Autor: alevin
lunes, 29 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: alevin


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LA ESCUADRA "VENCIBLE", Drake en La Coruña, 1589

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Con la mandíbula desencajada por el asombro debió de quedarse el aterido centinela, que desde la atalaya del Cabo Prior, vigilaba el horizonte cuando, en la madrugada el 4 de Mayo de 1589, vio en lontananza aparecer multitud de cómo nubecillas blancas que inmediatamente identificó como las velas de una nutrida escuadra que se dirigía hacia la costa. Inmediatamente pegó fuego al combustible ya prevenido para el envío de señales de humo. Señales captadas por los vigías del Castillo de S.Antón y de la Torre de Hércules y que fueron reconfirmadas por las enviadas desde Ferrol. Todo indicaba que una flota se aproximaba a La Coruña. Alertado el Marques de Cerralbo, capitán general de la plaza y de Galicia, envía en exploración a dos galeras para identificar a los visitantes y prever sus intenciones. Inmediatamente se identifica a la flota como inglesa y a las intenciones como más bien aviesas.

El inicio de la esta historia comienza pocos meses atrás, cuando tras el fracaso de la Armada Invencible, la Reina Isabel I elucubra el dar un golpe de gracia que acabe de una vez con el poderío naval español. Para ello crea una Armada que, funcionando en plan de fuerza anfibia, transporte tropas de desembarco para tomar los puertos donde se suponía se hallaban reparándose los restos de la Invencible y apoderarse de los aprovechables quemando los inservibles. Se rodea para su formación de dos de sus más afamados colaboradores militares, que serán los encargados de dirigir respectivamente las fuerzas de Mar y las de Tierra, a la sazón, Sir Francis Drake, Almirante, y John Norris, General.

Hay un “pequeño” problema que solucionar, la financiación de la expedición. Problema que se palia con las aportaciones de la propia Reina, de Norris, probablemente de Drake, de varios nobles(que incluso se integraran en la escuadra) y de un huésped bien avenido por ser rival de Felipe II, D. Antonio, Prior de Crato, aspirante al trono portugués, que llega a un acuerdo con Isabel I de modo que se aproveche la incursión para efectuar un desembarco en la proximidades de Lisboa, donde espera encontrar apoyos, por ello aportara 5.000.000 de escudos oro más las joyas de la Corona Portuguesa que había logrado sacar, incluyendo uno de los diamantes más grandes conocidos (que por cierto terminó en la Casa Real Rusa a través del Zar Pedro I).

La expedición parte de Plymouth el 13 de Abril compuesta por 27 navíos de guerra y más de un centenar de buques auxiliares, embarcados van hasta 23.375 hombres, entre marineros, soldados y nobles inversores, porque ya la expedición no es simplemente de castigo, sino que se han estudiado otras posibilidades como es la de rentabilizar la inversión con lo que se consiga de los saqueos, por ello en un principio la idea esta en asaltar y tomar, desembarcando en sus puertos, a Sevilla y a Lisboa, donde piensan que han ido a repararse los barcos de la Invencible. Desagradable sorpresa reciben cuando se enteran de que la mayoría de los barcos que pensaban destruir han ido llegando a los puertos del Cantábrico (Santander, S.Sebastián, Pasajes...), lo que dañaba la posibilidad de hacerse con el saqueo de una gran población, además de provocar una retirada de los fondos por parte del Prior de Crato, por lo que se encuentra una solución con la disculpa de que “había vientos contrarios en el Golfo de Vizcaya”que impedían el atacar a los puertos cantábricos. Pero ahora había que dar un golpe de efecto que tapara el poco interés en alcanzar uno de los fines de la expedición. Es entonces cuando suena por primera vez el nombre de La Coruña. ¿Por qué?. No hay acuerdo en los motivos. Por un lado se dice que si era sede de la Real Audiencia que había incautado los bienes ingleses en Galicia, que si había noticias de que allí se estaba concentrando una gran flota para otra invasión a Inglaterra, que si un galeón acababa de llegar de América con un gran tesoro........

El caso es que el día 4 de Mayo se presentan en la costa de La Coruña dispuestos a tomar la población.

El Marques de Cerralbo pone a la ciudad en situación de defensa y hace recuento de sus tropas y posiciones. Cuenta con cinco compañías de soldados mas algunos voluntarios que suman unos 1.500 hombres, las murallas son antiguas y no siguen el nuevo modelo de baluartes, no cubriendo además, mas que la parte vieja, la fortaleza de S.Carlos, y el castillo de S. Antón, en un extremo del puerto. La única ventaja de la que goza es de que hay abundancia de alimentos y de que espera vayan llegando tropas de refuerzo de los alrededores. En el puerto se encontraban el galeón “S. José”, la nao “Bartolomé” mas algunos barcos menores que abandonan el puerto para evitar su captura. Carenándose en la playa, con la artillería desmontada se encuentra el galeón “S.Bernardo”.

El día 5 de Mayo los ingleses desembarcan, utilizando 14 lanchones, 8.000 hombres de infantería que son cañoneados por los dos únicos barcos útiles españoles, que al ser a su vez contratacados por las baterías que los enemigos desembarcan, se ven obligados a retirarse. Por otro lado la marina inglesa ataca el fuerte de S. Anton, pero asimismo se tiene que retirar después de sufrir algunos daños.

La infantería inglesa avanza a través del barrio de La Pescadería después de causar 70 muertos a las fuerzas españolas y apoderarse de los cañones del “S. Bernardo” que, como dijimos estaba arrumbado en la playa.

Todavía el día 7 de Mayo se intimida a la ciudad a la rendición, y ante la negativa rotunda empiezan los bombardeos, enseñoreándose de esa parte de la ciudad ya ocupada, a pesar del cañoneo que desde el Castillo Viejo y de S.Antón se les hacía(principalmente para estorbar los desembarcos), durante días de constantes combates en los que los infantes ingleses se lanzaban a ataques cuerpo a cuerpo y del mismo modo eran rechazados por los hombres y mujeres coruñeses (en uno de estos días se sitúa la anécdota del hallazgo por los soldados ingleses de unos barriles de vino, con el que agarraron una borrachera que les costo muchas bajas). A pesar de las perdidas sufridas se planifica un ataque final, por la parte de Sto. Domingo, en donde, gracias a una mina, se había podido abrir brecha en la muralla, por donde se arrojan en tropel los ingleses siendo duramente castigados por los defensores que ven con esperanza como los atacantes empiezan a retroceder hasta que un alférez les increpa y les obliga a volver al ataque, momento en el que aparece una mujer, Maria Fernández de Cámara y Pita, que, muerto su esposo en el asedio, se había incorporado a la defensa y viendo la acción del alférez, se va sobre él y le ensarta en una pica(otra versión habla de un sable) arrebatándole la bandera enemiga, con lo que consiguió que los atacantes flaqueasen y se retiraran definitivamente.

Todavía permanecieron los ingleses el barrio de La Pescadería unos días más, saqueando y quemando para vengar su derrota, reembarcándose el día 18 de Mayo tras perder dos navíos y muchos hombres.

La expedición siguió rumbo hacia Lisboa, para cumplir con el pacto hecho con el Prior de Crato y llegan a hacer un desembarco en Cascaes que también fue un fracaso, pues los partidarios del Prior no aparecieron por ningún lado. Y dadas las perspectivas de que además se estaban en peligro de verse acosados por una escuadra española, la expedición decide poner rumbo de vuelta a casa.

Esta Armada fue un verdadero fracaso militar y económico pues, a los dos barcos perdidos en La Coruña, hay que añadir otro cuatro frente a Cascaes y tres más hundidos por D. Álvaro de Bazán(hijo). Las perdidas humanas oscilan según los historiadores entre 6.000 y 10.000 hombres, muchos de peste. Al llegar a Londres hubo problemas para pagar a los soldados, amotinándose estos, teniendo que ser ahorcados varios cabecillas.

El Rey Felipe II premió al capitán D. Juan Varela, por su defensa de la muralla coruñesa y a Maria Pita la nombra Alférez perpetuo, aunque nunca llegó a cobrar sueldo alguno. Otra mujer que se distinguió fue Inés de Ben, que también perdió a su esposo en el asedio, pero ella, murió pobre y olvidada.

Y así acabó la Armada “Vencible” que los ingleses nos mandaron, aunque pocas referencias a ella se encuentran en la Historia de esa nación.

Bibliografia:

"La Coruña de Maria Pita" - Isabel Margarit
"Ataque ingles a La Coruña" - J.L.Alcofar Nassaes
"Felipe II y su Tiempo" - Manuel Férnandez Älvarez

Paz y bien




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  1. #1 giannini 26 de ene. 2007

    Abusando y mucho de la hospitalidad de Alevín voy a copi-pegar un artículo que publicó la que fue archivera-bibliotecaria del Ayuntamiento de La Coruña Isabel Martínez-Barbeito, que en muchos aspectos completa el trabajo del también archivero y abuelo Andrés Martínez Salazar. Publicó su artículo dividido en once capítulos en el diario La Voz de Galicia los días 9, 16, 23 de febrero, 2, 9, 16, 23, 30 de marzo, 6, 13 y 20 de abril de 1966. Creo que son bastante desconocidos y como en ellos se emplean fuentes documentales de primera mano, me parece que encierran bastante interés. Ruego disculpas de nuevo a Alevín por introducir un texto tan largo, pero creo que puede servir al menos para enriquecer el archivo de conocimientos. Lo tengo picado en el equipo hace bastantes años, así que ahí va:

    EL CERCO DE 1589, INSTITUCIÓN DEL VOTO Y DOTE PARA DONCELLAS.

    Fue el cerco de Drake y todo cuanto con el mismo se relaciona, pasto apetecido para historiadores y eruditos, muy especialmente desde mediados del siglo XIX, y comienzos del XX; y en algunos con óptimos resultados.

    Rompe la brecha en el siglo pasado don Enrique de Vedía y Goossens, a quien un importante cargo trajo a nuestra ciudad y que se hizo acreedor a la gratitud de los coruñeses por la labor que, al margen de su carrera, ocupó los contados años que vivió en La Coruña. El dio cima a la más importante y completa historia de nuestra ciudad (1); a él se debe, dentro de esta publicación, un minucioso análisis del cruento ataque inglés sufrido heroicamente por los coruñeses a fines del siglo XVI; a él corresponde también el haber dado a conocer el interesantísimo relato contemporáneo (y hoy perdido), escrito por un activo protagonista de los sucesos a la vez que escrupuloso cronista: el capitán Varela, y asimismo el relato "Anónimo", una de cuyas copias (la de 1833) se conserva todavía en nuestro Archivo Municipal.

    Otros importantes investigadores ahondarían en el tema, aunque ninguno como Andrés Martínez Salazar, foráneo igual que Vedía pero en quien había prendido un gran amor por nuestra ciudad. Sus investigaciones en el Archivo de Simancas nos han valido el conocimiento de importantes documentos: las cartas que en aquellos momentos de inminente riesgo cursaron a la corte y al rey Felipe, el Capitán General marqués de Cerralbo, el Concejo de La Coruña y el arzobispo de Santiago, todas ellas incluyendo noticias del acontecimiento. (2)

    Bastará leer, pues, a ambos eruditos y revisar las decisivas pruebas documentales que aportan en las dos obras citadas para tener muy exacto conocimiento de lo acaecido en aquel aciago año de 1589. Por consiguiente queda, para los que en lo sucesivo se ocupen de aquellos hechos, aportar noticias aisladas que vayan acoplándose y completando el fondo fundamental que ellos nos han legado.

    En este sentido vamos a ocuparnos nosotros de este hecho histórico coruñés, recogiendo de las obras antecedentes (y de la lectura directa del "Anónimo") aquellas noticias importantes que nos sirvan de escenario para situar en tiempo y circunstancias nuestros párrafos de hoy. De esta manera transmitiremos al lector actual el confuso y atribulado estado de ánimo padecido por nuestros, en muchos casos, heroicos antepasados en aquellas difíciles horas y las causas que les impulsó a instituir el Voto, que aún hoy se cumple y conmemora en La Coruña.

    No nos habríamos ocupado del tema de no poder añadir, por nuestra parte, algo nuevo sobre estos hechos. Mas el Archivo Municipal nos ha suministrado, en nuestras rebuscas, nueva y varia documentación que iremos dando a conocer. Entre ella estará la que nos proporciona un Libro de Actas del municipio que se daba por desaparecido (y así lo consigna Martínez Salazar), de pocos años después de ocurrido el Cerco (enero de 1594 a diciembre de 1595), y el parejo hallazgo de una copia del Voto de la Ciudad, que resulta ser la más antigua que se conoce. Tanto Vedía como Martínez Salazar operaron sobre copias del siglo XIX; la que nosotros daremos a conocer el próximo día es de un año después de levantado el Cerco, o sea de 1590.

    Nos adentramos ahora en el tema, según hemos indicado, de la mano de Vedía y Martínez Salazar, suministradores de relatos contemporáneos, además de los del "Anónimo", para ofrecer una visión de lo que constituyó el sitio de La Coruña.

    No están muy acordes las noticias sobre el número de fuerzas asaltantes o defensoras de la plaza, pese a estar facilitadas por autoridades como el Capitán General, el arzobispo de Santiago o el Concejo de La Coruña.

    Asigna el primero, a la escuadra enemiga, un número de ciento veinticuatro navíos; el segundo de ciento sesenta y el tercero de ciento cuarenta y dos naves. Por lo que toca al ejército, las cifran oscilan entre los catorce mil y los veinte mil hombres, a las órdenes del general Enrique Norris, transportados por la flota que conducía el almirante Francis Drake.

