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viernes, 04 de enero de 2008
Sección: De los pueblos de Celtiberia
Información publicada por: DelaCarpetania
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El teatro romano de Sagunto deberá volver a su estado original
El teatro romano, de la ciudad de Sagunto, volverá a su estado original antes de las obras de reconstrucción.
La Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo ha confirmado el plazo de dieciocho meses para que se ejecuten las obras de reversión del Teatro Romano de Sagunto dictadas en la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) de abril de 2003.
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Brigantinus: Muy de acuerdo, éste es el tema de fondo.
Transcribo un interesante artículo de ayer (sólo tiene, creo, un lapsus, en lo de "1993": en ese año es cuando se paralizaron las obras ya hechas):
CONTRA LA PREPOTENCIA
F. P. PUCHE
Esperaba escaparme. Con la excusa de las fiestas pretendía pasar de
puntillas sobre la sentencia del Supremo que ha condenado las obras que
desfiguraron el Teatro Romano de Sagunto. Pero el interesantísimo
artículo que el gran arquitecto y mejor amigo Francisco Cervera publicó
el sábado en estas páginas hace inexcusable el deber de intervenir. No
tanto para discrepar de sus reflexiones sobre la sentencia, materias
sobre las que ya escribimos en 2002, sino para, acompañándole, poder
extraer alguna consecuencia sobre la decisión del alto tribunal. Porque
¿para qué querrán las democracias tribunales supremos sino para extraer
valores morales, moralejas, de sus decisiones?
La primera reflexión es elemental: ¿para qué querremos una
sentencia del Supremo, para qué un Tribunal Supremo, si sus sentencias
no se cumplen? No, el teatro romano de Sagunto debe volver a su estado
primero, al de 1993, guste o no guste. Porque para eso se polemizó y se
clamó. Para eso se pleiteó. Si en ningún caso dejaríamos en la cárcel a
un condenado que tuviera una decisión de libertad del Supremo, igual
con la ilegal obra de Portaceli-Grassi y de Ciscar-Lerma. Derribo,
pues. Porque solo así habrá "ejemplo visual", evidencia del desastre
que, por encima y por debajo de las leyes, cometieron. Hagamos ejemplo,
inyectemos temor a la infracción, para que nadie haga cosas parecidas
en el futuro. Porque esta no es solo una sentencia sobre defensa de
patrimonio histórico sino en defensa de los valores de equilibrio,
armonía y orden lógico en la arquitectura y el urbanismo. Esta es una
sentencia moral sobre la huella que los humanos dejan en su entorno; da
igual que hablemos de ruinas romanas que de la calle de la Paz, la Font
Roja o la marjalería de la desembocadura del Júcar. Porque hay bienes
intangibles que la prepotencia humana no debe hollar.
Hablamos de prepotencia, sí. De la peligrosa alianza de la
prepotencia de la arquitectura y la política. Porque en los 90, en el
caso Sagunto, se dieron cita los peores valores. Cuando Ciscar impuso a
Lerma el papanatismo de traer a un extranjero de segundo nivel (Grassi)
de la mano de un diletante local (Portaceli) se aplicó en nuestra
política el modelo clásico de los aduladores y el rey desnudo. De modo
que la obra pública se convirtió en soberbia y la gestión política en
prepotencia; que intentó acallar las críticas de este periódico de un
modo más soez que el que el franquismo había aplicado en la dictadura.
Fascista es el epíteto más sereno que escuchamos quienes en, los
felices noventa, quisimos discrepar, en medio del temeroso silencio del
Colegio de Arquitectos, del mamotreto que nos traían, para nuestra
felicidad, como buena nueva copiada de las revistas de arquitectura y
decoración de la Italia fina.
Lerma nunca ha sabido si Ciscar, el golondrino eterno de su
quehacer, le ayudaba o le hundía. Se le quiso disculpar diciendo que no
entendía la culta modernidad ciscarista y que se dejó llevar para no
parecer un pueblerino. Ocurrió lo peor: quedó en manos de la
prepotencia intelectual que le proponían. Como en las ruinas del
Palacio Real o los yacimientos de las Cortes. ¡Ojo! Y como durante
todos los años siguientes han venido haciendo y hacen los políticos que
alían su nombre y su fama a la seducción de los arquitectos y
urbanistas de corte, a quienes se perdonan, disimulan y disculpan los
errores pese al clamor del pueblo.
Pagará el pueblo los gastos del "destapado", dice el amigo Cervera
con meridiana sensatez. Claro, como paga el presupuesto de prisiones y
las resmas de folios de las sentencias. Pero solo si el gobierno Camps
derriba y paga, con dinero nuestro, los desaguisados del gobierno Lerma
-o del de Zaplana, que todo puede ser- la metáfora será circular y
perfecta. Sólo así la voz del buen pueblo pagano, y de su prensa, se
hará más justa y más libre, y estará cargada de razón moral contra la
prepotencia.
Copyright: F.P. Puche y Diario Las Provincias (Valencia)
Fuente: http://www.lasprovincias.es/valencia/20080106/opinion/-20080106.html
Brigantinus: Sobre lo mismo que dice Ud. he recuperado una pregunta de Marcovito, de noviembre de 2005, y sus comentarios: http://www.celtiberia.net/verrespuesta.asp?idp=6224#r30218
Jeromor: Es inútil. En cuanto a su punto 1, sí que hay quien piensa en responsabilidades penales y económicas en cuanto a los políticos, vea arriba en #4 y #30. Saludos a ambos.
Hay 2 comentarios.
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