Autor: David
miércoles, 14 de febrero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: David


Mostrado 24.183 veces.


Ir a los comentarios

Españoles en la Guerra de la Conchinchina

La decisión española de intervenir en lo que inicialmente debía ser una rápida intervención en el sudeste asiático, para garantizar la seguridad de los misioneros españoles, se convirtió en una extraña guerra de casi cinco años de la que, si bien actuaban como aliados, la mayor y casi única beneficiada fue Francia.

La Conchinchina

La guerra de la Cochinchina:

Antecedentes:

Los españoles estaban presentes en el sudeste asiático desde el año 1565, cuando llegó a la isla de Cebú una expedición mandada por Miguel López de Legazpi y el fraile agustino Andrés Urdaneta. La conquista de las Filipinas fue relativamente rápida y pronto se dirigieron las miradas hacia China, Indochina y las islas de las especies. Sin embargo, Asia no era América, y además España sufrió derrotas como la de la Armada Invencible que llevaron a enfriar los planes de expansión en el continente asiático. Su presencia en la región, por tanto, se centró en proveerla de plata americana y en impulsar una gran red de comunidades misioneras por el lejano Oriente. En el actual Vietnam, se documenta la presencia de misioneros españoles, en concreto dominicos, desde el año 1678.

Situación española Asia en el siglo XIX:

En esos años, la presencia comercial francesa en Asia oriental era ya muy importante, especialmente en China, mientras que, a excepción de Filipinas, ninguna casa de comercio española se había instalado en esas costas, ni siquiera en Hong Kong. Tal como se quejaba el propio cónsul general de España Gumersindo Cañete, "de todas las naciones han venido a establecerse un gran número de negociantes, excepto españoles". El comercio de la provincia china de Fujian con Filipinas seguía siendo tan importante como antaño, pero estaba a cargo casi en exclusiva de mercaderes chinos, aunque un muelle del puerto de Xiamen se llamara "de los españoles". En realidad, estos estaban adaptándose muy lentamente a la navegación a vapor y ni siquiera su presencia en Filipinas los azuzaba para comerciar por el sudeste asiático.

Desarrollo:

El 10 de julio de 1857, en el Reino de Annam (Vietnam mas tarde), varios católicos de la zona y misioneros españoles fueron asesinados, entre ellos el obispo de Platea, José María Díaz Sanjurjo. Fray Melchor, que actuaba como su coadjutor desde 1856, le sucede como vicario apostólico de Tonkín y escribió el relato de su muerte con el título de «Martirio del venerable padre fray José Díaz Sanjurjo, O. P.», publicado en «El Correo Sino-Annamita» en 1859, cuando ya el propio fray Melchor también había muerto (también a manos de los annanitas).

El 1 de diciembre, el Ministro de Asuntos Exteriores francés comunicó a su homólogo español que Luis Napoleón III había dado órdenes a la escuadra francesa en la zona para dirigirse frente a las costas del Reino de Annam y exigir de las autoridades del mismo garantías suficientes para sus nacionales. Igualmente solicitaba la participación de la flota española instalada en Filipinas, a lo que el gobierno accedió con un encendido ardor patriótico el 23 de diciembre.

Francia y España acordaron el envío de una expedición marítima de castigo a la zona que llegó el 31 de agosto de 1858. Al mando de las unidades españolas se nombró al Coronel Bernardo Ruiz de Lanzarote.

Hay que tener en cuenta que, en esos años, el ejército español estaba muy disperso y las posibilidades de actuar, debilitadas. Había participado con diferente suerte en diversas campañas en América y Marruecos, además de sufrir tres guerras civiles. Por ello, de los trece buques que participaron inicialmente en la expedición de Indochina, solo uno era español. Se trata del Elcano, que, además, era el que tenía menor capacidad de fuego, con solo dos cañones y 75 tripulantes, mientras que la fragata francesa Nemesis, por ejemplo, tenía 52 cañones. Más tarde el Elcano fue sustituido por el vapor Jorge Juan, con seis cañones y 175 tripulantes, a la que se unió después la Corbeta Narváez y la Goleta Constancia en 1860, un regimiento de Infantería, dos compañías de Cazadores, tres secciones de artillería y fuerza auxiliar (1.650 peninsulares y tagalos). De esta forma, y desde Manila, se hizo a la mar la flota española uniéndose a la francesa compuesta por una fragata, dos corbetas de hélice, cinco cañoneros y cinco transportes con tropas, comandada por el Contraalmirante Rigault de Genouilly y atacando primero la bahía de Turana, con la intención de capturar la capital, Hué, cosa que no consiguieron.