    Las condiciones de defensa de nuestra ciudad eran precarias y ya manifestadas con antelación a Felipe II por el marqués de Cerralbo. Restos de la Armada Invencible eran siete compañías mandadas por los capitanes Álvaro Troncoso, Julián de Luna, Diego de Bazán y Jerónimo de Monroy que contaban con setecientos cincuenta hombres y seis navíos. La guarnición de la plaza la componían cuatro compañías, a las órdenes de los capitanes Pedro de Lago, Lorenzo Montoto, Juan Sánchez Catrofe y Francisco de Miranes.

    Contaban con material de guerra, debidamente distribuido en los principales fuertes de la ciudad y acopio de abastecimientos, en parte disminuidos por los saqueos en la Pescadería, según nos ha de informar el procurador general notario don Pedro de Rubiel, en 18 de junio de 1594, al presentar una moción al Ayuntamiento para que "la carga y descarga que en ella ubiese se hiziese por la puerta del Parrote desta cibdad y no por otra parte", no sólo porque al hacerlo por la playa "se descargarían muchas mercadorías sin que se registrasen" sino tendientes a evitar lo sucedido "al tiempo que la armada del henemigo yngles vino al puerto desta cibdad", ya que "tenia mucha quantidad de trigo, cañamos e alquitran y otras mercaderias y si se hubiese descargado dentro de la dicha cibdad no le llebara el henemigo antes fuera de mucha defensa". (3).

    La salida de la escuadra inglesa del puerto de Plimouth había sido advertida por Felipe II al Capitán General de Galicia. En el cabo "Prioiro" se habían establecido vigías que, por medio de fogatas, anunciaron la llegada de aquella. El marques de Cerralbo ordena salgan, en plan de reconocimiento, las galeras Diana y Princesa con los capitanes Pantoja y Palomino, las cuales regresan confirmando la nueva.

    Disponía la ciudad de puntos estratégicos para su defensa artillera: "fuente de la Sierpe", San Francisco, San Antón, Malvecín (hoy Rosaleda) y Caramanchón, que se reforzaron en esta ocasión. Las fuerzas navales se dispusieron a partir de la entrada al puerto: dos galeras "entre las dos isletas del fuerte de San Anton y de los cuerbos", y el resto se extendía protegiendo la ciudad y Pescadería hasta Santa Lucía.

    Sobre las doce de la mañana del cuatro de mayo los habitantes de la ciudad pudieron contemplar cómo la escuadra enemiga avanzaba con prudencia por la vecina costa de Mera y Santa Cruz, pese a funcionar la artillería de mar y costa, y se acercaba al Pasaje virando desde allí hacia Oza, en cuya playa se produjo el primer desembarco.

    Llegadas las tropas al puente del Gaiteiro (titulado así ya a principios del XVI) se entabla el primer choque con las tropas españolas mandadas por el capitán Troncoso, que trataba de cortar el paso al enemigo. Sus reducidas fuerzas le obligan a buscar la protección de las murallas con lo que los ingleses, libre el campo, se diseminan por Eirís, Castiñeiras, Nelle, Payo Mouro hasta llegar a Labañon (hoy Labañou) dejando de este modo cortada la comunicación de la ciudad por tierra.

    Antes de producirse el cierre del cerco por Betanzos y mandadas por Juan de Monsalve y Pedro Ponce de Sandoval logran entrar en la Pescadería bajo el amparo del capitán Juan Varela "natural de la Coruña y soldado en Flandes", que en "aquella ocasión se hallaba fuera en una granja suya", que los conduce como mejor conocedor del terreno "a dos horas de noche", no sin librar alguna lucha cuerpo a cuerpo con soldados enemigos.

    El cañoneo que lanzaba la artillería inglesa, apostada en puente Gaiteiro, contra las naos próximas al Malvecín, imponen a Cerralbo la disyuntiva de quemarlas (el San Juan y el San Bartolomé) en evitación de que el enemigo llegue a hacerse con ellas. El resto de los navíos se retiran hacia San Francisco y finalmente a Ferrol, dejando totalmente indefensa por mar a la ciudad.

    Las fuerzas de a pie, respaldadas por fuego artillero naval, se aproximan hacia las débiles y bajas murallas que se extendían a lo largo del istmo de La Coruña, defendidas por Álvaro Troncoso (en el Malvecín) y Juan de Luna (en el Camaranchón) y el restante espacio por Juan de Monsalve, Pedro Ponce, Lorenzo Montoto, Vasco Fernández y Francisco Miranes.

    La resistencia fue intensa, más el enemigo a la capa de la noche se aproxima a la playa de la Pescadería (puerto actual) e inicia un desembarco que el marqués de Cerralbo intenta detener con la compañía de Pedro Manrique, que con las de Antonio de Herrera y Gomes de Carvajal estaban apostadas entre "el puerto de la Sierpe" y San Francisco. Mas apremiado por los asaltantes se retira hacia Puerta Real a donde llegaron "los enemigos que estubieron en los umbrales de ella, los cuales con la vida pagaron allí su atrevimiento". (4).

    Los ingleses inician entonces un doble ataque a los de las murallas, cogiéndoles por el frente y la espalda, lo que impone una retirada por el Orzán para acogerse al recinto amurallado de la ciudad vieja. Un grupo de "nueve soldados de estos se hicieron huida a meterse en la Torre de Hércules que está a la parte norte de la ciudad, con un cuarto de legoa sin havitador alguno y sirviendo de Nido a las Abes brabas, allí se hicieron fuertes; y como les fuese acabando el poco abastecimiento que cada uno llevaba consigo" fueron saliendo, aunque "el último resistió nueve días comiendo grajos". (5).

    Los desastres de aquella retirada fueron considerables: se perdieron unos doscientos setenta hombres "habiendo peleado todos con gran balor", entre ellos Juan de Monsalve; fueron hechos prisioneros Juan de Luna y Pedro Ponce, "habiendo hecho primero pedazos las banderas, sin que nada de ellas fuese a manos del enemigo"; se hubieron de abandonar pertrechos de guerra y abastecimientos... Pero, con todo, las angustiosas jornadas apenas si habían comenzado en el momento en que los ingleses quedaron por dueños absolutos de la Pescadería de la ciudad.

    (1) Historia de La Coruña.
    (2) El Cerco de La Coruña.
    (3) Archivo M. L. C. Libro de Actas. Año 1594.
    (4 y 5) A. M. L. C.- Relación Anónima del Cerco.



    II

    Los sitiados, concentrados en el casco antiguo de la ciudad, son militarmente reorganizados por don Juan Pacheco, sexto señor de Cerralbo y primer marqués de igual nombre. Dispone el Capitán General del Reino, las diversas compañías a lo largo del recinto amurallado, dividiéndolo por tramos que iban de la Puerta de Aires a la fortaleza nueva (Jardín de San Carlos); de ésta a la Cárcel vieja (actual Solana); del presidio a Puerta Real, y de esta entrada de la ciudad al antiguo convento de Santo Domingo, pegado a las murallas a la altura de Puerta de Aires.

    Al frente de estas fuerzas estaban jefes militares cuyos nombres han sido, los menos, perpetuados en la memoria de las gentes o divulgados por nombres de calles, permaneciendo los más en completo olvido. Considerando este hecho recogemos los nombres que citan las crónicas de los que intervinieron de una manera oficial en la defensa de La Coruña, ya que en realidad el pueblo entero colaboró en ella.

    Se cita en este segundo período de la lucha a los capitanes: Álvaro Troncoso, Diego Bazán, Lorenzo Montoto, Francisco de Miranes, Antonio Lareda, Payo Mariño, Gomes de Carvajal, Pedro Ponce, Antonio Varela, Pedro Miguez, Pedro Manrique...; a los alféreces Barrera, Luís de León, Robles soldado "muy afamado", Juan de Luna (¿sería el que aparece como capitán en las luchas de la Pescadería, hecho prisionero, y rescatado por 600 ducados bajo promesa de no actuar como tal capitán?), y el sargento Lobo que "era soldado valiente". Cerralbo había retenido, además, cerca de sí a otros oficiales y gentes de la Audiencia (en calidad de reserva) hasta un número de 50.

    El jefe militar de la plaza ordenó asimismo trasladar dentro de puertas cuánto bastimento se pudo salvar de manos del enemigo, entre ellos "en sacas todo el viscocho que se pudo de las Lonjas... y en lo demás que les quedaba se les pegó fuego", y también pan, vino y carne; aunque los ingleses se apoderaron de otras mercancías sobre todo de "mucha quantidad de trigo, cañamos e alquitran" según vimos el otro día. (1)

    La grave situación en que quedó La Coruña al ser abandonada por las fuerzas navales resalta en el Memorial que aquella dirigió al rey (2), que trajo como consecuencia fatal el que cayera la Pescadería en poder de los ingleses "lo qual los enemigos no hicieran si las dichas galeras no se ausentaran". De este Memorial, que aparece sin fecha, hablaremos al término de los sucesos militares, así como de una Cédula de Felipe II (inédita) que consideramos contestación a aquél. (3)

    El punto por el cual los enemigos intentaron hacer brecha fue la Puerta de Aires, apostados en Santo Tomás y Santo Domingo. Desde este último intiman a la rendición para "el reino de Inglaterra y que entregandosela usarían de clemencia no mirando la afrenta que en el año anterior les había querido hacer nuestra Armada. Y que no queriendola entregar usarian de todo el rigor de la fuerza y que aunque estubiese dentro todo el poder de España la habian de tomar dentro de dos dias" (4). La arrogancia de los atacantes (por otra parte respaldada por superioridad de fuerzas) no había previsto la tenaz resistencia que se avecinaba.

    En este día, 8 de mayo, en que "se vieron estar muy a las manos" fue también aquel en que un grupo de coruñeses formuló el Voto que posteriormente hizo suyo toda la ciudad. De él nos ocuparemos largamente en su momento.

    Desde esta fecha hasta el 14 de mayo, que representa el punto culminante de asedio, el enemigo se ocupó de atacar intensamente Puerta Real y fuerte de San Antón, haciendo volar una mina que corría desde Santo Domingo al Torreón de los Ángeles. El día 11 ocurriría, frente a Puerta Real, el conocido hecho del tambor inglés, abatido por un disparo lanzado desde las murallas que le valió a su indisciplinado aunque patriótico autor la horca, ordenada por Cerralbo como medida ejemplar y a la que quisieron corresponder los ingleses dando nueva oportunidad a la plaza para rendirse "por la ocasión de Justicia que se había hecho en aquel hombre", aunque estimando "no era costumbre de soldados después de una intimación y disparado el primer cañonazo admitir plática". (5)

    Llega por fin el día 14. El estado de ánimo de aquellas gentes quedó patente en el Memorial contemporáneo, "todos sobre aviso aunque muy trabajados y cansados con el largo cerco y del mucho travajo que passaban dia y noche sin esperança de socorro sospechosos que los enemigos hacian nuevas minas".

    Como las municiones y víveres iban disminuyendo Cerralbo hubo de ordenar que "se tomase todo el peltre asi platos escudillas y jarros... lo qual se consumió en hacer Peloteria"; por su parte los "vezinos con gran liberalidad dieron los colchones plumones y traveseros de sus camas, no reparando en cossa mas que en conseguir el fin de la defensa"; y como no había "municiones para el sustento de la gente de guerra y mas cercanos, los oydores de Vra, Real Audiencia (sigue el Memorial) siendoles cometido por el Marques fueron a cassa de los vecinos y tomaron el vino y pan y otros mantenimientos".

    En este día 14 se destaca la actuación de Troncoso, Bazán y el sargento Luís de León, y todo el pueblo da un ejemplo de valor, y "no solo los veçinos cumplieron con su obligación que Hasta las mugeres animadas por los particulares acudieron de noche y día a cabar la tierra y a acarrearla a los cubos, con gran diligencia y cuydado... sin cesar carretavan Piedra a la Muralla arrojándolas muy de ordinario encima de las cabeças de los enemigos y particularmente el dia del asalto con animo y esfuerço de mas que de mugeres". (6)

    De la misma opinión es el desconocido cronista, al citar al alférez inglés que alentaba a los suyos "lo qual puso en cuidado a los defensores... porque cansados los unos y muertos o heridos los otros ofrecian el triste momento de sucumbir al enemigo hasta que una muger llamada Maria Fernández de la Camara y Pita, que en dias anteriores hiciera grandes servicios y prodigios de valor y con maior visarria desde que en el Cerco le mataron al marido Gregorio de Rocamonde, Hornero, se metió por entre todos animándolos Armada de una Pica, y tomando la delantera hizo frente a dicho Alferez con tal acierto que de un solo golpe le derribo al mismo tiempo que le saco la Bandera y cayo muerto en el suelo". (7)

    Estos hechos alentaron a los coruñeses y debieron ejercer una influencia desmoralizadora entre los ingleses, que intentan, sin embargo, introducirse por San Francisco (cosa que evita el marqués de Cerralbo mandando poner fuego al convento) y por último tratan de obtener la rendición destruyendo la ciudad por el fuego, "arrimando unos palos con Alquitrán a los boladizos de las casas".

    Al no conseguir sus propósitos, dan comienzo a una sistemática quema de iglesias (Santo Domingo, San Jorge, San Nicolás y dos ermitas), de hospitales (el de San Andrés de Mareantes y el de San Lázaro en Santa Lucía) y de toda la zona de la Pescadería "ardiendo hasta los cimientos". La quema no se redujo a la ciudad; se extendió por los alrededores, llegando hasta Cambre, acabando con su convento, asolando campos y persiguiendo a sus moradores.

