Autor: María Jesús CARRERA ARÓS y Andrés PENA GRAÑA
miércoles, 15 de marzo de 2006
Sección: Lenguas
Información publicada por: crougintoudadigo
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CONSIDERACIONES SOBRE LA CASA CASTREXA CON BANCO CORRIDO: [A FESTA RACHADA] SIMBOLOGÍA Y PROTOCOLO EN EL BANQUETE INDOEUROPEO

Caracterizaba a nuestra Europa desde la Protohistoria a la Edad Media la existencia de una miríada de territorios políticos autónomos o tribus al frente de príncipes de carácter hereditario, sede de oligarquías nobiliares (PENA 1992; BRUN : 1987; ARNOLD :1991, FISCHER:1995)

TREBAD



Caracterizaba a nuestra Europa desde la Protohistoria a la Edad Media (1) la existencia de una miríada de territorios políticos autónomos o tribus al frente de príncipes de carácter hereditario, sede de oligarquías nobiliares (PENA (2) 1992; BRUN (3): 1987; ARNOLD (4):1991, FISCHER(5): 1995) unidas por lazos de parentesco instaladas sobre una estructura campesina agrícola y ganadera, que según PENA configuran un mundo de relaciones mutuas indoeuropeo y caballeresco, con un probable origen Atlántico, en el Neolítico (RENFREW (6), PIGGOT (7)).


Basándose en la rectitud del soberano fundamentalmente (como la Trebad estudiada por MC CONE: 1995 en Irlanda y en Galicia por PENA (19)), el aspecto material abarca todo lo que está relacionado con la provisión de alimentos y a través de la hospitalidad con su dispensa, asimilándose a la conducta regia la prosperidad del estado en su aspecto más general: la abundancia de alimentos en el país durante un justo reinado, la fertilidad de los campos, incluyendo la conjura de las sequías y de los temporales (9) y la protección universal contra las plagas.

Expresándose este mundo de señores y campesinos, de complejas relaciones de clientela (BENVENISTE 1969 (10)) a través de unas pautas sociales e institucionales, de un vocabulario simbólico caballeresco amplio que comprende a la concepción misma de la soberanía y de la sociedad (Mc CONE: 1990) tanto en su aspecto material (fecundidad, provisión de alimentos y hospitalidad), social (actividad guerrera, rango o marcialidad del grupo social: reyes, nobles, hombres libres y siervos) como mental o moral, entre iguales a través de las relaciones horizontales personales, o entre gentes de desigual rango y fortuna en las relaciones verticales, esto es, señores / vasallos, amos / siervos.

Todos concebidos como una familia juegan su papel en un sistema donde el “ser” y el “saber estar” es más importante que el “tener”. Un sistema fundamentado en mutuas obligaciones, en la solidaridad familiar, en la exaltación de la virtud individual, en el cumplimiento del deber, en la lealtad y en la bona fides. Un sistema por el que pasan pero en el que no encajan los mercaderes.

La Tierra, la soberanía encarnada en una Diosa Madre, es quien acepta al soberano que ha de gobernarla (11). Convertida en una única y a la vez triple divinidad femenina, de la propiciación de bienes materiales al buen gobierno se encarga la Tierra, la Patria, la Nación. El rey celebrará con ella en la ceremonia de su entronización una hierogamia, unas nupcias sagradas pues es ella misma quien lo elige, según el principio celta: el rey exige la soberanía escoge (12) -.

Quizás podría probarse la antigüedad de esta ceremonia en Galicia por el testimonio de los llamados bronces votivos (13), como los del Museo Arqueológico Nacional; el llamado “machado” votivo de Cariño, del Museo arqueológico de A Coruña; los bronces con escenas de sacrificios votivos del Castelo de Moreira y del Instituto de Valencia de Don Juan, etc. estudiados conjuntamente por primera vez y datados al parecer en el s. III a. C. por Antonio BLANCO FREIJEIRO.

Estos bronces con innegable sentido plástico y un orden que parece particularmente estudiado, con una profusión de animales y de objetos de tipo simbólico, de manera tridimensional, representan y figuran unas escenas de sacrificio que pienso, como ya se tiene dicho, que pudieran estar relacionadas con el concepto clásico arriba mencionado de la soberanía celta y con la ceremonia de entronización indicada (PENA: 1995), tanto por la presencia del torques (en el siglo III a. C.) como por la representación de una posible crin de caballo, con frecuencia en el astil sobre el que se desarrollan las escenas de los bronces mencionados, primorosamente trenzada, remitidas al conocido ritual védico del Ashvamedha, ceremonia ya estudiada y comentada por autores numerosos (14).

Los enigmáticos bronces votivos se hubieran podido realizar acaso para conmemorar ceremonias de entronización de príncipes territoriales del Noroeste Atlántico, en la que, simbólicamente figurado, estaría tal vez presente el sacrificio de un caballo o de una yegua, al parecer en casi todos ellos, trenzada, una posible crin de caballo (15). Si se acepta como parecen sugerir que los elementos simbólicos y faunísticos representados podrían aludir a rituales relacionados con el matrimonio reseñado del rey con la Soberanía o con la Diosa Madre, si esto fuera cierto, estos bronces podrían ser los únicos casos documentados en la plástica de toda la Céltica de una ceremonia de entronización.

La provisión de alimentos apuntada, en el sentido más amplio, y la dirección de la guerra son los principales aspectos mágico-contractuales de expresión de la soberanía Celta.

La guerra de estos príncipes es caballeresca, es el escenario del honor y de las reglas de cortesía donde en el ethos caballeresco indoeuropeo se oponen y preceden al disciplinado bellum el desafío, el combate singular, el duellum del latín arcaico.

La valentia en el combate cuerpo a cuerpo, distingue al héroe, al campeón -al Goliat indoeuropeo del artero David, que, a distancia, con una honda, lucha arteramente rehuyendo con deshonra el combate singular propuesto por aquel- y con su esfuerzo personal le garantiza la estima de los compañeros de armas y fatigas y, ya en la tranquilidad de la paz, un honroso lugar en la mesa del señor por quien se ha esforzado con su cuerpo, una copa, distinguida entre las demás y el bocado reservado del campeón (16) que todos apetecen.

Esta consideración de la alta virtud moral e individual del guerrero fué ya entre los germanos, tan afines a los celtas en sus costumbres, señalada por Tácito al referir que era habitual que “existiese una rivalidad grande entre los campeones por conseguir el primer lugar ante el jefe y que los jefes pugnasen por tener el séquito mas numeroso y esforzado” (17) y dará lugar a una jugosa y abundante literatura medieval irlandesa en torno a la llamada porción del campeón.

HOSPEDEROS Y ANTIHOSPEDEROS

Citando a McCONE, PENA (18) trató la función del hospedero o briugú irlandés señalando al estudiar el origen del “censo” medieval (19), mencionado en los contratos medievales de locación-conducción, como se establece para el colono cierta cláusula que obliga a dar de comer al señor y al séquito que le acompaña cada vez que acude este a alojarse y a cobrar en la casa de aquél las rentas. Esta figura aparecería contemplada en los foros gallegos medievales. Las comidas ofrecidas a los señores consistían al parecer en la carne o en el pescado y el vino necesarios para los huéspedes, así como una abundante provisión de heno para las cabalgaduras, remitiendo el mencionado autor esta costumbre y obligación a tiempos remotos y considerando estos usos de dar de comer al señor preceptor de rentas, fuentes medievales de un mismo origen indoeuropeo de varios impuestos: el “yantar”, el “conducho”, la “colleyta”, la “colación” o el “censo”.

