columna cósmica en torno al cual gira el universo.


La torre de Breoghan, Tethra, Conainnn, etc., en conexión a su simbolismo como lugar del que vienen y van las almas, Torre regidora de muerte y vida por tanto, conectando en su verticalidad tierra, cielo e infierno, comprende el simbolismo que atañe y afecta al axis mundi, eje cósmico en torno al cual gravita la tierra en el Facho de Donón o el Faro de Brigantia, en conexión al cielo de la Torre de Bero Breo, y al inframundo, o Mundo inferior de Calaicia, (¿quién sabe de si también Cosus si *Koljus-Koljo "cocho, ocultamiento"?), donde el bardo Taliesin, en el poema Preiddeu Annwn, ubica el caer que gira eternamente.


Una torre semejante aparece en el immram (especie de crónica de viajes) de Maelduine, donde se relata como un gigantesco y feo molinero habita la isla del Molino haciendo girar su rueda, cuyas fauces engullen todo lo escatimado en el mundo. Cu Roi también está relacionado con esta Torre, Fortaleza, Briga del Otro Mundo, pues captura a Blanaid en un castillo en cuya puerta gira sin cesar una rueda mágica, otra versión de la Torre Giratoria, el Molino, donde residen los dioses, regeneran los muertos y renacen los iniciados. Cuando pronunciaba cierto hechizo Cu Roi, su fortaleza giraba deprisa como rueda de molino, siendo imposible encontrar su entrada tras la puesta del sol. Existen varios ejemplos de célticas Torres que realizan una función axial en el centro del mundo como pilar cósmico que conecta tierra, infierno y cielo, y en torno al cual gira el universo, la vida y la muerte.


En el relato de Nennius, los tres hijos de Mile, tras llegar con treinta barcos cada uno y en cada cual treinta hombres con sus mujeres, permanecieron un año en Irlanda, entonces percibieron en medio del mar una torre de vidrio y sobre ella algo parecido a hombres, quasi homines, de los que no obtuvieron respuesta. Tras un año de preparativos partieron para atacar la Torre. Naufragando uno de los navíos con treinta hombres y treinta mujeres, el resto llega a la costa que rodea la Torre, entonces el mar se levanta por encima de ellos tragándoselos. La población de Irlanda desciende de los náufragos de la barca que no llegara a la Torre.


El de "quasi homines", referido a los seres de lo alto de la Torre en la leyenda de Nennius, es concepto paralelo al de las "sombras" de la mitología romana, o los "silentes", silenciosos de la poesía latina, identificados por Lucano, Ovidio, Virgilio, Claudio, etc. con los muertos, y que nos recuerdan a los "ciegos" de las Islas Cies, sabiamente estudiadas por el insigne André Pena Graña,. La Torre de Vidrio de la que nos habla Nennius, la Torre de Conan, la evemerizada de Breoghan, son ejemplo de la reinterpretación que en torno a su mito se crea. En versionado relato, a asaltar  la Torre de Conan el Grande fueron los de la raza de Nemed, tres veces veinte mil con sus tres  jefes que, al llegar a Torinis, la isla de la Torre, son engullidos por las olas, todos excepto tres veces diez. En estas torres moran uranios míticos ancestrales Padres de los hombres y Reyes de los Muertos, como Bero Breo o, a partir del s.VI a.C., Cronos, en el centro del Cosmos.


Estos relatos dan muestras del profundo tabú que afecta a la Torre, poderoso tabú en el que incluso cierto simbolismo fálico que, por caso representando el poder fecundante y del rayo, y de vida y muerte por tanto, del cielo sobre la tierra, la torna tanto más prohibida.


