Autor: Bea Alonso Prieto
domingo, 20 de mayo de 2007
Sección: Artículos generales
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Evolución de la Bruja en España (siglos XIII – XVIII)

Conferencia leída el 25 de Octubre de 2005, en las III Jornadas de Investigación de Historia, de el “Foro de Áreas Humanísticas”, o Academia Pomposa.







Introducción: Conceptos Básicos y aclaratorios.

¿Qué era Bruja?

Bruja o brujo era una persona que practicaba la magia nociva, que además, para conseguirlo, establecía un pacto con el demonio y practicaba algún tipo de homenaje hacia él.

En la época que abarcamos existía la creencia de que la magia nociva y el demonismo estaban relacionados, ya que supuestamente la bruja o el brujo adquirían sus poderes dañinos a través del pacto con el diablo. Esta idea fue desarrollada a lo largo de la Edad Media, provocando un cambio de consideración hacia los magos, que se convirtieron en Herejes y apóstatas.

¿Qué es la Magia?

Es un poder desencadenado y controlado por el hombre, un don personal. Es la práctica de lo que se ha llamado “maléfica”, siendo esta la actividad a través de la cual el ser humano domina o manipula fuerzas misteriosas, sobrenaturales o naturales. Las formas más comunes de alta magia son la Alquimia(1) y la Adivinación(2), son ciencias adivinatorias la Astrología(3) y la Necromancia(4). Estos tipos de alta magia requieren tener un cierto grado de conocimiento erudito, no aplicable a las clases bajas, de dónde proceden la mayoría de las brujas procesadas en España.

¿Qué es la Hechicería? ¿En qué se diferencia de la Magia?

Es la práctica de la magia mediante un proceso mecánico manipulatorio a través de pócimas, objetos (amuletos)…, es una habilidad adquirida, no natural de ciertos individuos. Otra diferencia con la magia es que su resultado puede ser beneficioso y nocivo, mientras que la magia o “maleficia”, siempre es maligno.

Evolución de La Bruja en España (siglos XIII-XVIII).

Antes de empezar, conviene aclarar que en España no se vivieron las grandes cazas de brujas que se dieron en Europa. Fueron pocas las ocasiones en las que las brujas y brujos fueron condenados a la pena máxima. Esto se deba quizá a la tradición de escepticismo que ha dividido a los intelectuales dedicados a este tema desde el principio.

También hemos de diferenciar regionalmente, en España nos encontramos con dos zonas, el Norte y el Sur. En el Norte, nos encontramos con brujas parecidas a las europeas, las brujas típicas, que hacen pactos con el demonio, van a los Sabbats(5), vuelan, matan a niños, provocan daños a la comunidad… mientras que en el Sur, tenemos mayoritariamente hechiceras y hechiceros.

El primer caso documentado en España, es de unas brujas en el valle del Areu, en el bosque de Biterna, juzgadas por las autoridades ilerdenses en 1424.

El sentimiento hacia la brujería en España evolucionó con el paso del tiempo, por ejemplo en la Alta Edad Media nos encontramos el escepticismo agustiniano, ya que en “De Civitate Dei” se atribuía la brujería a sueños.

En el siglo XIII triunfarán las tesis contrarias en toda Europa, llegando a promulgarse una Bula Papal, Sumis Desiderantibus Affectibus, en la cual se habla de los íncubos y súcubos, haciendo además, hincapié en la predisposición femenina.

Será en el siglo XV cuando se publiquen y difundan las primeras teorizaciones en España, como la de Fray López de Barrientos, “Tratado de Adivinanza”, que se hace eco de la tradición escéptica, hablando de ilusiones provocadas por espíritus malignos. Aunque en Europa es el momento de mayor caza de brujas, a pesar de los eruditos escépticos, se procesaron a brujas, como en Zaragoza en 1498, y otra bruja quemada al año siguiente, seis brujas juzgadas por la Inquisición en Valencia, treinta brujas quemadas en Calahorra, llegando a aparecer casos en las Islas Canarias.

La situación llevó al Inquisidor General, Manrique, a reunir en Granada en 1526 a los Inquisidores mayores para analizar el brote surgido en Navarra. Se reunieron seis Inquisidores, de los cuales, 4 defendieron que se trataba de pura imaginación, fruto de la ignorancia de la gente, aunque llegaron a recomendar el envío de más predicadores a la zona, por considerarla poco cristianizadas, y más proclives a ese tipo de ilusiones. Mientras los estudiosos y altos cargos inquisitoriales se mostraban escépticos, se desató una auténtica crisis brujeril, llegando en 1527 a presentarse dos niñas ante el Consejo General de Pamplona para desenmascarar a 150 brujas.