    Las fuerzas inglesas embarcaron el 18 y se perdió de vista su escuadra a primeras horas de la mañana del día 19. Liberados los coruñeses del Cerco, el día 20 se dijo una misa, en la Iglesia de Santiago, "en acción de gracias a que asiste todo el pueblo". Cuenta el Anónimo que María Pita "fue agasajada y victoriada de todos y el Señor Gobernador le ofreció su protección y la del Rey... que la honrro y a sus dos hijos". Martínez Salazar ha de procurarnos datos biográficos decisivos referentes a esta figura coruñesa. (8)

    (1) A. M. L. C.- Libro de Actas. Año 1594.
    (2, 6) Publicado por M. Salazar en "Cerco de La Coruña".
    (3) A. M. L. C.- Colección Diplomática.
    (4, 5, 7) A. M. L. C.- Relación anónima del Cerco.
    (8) "Mayor Fernández Pita".



    III

    El asedio sufrido por La Coruña se habría dulcificado, o por lo menos acortado, de haber contado con alguna protección exterior, pero ya Vedía deja consignada la ineficacia de las fuerzas que, con la mejor voluntad, se aprestaron a auxiliarla. No hay duda que la ocupación de la Pescadería por los ingleses (hecho del que se culpó a las fuerzas navales, criterio en el que abunda Cerralbo en 11 de mayo al decir que "se fueron las galeras sin orden mia y viendolo los enemigos aquella noche entraron por la Pescadería" (1)), estranguló todo intento de aproximación a la ciudad para engrosar sus defensas. Era ésta la única posibilidad de ayuda, ya que por sí mismas no consiguieron presionar a los enemigos; el capitán Varela opina que en su mayoría eran gente indisciplinada y sin ninguna experiencia militar.

    Había solicitado don Juan Pacheco, marqués de Cerralbo, ayuda al rey y a todo el reino de Galicia; una de sus últimas instancias fue por medio del oidor de la Audiencia don Francisco Arias Maldonado, que muy avanzado ya el cerco logró salir de murallas y pasar a Mera en una barca.

    Detalla Vedía las fuerzas: del conde de Andrade, situado en el Burgo; del de Altamira en el monte de Arcas, (en Elviña), llegando en una incursión hasta Santa Lucía; de Francisco de Menchaca, que ocupó la avenida de Bergantiños y de Pedro de Sotomayor. Señala la acción del regidor de Betanzos don Juan Rodríguez Suárez, que cubrió con su gente la costa de Mera y Santa Cruz y el resto de la ribera, impidiendo al enemigo el desembarco; lo cual si fue defensa estimable para el país no supuso ayuda especial, muy al contrario, para La Coruña, puesto que los ingleses cayeron de este modo con todas sus fuerzas sobre nuestra ciudad.

    De la documentación proporcionada por Martínez Salazar (2) se deducen ayudas ignoradas por aquel otro historiador. Además de las indicadas (el conde de Andrade acompañado del oidor Otalora traía 8.000 hombres) se cita: al regidor de Orense, Pedro Pardo de Ribadeneira, con varios caballeros y 280 hombres; a don Diego Sarmiento con 600; al capitán Puebla con pólvora, cuerda y plomo; a unos 1.000 hombres de Orense, Salvatierra y Noya; a 4.000 más venidos de puntos diversos de Galicia, y al alguacil mayor del Arzobispo con 130 estudiantes voluntarios "moços bien dispuestos aunque no bien armados".

    La resistencia coruñesa fue realmente algo increíble. Con nula ayuda exterior y con fuerzas en el interior mínimas, la situación se agravaba a causa de las débiles defensas. Decía Cerralbo en su comunicación del día 11, de su puño y letra (3), que "las murallas desta ciudad son de piedra y baro (sic) y lo que se les a añadido de piedra y tierra seca y asi vera vuestra magestad que imposible sera resistir a ninguna bateria ni defenderse sin murallas". Estaba el Capitán General español tan pesimista sobre los resultados del Cerco, como optimistas en demasía se habían mostrado los ingleses al suponer que entrarían en la ciudad en un par de días. Cerralbo añade una frase que revela su descorazonador diagnóstico: "por esto como por otras imposibilidades es mucho que aya tirado hasta ahora. Yo esperare hasta el cabo y con que vuestra magestad se tenga por servido de ello me seran ligeros el trabajo y rriesgo que abra en ellos que sera harto aunque bien breve" (4).

    La situación desastrosa en que quedó la ciudad, comentada ya en parte, resalta en el Memorial de la Ciudad (5) y en otros documentos que nosotros daremos a conocer.

    Se dice en aquél que "despues de haber embarcado toda la hazienda y riqueza que tenian los vezinos que en el Arrabal y Pescaderia vivian que era en gran suma y de mucho valor por vibir en ella de la gente mas granada del pueblo y tratantes y cotribuyentes" habían quedado "desnudos y en suma pobreza y miseria". Por este motivo el Concejo solicita "se les reedifiquen sus cassas como de antes estavan pues no les a quedado fuera ni dentro cossa que el enemigo no les Robase y quemansen y los que eran muy Ricos y hacendados al presente piden limosna y se les da con gran lástima y sentimiento de los que antes los an conocido".

    Mayor detalle lo proporciona una Cédula de Felipe II, inédita (6) (10 marzo de 1592) que comentaremos otro día por diferentes párrafos de interés, en la que se cuenta que "quando la armada Ynglesa estuvo sobre esa çiudad y tenian arrendados los miembros nuestras rentas reales y mataron mucha parte de los vezinos y llevaron algunos presos y saquearon todos los bienes y alhajas de casa que tenían y al retirar pusieron fuego a todas las casas del dicho arraval y a dos monasterios tres yglesias parrochiales dos ospitales y la orden de Sant Lasaro y dos Hermitas sin quedar cosa alguna de todo ello y ansi mismo muchas granjas y caserias que estauan al contorno de dicha çiudad a cuya causa quedo toda la tierra legua y media alrededor por donde paso el enemigo destruyda y arruynada y los pocos vezinos que vivian en esa ciudad huvieron de dar el vino toçinos çeçinas que tenian para la gente de guerra y la demas que assistio a la guarda y defensa de las murallas los diez y seys dias que duro el çerco y assi mismo dieron los colchones plumones e traveseros y mantas para çerrar los portillos que el enemigo hizo con la artilleria y los platos scudillas y otros vasos de peltre para hazer peloteria por aver faltado la que avia que... los dichos vezinos quedaron perdidos y sin hazienda y muchos dellos se an ydo a vivir a lugares particulares".

    El Memorial de la Ciudad pedía se reconstruyese Santo Domingo, San Francisco, las tres iglesias y los dos hospitales quemados "que como aquella ciudad es frontera y a donde acuden gentes de todas las naciones conviene que haya conventos y religiosos de erudición y doctrina y que ayuden con su buen ejemplo a salvar las Almas".

    Sobre la destrucción de alguno de estos edificios religiosos, el templo de Santo Tomás, hallamos una carta inédita (7) del arzobispado de Santiago, siendo prelado don Juan de San Clemente Torquemada, quien en 8 de mayo de 1592 se dirige al Regimiento de La Coruña. Dice de la iglesia de Santo Tomás que "esta quemada destruida y profanada de manera que en ella no se diçen missas ni se aministran los sanctos sacramentos, y lo mesmo nos consta por vista de ojos. la qual dicha iglesia esta unida a la parrochial de San Nicolas".

    Y porque las paredes que quedaron en pie de este templo "estan muy cerca de la muralla de la dicha çiudad y se temía que abiendo ocasion de algun enemigo... seran de grandisimo daño para la defensa de la dicha çiudad como de la dicha vez lo fue la dicha yglesia porque della se pueden atrincherar para vatir la dicha çiudad y hazer otros daños", resuelve autorizar al Concejo su total demolición, haciendo "un çercadillo vaxo que no aga daño a la defensa de la dicha çiudad y en el lugar donde estaba el altar mayor della se ponga un cruçero alto de manera que denote aber estado alli la dicha yglesia".

    Dispone el arzobispado que en caso de verse obligados a vender la piedra "se benda para obras de otras yglesias y monesterios de manera que ninguna de la dicha piedra se conbierta ni gaste en ninguna obra ni edifiçio profano".

    No se olvida el Memorial de la Ciudad (en cuya cita insistimos) de pedir fortificación adecuada para La Coruña, no sólo por considerarla punto crucial para defensa "como Plaça principal de todos esos Reynos" y por ser su llave, sino también por alcanzar a ser punto de partida y atraque, ya que "es el mejor puerto de españa en donde pueden surgir e invernar gran cantidad de naos y navios y de alli offender assi por tierra como por mar en donde y a quien quisieren sin que se lo puedan impedir".

    Otra importante petición se hacía a Felipe desde el Memorial: que dispusiera que la Audiencia fuese instalada a perpetuidad en La Coruña, a fin de que con su presencia tuvieren las gentes arraigo en ella y no fuese una amenaza su despoblación, y con idéntico objeto le ruegan los libere de "todo pecho y derecho assi de Alcavalas y diezmo de la mar, como del servicio ordinario y trasordinario".

    El marqués de Cerralbo, en carta informe (8) (26 de julio de 1589) sobre aquel Memorial, opina que le parece necesario que esta ciudad "se fortifique y para que se pueda hazer se embiara el disinio de la çiudad y lo que parece çerca de la fortificaçión", y en cuanto a los conventos es de parecer se reconstruyan pues los considera precisos "en todas las partes que acuden naciones diferentes y tan sospechosas en la religion chritiana como lo son aora Francia Flandes Alemania Moscobia Dinamarca Yrlanda y Escocia que son los que de ordinario contractan en este rreyno", proponiendo se repare una parroquia que haría la tercera de la Pescadería".

    Estima justo, don Juan de Pacheco, que se libere a los vecinos de pecho y alcavalas por tiempo de 15 años "y para reedificacion de las obras publicas y ayuda de los particulares les haga V. M. merçed de la diezma de la mar por el mismo tiempo; también se le conceda que "no se haga la descarga de mercaderias estranjeras sino en esta ciudad y la villa de Bayona", a excepción del pan, y que aquellos vecinos que edifiquen han de quedar exentos de alojamientos "asi de soldados como de la audiençia por espacio de veinte años".

    Las únicas cuestiones en que disiente Cerralbo con lo pedido por la Ciudad es que se aloje a la gente en el castillo y que permanezca la Audiencia a perpetuidad en nuestra ciudad, ya que pudiera ser peligroso si ataca alguna armada, por el entorpecimiento que supondría para la justicia. Pide, a cambio, una ventaja: "que mueran las causas deste rreyno en esta audiençia sin apelaçion a otra sino al Consejo".

    El próximo día veremos cuáles fueron las concesiones que llegó a hacer Felipe II a la ciudad. Hoy nos despedimos recogiendo otra Cédula real (igualmente inédita) (9) enviada desde San Lorenzo al Concejo de La Coruña (30 de agosto de 1589), en contestación a otra de este al rey. En ella dice que "agradezco mucho el buen animo con que os dispusistes para la defensa della de que me tengo por seruido y tendre memoria dello y de lo demas que ofreceys". Finaliza prometiendo "hazeros la merced que huuiere lugar".

    Este laconismo de Felipe parece impropio para comentar hechos de tal importancia, mas el rey había ya opinado sobre el caso y (el próximo día lo veremos) con bastante más calor.

    (1, 3, 4).- Publicado por C. Vaamonde-Boletín Ac. Gallega.
    (2, 5).- "El Cerco de La Coruña".
    (6, 7, 9).- Archivo M. L. C.- Colección Diplomática.
    (8).- Publicado por C. Vaamonde-Boletín Ac. Gallega.



    IV

    Comenta don Enrique de Vedía (1) al consignar la falta de documentación sobre este año clave para la historia de La Coruña (a causa de la desaparición de los Libros de Actas del período comprendido entre 1585 y 1604, en realidad 1602, y que gracias a nuestro último hallazgo de los de 1594 y 1595 se ha reducido) que es de suponer "que Felipe II recompensase su buen comportamiento y el tesón y fidelidad que demostró en esta ocasión" la ciudad de La Coruña.
    Efectivamente Vedía no se equivocaba. En parte pudieron demostrarlo ya Martínez Salazar, Pérez Costanti o Vaamonde Lores con la publicación de diversas mercedes concedidas por el rey Felipe a particulares que se habían distinguido en el Cerco. Hoy nos cabe a nosotros la suerte de procurar varia documentación inédita y original de las mercedes otorgadas a la Ciudad con ocasión de aquel memorable y heroico acontecimiento.

    La exposición del pasado día, recogiendo las pretensiones elevadas por la Ciudad en su Memorial, (cuya fecha no determina M. Salazar al publicarlo, pero que hubo de ser escrito entre 19 de mayo y 30 de junio) fue preludio de los hallazgos que ahora mostraremos.

    La primera Cédula encontrada, y una de las más importantes por considerarla contestación al Memorial referido, si bien no se legisla en ella más que sobre uno de los puntos en aquel contenidos, es la firmada en San Lorenzo a 30 de junio de 1589. Va dirigida al Concejo de La Coruña, a quien expone: "Vuestra carta de los cuatro del pasado he resçibido y por ella y un Memorial que Francisco de Miranes (era regidor en 1585, 1594 y 1595) me dio de vuestra parte he entendido particularmente el trauajo y perdida que a essa Ciudad se ha recreçido con el sitio que el enemigo puso sobre ella y las cosas que para el remedio della me pedis y suplicais". (2)

    Sigue expresándose así: "El çerco y lo bien que os ovistes en él y el daño que causso a essa çiudad y vezinos della y lo que conviene fortificarla auia ya entendido por relaçion del Marques de Zerralbo Gobernador en esse Reyno e yo le auia ordenado os diesse las graçias dello de mi parte y agora he mandado que se haga con mas cuydado y se ba mirando lo que conbendra y no se alçara la mano dello hasta ponello en execuçión".

