Autor: A.M.Canto
lunes, 22 de enero de 2007
Sección: De los pueblos de Celtiberia
Información publicada por: A.M.Canto
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LO QUE ESTRABÓN DIJO DE VERDAD SOBRE LOS VASCONES
A raíz de lo debatido en otros foros aquí mismo, y de la frecuencia con la que en manuales, artículos, sitios web y blogs, se atribuyen a los antiguos Vascones rasgos de salvajismo, primitivismo, intratabilidad, instintos brutales o aislamiento, apelando a su supuesta descripción por el geógrafo griego Estrabón, hacia época de Augusto, parece de interés reunir, transcribir y comentar en un artículo los párrafos donde este autor se refiere realmente a los Vascones que, como se verá, son sólo tres, acaso cuatro, y parecen indicar todo lo contrario.
A raíz de lo debatido en otros foros aquí mismo, como http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=196, http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=818 y
http://www.celtiberia.net/articulo.asp?id=1284, entre otros muchos, y de la frecuencia con la que en manuales, artículos, sitios web y blogs, se atribuyen a los antiguos Vascones rasgos de salvajismo, primitivismo, intratabilidad, instintos brutales o aislamiento, apelando a su supuesta descripción hacia época de Augusto por el geógrafo griego Estrabón (véase un ejemplo reciente en http://www.gipuzkoakultura.net/ediciones/antiqua/arce.htm), parece de interés reunir, transcribir y comentar en un artículo los párrafos donde Estrabón se refiere realmente a los Vascones. Que, como se verá, son sólo tres, acaso cuatro, y parecen indicar todo lo contrario.
Los textos proceden de: http://libroiiiestrabon.galeon.com/, con traducción y notas de A. García y Bellido, y cuyos peculiares términos étnicos y geográficos, por respeto al venerable maestro, he dejado tal cual:
1) La primera es una referencia puramente geográfica y limital, donde Estrabón hace una muy citada descripción costumbrista de los pueblos del Norte peninsular, montañeses, costeros e incivilizados, a la que dedica sobre todo el capítulo 3, 7-8, pero de la que, como dije en otro foro, si se traduce del griego al pie de la letra en realidad exceptúa a los Vascones:
III. 3.7 (al final)
“Así viven estos montañeses, que, como dije, son los que habitan en el lado septentrional de Ibería; es decir, los kallaikoí, ástoures y kántabroi hasta los ouáskones y el Pyréne, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir.
Conviene precisar que la preposición de genitivo griega que usa Estrabón, méjri, significa “hasta, hasta el límite de”, del mismo modo que en “méjri thalásses”: “hasta el mar” lo que, según lo entiendo, no incluye al territorio vascón, aunque se venga interpetando tradicionalmente lo contrario. Esto concuerda con la realidad geográfica, pues no hay más que ver los mapas que adjunto (figs. 1-2) para comprobar que los Vascones apenas tocaban el Cantábrico, siendo casi todo su territorio interior excepto la ciudad y el puerto de Oiassó/Oiarso, en una franja marítima de apenas unos 20 km.
2) En el capítulo III, 4 es donde de verdad viene describiendo Iberia de E a O, desde su costa oriental hacia el interior y el límite con la Galia, y, hablando de Osca y Sertorio, da esta otra referencia de pasada, tampoco específica del territorio:
III. 4.10 (casi al final): “Ambas poblaciones, con Kalágouris, una de las ciudades de los ouáskones, y las zonas costeras de Tarrákon y Hemeroskopeíon, fueron testigos de los últimos esfuerzos de Sertórios tras de su expulsión de entre los keltíberes, y fue en Óska donde cayó asesinado.”
3) Sólo a continuación, en el mismo III, 4, es donde realmente trata del territorio de los Vascones, con un inciso para los Iacetanos, que les son contiguos:
III. 4.10 (al final): “Esta misma región está cruzada por la vía que parte de Tarrákon y va hasta los ouáskones del borde del Océano, a Pompélon y a Oiáson, ciudad alzada sobre el mismo Océano. Esta calzada mide dos mil cuatrocientos stadios y se termina en la frontera entre Akyitanía e Ibería. [...] Después, por encima de la Iakketanía, en dirección al Norte, está la nación de los ouáskones, que tiene por ciudad principal a Pompélon, como quien dice ‘la ciudad de Pompéios’.”
En realidad lo de “ciudad principal” no viene en Estrabón, que dice sólo que en su territorio “está la ciudad de Pompélo”, si bien, al destacarla dentro de su éthnos, viene a caracterizarla como la “capital” del territorio, por lo que la traducción de Bellido es muy aceptable.
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Esto es todo lo que Estrabón nos dice realmente de los Vascones (y véase otra posible cita al final). Así que, como puede comprobarse, las únicas menciones directas del territorio de los Vascones en el texto de Estrabón son las del segundo párrafo del capítulo III, 4, 10 (aquí el nº 3), sucintas y donde no aparece nada sobre alguna peculiaridad propia, ni nada sobre el salvajismo, la incultura, la intratabilidad, etc., que se vienen atribuyendo tan gratuitamente a los Vascones.
Dicha ausencia de comentarios que más bien indica la buena integración de este pueblo dentro de lo que los romanos consideraban como “civilizado” y por tanto más parecido a ellos mismos.
Pero, aun siendo tan poco aparentemente, se pueden extraer de estas frases algunas conclusiones válidas, como que estamos ante un verdadero pueblo (éthnos), bien caracterizado y distinto de los demás. Un pueblo que, a diferencia de “los salvajes montañeses” (que describe en capítulo anterior y distinto, como ya dije, lo que también es significativo), cuenta con varias verdaderas póleis, esto es, “ciudades”. Estrabón cita sólo a Oiassó, Calagurris (que es “una de las ciudades de los Vascones”) y Pompelo, ésta de nombre en parte bien romano y bien noble, pero a través de Ptolomeo (mediados del siglo II d.C.) y las fuentes itinerarias tardías sabemos que no tenían menos de 20 o 22 (cf. http://es.geocities.com/los_vascones/vascones_tierra_toro.htm).
También nos deja ver indirectamente este geógrafo griego que los Vascones tenían una lengua propia, que no era familiar para sus lectores griegos o romanos, ya que, según lo interpreto, Estrabón está traduciendo algo del vascónico: la partícula -elo (que podía ser entre ellos también –ilo o –ilu). Un indicio débil, pero indicio, de la presencia de un elemento toponímico extraño, el segundo, que indudablemente significaba "ciudad", y que el autor cree que necesita ser aclarado cuando añade "como quien dice ‘la ciudad de Pompéios’".
