Autor: Olarticoechea
lunes, 25 de octubre de 2004
Sección: Historia
Información publicada por: Olarticoechea
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Don Pelayo, historia de un gallego.
Vida y contexto social de Pelayo, iniciador de la Reconquista.
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Puff vaya trabalenguas te has creado. Yo soy gallego, pero no por ello defiendo que Pelayo lo fuera, pues no estoy seguro de que lo sea, aún después de haber leido mucho sobre el tema. De lo que si estoy seguro, es que el creó un reino independiente en Asturias, que nada tiene que ver con el antiguo reino suevo que estaba en una parte del territorio de la antigua Gallaecia.
Os paso este artículo sobre Pelayo, que intenta ser lo más riguroso historicamente, y que no "tira" hacia ningún nacionalismo, ni gallego, ni asturiano, ni nada:
ASTURES Y GALLEGOS EN LA CORTE DE AL-HAKAM I
No podemos afirmar que fueron abundantes las relaciones entre el mundo musulmán de Al-Andalus y los reinos de Galicia y Asturias. Muchos menos que fueron amigables o de carácter protocolar: terribles batallas y matanzas fueron llevadas al norte en brutales aceifas que afectaron en distintas épocas a ciudades como Tuy, Santiago de Compostela, Lugo u Oviedo. Justo es reconocer que mucho no se hizo esperar la hora de la venganza de los cristianos norteños sobre los islamitas andaluces. Sin embargo no se puede negar que una historia peninsular ha existido en común y tal es así que nos ha llegado a nuestros días algunos hechos curiosos que sirven para la reflexión o simplemente para sorprenderse sobre ese lejano pasado donde no todo es barbarie y guerras.
Por Eduardo Rodríguez Leirado.
Aquella jornada del 11 de agosto del año 997 representó uno de los peores momentos de la cristiandad, tal vez equiparable a la destrucción de Roma por parte de Alarico. La entonces muy joven ciudad de Santiago de Compostela, el centro de devoción jacobea en la Galicia románica, vio recorrida sus calles por huestes desaforadas de musulmanes que incendiaban y asesinaban a cuanto cristiano se les cruzaba en sus caminos. Aquel día, la hermosa basílica levantada para resguardo de las misteriosas reliquias del apóstol Santiago, fue destruida hasta sus cimientos por Muhammad Ibn Abi´Amir, al-Mansur bi-llah ("el victorioso por Allah") mas conocido en el mundo cristiano como Almanzor, en lo que se consideró la peor -y la última- incursión musulmana en tierras gallegas y asturianas. Recuerda la leyenda que este gran caudillo, descendiente de una tradicional familia árabe de Algeciras, llegó hasta los mismos pies de la urna sagrada con los venerados restos y se encontró con un viejo sacerdote que la abrazaba con suma devoción. Aquel monje -que la historia identificaría mas tarde como el obispo San Pedro de Mezonzo- salvó no solo su vida sino la integridad de la urna, tal vez por su valentía o quizás por el temor del islamita a la violenta venganza del discípulo de Cristo. Recuerda el Bayan al-Mugrib de Ben Idzari que: "En Santiago, Al-Mansur no había encontrado sino un viejo monje sentado junto a la tumba del santo. Le preguntó: ´¿Por qué estás ahí?´, ´Para honrar a Santiago´, respondió el monje y el vencedor dio orden de que le dejaran tranquilo"
Tiempo después, Santiago mediante o fruto de los azares de la naturaleza, una furiosa epidemia se abatió sobre aquellos invasores, matando a gran cantidad de ellos, incluyendo al propio Almanzor que moriría cinco años después en Medinacelli. La furia del Zebedeo se había mostrado a través de aquella epidemia...