    Y termina: "tambien he ordenado que se mire y platique sobre las estas cossas que me supplicais y en todo lo que huuiere lugar haçer merçed a essa Ciudad se le dara la satisfaçion que es justa y entre tanto he mandado al Marques de orden en el reparo de las murallas y que se acabe el fuerte de Santo Antonyo que en todo aya buena guarda".

    Por esta Cédula vemos que el Rey hace la primera concesión: fortificar la ciudad. En las dos siguientes, una dirigida al Ayuntamiento y otra al Tesorero de Rentas (7 setiembre y 4 noviembre de 1589) se otorgará una nueva merced: la exención de alcabalas que pagaba la ciudad, gracia que será objeto de prórrogas en sucesivos años.

    Dicen aquellos que por haberse quejado la ciudad que "a causa de la destruyçion tan notable que les hauia sobrevino con el çerco de los Yngleses no hauia podido ni podria complir ni pagar lo que deuia y estaua obligada por el encabeçamiento de sus alcabalas y otras rentas", Felipe había ordenado a su Tesorero "que por termino de treynta dias y despues por quarenta no molestasedes a los Regidores y personas que deuan los maravedis del terçio primero de este año de quinientos ochenta y nueve y si los tuvierades presos los soltasedes por el dicho tiempo". (3)

    Pero estas normas reales no sólo no habían sido cumplidas sino que el Tesorero había enviado a "vn Juan Lopez de Castro a la dicha çiudad a querer cobrar della lo que tocaua al dicho terçio primero y segundo y tiene presos a los Regidores y ofiçiales del dicho Conçejo y pretendeys venderles la poca hazienda que les ha quedado y sin embargo de hauer apelado para el mi Consejo... todauia va procediendo contra ellos sin quererlos soltar".

    Resuelve el pleito el monarca a favor de La Coruña, extendiendo su concesión primera "hasta fin de año", con la orden terminante de que "no los molesteys y si tuvieredes algunos presos los solteys por el dicho tiempo que asi es mi voluntad".

    La prolongación de este plazo a 40 días más, se prescribe el siguiente año de 1590 (31 de enero), donde se vuelve a insistir sobre la suerte de regidores y haciendas: "que solteis a los Regidores y demas Personas que por ello tuvieredes Presos y les bolvais los vienes que les hubieredes embargado". (4)

    Y aún se ha de aumentar en este período de privilegio a diez años, por nueva Cédula de 10 de marzo de 1592 (ya citada el último día (5)). Va dirigida al Tesorero de Rentas y se resuelve sobre el recurso hecho por nuestra Ciudad, basada en ser "la llave y defensa de todo ese Reyno fuesenos servido de Libertarla y a los cotos por donde el enemigo passo y quemo las dichas caserias y granjas de alcaualas seruiçio y todo pecho y nueva imposiçion". El rey determina que "por tiempo de diez años contados desde primero de henero del año que viene... en adelante sean libres y exemptos de pagar alcauala de las cosas que vendieren en dicha ciudad". Se hacía una excepción acerca de la renta de "la diezma de la mar dessa ciudad ha de quedar y queda para mi".

    En esta Cédula de 1592, se contienen dos mercedes más: la de construir casas a los vecinos que las hubiesen perdido por el cerco y la de eximir a sus dueños de alojar soldados y gentes de la Audiencia. Así se expresa: "que se le hedifiquen sus casas y las que se hedificaren conforme a la traça que se le diere sean exemptas de huéspedes todo ello por el tiempo que fuessemos seruido porque no haziendosele esta merçed no seria possible poblarse ni abia quien quiera vivir en ella". Asi que para que "esa dicha çiudad sea mas ennobleçida y Poblada tenemos por bien que todas personas que labraren y hedificaren casas en ello haciendo las delanteras conforme a la orden y traça que les fuere dada por el nuestro Gouernador y alcaldes mayores dese Reyno sean libres y exemptas las dichas casas que assi labraren de huespedes del audiencia dese dicho Reyno y de soldados y otra gente por el tiempo de los dichos diez años".
    Ya en el mismo año del Cerco, Felipe se había dirigido al "Marqués de Cerralbo Pariente mi Gouernador del Reyno de Galicia" por lo "mucho que los vezinos della an padeçido y perdido en el sitio pasado y la estrema necesidad en que por esta causa an quedado les mande pagar lo que an gastado hasta aqui en el Utensilio que an dado a la gente de guerra y que en la dicha ciudad a alojado", a fin de que se siguiera con ellos idéntica conducta que con "la gente de Portugal". (6)

    Atiende también Felipe los ruegos de reedificar los conventos de San Francisco y Santo Domingo. Dice Vedía respecto al primero que fue reconstruida gracias a las "cuantiosas limosnas que se recibieron de la corona, de la Ciudad y de numerosos particulares devotos", y que se vio favorecido por el rey "con dos capellanias que llamaban de la guerra".

    En lo que al segundo concierne, relata el mismo historiador que Felipe ordenó "se edificase a su costa". Mas el P. Aureliano Pardo (7) informa que las diferentes concesiones realizadas por Felipe a favor del Convento, que les autorizaba a sacar ganado mular y maderas de castaño con destino al vecino país portugués, no fueron disfrutadas por los frailes dominicos por propia dejación.

    No hemos encontrado consignado en parte alguna el criterio y resolución que merecería a Felipe II la petición de mantener a perpetuidad la Audiencia de La Coruña. Pero el hecho evidente es que este importante y poderoso organismo (en aquellas fechas una misma mano, la del Capitán General, disponía del poder militar, gubernativo y jurídico), y que a mediados del s. XVIII (8) se la califica como "la mejor alhaja que tiene el Rey en su reino de Galicia", no abandonó ya a La Coruña.

    No hay duda que Felipe se mostró resueltamente generoso con una ciudad capaz de defender con tanto valor su independencia. Todas las peticiones formuladas por su Ayuntamiento: fortificaciones, construcción de edificios particulares y conventuales; liberación de impuestos y onerosos alojamientos, permanencia de la Audiencia, todas son resueltas favorablemente para la ciudad; una única excepción se mantiene: la del "diezmo de la mar" que Felipe II ha de reservar para la corona.

    (1).- Historia de La Coruña.
    (2, 3, 4, 5, 6).- Archivo M. L. C.- Colección Diplomática.
    (7).- La Orden dominicana en La Coruña.
    (8).- Bernardo Hervella: "Derecho práctico y estilos de la R. Audiencia de Galicia".



    V

    A la par que las concesiones reales de tipo general que recayeron sobre la ciudad, Felipe II no se olvidó de premiar con otras a las personas que se habían distinguido de un modo especial en la defensa de La Coruña.

    De tal clase de mercedes tenemos noticia por las investigaciones de Martínez Salazar, Pérez Costanti y Vaamonde Lores. No vamos, pues, a detenernos en ellas; solamente citaremos de paso las de aquellos personajes sobre los que podamos aportar noticias nuevas.

    Es el primero el capitán don Juan Varela, que a su título de militar arrojado añade el muy honroso de cronista coruñés, que había realizado ya "en Flandes y otras partes muchos seruiçios". Por los desempeñados en La Coruña, que se concretan (en el documento de concesión) en el hecho de haber introducido en la ciudad las compañías de Betanzos y en haber actuado "con mucho cuydado acudiendo al trauajo y animando la gente de la ciudad de manera que fue de mucho effeto la asistencia de su persona en esta ocasión", se le otorgan "doscientos ducados de renta" en Nápoles. Y "por el daño que recibió su hacienda quatro mil ducados en tanta saca de madera y mulas del Reino de Galicia que los valgan". (1)

    A dichas mercedes alude su mujer en testamento que hemos podido localizar (2) que otorga ante el notario Jacome Razo, en 7 de mayo de 1593, y es abierto en 24 de marzo del siguiente año, ante el Corregidor don Juan Dabalos por petición del que se dice cumplidor testamentario de la otorgante, don Francisco Labora.

    Este documento nos proporciona pormenores de la vida y hacienda de esta familia, dados por "Savela Xaspe mujer de Juan Varela Capitan de Infanteria hespañola", que venía a ser su segundo marido, ya que había estado casada anteriormente con don Domingo Loriga.

    En el documento reseñado instituye heredero de "todos los bienes que los dos ambos hemos comprado y adquerido durante el Matrimonio" a su marido y declara que esto lo hace "en pago y satisfaccion del dinero que a mi poder a traido de capital" y gracias al cual "se pagaron dozientos ducados que yo debía de deudas particulares".

    Entre dichos bienes se contaban "el lugar de Anzeis en que bibe por casero Aluaro de Anceis... y el lugar de Cambre... y esta casa en que bibimos que fue de Ares conde de Taboada". Explica en el "item" siguiente que "despues que el henemigo levanto el zerco desta ciudad abiendo dexado puesto el fuego en las azenas y casas della se repuso y adereço la dicha azena y casa y costaron los reparos de todo ello y la pared que se hizo asta çiento y sesenta y çinco ducados".

    A este legado suma "la casa que yo tenia antes... los muebles y axuares... y lo demas que quedare... y dos hiegoas y dos mulas que ay", y asimismo "el solar y sitio de la casa nueva que el y yo abiamos hedeficado de nuevo en la Pescaderia desta çiudad por Santo San Jorge".
    Incorpora aún para su marido, en calidad de usufructo, "por razon de la buena compañia que hemos tenido yo y el dicho Capitan Juan Varela... por todos los dias de su bida de las medias azenas que tengo en el Gayteiro y sus casas y lugar... el terreo de Castiñeira de arriba... los fumeyros que tengo en la Pescaderia... con las huertas".

    Le cede asimismo "toda merced que El rey nuestro señor nos ha hecho y el sueldo que le daua de sus seruiçios" que venían a ser aquéllas "los quatro mill ducados que le dio por razon de lo que abiamos perdido en la Pescaderia e los duzientos de rrenta... situados en el rreyno de Napoles".

    Nombra como "universal heredero a Juan Xaspe mi hermano vecino desta ciudad que al presente reside" en Sigrás "para que reciua y goze todos mis vienes despues del fin e muerte del dicho capitan Juan Varela" y que todos estos "vienes y herencia anden siempre abinculados".

    Entre otras varias mandas deja a su sobrina, de igual nombre y apellido que ella, casada con "el procurador del numero desta Real Audiencia" y a la sazón regidor Esteban Varela, "el lugar y casal de Sabon"; a su sobrino Pedro Xaspe "tres piezas de heredad... en el castillo viejo" que era herencia de sus padres; a los "pobres del Señor Sant Lazaro", el hospital de la Pescadería, 4 ducados; a "los moços y moçcas de serbicio lo que paresciere"; a los pobres a quienes había prestado dinero "que no se los pidan"...

    Dispone ser enterrada "en la iglesia del señor Santiago desta ciudad de la Coruña en la sepultura donde hestan enterrados mys padres con el abito y cordon de San Francisco", y que se le digan misas en este convento, en Santo Domingo y en el templo en que reposaría.
    La mujer del heroico capitán Varela, al que recomienda "tenga a quenta de acer bien por my anima", lo deja cumplidor de su última voluntad, en compañía de su hermano Juan, y "por no saber firmar" lo hace en su nombre el Doctor Gutiérrez.

    Algunas de las personas citadas en este testamento volveremos a encontrarlas firmando el Voto de la ciudad.

    Don Juan Varela no sólo vivía por tales fechas en La Coruña, sino que mandaba una de las dos compañías de infantería que había en la ciudad, "que tienen quatrocientos hombres" (3); la otra estaba a cargo del capitán don Jorge Arias. Estas compañías llegaron a representar un grave problema para el municipio a causa de no percibir del rey el subsidio consiguiente para su manutención y alojamiento, lo que forzó a sus capitanes a requerir ayuda de la Ciudad.

    Los primeros pasos de ésta estuvieron encaminados a lograr del Arzobispo de Santiago un préstamo de 600 ducados, que al hacerse insuficiente para afrontar tales gastos la llevaron a recurrir al procedimiento de poner vino a la venta en cuatro "tabernillas, dos en la ciudad y dos en la pescaderia". Mas como con tal medio no se logró recaudar el dinero preciso se establecieron impuestos "entre la gente granada del pueblo para dar dicho socorro" a los soldados que estaban en la plaza.

    Entre tanto se buscaban fondos por un medio u otro, los capitanes Varela y Arias habían "vuelto a intimar" a la Ciudad advirtiendo que "si abia algunos desordenes que sea culpa y cargo del Ayuntamiento" por no procurarles una solución, ya que los "soldados abian de comer" (4). Cargo injustamente dirigido a la Ciudad ya que quien debía proveer era el rey.

    En este pleito terciaría don Diego de las Mariñas que desempeñaba por estas fechas el primer período de su mandato de Capitán General (que por cierto no recoge Murguía en su amplia relación) exigiendo "a la ciudad socorro para los soldados" y resistiéndose ésta a causa de su pobreza.

    Las cosas llegan a tal extremo que el capitán Varela "sin orden del Ayuntamiento abia alojado", justamente en la casa destinada al Teniente de Corregidor, que carecía de ella, su propia bandera, y se negaba a abandonarla (5). Esta determinación drástica da lugar a quejas de la Ciudad escuchadas por el rey que inquiere una información del Capitán General "sobre los agrabios y hexcesos... del Capitan Juan Varela" (6).