Basándonos, pues, sólo en estos testimonios de Estrabón, podemos ver que la Vasconia, esto es, más o menos la actual Navarra con extensiones hacia la Rioja y el Oeste de Aragón y una sola ciudad costera, en el actual País Vasco (Oiassó, la actual Oiartzun/Irún), aquí fig. 1), constituía un territorio bien romanizado que contaba, a diferencia de los “montañeses septentrionales”, con buenas comunicaciones hacia el N, principalmente con la Galia/Burdigala y, hacia el E, con la capital de la Hispania Citerior, Tarraco, por la llamada "Vía Augusta", que se desviaba hacia Pompaelo desde Caesarea Augusta, a través de las Cinco Villas (calzada llamada “Augusta” por su adecuación en esta época, según indican los miliarios, sobre todo los de Cara y Castiliscar, pero sin duda de mayor antigüedad), así como con la continuación de la anterior, que seguía paralela al Ebro por su lado sur, comunicando otras ciudades vasconas (cf. http://es.geocities.com/los_vascones/vascones_identificacion_ciudades.htm, aquí fig. 2), sin olvidar el paso próximo de la otra gran calzada septentrional, la que, procedente del Oeste, desde Asturica y las minas astur-leonesas, unía Pompelo igualmente con el resto occidental de la Hispania Citerior.
Este escenario tan romanizado en torno al cambio de Era nada tiene de extraño si consideramos que ya en el 179 a.C., apenas 26 años después de posesionarse de la Península, los romanos habían fundado una ciudad en el fondo del Ebro, sobre la indígena Ilurci, a la que cambian el nombre por el romano de Gracchurri (topónimo con una inconfundible terminación euskérica en doble r), o que en el 89 a.C. una serie de jinetes de varias ciudades vasconas luchaban para Roma en el escuadrón o turma Salluitana, posiblemente reclutado desde la edetana Salluie, esto es, la actual Zaragoza, que ya entonces debía de funcionar como la capital administrativa del territorio, y por su buen comportamiento obtenían de Pompeyo Estrabón la ciudadanía romana, como se recuerda en el célebre “Bronce de Ascoli”, que nos transmite también preciosos elementos antroponímicos y toponímicos vascónicos.
También una mayoría de los documentos epigráficos, así como las excavaciones arqueológicas aquí y allá, han venido a demostrar con frecuencia que nada de lo que Estrabón describió sobre la rudeza, salvajismo o falta de romanización de los territorios septentrionales se puede aplicar a los Vascones, ni mucho menos su pobreza, o su necesidad de latrocinio sobre los pueblos vecinos, como interesadamente vemos a veces sostener (1). No hay más que ver la actual riqueza agrícola del territorio navarro, o la abundancia forestal, para imaginar que sólo con estos dos recursos ya podían sostenerse perfectamente.
Lo mismo que, a sensu contrario, aunque puede pensarse que los vascones de la zona pirenaica más cerrada, llamada el Saltus Vasconum ("Bosques de los Vascones"), mantuvieron en mayor grado de pureza sus raíces, esto es, que estuvieran menos romanizados, de ahí a intentar sostener reivindicaciones de completo "aislamiento", "imbatibilidad", "resistencia a la romanización" y similares de los Vascones, como solemos leer, media un buen trecho, que se deniega con los mismos datos y mapas que acabo de exponer, al menos para el final de la República y el Alto Imperio.
Lo que más bien puede observarse a través del estudio de la antroponimia es que, especialmente en la zona vascona del valle del Ebro, y la Navarra Media hasta Pamplona misma, el Ager Vasconum o "Llanura" o "Campo de los Vascones", se presentan interesantes testimonios mezclando, de forma muy natural y como en un crisol, las raíces de palabras vasconas, célticas, ibéricas levantinas y latinas, ejemplificando un grado de civilización, mixtura y convivencia que debía servirnos a todos de moderno ejemplo. Y ello sin renunciar a sus raíces, lo que se observa bien en la esfera religiosa, a través de algunos nombres de los dioses, o bien en santuarios abiertamente prerromanos, como Ujué y su dios Lacubegi (explicable por el euskera) (2), sobre La Ribera, y en el culto al toro, ya bien presente por entonces, como trasunto de la luna. Pues en efecto, y con esto voy terminando, hay en mi opinión una última referencia a los Vascones en Estrabón, más escondida y sin mención directa, por lo que no se suele contar con ella al hablar de los Vascones: su devoción al culto lunar, que compartían con los Celtíberos y algunos otros pueblos adyacentes. Se trata de:
4) III.4.16: “Según ciertos autores, los kallaikoí son ateos; mas no así los keltíberes y los otros pueblos que lindan con ellos por el Norte, todos los cuales tienen cierta divinidad innominada, a la que, en las noches de Luna llena, las familias rinden culto danzando, hasta el amanecer, ante las puertas de sus casas."
Ya que, entre los pueblos “que lindan con los Celtíberos por el Norte” se hallan sin duda, y casi en primer lugar, los Vascones, y danzar es lo que creo que hacen en una serie de estelas aparecidas en territorio navarro-alavés (especialmente en Sta. Cruz de Campezo y Aguilar de Codés). Hay además preciosas descripciones de la relación entre los hombres y estos cornúpetos en la Navarra moderna, por no recordar, pues estará ya en la mente de todos, el verdadero culto al toro que suponen los “sanfermines”, y las mismas fiestas taurinas en otros muchos pueblos de la zona. En diversos puntos de las actuales Navarra y Zaragoza, los hallazgos de “aras taurobólicas” y de estelas funerarias con cuernos, como trasunto de la Luna, siguen ahí para testimoniarlo (cf. otra vez el mapa de su reparto en la fig. 1, y fotos de varias de ellas en http://es.geocities.com/los_vascones/vascones_tierra_toro.htm).
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Espero que esta pequeña documentación y reflexión contribuyan, no sólo a recordar una vez más la necesidad de revisar las lecturas, traducción e interpretación de las fuentes clásicas, que muchas veces pueden llevar a crasos errores, sino también a clarificar este extendido error sobre aspectos tan •frecuentados de nuestra Historia Antigua... ¡y Contemporánea!
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(1) He aquí uno de los ejemplos más salvajes de las falsedades que se pueden leer en la Red: “Siglos después de las primeras crónicas en las que fueron citados, los romanos continuaban describiéndolos como “hombres, aislados, rudos y salvajes que adoraban el fuego y realizaban sacrificios humanos en sus rituales. Su rudeza y salvajismo no se deben sólo a sus costumbres guerreras, sino también a su alejamiento (...). Sin embargo, hoy el mal es menor gracias a la paz y a la presencia de los romanos (Estrabón, Geografía II, 3)[¡sic!]. El salvajismo de los vascones era tal que los pobladores celtas y celtíberos de las actuales provincias vascas, recibían siempre con agrado a todos los ejércitos civilizados, ya fueran romanos, íberos o visigodos, prefiriendo perder buena parte de sus posesiones como tributo, a arriesgarlo todo a la amenaza de los continuos saqueos de las bandas vasconas...” (http://foros.hispavista.com/vasconia___historia_real/10).
Realmente es imposible inventar más en menos espacio, y además llamándole “historia real” (¡!) y citando a Estrabón (como era de esperar, la referencia a éste es también incorrecta).
Otras veces el error existe, pero parece ir en otra dirección: http://membres.lycos.fr/jolle/NAV9-10.HTM, donde se habla de cosas como “Junto a estas ciudades-estado [¡sic!] convivían las tradicionales jeferías vasconas, aisladas, que generalmente se extendían a un valle o a uno o varios caseríos. En los períodos conflictivos, cuando algún peligro amenazaba a los vascones, los diversos jefes podían establecer pactos de actuación común y elegir de entre ellos un jefe de guerra, aunque esta costumbre cayó en desuso durante el Imperio, si bien pudo trasladarse a los soldados que servían bajo ordenes de Roma, y que elegirían entre ellos un jefe según la costumbre...", aseveraciones para las que no existe documentación antigua ninguna, como para otra serie de afirmaciones y curiosos cálculos demográficos que se hacen a continuación.
