Autor: Carlos Sánchez-Montaña
martes, 15 de mayo de 2007
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
Información publicada por: lucusaugusti
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Pedras Formosas. Arquitectura antigua en la Callaecia

El contacto entre los pueblos Callaecos y la romanización propuesta por Augusto dio como resultado manifestaciones urbanas y arquitectónicas singulares y que se diferencian de las ejecutadas en otros lugares donde se produjo un proceso similar.
Los castros galaicos-romanos y los monumentos de las Pedras Formosas son elementos principales de este singular encuentro cultural. Las Pedras Formosas deben ser entendidas como una manifestación principal de esta fusión de las dos culturas.





Trabajo de investigación sobre los conjuntos monumentales de las "Pedras Formosas" en el N.O. peninsular.

PRESENTACION


Los monumentos de las "Pedras Formosas" son lugares profundamente mágicos donde se guarda celosamente el mensaje de los tableros de piedra grafiados, estelas simbólicas de cultos antiguos: a la tierra, a las fuentes, a la luna.... El antiguo culto de la piedra trabajada por los hombres sabios que vivieron cientos de años atrás en la Callaecia.
La tierra de los hombres que conocían la piedra y sus secretos, en el extremo occidente de Europa.


MONUMENTO DE PUNTA DOS PRADOS - ORITIGUEIRA

Las “Pedras Formosas” son construcciones realizadas en piedra y con unas características arquitectónicas singulares dentro de la arquitectura antigua de la Callaecia.
El área de los yacimientos donde se han encontrado los monumentos comprende: el norte de Portugal, el occidente de Asturias y León y Galicia. El ámbito que durante la época antigua recibía el nombre de la Callaecia y donde se desarrollo la cultura conocida como de los Castros.
Las “Pedras Formosas” se encuentran situadas en fértiles lugares arqueológicos, y con gran abundancia de agua, son estructuras semienterradas, de planta rectangular y con varias estancias, y que según algunos estudios podían funcionar como balnearios de vapor o como lugar de iniciación de los jóvenes de los castros próximos.
Esta investigación describe la tipología de estos singulares edificios y propone una nueva hipótesis sobre el origen y su uso por los habitantes del territorio de la Callaecia.

LOCALIZACION

La gran mayoría de las “Pedras Formosas” conocidas han aparecido en ámbitos extramuros y cercanas a los caminos de acceso a las puertas de entrada de los castros. Su construcción en estos lugares y su uso está ligado al urbanismo altoimperial de los castros de la Callalecia.
Sin ninguna duda permanecen varias decenas de monumentos de este tipo aún por excavar. Castros como el de Viladonga y San Cibrán de Lás posiblemente contaban con uno de estos característicos edificios en su cercanias.



1.- Castro Punta dos Prados. C. Lucense. Ortigueira. A Coruña.


2.- Castro de Coaña. C. Lucense. Coaña. Asturias.


3.- Castro de Armeá. C. Bracarense. Augas Santas. Ourense.


4.- Santa Maria de Galegos. C. Bracarense. Bracelos. Braga.


5.- Bracara Augusta. C. Bracarense. Braga.


6.- Castro do Monte da Eiras. C. Bracarense. Famalicão. Braga.


7.- Citânia de Briteiros. Briteiros1. C. Bracarense. Braga.


7.- Citânia de Briteiros. Briteiros2. C. Bracarense. Braga.


8.- Tongobriga. C. Bracarense. Freixo. Porto.


9.- Eiras. C. Bracarense. Arcos de Valdevez. Braga.


10.- Citânia de Sanfins. C. Bracarense. Porto.


11.- Sardoura. C. Bracarense. Viseu.


© Carlos Sánchez-Montaña

MAS INFORMACION EN:


Más informacióen en: http://pedrasformosas.blogspot.com


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Comentarios

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  1. #1 lucusaugusti 02 de mar. 2007

    En la Callaecia el sincretismo romano asimila a Rea y Cibeles como una.