    Resuelve Felipe II esta querella contra el capitán Varela, disponiendo salga para Bayona, y al demorarse el interesado en ejecutarlo ordena a don Diego de las Mariñas "que dentro de cinco días mandase al dicho capitan Varela se saliese luego" (7).

    Meses después (23 de noviembre de 1595) la Ciudad con un total olvido del esforzado comportamiento de este coruñés durante las difíciles horas del Cerco (si bien no hay que despreciar la espinosa situación que le creaba) acuerda enviar una petición al Consejo de Guerra "para que no buelba a esta ciudad el Capitan Varela con su compañia".

    (1).- Pérez Costanti: Bol. Acad. Gallega.
    (2).- Colegio Notarial - Protocolos Pedro de Rubiel - año 1594.
    (3).- Archivo M. L. C.- Colección Diplomática (Cédula a don Diego de las Mariñas. 1595).
    (4).- Ídem.- Libro de Actas 1594 (abril-mayo).
    (5, 6, 7).- Ídem, ídem, 1595 (abril-mayo-agosto).

    VI

    A fin de no hacer en exceso amplia esta disgresión sobre los protagonistas de la defensa de La Coruña en el año 1589, daremos hoy término a estas noticias, exponiendo los datos allegados, con carácter inédito, de tres más de aquellos defensores.

    Nos ocupamos en primer término de don Álvaro Troncoso y Ulloa, uno de los capitanes que más actuaron en aquélla ocasión y cuyo nombre (al igual que el del capitán Varela) perdura en una calle coruñesa, muy cercana al escenario de sus proezas.

    Por su comportamiento en aquellos momentos, Felipe II le había otorgado "un castillo en el Reino de Napoles... para que le vaya a servir y residir acabadas las ocasiones de aca" y asimismo porque en todo lugar (comprendidos los dominios españoles flamencos) se había hecho notar como "honrado soldado". (1)

    Sospechamos que tal concesión no llegó a ser disfrutada por el capitán Troncoso. Nos hace pensar así otra relación de mercedes que declara que "por la mucha satisfacion que ay de su persona se le ha encargado la defensa de La Coruña en ausencia del marques de Cerraluo" (2). Con todo, esta noticia no sería suficiente ya que las dos mercedes aludidas no van fechadas por lo que no podríamos darles orden preferente. Pero, en cambio, en el año 1593 aparece don Álvaro Troncoso ejerciendo en Bayona el puesto de "gouernador a cuyo cargo esta la guarda della", villa en la que concierta la construcción de dos sepulcros (uno de caballero con tres escudos y otro de persona llana) en la iglesia del Monasterio de San Francisco, actualmente destruido, "junto al altar que agora es de Santantonio". (3)

    El hecho de construir una sepultura, es probable que para sí mismo, nos hizo pensar que su vinculación a Bayona obedecía a más íntimos motivos que los que pudiera imponer una eventual estancia impuesta por su carrera. No parece improbable que fuese oriundo de aquellas tierras, ya que los apellidos Troncoso y Ulloa se repiten por aquellos años en la floreciente villa de Bayona. Por de pronto de citan dos monjas fundadoras del convento de la Anunciata, de la orden dominicana, Constanza Troncoso e Inés de Ulloa (fallecidas en 1565 y 1587, respectivamente) y también a un "sargento mayor del presidio" de aquella ciudad, de apellidos Troncoso, que en 1592 acredita su vecindad de más de 20 años en la villa, aunque se declara originario de Porriño "a quatro leguas" de aquella. (4)

    El capitán Troncoso se encuentra en La Coruña en 1595, y el concejo ordena se le procure alojamiento; por aquel mismo mes de agosto en que vimos cómo el capitán Varela era conminado por el rey a dejar la ciudad rumbo a Bayona, muy posiblemente a ocupar el puesto que había dejado vacante el capitán Troncoso (5).

    En La Coruña le hallamos otra vez en 8 de abril de 1599, fecha en la que el Capitán General de Galicia le da la toma de posesión de "la tenencia del castillo de Biana", en cumplimiento de una Cédula de Felipe II dirigida a don Álvaro Troncoso. (6)

    Decía el rey en ella que por haber destinado a don Francisco Bermúdez de Castro "a la tenençia del castillo de santo Anton de la çiudad de la Coruña", y haber quedado por consiguiente libre la del castillo de Viana que desempeñaba este último, había resuelto "nombrar en su lugar persona de calidad practica y experiençia de las cosas de la guerra", y que entendiendo que estas circunstancias y otras "calidades concurren en la de bos en capitan Aluaro Tronsoso de Ulloa y teniendo considerazion a los muchos años que me abeis Servido y a la buena quenta que abeis dado de lo que se os a encargado", y porque además confiaba que "vos que me serbireis en la tenençia del dicho castillo de Biana con la fidelidad entereza y cuydado que conbiene. Por la presente hos elijo y nombro por catellano del dicho castillo de Viana". (7)

    En la misma Cédula exige al "conde de Portalegre mi Capitan General de la gente de guerra del mi rreyno de Portugal... os aya y tenga por mi castellano... y como a tal hos guarde y aga guardar todas las honras graçias merçedes libertades exempciones preeminençias prerrogatibas he ynmunidades y todas las otras cosas... que por razon del dicho cargo debeis aver e gozar".

    Sin duda se trataba de Viana do Castelo, cuya fortaleza elevó el rey don Sebastián y reforzó en 1592 Felipe II. La importancia de esta plaza fuerte y a la de Bayona (cuyo puerto tenía gran importancia en aquellos siglos) nos dan medida de la personalidad de Troncoso, a quien se le titula, según veremos, "caballero he hijodalgo". Estaba retribuido aquel cargo con 400 ducados "y los demas emolumentos" que se debía a los castellanos.

    A continuación de la copia de esta Cédula figura una providencia, 8 de abril de 1599, en la que describe la ceremonia de posesión. En primer lugar el Capitán General pone la orden real sobre su cabeza mientras pronuncia el juramento de rigor, y a continuación don Álvaro "teniendo las manos juntas la una con la otra entre las manos del dicho señor don Luís Carrillo de Toledo conde de Caracena Gouernador y Capitan General de este reyno como caballero he hijodalgo el dicho capitan Alvaro Troncoso de Ulloa dixo que acia e yzo juramento y pleito omenaje una dos tres veces" (9).

    - o 0 o –

    Dos personajes de iguales apellidos, Miranes Villardefrancos, aparecen en la historia coruñesa de finales del XVI, protagonistas asimismo del Cerco.

    Es una de ellos don Vasco de Miranes Villardefrancos, a quien Felipe otorga mercedes. Se dice de él que durante el sitio "tenia las municiones y bastimentos a cargo y podríase dezir con verdad que jamas se tardo un credo para el prover de todo lo que estaua a su cargo", por todo lo cual se le da "el título de mayordomo de la artilleria de la Coruña... dando fianças como paresce" (8).

    Este mismo cargo seguía desempeñándolo en 1594, en que declara le debía el Regimiento "de resto de çiertas libranças treçe mill hochenta y dos maravedis" (9). Posteriormente, 22 enero de 1596, el Capitán General don Diego de las Mariñas le ordena entregue 2.800 reales "para pagar çien arcabuçes", y en febrero del mismo año, al hacerse cargo don Vasco de Vivero, como nuevo alcayde "de la fortaleza desde çiudad", se declara que don "Vasco de Miranes mayordomo de la artilleria de la dicha ciudad de la Coruña" tenia en su poder "la llave del suetano de avajo de la torre de la omenaje", que desde tiempos del marqués de Cerralbo estaba ocupado con pólvora. (10)

    Don Francisco de Miranes Villardefrancos, era regidor por los años 1585, 1594, y 95 (11) y lo era todavía en 1600, fecha en que otorga testamento. Con frecuencia aparece comisionado a la corte para hacer diligencias por encargo de la Ciudad lo que hace presumir hábiles dotes diplomáticas, en especial con motivo de entregar a Felipe II el Memorial de la Ciudad, estudiado días pasados, por lo que es citado en la Cédula de respuesta de aquel monarca (año 1589).

    Don Francisco de Miranes aparece citado en los relatos del Cerco, no así entre las relaciones conocidas de los distinguidos con mercedes. En su testamento dispone ser "sepultado en el monasterio de San Francisco desta ciudad en una sepultura que está delante el altar de Sant Antonio" donde reposaban su madre y hermanas, "junto a otra en que esta sepultada Francisca Yanes mi primera mujer". En caso de que no pudiera cumplirse este deseo pedía ser enterrado "en la iglesia de Señor Santiago donde soy feligres", templo en el que se encontraba el sepulcro de "Ruy Basante mi abuelo que tiene las armas de los Vasantes y esta a la entrada de la capilla Mayor".

    Declara ser hijo de Rodrigo de Miranes, haber estado casado dos años con su primera mujer con cuya familia sostuvo largo pleito en la Rota, y estarlo entonces con María Labora, (un Labora será firmante del Voto) de la cual dejaba tres hijos: Antonio, Micaela y María monja esta última en Santa Bárbara.

    Dice haber "ydo por mandado desta Ciudad y orden suya a la corte de su magestad a negocios de Importancia... de que se me deben de Resto de mi salario los maravedis que parescera en mis papeles". Que asimismo se le adeuda dinero como "Administrador del Hospital... que en esta ciudad se fundo por mandado del Rey nuestro señor para curar y remediar los enfermos y heridos que binieron en su Real Armada la buelta de la jornada de Inglaterra", cargo que le había sido dado "por orden del marques de Cerralbo y de Andres de Alba señor del Consejo de Guerra". Esta última deuda alcanzaba a 127.000 maravedis. (12)

    Terminamos hoy nuestra información sobre los coruñeses que pelearon en defensa de La Coruña para ocuparnos ya el próximo día del Voto que un grupo de coruñeses, en nombre de los demás, instituyó en aquellos días de peligro a fin de conseguir la protección divina.

    (1, 2, 8).- P. Costanti y Vaamonde Lores-Bol. Ac. Gallega.
    (3).- A. Nieto-Bol. Ac. Gallega.
    (4)- "Bayona antigua y moderna", J. de Santiago.
    (5, 11).- Archivo M. L. C.- Libro Actas.
    (6, 7).- Colegio Notarial- Protocolos de Pedro de Rubiel-año 1599.
    (9).- Ídem, año 1594.
    (10).- Ídem, año 1596.
    (12).- Ídem, año 1600.



    VII

    Los acontecimientos de carácter bélico que hemos venido reseñando y la situación de terror y zozobra que provocaron entre los habitantes de La Coruña, movió a un grupo de coruñeses a impetrar ayuda sobrenatural, mientras que palmo a palmo defendían la ciudad invadida.

    La devoción se hermanó así con el heroísmo. Y el compromiso moral que habían adquirido unos cuantos en nombre de todo un pueblo llegó a tener refrendo posterior y oficial por los más directos representantes del mismo: su Municipio. Así consta en la documentación aportada por Andrés Martínez Salazar (1) y así vuelve a afirmarse en los papeles que hemos consultado por nuestra parte.

    En el año 1721 el regidor perpetuo de la Ciudad (don Alejo Antonio de Seijas), el Procurador General (don Antonio Sanjurjo Montenegro) y el abogado de la Real Audiencia de este Reino (el licenciado don Francisco Mosquera Vaamonde y Espantoso), hacen la siguiente declaración firmada: "que hallandose esta plaza llaue de todo este fidelisimo reino desde el dia quatro de Mayo del año pasado de Mil quinientos y ochenta y nuebe sitiado de la mas numerosa Armada que la Reyna de la gran Bretania jamas auia tripulado y dado a la vela; sus Vecinos y moradores Se an puesto en Arma para su defensa continuando el zelo y lealtad con que siempre se dedicaron asi en defensa de la santa fee como en el Real seruizio de las Magestades Catolicas pero reconociendo que ya las fueras humanas no podian resistir tanto ympetu de ereges enemigos descurrieron por medio mas eficaz ymplorar el auxsilio de la soberana reina de los Angeles haziendo boto solemne (los que el dia ocho de Mayo del dicho año pudieron concurrir en nombre de los mas Vezinos resicentes y moradores de dicha Ciudad por hallarse casi todos con las Armas unos en los Baluartes y murallas otros en la Brecha y otros en los rezintos y terreplenos de la plaza) de que librandoles esta soberana y ermosa Velona de tan molesto y penoso sitio le festejarian... el dia primero y segundo de julio de cada año segun se acredita de los papeles que presentamos".

    Añaden que habiendo sido escuchadas sus súplicas por Nuestra Señora, "dispuso milagrosamente que françisco Draque General de la Armada enemiga lebantase el sitio y se hiziese a la bela dejando esta Plaza libre de tan tirana opresion por lo cual ratificando dicho Boto esta nobilisima Ciudad ynsigne Cauildo y mas comunidades eclesiasticas sus Vezinos y auitadores el dia diez y nuebe de dicho mes y año en que consiguieron la liuertad salieron en procesion dando Grazias al gran Dios de los exercitos y a su soberana protetora" y lo habían celebrado en "la Iglesia del gran Patron de las españas el ynbito y Glorioso aPostol santiago con misa cantada y sermon por aver quemado los enemigos el Convento de Santo aDomingo donde estaua Colocada la venerada ymagen de nuestra señora lo que continuaron todos los años como es notorio y continuaran en agradezimiento de tanto venefizio" (2).