EL YANTAR, ‘COLLEITA’, COLACIÓN O ‘CENSO’
Paralelamente, en lo alto, el rey. Como aglutinante de los elementos que componen la pirámide feudal dispone de la fidelitas, que se expresa socialmente siempre a través de juramentos solemnes, como sucede con todos los pactos indoeuropeos, a través de aparatosos y teatrales gestos -a modo de nuestras antiguas plañideras rurales en los funerales -, como el beso en la boca o el pescozón o los apretones de manos ya mencionados en la Ilíada, que atan al noble delante de todos en una función solemne ritualizada y representada. Pena señalaría que “a cambio de la recepción de beneficia, de protección y honores, los magnates ofrecen al señor, como vasallos y en cierta forma como funcionarios suyos, consejo, ayuda y el yantar. Prestar auxilium y consilium constituyen la obligación del vasallo. Dar de comer al señor también” y, de nuevo, en otro lugar, como en el mundo indoeuropeo “los clientes a cambio de los servicios (obsequia) que entregan al patronus: auxilium, consilium y comida, reciben en precario (precarium) tierras, confirmado por primera vez en un mutilado pasaje de Festo: “Los patroni distribuían entre su clientela más pobre o limitada en recursos (tenuioribus) parcelas en precario (precarium) para que las trabajasen” (20) y refiere como “[…] Tácito al hablar de los germanos aludiría ya al pago de estas rentas “no utilizan a los demás esclavos, encomendándoles funciones domésticas concretas, como hacemos nosotros: Cada cual lleva su casa y sus penates. El señor impone la entrega de cierta cantidad de trigo o de ganado o de tela, como si fuese un colono y el esclavo acata esta condición” (21).

Siendo ya un tópico el carácter sacral de esta monarquía (22) no insitiremos en él más que para recordar, por el hecho de que unos príncipes territoriales se registran en la epígrafía del Noroeste al frente de tribus como la de los Albiones y posiblemente los Cóporos, que su aplicabilidad plena a la Galicia Antigua se ha señalado ya (23) y que en Galicia, hasta el siglo XII, esta existencia de príncipes territoriales parece tener una continuidad.
En el mundo indoeuropeo, sin excluir que sea el éranos “aportación equipolente de comida por varones de un mismo grupo”, señala Victor ALONSO TRONcoso, (24) especialista en instituciones micénicas y de la Grecia Arcaica, versado en comensalía antigua y medieval, el hecho de que “primitivamente se realizaban prestaciones obligatorias como contribución a los ágapes y como de aquí han salido las ideas de prestaciones rituales, feudales, protocolarias o matrimoniales…” (25). La colleita, el conducho y el yantar pudiera compartir origen con el “éranos” de la Grecia Micénica o, cuando menos heróica, que, presentándosenos equivocadamente como una comida “a escote”, aparece mencionado en la Odisea cuando en un banquete en casa del rey Menelao, “[…] iban llegando los invitados al palacio del divino rey. Unos traían ovejas, otros llevaban confortante vino, y las esposas de lindos velos les enviaban el pan. Así preparaban comida en el palacio” (26).

Igual que alimentan a sus amos los siervos, alimentan a su Rey los grandes nobles. Pero también alimentan al Rey los que de el obtuvieron privilegios, como muestra la “Carta de Irmandade” que los concejos de los reinos de León y de “Calliça” hicieron en Valladolid, año de 1295, en su artículo I: “Primeiramente que guardemos á nuestro Señor el Rey Don Fernando fijo del Rey D. Sancho é de la Reina Doña María, e a los otros Reys que vernan despues del, todo so señorio, é del demas todos sos derechos bien é cumplidamientre. Nombradamientre... Iantar ali du la solian haver los Reys de fuero una vez en el año, quando venieren al logar, asi como la daban al Rey D. Alfonso de León el bueno, que venció la batalla de Merida, é á su fijo el Rey D. Fernando, é non á otro ninguno si non al Merino Mayor una ves en el año en aquelos lugares du la deben dar de derecho, guardando los Previlegios, é las Cartas que los Conceios han en esta razón. Fonsadera: quando fesier hu gueste ali du la solian dar de fuero en tiempo de estos Reys, guardando á cada uno sos Previlegios, é Cartas, é usos, é libertades, é franquezas que tenemos (27).

También los monasterios de modo similar acostumbran a dar a sus patronos y a sus descendientes el “yantar” o el “servicio”, como, según señala Enrique CAL PARDO, lo dá el monasterio de Pedroso (Narón, A Coruña) a los descendientes de los fundadores considerados por los priores y monjes de dicho monasterio como “señores naturales”:
“Affonso Tenreyro, iuramentado et perguntado, disso, polo iuramento que fez, que se acorda do tempo de don Estevo Fernández , que era endeantado en Galliza, et que des aly, que vio os outros endeantados que vééron a Galliza por el Rey et,des aquel tempo a ácó que vivieo senpre cabo do moesteyro de Pedroso et que nunca a don Estevao, nen a outro nenhun, vyo ende levar yantar nen aviença por él, salvo depóys que don Fillipe foy Endeantado de Galliza et Senor do que avía donna Blanca,
por raçon dos Condes, quando chégava a este mosteyro, que lle facían çervizo o commo a Senor del et a seu amo. Fernán Royz” (28).

Por lo hasta ahora reseñado podemos aceptar, que se aportan, por los vasallos, animales, alimentos o una comida completa llamada colleita o collaçom para contribuir a la mesa del señor medieval y que se hace extensiva a su séquito, a sus invitados y a sus cabalgaduras esta hospitalidad. Consistían estas “colleitas” en pan, vino, carne o pescado y cebada “ou outra que o valla” para el séquito y bestias de la comitiva del señor. También considerada en si misma un cánon en especie, a colleita sería uno de los elementos básicos de las relaciones de clientela en el mundo celto-hispano del que provendría. Está ya suficientemente demostrada por algunos medievalista la larga pervivencia de esta costumbre de la que existirían, incluso hasta el presente siglo, ejemplos numerosos en los foros gallegos:“Et abedes de dar por renda et censo ao dito moesteyro de cada un ano, por día de San Martiño, quinse maravidís, ou seis coroados vellos, por maravidí ou moeda que os valla, et huna colleita, de cada un ano, ó prior et aos frades que dela queseren comer...” (29).


En los castros gallegos, presente en el registro arqueológico de algunos de cierta entidad, quizás de todos ellos, desempeñaba la función hospitalaria una gran casa, con banco corrido o sin él, al poder ser estos en algún caso como refiere Ateneo de madera y no dejar por ello huella en el registro. En el que, como cuenta Estrabón, los guerreros y los que han dejado por su edad las armas “toman sus comidas sentados en bancos alrededor de las paredes, situándose según la edad y la dignidad; la comida se va pasando en rueda” (30). y esto hacíase de modo análogo al que, de nuevo, Ateneo (ex Posidonio) indica que es costumbre entre los celtas.