El río Fai-Fo, que desemboca en la bahía de Turana (actualmente conocida como la Bahia de Danag), tenía en ambas orillas fortificaciones conchinchinas; fuerzas de infantería españolas entran el día 6 de octubre, a las 08:00 horas, en acción con las francesas, pero quedan detenidas por grandes líneas de estacas, clavadas en el río, que estaban enfiladas por baterías conchinchinas. Desembarcan las fuerzas mientras los botes arrancaban la estacada, consiguen tomar las baterías; a 300 metros de la estacada había otra, al llegar a la cual repiten la misma operación, desmantelando las baterías y así prosiguen su acción hasta llegar a las del cerro, que también destruyen. Hasta fines de diciembre de 1858, continúan practicando reconocimientos. El día 21 tuvo lugar una acción, en la que se distingue una tropa de 80 hombres del Cuerpo, que operaba con el capitán de fragata francés Jaureguiberry, tanto al resistir el ataque de un considerable enemigo como en la acción entablada contra el fuerte de Con-May y los que acudían a defenderlo y en la ayuda prestada hasta conseguir adueñarnos de él.

Al no conseguir tomar Hué, la flota combinada se dirigión a Saigón (ya entonces tenía más de 100.000 habitantes) asaltando la ciudad el 17 de febrero de 1859. Cuya pagoda fué tomada espada en mano por el capitán Ignacio Fernández.
Tras la toma de la plaza, el mando francés izó la bandera tricolor y se apropió del botín.

En estas y otras acciones destacaron activamente algunos frailes dominicos, como el padre Gainza. Escalando murallas y dominando poblados espada en mano.

Durante seis meses Saigon fue sitiada por los annamitas, y defendida con apenas 900 hombres (800 franceses y 100 españoles) hasta la llegada de refuerzos.

La tropa española fué reforzada directamente desde la península por un cuerpo expedicionario al mando del coronel Carlos Palanca.

Carlos Palanca llega a Saigón en 1860 como comandante del contingente español y plenipotenciario de Su Majestad, y encuentra una situación dramática: no se reponen las bajas ni se envían suministros, ni dinero. Los ministros de Estado y de Guerra hacen oídos sordos a las advertencias de Palanca, brillante militar, que idea un plan para hacer a España dueña de un inmenso territorio en Indochina, hasta el confín de China, como está haciendo Francia. El resultado es, en palabras de Palanca, una retirada vergonzosa en los momentos de apuro, y no sólo eso, pues el gobierno español silenció esta vergüenza nacional ante la opinión pública, tras cinco años de sacrificio.

Mientras tanto, el nuevo Jefe de la expedición que sustituyó a Genouilly, Page, ordenó la retirada de las tropas españolas no acantonadas en Saigón, sin previa consulta al Gobienro español. El teniente coronel Carlos Palanca Gutiérrez permaneció en la zona mientras el coronel Ruíz de Lanzarote regresaba a Manila.

Tras diversas acciones militares, El 23 de marzo de 1862 se daba por concluido el conflicto tras la conquista del área de influencia en la zona meridional del país conocida como Cochinchina, firmándose la paz el 14 de abril sin que hubiera signatario español alguno. El emperador Tu Duc aceptó las condiciones de París: cedió la zona ocupada a Francia y permitió la libertad religiosa. Un año después, los franceses ocuparon Camboya y una década más tarde, el norte de Vietnam. En 1902 habían conseguido unificar toda Indochina y España apenas había sacado beneficio de la campaña. Las tropas regresaron a Filipinas y la historia oficial española empezó a olvidar la expedición. España renunció a pretensiones territoriales en la zona, dándose por satisfecha con las garantías otorgadas por las autoridades locales al culto cristiano, renunciando así a las ventajas que podía obtener, al igual que franceses y británicos, en virtud del Tratado de Tianjin.

Lecturas relacionadas:

Sobre esta valerosa pero políticamente decepcionante campaña existía el libro del propio general Palanca “Reseña histórica de la expedición de Cochinchina (1869)”, el de Augusto “Lacayo Cochinchina y el Tonkin (1883)”, las investigaciones de A. Ramos “Los españoles de la expedición a Cochinchina, 1943”, F. Villarroel “Cruzada española en Vietnam, 1972”, y de S. Rodicio “Aportación hispánica a la expedición a Cochinchina, 1987”, Luis Alejandre Sintes “La Guerra de la Conchinchina”.
Aquí teneis un libro en pdf: Sueños de Conquista (Españoles en Saigon)
http://www.hergue.com/pdf%5CSUENOSDECONQUISTA.pdf




No hay imágenes relacionadas.

Comentarios

Tijera Pulsa este icono si opinas que la información está fuera de lugar, no tiene rigor o es de nulo interés.
Tu único clic no la borarrá, pero contribuirá a que la sabiduría del grupo pueda funcionar correctamente.


  1. #1 David 14 de feb. 2007

    PufffF.....primer y ultimo, que solo buscar informacion, cortar y pegar, ya me ha costado un cultivo de algas.

    Espero que os guste, aunque no es gran cosa. La verdad es que sobretodo quiero que me lo completeis.

