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domingo, 20 de abril de 2008
Sección: Prehistoria
Información publicada por: Javier Torres
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Viriato, el gran héroe lusitano.
Esto aparecerá en la portada de Celtiberia.net, así que no escribas más de 4 o 5 líneas.
Esta historia comienza alrededor del año 155 a.c. Los
lusitanos mantienen una férrea resistencia ante el invasor romano y caudillos
como Púnico (curioso nombre para un lusitano) derrotan a las tropas comandadas
por Manio Manilio y Calpurnio Pisón, dejando tras de si los cadáveres de 6000
romanos.
El lusitano Púnico consigue una alianza con los
vetones y ataca la Bética y las poblaciones blastofenicias bajo
dominio romano. Tras la muerte de Púnico a consecuencia de una pedrada
en la cabeza, el mando de los lusitanos recaerá en Césaro ó Kaisaros (otra
muestra del respeto de los romanos por el nombre real de los indígenas contra
los que combatían). La rebelión continúa y para intentar frenarla, parte desde
la Ulterior un ejército al mando de Lucio Mummio, quien en
la primera batalla vence a Césaro, pero posteriormente el bravo lusitano arrasará su
ejército y le infringirá una derrota vergonzante.
En el año 153 a.c a Mummio sólo le quedan 5000
legionarios, los suficientes para volver a la carga contra los lusitanos y
obtener una nueva victoria. Este hecho provocará el levantamiento de Cauceno,
caudillo de los lusos del Sur del Tajo, quienes comenzarán una marcha triunfal hacia
el Sur a través de los dominios de los cuneos, súbditos de los romanos, apoderándose
de Conistorgis. Apiano narra el
imparable avance de los lusos, quienes tras vencer a todas las legiones con las
que se cruzan en su camino, embarcan y cruzan las columnas de Hércules, para comenzar el saqueo
de varias plazas africanas, como la ciudad de Ocila. No le quedó más remedio a Mummio
que ir tras ellos y, tras aniquilar a 15000 lusos, logró recuperar la ciudad y pudo al
fin volver victorioso a Roma.
En el año 152 a.c llega un nuevo pretor a la Ulterior, Marco Atilio Serrano, quien
logró hacerse con la principal ciudad lusa, Oxthracas, y somete a los lusitanos
y a parte de sus aliados vetones, quienes se verán forzados a firmar un tratado
de paz que pronto romperán.
Para proseguir la guerra contra los lusos, en el 151
a.c llega a Hispania Servio Stilpicio
Galba, y aunque en principio logró vencerlos, más
tarde fué derrotado y tuvo que refugiarse en Karmone, tras haber perdido 7000
legionarios. Partió en su ayuda Lúpulo, pretor de la Citerior, quien venció a los
lusitanos e impidió una nueva tentativa de éstos para cruzar el estrecho, como
ya habían hecho con anterioridad. Lúculo y Galba unen sus fuerzas y penetran en
la Lusitania, y con falsas promesas (una
de las mas repetidas tácticas romanas), logran que los indígenas se rindan, lo
que fue aprovechado por los romanos para darles muerte. ¿Dónde queda la gloria
de las legiones romanas? Ante la bravura de su oponente sólo mediante la
traición y la vileza pudieron alcanzar lo que la justa lid les había negado. El mismo Catón censuró tan vil
y traidora estratagema, pero el botín que
Galba y Lúculo enviaron a Roma los libró de ser castigados.
De sus bravos oponentes sólo unos pocos lograron
escapar, entre ellos uno de nombre Viriato, quién encabezaría un levantamiento masivo
que perdurará para siempre en los anales de la historia.