PEDRAS FORMOSAS

Al ambiente aristocrático y a la solemnidad que rodea a la comida palaciega se deben asociar las llamadas “pedras formosas”, “monumentos con horno” o simplemente saunas, que con mucho detalle estudió MARTÍN ALMAGRO seguido luego por RAMIL. Estos baños (31) deberían, al igual que la gran casa, extenderse por toda la geografía del país, frente a la errónea opinión de que son transposición de los baños romanos, lo que parece ser la falta de registros generalizados por carencia de excavaciones suficientes, salvo en un caso aislado del Noroeste Atlántico de Galicia. Aparentemente solo se encuentran estas saunas en los límites externos y por consiguiente más romanizados de la Gallaecia. Ello pudiera deberse tal vez, al hecho de que muchas de ellas estarían construidas con madera y no nos han dejado restos reconocibles (32). Con aceptable grado de probabilidad podemos considerar a estas piedras formosas como las casas del baño galaico prerromano, baño que precede al banquete indoeuropeo, un banquete “de etiqueta” al que convenientemente bañados y aseados, los huéspedes indoeuropeos acuden, lujosamente vestidos, luciendo todo ese alarde áureo de sus joyas y armas de parada como podemos ver en horizontes culturales comparables (y aún parecen resonar ecos en el nuestro de hoy): “Desengancharon los caballos sudorosos bajo el yugo y los ataron a los pesebres, al lado pusieron escanda y mezclaron blanca cebada; arrimaron los carros al muro resplandeciente e introdujeron a los forasteros en la divina morada. Estos al observarlo, admirábanse del palacio del rey (Menelao), vástago de Zéus; que había un resplandor como del sol o de la luna en el palacio de elevado techo del glorioso Menelao. Luego que se hubieron saciado de verlo con sus ojos, marcharon a unas bañeras bien pulidas y se lavaron. Y luego que las esclavas los hubieron ungido con aceite, les pusieron ropas de lana y mantos y fueron a sentarse en sillas junto al Átrida Menelao. Y una esclava virtió agua de lavamanos que traía en bello jarro de oro sobre fuente de plata y colocó al lado una pulida mesa. Y la venerable ama de llaves trajo pan y sirvió la mesa colocando abundantes alimentos, favoreciéndoles entre los que estaban presentes. Y el trinchador les sacó platos de carnes de todas clases y puso a su lado copas de oro. Y mostrándoselos, decía el prudente Menelao: “Comed y alegraros, que luego que os hayáis alimentado con estos manjares os preguntaremos quienes sois de los hombres, pues sin duda el linaje de vuestros padres no se ha perdido sino que sois vástagos de reyes que llevan cetro de linaje divino, que los plebeyos no engendran mozos así.” [...] “Así diciendo puso junto a ellos, asiéndolo con la mano, un grueso lomo asado de buey que le habían ofrecido a Él mismo como presente de honor. Echaron luego mano a los alimentos colocados delante y después que arrojaron el deseo de comida y bebida, Telémaco habló al hijo de Nestor [...]” (33).

Al existir casi con certeza desde la broncínea Grecia Heroica hasta la Irlanda Altomedieval una jerarquía descendente de hospederos, que abarca como ya lo señalara Mc CONE a todos los grados de la sociedad (34), pudo haber sido algo habitual a la Europa indoeuropea, y por un dilatado periodo de cientos, o tal vez de miles de años, que los señores acostumbraran reunirse con sus vasallos, con sus campeones y con sus distinguidos huéspedes y con cualquiera que demandara el derecho de hospitalidad, en lo que se llama el “salón de caballeros”, el “salón real” o la “casa de la bebida”. Este sería en Galicia, según sostienen ahora algunos arqueólogos el lugar donde -como cuenta Estrabón “huelgan los hombres mientras realizan todo el trabajo las mujeres” (35)-. En época invernal, como hacen el común de los pueblos indoeuropeos (36) pasarían los señores galaicos su tiempo de paz y de descanso perezosamente entregados la pitanza, a la discusión, a la audiencia de las heroicas hazañas (37) y de los cuentos que narra el fistor (38), al consumo despreocupado de bebida (39) y al sueño, siguiendo la conducta general de los hombres de armas indoeuropeos que cuando no guerrean o cuando no se divierten con la caza, sin ocuparse de ningún trabajo manual, dedican la mayor parte del tiempo al ocio.

Solo mediante el análisis comparado de la comensalía antigua pueden cobrar voz de nuevo los restos de las silenciosas ruinas de las casas con banco corrido que nuestros arqueólogos sacan a la luz. Afectando tanto a los ricos como a los pobres, la hospitalidad es la más universal institución europea por extenderse con independencia de su condición a todo huésped, amigo o enemigo, que la demanda; ricos, cuando Nestor hospeda a Telémaco en el palacio de Pilos: “Cuando llegaron el palacio de este soberano se sentaron por orden en sillas y sillones, y una vez llegados, el anciano mezcló una crátera de vino dulce al paladar que el ama de llaves abrió -a los once años de estar cerrada- desatando la cubierta [...] Después, cuando hubieron hecho la libación y bebido cuanto les pedía su apetito, los parientes marcharon cada uno a su casa para dormir.” (40); pobres cuando narra Diodoro de Sicilia (41) como los celtíberos son con los forasteros compasivos y honrados, rivalizando ente ellos para prodigarles su hospitalidad, la noble y compasiva actitud de la hospitalidad, el “haz bien y no mires a quién”, desde la noche de los tiempos forma parte del ethos indoeuropeo (42). La Odisea nos ilustra de nuevo, chispeante de vida, la escueta información de Diodoro, cuando un lamentable Odiseo, desfigurado y envejecido por la sabia y precavida Atenea, encuentra a su vasallo el porquero Eumeo, quien sin reconocerlo y pese al repelente y triste aspecto del mendigo hospitalariamente lo colma de atenciones “[...] Así diciendo, lo condujo a su cabaña el divino porquero; le hizo entrar y sentarse, extendió maleza espesa y encima tendió la piel de una hirsuta cabra salvaje, su propia yacija, grande y peluda. Alegróse Odiseo porque lo había recibido así y le dijo su palabra llamándolo por su nombre: “Forastero !Qué Zéus y los demás dioses inmortales te concedan lo que mas vivamente deseas, ya que me has acogido con bondad!” [...] “Y tu le contestaste, porquero Eumeo, diciendo: “Forastero, no es santo deshonrar a un extraño, ni aunque viniera uno más miserable que tú, que de Zéus son los forasteros y mendigos todos [...]” (43).


Que esta conducta, como vio Martín ALMAGRO, existía en el Noroeste puede apreciarse, aunque aquí de una forma negativa, en la circunstancia de que Viriato no usó de estas saunas en su banquete de bodas. La verdad posiblemente es que Viriato tuvo un comportamiento calculadamente inapropiado y hostil al considerar a su suegro un colaboracionista de los romanos.

EL GRAN BANQUETE CELTA EN LA CASA DE LA CERVEZA

La llamada “Fiesta de Bricriu” es un paradigma de todos los tópicos de la comensalia celta: Cuando Bricriu “Nemthenga” (“Lengua venenosa”) invitó a Conchobar y a sus hombres a una fastuosa fiesta en una hermosa casa, construida especialmente para la ocasión. En frente de la casa Bricriu hizo construir una choza con enormes ventanales de cristal para poder ver lo que sucedía dentro, pues estaba seguro de que los hombres del rey no le permitían cenar con ellos.
Antes de la fiesta, Bricriu visitó a Loegaire, a Conall Cernach y a CuChulainn, tres de los mayores héroes del Ulster, y les habló del premio de su fiesta, reservado para el campeón de campeones: “Serás rey de Irlanda entera”, Dijo Bricriu a cada héroe, “si ganas el premio del campeón. Recibirás un caldero lo bastante grande como para albergar a tres guerreros, lleno de vino. Y tendrás un oso [la cierta, y poco encubierta en realidad, promesa de la Soberanía, como lo muestra el bronce votivo del Instituto de Valencia de Don Juan], alimentado durante siete años con leche y grano en primavera, cuajadas y leche dulce en verano, trigo y bellotas en otoño y carne y sopa en invierno. Y tendrás una vaca de alcurnia que durante siete años ha pacido brezo y leche, hierbas del prado y maíz. Y, además, recibirás cien pasteles grandes de miel. Este es el premio destinado sólo para ti, porque sólo tu eres el más grande de los hombres del Ulster. Reclamarás el premio tan pronto como de comienzo la fiesta”. Así tentó Bricriu a cada héroe y regresó para finalizar los preparativos de la fiesta.
Los hombres del Ulster llegaron en el día señalado para la fiesta, y tanto ellos como las mujeres se situaron en el salón de acuerdo con su rango. Cuando todo estuvo listo, los músicos comenzaron a tocar y Bricriu anunció lo siguiente: “A este lado se encuentra el lote reservado para el campeón. Que gane el mejor”. Y con esas palabras abandonó el salón y entró en la choza.
Como Bricriu había imaginado, Loegaire, Conall Cernach y CuChulainn comenzaron inmediatamente una disputa, que desembocó en lucha. Conchobar se metía entre ellos y Senchae, el hombre más viejo y más sabio de los del Ulster, dijo: “Durante la fiesta no debería haber luchas. Esta noche el lote se dividirá entre vosotros tres y mañana le rogaremos a Ailill, rey de Connaught, que medie en la disputa.” Todos estuvieron de acuerdo con estas palabras de sabiduría y no tardaron en alegrarse con la comida y el vino (44).