    Lamentablemente, ya apunta M. Salazar, no se conserva el acuerdo que refrendaba el primer Voto, por pérdida del Libro de Actas del año 1589. En los recién descubiertos de 1594 y 95 no hemos hallado la menor cita a la celebración del mismo (si a las importantes fiestas del Rosario) pese a haber realizado una rebusca cuidadosa y repetida. ¿Prueba, tal omisión, que todavía no se había comenzado a celebrar regularmente aquella solemnidad, después de la inicial, o a descuido del secretario en consignarlo? No es posible hacer conjeturas; el hecho es que a partir de 1604 hay constancia del Voto de la Ciudad, y su celebración el día 19, en los libros de Actas (3).

    El Voto primitivo fue divulgado en pleno s. XIX por Vedía, de la Iglesia (4) y Martínez Salazar, todos ellos bebiendo (según propia declaración) de copias manuscritas y anónimas, efectuadas en dicha centuria y de no completa coincidencia. Vedía cita también una versión impresa en Santiago en 1721 (contenida en el sermón pronunciado por Fray Juan Pacheco y Troncoso) que carecía de firmas.

    Martínez Salazar nos informa (5) que en el Ayuntamiento existían dos copias: una en su Secretaría y otra en su Archivo, de los años 1833 y 1834; imagina que Vedía y "Galicia", utilizaron una fuente similar, aunque sus versiones no concuerden enteramente. El, por su parte, hizo uso de la de 1833 que aún hoy existe en el Archivo Municipal.

    Exponemos tal lujo de pormenores porque hemos encontrado en el Archivo Municipal una nueva copia, manuscrita, del Voto, y a muy considerable distancia cronológica de las anónimas del siglo XIX, cuya poca garantía en razón de tal anonimato hizo resaltar ya Martínez Salazar. Posee, la que hemos hallado, doble valor: el ser casi contemporánea de los hechos nueve años después del Cerco y el ser copia literal y legalizada por el escribano Pedro de Rubiel.

    Por consiguiente la copia de 1833, queda reemplazada a efectos de veracidad por la copia de 1598, ambas custodiadas en el Archivo Municipal.

    En razón de su indudable importancia damos su transcripción íntegra, subrayando con mayúsculas las diferencias que presenta con la de 1833. En lo que a texto se refiere (salvo ciertas omisiones o sustitución de términos, que afectan más al estilo que al fondo) concuerdan casi por completo, en tanto que en la relación de firmas cabe hacer, gracias a este hallazgo, rectificaciones en cuanto a número y exactitud de los nombres.

    Dice así la copia de 1598.

    "En la çiudad de la Coruña dia LUNES A ocho DIAS del mes de mayo dia de San Miguel año del señor de MYLL E quinientos e ochenta y nuebe AÑOS dezimos nos los veçinos e moradores desta çiudad auitantes e Residientes en ella que aqui firmamos por nos y en nombre de los DEMAS que en ella vibieren e Residieren que profesamos E azemos voto solene a Dios nuestro señor que el dia de nuestra señora de la uesitaçion ques a dos de jullio EN CADA UN AÑO Librandonos dios nuestro señor del çerco en que al presente estamos por mandado de la Reina de ynglaterra en esta DICHA çiudad de cuyo Remedio no hesperamos umano se dira en el dicho dia en el monesterio de Santo Domingo desta çiudad La misa bisperas y sacrifiçios que suelen deçir los cofrades del Rosario y se confesaran y comulgaran todos los que entraren en esta profesion y en lugar de la comida y otros gastos profanos que el dicho dia SE suelen açer casaremos quinze doncellas a Razon de beinte ducados cada una queson treszientos ducados Los cuales se an de Repartir entre los veçinos desta DICHA çiudad que hiçieren el DICHO BOTO y mas el mayordomo que fuere de LA dicha cofradia a de dar de limosna a todos los pobres que LA UENIEREN A BUSCAR a su casa de comer y beber Pan vino carne y pescado AL dicho dia de nuestra señora Por rrazon de la comida quel dicho mayordomo solia dar a los DICHOS cofrades y DEMAS siendo NUESTRO SEÑOR seruido de alçar el DICHO çerco se ara una Proçesion general de disçiplinantes el dia que se llebantase el DICHO çerco o El seguiente = e porque al presente no podemos estender mas bastantemente esta memoria nos obligamos con nuestras Personas y bienes de lo guardar y cumplir ansy y ESTENDEREMOS esta HESCRITURA DE memoria Y la otorgamos e firmamos de nuestros nonbres = Vasco Pillado = Valtasar Tello de Guzman Chantre de la Coruña = Seuastian Barela = Ares Gonzalez = Pedro Jaspe = liçenciado VARJA = Juan López de QUEO = Francisco LABORA = Juan de San Lorenço = El Relator Osuna = El liçenciado Jeronimo Fernandez = Fernando ALONSO DE CALO = Luis Alvarez = Juan Pereira de Castro = EL LICENCIADO RODRIGO LOPEZ = JUAN DORGEIRA = DOMINGO DE CASTRO = Ares Lopez de Figueroa = Estevan Barela = El liçenciado LAYNEZ = Ventura Mosquera" (6).

    La copia de 1833 había omitido tres nombres: El licenciado Rodrigo López, Juan Dorgeira (o de Orgeira) y Domingo de Castro. Transformó los apellidos Queo en QUES; Labora en LABRA; Alonso de Calo en ASONZO DECANO; y Laynez en LAMAS.

    El próximo día nos ocuparemos del documento en que aparece incluida esta copia del Voto, y el motivo por se pedía un traslado del mismo. A la vez quedará perfilada la personalidad de uno de los firmantes, que, como se verá eran en su mayoría gente de Audiencia o coruñeses que desempeñaron cargos concejiles.

    (1, 3 y 5).- "El Cerco de La Coruña".
    (2).-A. M. L. C.- Libro de Cabildos. Años 1701-41.
    (4) Revista Galicia. 1863.
    (6) A. M. L. C.- S. XVI.- Expediente sobre el Voto.




    VIII

    La documentación en que aparece incluido el Voto, en su versión del siglo XVI, y que dimos a conocer el pasado día, lleva por fecha la de 9 de marzo de 1598. Se pide en ella el traslado de parte del testamento de Ares González que se había otorgado en 2 de mayo de 1590 ante el notario Pedro de Rubiel.

    Ares González, el cuarto firmante del Voto instituido en pleno asedio británico (8 de mayo de 1589), era escribano y secretario de la Audiencia Real de Galicia.

    Como se recordará, en el texto del Voto se hacían diversas promesas a cambio de la salvadora protección divina: funciones religiosas a celebrar anualmente el día de la Visitación (2 de julio); reparto, por el Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Sra. del Rosario, de comida a los pobres que la solicitasen en tan señalado día; una procesión de "disciplinantes", en acción de gracias, el mismo día o al siguiente de ser liberados. Finalmente "en lugar de la comida y otros gastos profanos" que acostumbraban a hacer los cofrades "casaremos quinze donzellas a Razon de beinte ducados cada una que son trescientos ducados". (1)

    Los compromisos indicados fueron cumplimentándose. Únicamente la cuestión de la dote para doncellas (por falta de documentación que lo acreditase) suscitó en algunos investigadores la creencia de que no había tenido efecto (2). Es natural que de haberse observado oficialmente tal cláusula habría de constar en los Libros de Actas, y nada de ello apareció por ahora.

    En el Voto del 8 de mayo (al de la Ciudad se le da fecha 19) los vecinos firmantes se comprometían a cumplirlo "con nuestras Personas e bienes". En lo que atañe a la dote para doncellas podemos demostrar hoy (con el expediente susodicho (3)) que no se faltó a la indicada promesa, al menos por parte de uno de aquellos coruñeses.

    Con las mismas palabras empleadas por su cumplidor, Ares González, recogemos a continuación sus últimas disposiciones sobre el caso: "En el nombre del Señor amen. Yo Ares Gonzales escrivano del Rey nuestro señor y de la Audiençia Real deste Reino de Galicia estando En mi juicio y creyendo como creo todo aquello que cree y tiene la santa madre yglesia saviendo quan çierto es el morir y no saviendo el dia ni ora dello y considerando que el alma hes ynmortal y que a de bibir eternamente para siempre sin fin En el lugar donde fuere nuestro señor servido ynbiarla ago mi testamento de la manera siguiente".

    Y prosigue: "En quatro de mayo del año pasado de myll e quinientos y ochenta y nuebe La rreina de Inglaterra puso çerco... a esta çiudad de la Coruña con el mas Poderoso exerçito por la mar que se alla en historias y coronicas antiguas auer venido sobre este rreino por la mar y algunas personas estando en este peligro hiçimos una çedula del tenor seguiente". Y lo que sigue trasladando Pedro de Rubiel, "escribano del Rey nuestro señor y del numero desta çiudad", es el texto del Voto publicado la semana pasada, y cuyas erratas tipográficas corregimos hoy al pie de estas lineas .

    Después de la inserción del Voto, Ares González prosigue manifestando en su testamento que "en cumplimiento dello ya que nuestro señor fue seruido Librarnos y ponernos en libertad mando que los onze mill maravedis de juro que conpre a Sebastian Vazquez e su mujer sirvan y sean para casamiento de una o dos donzellas pobres y huerfanas para que se den cada un año de limosna a la persona que nonbrase el Prior o suprior de Santo Domingo desta çiudad y la Justiçia e Regimiento desta çiudad de la Coruña".

    Es de observar que competía tal elección no sólo al convento de Santo Domingo, en el que estaba inclusa la Cofradía del Rosario y a la que pertenecían los firmantes del Voto, sino también a la autoridad judicial y municipal; de lo cual sin embargo no se puede deducir si era una concesión de derecho a una fórmula (semi oficial) buscada por el propio otorgante. Desde luego años más tarde, en pleno siglo XVIII, el Ayuntamiento y la Audiencia ocupaban sitiales de preferencia en las reuniones de la Cofradía (4).

    Y Ares González termina así la exposición de sus deseos: "Digo que se den todos onze mill maravedis a una doncella huerfana porque para dos hes poco y se le entregue a la dicha Justiçia e Regimiento la hescritura questa en mi poder y con esto suplico a nuestro Señor sea seruido por su mesirecordia Rebellarme del dicho Voto por no Poder mas". Se titula a mi mismo "escriuano de su magestad e uno de los quatro de asiento".

    Deja por cumplidores de su testamento a Gomez Alvarez de Cardoso y "al capitan Juan Barela". Este defensor de La Coruña figurará además como testigo, que también lo será un firmante del Voto, Pedro Jaspe, sobrino político de aquél. Omitimos los restantes testigos por no tener conexión conocida con el Cerco.

    Tomando como punto de partida estas disposiciones testamentarias, el 9 de marzo de 1598 "Pedro Dominguez barbero veçino desta çiudad y como veçino y conjunta persona que soi de Antonia Fernandez mi muger digo quel secretario Ares Gonzales que fue de la Real audiençia deste Reino al tiempo que se falleçio desta presente bida en el testamento con que moria dexo por vna clausola del que cada un año casaren en esta çiudad çiertas donzellas y moças pobres y que casandose y belandose a la ley de la santa madre yglesia la diesen y dotasen para su casamiento a cada una dellas onze myll maravedis".

    Por consiguiente pedía a la autoridad que Pedro de Rubiel "en cuyo poder hesta me de dicho traslado signado y en publica forma", y a la vez reciba su declaración de "que soy casado y belado con la dicha Antonia Fernandez y acemos vida maridable El vno con el otro". El Teniente de Corregidor "licenciado Aro" ordena al entonces escribano Antonio García Salgado, requiera de Pedro de Rubiel el traslado que se pedía, quien así lo cumplimenta.

    Los papeles anejos a este expediente nos dan noticia de la trayectoria que siguió la propiedad de los "onze mill maravedis de juro perpetuo sobre las alcaualas de la villa de Bayona" que compró Ares González a Sebatastián Vázquez de Moscoso, regidor, y a su mujer Beatriz López Polanco, que lo había recibido en herencia. Estos "onze mill maravedis de juro biejo situados en la alcaualas e rrentas de la billa de bayona de miñor", se remontan a Albar Páez de Sotomayor, que lo había obtenido por merced de Enrique IV en 1465 y vende su hijo el Conde de Camiña.

    La escritura de venta entre Ares González y sus últimos propietarios se otorga en "el coto de Labañou", compareciendo como testigos, entre otros, "Juan Varela el moço... veçino del dicho coto de Labañou", que nos inclinamos a identificar con el capitán de igual nombre que años después (lo que va de 1588 a 1590) figura como uno de los testigos y albaceas con acasión del testamento otorgado por Ares González.

    Los papeles hallados no permiten conocer si las pretensiones de Pedro Domínguez y su mujer Antonia Fernández tuvieron o no éxito. Es de suponer que sí, ya que la documentación exigida y exhibida parecía estar en regla.

    El próximo día veremos que la generosidad de Ares González, en favor de los menesterosos y desvalidos, se patentizó de nuevo.

    (1,3) Archivo M. L. C.- S. XVI.- Expediente sobre el Voto.
    (2).- A. Martínez Salazar "El Cerco de 1589".
    (4).- A. M. L. C.- Libro de Cabildos. Años 1701-41.

    IX

    Después de hallar el expediente que venimos estudiando (y nos trajo conocimiento de la más antigua versión del Voto, del cumplimiento de la dote para doncellas pobres por uno de los firmantes del mismo y la consiguiente reclamación de los once mil ducados por quienes se consideraban con derecho a aspirar a este beneficio) nuestras pesquisas se orientaron a localizar el testamento completo de Ares González por creer que nos brindaría material capaz de configurar su personalidad.