¿Quién era este caudillo a los que los romanos
llamaron Viriato? Desconocemos casi todo sobre él, pero probablemente fue un
pastor de la sierra de Estrella, cuyo nombre deriva de viria, que en el idioma celtibérico significa brazalete (es decir,
que le apodaron como “el de las
pulseras”). Sabemos de su carácter firme y sobrio a través de la narración
de Diodoro, quien cuenta como cuando
Viriato se desposó con la hija del rico Astolpas, permaneció apoyado en
su lanza, distante y ajeno a la pompa que había dispuesto su acaudalado suegro, sin participar en el banquete más que para
tomar algo de pan y carne con la que alimentar a sus seguidores, tras lo cual
partió a caballo con su esposa hacia las montañas.
La vil victoria de Galba, había infringido grandes
pérdidas en el bando luso, pero aún así, lograron reunir 10000 combatientes que
se dirigieron contra la Turdetania, siendo derrotados por el pretor de la Ulterior, Cayo Vetilio, quien
logró acorralarlos en un valle. Para evitar ser aniquilados ofrecieron la paz a
los romanos. Viriato recordó a los suyos lo que había sucedido con Galba y por
lo tanto, el peligro de todo pacto con el traidor romano.
Viriato concibió una estratagema: en vez de
reunirse, y facilitar así el exterminio por parte del invasor, mandó que sus
efectivos formaran pequeños grupos dispersos y que cuando recibieran la señal,
atacaran al unísono para intentar romper las líneas enemigas y que cada grupo
buscara escapar, mientras él con mil jinetes intentarían distraer a las tropas
de Vetilio. Lo consiguió durante dos días y después se encamino a Tríbola.
Entonces Viriato preparó otra emboscada, para lo cual atrajo a Vetillo
hacia un desfiladero (¿Ronda?), donde
rodeó a los romanos y los esquilmó hasta que sólo quedaron 6000 supervivientes que huyeron hacia la
costa. El mismo Vetilio fue hecho prisionero y un luso lo mató al no
reconocerlo. Su cuestor, que se había refugiado en Carteia, reclutó a 5000
hombres de las tribus aliadas de belos y titos y los envió contra Viriato,
quien no tuvo mayor problema en derrotarlos.
Al año siguiente (148 a.c) Viriato se encontraba en
la Carpetania cuando se vió atacado por 10000 infantes y 1300 jinetes al mando
del nuevo pretor, Cayo Plaucio. Viriato
nuevamente utilizó sus dotes de estratega y fingió una huída, pero la presencia
de 4000 romanos que habían partido tras de él, llevó a Viriato a volver sobre
sus pasos y enfrentarse a sus perseguidores a los que mató casi en su totalidad.
Después cruzó el Tajo y se refugió en una montaña llamada de Venus. Plaucio lo siguió pero fue nuevamente
derrotado y tuvo que abandonar la persecución.
Viriato había logrado aniquilar a dos ejércitos romanos y su fama se
extendió, uniéndosele guerreros
procedentes de todas partes. Viriato llegó hasta Segovia, para lograr una entente que no fue
aceptada por los vacceos y demás tribus celtibéricas. Pero esto no le desanimó,
y prosiguió en solitario su guerra contra los romanos y entre el 146 y 145 a.c
venció a los pretores de la Citerior,
Claudio Unimano y Cayo Nigidio.
El senado romano no podía soportar tal concatenación
de humillaciones y decidió acabar definitivamente con Viriato. El gran general
romano Escipión el Africano, logró que
se nombrase para la Ulterior a su hermano Fabio Máximo Emiliano, y para la
Citerior, a su íntimo amigo Cayo Lelio.
Fabio Máximo llegó a Orsona (¿Osuna?) y se trasladó
a Gades, pasando el primer año adiestrando a sus tropas. Evitó enfrentamientos directos con los lusos, hasta
que en 144 se preparó para atacar a las tropas de Viriato, las cuales llevaban tres años
campando a sus anchas por la Bética y la Meseta. Fabio logró vencerlas y las
huestes de Viriato sufrieron grandes pérdidas, viéndose obligadas a refugiarse
en primera instancia en Baecor (¿Baecula,
Bailén?), para luego dirigirse a Córdoba a pasar el invierno.