Posidonio, que vivió entre el año 135 y 51 A.C., fué quizás el primer griego que, al participar de ella seguramente como convidado en varias ocasiones al visitar el interior de la Galia, nos describe la comensalía celta desde dentro. Continuador de las Historias de Polibio, sus descripciones de estos banquetes, contenidas en el libro XXIII, realizadas con la precisión de un etnógrafo, ilustran con una visión directa el ambiente heroico, de pleno sabor homérico, de los comensales celtas. Nos refiere Posidonio como en ocasiones - comportamiento comparable al de los mozos gallegos en las fiestas parroquiales de algunas aldeas, al menos hasta los años 60- los celtas entablan duelos en sus fiestas. Nos los muestra acudiendo siempre armados a esas reuniones, nos describe como los comensales acaban frecuentemente heridos y como la pelea, subiendo de tono, si nadie se interponía entre los contendiente, se podía convertir en una lucha a muerte. No olvida mencionar Posidonio la “antigua costumbre” de que al trinchar la carne era reclamada por el más valiente la mejor porción, la parte del campeón, y como, si algún otro la reclamaba, se levantaban de la mesa y los pretendientes luchaban hasta la muerte (45).
En lo tocante a la porción del héroe o de honra hay que reparar en el hecho de que el noble de alto rango, brazo derecho del hospedero, encargado de presentar, cortar y distribuir los manjares, el mayordomo, tenía que ser un hombre de mucha discreción y valía pues no solo debía acomodar, de mayor a menor sin ofender a nadie, a los huéspedes o disponer atendiendo a la valía de cada uno, frente a los asientos que cada comensal debe tener en la mesa, las vajillas de desigual calidad, antes de proceder, según rígido protocolo, a cuartear y dividir el cerdo –base de la comida indoeuropea- o la carne cocida “ao caldeiro” en diferentes piezas de sensiblemente discriminado valor gastronómico y tamaño (46), sirviendo en rueda las diferentes porciones a las personas según el rango dignidad y posición establecido en la mesa, dando siempre sin ofender a nadie una porción justa. Se sabe que la parte mas apreciada, como el lomo, se destinaba al invitado de honor (47). La importancia del aeda Demodoco queda simbolizada en la Odisea en el hecho de que reciba de manos de Ulises la parte destinada al campeón en el palacio de Alcino.

Como es de prever la literatura le sacó a esta costumbre su partido. Estimulados por el que se podría considerar el por excelencia antihospedero de la Literatura Irlandesa, Bricriu, apodado por causar siempre la discordia en los banquetes Lengua Venenosa (Nemthenga), los héroes irlandeses del Ulster: Loegaire, Conall Cernach y CuChulainn, que con la condición de que estuviera ausente el hospedero nefando banqueteaban en su casa, reclamaron a un tiempo la parte del campeón, siendo separados y aplacados por el hombre de más edad y sabiduría del país, Senchae, cuando empezaban a luchar por ella.

El armiger - así nace el alferez de nuestros ejércitos, era en origen un hombre viejo, débil, por su edad sin fuerza física, no desafiable ni oponente digno para un héroe como anciano, pero por su astucia, “sabe más el diablo por viejo que por diablo”, ideal como custodio de la armería, sesudo para reconducir con habilidad la situación violenta, siempre lo suficientemente respetado para que el héroe, que se sentía ofendido por la pretensión de los rivales que le disputaban su puesto, sin fastidio pudiese ceder y sin incidentes pudiese continuar con alegría la fiesta-, consiguió esta vez aguarle a Bricriu Nemthenga sus negros propósitos.

Más éxito tuvo el antihospedero Nemthenga en ese célebre banquete con las esposas, ajenas al ethos guerrero –contra las que nada puede un armiger-, de los tres héroes. Incitadas por el astuto Lengua Venenosa a reclamar el derecho a ser “la primera dama” y poder entrar en primer lugar en el gran salón y ocupar en él, la primera, el puesto de su rango, reclamaron las mujeres el derecho de prelación de sus maridos, desencadenando, sin entrar en razones, una serie de arbritrajes y pruebas en las que acabaría venciendo CuChulainn y, públicamente, proclamado campeón.

Otro de los tópicos del banquete indoeuropeo era que consideraba abominable insultar al hospedero (briugú). Así, Ulises rechaza competir con Laodamante, su anfitrión, en la tierra de los feacios: “Pues Laodamante –dice Odiseo- es mi hospedero : ¿Quién lucharía con el que lo honra como huésped? Es hombre loco y de poco precio el que propone rivalizar en los juegos a quien le da hospitalidad en tierra extranjera, pues se cierra a si mismo la puerta.”

EL AGRAVIO EN EL BANQUETE

Aún más vergonzoso, pues se incurría entonces en la ira y la venganza divinas, una verdadera excomunión lo era el insultar al huésped en el banquete. Así puede verse cuando los pretendientes vejan a Ulises en la rapsodia XVII de la Odisea: “ Y Antínoo hijo de Eupites, le replicó: “siéntate, a comer tranquilo, forastero o lárgate a otra parte, no sea que los jóvenes te arrastren por el palacio, por lo que dices, asíendote del pie o del brazo y te llenen todo de arañazos”, Así habló, y todos ellos se indignaron sobremanera. Y uno de los jóvenes orgullosos decía así: “Antinoo, cruel, no has hecho bién en golpear al pobre vagabundo, si es que existe un dios en el cielo. Que los dioses andan recorriendo las ciudades bajo la forma de forasteros de otras tierras y con otros mil aspectos, y vigilan la soberbia de los hombres o su rectitud” versos 480-490 (48).

Por eso el agravio en un banquete no se olvida nunca. Terrible venganza fue sin duda la de Alboino, príncipe de los longobardos cuya historia nos cuenta en su “Historia Longobardorum” como testigo directo Pablo Diácono y resume Vicente GARCÍA PITARCH : “Albonio el jefe que conduce a los longobardos a Italia, cuando joven mata al príncipe Torisendo, de los gépidos, y como recompensa pide a su padre que le deje sentarse a la mesa con los guerreros. Pero no; por más que Albonio ha demostrado su valor, no puede sentarse entre los capitanes de su padre hasta que lo haya adoptado un jefe extranjero por hijo de armas, lo que más tarde se llamará ser armado caballero. Para encontrar este padrino, Alboino decide ir a la corte de los gépìdos con la idea de ser adoptado como hijo de armas por el mismo jefe cuyo hijo acaba de matar. Llega acompañado de cuarenta compañeros y es recibido inmediatamente “porque la Hospitalidad es sagrada” como acabamos de ver. En el salón real, Alboino toma el lugar de honor del mismo Torisendo, a quien ha asesinado. El viejo rey de los gépìdos suspira mirando a Alboino. “!Contemplo este sitio con placer –dice el pobre padre-, pero no al que ahora se sienta en el!”. Uno de los gépidos, hermano del muerto, se burla de las polainas blancas que llevan Alboino y los longobardos. “Parecéis yeguas con patas blancas”, les dice. Alboino replica: “Pregúntale a tu hermano Torisendo que clase de coces dan estas yeguas”. La fiesta continuó entre burlas y pendencias; al final, sin embargo, el viejo rey da a Alboino las armas del hijo muerto porque admira el valor de su enemigo. No acaba aquí la historia. A la muerte de su padre, Alboino, ya jefe de los longobardos, ataca al príncipe gépido que se burló de sus polainas blancas en el banquete, le mata y se hace una copa con su cráneo. Rosamunda, o la de la boca de rosa, hija del gépido, pasa a ser la esposa de Alboino y tiene que servir en los banquetes el mead y el vino en el cráneo de su padre. Esto es perfectamente histórico: Pablo el Diácono vió aquella copa, no hay duda alguna. Por fin, Rosamunda hace matar a Alboino por un amante, pero ella y su amante mueren también envenenados” (49).