A finales del siglo XV, los autores llegan a darle credulidad a las brujas, aunque plantean dudas con respecto a su supuesto traslado al aquelarre, o aspectos concretos del Macho Cabrío.

A mediados del siglo XVI, las autoridades de la Inquisición piden a las autoridades civiles vascas que se dediquen a estos casos, pidiendo también a la Inquisición de Navarra no ceder ante las peticiones populares de quema de brujas. En 1540, el Obispo de Pamplona envía una circular a todos los sacerdotes de su Diócesis advirtiendo que la brujería es una falacia, recomendando someter a las acusadas de brujería a un examen médico, y explicando que la psicosis de debe a la ignorancia de la gente, aunque, hemos de reconocer que dichas advertencias no evitaron nuevos brotes de personas que creían haber visto aquelarres, o a brujas entrar volando por las ventanas, llegando incluso, a la publicación de una obra crédula y muy descriptiva, “Las Disquisiciones Mágicas” del jesuita Martín del Río entre 1599 y 1600.

En los siglos XVII y XVII cambiarían las cosas. Una tormenta brujería en Zagarramurdi llegó a provocar un Auto de Fe en Logroño, en 1610, éste hecho marca un antes y un después de brujería en España. Se destaca la credulidad de las autoridades locales, ante las reservas de los Inquisidores. A partir de éste Auto de Fé, la Inquisición se dividió en dos tendencias. A pesar de ello, tenemos una memoria judicial de 1613, en la cual se demuestra que ninguna bruja fue quemada. A partir de éste momento desapareció casi por completo la caza de brujas, las tomadas por brujas, no fueron castigadas, o se encontraron contradicciones en sus declaraciones.

Sin embargo, hemos de asistir todavía a la publicación de textos sobre brujería hasta el siglo XVIII, con la llegada de La Ilustración, que llevara el escepticismo a todos los círculos intelectuales y cesarán los brotes y cazas de brujas por completo en España.


Bibliografía:

Levack, Brian P. (1995): La Caza de Brujas en la Europa Moderna. Alianza Universidad. Madrid.

Morgado García, Arturo (1999): Demonios, Magos y Brujas en la España Moderna. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz. Cádiz.

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NOTAS:

(1) Transmutación de metales viles, en metales preciosos.

(2) Utilización de varios medios para adquirir conocimientos secretos.

(3) Posición de los astros.

(4) Utilización del espíritu de los muertos.

(5) Aquelarres.


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Comentarios

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  1. #1 Bea 20 de dic. 2005

    Hola rcg873, mi escrito nunca dijo que las clases populares fueran incultas, sólo que hay uns diferenciación entre la cultura popular y la cultura de las élites, no que ninguna tenga razón.

    Todos sabemos que las brujas no existen, y que no vuelan es escobas, pero antes se creía, y había eruditos que lo escribían, hasta un Papa escribió algo sobre íncubos y súcubos. Es cierto, en mi tierra me hablan de meigas, meigas que se juntan en los claros de los bosques, pero una cosa es que mis abuelos lo creyeran, y otra diferente que sea así. El mal de ojo existe, pero es más bien un tipo de hechizo, no de magia, malefica, por que no se usa al demonio, o por lo menos, las supuestas hechiceras, no hablan con él, sino que invocan unas supuestas fuerzas a través de unos ritos aprendidos.

    Eso que dices de las plantas alucinógenas es totalmente cierto, y de hecho es la explicación que le dan los estudiosos hoy en día, si puedes lee los dos Libros que cito en la bibliografía, que lo explican largo y tendido, yo no voy a copiar los Libros, por que no era la intención del trabajo, sino la evolución de la visión de la bruja en las clases cultas, la Inquisición y las clases populares entre los siglos XIII y XVIII

    Un saludo:

    Bea

  2. #2 diodoro 22 de dic. 2005

    Hola. Este tema me parece muy interesante, pero creo que no está muy clara la introducción. De echo considero que se han líado bastante los terminos: magia, brujería y hechicería. Según el texto hay dos clases de estas artes: magia (practicada por brujos y siempre malvada) y hechicería (que emplean los hechiceros, y puede tener un fin bueno, malo o indiferente). Además la magia se divide en alquimia y en artes adivinatorias (como astrología o necromancía). Bien, la verdad es que la magia no es astrología, ni mucho menos alquimia. La magia en sentido general consiste modificar la realidad mediante el uso de ciertas leyes "ocultas", básicamente la ley de la simpatía y el hecho de que el mundo está lleno de entes espirituales susceptibles de ser evocados y obedecer las órdenes del mago. La ley de la simpatía comprende varias cosas: como la teoría de las correspondencias, que consiste en que hay determinadas relaciones entre minerales, plantas, animales, colores, planetas, constelaciones, direcciones, actividades humanas, etc. de forma que mediante un elemento de la serie se puede influir en las demás. Por ejemplo, el color rojo, Marte, el rubí, el lobo y el ardor guerrero se hallan relacionados, así se puede tallar un rubí con el símbolo de Marte, guardarlo en un trozo de piel curtida de lobo y esto hará que su posedor posea mayor valor en el combate, y así la infinidad de talismanes que se pueden diseñar. También cae dentro de esta ley de la simpatia o de la analogía la creencia de que cosas que han estado en contacto durante un tiempo mantienen un vínculo entre ellas, o que cosas que se asemejan también tienen un vínculo entre sí; está es la base de las muñequitas de vudú a las que añadir algo que halla pertenecido a la persona que se desea influir. Por otra parte, la magia también incluye lla evocación de espítitus de los muertos (necromancia), así como de elementales (espítitus que moran en los elementos), ángeles, demonios y toda clase de entes espirituales en los que se crea. La finalidad de esto, consiste en ligar ese espítitu a la voluntad del mago, lo que va desde rogarle a obligarle con maldiciones a que responda las preguntas del mago o le realice un determinado servicio. Esto es, en síntesis, la magia, y como se observa no es mingún don personal, sino un arte más que puede ser aprendido y cultivado.
    Es común dividirla en alta y baja magia, según diversos criterios, aunque en general la baja magia es la forma más primitiva y simple de magia (por ejemplo la de tallar en un árbol un corazón con el nombre de la persona amada y el propio); mientras la alta magia es aquella que se basa en correspondencias de tipo teológico, astrológico y/o cabalístico, es decir con lo que se consideraba auténtico conocimiento en la época, y en la cual el mago necesita una serie de instrumentos mágicos (la famosa varita, cuchillos, etc), una preparación y desarrolla ceremonias más o menos complicadas en las que se nombran nombres divinos o secretos que tienen poder sobre espíritus. Como dice el texto (pero a propósito de la hechicería), toda esta actividad requiere conocimientos que no estaban al alcance de cualquiera en la época y por tanto no era practicada por clases bajas. El paradigma de está clase de mago quizá sea Agrippa, que escribió los tres Libros de filosofía oculta, un compendio de magia en la época de Carlos V.
    La hechicería es un sinónimo de baja magia, y se basa en los vínculos, que hemos mencionado, así como en ungüentos y pociones que incluyen hierbas con deteminadas propiedades reales o supuestas y otros diversos componentes basados en la ley de analogía. Asimismo, el uso de sencillos talismanes , el mal de ojo, y otras creencias mágicas populares. La hechicera solía ser una mujer sin mucha cultura, de origen humilde, pero capaz de engatusar a la gente como ella. Efectivamente, aunque su recetario lo tiene que aprender, la hechicera requiere de unas cualidades innatas para desarrollar ese especial don de gentes.
    Las brujas y la brujería, eran según ciertos cristianos de la época, gente que practicaba la magia con un fin malvado, es decir la magia negra. Habían hecho un pacto con el diablo, con el que se reunían en los aquelarres, como dice el artículo. En razón de ese pacto (que los inscribía en el libro negro del diablo) se dedicaban al mal: matar niños, secar ubres a las vacas, provocar enfermedades y por supuesto organizar orgías. La verdad es que las brujas y su culto eran los restos moribundos de una religión agraria de la primitiva europa pagana, como expuso por primera vez (aunque con evidentes excesos) M.A. Murray en su libro "The Witch-cult in Western Europe" (1921), y su adscripción al satanismo por los cristianos deriva de ser una religión rival (que tradicionalmente han sido demonizadas, y no sólo por el cristianismo).
    Esto es todo lo que quería aclarar sobre la introducción del artículo, que por lo demás me parece muy instructivo.

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