Autor: Jesús Callejo
martes, 08 de enero de 2002
Sección: Leyendas
Información publicada por: Silberius
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El hombre-pez de Liérganes

El mito de las sirenas en una historia real.

El sireno

Esta historia, narra la desaparición misteriosa de un curioso personaje cántabro llamado Francisco de la Vega Casar, más conocido como "el hombre-pez de Liérganes" (localidad donde hay un monumento en su memoria).

Nació en 1628 y su temprana habilidad para la natación le sirvió para ser considerado el primer nadador de largas distancias de la Historia de España. Al parecer, tenía una extraña afección en la piel que le daba un aspecto escamado, razón por la cual sus paisanos, asombrados tanto por su aspecto como por su capacidad para nadar, le dieron el apodo de "el sireno" y extendieron el rumor de que era una especie de tritón.

Enviado por su padre a Bilbao para que aprendiese el oficio de carpintero, desapareció misteriosamente en la ría en la víspera de San Juan de 1673. Seis años después, en 1679, reapareció en la bahía de Cádiz cubierto de escamas y habiendo perdido la razón y el habla. Al regresar a su tierra vivió nueve años de modo extravagante, siempre iba descalzo y de vez en cuando pronunciaba las palabras "tabaco", "pan" y "vino". Se le tuvo por loco hasta que un día desapareció de nuevo en el mar sin dejar rastro y esta vez para siempre.


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Comentarios

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  1. #1 evaristides 31 de oct. 2007

      En Chipiona, Sanlucar y Rota, se pesca (o mas bién, se pescaba) y se mariscaba en los "corrales", semicirculos de PIEDRA de enorme extensión, en los que se quedaban atrapados los pescados al bajar la marea. Estos corrales estaban alquilados por la Marina a algunos pescadores, que eran los unicos que podian pescar y recoger moluscos en ellos. A estos se les llamaban "cataores" e iban con un capazo de esparto, la fija (una combinación de tridente y garfio) y el cuchillo de marea (un gran sable con el filo romo con el que se golpeaba al pez cuando pasaba). Una vez que pasaba el cataor, este dejaba a los jovenzuelos ( entre los que me encontraba yo de vez en cuando), que pescaramos los peces pequeños o poco comerciales que el no queria. Una de esas veces, el viento de levante  rizaba la superficie del agua y ni siquiera el aceite quemado que el hombre arrojaba al agua con maestria , para allanarla y poder ver los peces, la alisaba. Al ser imposible pescar nada , Manuel el cataor, me contó que siendo el un muchacho de mi edad, una madrugada, con una marea de las buenas, de febrero y luna llena, vió entre las dos luces de esa hora, una figura humana sentada en la pared del corral, cuando se acercó el individuo saltó al agua y desapareció nadando. El hombre me juró que era humano. Pero en fin, ya sabeis lo exagerados que somos los andaluces. Yo supongo que lo que vió era una foca monje (por aquel  entonces las habría en la zona).

  2. Hay 1 comentarios.
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