Nos habló Posidonio (50) del gran salón circular (aunque es esta como vimos una circunstancia irrelevante al depender de la época, del área geográfica y de las tradiciones constructivas) y nos describió en el, cenando sentados, no tumbados, a la muelle manera grecorromana, a multitud de comensales en un círculo, con el personaje más importante ocupando, ufano como en el palo más alto del gallinero un gallo, el lugar central. Posidonio no nos dice directamente que el que ocupa ese lugar preeminente es quien lleva la voz cantante y al que todos atienden , escuchan, sirven, imitan o adulan, pero nos indica que es él como el director en un coro, del que todos están pendientes, y nos señala (como lo hizo Estrabón con los galaicos (51)) que el que ocupa este sitio tan honorable se lo merece por ser el que excede a los demás en marcialidad, en alcurnia o en riquezas, y nos muestra que a su lado, tal y como dispone un buen servicio de protocolo en un banquete de estado en nuestros días, toma asiento el hospedero en segundo lugar y como luego (van entrando) y ocupando el lugar asignado (por el mayordomo) los demás invitados y todos se van sentando en el lugar dispuesto según su rango.

CASA CASTREXA CON BANCO CORRIDO

Aplicando la descripción posidoniana a la gran casa castrexa (grandes casas de castros principales como las de Monte Mozinho o Santa Luzía) con banco de piedra corrido o sin él, podríamos hacer, tal vez sin mucho riesgo, una, aproximada, restitución arqueológica visual: paja limpia esparcida por el suelo de tierra pisada, mesas poco elevadas en el centro del amplio salón, donde depositan las mujeres que atienden las mesas la carne, previamente asada en otras dependencias de las llamadas “casas patio”, compuestas por edificios separados, circulares o rectangulares en planta, con ángulos redondeados, orientadas en torno a patios enlosados y todo el conjunto de edificios encuadrado en el interior de un muro impenetrable que exteriormente las rodea y las aisla de miradas indiscretas, permitiendo el acceso una única puerta.
Deben ser consideradas, según la opinión de algún arqueólogo verdaderos palacios: grandes y espaciosas unidades de habitación de la nobleza terrateniente instalada en una verdadera corte de un castro capital, oppidum, lugar central de una o varias tribus y residencia del príncipe, características de la Europa Atlántica de la Edad del Hierro (52).
Relucen en el salón los grandes calderos repletos de carne cocida con los garfios, pinchos y servicio de cocina para extraer las viandas de su interior. Entre innumerables ejemplos en toda Europa los británicos de Sompting, de Colchester o del Támesis. Completan el mobiliario las cestas llenas de pan (53), y los afilados cuchillos y largas agujas de trinchar únicos servicios de mesa a los que las manos no han substituido. Son aquí huéspedes perpetuos, de noble alcurnia, los hijos de nobles ilustres o de los parientes del hospedero, en cuya casa se crían (fosterage). Son ellos los que atienden a los invitados, los que sirven el vino, los que trinchan y cortan. Pincernas o coperos, pendientes de sus señores repartiendo las bebidas en copas de cerámica fina de madera labrada y dorada, en vasijas de plata, de bronce o de oro con forma de jarras picudas o de cuernos, hay también de reposteros menores portando bandejas doradas, argénteas, de madera, o cestas de mimbre con el pan. Esas vajillas que a veces nos llegan fragmentariamente a nuestros museos, proceden del último banquete, el banquete fúnebre (54). Pues son sus funerales, como dice Cesar (102 ?- 44 a.C.) (55) magníficos y suntuosos y en la pira ponen todo lo que consideran que amó el fallecido en vida, incluso los animales, y aún otras cosas (que el entierro de Viriato confirma para nuestra área cultural Atlántica) desusadas ya en su época - y aunque nos sorprende en estas vajillas el lujo y la ostentación de la dais última, no nos sorprende menos su alcance temporal y latitud, al detectarlas desde horizontes que repuntan en el Calcolítico, (como es probablemente este el caso de las vasijas de oro del tesoro de Caldas) para, ilustrado ya por el color de los poemas Homéricos, en la Edad del Bronce continuar estos objetos acompañando al héroe.

ÁUREAS VAJILLAS

Son esas vajillas de los tesoros de las tumbas micénicas que excavó Schlieman del Bronce Tardío (1500 a. C.), que reaparecen, o dicho con más propiedad, tienen su continuidad en la Edad del Hierro donde en el tesoro de Villena (Alicante) de probable factura celta el lujo se hace dificilmente inimaginable. Nos llegan de toda la Europa Celta de la mano del stamnos etrusco y de las copas áticas del túmulo de Kleinaspergle (450 a.C.) en competencia simposíaca con otro stamnos etrusco y con un cántharos ático de La Motte-St-Valentin (Haute-Marne) o con una espléndida hydria espartana encontrada en Suiza, junto a Berna que fué algún día utilizada para mezclar el vino en Grächwill, o con la gran jarra etrusca del Lago Como y con un largo etc., todas ellas excepcionales y refinadas piezas que nos indican, como sostuvo hace muchos años un famoso arqueólogo, que con el vino importado del Mediterráneo en la Céltica Atlántica y continental a alto precio llegó también, luego, el arte de beber.
Las obras maestras de mesa importadas del Mediterráneo compiten en magnificencia con objetos preciosos y obras maestras de los propios maestros orfebres celtas locales y la gran cantimplora del príncipe de Hallein, los cuernos de plata dorada procedentes del arriba mencionado lugar de Kleinaspergle, las jarras de bebida de Basse-Yuz (Mosela), las de Hallein (Dürrberg, Austria), las innumerables copas y vajillas de las tumbas principescas del Rin, pueden ser buenos ejemplos.
A su vez estas piezas que nos han llegado deberían ser parecidas en lujo y refinamiento a las que, perdidas, nos serán descritas en multitud de fuentes más de mil años después del puño y letra de escritores, clérigos o laicos, y fueron un día exhibidas en las mesas de la Europa Medieval, en los palacios de Gépidos y Longobardos descritos por Paulo el Diácono, en el palacio de Gelmírez el día de la entronización del rey de Galicia Alfonso Raimúndez o en los que, sin perderse todavía el espíritu caballeresco del banquete, se narran en Irlanda por Gerardo de Gales o figuran en novelas como el Amadís de Gaula, tal vez compuesto por un canónigo de la Catedral de Santiago, como sospecha López Ferreiro, o la célebre Demanda do Santo Graal, obras maestras de nuestra literatura artúrica galaico-portuguesa del siglo XIII.