Pero esta conocida historia por parte de gallegos y asturianos se complementa con algunos acontecimientos significativos, dignos de asombro. Y es que, junto a los invasores, hubo una participación activa de un grupo de nobles galaicos - portugueses que, a modo de quinta columna, se vieron en la opción de elegir entre Almanzor o el rey Bermudo II de León, con quien estaban enfrentados. Afirmó Fray Pérez de Urbel y Ricardo del Arco en su Historia de España: "Fuertes con esta promesa, cuatro de los más poderosos magnates gallegos, Suero Gundamáriz, Galindo y Osorio Díaz y el mismo Gonzalo Menéndez, que tal vez no se consideraban suficientemente recompensados por sus servicios, levantaron el grito de la rebelión. Sin darles tiempo para recibir los refuerzos cordobeses, Bermudo pasa a Galicia, deshace a los rebeldes en diversos encuentros y aniquila la sublevación ordenando derribar todos los castillos levantados. Los jefes de la rebelión, despojados de sus propiedades, buscaron un refugio al lado de Almanzor, en cuyo ejército figuraban desde ahora los Condes cristianos. Osorio Díaz, que aunque casado en Galicia pertenecía a la familia de los Condes de Saldaña, vive desde ahora al servicio del invasor; Suero Gundamáriz se somete y desde 988 vuelve a figurar en la corte. En cuanto a Gonzalo Menéndez, podemos sospechar que su rompimiento con Bermúdez debió de originarse al romper éste con los musulmanes. Era éste jefe de la marca portuguesa, y así todas sus posesiones estaban situadas entre el Mondego y el Duero. Nadie podía perder más que él en su lucha contra Almanzor, y así sucedió efectivamente... Los Condes portugueses se resignaron a servir el conquistador con tal de conservar sus dominios y Gonzalo Menéndez fue uno de los primeros en aceptar la nueva situación..."
Leyendo estos párrafos, quizás haya que considerar que junto a una alta cuota de superstición o credulidad, no sería de buen grado destruir unas emblemáticas reliquias delante de aquellos Condes cristianos a su servicio...
Galicia para los musulmanes
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No ha sido esta la única oportunidad en que se han cruzado ambos pueblos a lo largo de la historia. Si realizamos un rápido y fugaz repaso de la presencia musulmana en la Península Ibérica, podremos observar que las relaciones entre los islamitas de al-Andalus y los cristianos de Galicia y Asturias no fueron particularmente amigables. No diremos nada nuevo si afirmamos que se planteaba una lucha entre dos culturas, dos religiones, dos pueblos de muy distintas tradiciones y condición.
A pocos años de la "claudicación" peninsular ante el arrollador avance de las huestes beréberes y árabes, fue en tierra asturiana donde el mundo musulmán chocó frontalmente, no solamente contra la cadena montañosa de los Picos de Europa sino con unos pueblos de origen celta acaudillados por un mítico noble visigodo llamado don Pelayo. La también mítica batalla de Covadonga marcó, de alguna manera, el inicio de una relación violenta entre ambos pueblos pero con la presencia de algunos acontecimientos insólitos que invitan a la reflexión o la simple contemplación histórica.
Es justamente el recuerdo de la batalla (o escaramuza, más bien...) de Covadonga en que la historiografía andalusí pone sobre el tapete algunas consideraciones sobre lo que se conoce históricamente como Galicia. Es sorprendente poder leer una crónica referida por un tal Al-Maqqari sobre Pelayo y Covadonga. En su texto podemos encontrar:
"Dice Isa ben Ahmand Al-Razi que en tiempos de Anbasa ben Suhaim Al-Qalbi, se levantó en tierra de Galicia un asno salvaje llamado Pelayo. Desde entonces empezaron los cristianos en Al-Andalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islamitas, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta llegar a Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugió con trescientos de los suyos..."
¿Pelayo refugiado en Galicia? ¿Acaso no era Asturias? Además, ¿Pamplona en Galicia? Parece que Al-Maqqari tenía por costumbre llamar a todo el norte español con el nombre genérico de Galicia. O al menos eso confundió nuestro cronista musulmán y llamativamente muchos otros del mismo origen.
Luego de Covadonga, los ataques provenientes del sur se repitieron a lo largo de los años, muchas veces con suma violencia. Se sabe de una "guerra santa" declarada por los emires de Córdoba contra el norte español durante los años 788 y 789, sincronizada con una aceifa contra el Imperio Franco. Entre los años 805 y 818 Asturias fue nuevamente golpeada en su corazón geográfico, al igual que en los años 854 y 855.
Galicia también recibió durante los primeros años de la invasión la presencia de musulmanes en su territorio donde nunca pudieron terminar de establecerse. Las huellas de su fugaz presencia por tierras gallegas solo dejaron destrucción y desolación y algunos pocos nombres toponímicos que se cuentan con los dedos de una mano, a lo sumo...