En la irracional estructuración religiosa primero surge el mito, la hierofanía, después el rito o culto a esa hierofanía. No todas las piedras, por ejemplo, fueron adoradas, sino las que tenían cierta forma. Inicialmente se sacralizó pues lo insólito, lo singular, fuese perfecto o monstruoso, originando habitualmente lo perfecto dioses o ángeles, y lo monstruoso demonios. En toda sacralidad primitiva estuvo presente la superstición. En Virgilio sacer es maldito o santo, según el contexto. En Grecia hagios podía ser puro o contaminado. Era hierofanía lo positivo y kratofanía lo negativo (contacto con los muertos, etc). En esa mentalidad lo positivo era sagrado, y lo negativo profano. Y de ahí nació el tabú: objeto prohibido por temor a contagio. El tabú se profanizó (perdió su significado o concepto religioso) con el tiempo pero muchos objetos o actividades profanas hoy día fueron inicialmente sagradas.
La idolatría y la iconoclastia son actitudes naturales del espíritu ante el fenómeno de la hierofanía. De ahí que las encarnaciones divinas tengan su origen en que lo extraordinario (la tormenta, el rayo, los temblores de tierra, un animal o un árbol de extraordinarias características, etc.) tomaba el nombre del dios en el que se creía.
 
Simbolizando al centro axial de la potencia fecundadora, erguida en la verticalidad asociada a la poderosa alta fortaleza que mismamente implica la raíz que comparte con briga en el teónimo de quien es su posesor: Bero Breo, la Torre, se convierte en símbolo de potencia genésica, ya que el eje vertical es idéntico al falo erecto, generador de vida y muerte, los dos polos opuestos e indisociables de la existencia: la muerte y el retorno a la vida, la enfermedad y la curación, la materia y el espíritu. La serpiente, enhiesta sobre la cola o enroscada sobre un eje vertical, como tratando de unir los polos opuestos de su propia naturaleza, simboliza paralela potencia genésica. Cuando se añadieron alas a las serpientes erguidas, símbolo en su verticalidad del eje tierra-cielo, se convirtieron en dragones.


Pero reducir la verticalidad a su simbolismo fálico es bien poco o tan sólo una parte del amplio concepto de sabiduría que abarca y  representa. El que la verticalidad sea simbolismo universal de conocimiento se debe a que lo vertical, alzándose desde un plano inferior a otro superior, representa el paso de las tinieblas subterráneas a la luz. Trepando árboles no se alcanza el cielo pero sí se consigue ensanchar considerablemente sus horizontes, en mayor medida cuanto más alto se trepe. Pero para trepar el árbol hay que tener en cuenta la correlación entre lo vertical y lo horizontal y el papel primordial desempeñado por el vértice, torbellino de rotación, que afecta al axis mundi en torno al cual gira el universo y que además de afectar a las atlánticas torres de los celtas, vemos como se realiza incluso en rotación doble. El ascenso hacia las alturas se realiza en movimiento espiral, en hélice y, en la mayoría de las culturas, doble hélice. El caduceo es un símbolo que se haya ya en la copa del rey Gudea de Lagash, del año 2.600 a.C.. o en la India sobre piedras llamadas nagakals. Las dos serpientes enroscadas en sentido inverso alrededor de la vara representan el doble movimiento vertical, ascendente y descendente, de la doble hélice, resultado del ascenso y la caída con rotación horizontal en ambos sentidos. La doble espiral la hallamos lo mismo en el bastón brahamánico que en innumerables caduceos.


En la verticalidad de sus anillos concéntricos halla especial referencia él árbol.  Multitud de mitos y leyendas hacen intervenir un árbol cósmico que simboliza el universo, una columna central que sostiene el mundo, un árbol de vida, del conocimiento del bien y del mal, o un árbol milagroso que confiere la inmortalidad a los que prueban sus frutos. El camino hacia él era difícil, sembrado de obstáculos, por inaccesible y guardado por monstruos, a veces laberíntico; los héroes vencían y daban muerte al monstruo; lo sagrado para estos pueblos era ambivalente: atrae y repele, es útil pero peligroso, y confería muerte o inmortalidad.


El centro totémico australiano se encuentra frecuentemente situado en un conjunto sagrado de árboles y piedras, y el binomio cultual piedra-árbol está presente en todas estas civilizaciones arcaicas. Se encontraban por todas partes en la India de los tiempos de la predicación de Buda. Los textos pâli mencionan la piedra o el altar (veyaddi,manco) situados al lado de un árbol sagrado, y constituían la osamenta de los cultos populares de las divinidades de la fertilidad (los Yaksha). Esta antiquísima asociación de la piedra y el árbol fue aceptada y asumida por el budismo. La caitya búdica era a veces el árbol solo, sin altar;  pero otras veces era rudimentaria construcción  erigida cerca del árbol. El valor religioso de los lugares sagrados arcaicos no pudo ser quebrantado ni por el budismo ni por el hinduismo.