Las vajillas de la comensalía hispana en la Edad del Hierro debían ser no menos espectaculares que las del resto de la Europa Céltica pero lamentablemente por darse la circunstancia de que estas fueron sin duda durante la conquista de Hispania el principal componente de los botines de los conquistadores, los romanos las fundieron para obtener de ellas oro y plata y muy pocas se salvaron del pillaje como ya señaló Viriato en el discurso de su boda al reparar en que el hecho de que se contasen vasos de oro y plata entre las famosas riquezas de su suegro indicaba claramente a quien servía (a los romanos), al estar estas sometidas a quien tuviese el poder (56).

Tito Livio (57) nos habla de 276 bandejas de oro, probablemente de mesa de una libra de peso y de gran cantidad de vasos de plata, y, en las bodas de Viriato se expusieron según Diodoro gran cantidad de vasos de oro y plata y toda clase de tejidos preciosos que por los motivos arriba expresados el héroe desdeñó (58).

El explendor de los vasos mencionados guarda relación directa con el gran valor que en el banquete tiene la copa o la jarra de mezclas y por eso es frecuente verlas ofrecidas a los huéspedes como regalo (59). Esto se podría ilustrar con el presente de Menelao a su huésped Telémaco: “Daré una crátera bien trabajada, de plata toda ella y con los bordes pulidos en oro. Es obra de Hefesto; me la dio el héroe Fedimo, rey de los sidonios, cuando me alojó en su casa al regresar. Esto es lo que quiero regalarte”. (IV 610-620).

La ostentación de la vajilla en Galicia, de horizonte cultural semejante al lusitano y rica en oro, debía ser de larga tradición pues aquí se atestiguan los más antiguos vasos de oro de Europa, sino antes, al menos desde comienzos de la Edad del Bronce como tal vez nos muestran, salvando la distancia, las espléndidas piezas del tesoro de Caldas, no debiéndose excluir la posibilidad de que hubiesen formado parte, tal vez algún día del ajuar procedente del banquete fúnebre de una tumba principesca indoeuropea desaparecida o saqueada en tiempos posteriores.

CARNE ‘AO CALDEIRO’ Y ‘AO ESPETO’
La carne cocida rebosando en los calderos, símbolos estos todavía de nobleza e hidalguía en la heráldica gallega, los pescados asados, “espetos” llenos de tajadas, y asadores muy elaborados, nos hablan de una nobleza basada en el país fecundo y en el control sobre los campesinos, sobre los siervos, sobre la tierra, el ganado y la riqueza minera del oro como la expresión de la fortuna y el poder de los señores.



Pero no es oro todo lo que reluce. Las velas de sebo y cera que iluminan la estancia, focalizan también la atención en el banquete sobre la música y las canciones (60) de gesta que escuchan y aplauden los comensales cubiertos de las ricas vestiduras doradas (61), o de cuadros multicolores de los que habla Diodoro Sículo (62) para los galos, y quizás entre los hispanos prodríamos inferir de Plinio el Viejo quien refiriéndose a las lanas de Salacia de los lusitanos, incómodas para confeccionar tejidos de largos flecos dice en cambio que “resultan muy apropiadas para los tejidos en cuadro”(63).

Siendo una de las grandes funciones reales la provisión de hospitalidad su vulneración (64) subvierte el orden moral y natural. Por eso la tacañería del rey irlandés Bres en la saga de Maige Tured (part. 36-9) hizo que su tierra se vuolviera estéril y la literatura céltica al tiempo que alaba la generosidad del soberano (65) está también llena de vilipendios a reyes nefandos.
Así en la Odisea podemos ver como esta provisión se desenvuelve ritualmente y con gran pompa, a menudo precedida a veces de un oficio religioso como sucede en el recibimiento que se le hizo a Telémaco en el palacio de Nestor con el sacrificio de una novilla tras cubrir ritualmente sus cuernos con una lámina de oro por el propio Nestor en honor a Atenea, previo al banquete (66).

Cuando dos mil años después, al entronizarse en la catedral de Santiago al infante Don Alfonso Raimúndez como Rey de Galicia, en el banquete celebrado en el Pazo de Gelmírez, los oficiales del palatium, comites de la Casa de Trava y Trastámara, consejeros directos del monarca, desempeñen todavía los cargos de honor de la soberanía doméstica (como el de comes cubicularium, el de comes escanciarium, copero o pincerna, el de armiger o alférez que guarda las armas, el maiordomus regis que presenta los manjares al monarca; etc.) se estaría representando sin duda, el ultimo acto de esta gran tradición indoeuropea y celta.

El esplendor de las comidas representadas en las ménsulas del salón del Pazo de Gelmirez no debe hacernos olvidar que también había un lujo desmedido en las capas celtas sujetas con fibulas de oro, plata, o bronce dorado, un lujo, como vemos en las tumbas principescas de Europa central, en el calzado cubierto a veces de láminas de oro, un lujo en los torques pesados que lucen al cuello los varones, como el de Burela (Lugo) , y apostilla Estrabón :“llevan puesto mucho oro” (67), un lujo en los brazaletes (viriae), como el de Toén (Ourense) del siglo VI a. C. , o el de Moimenta (A Estrada, Pontevedra) que le precede en mil años pero que responde, seguramente, a una misma forma de pensar, que cubren sus brazos y muñecas, y tal vez, lujo en los bordados de sus vestidos… y nada nos hace confiar ya, a la vistade lo que hemos expuesto, en una “sociedad castrexa” igualitaria que con más imaginación, sin duda, que lecturas pretenden todavía algunos arqueólogos gallegos.