Es a pesar de las invasiones que aquella primera monarquía cristiana que se enclavó en Oviedo pudo soportar todas las agresiones militares con un grado de entereza suficiente como para sobrevivir en el tiempo e incluso iniciar un camino inverso sobre territorio ocupado por los seguidores de Mahoma. Esto se dio no solo por las iniciativas tomadas por sucesivos reyes astures sino por las violentas guerras intestinas que sufría el mundo musulmán hispano. Aquellas divisiones entre los grupos sectarios fueron en definitiva la causa de la detención en la invasión.
En uno de aquellos movimientos o revueltas, el muy importante emir al-Hakam b. Hisam (al-Hakam I), vio comprometida la integridad de su reino y su persona a tal punto, que prácticamente todo su mandato fue dedicado exclusivamente a la represión de beréberes, árabes y muladíes, principalmente en las zonas de frontera como lo eran entonces Zaragoza, Toledo y Mérida.
Mercenarios astures y gallegos, soldados de al-Hakam I
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La realidad fue que aquel emir quedó muy afectado por una recordada revuelta del Arrabal de Córdoba y, en carácter preventivo, se crearon dos guardias palatinas para su protección. La primera, compuesta de 150 hombres procedentes de Narbona, al sur de Francia, perfectamente armados y equipados, de absoluta y probada fidelidad al emir. El segundo grupo fue una guardia de mayor número de hombres, con carácter de permanente, que estaba constituido por 3000 jinetes y 2000 infantes. Estos mercenarios tenían diverso origen, entre los que se contaban hombres provenientes de Galicia y Asturias, así como algunos francos y eslavos.
Estos cristianos contratados por el emir eran llamados comúnmente por los habitantes de Córdoba con el nombre de "los silenciosos" pues no conocían el idioma árabe o lo hablaban muy mal. Su presencia en la corte del emir provocó temor en la población civil y fueron pocos los que atinaron a sublevarse contra las autoridades.
Con esta actitud tomada por al-Hakam I se inició una costumbre que se extendería en el tiempo y que fue la incorporación de cristianos al entorno político y militar del emirato, los cuales eran mantenidos por las autoridades, alcanzando muchas veces su propia libertad y cierto estatus dentro de la sociedad andalusí.
Hay que aclarar que esta participación de tropas cristianas mercenarias no fue impedimento alguno para que el hijo de al-Hakam I, nos referimos a ´Abd al Rahman II, enviara una brutal expedición contra los territorios del rey Alfonso II y su sucesor Ramiro I. Tenían la absoluta confianza en cuanto a que estas tropas fueran siempre fieles custodios, y rendían absoluta fidelidad y obediencia.
¿Un gallego, príncipe de Badajoz?
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Recuerda la historiografía musulmana española algunos hechos llamativos. Durante los años 848 y 849, las costas de lo que hoy conocemos como Andalucía recibió una invasión de guerreros normandos que, hacía tiempo, venían atacando el norte español. El ataque fue tan brutal que llegaron al mismo corazón del joven emirato, siendo Sevilla saqueada y asolada. Si bien el emir ´Abd al-Rahman II los venció en singular batalla, fue tan grande el susto que se tomó la decisión de construir en las mismas aguas del Guadalquivir, a la vera de la saqueada Sevilla, una magnífica flota que previniera y guardara de nuevas agresiones nórdicas. Esa misma flota, pero en el año 879 y bajo el mandato de su hijo Muhammad I, se intentó utilizar para atacar las costas norteñas de Galicia y Asturias, con la consiguiente destrucción de sus villas y el botín que podría brindar la región. Sin embargo, y como un adelanto del destino del mundo islámico en España, su flota fue atacada por un violento temporal y resultó prácticamente destruida. Parecía que el destino estaba marcado para los islamitas que aquellas regiones jamás quedaran bajo su órbita.
Bajo el mismo mandato de Muhammad I, quizás uno de los períodos de mayor crecimiento, buena administración y riqueza del emirato andalusí, sucedió una cruenta revolución en la zona de Badajoz, poniendo en duda la autoridad de los omeyas sobre el sector. El conductor de esta sublevación fue un hombre llamado Abd al-Rahman ben Marwan. Nada nuevo en aquellos tiempos de guerras y revoluciones de clanes, tribus, familias enfrentadas o descontentos con los abusos de los visires corruptos. Lo que llama la atención es que el apodo de este sublevado era "El Gallego", pues era de origen muladí, hispanos islamizados que provenían del norte de Portugal, tal vez de tierras gallegas. En el Bayan al-Mugrib del musulmán Ben Idzari podemos leer que este hombre se reveló ante la actitud de un visir que frente a otras autoridades cordobesas lo golpeó diciéndole: "Un perro vale más que tú". Lo cierto que "el gallego" inició una rebelión con gentes provenientes de la vecina ciudad de Mérida, a tal punto importante, que no pudo ser vencido por las tropas enviadas a su represión. Incluso llegó a capturar a Haxim ben Abd al-Aziz, un general de absoluta confianza de Muhammad I y preferido de la corte, quien fue entregado al rey Alfonso para que solicitase un rescate de 150.000 dinares.
