Autor: drake
martes, 27 de septiembre de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: drakerm


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Tartessos y los iberos

Durante el I milenio a. C. la Península Ibérica fue escenario de la primera colonización propiamente histórica, la que llevan a cabo griegos y púnicos atraídos por la riqueza minera del Mediodía hispánico.

Durante el I milenio a. C. la Península Ibérica fue escenario de la primera colonización propiamente histórica, la que llevan a cabo griegos y púnicos atraídos por la riqueza minera del Mediodía hispánico. Los abundantes testimonios históricos las fuentes literarias griegas y romanas no son siempre fáciles de correlacionar con los descubrimientos arqueológicos que, por lo menos hasta este momento, se remontan a una antigüedad menor. Según las fuentes escritas, la primera colonización fue la fenicia, cuyos establecimientos mercantiles se instalan a ambas márgenes, la europea y la africana, más allá del estrecho de Gibraltar: Cádiz, fundado hacia el 1100 a. C., para recoger los minerales béticos y el estaño de las Casitérides; y Lixus (Larache), para controlar el oro que llegaba de Sudán por las rutas del desierto. Cuando Fenicia pierda su independencia política, a mano de los grandes imperios orientales, heredará su dominio mercantil en el "círculo del Estrecho" la más potente de las colonias que Tiro había fundado en el Mediterráneo, el año 814: Cartago.
Los griegos nunca realizaron en España una colonización masiva como la llevada a cabo en Sicilia y la Magna Grecia a partir del siglo VIH a. C.; se trata más bien de una colonización mercantil, a base de establecimientos instalados como los fenicios en islas cercanas a la costa, como lugares de más fácil defensa frente a los posibles ataques de los indigenas. La iniciativa parte de los griegos que habitaban en las costas occidentales de Asia Menor: Rodas, cuya colonia Rhode (Rosas) ha comenzado a excavarse; Sanios, uno de cuyos navegantes, Colaios, hizo a mediados del siglo VII un viaje a Tartessos del que nos da noticias Herodoto; y Focea que mantenía cordiales relaciones con Argantonio, el legendario rey tartesio. El año 580 los foceos que habían fundado veinte años atrás Massalia (Marsella) se establecen en Ampurias, la colonia griega que mejor conocemos, tanto por la moneda que en ella se acuñó abundantemente como por las excavaciones realizadas a principios de siglo. El comercio griego con las tierras del sur de España no parece haber terminado con la derrota sufrida por los foceos ante los cartagineses en Alalia (535), ni aun con las posteriores delimitaciones de zonas de influencia entre los romanos y Cartago los años 509 y 348, que cierran la zona del Estrecho a Roma y sus aliados massaliotas. La influencia mercantil y cultural sigue ejerciéndose al margen de los avalares de las guerras de una forma dispersa pero eficaz.
Este es el marco en el que hay que situar las culturas hispánicas del milenio: Tartessos y los iberos. Sobre el imperio y la ciudad de Tartessos, las fuentes griegas nos han transmitido una serie de datos que no desvelan sin embargo el misterio en torno a esta civilización bajo-andaluza; la imagen común que de ellas se desprende es la de un país rico en metales a la vez que en ganadería, y la de una potente ciudad situada en la desembocadura de un río que arrastra plata y oro, estaño y cobre. La figura que destaca con un perfil más histórico es la del rey Argantonio, amigo de los griegos y famoso por su longevidad, ya que habría reinado de mediados del siglo vil a mediados del siglo VI, contemporáneo, portante, de la fundación de Mainake (Málaga) y de Ampurias. El ambiente cultural y político que se desprende de los textos parece avanzado; ese imperio de límites cambiantes tuvo leyes escritas. Los datos arqueológicos que podemos contrastar con tales relaciones son escasos (tesoros de la Aliseda y del Carambolo, bronce Carriazo, los recientes descubrimientos del Cabezo de la