(2) Pongo otro pésimo ejemplo, tomado al azar, de fabular contra los datos, en este caso lingüísticos, epigráficos y numismáticos, llevados de alguna obsesión: ”Los vascos [¡sic!] no tenían nombre para denominarse a si mismos, lo cual quiere decir que carecían de identidad como tribu o grupo étnico (hasta que Sabino Arana inventó el término eusk para denominar a la nación vasca que propugnaba), lo que es claro indicio de que su presencia en las montañas navarras fue consecuencia de un hecho sobrevenido y no de su evolución natural como pueblo, tribu o grupo étnico de aquellos solares. El nombre “vascones” que los celtas les dieron [¡sic!] tambien lo indica así, ya que no responde ni a una denominación de familia o cum (clanes), ni tampoco a una identidad racial o cultura del grupo humano o tribu, como era la costumbre celta, sino que aludía únicamente a su localización en un punto determinado, la parte mas alta de la montaña navarra, por lo que el término vasconum no puede referirse o aplicarse genéricamente a una etnia o cultura determinada [¡sic!] tal como sostienen los historiadores vascos...”. Esta “joya”, junto con otras parecidas, puede leerse en: http://foro.enfemenino.com/forum_f2406_Actu1_Lo_que_nos_ocultan_los_vascos_.html
Sólo se pueden escribir estas cosas, y las contrarias, desde la antipatía más ignorante.
© Alicia M. Canto, Universidad Autónoma de Madrid
para Celtiberia.net, 1 de septiembre de 2005
Nota.- A 26-9-2005 se efectúan en el artículo algunas correcciones de estilo y cita que no afectan a lo esencial. Elimino la referencia a Paulino de Nola (354-431 d.C.) por ser muy posterior a lo que aquí se trata. Con fecha 21-8-2006 se hacen algunas otras correcciones de estilo.
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Tras el excelente artículo de la profesora A.M.Canto, reproduzco un fragmento, tal vez demasiado extenso, pero que considero de interés, y que incide en la idea de que los vascones no sólo no vivieron de espaldas a Roma, sino todo lo contrario, y que fruto de ello fue la creación posterior del reino de Pamplona y Navarra y la consolidación del Derecho Pirenaico. El fragmento pertenece al libro Navarra Estado europeo, de T. Urzainqui (Pamiela, 2003).
Lamento que al colocar el texto desaparecen todas las cursivas del original y no acierto a restituirlas.
Vasconia (del siglo II a. C. al siglo VIII)
III.1. Vasconia romana
III.1.1. De la civilización circumpirenaica éuskera, a las civitas romano vasconas
A partir del siglo II a. C., la conquista romana y las posteriores vicisitudes de las guerras civiles republicanas en la provincia romana Tarraconense (Tarragona), afectaron a los vascones, autrigones, caristios, várdulos y berones.
La población reside en civitates y poblados localizados en las cuencas del Odrón, Ega, Arga, Irati, Aragón y Arba en la margen izquierda del Ebro y en la derecha del Tirón, Najerilla, Iregua, Leza, Jubera, Cidacos, Alhama, Queiles y Huecha.
Roma implantaba casi siempre sus «castra», «oppida», incluso colonias en el mismo emplazamiento de las poblaciones autóctonas. Aunque muy frecuentemente se construían debajo del poblado preexistente, en una zona llana que era la preferida por los romanos, como se aprecia en Cara y Tarraga.
La ciudad más antigua fundada por los romanos en la península está en territorio vascón; fue Graccurris (Alfaro), en el año 179 a. C., que toma el nombre de su fundador Tiberio Sempronio Graco. En el año 89 a. C. los jinetes vascones de Segia (Egea) recibieron la ciudadanía romana de manos de Pompeyo padre, por su actuación en la toma de Ascoli. En el año 75 a. C. Pompeyo, hijo, funda Pompaelo sobre la ciudad vascona que encabezaba los poblados de la Cuenca.
En época inmediatamente anterior a la romana, se observan poblados cercanos que a su vez tienen uno de cabecera; es el caso, al parecer, del poblado de Iruñea respecto a asentamientos menores en los actuales parajes de «Santa Lucia», «Lezkairu», «Urri», «Legin Txiki», «Mendi», «San Quiriaco», «Santo Tomás», «Muru Astrain», «Muru Artederreta», «Murubarren», «Muruzabal», etc. Lo mismo ocurre en Mendavia respecto a los hoy yacimientos arqueológicos de «Cogote Hueco», «Puente Fustero», «El Altillo», etc., dependientes del poblado principal del «Castillar».
Iruñea no fue el único asentamiento vascón que se convirtió en civitas durante los conflictos sertorianos. Pompaelo, Andelos y Cara eran poblados vascones ya en la Edad del Hierro que se transformaron en civitates, sobre el mismo lugar. Algunos poblados de la Edad del Hierro desaparecieron y sus habitantes engrosaron la población de las civitates construidas en las cercanías.
Los vascones fueron englobados por el Estado romano implícitamente entre los «togati», por considerarlos gentes amigas, con la presencia de un legado romano sin tropas. Ya en la época de Augusto tenían centros urbanos importantes, ciudades con status jurídico elevado y bastantes civitates, entidades locales así definidas en términos político-administrativos, aunque algunas no fueron núcleos urbanos de importancia.
La clasificación jurídico política de las ciudades se repartía en tres niveles: de Derecho romano, que son municipia, de Derecho latino (latinae), y las que no tienen estatuto privilegiado (civitas peregrinae). Estos últimos conservaban su derecho y su cultura, pero su administración se va acomodando a las pautas de la civitas romana.
Todo ello, el aumento de civitas, conllevó un desarrollo del Derecho jurídico-administrativo y la creación de los conventus iuridicus, atendidos por personal administrativo especializado agrupando a las civitas dentro de las provincias. Así, los vascones estuvieron encuadrados en el Convento jurídico Caesaraugustano (Zaragoza) mientras que los autrigones, caristios, várdulos y berones estaban en el convento jurídico Cluniense (Clunia), ambas fueron demarcaciones de la misma provincia Tarraconense.
Una parte de las «civitas peregrinae» son «stipendiariae» que pagan un impuesto, otra parte son «liberae» o «foederatae» con estatutos de libertad o de federación.
Todas las ciudades que Plinio recoge para finales del siglo II a. C., ya disfrutaban del derecho latino, un instrumento institucional que reconocía la completa igualdad jurídico-política y la romanización.
Una buena parte de la población vascona residía en las civitas. Estas ciudades eran pequeñas Romas, con los edificios públicos: Foro, mercado, basílicas, templos, termas, teatro, circo, e infraestructuras: acueductos, depósitos, calles, necrópolis y cloacas, según su peso demográfico e importancia.