La misma continuidad puede observarse en Grecia y en el mundo semítico. Desde los tiempos minoicos hasta el crepúsculo del helenismo se encuentra siempre el árbol axial al lado de una roca. Con frecuencia el santuario arcaico semítico estaba constituido por un árbol o un betilo; y el árbol o el ashera (tronco descortezado) quedó, solo más tarde, al lado del altar. Los lugares de ofrendas de los cananeos y hebreos estaban situados sobre toda colina elevada y bajo todo árbol verdeante. Prácticamente sucedía lo mismo en Caldea y Sumeria. Todos estos lugares sagrados son un microcosmos porque repiten el paisaje cósmico, al ser reflejo del todo como imago mundi.


La piedra representaba la realidad por excelencia, la indestructibilidad y duración que, como altar, se constituye en representación de centro universal que conecta tierra con cielo, y que de origen meteórico y uranio por tanto, en la idealizada en torno suya eternidad, es consagrada como hierofanía celestial para albergar divino poder sobre el Misterio del que eclosionan los dioses que retornan a su cíclica forma de piedra renovando todo fin al que trascienden, como la Cailleach Beara. El árbol simboliza el poder sagrado que a través de sus raíces conecta el infierno con la tierra en el tronco que extiende sus ramas al cielo. El agua nos remite, además de a la fertilidad, a la purificación. Con el tiempo estos pasajes microcósmicos se redujeron básicamente al árbol o al pilar sagrado.


Al conjugar en la Torre las características de altura y verticalidad con el fundamento que rige o gobierna la vida y la muerte, en su semi-invisibilidad, sobre las aguas, las creencias celto-atlánticas otorgan a su peculiar axis mundi  la mayor de las sacralizaciones simbólicas que, desde la parte oculta de lo profano, pueda mostar la hierofanía, revelación divina; en el sobre-dimensionamiento de la fuerza numinosa que de tan sagrados conceptos, así fusionados, emana.


Distintos símbolos y representaciones de axis mundi hallan el nexo que los une como desdoblamientos, variantes, reinterpretaciones o parte del mismo principio fundametal y eje básico en torno al que gira el universal axioma religioso al que representan; siendo modelos de pilar cósmico, que en la torre, el árbol, en meteoritos o betilos, con forma de huevo o no, y en presencia del agua, muestran su interrelacionada conexión en la coalescencia del axioma en que se fundamenta el  principio numinoso que fusiona los preceptos conceptuales evocados en la hierofanía que el mito distingue para mostrar su estrecha relación en el árbol y la piedra junto al lago, o unifica en la torre sobre el mar dimensionando en el Celto-Atlántico Misterio la sacralidad del fundamento numinoso al ámbito que en tan  poderosa fuerza religiosa oceánica además se empapa.


Y así como la serpiente guarda el árbol de la vida, numerosas infernales criaturas tanto más monstruosas guardan en los abismales océanos de simas profundas la Torre de Bero Breo. Es muy complicado llegar a las islas que se relacionarán con la que habrá de albergar la Torre, en los viajes de Bran, evemerizado Barandán, en los de Ulises, en el Leabhar Ghabhala, etc. sólo los héroes o semi-dioses lo logran, los que lo intentan suelen fracasar ahogándose como en diluvio, sobreviviendo unos pocos convertidos así en antepasados de los pueblos.


Calipso es una de las innumerables teofanías de la gran diosa, revelada en el centro del mundo, junto al omphalos, el árbol de la vida y las cuatro fuentes.


