Autor: A.M.Canto
lunes, 22 de enero de 2007
Sección: Roma y Grecia en Celtiberia
Información publicada por: A.M.Canto
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Sobre la fundación romana de Corduba y su epíteto de Patricia
Se reproduce aquí un artículo, publicado originalmente en 1991 («Colonia Patricia Corduba : Nuevas hipótesis sobre su fundación y nombre», en la revista Latomus [Bruselas] nº 50.1, págs. 846-857) pero no llegado al gran público, acerca de la posible fecha real de la fundación romana de Córdoba. Ésta se viene fijando tradicionalmente en los años 168 o, con más seguidores, en el 152 a.C., supuestamente a cargo del entonces procónsul de la Citerior M. Claudio Marcelo, a causa de dos palabras de Estrabón sobre Córdoba: ktísma Markéllou. Aquí se sugiere más bien el entorno del año 200 a.C., y se hacen otras propuestas acerca de Marcelo, el sobrino y fallido primer heredero de Augusto, de las concesiones coloniales y del epíteto de «Patricia» que más tarde llevó la ciudad.
Se reproduce aquí un artículo acerca de la fecha más posible para la fundación romana de Córdoba que, aunque publicado originalmente en 1991 («Colonia Patricia Corduba : Nuevas hipótesis sobre su fundación y nombre», en Latomus [Bruselas] nº 50.1, págs. 846-857), y conteniendo diversas novedades, no llegó al gran público. La fundación se viene fijando tradicionalmente en los años 169-168 o, con más defensores, en el 152-151 a.C., supuestamente a cargo del entonces procónsul de la Citerior M. Claudio Marcelo, a causa de la definición que hace Estrabón de Córdoba: ktísma Markéllou, lo que se viene traduciendo como "fundación" ex novo de dicho Marcelo.
Aquí se propone, reiterpretando el famoso texto estraboniano (III, 2, 1, véase con su traducción abajo en la nota 2), que la Corduba romana fue fundada más bien «ex arjés», «desde el principio», esto es, muy poco después del final de la 2ª Guerra Púnica, hacia 200 a.C., cerca del núcleo turdetano y con una verdadera expedición o «apoikía» especialmente enviada desde Roma, siendo de hecho «la primera colonia enviada a estos lugares», colonos a los que se unen «indígenas escogidos», todo ello siguiendo estrechamente a Estrabón.
Se aducen los móviles estratégicos, bélicos y económicos que hacen muy inverosímil que Roma dejara pasar 40 o 50 años antes de asentarse firmemente en esta importantísima ciudad. Descartado así el pretor/procónsul en cuestión, el «Marcelo» que tan familiarmente cita Estrabón debe de ser el sobrino y heredero de Augusto que, hacia 26-25 a.C., haría el papel de ktístes o «benefactor» de Córdoba en nombre del emperador. En la 2ª parte del artículo se sugiere una explicación para otro tema controvertido: el significado y ocasión del epíteto «Patricia» que Cordoba llevará más tarde como capital de la nueva provincia Bética: podría entenderse como «Colonia Senatorial», siendo otorgado por Augusto, con bastante vista política.
Es una versión OCR, y se le han hecho cambios mínimos, desarrollando abreviaturas (p.ej. de autores latinos y revistas) o insertando explicaciones (que van entre corchetes) para facilidad del lector. Como es largo, me he permitido destacar en negrita los conceptos que creo más significativos.
El trabajo se complementó con uno posterior: «Algo más sobre Marcelo, Corduba y las colonias romanas del año 45 a.C.», en Gerión 15, 1997 (en respuesta a otro de A. U. Stylow), que se puede leer o descargar en: http://www.ucm.es/BUCM/revistas/ghi/02130181/articulos/GERI9797110253A.PDF
En él se refuerzan argumentos en la misma línea, con una novedad importante sobre otro axioma cordobés (pp. 276-278): tras una retraducción del famoso texto de Dión Casio XLIII, 39, 5 sobre el discurso de César después de Munda, puede comprobarse que el estatuto de Colonia Romana para Corduba fue otorgado por César y, como para otras ciudades béticas (Urso, Hispalis, Hasta Regia...), no debe ser considerado como un privilegio, sino como un castigo, por su filopompeyanismo y actuaciones durante la guerra. Son las que allí llamo "colonias de castigo".