La misma crónica musulmana refiere que Ben Marwan se hizo famoso en la zona de frontera entre el mundo árabe y cristiano, llegando a considerársele como el jefe de los renegados de Occidente. En una de sus correrías llegó hasta la provincia de Sevilla, en el corazón del emirato, y mantuvo en jaque permanente a las autoridades del emir, quien no se atrevió a tocarlo y reconoció su autoridad sobre tierra de la actual Extremadura.
También había esclavos
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Otra faceta no muy conocida de las relaciones del mundo musulmán hispano con los reinos cristianos es el tema de la esclavitud. La historiadora sobre temas islámicos, Rachel Arié, afirmaba que el estado natural del hombre para los juristas del Islam era la libertad, viendo a la esclavitud como un estado de excepción. Si bien ha sido muy importante la presencia de esclavos provenientes de los pueblos eslavos que eran vendidos en territorio franco y revendidos en las principales urbes andaluzas, no podemos afirmar en absoluto que el grueso de la población fuera de esa condición social, confirmando el concepto de la historiadora citada.
El comercio, realizado por especialistas en la materia, se componía de lotes a vender en mercados ubicados en prácticamente todas las ciudades andaluzas, con personajes de variado origen o raza. Blancos y negros, eslavos y francos, calabreses y beréberes, gascones y lombardos, era lo que se podía encontrar disponible en el mercado. Entre algunos de esos "productos", era llamativa una cantidad apreciable de gallegos y astures que eran adquiridos para tareas muy específicas. Se sabe del interés especial dado por las clases aristocráticas y de la incipiente burguesía andalusí por las mujeres provenientes del norte, las cuales se convertían muchas veces en concubinas de sus amos. La fácil integración de estas esclavas a las familias que las adquirían, incluso obteniendo la libertad y continuando sus vidas en el seno de la misma familia, marcaron relaciones de la sociedad de entonces muy llamativas. Muchas de estas mujeres se convirtieron en verdaderas generadoras de conflictos hereditarios o sucesorios por los hijos reconocidos por sus amos, y que eran acompañadas por la actitud de eunucos esclavones que provocaron situaciones sangrientas.
También existía la posibilidad de mejorar o superar su condición social en forma sustancial ante el hecho de abrazar la religión mahometana, a modo de conversión. Era así posible que fueran aceptados como miembros de las guardias palatinas, que oportunamente hemos detallado, y que brindaban una posición social envidiable para muchos.
En este aspecto, no solo la aristocracia musulmana tenía derecho a la posesión de esclavos; el mismo derecho asistía a mozárabes y judíos. Se daba entonces la situación de cristianos hispanos o judíos bajo mandato y vasallaje respecto de los andalusíes que poseían cristianos venidos del norte.
El origen de los esclavos gallegos y astures era, indudablemente, la captura de prisioneros en cada aceifa que se realizaba contra los reinos cristianos del norte. Era la esclavitud el destino obligado de cientos de personas que caían en las manos del emirato, califato o rey taifa andaluza. Por supuesto, siempre estaba la salvedad hecha a quienes pertenecieran a una condición social superior y contaban con la posibilidad de ser intercambiados por dinero u otros cautivos islamitas importantes en manos de cristianos.
Existe una crónica de origen musulmán que describe con toda clase de lamentos y desgraciados comentarios la muerte de Almanzor, hombre que era el gran proveedor de esclavos cristianos a los mercados del sur. A decir del cronista, una verdadera desgracia social y económica...
Finalmente, no podemos olvidar lo que el mito afirma de la presencia de don Pelayo en Córdoba como prisionero o rehén, a modo de garante de pago que su familia tenía que abonar como vasallaje...