    ....Asimilada, más tarde, en el mundo griego, con la figura de Rea, madre de dioses, arrastró, de forma difuminada y vergonzante a su joven amante, Atis, asimismo condenado a una castración forzosa, al igual que a su cortejo de eunucos, los metragyrtes, según los griegos y los galli en el mundo romano, de los que la gente no ha gustado de hablar y de los que poco se ha sabido y se sabe, en gran parte por falta de interés hacía quienes se considera seres tan oscuros y retorcidos como las propias raíces. La poderosa personalidad de la diosa ha brillado siempre con luz propia, muy por encima de su acompañamiento o thiasos de daimones de marcado carácter telúrico (Curetes o Coribantes, Dactilos, Telquines, Marsias, Pan, Aión, etc.).



    Fig. 17.- Pátera de Parabiago (plata, 39 cm/dm.). Milán, Pinacoteca de Brera, siglo IV d.C.


    Por último ningún ejemplo más elocuente para entender la visión sincrética y cósmica de la religión metróaca que la composición que aparece reflejada en la llamada Pátera de Parabiago (fig. 17) y cuyo modelo original hay que suponer en curso a partir del siglo III. Se trata de una exquisita obra de orfebrería hallada en 1907 en la Via Maggiolini de la localidad a la que debe su nombre, próxima a Milán, ciudad en la cual hoy se encuentra (Museo Arqueológico). En el momento de su descubrimiento servía de tapa (0,39 m. de diámetro, 5,1–5,4 cm. de altura y 3,5 Kg. de peso) a una urna funeraria, lo que no es de extrañar, dada su temática ornamental que no es otra que el renacer de la vida en primavera. Sin embargo, en un principio su función debió de ser muy otra. Lo más probable es que sirviera como pátera, es decir, como bandeja de ofrendas en los actos cultuales de la Magna Mater, y hasta se ha supuesto que pudiera haber pertenecido a uno de sus destacados sacerdotes, a un archigallus. Repujada en plata de una gran pureza y con borde dorado, ha sido fechada en los siglos II, III y IV de la Era según los distintos autores que se han ocupado de su análisis y estudio (17). Lo cierto es que su simbología cósmica, de raíces helenísticas, muy en boga en el Bajo Imperio, se corresponde con fechas más bien tardías. En este triunfo de Cibeles y Atis, elevado desde el siglo III a la categoría de "Altisimo" e identificado, a veces, con Helios y con el propio Mitra, asisten las divinidades celestiales, las personificaciones de los elementos naturales y los de la ordenación del tiempo, personajes, todos ellos, que se repiten con frecuencia en composiciones relivarias, pictóricas y musivarias, sobre todo, en el siglo IV, centuria marcada por la crisis final del Paganismo y la difusión, junto con el cristianismo, de las religiones orientales.

    En el centro de la escena aparecen Cibeles y Atis, en este caso considerados con la misma categoría, sentados en un espacioso carro-trono que arrastran cuatro fieros leones. Los ejes de las ruedas son ocho y, en el lateral visible, aparece una victoria alada. La diosa lleva corona mural, cubierta por un vellum, viste chiton e himation y calza delicadas sandalias. Su mano izquierda roza el borde del velo, en un gesto que, en el lenguaje griego, era propio de las novias o desposadas y, con la derecha, sostiene una especie de lanza o largo cetro, mientras el brazo descansa sobre un gran tímpano. Atis aparece vestido con su clásica indumentaria: gorro frigio, "túnica manicata", corta capa sobre los hombros, siringa en la mano derecha y el cayado de pastor, el pedum, en la derecha. Como comparsa tres Curetes armados bailan briosamente frente al carro, golpeando los escudos con los puñales. Lucen cascos decorados con estrellas, visten túnicas cortas y calzan caligas. El interior de los escudos, visible en dos ocasiones, también presenta una decoración de estrellas.