    Nos interesaba en especial su faceta de filántropo, ya que se le tenía también por fundador de un hospital en nuestra ciudad. Nos ocupamos, por consiguiente, en revisar los protocolos notariales de Pedro de Rubiel (1), escribano ante el cual Ares González había otorgado su testamento en 1590. Pero por uno de esos desafortunados azares, tan repetidos en el ámbito de la investigación, habían desaparecido, precisamente, las escrituras de tal fecha, de cuya existencia, sin embargo, se nos había informado en 1866 (2).

    Faltos de tan importante fuente informativa (sin duda en el testamento se determinarían las condiciones de la donación) nos vemos precisados a ceñirnos a las noticias que nos procuran los Libros de Actas de 1594 y 95, recién aparecidos en el Archivo Municipal. Nos será posible (de todos modos) ofrecer datos desconocidos, en razón de haberlo estado hasta ahora la fuente que vamos a utilizar, y engrosar así lo que nos han dicho sobre la vida hospitalaria coruñesa investigadores de tanta solvencia y entusiasta dedicación como son Félix Estrada Gallardo (3) y don Miguel Parrilla Hermida (4).

    El Hospital cuyos orígenes vamos a perfilar es el llamado del Buen Suceso y de la Quinta Angustia. Estaba situado frente al costado del jardín de San Carlos, en zona en que se eleva el actual Hospital Militar (que lo reabsorbió) y próximo a la vieja ermita del Espíritu Santo.

    Se conoce la existencia (en 1589) de cuatro hospitales: el de los Ángeles (que pereció en el ataque), los de San Lázaro y San Andrés (afectados con incendios) y el de la Colegiata. Nos cuesta comprender el serio panorama sanitario que tenía planteado una ciudad que, como La Coruña, estaba experimentando tan franco crecimiento.

    Con un año de anticipo a la llegada de una provisión real que pedía en mayo de 1595 informes sobre los hospitales de la ciudad "para que se haga otro a donde se recoxan los pobres enfermos", Ares Gonzalez, a quien vimos preocupado en dotar a pobres doncellas, extiende su acción benéfica a la creación de un Hospital para menesterosos, dejando un importante legado a la Ciudad para que hiciese frente a la misma.

    En su notable estudio sobre hospitales don Félix Estrada Gallardo asigna a este legado la fecha de 1588 (como cláusula de testamento) y la de 1590 a su construcción. Ignoramos la fuente utilizada: por la documentación dada a conocer en los pasados días vimos que el testamento es de fecha 2 de mayo de 1590, y por los papeles ahora consultados (5) se verá que todavía no estaba iniciada su construcción en 1594.

    En 3 de febrero de este último año, el Procurador General don Juan de San Lorenzo (que es el nº 9 de los firmantes del Voto) se queja de que aún no se haya iniciado el Hospital, lo que da lugar a un acuerdo del Consejo resolviendo que "se aga el hospital que dexo hordenado el Sr. Ares Gonzalez defunto para que se busque una casa o dos juntas a comodidad dentro de la çiudad".

    En 19 de marzo vuelve a insistir San Lorenzo en idéntica pretensión y en la necesidad de nombrar comisionados que se ocupen del asunto, a fin de cumplimentar lo dispuesto por Ares González que "dexo ochocientos ducados y hasta ahora no se han señalado las casas heçeto dos que estan en la Herreria". Puntualiza que no existirá problema de tipo económico ya que "el dinero se ofrecen los cumplidores darlo", tan pronto recaiga resolución del Ayuntamiento. Estos dos cumplidores del testamento, ya lo hemos visto y lo repetirán las Actas, eran el capitán Juan Varela y Gomes Álvarez Cardoso.

    Más adelante (26 agosto) los señores regidores justifican la demora sufrida por los problemas derivados de la guerra, no siendo el de menor monta la escasez de edificios que padecía la ciudad después de la destrucción experimentada en el año crucial de 1589. Se revela, en efecto, este problema en los conflictos que creaba el alojamiento obligado de gente de guerra o de la Audiencia, una y otra numerosa y exigente.

    Explican los regidores que "aviendo ocupado las pocas casas comodas donde se pudiera hacer y visto en la muralla cabeça de la mar por detras San Francisco y el Espiritu Santo", se había determinado elegir aquellos terrenos por ser aptos, a causa de tener "la agua y sitio y fuente junto".

    Hecha la elección de lugar, se designa a dos regidores (Don Francisco de Miranes, de quien ya hemos hablado, y Don Felipe Alonso de Calo, a no dudar pariente de otro de los firmantes del Voto) con objeto de entablar relación con el maestro de cantería Pedro de Cagigal y el maestro de carpintería Gregorio Romero "para que den la traça de lo que se ha de hazer" y se les impongan las condiciones de rigor.

    Transcurriría un año, desde la iniciación de estas gestiones, hasta que se declare (27 de febrero de 1595) haberse rematado la obra de los artesanos antes citados "en mas baxo precio", la obra de cantería en quinientos treinta ducados, la de carpintería no se determina pero en las libranzas reseñadas aparece abonándose a Romero ciento sesenta y cinco ducados "a buena cuenta de lo que a de aver por la obra del ospital" (diciembre de 1595).

    El pago por parte de los cumplidores, tuvo sus incidencias. En principio aparece el capitán Varela resistiéndose a hacer las entregas, creciendo las dificultades con su marcha a "la corte de su magestad a negocios", sin que se especifique por qué causa y negando librarlas a nombre de Álvarez de Cardoso que "hera tambien cumplidor del testamento del dicho Ares Gonzales". Los fondos terminan por ser depositados en manos de Vasco Pillado, escribano de asiento de la Real Audiencia y primer firmante del Voto.

    Este legado llegó a ser útil a la ciudad, como anticipo que tomó para comprar trigo a instancias de la Audiencia "por causa de que se tiene nueba que la Armada ynglesa hes salida de ynglaterra y no se save para donde" se dirigía (6). Es evidente que la reciente experiencia mantenía a los coruñeses en franca alerta.

    Suponemos que dado el ritmo que llevaba la obra, el Hospital del Buen Suceso se habrá rematado dentro del siguiente año de 1596, mas la carencia de documentación no nos ha permitido comprobarlo.

    Encontramos nuevas referencias por el año 1602 relativas a esta fundación, y de ello nos ocuparemos el próximo día, pero dentro de 1595 hallamos esta curiosa noticia: que "se traslade en este libro la declaracion que se hizo por testimonio de la odvocacion que a de tener el dicho hospital y las letras que a tener los escudos de Armas de su magestad y de la Ciudad y del dicho Ares Gonzales fundador". ¿Qué pudo haber sido de tales piedras de armas?

    (1) Colegio Notarial.
    (2) Antonio Minch y Fernández: "Catálogo descriptivo de los escribanos antiguos..."
    (3) "Apuntes sobre los Hospitales de La Coruña".
    (4) "Historia del Hospital Militar de La Coruña".
    (5, 6) Archivo M. L. C.- Libros de Actas.- Año 1594-95.



    X

    Por las noticias que nos suministra el Cardenal Hoyo (1) (registradas en parte por el señor Estrada Gallardo) sabemos que en los primeros años del siglo XVII el Hospital del Buen Suceso, fundación debida a Ares González, constaba de "un quarto largo que va corrido hacia San Francisco y sólo tiene un alto y un baxo y en la testera del quarto alto ay una capilla y altar en que se dice misa", y que en esta última había "una imagen de bulto de Nuestra Señora de las Angustias, un crucifijo de bulto, un San Cosme y San Damián", entre otros objetos religiosos.
    Se ignoran los servicios sanitarios de que disponía. Su exiguo ajuar nos da medida de la capacidad del centro: 9 camas, "cinco con ruedas y las quatro en cajas", 23 sábanas, 16 almohadas, 18 mantas, 6 jergones... El agua se la suministraba una fuente cercana, la única de la ciudad vieja (si bien existían muy abundantes pozos), a decir del Cardenal Hoyo, y "de tan poca agua que se puede decir que no hay ninguna".

    En sus primeros años vivía aún con mayor penuria este reducido Hospital coruñés, según se desprende de las Actas de 1603 (que sospechamos no vieron Vedía ni Martínez Salazar, pues ambos fijan el período carente de ellas entre 1589 y 1606), durante el cual se ve amenazada, en cierto modo, la vida de aquella institución.

    El 17 de mayo del referido año, el Hermano de San Juan de Dios, Juan López Piñeiro, que venía atendiendo el Hospital, se dirige al Ayuntamiento en solicitud de un lugar "junto a la hermita de San Juan" con el propósito de "fundar el hospital de su orden" (2). Esta petición da lugar a un movido debate entre los regidores, partidarios unos y opuestos los otros a esta concesión.

    Don Felipe Alonso de Calo (más tarde, en 1605 y 1608, administrador del Hospital) es el que argumenta con más lujo de detalles su voto en contra. En primer lugar por considerar que el lugar está en exceso cercano a "la muralla desta ciudad" (inconveniente no desdeñable para tiempo de guerra); en segundo, porque tal concesión traería por consecuencia que "el hospital que dexo dado Ares Gonzales vaya en disminución"; en tercer término, por "questa çiudad hes muy pobre y no puede sustentar tantos hospitales" sin olvidar que el que funcionaba precisaba de atención ya que "no tenia camas ni alcobas donde recoger los enfermos". Advertía que de instalar los Hermanos de San Juan de Dios hospital propio, abandonarían el cuidado de aquel y así "se pereciese". Proponía que, en última instancia, se les "señale sitio en el Campo del Spiritu Santo junto al dicho hospital", con lo cual sin duda el regidor pretendía que aquellos religiosos simultaneasen el cuidado de ambos centros.

    Pero el criterio expuesto no prospera. La mayoría se pronuncia a favor de la concesión del terreno "por ser de mucho provecho para los pobres y enfermos desta ciudad y su contorno" la labor de aquellos Hermanos. Recae, por lo tanto, acuerdo por el que el terreno junto a la ermita de San Juan "se le dé a los dichos hermanos para fundar el dicho hospital", ateniéndose a las condiciones que redactaría el Municipio.

    En ninguno de los trabajos que se han ocupado de este tema, hemos visto alusiones a este nuevo hospital en proximidades de la ermita de San Juan, si bien hay que presumir que, una vez acordada su concesión, haya funcionado algún tiempo.

    Parece que hubo una etapa que el Hospital del Buen Suceso lo ocupó "la gente de Holanda que venía a cargo de don Juan de Aguila y en este inter se murió el dicho hermano y el hospital quedó en manos y poder del administrador de la gente de guerra; y con esta gente de guerra se destruyó y consumió toda la ropa que había en el hospital y se empeñaron los ornamentos... y estando en este estado el dicho hospital y que se le servía en cerrar en él carneros y dormir en él un moço de los frailes de San Francisco, el qual tenía la llave de la puerta de arriba y la de abajo abierta y la una de las puertas caída" (3).

    Esta situación indujo al Conde de Caracena, Capitán General y Gobernador del Reino, y al Arzobispo Maximiliano de Austria a ocuparse del Hospital y enviar a él al Hermano Obregón, Pedro Requeijo. Este cambio debió producirse después de 1603 (en esta fecha aún estaba el hermano de San Juan) y antes de 1607 (en que había cesado el Conde de Caracena).

    Los bienes de que inicialmente disponía el Hospital no eran muy abundantes. La Ciudad había aportado, para rematar la construcción y agregar a los 800 de Ares, 70 ducados, y de sus propios contribuyó con la suma de tres reales diarios durante un período de cuatro años, además de pagar "al licenciado Mendez, médico, veinte ducados" y "quarenta ducados de medicinas al boticario" (4). Durante el mismo tiempo, la Audiencia estaba obligada a entregar para sostenimiento dos reales diarios, y aún el hermano Requeijo obtuvo de S. M. que se destinasen al hospital "las condenaciones que aplicasen para los presos de la cárcel... los quales hallo S. M. que la dicha Audiencia no los pagaba" (5).

    El Hospital del Buen Suceso fue favorecido con diversas donaciones del Capitán General Conde de Caracena, y de los Arzobispos de Santiago, don Juan de San Clemente Torquemada y Maximiliano de Austria, y enriquecida años después con numerosos legados, siendo el más importante el de don Rodrigo González Candame, gran terrateniente y generoso mecenas, que le legó todos sus bienes.

    Se declara, en papeles que hemos revisado, "vecino de la feligresía de Santa María de Loureda... hijo lexitimo del capitán Jácome de Coiro Bermúdez y María Correa... nieto de Rodrigo Gonzales de Candame", y manifiesta que "por particular afición que tiene de fervor a la Virgen Nuestra Señora de la Soledad e para el ospital desta çiudad de la Coruña de dicha adbocación y los hermanos del y pobres enfermos que al dicho ospital" concurriesen, y por el hecho de no tener "hija ni hijo a quien dejar sus vienes y hazienda" otorga una escritura de "donación pura perfecta e ynreuocable... al dicho ospital... hermanos del o al patron o patrona que del dicho ospital fueren" (6).

    El Patrono, que era el Ayuntamiento, toma posesión del legado el 30 de diciembre de 1634 (seis días después de hecha la escritura) de manos de González Candame que fallecería el 1 de octubre de 1636.

    El Hospital del Buen Suceso o de la Quinta Angustia, fundado expresamente para pobres de la ciudad, alojó sin embargo con frecuencia gentes de guerra. Recordemos la alusión del Cardenal Hoyo. En 1603, se dice también que el dicho hospital "a estado ocupado y esta de presente con muchos soldados enfermos de las Reales armadas que ubo hasta agora como de los presidios y aun por no caber algunas bezes en el fue necesario sacarlos al hospital de Santo Andres" (7).