[Debe tenerse en cuenta, sobre todo para valorar la bibliografía citada, pero también obras de data posterior a 1991 y 1997, la época de publicación de ambos trabajos, hace quince y nueve años respectivamente.]
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1) CORDUBA
En dos trabajos a punto ya de aparecer sobre la fundación y el territorio de Augusta Emerita (1), aludí a las razonables dudas que podía haber en cuanto a las fechas de fundación de Corduba y Caesaraugusta, ambas por distintos motivos. Quisiera ahora ocuparme de la primera de estas dos ciudades.
La duda surge en torno a la expresión ktísma Markéllou que Estrabón (2) aplica a Corduba. Como ya tuve ocasión de comentar en los trabajos citados, el vocablo griego ktísma no significaría, usado por los escritores en griego de época romana (como son Estrabón o Dión Casio), «fundación», en cuanto creación ex novo de una ciudad, sino «construction, érection» (de un santuario, de un edificio), según la reciente monografía de M. Casevitz (3). Del mismo modo, así como el ktístes era, en el vocabulario clásico de las colonizaciones griegas, el verdadero héroe-fundador de la ciudad (4), en época romana (y ello se ve bien en los epígrafes y textos), designa al constructor de un edificio, al bienhechor de una asociación o al «nuevo fundador» de una ciudad que se ha beneficiado de las larguezas o de las relaciones de un personaje de alto rango, e incluso del propio emperador (5).
Si seguimos este hilo, si podemos traducir ktísma por «obra», «edificación», «nueva ciudad» y, en sentido lato, por «programa urbanístico, de embellecimiento u ornato», no habría ya por qué atribuir la expresión estraboniana necesariamente a la época fundacional de Córdoba, sino a un periodo de transformación profunda y significativa de la ciudad. Situados en este nuevo punto de vista, el «Marcelo» tan familiarmente llamado por Estrabón no ha de coincidir por fuerza con el cónsul republicano Marco Claudio Marcelo (cónsul 166, 155, 152 a.C.), que fue pretor para ambas Hispanias en 169-168 y legado proconsular de la Hispania Citerior nuevamente en 152-151 a.C. La fundación de Córdoba, por tanto, no se habría producido necesariamente ni en 168 ni en 152 a.C, como se ha venido manteniendo de siempre (6).
Muchos autores se han ocupado extensamente de los escasos datos textuales con que contamos, y sería prolijo recoger aquí nuevamente los argumentos (7). Las citas se reducen a Polibio y al referido párrafo de Estrabón. Polibio dice que Marco (Claudio) Marcelo, al fin de sus campañas contra los celtíberos en el 152 a.C. «se retiró a Córdoba para invernar». Este dato más bien transmite la idea de que la ciudad ya existía (8) y tenía las condiciones precisas para el alojamiento y el abastecimiento de ejércitos. Y, por otra parte, no parece lógico que el legado de la Hispania Citerior tenga autoridad en ese momento para crear una ciudad en provincia distinta a la suya. A pesar de estas objeciones, éstas han sido la tesis y fecha que más defensores han encontrado (9).
En cuanto a Estrabón, dice que Córdoba es «la obra de Marcelo», y se extiende algo más sobre sus excelencias, indicando, algo más abajo, que la ciudad «la habitaron desde el principio un grupo selecto de romanos y de indígenas vecinos, pues fue ésta la primera expedición colonial (apoikía) que los Romanos enviaron a dicho territorio» (eís toúsde toùs tópous), es decir, a la Turdetania. Este párrafo ha sido objeto de muchas interpretaciones ya que, según se dice, la primera colonia no sería Corduba, sino Itálica, y antes del 152, o del 168 a.C, existían como tales (aunque latinas) Carteia y Gracchurris (10).
