Autor: La Vanguardia
miércoles, 28 de febrero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: jeromor


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James Cameron quiere demostrar con un documental que Jesucristo no resucitó

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26/02/2007 | Actualizada a las 16:43h
Barcelona. (Redacción y Agencias).- James Cameron, el director del oscarizado 'Titanic', ha elaborado junto con otros cineastas un documental con el que pretenden probar que Jesucristo no resucitó, derrumbando así una de las creencias básicas del Cristianismo. Su título es 'The Lost Tomb of Jesus', 'La tumba perdida de Jesús'.

El documental, que se presenta hoy en Nueva York y que se emitirá Discovery Channel el próximo 4 de marzo, parte del hallazgo que en 1980 realizaron unos trabajadores en una construcción situada en la zona de Talpiyot, un suburbio de Jerusalen.

Al parecer, allí encontraron una cueva de más de 2.000 años de antigüedad con diez tumbas entre las que estarían las de Jesús de Nazaret, su madre María, María Magdalena y un posible hijo de Jesús.

Junto a Cameron también trabaja el cineasta israelí de origen canadiense Simcha Jacobovici y las tesis que ambos exponen en el documental se basan en años de investigación por renombrados arqueólogos, estadísticos, expertos en documentos históricos y especialistas en material genético.

El documental ya ha recibido multitud de críticas, entre ellas las de Amos Kloner, el primer arqueólogo que exploró el lugar y que en 1996 ya cargó sobre un documental de la BBC que trataba el mismo tema, argumentando que sus creadores sólo buscaban ganar dinero con el tema. "Se trata sólo de las tumbas de una familia media de Jerusalén", afirma. "Los nombres de los nichos eran muy comunes entre los judíos de la época".

www.lavanguardia.es/gen/20070226/51310071488/noticias/
james-cameron-quiere-demostrar-con-un-documental-que-jesucristo-no-resucito-jesus-cristianismo-
titanic-discovery-channel-maria-magdalena-nueva-york.html

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Más informacióen en: http://www.lavanguardia.es/gen/20070226/51310071488/noticias/


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Comentarios

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  1. #1 giorgiodieffe 27 de feb. 2007

    :-))))

    Yo manezco de mi opinion. Yeshua bar Yosef existiò, pero era un buen judio y no queria fundar una nueva religion. Eso lo hicieron otros hombres, que lo hicieron resucitar en sus Libros.
    De todas forma, esta invencion ha sido detonante.

  2. #2 moriarty 28 de feb. 2007

    Se han llevado cabo algunas descalificaciones sobre el valor histórico de los textos evangélicos que no me parecen justas, dejando, lógicamente, al margen las cuestiones de fe, que son personales e intransferibles. Sobre los evangelios se viene trabajando desde el punto de vista científico desde hace más de dos siglos, lo que ha permitido afinar una serie de herramientas críticas, por ejemplo la historia de las formas, que después se han exportado al resto de los estudios históricos, por la sencilla razón de que al año se publican muchos más trabajos sobre la Biblia en general que sobre cualquier periodo histórico. Los evangelios no son Libros de propaganda, como sí lo son otros de la Biblia por ejemplo los proféticos, sino que son la recopilación de las tradiciones que existían sobre las enseñanzas de Jesús en cada de las comunidades en las que se elaboran, a partir del momento, 30, 40, 50 años después de la muerte de Jesús, en que se dan cuanta de que el Reino de Dios anunciado no termina de llegar y que están desapareciendo los testigos directos de Jesús. Los estudios críticos han permitido afinar bastante el conocimiento de esos textos, permitiendo diseccionar incluso los diferentes componentes de cada evangelio; así por ejemplo, los de Mateo y Lucas estarían básicamente compuestos por: dos fuentes directas Marcos, el más antiguo y al que conocían, Q un evangelio desaparecido y reconstruido a partir de aquello que Lucas y Mateo tienen en común y que no procede de Marcos, la tradición propia de la comunidad de cada evangelista y el pensamiento teológico personal del redactor. Por todo ello resulta relativamente sencillo comprobar cómo en los evangelios aparecen numerosos episodios que resultan incómodos para el evangelista o incluso incomprensibles, por ejemplo el rechazo a Jesús por parte de los habitantes de Cafarnaúm o la incredulidad de su propia familia; así como otros fragmentos en que los redactores trataron de explicar o interpretar conforme a su pensamiento teológico. También se han detectado con cierta facilidad, empleando criterios científicos depurados, las interpolaciones de episodios que no se pueden remontar al Jesús histórico, por ejemplo el de la recogida de grano en sábado por parte de algunos discípulos. Por tanto, al margen de cuestiones de fe en las que no podemos entrar, tratemos a los evangelios como fuentes históricas con el mayor o menor valor que puedan tener y no los descalifiquemos de manera global e injusta como textos "interesados".
    Saludos a todos