III.1.2. Acuerdos con Roma
Las primeras noticias de la presencia de los ejércitos romanos en la periferia céltica del territorio de los vascones se refieren a acciones de guerra con botín y destrucción, pero a partir del gobierno de Tiberio, Sempronio Graco celebra «acuerdos precisos» con los vascones, como la fundación de «Gracchurris» (Alfaro) sobre la antigua Ilurcis.
A la hora de interpretar la relación de las gentes, que se dio en llamar vascones, con los romanos, es necesario tener presente lo que había estado ocurriendo durante los cuatro siglos anteriores, desde el siglo VI antes de Cristo, pues como ya hemos visto en el capítulo II.4, la llegada de los pueblos célticos fue muy violenta, como se deduce de los vestigios de poblados incendiados y abandonados, produciéndose un cambio total en las estructuras de los asentamientos humanos, apareciendo una jerarquía social y fortificaciones hasta entonces desconocidas. Es sintomático que los primeros años desde la llegada de los romanos se produjeron actuaciones bélicas importantes en las zonas con mayor presencia céltica, zona de Calagurris, Jaca y Cinco Villas, donde según las fuentes romanas son eliminados los combatientes celtas.
No es cierto que los romanos crearan artificialmente la etnia de los vascones, como se ha dicho, añadiendo comunidades y territorios de otros grupos étnicos, con manifestaciones culturales y económicas distintas, para formar con todo ello una misma etnia. Sino que, una vez concluida la mayor o menor dominación o presencia céltica, los territorios con poblaciones éuskaras fueron denominándose genéricamente como vascones, nombre que se había dado a una de esas poblaciones.
En el año 184 a. C. el Pretor A. Ferencio tomó la población suessetana, celta, de Corbión, al parecer situada aproximadamente entre las tierras occidentales del actual Aragón y orientales de la actual Navarra cercenada, y vendió a todos los habitantes como esclavos.
En el año 187 a. C. Manlio Acidino derrotó a los celtíberos junto a Calagurris oppidum y les causó 12.000 bajas y desde 180 a. C. al 178 a. C. dirigió su ejército a reprimir a los celtíberos.
Los vascones comprenden pronto que pueden tener en Roma un aliado para liberarse de la molesta vecindad céltica que les imponía una sociedad jerarquizada de tipo feudal, y el cambio les resultó muy beneficioso.
Los romanos no repararon en los rasgos étnico-culturales de los autrigones, caristios y várdulos, que por proceder de un tronco común, los compartían entre sí y con los vascones.
Con los romanos los poblados se reorganizaron en sentido político y transformaron parte de sus asentamientos en núcleos urbanos y en entidades municipales, con la implantación del sistema organizativo de la «civitas», que consagraba el principio de gestión autónoma de los asuntos locales.
El año 56 a. C. el general romano Crasus, lugarteniente de César, inició la conquista de Aquitania, atravesando el río Garona hacia los Pirineos; enfrentándose a la resistencia de los sotiates y de su rey Abiatuan. Sos, ciudadela de los sotiates, es obligada a capitular después de un mortífero asedio. A continuación, todos los pueblos del oeste de Aquitania se coaligan, reuniendo a gentes éuskaras de todo el Pirineo. Practican la guerrilla, rehusando las batallas en campo abierto; hostigando al enemigo y apoderándose de su abastecimiento construyen campos atrincherados a la manera romana. Crasus se da cuenta que si no toma la iniciativa puede ser derrotado. Por lo que manda atacar, venciendo a los aquitanos. Los poblados de los Pirineos resisten treinta años más.
Cesar dice que el rey aquitano Abiatuan fue confirmado en su título por los romanos. Después de la incompleta victoria de Crasus, fueron necesarias tres campañas para someter definitivamente a los eusko-aquitanos. La primera fue dirigida directamente por Cesar, después de que venciera a las Galias. La segunda el (39-38 a. C.) dirigida por Agripa, y la última (27-26 a. C.) por Valerius Mesala Corbinus.
Los romanos erigen Burdeos como capital de la Aquitania Segunda, siéndolo Bourges de la Primera. Bajo la dominación romana Aquitania se convierte en una próspera provincia del Imperio. Se ampliaron las ciudades que ya existían como Dax (Acuae Tarbelicae) Aire (Satura), Saint Bertran de Cominges (Ludunun Convenarum), se fundaron otras ciudades como Olorón (Iluro), Lescar (Benearnum) y villae (agrícolas) que dieron nacimiento a las numerosas villas que han llegado hasta la actualidad.
Los eusko-aquitanos no se sentían vinculados a la suerte de los galos, por lo que no participaron en la sublevación de la Galia que terminó con la derrota de Bercingetorix en Alexia. Los romanos englobaron la Aquitania en una provincia muy extensa que se extendía hasta el Loira.
Aquitania producía trigo. El viñedo de Burdeos se desarrolla a partir del siglo II. En la zona de los Pirineos había numerosos filones de minerales de hierro y forjas donde se construían armas e ingenios artilleros para las legiones. En Cominges y Coserans se extraían mármoles. Ciudades como Dax, Bañeres o Luchón eran frecuentadas por sus fuentes termales. La lengua de los aquitanos era igual que la de los vascones al sur de los Pirineos.
III.1.3. Los vascones se romanizan
En los últimos tres o cuatro siglos anteriores a la romanización algunos sectores de la población vascona serían bilingües con respecto a los idiomas celtas, pero estas lenguas indoeuropeas cedieron su puesto al latín, continuando una parte de la sociedad bilingüe en euskara-latín. De ahí la presencia de palabras de origen latino clásico en el euskara.
Había un espacio rural menos romanizado que la ciudad y campo romanizado, pero en ambos espacios se mantiene la cultura éuskera, con mayor o menor intensidad, por lo que en los siglos II, III, IV y V los vascones afianzarám su presencia cultural, social, económica y política, reconocida por las estructuras político administrativas romanas en la península y la novempopulania en el continente. La población se reparte entre las villas, fundos, poblados y civitas, pero en todas ellas, bajo las formas romanas, pervive y se desarrolla la cultura vascona propiamente dicha, pero ya romano-vascona.
La romanización se remontó de este a oeste y desde el valle hacia las montañas. Las comunidades éuskaras, pervivieron, más que menos romanizadas, durante la época romana. Al ser poblaciones con una organización vecinal, se adoptaron a los esquemas jurídicos del municipio romano. Localidades federadas o estipendiarias, que adoptan los patrones urbanos y culturales de Roma.
La romanización no eliminó la comunidad éuskera, cuya cultura, con los nuevos aportes que la transformaron, permaneció. A partir del siglo II se aprecia un creciente distanciamiento socio-político entre el conjunto del Alto Valle del Ebro y área circumpirenaica con respecto al Medio y Bajo Valle del Ebro. El debilitamiento de los vínculos con Tarraco y Caesar Augusta (Zaragoza) contribuyó al reforzamiento más intenso de la sociedad vascona, tanto en su vertiente socio-económina, como jurídica, lingüística y política. Algunas de estas poblaciones, o partes de ellas, intervinieron en lo que se dio en denominar movimiento o sublevación «bagauda». La creciente ruralización es acompañada de un nuevo papel de las ciudades, como la construcción del potente recinto amurallado de la ciudad de Iruña-Pamplona que juega un importante papel durante varios siglos hasta su derribo por Carlomagno pocos días antes de la batalla de Orreaga (Roncesvalles), que tuvo lugar el 15 de Agosto del 778.