Ahora bien, volviendo a la terminología colonial griega, el verbo y el sustantivo que aquí utiliza Estrabón, apoikían, ésteilan sí son los adecuados para hablar de colonizar o de colonias en el griego de época romana (11). Para el caso de Mérida ya establecí una diferenciación similar entre dos textos de Dion Casio (12). Y, por otro lado, el matiz temporal usado por el autor de Amaseia, ex arjés, «desde el principio», puede referirse al de la ciudad en sí tanto como al del comienzo mismo de la dominación romana en Hispania, fines del siglo III o comienzos del II a.C. Itálica fue, en efecto, una fundación de primerísima hora (206-205 a.C), pero se trató de un contingente de soldados veteranos y convalecientes, itálicos (y de ahí su nombre), que ya estaban en el territorio, y no propiamente de una expedición enviada al efecto desde Roma (13). Aquí, en cambio, Estrabón nos está hablando de una expedición colonial expresa. Y, por otro lado, ni Carteia ni Gracchurris se sitúan en Turdetania (14).
En esta fundación se combinan los colonos romanos (posiblemente no sólo soldados, sino también civiles, como comerciantes, agricultores, etc.) con un contingente de turdetanos seleccionados; fenómeno este, el del sinoicismo, nada infrecuente en la colonización romana de la Península (15). Como se ve, la existencia simultánea o previa de Itálica no impide el considerar a Córdoba como «la primera expedición colonizadora que los romanos mandaron a estos lugares».
Siempre se ha considerado que ello ocurrió en los años 168 o 152 a.C., como he dicho, debido a la mención de Marcelo. Sin embargo, los romanos debían de conocer bien la gran urbe turdetana de Corduba (16), lo suficientemente arraigada e importante como para mantener su nombre a pesar de la colonización por Roma. Sabrían, y ello incluso mucho antes de completar su victoria, expulsando a los cartagineses de la zona, de su excelente situación estratégica, de las posibilidades de navegación del Baetis hasta aquí, de su vado, de la situación central de la ciudad con respecto al valle del río, de la fertilidad de sus campiñas o de la existencia de buenos metales próximos (17). Resulta difícil creer que, habiendo regularizado Roma el envío de una pareja de legados anuales, y organizado la remesa, también anual, de productos béticos hacia Italia, todo ello al menos desde el año 204 a.C. (18), se tardara tanto, más de cincuenta años, en elegirla para ser el centro neurálgico, si no la capital, de la Hispania Ulterior (19). Ésta fue una decisión que pudo tomarse, a mi juicio, poco antes o poco después del 200 a.C. (20), en lugar próximo a la ciudad indígena (21). La tribu [electoral] asignada sería la minoritaria Sergia, como en las también antiguas ciudades de Italica o Carthago Noua (22). En Córdoba tendrían el hábito de residir los gobernadores, de invernar las tropas, y habría campamentos permanentes, que serían los utilizados por Claudio Marcelo, como por otros generales. No se ve un motivo claro, pues, para retrasar tanto la fundación romana de la ciudad. Hay, además, un comentario posterior de Estrabón (III, 4, 13), sobre el hecho de que Marcelo, legado de la Citerior de 152-151 a.C, pudo sacar de Celtiberia (23) un tributo de 600 talentos (seguramente de plata). Para esta noticia cita a su fuente, Posidonio, lo que no hace en el párrafo sobre Córdoba, y ademas se refiere a él como «Marcos Marcellos». En el texto que estamos comentando habla sólo de «Marcellos». Parece, pues, que incluso en el mismo modo de aludir Estrabón, no está refiriéndose a la misma persona.