Notas al artículo de CARRERA ARÓS y PENA GRAÑA

(1) FUSTEL de COULANGES (1908); RENFREW (1987); PIGGOT (19659; MARC BLOCH (1941); CARNEIRO (1981); BYRNE (1971); PENA (1992);
(2) Andrés PENA GRAÑA “A Terra de Trasancos ollada dende os mosteiros de Pedroso e Xuvia na
(3) Patrice BRUN: “From Chiefdom to State Organization in Celtic Europe”; in Celtic Chiefdom, Celtic State. New Directions in Arqueology. (Edit. Bettina Arnold & D, Blair Gibson. Cambridge University Press. 1995; pp13-25..
(4) Bettina ARNOLD: “The material culture of social structure: rank and status in early Iron Age Europe” In Celtic Chiefdom… obra citada pp.43-52.
(5) Franz FISCHER: “ The early Celts of West central Europe: The semantics of social structure” . Ibidem. Celtic Chiefdom…, ( traducción Bettina ARDNOLD) pp. 34-40.
(6) Colin RENFREW. Archaeology and Language: The Puzzle of Indoeuropeans Origins. Cambridge: Cambridge University Press. 1987.
(7) Stuart PIGGOT. The Druids. London: Thames and Hudson. 1968.
(8) en1995 y 1999.
(9) WATKINS: 1979: 181; DILLON 1947:3-8.
(10)E. BENVENISTE. 1969. Le Vocabulaire des Institutions Indoeuropéennes. Paris: Editions de Minuit.
(11)A. PENA GRAÑA (1995) y, sin duda por convergencia, más recientemente B. GARCÍA FERNÁNDEZ-ALBALAT (1999).
(13)Que ya fueron estudiados detenidamente por BLANCO FREIJEIRO, y serían luego también comentados por TOVAR (1985) quien los relacionaría con las inscripciones llamadas lusitanas de Lamas de Moledo y Cabeço das Fraguas y por PENA (1995; 1999), que se muestra escéptico de la pureza de la lengua lusitana en unas inscripcciones que considera tardías e infiltradas por el latín
(14) DUMÉZIL1973 ; MC CONE 1990 .
(15) Si bién uno de ellos del Museo Arqueológico Nacional, de 3,5 x 10 x • cm de sección semicircular rematado en sus extremos por un prótomo de carnero y otro de toro, donde están representados un caldero, un toro y un torques de tipo ártabro con un hacha encajada en la abertura de perillas de diho torques, no presenta el trenzado ello se debe probablemente a que este trenzado, como muestran unas muescas de soldadura , próximas al extremo distal del torques, se desprendió.
(16) Véase sobre este tema la obra de V. ALONSO TRONcoso. Para una sociología del banquete en los poemas Homéricos. pp. 35- 58. En Homenaje a José Mº Blazquez I. JULIO MANGAS, JAIME ALVAR (eds.) ; J. P. VERNANT Food in the Countries of the sun. pp. 87 s. En M. DETIENNE, J. P. VERNANT (eds.) The Cuisine of Sacrifice among the Greeks, Chicago and London 1989 (tr. Fr. 1989) .
(17) Tácito,Germania 13, 3.
(18) Como “ el noble briugú (hospedero) Buchet, presumía de que el fuego nunca se apagara bajo su caldero desde que estableciera su casa ( ni-ro: díbdad tene fora choriu ó ro: gab Trebad) y su comportamiento sería así alabado por el rey Cathaer: “ De cierto fuiste, o Buchet, hospedero por dar de comer a los compañeros (brugaid biata dám), es un presente tu valor (gal), tu generosidad (gart), tu esfuerzo (gaisced), tu sonrisa de bienvenida (fóilte) a cada uno de tus huéspedes en tu gran salón de bebida mid chuair) en KIM McCONE. Pagan Past and Christian Present.. MAYNOOTH MONOGRAPHS 3.Kildare. An Sagart. 1990. P. 124.
(19) Narón un concello con historia de Seu . volumen II. Salamanca 1992, CONCELLO DE NARÓN (ed.), pp..296 s.
(20) Festo. 288 L
(21) Tácito. Germ. 25.1.
(22) DILLON: 1947; VRIES 1961: 235-47; BINCHY, 1970: 11-2; DUMÉZIL, 1970: 4-5; Ó CATHASAIG 1977: 27-8 ; STOKES: 1981; MC. CONE 1987; etc.
(23) PENA (1992).
(24) ALONSO TRONcoso. Para una sociología del banquete. Obra citada. P.47
(25) ibid. Obra citada. p 50.
(26) Odisea IV 620-62.
(27) Flórez. Esp. Sag. T.36, LXXII.
(28) ENRIQUE CAL PARDO. El Monasterio de Pedroso en tierras de Tasancos. A Coruña 1989. Colección Diplomática de Pedroso. nº 21 A-8. Archivo Catedralicio de Mondoñedo.
(29)Archivo histórico Nacional. Xuvia. Códice 63 B nº 43. en PENA obr. Cit. vol. II p. 538.
(31) Sobre la preparación del baño antes del banquete indoeuropeo comparativamente podemos recurrir a los textos homéricos : “Así dijo y Areté ordenó a sus esclavos que colocaran al fuego un gran trípode lo antes posible. Ellas colocaron al fuego ardiente una bañera de tres patas, echaron agua, pusieron leña y la encendieron debajo. Y el fuego lamía el vientre de la bañera y se calentaba el agua”.(430-435). Sobre el Baño: “Acto seguido el ama de llaves ordenó que lo buscaran una vez mretido en la bañera, y el vio con gusto el baño caliente, pues no se había cuidado a menudo de él desde que había abandonado la morada de Calipso, la de lindas trenzas. En aquella época le estaba siempre dispuesto el baño como para un dios. Cuando las esclavas lo habían lavado y ungido con aceite y le habían puesto túnica y manto, salió de la bañera y fue hacia los hombres que bebían vino [...]” (448-460)
(32) Véase PENA GRAÑA . Narón un Concello con Historia de seu. Vol. I .1991, p.125.

(33) Odisea. IV 40-70.
(34) Distinguiendo entre un aspecto claro de la soberanía que en Irlanda se denomina trebad . cf.Pena (1995: 42 :“Como señala Kim Mc. Cone (1990: 12-5), todo el sistema se fundamenta en las actividades del Grad-Tuaithe, clase de soldados-granjeros propietarios de tierra llamados “Grados del reino/sociedad laica (Grad-Tuaithe). Las actividades del Grad-Tuaithe giran alrededor de la posesión de los bienes en una “Tierra en Paz”, se llama Trebad,palabra procedente de la soberanía doméstica, tal vez el mismo nombre de la unidad territorial del NW hispánico en la Edad del Hierro: Treba).
(35) Silio Itálico. Punica 344-353.
(36) Tácito. Germania 15,2.
(37) Comparativamente la importancia del fistor en la antiguedad la podemos ilustrar con la amable deferencia y obsequio de Ulises, huésped del rey Alcinoo con el “aeda” o poeta tras lo cual:[...] se sentó en su sillón junto al rey Alcínoo. Y ellos (los coperos y mayordomos) ya estaban repartiendo porciones y mezclando el vino . (VII 469-470)
(38) En las “Siete Partidas” el rey D. Alfonso X el Sabio señala la existencia de esta tradición al decir que “acostumbraban los caballeros cuando comían que leyesen las historias de los grandes fechos de armas que los otros ecieran et los sesos e los esfuerzos que hobieron para saber vencer et acabar lo que queríen. Et allí do non habíen tales escripturas, faziendo retraer a los caballeros buenos et ancianos que se en ello acertaron; et sin todo esto aun facien mas los juglares non dixiesen antellos otros cantares sinon de gesta o que fablasen de fecho darmas (“Siete Partidas”, Madrid 1807. 2 p. 213)
(39) Fundamentalmente cerveza. Sabemos por una noticia de Plinio el viejo ( Historia Natural XVIII, 7, 68) que en la Península Ibérica se obtiene cerveza del trigo y de otros cereales, sabemos a veces sus nombres la caelia y la cerea -a las que habría que añadir el Zythos de los pueblos del norte mencionado por Estrabón- su espuma se usaba también como cosmético, crema suavizante para la cara, de las mugeres ( Hist. Natur. XXII, 25, 164). El vino se importaba a muy alto precio en toda la Céltica. Para galicia estas importaciones de la sed castrexa fueron estudiadas por Juan NAVEIRO.
(40) Odisea. III 388-395.
(41) Diodoro de Sicilia V; 33, 2 y ss.
(42) Así cuando Nestor hospeda a Telémaco en el palacio de Pilos: “No permitirán Zeus –dice Nestor- y los demás dioses inmortales que volváis de mi casa a la rápida nave como de casa de uno que carece por completo de ropas, o de un indigente que no tiene mantas ni abundantes sábanas en casa ni un dormir blando para sí y para sus huéspedes. Que en mi casa hay mantas y sábanas hermosas. No dormirá sobre los maderos de su nave el querido hijo de Odiseo mientras yo viva y aún me queden hijos en el palacio para hospedar a mis huéspedes, quien quiera que sea el que arribe a mi palacio” (Od. III. 345-355).
(43) Odisea XIV, 45-50.
(44) BELLINGHAM, David. Mitología Celta. 1992 pp 18-19.
(45) En Ateneo. Deipnosofistas IV, 40.
(46) Así lo vé en el mundo homérico Alonso Troncoso: “El espinazo de la res sacrificada está en efecto considerado como la tajada más apetecible y honrrosa de las que se distribullen” V. ALONSO TRONcoso. Obra citada. 1993, p.41.
(47) Entonces se dirigió al heraldo el muy inteligente Odiseo, mientras cortaba el lomo (la parte reservada para el rey) –pues aún sobraba mucho- de un albidente cerdo (y alrededor había abundante grasa) :“Heraldo, ven acá, entrega esta carne a Demodoco para que lo coma, que yo le mostraré cordialidad por triste que este. Pues entre todos los hombres terrenos, los aedos participan de la honra y del respeto, porque Musa les ha enseñado el canto y ama la raza de los aedos”. (VII 471-482)