Los hombres no pueden penetrar en esta misteriosa extremo-occidental isla donde los celtas y la segunda mitad de la mitología griega, ya en los s. VII-VI a.C., sitúan la morada de los muertos. En la Odisea, la expedición de Ulises al intentar abordar la isla de Ogigia es tragada por las olas, sólo sobrevive el semidios que alcanza la lejana isla donde mora la diosa escondida, Calipso, hija de Atlas, la columna del cielo (Odisea, VII, 244-255). No existe noción belicosa asociada a la lejana isla donde Ulises vive siete años rodeado de los cuidados de la diosa que lo ama, sin embargo, cuando es dios en lugar de diosa quien toma el mando de la misteriosa isla que las creencias de los Indoeuropeos de Occidente sitúan en el occidental extremo del mundo donde ni los más osados navegantes osan aventurarse jamás; la isla torna su apariencia. Así la isla de Cronos, como noción de Hades y Tártaro que representa, y de los que el mismo Cronos fuera igualmente rey, tuvo que ser escenario de los acontecimientos que a las primigenias subterráneas moradas helenas de dioses y muertos ya afectara. El más antiguo monumento literario griego habla de los combates entablados en la Morada de los Muertos (como en Espain tuvo que combatir contra otras tribus el Breoghan del L.G.) cuando Heracles fuera al Hades de sólidas puertas para sacar de tan oscuro dominio al perro del terrible dios que allí reina.



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Referencias Bibliográficas:


-O ancestral camiño de peregrinación ao fin do mundo. André Pena Graña-Alfredo Erias Martínez.
-Treba y Territorium. André Pena Graña
-Hechos Religiosos. Comentarios al Tratado de la Historia de las religiones, de Mircea -Eliade. Rgjimenez.
-El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica. H. d´Arbois de Juvainville.
-El árbol. Charles Hirsch.


Copyright A.P. Anfus © 2008 O Bicarolo Cerveiro Enterprises Ltd.


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Comentarios

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  1. #1 Anfus 16 de feb. 2008

    Hola


    Lucusaugusti; aquí la Torre delimita mundos, dimensiones, planos...distintos, en todo caso, dispuestos verticalmente.


    coso; parece evidente una relación con el rayo, mismamente siendo Breoghan padre de Bile, en mitología sin evemerizar, aspecto fecundador de la Tormenta.


    Unas notas acerca la solarización del numen uranio, así a ninel más o menos mundial. Fueran suprimidas del artículo originalmente para "aligerarlo " algo. Con la agricultura otros factores pudieran incidir en la solarización del numen uranio, en relación a una misma regeneración natural y estacional, (según pienso pero no tengo claro...)


     Culto Solar


    Evolucionado con la humanidad el pensamiento religioso por el que tan místicamente se hace regir el principio y fundamento de la razón humana de ser en el innato instinto de supervivencia que la angustia existencialista de la condición del ser humano comprende, expuesto y a merced de los elementos a cuyas supremas influyentes fuerzas se encomienda por y en irle la vida en ello; ya con la aparición de una agricultura tan dependiente del sol, éste, condicionando los quehaceres de tal práctica y centrando las atenciones del humano ser cuya vida entonces básicamente rige, se proclama en guía y proveedor para sincretizar en si el ancestral uranio o celestial culto mediante el que el dios de los hombres viene siendo comprendido a través de su culto. Así pues la agricultura claramente se implica en el proceso sincretizador de solarización de la superior numinosidad, urania, que el ser humano continúa contemplando en el cielo, con religiosa devoción, desde que, ya comenzando a pensar, el misterio de lo que no comprende, la deífica intermediación explica, y asustan o asombran los truenos y relámpagos, o reconforta el agua de lluvia.
     
    En Egipto, Asia o  Europa arcaicas el culto solar arraiga en base al fundamental axioma numinoso uranio en el que ya, en las creencias en las que participan la luna, las estrellas, el polvo estelar que descendiendo da la vida, la vía láctea, Cadena de Lugh heredada desde su "bisabuelo" Buarainech, las tormentas, el rayo, el arco iris, o el meteorito, etc.; venía encontrando igualmente fundamento religioso el ser humano en reconociéndose como de la tierra madre hijo, igualmente del cielo,  desde el despertar, en los más primitivos tiempos y albores de la humanidad, de su conciencia más arcaica. En Egipto el faraón era el hijo del sol. También en México y Perú el hijo del sol fue caudillo de multitudes. Y claramente, los dioses supremos mesopotámicos, como Marduk, conjugan en sincretismo el prestigio fecundador uranio con los atributos solares.