Es claro que, si creo que no se trata de la misma persona, deberé hacer una propuesta sobre quién es el «Marcelo» de la frase de Estrabón. A mi juicio debía ser alguien tan conocido para un lector coetáneo, que no necesitara el escritor más que mencionarle por su cognomen. El grueso de la obra geográfica de este autor fue redactada entre los años 20 y 7 a.C, cuando se publica su primera edición (24), a la que luego añade algunos datos y partes más, llegando hasta entrado el reino de Tiberio (25). En este periodo de tiempo no podía haber en Roma más «Marcelo» que el fallido heredero y llorado sobrino de Augusto (26). La sola mención del nombre "Marcelo" no podía hacer recordar a un lector de la Roma de Augusto a un cónsul republicano de hacía 150 años, por muy extraordinarios que hubieran sido en su tiempo sus tres consulados (27). Un lector normal entendería que se hablaba de (M. Claudio) Marcelo, al cual, tras su prematura muerte en Baiae, a fines del 23 a.C, Augusto había honrado con la dedicación del theatrum Marcelli, y su madre con la erección de la bibliotheca Octavia (28). Si se acepta la posibilidad que sugiero (29), conviene tratar de establecer algún tipo de relación entre este Marcelo y Córdoba que justifique la frase de Estrabón.
Marco Claudio Marcelo (30) era hijo del cos. [cónsul del año] 50 a.C, de igual nombre (31) y de Octavia, la hermana de Augusto. Muy unido a su tío, cuenta Suetonio que desfiló a caballo en Roma, a la derecha de Octavio, en el triunfo de Actium, celebrado el 1 de agosto del año 29 a.C. (con sólo 14 años), mientras Tiberio lo hacía a a la izquierda del vengador; con la misma ocasión, Augusto repartió un congiario [donativo] a los niños de Roma, en nombre de su sobrino (32). Interesa mucho destacar que acompañó a Augusto, como tribunus militum, en las guerras cántabras y, de hecho, Dión Casio lo menciona de forma expresa (33) al decir que, junto con Tiberio, Marcelo organizó para los soldados mas jóvenes unos juegos en el mismo campamento, con motivo de la deductio de veteranos que Augusto autorizó en Mérida en el 25 a.C. (34).
En la creación de ciudades, como en el patronazgo económico de muchas obras públicas, Augusto tuvo con frecuencia la colaboración de los adinerados miembros de su familia, y con gusto él mismo efectuó grandes dispendios en nombre, particularmente, de sus sucesivos herederos (congiaria, ludi, obras públicas, etc.). Puede suponerse que la adquisición de prestigio personal hacía aconsejable la creación de vínculos personales con las ciudades (cf. infra). Parto, pues, de la idea de que no tendría nada de extraño que en Hispania este fenómeno se hubiera producido en sus dos estancias, del año 25 y del 16 a.C. Como en el caso de Emerita Augusta, en el que Agripa pudo realizar el papel de ktístes, de la nueva colonia, capital de Lusitania, costeando de su bolsillo nuevas obras (35), de igual forma Marcelo pudo realizar años antes desembolsos parecidos en favor de Corduba, cuyo carácter de futura capital de la nueva provincia Baetica estaría previsto (si no lo era ya de la Hispania Ulterior), y no ya desde el 27 a.C, sino posiblemente en la planificación de César. De hecho, en varios lugares hispanos hay una especial vinculación de miembros de la gens Iulia, incluso como patronos, y especialmente en Bética (36). Y no en balde, en el caso de Marcelo, se le tenía comúnmente como el heredero de Augusto, lo que motivó no pocas rivalidades tanto con Agripa como con Tiberio (37). Por ejemplo por la solicitud y obtención por el emperador para su sobrino de la posibilidad de optar al consulado diez años antes de lo legal (38), o la acumulación de honores en su favor en el mismo año 23 (pontífice, edil curul y vir praetorius) (39) y, sobre todo, su matrimonio con Julia, la querida hija de Augusto, lo que le había situado, en el año 25, mejor que a ningún otro (40) como posible sucesor del emperador. Vinculaciones municipales para Marcelo están atestiguadas en los casos de Pompeya (41) y Tanagra (42). Hay que pensar que estas ciudades le deberían magníficos obsequios. Este brillante e imparable ascenso se trunca con su repentina muerte en Baiae, entre septiembre y fines del año 23 a.C., de corta y extraña enfermedad (43) y su lugar, en la heredad de Augusto y en el tálamo de Julia, es inmediatamente ocupado por Agripa (44), que encontraba por fin adecuada recompensa a su lealtad y sus brillantes servicios bélicos.