En los foros de las civitates vasconas se aplicaba el «ius gentium» en los asuntos de obligaciones y contratos, integrado sobre todo por un derecho económico y comercial. El «ius civile» a las personas que tenían la ciudadanía. El derecho penal a todas las personas pero acomodándolo a las leyes de cada comunidad particular. En ciertas materias de derecho como el de familia, vecindad, determinados delitos se aplicaba el derecho del país. El derecho era de aplicación personal, según el estatuto jurídico de la persona, no territorial.
En las relaciones con los extranjeros Roma no se atiene ni a su derecho –al menos en lo referente a las relaciones entre nacionalidades diversas– ni tampoco al de los extraños. Sino que aplica un derecho conocido en todos los pueblos el «ius gentium», desapareciendo así los peligros de la alienación. El individuo es reconocido en su individualidad como sujeto de derecho, independientemente de su pertenencia a un colectivo étnico así como de su rango social.
Los vascones se consideran romanos, aún conservando su cultura y lengua euskara, tras setecientos años de permanecer plenamente integrados dentro del Imperio, sin comparación con godos y francos que apenas llevaron doscientos años de contacto con Roma.
III.1.4. Participación vascona en la política romana
El estudio de las epigrafías de la capital de la provincia romana de Tarragona, han puesto a la luz la importante presencia de vascones entre la clase política dirigente. Las Asambleas Provinciales se reunían anualmente en el magno Foro Provincial, situado cerca de la actual catedral de Tarragona, donde se congregaban los representantes de la provincia presididos por el «flamen» del culto imperial. La elección del «flamen» se efectuaba por los delegados de todas las ciudades de la provincia, sin distinción de su situación jurídica, quienes mediante votación elegían al candidato que consideraban más idóneo. En estas Asambleas Provinciales no sólo se trataban asuntos de la religión oficial del Estado romano, sino que se decidían las más importantes cuestiones políticas. Se formaban alianzas y coaliciones entre los grupos de electores para la designación de candidatos, así como para la adopción de los acuerdos.
El poder político de las elites locales de algunas civitates vasconas se hizo presente, pues sus candidatos fueron elegidos de entre todos los de las Provincia Citerior y consiguen emplazar en el entorno del Foro Provincial de la capital Tarragona a vascones con gran influencia política.
Las ciudades vasconas de Pompaelo, Calagurris y Cara destacan por la presencia en la política romana de sus hombres y mujeres, así como en el apoyo de sus patronos influyentes en los distintos ámbitos, tanto en el provincial como en el del imperio.
Tras las excepcionales figuras de los calagurritanos Marco Fabio Quintiliano y Aurelio Prudencio Clemente (ver Cap. IV.8.1 de este libro), existen documentos epigráficos que acreditan la presencia de vascones en los más altos cargos de la Tarraconense, según Juan José Sayas Abengoechea (1999). Así el caso de Cneus Pompeius Pompaelonensis, fue un miembro de la burguesía pamplonesa, de la que al parecer fue duoviro, que fue elegido «flamen» por la Asamblea Provincial. C. Sempronius Fido de Calagurris, personaje del orden ecuestre, fue «tribunus militum» en varias legiones acantonadas en Siria y Britania, hasta llegar a ser «flamen» provincial de la Tarraconense. Otro «flamen» provincial fue «T. Porcius Verrinus» al parecer originario de Cara (Santacara) estaba casado en la «Flaminica Postumia Nepotiana Marcelina», de la ciudad de Cara.
Otra sacerdotisa provincial, flamínica, es «Sempronia Placida», originaria de Pompaelo, a la que su marido hace una dedicación en Tarraco, tras el acuerdo de la Asamblea de la Provincia Citerior, que decidía en última instancia sobre los honores a otorgar a las flaminicae y flamines del culto provincial que dejaban el cargo.
«Caius Cornelius Valens» de Pompaelo, esposo de la flaminica citada «Sempronia Placida» fue nombrado por la Asamblea Provincial de Tarragona para encabezar una delegación de la Tarraconense cuyo objeto era ir ante el Emperador, posiblemente Marco Aurelio, en «Simium». El motivo fue que los «mauri», procedentes de África, habían invadido la Península, lo que obligó a trasladar la legión «VII Gemina» desde la Tarracorrense a la Bética y a colocar ambas provincias, la Citerior y la Ulterior, bajo un mando único y una vez pasado el peligro moro, los miembros de la Asamblea Provincial Tarraconense quisieron volver al estado anterior de Provincia romana relacionada singular y directamente con Roma, separada de la Bética, y acordaron hacer un censo y enviar una «legatio censualis» ante el Emperador, encabezando la delegación enviaron al pamplonés Caius Cornelius Valens quién la llevó a feliz término, obteniendo el reconocimiento de la Asamblea Provincial.
Esta presencia política se complementaba con el continuo trasiego de hombres que se enrolaban en las legiones y tropas auxiliares. Así de la Cohors II Vasconum equitata civium Romanorum los testimonios que se han descubierto son los siguientes: diploma militar del año 105, emperador Trajano, en Sydenham, Inglaterra, guardada en el Museo Británico; diploma militar del año 109, hallado en Valentia Banasa, Mauritania, se conserva en Rabat; diploma militar del año 114 y 117, en el mismo lugar y en el mismo museo que el anterior; diploma de 17 de julio de 122, emperador Adriano, encontrado en O-Szony, Hungria, el año 1925, según el cual esta cohorte vascona estaba en Britania, se conserva en el Museo Británico; diploma militar hallado en Volúbilis, año 156-7, en el museo de Rabat; diploma militar en Valentia Banasa y conservado en el Museo de Rabat; diploma militar del año 160 en Volúbilis.
III.1.5. Carta del Emperador romano Honorio a las milicias de Pamplona, año 408
En el anexo 1 reproducimos el documento romano del año 408 que se halla inserto junto con el Códice de Roda, escrito según Lacarra el año 992 en el escriptorium del palacio de los reyes de Pamplona, hoy expoliado en la Biblioteca Nacional de Madrid.
En esta época Pamplona era la urbe más importante entre las civitas vasconas, sobrepasando a Calagurris, Oiarso, Cara, Tarraga, Andelos, Cascantum, Graccurris, etc., debido a su privilegiada situación en la confluencia de las calzadas que venían o se dirigían a las Galias, a Hispania, al Mediterráneo y al Océano, así como centro mercantil, social y político para las comunidades romano-vasconas que consolidaban su existencia en el bajo imperio.