    El culto solar egipcio desde antiguo absorbe a divinidades como Atum, Horus y el escarabajo Khipri. A partir de la V dinastía, de la fusión  de los atributos de distintas divinidades con el sol,
    surgen figuras solares como Khnum-Ra, Min-Ra o Amón-Ra. Shu, uranio, es identificado con el sol.


    Se han conservado numerosas hierofanías solares en canciones populares, e  incluso hábitos campesinos, o expresiones literarias como la de la rueda de la fortuna, son de estructura solar. La hierofanía solar revela una estructura tan lógica como inteligente en su interrelación con el axioma uránico-numinoso que perpetúa. Las capas arcaicas de las culturas primitivas relatan ya el movimiento de transferencia de los atributos del dios uranio a la divinidad solar, así
    como la coalescencia del ser supremo con el dios solar.


    El arco iris, epifanía urania, es asociado al sol y se convierte, entre los fueguinos por ejemplo, en su hermano. Más frecuente se trató la relación filial entre la estructura celeste y el sol. Para los pigmeos semang, los fueguinos, los bosquimanos y la India védica el sol es el ojo del dios supremo, y entre los wiradjuri-kamilaroi del suroeste de Australia fue considerado Grogoragally, hijo del creador y figura divina favorable al ser humano. Los samoyedas vieron en el sol el ojo bueno de Num (el cielo), y en la luna el malo. Entre los yuraks de las regiones boscosas el sol y la luna son símbolos de Num, y el árbol en el que suspenden las cabezas de los sacrificios se llama árbol del sol. Entre los chukches el sol es su divinidad suprema y los principales sacrificios se ofrecen a la luz del sol. Los chukches y yukagires  introdujeron el culto del sol en todo el norte de Asia.


    La solarización del ser supremo uranio es también un fenómeno bastante frecuente en África. Para los munshes el sol es hijo de Awando y la luna su hija. Ba-rotse, el dios celeste Niambe, y su esposa la luna, habitan en el sol. Entre los luyi Niambe es el sol, entre los kavirondo también el sol asimilo el culto al dios uranio. Los kaffa llaman padre y sol al dios supremo Abo, y entre los bantúes del África oriental y los dschagga del Kilimanjaro, el ser supremo Rawa significa sol.


    En Indonesia Puë-mpalaburu , dios solar de los toradja, substituyó a I-lai, dios celeste. Entre los tligit el demiurgo, en forma de cuervo, se identifica con el sol. Los munda de Bengala tuvieron por dios principal a Sing-bong, el sol, al que se sacrificaban machos cabríos o gallos blancos; casado con la luna se le considera autor de la creación. Las poblaciones khond de Orissa adoran como dios supremo y creador a Bura Pennu, dios de la luz, o a Bela Pennu, dios del sol. Los birhors de Chota Naghur inmolan al dios sol, su divinidad suprema, gallinas y machos cabríos blancos; y el sol es igualmente el ser supremo de los oraon, llamado Dharmesh. El dios supremo santali fue primero Chanda, el sol, y después Thakkur, también el sol.


    En Indonesia y Malaca el culto solar es esporádico, excepto en la isla de Timor y los archipiélagos vecinos. En Timor  el universo nació de la unión del señor sol, Usi-Nemo, con su esposa Usi-Afo, la señora Tierra. En la isla Wettar el ser supremo habita la bóveda celeste y también en el sol. En los archipiélagos Leti, Sermata, Babar y Timorlant, al este de Timor, Upulero, el señor sol, adorado bajo la forma de una lámpara hecha de hojas de cocotero, es la divinidad suprema. El Sol engendra también hijos y algunos jefes y reyes se proclaman hijos del Sol.


    En diferentes partes del mundo los grandes jefes, caudillos o reyes eran considerados descendientes del sol, entre ellos los polinesios, natchez, incas, hititas, babilonios, indios, los pastores africanos masai, etc. Buda, en su calidad de Chakravartin, soberano universal,  fue también identificado con el sol.  La mística budista no busca el predominio solar sobre la luna, sino  su unificación. Los korku de la India pretenden descender de la unión del sol y la luna. Shamash en Mesopotamia es hijo de Sin, dios de la luna. Shamash era también sol de etimmé, de los manes; dios y señor de la justicia y el juicio; dios de los oráculos, patrón de profetas y adivinos.