    Muchas gracias.

  2. #2 berserker 15 de feb. 2007

    "Al llegar a Vietnam, los españoles se cuidaron de distinguirse de los estadounidenses. El uniforme que llevaban se lo proporcionaron los norteamericanos, pero enseguida cosieron en ellos las insignias españolas. En el patio del hospital o­ndeaba la bandera española y procuraban dirigirse a los pacientes en francés y no en inglés. Querían diferenciarse del aparato de guerra y lo con-siguieron. Los vietnamitas les bautizaron tai-ba-nha, que significa precisamente los españoles.Las relaciones con la población civil fueron tan buenas que los habitantes de Go Cong nombraron a uno de los puentes que cruzaban los brazos del delta del Mekong can tai-ba-nha, que significa puente de España.

    La misión se alojaba en un edificio colonial francés, en buen estado. Tenían tres asistentas vietnamitas, a las que instruyeron en cocina hispana, hasta conseguir paellas que provocaron la afluencia de oficiales norteamericanos al comedor español. Al principio, la materia prima para la cocina era suministrada por la intendencia del Ejército de EE. UU., para luego la comprarla en los mercados de la ciudad.

    Pero, no hay que llevarse a engaño. Go Cong no era un lugar cómodo. Estaba cerca de la ruta Ho-Chi-Minh, por donde cruzaban los vietcongs y el delta del Mekong era uno de los lugares donde se combatía más ferozmente. Por la noche los caminos estaban cortados. Al caer la noche, el Vietcong minaba la carretera y por la mañana los americanos la limpiaban para poder transitar por ella. Cuando los españoles viajaban a visitar enfermos, lo hacían en jeep y a toda velocidad, "por si disparaban desde entre los arrozales" en palabras del coronel Faúndez, uno de los médicos que vivió la experiencia. Así, los escasos 45 kilómetros que separaban Go Cong de Saigón no podían recorrerse por la carretera que unía directamente ambas ciudades: el Vietcong lo impedía. Hasta llegó a instalar una aduana donde los guerrilleros cobraban impuestos a los viajeros o revisaban la carga de los campesinos.

    El "pequeño, deteriorado e insuficiente hospital" como se describe en un informe oficial del Ejército español el dispensario de Go Cong, eran una de las pocas esperanzas en la zona contra el paludismo, el tétanos, la metralla y el napalm. Pero los medios eran muy escasos. Había 150 camas y la media de ingresados era de 400. Lo más frecuente era que varios pacientes compartieran cama y que debajo se acomodaran los acompañantes. Los medicamentos y el plasma eran escasos, pese a la extendida idea cinematográfica de que la logística de EE. UU. era capaz de llevar helado de postre a los combatientes en primera línea. El relato de un oficial de EE. UU. revela cómo se paliaban las carencias los españoles: "Parece increíble, pero vi cómo el doctor español insertó un tubo de transfusión en su propia vena, mientras seguía operando a una mujer vietnamita que padecía un tumor".

    El comportamiento humanitario de los militares españoles fue reconocido por el enemigo de EE. UU. Ocurrió durante la fiesta del Tet. La residencia española fue atacada por el Vietcong con fuego de mortero, ametralladoras y fusil. Al día siguiente se produjo otro ataque de mortero. Un trozo de metralla hirió a uno de los oficiales españoles y mató a ocho vietnamitas que hacían de guardia en el centro. En el informe sobre el incidente consta que tras estos hechos, soldados del Vietcong detuvieron los vehículos en los que se viajaban por la región los médicos de la misión española y les pidieron perdón por los daños, porque la guerra no iba contra ellos. Había razones para la disculpa: el 70 por ciento de la población atendida en la misión española eran vietcongs.

    La jornada de trabajo española en Vietnam abarcaba de las ocho de la mañana a las seis de la tarde. Las horas muertas las empleaban en jugar al dominó o al ajedrez o en escribir cartas. De lo que sucedía en España no tenían más noticias que las suministradas por la familia por correo y las noticias de algún periódico que llegaba con quince días de retraso. Para rebajar la tensión bélica, consiguieron acudir por turnos fines de semana a Saigón o incluso viajar a Japón.

    Pero esta aparente tranquilidad no podía hacer olvidar que se estaba en medio de un conflicto cruel. "Era muy frecuente empezar a oír ráfagas de ametralladora o bombas a las cuatro o cinco de la mañana. Después preguntabas dónde había sido y ya no veías nada. La guerra seguía".

    Investigación: Eduardo Martín de Pozuelo Edición: Iñaki Ellakuría Documentación: C. Salmurri, F. Martínez .

    David espero no haber desviado mucho el tema de tu artículo pero gracias a ti he descubierto algo que me ha llamado muchísimo la atención, no interrumpo más , un saludo.

  3. Hay 2 comentarios.
    1

Si te registras como usuario, podrás añadir comentarios a este artículo.

Volver arriba