(48) Utilizamos la traducción de José Luis CALVO (Editor) Cátedra 1996. El castigo divino consiste en el hundimiento de la ciudad por parte del dios ultrajado, casi siempre vestido de mendigo, como cuenta Ovidio en sus Metamorfosis en la historia de Filemón y Baucis, y en Galicia se asocia al ciclo de leyendas de Valverde ( A. Pena, 1991)
(49) Vicente GARCÍA PITARCH. “Los Arios en Europa”. in Hª del Mundo Salvat. Barcelona 1969.Tomo I, pp.205-6.
(50) Ibi. IV, 36.
(51) En III; 3, 13.
(52) Véanse paralelos británicos de estas construcciones “ Courtyard houses built in to rounds” en la obra de BARRY CUNLIFE. Iron Age Communities in Britain. ROUTLEGE & KEGAN PAUL (ed.) London and Boston. 1972.
(53) El pan llamado probablemente broa, al igual que en bretón, en la lengua prerromana de Galicia. Tal vez la harina de bellota , previamente tratada para extraerle previamente el venenoso tanino se empleara en repostería. Plinio nos informa también ( Historia Natural XVI, 5, 15) de que las bellotas secas y peladas, tras ser molidas y convertidas en harina, amasadas en forma de pan figuraban entre los postres de hispania y que resultaban más dulces si se tostaban entre cenizas.
(54) Sobre estes banquetes véase V:Alonso Troncoso, obr. Cit. p.43.
(55) La Guerra de las Galias VI, 19.
(56) Diodoro de Sicilia XXXIII, 7, 1.
(57) Tito Livio XXVI, 47.
(58) Diodoro de Sicilia XXXIII; 7,1.
(59) El intercambio de regalos ha sido objeto ya de numerosos estudios y convenientemente tratado por lo que consideramos el ladearlo aquí. Sobre el embalaje de los regalos al huésped Ulises (Odiseo) agasajado por los feacios en el palacio de Alcínoo. “Entonces se dirigió a Arete la fuerza de Alcinoo:
“Trae acá, mujer, un arcón insigne, el que sea mejor. Y en él coloca un vestido bien lavado y un manto. Calentadle un caldero de bronce con fuego alrededor y templad agua para que se lave y vea bien puestos todos los regalos que le han traído aquí los irreprochables feacios, y goce con el banquete escuchando también la música de una tonada. También yo le entreguaré esta copa mía hermosísima, de oro, para que se acuerde de mí todos los días al hacer libaciones en su palacio a Zeus y a los demás dioses.” (420-430) “Entre tanto Arete traía de su tálamo un arcón hermosísimo para el huésped –en él había colocado los lindos regalos, vestidos y oro, que los feacios le habían dado. También había colocado en el arcón un hermoso vestido y un manto y le habló y le dirigió aladas palabras “Mira tu mismo esta tapa y échale enseguida un nudo, no sea que alguien la fuerce en el, viaje cuando duermas dulce sueño al marchar en la negra nave.”Cuando escuchó esto el sufridor, el divino Odiseo, adaptó la tapa y le echó enseguida un bien trabado nudo, el que le había enseñado en otro tiempo la soberana Circe.” (435-448);
(60) Otro elemento indispensable en el banquete es el aeda, el filid (poeta o rapsoda) que canta las hazañas y gestas de la familia o de los héroes. Sobre las canciones de gesta durante el banquete y recuerdos de las hazañas de los antepasados y heroes entonadas por un “aeda”: “Y un heraldo se acercó conduciendo al deseable aedo, a Demodoco, honrado en el pueblo, y le hizo sentar en medio de los comensales apoyándolo junto a una enorme columna.
(61) Virgilio. Eneida VIII, 659.
(62) Hist. Mund.V, 28, 30.
(63) Plinio El Viejo. Historia Natural IX, 18, 68.
(64) También por el anti-huésped. Telémaco convoca a la asamblea para quejarse del comportamiento nefando de los pretendientes: “Un asunto míos, privado me ha caído sobre el palacio como una peste, o mejor como dos: uno es que he perdido a mi noble padre, que en otro tiempo reinaba sobre vosotros aquí presentes y era bueno como un padre. Pero ahora me ha sobrevenido otra peste aún mayor que está a punto de destruir rápidamente mi casa y me va a perder toda la hacienda: asedian a mi madre, aunque ella no lo quiere, unos pretendientes hijos de hombres que son aquí los más nobles. Estos tienen miedo de ir a casa de su padre Ícaro para que éste dote a su hija y se la entregue a quien el quiera y encuentre el favor de ella. En cambio vienen todos los días a mi casa y sacrifican bueyes, ovejas y gordas cabras y se banquetean y beben a cántaros el rojo vino. Así que están perdiendo muchos bienes, pues no hay un hombre como Odiseo que arroje esta maldición de mi casa [...]”
“[...]Para mi -le dice Telémaco a los asistentes a la asamblea del ágora- sería más ventajoso que fuerais vosotros quienes consumierais mis propiedades y ganado. Si las comierais vosotros algún día obtendría la devolución, pues recorrería la ciudad con mi palabra demandándoos el dinero hasta que me fuera devuelto todo”.

(65) Cf.Blanca GARCÍA FERNÁNDEZ-ALBALAT . Obra citada. 1990, p. 268.
(66) “Y llevaron a la novilla por los cuernos Estratio y el divino Esquefrón; y Areto salió de su dormitorio llevándoles el aguamanos en una vasija adornada con flores y en la otra llevaba la cebada tostada dentro de una cesta, y Trasimedes, el fuerte en la lucha, se presentó con una afilada hacha en la mano para herir a la novilla, y Perseo sostenía el vaso para la sangre. El anciano, el cabalgador de caballos Nestor, comenzó las abluciones y la aspersión de la cebada sobre el altar suplicando insistentemente a Atenea, mientras realizaba el rito preliminar de arrojar al fuego cabellos de su testuz..
Cuando acabaron de hacer las súplicas y la aspersión de la cebada, el hijo de Nestor, el muy valiente Trasimedes, condujo a la novilla, se colocó cerca y el hacha sesgó los tendones del cuello y debilitó la fuerza de la novilla.Y lanzaron el grito ritual las hijas y nueras y la venerable esposa se Nestor, Eurídice,la mayor de las hijas de Climeno.
Luego levantaron a la novilla de la tierra de anchos caminos, la sostuvieron y al punto la degolló Pisístrato, caudillo de guerreros.
Después que la oscura sangre le salió a chorros y el aliento abandonó sus huesos, la descuartizaron enseguida, le cortaron las piernas según el rito, las cubrieron con grasa por ambos lados, haciéndolo en dos capas y pusieron sobre ellas la carne cruda. Entonces el anciano las quemó sobre la leña y por encima vertió rojo vino mientras los jóvenes cerca de él sostenían en sus manos trinchadores de cinco puntas.
Después que las piernas se habían consumido por completo y que habían gustado las entrañas cortaron el resto en pequeños trozos, lo ensartaron y lo asaron sosteniendo los puntiagudos trinchadores en sus manos.
Entre tanto, la linda Policasta lavaba a Telémaco, la más joven hija de Nestor, el hijo de Neleo. Después que lo hubo lavado y ungido con aceite le rodeó el cuerpo con túnica y un manto. Salió Telémaco del baño, su cuerpo, semejante a los inmortales, y fue a sentarse al lado de Néstor, pastor de su pueblo. Luego que la parte superior de la carne estuvo asada, lo sacaron y se sentaron a comer, y unos jóvenes nobles se levantaron para escanciar el vino en copas de oro.”
(67) Estrabón. Geografía IV, 4.2, 5.



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