    Otro ejemplo sería el persa Mitra, dios uranio o celeste concretado solar, salvador en calidad de Sol Invictus y posteriormente militarizado. Las elites se relacionan con la teología solar. Para Platón el sol era imagen del bien y para los órficos de la inteligencia del mundo. Macrobio reduce a culto solar toda la teología identificando con el sol a Apolo , Liber-Dionisos, Marte, Mercurio, Esculapio, Hércules, Serapis, Osiris,Horus, Adonis, Némesis, Pan, Saturno, Adad o Júpiter. Incluso los Pontífices del Renacimiento veían en Jesús el dios solar, cristianización del sincretizado culto numinoso del cielo y su idolatrización.



     Ocaso


    En Australia los iniciados se identifican con el sol pintándose la cabeza de rojo y arrancándose cabellos y barba para sufrir una muerte simbólica de la que resucitar al día siguiente con la salida del sol. Los iniciados de las tribus wiradjuri-kamilaroi se convierten en hijos del ser supremo gracias a una muerte ritual seguida de resurrección solar.


    La puesta del sol es considerada, ya primitivamente, descenso a las regiones inferiores del reino de los muertos. Los autóctonos del estrecho de Torres creen en la existencia de una isla mítica situada al occidente llamada Kibu, la puesta del sol; el viento empuja hacia ella las almas de los difuntos. En la isla Hervey los indígenas piensan que los muertos se reúnen en bandadas para dos veces por año, con cada solsticio, intentan seguir al sol; los caídos en combate son llevados al cielo por el sol, siendo otros difuntos devorados por las divinidades infernales Akaranga y Kiru. Es muy común también en Oceanía la creencia de que los difuntos acompañan al sol en el océano, llevados en barcas solares. El corriente culto en Oceanía que relaciona el  al sol con los difuntos explican por qué los monumentos megalíticos están orientados hacia el levante. En las islas Banks se ungen los megalitos con arcilla roja para que el sol luzca de nuevo.


    En Egipto el sol fue  psicopompo de la familia del faraón, mientras en Indonesia y Melanesia lo fue de todos los iniciados. Hasta la IV dinastía egipcia el sol se ponía en el Campo de las ofrendas o del reposo y salía por el de los juncos, de donde partía el alma del faraón al encuentro del sol que lo guía hasta el de las ofrendas; al principio adquiriendo derecho a instalarse en el cielo tras vencer al Toro de las ofrendas. Y con el tiempo occidente, en este camino de almas, se torna así región osiriana, mientras oriente región solar, de Ra.


    En Grecia el mito de Helios, personificación del sagrado fuego y el sol, muestra reminiscencias  cnóticas e infernales, también regeneradoras. En Creta Helios fue taurino y esposo de la gran madre. En Grecia a Helios se le inmolaban caballos en el monte Taygetes y, en Rodas, un carro tirado por cuatro caballos que se precipitaba al mar. La entrada del Hades se llamaba puerta del sol.


    En el Rig Veda el carro del sol es arrastrado por uno (Etaça) o siete caballos, El mismo es garañón, pájaro, buitre o toro, criaturas solares. El hindú Savitar "el vivificador" que origina naturaleza, mueve vientos, aguas y rayos solares y conduce una carroza conducida por resplandecientes blancos caballos, es identificado con Sûrya, sol supremo y psicopompo, idolatrizado antropomorfo rojo que se desplaza en su carro, conducido por Aruna, tirado por siete verdes corceles; y conduce  las almas al lugar de los justos confieriendo inmortalidad a dioses y hombres.


    El uranio galo Brenos, invisible con lanza en mano, marcha sobre los cadáveres de los enemigos, también en su celestial carro, semejante al de los relatos del viaje de Bran;  uranios o celestiales carros cuyas ruedas vendrían siendo los astros bajo otra de sus interpretaciones mítico-simbólicas.  Bero Breo pudo haber marchado sobre un carro semejante, llegando, con la puesta de sol, a su mítica isla donde, en el pilar cósmico que conecta tierra, cielo e infierno, su Torre Axis Mundi, quizá amarraría resplandecientes esplendorosos corceles cuyas luminosas albas crines recordarían mismamente fulgurosas colas de cometa.