Esta carta del Emperador Flavio Honorio a las milicias de la urbe de Pamplona del año 408, recoge la noticia de la organización de la defensa contra los bárbaros, por parte de las milicias pamplonesas, que deberán tener la misma retribución que las de las Galias. Existe otro ejemplo de documento epistolar de la época del Emperador Honorio, en la que contesta a la petición de ayuda imperial solicitada por las comunidades bretonas que cambaten al usurpador Constantino y los insta Honorio, ocupado en su lucha con Alarico, a que ellos mismos realicen la defensa con sus propias fuerzas. En esta primera y remota noticia se refleja la realidad socio-política de los pamploneses. Unidad que hará posible la consolidación sucesiva, en evolución propia, primero del Transpirenaico Principado (Condado y Ducado) de Vasconia, siglos VI al VIII, después del Reino de Pamplona y la conformación de Navarra como Estado europeo hasta el siglo XIX (1841), que permanecía independiente al norte del Pirineo en el siglo XVII (1620).
Ante las interpretaciones que se han hecho de esta carta de Honorio a Pamplona, relacionándola con el documento llamado la «Notitia Dignitatum», Arce señala que todas las especulaciones nacidas de su interpretación son completamente baldías ya que el inventario (Notitia Dignitatum) y disposición de las tropas allí mencionadas no se corresponde con una realidad histórica. Lo que representa dicho documento es un planteamiento teórico militar de la época de Augusto, recuperado por la administración imperial en los momentos de crisis de comienzos del siglo V. En realidad, este ejército de la Notitia Dignitatum nunca se acantonó en la «Diocesis Hispaniarum» ni participó nunca de un supuesto «Limes Hispánicus» que jamás existió y menos contra los vascones.
El siguiente dato es que el documento de la carta de Honorio a la «militie urbis Pampilonensis» se hubiera preservado entre la documentación política del Reino de Pamplona y estuviera unido con la relación de los Reyes de Pamplona en el texto llamado Códice de Roda, lo que nos obliga a reflexionar sobre su incidencia o reflejo en los acontecimientos que se desarrollaron dentro de dicho marco geográfico durante la antigüedad tardía, siglos V al VIII.
Es también de ésta época la información sobre el episodio de los hermanos Didimo y Viridiano, miembros de las elites romano-vasconas, que estuvieron a la cabeza de un ejército propio de milicianos, formado por naturales y la colaboración de los possessores romano-vascones, que sostuvieron durante tres años a raya a los rebeldes germanos en Orreaga.
El Emperador Honorio concedió a las milicias la «hospitalitas» en las tierras de Pamplona, ayudándoles también «doquiera haya oportunidades de vida o de pasar bien el tiempo». Esta colaboración, más o menos voluntaria, de la población con las tropas que se enfrentan a los invasores germanos, lejos de suponer la causa de una fractura social como algunos han querido ver, constituye una prueba de lo contrario, precisamente de la unidad interior de la sociedad romano-vascona frente a los germanos. Las referencias a Hispania no tienen ningún contenido político, son en época romana exclusivamente de ubicación geográfica.
Si poco antes Avieno, a finales del siglo IV, incluye en la «Ora Marítima» la interpolación «inquietos Vasconas [sic]», en referencia a problemas de índole social (bagaudas), se observa que estos no interfieren, si no que colaboran, al menos para Pamplona y su tierra, en la organización de la defensa territorial contra los pueblos invasores.
Es más, precisamente la agudización de la violencia por parte de los bárbaros, favoreció el proceso de consolidación y unificación interna de la sociedad de la vasconia-romana, que ya se había iniciado a partir del siglo II con una evolución socio-económica propia, por encima de sus clases, grupos y diversidad de intereses individuales o colectivos que pudieran estar en alguna medida enfrentados.
Los «ricos hombres», denominación común en la Vasconia norpirenaica y surpirenaica, proceden de las estirpes de «possessores» rurales de «fundos» y «villae» que en la época bajo imperial romana constituyen las elites locales. Algunos de los cuales conocemos hoy, como Verus, Didimo, Viridiano, Prudencio, Atilius, Casius, etc.
Como señala Paul Ourliac, es demostrable que la aristocracia, o «ricos hombres», de la antigüedad tardía, y Alta Edad Media, son en muchos casos descendientes directos de los «possessores» romanos que mantienen hasta la modernidad sus patrimonios. Estos propietarios son interesados defensores y mantenedores del orden romano. La pervivencia hasta nuestros días de documentos, como el de la citada carta del emperador Honorio y el De Laude Pampilone epistola, nos muestran hasta que punto se buscaba la legitimación, tanto de la situación familiar y social como de los intereses generales de amplias capas sociales en el ámbito político y territorial, dentro de las relaciones reconocidas en el Imperio Romano.
Los trascendentales documentos –llegados hasta nosotros– de la constitución de la «Novempopulania», Lápida de Hasparren, o Vasconia aquitana, nos dan pie a suponer que en la Vasconia surpirenaica también los hubo de forma semejante y que el llamado De Laude Pampilone epistola, con respecto a la ciudad de Pamplona y a sus gobernantes, nos confirma la voluntad de mantenerse independientes respecto a las estructuras político administrativas intermedias con Roma y a los nuevos pueblos circunvecinos y en concreto primero de los celtas (galos e iberos), luego de los germanos (francos y godos).
III.1.6. Las transformaciones socio-económicas, religiosas y políticas en la época Bajoimperial y su trascendencia. Evolución y reconstitución de Vasconia en época romana
La relectura de las fuentes históricas y el nuevo examen de los materiales arqueológicos han producido un cambio completo en la historiografía de este periodo, así lo constata Juan Manuel Tudanca Casero en su libro «Evolución socioeconómica del Alto y Medio Valle del Ebro en época bajoimperial romana» (1997)
En las obras del calagurritano Prudencio (siglo IV) («Peristephanon» y «Cathemerinon») se descubre una orientación hacia la vida ascética en el campo, de clara influencia priscilianea. Se observa un enfrentamiento entre la jerarquía eclesiástica de la Terraconense y los obispos del Alto Valle del Ebro, que también se traduce en el poder civil y político. Son dos mundos que paulatinamente se alejan y se separan definitivamente. Según Tudanca «la “versión” ascética de este primer cristianismo parece haber encontrado eco entre los “possessores” de la zona circumpirenaica». Frente a los que está la simbiosis del aparato del Estado romano con la incipiente organización del cristianismo como la nueva religión oficial del Imperio, pues serán los cargos eclesiásticos los que pasan a asumir y desarrollar las actividades públicas.
El concilio de Caesaraugusta es celebrado en esta ciudad por su situación estratégica, según Tudanca, frente al movimiento priscilianista profundamente enraizado (incluso entre los detentadores de cargos episcopales) en el Alto Valle del Ebro, Aquitania y resto de la península ibérica.
La progresiva ruralización y las nuevas condiciones que determinan la estructura de una Iglesia que pasa a ser oficial, suplantando el ejercicio del poder de la administración romana, supone una larga serie de beneficios para los cargos eclesiásticos entre los que destacan la exención institucional del pago de impuestos, la «annona» y de la obligación curial de sus representantes. Estos cargos de la Iglesia irán cayendo paulatinamente en manos de la clase senatorial, al quedar completamente vedada la incorporación de plebeyos ricos que intentan eludir los impuestos.
La negativa de la jerarquía de la Iglesia de Tarragona para admitir a los obispos electos, del Alto Valle del Ebro, véanse los casos de Valerio y Silvano apoyados por los possessores consolidan la ruptura y más cuando Roma sorprendentemente, y sin que sirva de precedente, apoyó a los obispos elegidos en el Alto Ebro.