  3. #3 jfca 01 de mar. 2007

    vaya , vaya,.. vaya........

    los Libros "sagrados" no valen para nada,,,,,,pero..
    venga citas.... y de Jesus..hablando,....acabais en el ...Génesis.....
    asombrado estoy!
    estoilo tanto como cuando a Maria en la Anunciación la "cubre" el ESPIRITU (San Gabriel) con su "SOMBRA"
    .....................
    .....................
    ....................
    Y como nadie puede ver a DIOS, porque es ESPIRITU PURO Y EN SI MISMO INVISIBLE, vuelvo a remitir a...
    EXODO, 33,..9, 10, 11.
    puestos a hablar de Escrituras, leanselas antes,......
    merece la pena,
    SI ES QUE AL FINAL SEGURO QUE ES TODO UNA CONFABULACION JUDEO-MASÓNICA
    (esto va en plan coña)

  4. #4 jeromor 04 de mar. 2007

    De la Razón, de hoy, http://www.larazon.es/noticias/noti_viv25093.htm

    Un negocio millonario en el nombre de Jesús
    James Cameron se suma a la rentable moda de los documentales de historia falseada
    Ernesto Villar Madrid


    Ni tenía el pelo largo, ni cargó con los dos travesaños de la cruz camino del calvario -posiblemente con ninguno-, ni los clavos le atravesaron las manos ni, por supuesto, está enterrado en una cueva de Jerusalén junto a su madre, su esposa, su hijo, un familiar y un tal José. Si en algo están de acuerdo desde hace años toda una legión de historiadores, teólogos y arqueólogos es en que en muchos aspectos de la imagen que hoy se tiene de Jesucristo cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y no van a cambiar su criterio, desde luego, por el polémico documental «El sepulcro olvidado de Jesús», dirigido por James Cameron, que se emite hoy en EE UU. El argumento del filme es conocido: los osarios hallados en 1980 con los nombres de «Jesús, hijo de José», «María», «Mariamana», «Judas, hijo de Jesús», «José» y «Mateo» corresponden realmente a Cristo, a su supuesta esposa, María de Magdala, al hijo de ambos, Judas y a un familiar. La conclusión produce vértigo: es la primera prueba de que Jesús no resucitó.
    Teoría vilipendiada
    Alrededor de la figura de Cristo hay un cúmulo de verdades y mentiras. Muchos tópicos, no todos malintencionados, que parten de una obviedad: no se puede interpretar la Biblia en su literalidad. Por ese resquicio se escapan todo un vendaval de creencias, teorías y conspiraciones que acaban convirtiéndose en verdad asumida para creyentes y no creyentes. Por suerte para el director de «Titanic», la teoría que defiende en su documental ya ha sido criticada, desautorizada, vilipendiada y ridiculizada por la comunidad científica y el mundo cristiano antes incluso de su emisión. La campaña ya está hecha. Son muchos los argumentos que esgrimen los historiadores para concluir que más que huesos rotos, mitos derrumbados y vocaciones arruinadas, lo que hay dentro de esos cofres es un buen puñado de dólares, un goloso guión de Hollywood y negocio, mucho negocio. Dos datos son especialmente llamativos. Como constataron en su día sus descubridores, la tumba de la familia de Jesús habría que buscarla más bien en Nazaret, en Galilea. «¿Qué hacen los cuerpos de toda una familia enterrados a 300 kilómetros de su casa?», se pregunta Hipólito Sanchís, profesor de Historia Antigua del CEU. «Todavía una persona sola podría ser enterrada fuera de su pueblo si la mataron o murió repentinamente, pero toda una familia... no es lógico», agrega Francisco Varo, profesor de Antiguo Testamento de la Universidad de Navarra.