La cultura y la lengua
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No todas las relaciones entre los pueblos de origen céltico de Galicia y Asturias estuvieron signadas por la violencia, la esclavitud y la muerte. Es sabido que bajo el mandato de sucesivas monarquías cristianas, fue favorecido un proceso de traslado de población mozárabe hacia el norte español. Así, fuertes contingentes de pobladores de raigambre hispano - romano o visigótico, llevaron no solo su propia cultura ancestral sino algunas influencias recibidas en su eventual convivencia con el poder musulmán.
Quizás vale la pena la mención realizada por Emilio González López en su "Grandeza e decadencia do Reino de Galicia", al referirse a la importancia que le dio Alfonso III a la participación de los mozárabes en la reconquista del territorio ocupado por el Islam y la repoblación de amplios espacios que eran afectados por la violencia del enfrentamiento. En ese marco, llegan a Galicia personajes como el sacerdote Sebastián, luego obispo de Orense, uno de los artífices de las primeras historias escritas sobre la monarquía asturiana. Participó en la repoblación de amplios territorios como los pertenecientes a parroquias como Cumbraos, que recuerdan los orígenes de mozárabes provenientes de Coimbra.
No hay que olvidar que al hablar de mozárabes, no estamos hablando sino de hispano - romanos o población hispana pre-islámica que conservaban sus creencias y costumbres bajo la soberanía musulmana. No fueron árabes o beréberes quienes migraron hacia el norte sino esta población de origen hispana no musulmana. Pero no podemos olvidar que este éxodo se hizo alrededor del año 876, cuando Alfonso III firmó un edicto promoviendo este traslado, es decir casi 150 años después de la llegada de Tariq y la primera invasión islámica de España. No puede negarse que 150 años de convivencia de esta población mozárabe con el mundo musulmán tuvo que haber influido aunque fuera en aspectos superficiales y nimios de su cultura, idiosincrasia, arte y lengua. Basta recordar algunas palabras de la lengua gallega, portuguesa y muchísimo más la castellana, de origen árabe como jarabe, azúcar, limón, escabeche, albañil, almohadón, etcétera. O sistemas de medida tradicionales como la fanega y el palmo. En este sentido sirve recordar las palabras de Américo Castro sobre el estudio de la lengua como la muestra más reveladora de la mezcla de culturas.
Finalmente, una de las expresiones máximas de la literatura peninsular medieval, las Cantigas de Santa María, escritas en gallego por el rey de Castilla Alfonso X el Sabio, cuentan para algunos historiadores e investigadores con una supuesta influencia de una métrica andaluza denominada zayal. Esta teoría no ha sido debidamente demostrada, incluso mas bien considerada errónea, pero existe bibliografía en ese sentido que intenta explicar dicha relación. También hay algunas referencias a la poesía juglaresca, cuya influencia de algunos conceptos arabizantes ha sido mencionada por algunos autores.
Conclusiones
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No es intención de este artículo demostrar un vínculo directo y absoluto entre las culturas del norte español de raíz céltica, con las provenientes de las arabizadas del sur. Quizás en la búsqueda de los orígenes y el devenir histórico de los antepasados de quien esto escribe, ha sido de interés encontrar los puntos de contacto en donde se trasvasó muchos valores y tradiciones culturales de ambos pueblos. El pensar que entre ambas culturas ha habido un muro infranqueable, claramente identificado, que ha marcado un borde de una etnia y otra, es pensar en valores culturales cerrados y casi diría xenófobos. Creo que nada mas alejado de la realidad y particularmente sin lógica, menos aún cuando esos bordes han fluctuado dramáticamente durante casi ocho siglos y con consecuencias en los siglos posteriores.
Bibliografía utilizada
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La España Musulmana (siglos VIII - XV)
Rachel Arié.
Historia de España, tomo III. Colección dirigida por Manuel Tuñón de Lara. Editorial Labor, Barcelona, 1984.
Guía de Galicia.
Ramón Otero Pedrayo.
Editorial Galaxia, Vigo, mayo de 1954.
Grandeza e decadencia do Reino de Galicia.
Emilio González López.
Editorial Galaxia, Vigo, 1978.
Del Islam al Cristianismo. En las fronteras de dos formaciones económico - sociales.
Reyna Pastor de Togneri.
Ediciones Península, Barcelona, noviembre 1975.
Historia de España.
Tomo 3: La Alta Edad Media, visigodos, árabes y primeros reinos cristianos.
José Luis Martín, Carmen Codoñer y Manuel Sánchez.