La ideología recogida por Prudencio en su obra se consolida en el Alto Valle del Ebro. A través de los materiales arqueológicos se aprecia un resurgir de la cerámica autóctona –que no significa pérdida de calidad– y la práctica desaparición de la importada.
Las supuestas devastaciones y desolaciones de ciudades y campos no fueron tales; en la realidad los bárbaros sí que efectuaron acciones de pillaje y piratería, pero verdaderamente el cambio en la vida urbana y rural tiene su origen interno en trascendentales transformaciones socio-económicas del Bajo Imperio romano.
La vida ascética y luego monástica tienen unas características propias en esta área circumpirenaica con claras repercusiones sociales y geopolíticas, pues de ahí nacerán los monasterios alto medievales de Leire, Alaón, Albelda y San Millán y otros muchos más pequeños.
Los «possessores», uno de los cuales era Prudencio, desempeñan un papel importante al convertirse en protectores de dicha sociedad y de sus monasterios; de entre ellos surgirá la clase militar y gubernativa.
De la simbiosis entre monasterios y possessores, como en otros países europeos, en los Balcanes, Cáucaso, Irlanda, nacerá la clase dirigente que se enfrenta a los invasores bárbaros en la antigüedad tardía y que crea después la monarquía del Reino de Pamplona. Vascones, «Possessores» y ascetas, constituyen los eslabones que unen el Reino de Navarra con la época del Imperio romano.
No tiene nada que ver la tradición ideológica de Prudencio de Calahorra con la de San Isidoro de Sevilla. La primera adapta el cristianismo a la historia universal y a una praxis ascética y rural. La segunda adapta el cristianismo al poder Imperial pero en manos de sus nuevos detentadores étnicos el pueblo visigodo.
Como señala el historiador Juan Manuel Tudanca, pretender recuperar la realidad histórica basándonos exclusivamente en los textos senatoriales y curiales es un intento vano. Las noticias respecto a destrucciones y alteraciones supuestamente debidas a las invasiones del siglo III o a las bagaudas llevaron a muchos autores a mantener ese decimonónico sentido de crisis teñido de un carácter apocalíptico. Interpretación que en la actualidad se ha superado pero que sin embargo algunos autores, como Blázquez, la ha mantenido en la práctica totalidad de su obra.
No se dan cuenta de la pérdida de la hegemonía de las clases curiales o la reorientación de los beneficios de la producción hacia el campo en el estudio de los limitados textos existentes, que a menudo simplemente están orientados hacia la mera defensa de cierto ideal senatorial y aristocrático.
Una parcial y simplista interpretación de los textos condicionó por mucho tiempo las líneas de actuación de la arqueología y la información por ella proporcionada. Así las premisas que guiaban la investigación arqueológica quedaban orientadas hacia la comprobación de las características de la imaginada gran crisis que sucede al episodio de las invasiones. Siendo las fuentes escritas el origen de esta anticuada y equivocada interpretación, pues se las ha dado un sentido de veracidad histórica que resulta más que dudoso y no han sido interpretadas correctamente. Muchos de los autores romanos utilizados están muy alejados cronológicamente de los hechos narrados y algunos de ellos persiguen únicamente un efecto retórico. Por todo ello se debe volver a analizar bajo el mismo prisma crítico la mayoría de las «evidencias» arqueológicas que parecían probar las características, especialmente destructivas, de las invasiones de Francos y Alamanes.
Es sintomático que las autores romanos más detallistas y los que más crudamente describen las invasiones son los más alejados en el tiempo de las mismas, así se asemejan los términos utilizados para las invasiones del siglo V y para las del III. En cambio, las fuentes más cercanas a los hechos son más discretas y los relatan con un tratamiento similar a la piratería y actos de despojo sin destrucciones generalizadas.
En base a los citados textos algunos autores, como en el caso de Blázquez, consideran que la zona vascona se halla muy poco romanizada y cristianizada en el siglo V y que en la misma existe un sistema gentilicio. Lo que, recientemente, le llevó a decir que en la Plaza del Castillo de Pamplona no había nada. Sin embargo, los autores más serios, como Vigil-Barbero y otros muchos, creen que a partir del siglo III en Vasconia se mantiene y consolida la estructura socioeconómica prerromana, conectando con las nuevas relaciones socioeconómicas propias de una sociedad romana, cada vez más próspera, y que se ruraliza progresivamente, en todo el Imperio.
III.1.7. «De Laude Pampilona»
El anexo 2 reproduce el texto íntegro de la alabanza de Pamplona o Laude Pampilona epistola, que figura como continuación de la carta del Emperador Honorio a las milicias de Pamplona, todo ello en el códice de Roda, pero que por su contexto y estilo pertenece al siglo V.
Esta segunda parte de la carta no tiene nada que ver con la carta del Emperador Honorio de comienzos del siglo V ni con el resto del Códice de Roda del siglo IX y X. Describe con el detalle de sus medidas las potentes murallas romanas de la ciudad que destruiría Carlomagno en el año 778. Esta fuente documental, junto con los descubrimientos arqueológicos en la Plaza del Castillo y alrededores, echan por tierra definitivamente las elucubraciones de ciertos autores «oficiales» que dieron un valor retórico al texto y que mantienen la existencia de una Pompaelo de mucho menor importancia que la que realmente tuvo.
Quuius mororum turres in latitudine LXIII pedum sita. In altum LXXXIIII pedum /fol. 190 v./ surgit inmensis.
Circuitu urbis mille ambitus dextris. Turrium situ numero LXVII.
Pampilona presidium uonis, tribus angulis quoartata, ter preposita portis quattuor posticis sita, portui uicina: Greco eloquio, Pampilona, latine porta omnium dicitur. Silo flores arborum amnis orientalis flaxuoso retractos occiduo cum proximus uicinos cum plana et simplex suburbia.
Las torres de los muros de la ciudad tienen un grosor de 63 pies. Su altura es de 84, irguiéndose inmensas.
Las rodea una circunvalación de mil diestras. Posee 67 torres.
Pamplona es una buena fortaleza, encerrada en tres ángulos, con tres puertas delanteras y cuatro traseras, vecina al puerto. Por eso en lengua griega se dice Pamplona, y en latín, puerta de todos. No hablo de las flores de los árboles, de los ríos de oriente que tuercen hacia occidente con los vecinos próximos y el suburbio llano y sencillo.
Para las medidas de las murallas, el pie puede equivaler a 26 cm. Lo que supone 67 torres de 16,38 m de anchura por 21,84 m de altura y los lienzos de muralla intermedios lógicamente más delgados, alrededor 4 m de ancho por 10 m de alto.
La ubicación cronológica de este texto se puede deducir de las frases «Deserviat ereticis contraria resistat baceis» (No ayuda a los herejes y resiste a los baceis) «Huic perpetim devet amari ut nullus ab impugnante sentiat mali» (Siempre se la debe amar de modo que ninguno sienta dolor por el que la combate). «Quam uis oppulenta Roma prestita sit romanis, Pampilona non destitit prestare suis» (Si la Roma opulenta sirve a los romanos, Pamplona no dejó de servir a los suyos).