    El otro argumento lo aporta el arqueólogo israelí que encontró los huesos, Amos Kloner, y que ha calificado el documental de Cameron de simple «intento por vender». En su día, Kloner ya descartó que los restos correspondiesen a Jesús. Alguna razón de peso tendrá para renunciar a ser el padre del mayor descubrimiento de la historia, ése que le elevaría a los altares por el orbe no creyente...
    Una «guía de teléfonos»
    La culpa de todo este revuelo la tiene una excavadora. Y el plan urbanístico de Jerusalén. Las tumbas, conocidas como osario de Jacob, salieron a la superficie en 1980 durante las obras de construcción de viviendas en el suburbio de Talpiot. Y no son una excepción. Numerosas necrópolis que hace veinte siglos rodeaban la ciudad han ido apareciendo conforme avanzaba la expansión de Jerusalén y sus dirigentes sucumbían a la fiebre de las infraestructuras.
    Pese a las ilusiones depositadas en su descubrimiento, lo cierto es que a Cameron le arrebataron la exclusiva hace muchos años. Desde 1931 han aparecido nueve tumbas con la inscripción «Jesús, hijo de José» -una de ellas en 1947 en el mismo barrio-, algo nada de extrañar teniendo en cuenta, primero, que en aquella época era fácil toparse con un Jesús o un José a la vuelta de cada esquina, y, segundo, que hay datados ya más de mil nombres hallados en cerca de 900 osarios. «Es algo así como una guía telefónica de la época que nos permite comprobar cuáles eran los que más se repetían», constata el profesor Francisco Varo.
    Este registro muestra que las combinaciones que se podían hacer con Jesús, María y José eran infinitas, ya que sólo tres nombres de mujer y una docena de varón acaparan tres cuartas partes del «registro civil» de la época. De hecho, sólo en los doce apóstoles hay ya tres repeticiones: dos Jacobo o Santiago (el Mayor y el Menor) dos Simón (Pedro y el Zelote) y otros dos Judas (Tadeo e Iscariote). Y eso por no hablar del nombre del propio Jesucristo. «Era realmente común. Varios sumos sacerdotes de la época se llamaban así, y se han encontrado restos de otro Jesús que murió flagelado 30 años después», explica Joaquín González Echegaray, deán de la catedral de Santander y autor de varios Libros sobre el tema . Además, en Siloán, otro barrio de Jerusalén, se hallaron unas tumbas con los nombres de Jesús, María, Lázaro y Marta que se dijo podrían pertenecer a la familia de Cristo, y no era así». «Ya sea por falta de imaginación o porque estaban de moda -agrega- lo cierto es que hay una serie de nombres que se repiten mucho. Los hallazgos sólo sirven para ilustrarnos sobre un determinado contexto histórico que indica que los Evangelios no están fuera de cualquier época, pero no para especular con ello».
    El problema de la semántica
    A todos estos elementos, el profesor Hipólito Sanchís añade el problema de la semántica, ya que en aquella época los nombres se escribían sin vocales y sin separar las palabras, lo que abre la puerta a varias interpretaciones sobre una misma inscripción. A su juicio, la expectación generada se debe al poder de atracción que supone mostrar algo que supuestamente se ha querido «esconder», una verdad oculta (en esta materia Dan Brown, el autor de «El código da Vinci», imparte lecciones a cualquier director de Hollywood). «Será otra estocada más a la fe cristiana, porque estas cosas, y más si salen en televisión, se las acaba creyendo la gente. Pero la tumba de Jesús es un asunto cerrado desde el momento en que se abrió», añade Sanchís. Es decir, hace 27 años.