En resumen, pues, pienso que el nuevo significado propuesto para el concepto de ktísma puede llevar, como he dicho, a desligar la persona del [p. 854] pretor-procónsul M. Claudio Marcelo del hecho de la fundación de la Córdoba romana, y también de las fechas antes propuestas, tanto el 168 como el 152 a.C. Por el contrario, creo que la Corduba turdetana es la que recibe «de los Romanos», en torno al 200 a.C. («desde el comienzo»), una verdadera apoikía o expedición, «la primera a estos lugares», aunque la forma jurídica no pudiera ser aún la de una colonia ciuium Romanorum, y que su carácter capitalino se mantuvo siempre, aunque no fuera de forma estatutaria o reglada (45). Había, de todas formas, puntos dudosos en la teoría tradicional, como la tardanza en fundar la ciudad romana desde la conquista efectiva, el hecho de que un procónsul de la Hispania Citerior tenga autoridad (en el 152 a.C.) para fundar ciudades en otra provincia, o el que la ciudad no siga la tribu [electoral] del fundador (la Arnensis en el caso de los Claudii Marcelli republicanos).
A raíz de la estancia de Augusto en Hispania, entre 26 y 25 a.C, se debió de acometer otro de los proyectos inconclusos del gran César: terminar la reconstrucción de la nueva Córdoba. Para esto, como he propuesto para el caso de Mérida, se puede aducir un en mi opinión valioso testimonio de época medieval ; se trata de la Crónica del Moro Rasís: «E Atavia (scil., Octavio) mando adobar [concluir] todas las cosas que Julio Çesar auia començado en España, e acabo a Çaragoça, que es muy noble cibdat, e a Merida, semejante de Seuilla, e a Cordoua de Beja ...» (46). Este texto confirmaría, con base en fuentes históricas hoy perdidas, que Caesaraugusta, Emerita y, la que ahora nos interesa, Corduba, recibieron de Augusto un programa urbanístico completo, seguramente acompañado de asignaciones de veteranos y estatutos jurídicos de coloniae civium Romanorum, completando actuaciones o beneficios ya iniciados por César. Sus sucesivos presuntos o reales herederos, Marcelo, Agripa y Tiberio, debieron de colaborar y sustituirle en tal tarea, como más tarde los nietos, Cayo y Lucio (47). Si, como creo es posible, Marcelo fue el encargado de «apadrinar» a la capital bética, Estrabón podría con justeza, pocos años después, definir a Córdoba como «la protegida, la obra, de Marcelo».
2) COLONIA PATRICIA
Al revisar la bibliografía pertinente para las notas anteriores, he visto que continúa sin una solución satisfactoria el problema de la segunda denominación de Corduba. Este último fue durante doscientos años su único nombre, el prerromano, y es el que aparece en las series monetales republicanas del magistrado Cn. Iulius L.f. q(uaestor) con Venus en el anverso y Eros en el reverso (48).