Tomo 4: Reinos cristianos y musulmanes (siglos XI - XIII)
José Luis Martín.
Ediciones Historia 16, Barcelona, octubre / diciembre 1980.
La España Musulmana.
Claudio Sánchez Albornoz.
Librería y Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1946.
Espero que os haya servido para algo, o que por lo menos os hubierais entretenido con él.
Saludos
Olarticoechea, si bien tu artículo puede tener algunos puntos de vista sugestivos, con el titulo que le has puesto lo fastiadias totalmente. "Historia de un gallego", vaya, vaya...igual que si quisieramos poner "Historia de un Español"...que seguro que te suena muy ridículo. Pues igual con lo de gallego.
Por esa época creo que entre los godos y suevos aun estaba muy presente su conciencia étnica; se ponían nombres germánicos, seguramente aun hablaban su lengua, y se seguín llamando a si mismos y por los otros como godos...y por lo que parece todo el carácter de esas monarquias norteñas en sus inicios, resulta ser muy germánica en estructura. No parece detectarse el más mínimo rasgo de carácter prerromano, o celta, con la prudencia debida al termino celta, y tampoco mucho del sistema de funcionariados romanos. Eran monarquias totalmente exógenas implantadas al estilo gérmanico, con una cohesión tribal, en torno a familias aristocraticas, minimamente enraizadas en la tierra, como demuestran sus constantes migraciones, y el constante estado de movimiento en guerras. Toda la historia de estos pueblos germánicos muestra su fuerte cohexión social, independiente del territorio ocupado, mantenida a través del paso y estancia en diversos territorios extraños.
Imagínate un grupo germánico, aún llamados visigodos por los demás y a si mismos, con su historia nómada aun presente, recorriendo toda Europa por lugares provisionales, desde escandinavia, a Ucrania, luego la Galia etc, hasta ir a parar a rincón de noroeste, en medio de una población muy diferente, imponiéndose sobre ella por la fuerza, o por acuerdos con las autoridades, y con contantes luchas intestinas, rebeliones de indígenas etc; todo lo cual, no parece que haga pensar que esos godos tuvieran una conciencia de una identidad cultural o sentimental especial con Galicia, si es que el territorio Gallego se podía identificar por esa época con una única idiosincrasia cultural, y no como un territorio dinástico o administrativo, potencialmente aumentable o reducible por conquistas o matrimonios etc...vamos, que no, una cosa podría ser la hegemonia de un territorio sobre otro, lo cual es discutible, pero eso de "historia de un gallego", ya te pasas.
Te imaginas a Pelayo diciendo: "Van a saber estos moros quienes somos los gallegos."...por dios...
Al comienzo del siglo VIII, los pueblos astur y cántabro siguen siendos dos pueblos diferenciados, al igual que en época romana, siendo separados por las montañas situadas al oeste del Río Sella ( o por el Río). Eso sí, al igual que ocurre a día de hoy, parece que “muy amigos”. Que así siga…
Los visigodos para los cántabros y para todo el pueblo hispano-romano son considerados invasores. Por mucho que diga el señor Federico Jiménez Lozanitos en 711 no exista ningún Estado Español, ni sentimiento español, ni una España unida, ni nada que se le parezca. A día de hoy, a mí parecer, afortunadamente existe.
Es casi imposible (nada lo es) que los Duques de Cantabria fuera visigodos. Casi imposible porque ¿quién se cree que a los cántabros les iba a dirigir un caudillo extranjero? La designación de este Duque fue realizada, como fórmula política, para la pacificación y seguridad del territorio cántabro, frente a la monarquía toledana, y es indudable que ésta fórmula garantizaría la libertad del pueblo cántabro, pues si no, habría razón para ello y hubieran forzado el sometimiento con acciones bélicas como se había intentado anteriormente. Se sustenta la opinión de que la persona elegida para ocupar dicho cargo tenía que ser un señor natural de la tierra, que tuviera suficiente ascendencia sobre el pueblo para garantizar a la corte toledana la paz y la seguridad del territorio. Por ello, cuando se designó al primer duque se eligió a Fávila (padre de Pelayo), Señor de Liébana y del territorio que delimitaban los Rios Sella y Deva. Parece que este ducado fue creado en el Reinado de Ervigio (680-687).
Joaquín González Echegaray afirma que la batalla de Covadonga y la propia corte de Cangas de Onís están dentro del antiguo territorio cántabro y no del astur; sin embargo, las crónicas hablan siempre de Asturias y astures y no de Cantabria.