    Poco importa, por tanto, que el mismo codirector del reportaje, un cineasta israelí-canadiense, y el canal que lo emite, Discovery Channel, proyectaran en 2002 otro documental sobre un osario con la inscripción «Santiago, Hijo de José, Hermano de Jesús», que fue calificado de «falsificación moderna» por los 15 miembros de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
    Para decepción de algunos, ni siquiera «La Pasión» de Mel Gibson resiste la lupa de los eruditos. Bendecida por el Vaticano y venerada por el público, la cinta sedujo a los espectadores con unas imágenes realistas, un Cristo que sufría y unos personajes que mostraban, por fin, cómo se jura en arameo. ¿Qué hacían Jesús y Poncio Pilatos hablando en latín, una lengua reservada para los decretos oficiales y la elite, en lugar de hacerlo en griego?, se preguntaron los historiadores. ¿Y cuál era esa pronunciación que ni los que conocen esta lengua entendían? ¿Cómo es que Jesús tiene el pelo largo, si los hombres judíos de la antigüedad lo tenían corto?
    Uno de los que más a gusto se ha despachado con el documental de Cameron, el arqueólogo de la Universidad Rockefeller de Jerusalén Joe Zias, censuró también a Gibson. En su película, Jesús es juzgado cuatro veces, cuando deberían ser cinco. Además, lleva taparrabos, a todas luces otra licencia («la crucifixión era una forma de terror de Estado -explica Zias-, humillaban a las víctimas, todas estaban desnudas»). Peor aún: los clavos le han atravesado las manos, en lugar de las muñecas, lo que invariablemente habría provocado que se rasgase la carne. Y, sobre todo, en la cinta no sólo la cruz no es llevada por Simón de Cirene, como relatan tres de los cuatro evangelistas (todos menos Juan), sino que Cristo carga con los dos maderos, pese a que lo habitual era llevar sólo el transversal, ya que el otro aguardaba clavado en el lugar del calvario. «Nadie tiene la capacidad física para llevar una cruz entera, pesa 150 kilos», concluye. En un arrebato de sinceridad, Gibson salió del callejón sin salida en el que se había metido con la habilidad propia del policía de «Arma letal» que le hizo famoso: «Ya que los expertos se contradicen, tuve que echar mano de mis propios recursos para pensar distintos argumentos y decidir por mí».
    Rentabilidad segura
    Y eso que él es, para muchos, el que más fielmente ha reflejado la imagen de Jesús. Nada que ver con Cameron. Ni por supuesto con Dan Brown. Sobre él recae el «honor» de defender las teorías más contestadas de la historia. Que le ha salido rentable no lo duda nadie. Se calcula que «El código da Vinci» ha reportado unos beneficios de 250 millones de dólares, una cifra ya anticuada no sólo cuando usted empezó a leer este reportaje, sino aún más cuando lo termine, por mor del incansable goteo de Libros vendidos (80 millones en todo el mundo). ¿Realmente es tanto dinero? Lo es. Para los que se pierden a partir del sexto cero, baste decir que la cuenta corriente de Brown equivale al presupuesto de un Ayuntamiento como el de Granada, roza el del país más pobre del mundo, Níger, y multiplica por cinco el de Cruz Roja Española. Si se lo propusiera, podría costearse un equipo de fútbol con once Beckham pagándoles los mismos honorarios que Los Ángeles Galaxy ha abonado por el inglés. Cameron no llegará a tanto, pero todo es empezar. Dos mil años después, la marca registrada «Jesús» sigue vendiendo.

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