    También  así se desplazan uranias diosas como Selene, la Luna, que recorre el cielo en su carro de plata tirado por negros corceles. Estos uránicos carros muestran evidentes paralelismos en la copa o cáliz en la que Helios también realiza su astral periplo, o en la extendida tradicional creencia en las barcas de pasaje para difuntos que constituyen el medio de transporte para el viaje final, significativamente en lugares cuya costa mira hacia el horizonte de poniente donde la huella de antiguas creencias todavía hoy sitúa mágicas islas que, entre las olas se aparecen y desaparecen, como por caso la canaria de San Borondón, vista ocasionalmente al oeste del archipiélago.


    El sol, percibido entonces, además de bajo aspectos fecundadores, fertilizantes, regeneradores o renovadores, muestra además facetas tenebrosas, identificado a veces con la muerte, y devora a sus hijos al mismo tiempo que los engendra. En el norte de Europa el culto solar estuvo también ligado al funerario, lo mismo que entre los mexicanos precolombinos, que aseguraban la perennidad del sol sacrificándole prisioneros. Todas las etnias antiguas conocieron el mito del héroe solar, más o menos relacionado con el mundo de los difuntos, la iniciación o la fecundidad.


    Estos aspectos, facetas psicopompas que afectan al numen uranio solarizado ya las comprendiera con anterioridad una luna "recolectora-cazadora", según pudiera desprenderse.



    Luna Nueva


    En su relación a la fertilidad del fecundante agua, la regeneración y renovación del mundo animal y vegetal, al equilibrio entre la vida y la muerte, o al universal axis mundi, siendo su cíclico fásico manifestarse medida patrón de todo tiempo, el astro lunar es principio y fin, comienzo y final de todo en si, simbolizado en huevo, espiral, o los cuernos de los dioses, controlando entonces la vida lo mismo que rige la muerte.


    En la muerte lunar, o tres noches que falta su luz, numerosas divinidades lunares se reafirman ctonianas y funerarias: Mên, Perséfone, Hermes, etc. Numerosas creencias designan la luna como país de los muertos, reservando en ocasiones a jefes políticos o religiosos. Las almas de los hindúes reposan en la luna esperando reencarnación (camino de los manes, pitriyâna), o en la tradición irania las ánimas, cruzando el puente Cinvat, se dirigen a las estrellas y, siendo virtuosas, a la luna, luego al sol, y si lo fueron mucho hasta el garotman, luna infinita de Ahura Mazda. Igual creencia se conserva en la gnosis maniquea. Y es en la luna donde el pitagorismo ubica los Campos Elíseos, Las islas de los Bienaventurados y toda la geografía mítica de la muerte proyectada en planos celestiales vinculados a la luna, las estrellas, el sol y la vía láctea. Para Plutarco, según el cual el hombre conoce dos muertes, la primera en la tierra, morada de Deméter y la segunda en la luna, morada de Perséfone, las almas de los justos se purificaban en la luna, mientras el cuerpo era restituido a la tierra, y la razón al sol.


    La luna como morada de almas difuntas, considerada creencia asirio-babilónica, fenicia, hitita, anatolia, es generalizada en otros pueblos por imperios como el griego o romano. Aún así, el símbolo funerario de la media luna es frecuente en toda Europa y autóctono.
     


    En sánscrito el tiempo se llama kâla, nombre relacionado al de la diosa Kâlî, como los de Calipso, Hell, Cailleach o Calaicia, diosas de la Tierra ciclica, estacioanl, temporalmente regenerada, renovada en el cíclico manifestarse lunar asociado a fecundadoras aguas de tormentas y mareas; lo mismo que a la serpiente, al ónfalos, axis mundi, uranio meteórico betilo, al rayo con el que comparte luz el astro, o al huevo del que es receptora en forma de ofrenda el numen subterráneo y primordial. Las hierofanías lunares indican pues fertilidad, regeneración, tiempo y destino, cambio por oposición luz-oscuridad. Podría decirse que la luna revela al hombre su propia condición humana.


    saludos
     

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