    Delante del carro emerge, de medio cuerpo, la figura de Atlas, cuyos brazos levantados sostienen un arco elíptico en el cual se distinguen seis signos del zodíaco; Aries, Tauro, Géminis, Cancer, Leo, y Virgo. En su interior aparece la figura de Aion, el dios del tiempo (Saeculum frugiferum), representado como un hombre joven, con la parte inferior de su cuerpo recubierta por un manto. Lleva una lanza en la mano izquierda y apoya la derecha entre los signos de Aries y Tauro para indicar la época del año en que se celebraba la solemne festividad de los dioses frigios, próxima al equinoccio de primavera. Y, para mayor precisión, como anuncio de la llegada de la estación cálida del año, bajo la figura de Atlas, se distinguen claramente una cigarra y un lagarto. Frente a Aion, una serpiente se enrosca en torno a un betilo, erguido sobre una plataforma de tres escalones. Tal conjunto, frecuente en los santuarios de Cibeles, puede interpretarse como un símbolo de la eternidad del tiempo, o de la propia diosa. Fijado el momento del año en que tiene lugar la sagrada unión de los dioses frigios, la hora de su epifanía, es decir, el amanecer, según código repetido en el mudo griego, para esta serie de portentos, se señala con la aparición de los carros del sol levante y de la luna poniente que coronan la escena. Del carro ascendente de Helios, representando con corona radiada, corto chitón y capa flotante, tiran cuatro hermosos caballos, precedidos por la figura alada de Fósforo, en lucero matutino que lleva en su mano derecha una antorcha encendida. Del carro descendente de Selene tiran dos potentes toros (la luna y el toro son viejos compañeros de viaje) que siguen, en este caso a Héspero, figura alada también, que representa, con su antorcha abatida, al lucero vespertino. Por debajo del carro, en el tercio inferior de tan compleja composición, cuatro figuras de robustos infantes representan a las cuatro estaciones. El primero, empezando por la izquierda aparece desnudo y bailando. Lleva en su hombro izquierdo un haz de espigas y en su mano derecha una hoz, detalles inconfundibles que hablan del verano. El segundo, con las piernas cruzadas, manto corto y un racimo de uvas en la mano izquierda, simboliza al otoño. El tercero, con túnica y un cordero sobre sus hombros, como más tarde se representará en los repertorios de iconografía cristiana al buen pastor, evoca a la primavera, mientras que el último, envuelto en un largo manto con capucha, entre cuyos pliegues lleva dos patos, y con una rama de olivo en su mano derecha, representa al crudo invierno. Más abajo, emergen del líquido elemento, de medio cuerpo y rodeados de peces, el Océano y una nereida, tal vez Tetis (o Thalassa). Sus torsos aparecen desnudos y sus cabezas coronadas por las clásicas pinzas de crustáceo que les acreditan como señores del Mar. Levantan ambos una mano y Océano sostiene en la otra un remo, como dios propicio de la navegación. A la izquierda se ve a dos mujeres reclinadas, sosteniendo en sus respectivas manos izquierdas un haz de juncos. La que aparece de frente luce diadema y collar. Son las representaciones de las ninfas de las aguas, de los ríos y manantiales, las aguas dulces que apagan la sed de hombres y animales y hacen fructificar la tierra. A la derecha está Tellus, el soporte físico de la tierra nutricia, cubierto su cuerpo, sólo en parte, por un amplio manto y reclinada sobre una gran cornucopia colmada de frutos y coronada por un turgente racimo de uvas hacia el cual se dirige una serpiente. Rodean a Tellus dos figuras infantiles que señalan, con sus gordezuelos dedos, la celeste aparición.

    No cabe más, ni nada falta en tan reducido espacio en el que de modo magistral, se ha representado el triunfo eterno, la celestial parada, con toda pompa y aparato, de la Gran Madre, Señora de los Cielos y de la Tierra, del Mar y de las aguas dulces que brotan de los manantiales, corren por los cauces de los ríos y se remansan en los lagos; de los hombres y de los animales, de las plantas, de los frutos y de las cosechas. En definitiva, una completa y elaborada lección sobre la cosmogonía metróaca mediterránea

    LA DIOSA CIBELES NOUS DE MADRID. HISTORIA E ICONOGRAFIA
    Pilar González Serrano
    http://www.ucm.es/info/seic/online/cibeles.htm


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