Algunos han traducido baceis por vascones, cuando el nombre era suficientemente conocido como para alterarlo. Tampoco pueden ser los antiguos Vacceos. Aunque en la tierra de los vacceos se asentaron los rebeldes británicos. Por otro lado baceis tiene parecido con báquicos, los seguidores del dios Baco. Los herejes son los arrianos, bárbaros, visigodos. Deducimos que baceis puede ser el nombre que se les da a los bárbaros en general. La pretensión de relacionar «vaceis» con vascones está en la línea de los que sostienen la presencia visigótica en Pamplona. (Ver los capítulos I.1, I.2 y I.3.)
Pudo haberse redactado durante la segunda mitad del siglo V en Pamplona en los años anteriores a la conversión de los visigodos del arrianismo al catolicismo. Esta descripción de Pamplona y su condición de soberanía política manifestada, coincide con las evidencias arqueológicas de Pompaelo (Plaza del Castillo) y de las necrópolis de Iruña, Buzaga y Aldaieta, descritas en el capítulo III.2.1.
La frase «por los muchos méritos de los mártires brilla una luz angélica, como se cuenta por antigua tradición», puede ser la primera descripción literaria del llamado carbunclo de ocho brazos, coincidente con la representación solar, símbolo nacional de los navarros.
Concibe a Pamplona como al conjunto del territorio de la «civitate pampilonensium», no es exclusivamente el casco urbano, habla del suburbio, de la región y de las montañas. La misericordia divina la salvaguarda de las gentes bárbaras y enemigas. Que a lo largo de los siglos serán especialmente los visigodos, los francos y más tarde los musulmanes.
El detalle de la dirección de los cauces fluviales que vienen de oriente y tuercen hacia occidente con los vecinos próximos, nos está describiendo el curso de los ríos Arga, Ulzama y Elorz, así como los afluentes Egüés y Sadar.
Las descripciones sobre la abundancia de pozos para sacar agua, así como de los canales que conducen el agua hasta el río, reflejan la existencia de un sistema de abastecimiento basado en acueductos y pozos. Las grandes canalizaciones y el enorme depósito, castellum aquae, situados en el complejo termal aparecido en la Plaza del Castillo, son el testimonio que ha llegado hasta nosotros.
Todo el texto refleja normalidad y consciente pertenencia al mundo romano. Ésta es precisamente la clave. Roma legitima a Pamplona políticamente frente a los invasores germanos. Los dirigentes vascones de Pamplona evidentemente se consideran romanos, cuya civilización e intereses están contrapuestos a los invasores bárbaros, ya sean germanos (godos, francos…) o después musulmanes. Esta legitimación ideológica fue mantenida por el Reino de Pamplona y después de Navarra.
Según el lingüista Antonio Tovar (1985) la cuestión que se nos plantea es cómo el nombre de una parte de las gentes que se extendían por el antiguo territorio de la lengua euskara terminó por darle su nombre al pueblo que la habla. Podemos suponer que en la época tardo antigua, siglos VI y VII, en la que los vascos del norte y del sur de los Pirineos se mantienen independientes de los reinos franco y visigodo, la denominación de los vascones se convierte en nombre general, y se aplica a todos los pirenaicos, tanto a los territorios occidentales de Álava como a los confines del territorio euskaldun con la Aquitania franca, habiendo desaparecido ya al inicio de la época romana las denominaciones locales (autrigones, caristios, várdulos, berones, etc.).
A juicio de Antonio Tovar fue la extensión de un nombre, y no claramente una conquista, la que designó como vascones a los hablantes occidentales, centrales, orientales y norpirenaicos del euskara. Este espacio vascón circumpirenaico tiene una explicación política. A la caída del Imperio romano, en el ámbito circumpirenaico, los pueblos de tradición cultural éuskera logran reforzar su estructura estatal, a partir de la trama social y económica que se había consolidado dentro del Imperio, a la que se acaba denominando vascones y Vasconia, que les permite ser independientes con respecto a los nuevos poderes de los pueblos de origen germánico que se reparten el territorio del antiguo Imperio romano en la Europa occidental.
Sin la consolidación socio-económica en época romana y la realidad política de Vasconia en la época tardoantigua no hubiera sido posible la existencia de la comunidad cultural y lingüística con la intensidad y desarrollo que alcanzó durante el Reino de Navarra y posteriormente.
Al margen de si en este caso concreto se esté refiriendo o no a los Vascones (lo que dependerá del momento en que se feche el texto: si es realmente del s. V dC, desde luego que no;si es del VII y se inspira en la Laus Spaniae de Isidoro de Sevilla, perfectamente), el término Vacceis/Bacceis sí que se utiliza en época visigoda para denominar a éstos. Hay, que yo conozca, dos ejemplos (un texto de Isidoro de Sevilla y una inscripción funeraria):
S. Isid., Etymol. IX.2.107:
Vacca oppidum fuit iuxta Pyrenaeum, a quo sunt cognominati Vaccei, de quibus
Creditur dixisse poeta: Lateque vagantes Vaccei. Hi Pyrenaei iugis peramplam montis habitant solitudinem. Idem et Vascones, quasi Vaccones, C in S litteram demutata.
Villafranca de Córdoba. IHC 123; CLE 721; ILCV 274:
(Crux) haec cava saxa Oppilani continet membra,
g[lorios]o ort[u] natalium, gestu abituq. co[nspi]c[u]m.
Opibus quippe pollens et artuum viribus cluens
iacula vehi precipitus predoq. Bacceis destinatur.
In procinctum belli necatur opitulatione sodaliu(m) desolatus
naviter cede perculsum clintes rapiunt peremtum.
Exanimis domu reducitur, suis a vernulis humatur.
Lugit coniux cum liberis, fletibus familia prestrepit.
Decies ut ternos ad quater quaternos vixit per annos,
pridie Septemb(r)ium idus morte a Vasconibus multatus
era sescentesima et octagensima id gestum memento.
Sepultus sub d. quiescit VI id. Octubres.
En ambos textos se establece una equivalencia Vascones-Vacceis/Bacceis que, probablemente, tenga origen en el primero de ellos (otra falsa etimología isidoriana).
Lo que no me acaba de convencer es la explicación baceis = bárbaros. En primer lugar porque no existen paralelos en ninguna parte. Y en segundo porque sería una redundancia si aceptamos que los herejes mencionados justo antes son los arrianos (en ese momento los únicos arrianos son los propios bárbaros, por lo que sería absurdo nombrarlos dos veces). Además, los visigodos, arrianos, llegan a Hispania no a saquear ni devastar en plan bárbaro y por su cuenta, sino a defender los intereses de un Imperio incapaz de acabar con las depredaciones de Suevos, Vándalos y Alanos; por tanto, esos federados visigodos arrianos no suponen, en principio, ninguna amenaza para los hispanorromanos (ni para los de Pamplona ni para los de ninguna otra parte), aunque puede que más adelante sí. En cualquier caso, la identificación baceis = bárbaros no tiene demasiado fundamento y parece haber sido elegida más por criterios de idoneidad político-historiográfica (como precedente de los posteriores enfrentamientos entre visigodos y Vascones) que de forma objetiva y razonada.
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