La leyenda de Colonia Patricia (curiosamente siempre sin Corduba, como en la mayor parte de sus inscripciones) aparece en las acuñaciones augusteas, cuya datación es insegura, pero en todo caso posterior al 27 a.C. Nunca se la denomina así, ni en los textos ni en la epigrafia, hasta la época de Augusto. Parece que este hecho basta para descartar las fechas que hasta ahora se han supuesto para la concesión del epíteto Patricia : M. Claudio Marcelo en 168 o 152 a.C. (vid. supra), los hijos de Pompeyo, especialmente Cneo, hacia 46 a.C., César en el 45 a.C., o los años posteriores a la muerte de César (49). Dentro del reinado de Augusto, F. Chaves (50) propone una data poco posterior al viaje organizador de éste en 15-14 a.C. para el comienzo de las amonedaciones imperiales en Córdoba y, para las series que llevan en su reverso «objetos sacerdotales», la fecha sería posterior al 12 a.C., por la obtención por el emperador del pontificado máximo. Parece la más razonable hipótesis, pues es posible también en ese momento un asentamiento de veteranos (51), a juzgar por el caso paralelo de Mérida. Por otra parte, el argumento acerca de la no presencia de los cognomina Iulia o Augusta ha sido invocado por innumerables estudiosos para negar una colonia augustea (52). Aparte de que ello no es así (53), creo que la dificultad se puede salvar si pensamos que Corduba pudo ser una colonia deducida formalmente en época de Augusto pero en homenaje al Senado. Por lo analizado en la primera parte de este trabajo, la fecha se situaría más bien en torno al 25 a.C. o poco después. Con ello es compatible la leyenda PERM.CAES.AVG., que es constante en las monedas (54).
El adjetivo Patricia que acompana a Colonia recuerda inmediatamente al vicus patricius de Roma. Éste, situado entre el Esquilino y el Viminal, se llamó así porque fue poblado con patricios por Servio Tulio.
El adjetivo significa «de, propio de, perteneciente a, patricios» (55), y sería quizá el más apropiado para la ciudad capital de una provincia que acababa de ser devuelta por el emperador al control del Senado, de los patres. Es una medida adoptada, al decir de Dión Casio (56), en el año 27 a.C, aunque de manera efectiva no debió de materializarse hasta el año 13 a.C. (57). Una conmemoración ofïcial por parte de la provincia se produjo con motivo de la inauguración solemne del foro de Augusto en Roma, el año 2 a.C. Se trata de CIL VI, 31267 : Imp(eratorî) Caesari / Augusto p(atri) p(atriae) / Hispania Ulterior / Baetica quod / beneficio eius et perpetua cura / provincia pacata est. Auri p(ondo) (centum) (58).
El fastuoso regalo de cien libras de oro de peso (¿una corona, una estatua?) era digno de una de las provincias mas ricas y económicamente rentables del Imperio, además de ser también de las más antiguas y por ello más romanizadas. El devolverla a los patres (y, teóricamente, al pueblo) fue un hecho de gran carga política; quizá debía ser la provincia donde más clientes y descendientes de las más antiguas familias senatoriales se habían ido asentando con el paso de dos siglos. Era un gesto que trataba de suavizar el monarquismo real de Augusto con las tradiciones republicanas (59).
No habría mejor ocasión para que se organizara una deductio (60) y una refundación de la capital como colonia civium Romanorum, quizá ya con el ius Italicum; la tribu [electoral] Galeria, la habitual en las colonias de Augusto, se añade ahora a la Sergia anterior (61). Creo que, con un planteamiento como éste, hubiera sido muy impertinente que Augusto hubiera impuesto su propio nombre a la ciudad. Por tanto, puede pensarse que ésta se llama ahora Colonia Patricia precisamente por ser una colonia senatorial, de los patres, y capital ahora efectiva de una provincia largo tiempo deseada (62). Me parece que ésta que propongo, por lo que sé hasta ahora no aducida, pudiera ser una explicación bastante lógica, y ajustada a los escasos datos con que contamos.
NOTAS
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Ego, no se muy bien como ha desBarrado el artículo para que al final se hayan eliminado los comentarios, en parte me siento culpable, pero en verdad creo que en Celtiberia, como usted bien dijo se debe admitir todo, pero sin necesidad de faltarle el respeto a nadie. Lo que más siento, es que la profesora había completado el artículo al hilo de algunas de las preguntas que le hice. No se si sabre repetirlas, y lo que es peor no sé si la Profesora Canto, tendrá ganas de responderlas de nuevo. En fin, lo dejo por hoy y mañana intentaré recordar las cuestiones. En todo caso vuelvo a pedir disculpas, y espero que la Profesora se sienta dadivosa. Un saludo.
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