Pelayo ni es godo, ni toledano, ni astur, ni gallego. Pelayo es libanense (lebaniego), y por tanto es cántabro. En Liébana siguen habíendo leyendas en cúanto a su origen lebaniego, además de ser éste hijo de Fávila que era Duque de Cantabria. En la Sala de los Reyes del Alcázar de Segovia, figura una estatua de Pelayo, dónde indica que es hijo del Duque Fávila de Cantabria. Data de la época de Felipe II.
Asturia estuvo ocupada por los arábes al contrario que Cantabria (o gran parte de ella) . Asturia, cuando queda libre se integra en Reino nacido en Cangas, que ocuparía hoy el oriente asturiano y Liébana (a grandes rasgos). Aquella monarquía cántabra, nacida en Cosgaya (Liébana) y afianzada en Cangas de Onís, (ambas por entonces localidades cántabras) va a tomar una nueva dimensión después de anexionarse el territorio astur y esta nueva dimensión y el peso de la influencia cortesana, arropados por las pompas que mantenía y fomentaba la nobleza visigoda imperante en Asturias, hicieron olvidar a algunos reyes las circunstancias de su origen.
Es decir, parece que en un momento de la historia el “Reino Cántabro-Astur “ es tomado o liderado por la nobleza visigótica de Asturias y que con el intentará revivir el antiguo de Reino de Toledo y es ahí cuando empieza la Reconquista. Pelayo no empieza la Reconquista de nada, simplemente defendió su país, que era Cantabria. Lo demás es versión goticista de la historia y se redactará desde un óptica astur, borrando toda aportación de los cántabros, que fueron enemigos de los godos.
Casi toda la historia que se maneja de esa época es una auténtica patraña infumable. Hay que reconocer a los historiadores asturianos como Armando Cotarelo Valledor que afirma a principios del siglo XX que los “orígenes de esta nueva dinastía deben buscarse en la indómita Cantabria…y el verdadero tronco de los antiguos Monarcas de la Reconquista fue Pedro, Duque de Cantabria”. Esto es aceptado en 1916 por la Real Academia de la Historia.
El historiador asturiano Emilio Alarcos afirma “No se olvide que los creadores del reino asturiano (Pelayo y luego la familia de su yerno) procedían de Cantabria”.
Por otra parte, Gómez- Tabanera, al escribir sobre la Casa Real de España, presenta al Príncipe heredero como Duque de Cantabria, Príncipe de Asturias y Gerona, y etc, etc y etc. Es de agradecer que sean justamente asturianos los que desde su vocación de historiadores no les tiemble el pulso al afirmar que el tinglado real que tenemos en España surge en Cantabria. Olé sus cojones.
Cantabria en el siglo XI aún existe. Aunque algunos se empeñan en llevar Cantabria a lugares como la Rioja. A esto contribuyó el relato emilianense que explica la predicación del riojano San Millán en tierras de Cantabria, que los investigadores locales quieren identificar con la inmediata sierra de este nombre y apoyar en ello su naturaleza. Sin embargo, este texto aparece glosado en el siglo XI determinado que la Cantabria, lugar de la predicación, estaba situada en las fuentes del Ebro y en el monte Igedo, monte ya citado por Plinio, y que está al sur de Cantabria. Así mismo por estas fechas unas gentes se llaman así mismos “nobili Cantabrii”.
Espero que algún día la historiografía oficial española pague su deuda con Cantabria ( y más concretamente con Liébana) , porque es aquí dónde nace la monarquía (forma política anacrónica, por otra parte) que hoy ostenta Juan Carlos de Borbón.
Ya lo dijo su bisabuelo en una carta dirigida a a la localidad cántabra de Comillas el 15 de agosto de 1882 dónde era asiduo veraneante: “ al contemplar la nobleza y el patriotismo de estos montañeses, todos y yo el primero, pensamos en ti como encarnación de estos mismos sentimientos dentro del hogar; y al ver yo tu carta, como no peco de modesto, no puedo menos de alegrarme pensando que tal vez me creaís digno de esta Cantabria, Cuna de la Monarquía Española”.
PUES ESO.
PD: Esta es mi versión. Aquí cada uno ha expuesto la suya. Todo esto evidentemente lo he leído de otros autores, que desde mi óptica es la que más se ajusta a la realidad.
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