Joya, en Huelva) pero no desdicen de la grandeza atribuida a Tartessos. Conocemos su alfabeto, ilegible como el ibero e indudablemente relacionado con él. Todo induce a pensar en un pueblo bajo-andaluz que se benefició de sus inmensos recursos mineros y que inició por el "mar de Afuera" pasado el estrecho de Gibraltar las navegaciones que luego continuarían los fenicios. Su independencia política desaparecería a manos de los cartagineses al retirarse los griegos del Estrecho tras la derrota de Alalia. Hasta el momento han resultado infructuosos los esfuerzos realizados para localizar la ciudad de Tartessos en la desembocadura del Guadalquivir y del Tinto-Odiel o en el fondo de las bahías de Cádiz y Algeciras.
El texto clásico de Estrabón (siglo I a. C.) designa con el nombre de Iberia todo el litoral peninsular desde los Pirineos hacia el Sur. "Iberos" es, pues, un término geográfico y no étnico, que engloba a multitud de pueblos no siempre fáciles de ubicar. Los criterios para identificarlos y reducirlos a una unidad coherente son, principalmente, la raíz clásica de su arte, la pertenencia a la economía monetaria, el empleo sistemático del hierro y un mismo sistema de escritura que combina signos alfabéticos y silábicos. Se trata, en resumen, de la transculturación griega y púnica, consecuencia de las relaciones comerciales, sobre los indígenas costeros, descendientes de los epigravetienses. Las fuentes escritas y los hallazgos arqueológicos nos dan la imagen de un pueblo pobre y duro, avispado y alegre, aficionado a la guerra y a la caza y muy dado al barroquismo tanto en su atuendo personal como en la decoración de sus objetos domésticos o rituales. La vinculación personal a un jefe cuajó en una figura jurídica que supieron luego aprovechar los colonizadores: la devotio ibérica. Los clientes consagraban su vida a una divinidad infernal para que se dignase aceptarla en el combate a cambio de la salvación de la vida de su patrono; de aquí que si éste moría en la guerra, los devoti estuvieran obligados a suicidarse, ya que sus vidas, al no haber sido aceptadas en trueque por la divinidad, eran ya ilícitas. Su economía agrícola se basaba en la trilogía mediterránea habitual: cereales, vid, olivo, con algunas industrias primarias derivadas de la pesca o del tejido de fibras. Sus creencias religiosas denotan un amplio sincretismo mediterráneo y los santuarios, en los que han aparecido abundantes exvotos, posiblemente jugaron un importante papel político, en cuanto centros de confluencia de los distintos pueblos cuya organización siguió siendo la ciudad independiente. El arte de los iberos significa la primera inserción de los peninsulares en la creación mediterránea clásica, desde el monumento funerario de Pozo Moro (Chinchilla, Albacete), muy recientemente descubierto y fechable con seguridad a fines del siglo VI a. C., hasta las tres Damas en que culmina su arte, hoy reunidas en el Museo arqueológico de Madrid: la Dama de Elche, la gran Dama oferente del Cerro de los Santos y la Dama de Baza, descubierta en 1971.

J. de M. Carriazo, Tartesos y el Carambola, Arte de España. Madrid

M. A. Hus, Los etruscos, Fondo de Cultura Económica, México

J. Maluquer de Motes, Tartessos, Destino, Barcelona

M. Pallottino, Etruscologia, Hoepli, Milán
M. Tarradell, Els grecs a Catalunya, Dalmau, Barcelona


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Comentarios

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  1. #1 Habis 29 de sep. 2005

    La localizacion de Mainake sigue siendo un tema esPinoso. Las maximas candidatas son:
    -Malaga: Por la similitud fonetica
    -Torre del Mar, por los restos arqueologicos encontrados.
    -Santa Pola, por estar en la zona griega y por tener frente a ella la isla de Tabarca, la isla de Noctiluca de Avieno.
    Todas estan a similar distancia de Castulo, que es la referencia por la que se ha calcculado su ubicacion.

  2. Hay 1 comentarios.
    1

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