    Y apoyan estas noticias con otra información: que "desde su fundacion sienpre a estado y estubo ocupado con municiones del rrey nuestro señor de sus Reales armadas con polbora cuerda y balas y otras cosas tocantes a la dicha Armada por lo que a sido fuerza quitar la imaxen de la Quinta Angustia del dicho hospital y llevarla a la hermita del Hespiritu Santo a donde estubo mucho tienpo mientras el dicho hospital estubo ocupado y después que se fue la Armada deste puerto que se hizieron ciertas alcobas para rreparo de los enfermos de la çiudad como el fundador del dicho hospital lo mando siempre" (8).

    Estos datos refuerzan los suministrados por los investigadores citados el pasado día (9) respecto a haber servido de alojamiento para enfermos militares, lo cual no será sin protesta del Concejo que defiende su destino civil, ya que el hospital se había fundado para "los enfermos desta ciudad y no para soldados pues ellos tienen de por si administrador y personas que los gobiernan y curan como hes la casa que al presente hesta junto a nuestra Señora del Campo" (10).

    Aseveración que parece dejar sentado algo que con agudeza había supuesto ya don Miguel Parrilla: que el Hospital Militar se inició en el segundo período de mandato del Capitán General don Diego de las Mariñas (a principios del s. XVII) y no en su primera etapa (fines del XVI). La Colegiata poseía con anterioridad un hospital para gente de guerra, que es el que se menciona en 1603, sin que se señale otro de tal carácter.

    El Hospital del Buen Suceso, derruido en la explosión del polvorín de 1658, fue restaurado gracias a la campaña hecha entre el pueblo, que hasta "salieron los regidores a pedir limosna por la ciudad y el fruto debió de corresponder a sus piadosos esfuerzos, pues en abril de 1659 estaba ya abierto de nuevo" (11). En 1792 fue trasladado este centro sanitario a nuevo local, cedido por otra benefactora de La Coruña: Teresa Herrera, naciendo de este modo el Hospital de Caridad, y perdiéndose el nombre del Buen Suceso. También desapareció el viejo edificio al pasar a propiedad del ramo de guerra en 1860 por la cantidad de 32.000 reales, a fin de ampliar el solar para el Hospital Militar.

    Quien desee emprender la historia del Hospital del Buen Suceso (y el de Caridad) hallará en nuestro Archivo Municipal copioso material informativo: libros de enfermos, de bienes legados, de pleitos suscitados por los mismos...

    Nosotros interrumpimos aquí nuestras noticias sobre el Hospital del Buen Suceso o de la Quinta Angustia, ya que nuestro propósito era ceñirnos a recoger datos de sus primeros días, en lo que aún tuvieran de proyección y consecuencia del Voto por ser su fundador Ares González, uno de los que lo suscribieron aquel duro mes de mayo de 1589.

    (1, 3, 5).- "Memorias del Arzobispado de Santiago".
    (2, 7, 8, 10).- Archivo M. L. C. Actas 1603 (comprende de 1602-6).
    (4).- Ídem 1605 (ídem).
    (6).- Archivo M. L. C. Beneficencia. Hospital del Buen Suceso.
    (9).- Estrada Gallardo y Parrilla Hermida.
    (11).- Vedía "Historia de La Coruña".



    XI

    Prosiguiendo nuestro propósito de ocuparnos de la personalidad de algunos de los firmantes del Voto, pasamos a tratar del personaje que encabeza la lista de los comprometidos a cumplirlo.

    Era este primer firmante Vasco Pillado de Luaces, perteneciente a la Real Audiencia de Galicia, al igual que Ares González de quien hemos hablado con antelación en razón del interesante hallazgo de una cláusula de su testamento relacionada con el Voto.

    Pillado fue, según propia declaración, "escribano de asiento y secretario de las cosas de guerra" de la Audiencia. En su testamento, formado de "dos ojas de papel ylo" y realizado ante el escribano Antonio García Salgado, el 7 de mayo de 1599, instituye "por mis universales herederos a Diego Miguel Francisca y Antonio mis hijos lexitimos y de María Oanes Patiño mi mujer para que los lleuen y gocen por iguales partes". Declara a esta última "tutora y curadora" de aquéllos y "les mando a los dichos nuestros hijos que sean muy obedientes y no salgan de su mandado". Entre los testigos aparecen los capitanes Juan Pillado y Martín de Herrera.

    Pudimos conseguir ésta y las restantes noticias que a continuación expondremos, gracias a la amable atención de nuestro buen amigo Andrés F. Albalat, que nos proporcionó un curioso expediente que tiene como protagonista la casa primitiva, que existió a fines del s. XVI en el lugar que hoy se levanta (acrecida con solares anejos) la número cuatro de la calle del Príncipe. De la traza antigua se conservan actualmente vestigios.

    El dato más remoto que recoge el expediente citado es la protesta que formuló Vasco Pillado ante S. M. por ocupación de la casa que le pertenecía, por el oidor de la Audiencia, don Alonso Muñoz de Otalora. Basaba su petición en que estaba prohibido a los Alcaldes Mayores "tomar ni tener cassas de apossento" y que contraviniendo tal ley se había ocupado la suya, adquirida en 1598 a "los herederos del canonigo Rodrigo Patiño".

    Consideraba Pillado que los Alcaldes Mayores no tenían necesidad de ella "por estar todos bien apossentados y auer en la dicha çiudad ademas de las casas que teniades (se expresa S. M. en la Cédula) otras muchas que se alquilaban tales y tan buenas y en que abiades acostumbrado bivir los dichos alcaldes mayores e no teniendo el dicho (Pillado) ... otras ningunas mas que las dichas casas que auia conprado e pagado para su bibienda no le consentiades entrar en ellas ni en parte alguna dellas, ni en la dicha Huerta pretendiendo demas desacomodarle de bibienda que perdiese el precio que le auian costado en lo cual se le azia notorio agrauio".

    Ante estos hechos el rey ordena que Muñoz Otalora abandone la casa "que asi le teniades tomada e se le dejasedes entrar a bibir y azer della su voluntad".

    El oidor Otalora manifiesta haber hecho "çiertos perfectos en la casa", por lo cual propone que su propietario nombre tasador para calcular los gastos originados, a fin de descontarlos de los alquileres pendientes de abono. Responde Pillado que aunque "dichos perfectos no se avian echo de su consentimiento siendo la casa suya y se pudiera bibir sin ellos", aceptaría "lo que su merced dixera por su palabra como cauallero aver gastado en los perfectos utiles y necesarios sin que se tasen".

    A esta confianza de buen tono adoptada por Vasco Pillado no parece corresponder el oidor Muñoz de Otalora, ya que fallecería el primero sin ver libre su casa y después de su muerte su inquilino iniciará un pleito con la viuda que tendrá que reiterar, en 1601, petición de justicia al rey.

    Aspiraba María Oanes a que fuese cumplimentada la Cédula Real y en su consecuencia el licenciado Otalora "uno de los alcaldes mayores que la abia y tenia" abandonase el inmueble y abonase los alquileres "a razon de cinquenta ducados por año", según normas de la provisión real.

    Las pretensiones de Otalora aparecen respaldadas por el Gobernador y Alcaldes Mayores que argumentan ante el monarca que las cartas y provisiones de él emanadas "auian sido ganadas con siniestra relacion"; que ellos venían pagando religiosamente "sus justos alquileres... conforme a la tasa que azian los tasadores nonbrados por esa dicha Audiencia y la Ciudad de la Coruña", tasa que se había cifrado en doce ducados anuales; que la casa solían habitarla los Alcaldes Mayores y que la "auia conprado Vasco Pillado por cuatrocientos y cinquenta ducados maliciosamente" porque sabiendo que no tenían dónde instalarse, forzosamente habían de acudir a su vivienda. Finalmente dicen que se hallaban en la precisión de hacer uso de ella "por aver tanta gente y falta de cassas en tanto grado" que algunos de sus alcaldes no disponían de alojamiento y que "una que solía ser del conde de Lemos le auiamos conprado para nuestra Artilleria".

    Por si no fueran pocas estas razones añadían que existía un "decreto del Acuerdo que ninguno pudiesse conprarlas si no fuese dando aposento a la dicha nuestra Audiencia capitanes y soldados y gente entretenida", pero que la casa no ofrecía posibilidad de "particion porque no tenia mas de cinco aposentos muy pequeños una bodega y caballerissa", por lo que estimaban que no podría "uiuirla persona casada sino sienpre soltera". Las piezas de la casa eran: "aposento en el que duerme su merced", aposiento de pages", estudio, sala, cocina (un corredor), bodega y caballeriza.

    Estas protestas, cuyo fondo abusivo es fácil adivinar, fueron desechadas por Felipe III que resuelve la discusión a favor de María Oanes, ordenando al oidor Otalora abandone la casa, si su dueña desea habitarla, en el plazo perentorio de tres días, imponiendo el pago de dos ducados por cada día de demora; a no ser que su dueña optase libremente por alquilarla. Con referencia al atraso de alquileres debería pagarse por ella "lo que justamente mereciere".

    Por auto de 20 de agosto, María Oanes declara que "queria y quiere uiuir y auitar por su persona hijos y familia las casas que tiene y dejo el dicho su marido en esta ciudad... en las quales auia uiuido al presente el Sr. licenciado don Alonso Muñoz de Otalora oydor deste rreyno". El conde de Caracena (Capitán General y Gobernador) hace, pues, cumplir la provisión real, y el 23 de agosto aparece el oidor abandonando la casa a la que se traslada la viuda de Vasco Pillado con su familia.

    Parte de su justo pleito había sido ganado, pero las cosas no habían de ser tan sencillas para María Oanes, enfrentada con una clase todopoderosa y privilegiada, entre la que llega a hacerse un frente común de tal talla que la pondrían en situación de no hallar letrado que quisiera ocuparse de su defensa.

    Es claro que lo que se discutiría entonces no sería la permanencia en la casa, ya desalojada, sino la cuantía de la deuda de Otalora sobre alquileres, que habría de mermar con el coste de la obra efectuada en el edificio. La ambigua frase de la provisión real que determinaba se pagase por ella "lo que justamente mereciere", dejaba a María Oanes a merced de la Audiencia y daría lugar a reiteradas discusiones, aunque a través del expediente puede contemplarse la energía con que defendió sus propios derechos y los de sus hijos.

    Las cuentas se hicieron a razón de doce ducados anuales el alquiler, contando el tiempo del mismo desde el 12 de enero de 1599 a septiembre de 1601. Traducidos en reales resultó que Otalora había invertido en obras 246; como la deuda de ocupación fue tasada en 352, quedaba a percibir por la propietaria un resto de 106 reales.

    Para llegar a estas conclusiones Muñoz de Otalora presenta cuentas, testigos e información, de la que entresacamos estos párrafos: que a "Felipe de Porras probedor que fue de la Armada (inquilino anterior a Otalora)... se le murió en ella un hesclavo suyo de peste y queriendose el señor oydor hir a la dicha casa el licenciado Pero Vasques medico desta rreal Audiencia le consejo y dio de parezer que en ninguna manera se pasase a ella sin que primero hiziese calear y blanquear todos los aposientos de la dicha casa por la infiççion que en ella podia aver".

    Disconforme con la resolución de la Audiencia, María Oanes insiste en reclamar sus cuarenta ducados anuales, y eleva al mismo tiempo una queja al Gobernador (anunciando sus propósitos de apelar al Rey y a su Consejo) de que "por ser el dicho pleyto con el dicho señor oydor ningun letrado ni procurador no me quiere ayudar en este pleyto ni azer sus oficios como hestan obligados". Suplica al Conde de Caracena que "su señoria mande que qualquiera abogado y procurador de esta Audiencia... me ayuden en el dicho pleyto que hestoy presta a pagarles sus derechos".

    El sentido de la responsabilidad y del deber de los letrados (no nos detengamos ya en su moral) debían de andar harto relajados, cuando pese a las órdenes del Conde de Caracena de que "a Maria Oanes la ayuden el letrado y procurador que señalare so pena de veynte ducados" de multa, seguimos leyendo como el doctor Carnero de Villar declina el nombramiento para que "otro abogado hiciese dicho negocio que el tenia muchas causas", y que la interesada continúe declarando que no encuentra escribano que la defienda.

    Aunque por hallarse deteriorada seriamente la última hoja de este expediente no podemos decir con certeza cuál fue el fallo recaído, parece haber sido en contra de la viuda de Pillado.

    De estos papeles sacamos que la casa había sido ocupada anteriormente por los oidores Antonio de Pedrosa, Luis de Godoy y Lorenzo de Mesta; por el capitán Felipe de Porras y finalmente por Muñoz de Otalora.

    Como sucesivos dueños se citan a Juan Barreira, Alcayde de la Cárcel, Luis de Aguiar y Lope de Lago Patiño, antes de pasar a Pillado. Desde entonces permaneció en la familia como vínculo de mayorazgo (a la par que la escribanía concedida a Vasco Pillado por Felipe II, en virtud de sus merecimientos en tiempos del Cerco) hasta que en la segunda mitad del siglo pasado el heredero (y viudo) de doña Benita Gundín Garza, de apellido Espada, procede a su venta. Pasa de esta forma a la familia Jaspe-Moscoso a la cual se la adquiere en el siglo actual la familia F. Albalat-Lois, en cuyo poder permanece.

    Agradecemos desde aquí los datos a la familia F. Albalat y asimismo los contenidos en el último párrafo que debemos a la amabilidad del ilustre jurista don Benito Blanco Rajoy y Espada, descendiente de Vasco Pillado, personaje coruñés del que seguiremos ocupándonos.

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