En el 143 a.c Viriato luchaba contra el nuevo
gobernador de la Ulterior, Quinto -Pompeyo, cuando por fin llega a un acuerdo con las tribus
celtibéricas y junto a los arévacos, titos y belos, comienza la guerra
numantina, que duraría diez años. El
senado romano se alarma ante la gravedad de la situación y envía a un cónsul de
la casa de Escipión, Quinto Fabio Máximo Serviliano, hermano adoptivo de Fabio
Máximo Emiliano, al mando de dos legiones (unos 20000 hombres). Serviliano se dirige a Itucci
y Viriato se le enfrenta con 6000 efectivos que fueron rechazados por los
romanos. Serviliano recibe refuerzos provenientes de Libia (caballería y diez
elefantes) y vuelve a la carga contra Viriato y en principio lo derrota, pero
posteriormente Viriato se revuelve contra sus perseguidores y logra matar a
3000 romanos, ataca su campamento y provoca que Serviliano tenga que retirarse
a Tucci.
Pero la falta de víveres y de efectivos lleva a Viriato a retornar a la Lusitania
para proveerse, lo que es aprovechado por Serviliano para atacar a los aliados
de Viriato, después a los cuneos y
posteriormente dirigirse a la Lusitania. Los guerrilleros Curio y Apuleyo, al
mando de 10000 hombres, atacan a las tropas de Serviliano y logran en principio
apoderarse del botín de los romanos, pero Curio morirá en esta batalla y
posteriormente los romanos recuperarán su botín. Serviliano someterá las
ciudades de la Bética que se habían sublevado y capturará a 10000 prisioneros,
de los cuales 500 serán decapitados y los restantes vendidos como esclavos. Por
su parte Máximo Emiliano hará prisionero al guerrillero Connobas, a quien
perdonó la vida por haberse entregado, pero sus seguidores verán amputadas sus
manos, castigo brutal que también era practicado por los lusos.
La decadencia de Viriato comenzará de la siguiente
manera: Mientras Serviliano sitiaba Erisana, Viriato aprovechó para atacar y arrinconar
a las tropas romanas a un lugar del que no podían salir. En vez de acabar con
ellos, Viriato les ofreció la libertad a cambio de un tratado de paz que lo
reconociese como amigo de Roma y dueño de las tierras que ya dominaba. ¿Cómo
pudo Viriato volver a confiar en los romanos que ya le habían traicionado años
atrás? Puede que lo que llevó al caudillo luso a tomar esta decisión fuera el
cansancio de sus tropas tras tantos combates. Los romanos, atrapados y sin otra
opción, aceptaron la oferta y Roma la confirmó, aunque la consideró una
afrenta.
El nuevo gobernador de la Ulterior, Servilio Cepión,
hermano de Serviliano, escribió a Roma en 139 a.c y pidió que se anulara el
tratado y que el senado le permitiera provocar a Viriato para obligarle a
romper la paz y poder acabar definitivamente con él. En principio el senado no
aceptó su petición, pero tras mucho insistir Servilio Cepión recibió autorización para declarar la guerra a Viriato,
quién se retiró a Carpetania, y
posteriormente se refugió en la Lusitania.
Servilio Cepión lo persiguió a través de las tierras
de los vetones, aliados de los lusitanos,
penetró por vez primera en el país de los galaicos y construyó una vía
desde el Guadiana hacia el Norte, atravesando el Tajo. También estableció un
campamento, Castra Servilia, cerca de Cáceres.
Viriato negoció la paz con el cónsul Lenas, superior
de Servilio. Lenas mató a varios de los rebeldes, a otros les hizo cortar las
manos y exigió la entrega de las armas, por lo que Viriato rompió las
negociaciones y decidió buscar mejor suerte con Servilio, y para ello usó como
mediadores a Andas, Ditaleo y Minuro.
Servilio recibió a los tres negociadores y siguiendo la costumbre de sus
antecesores, decidió alcanzar por la conspiración lo que no había sido capaz de
conseguir por las armas. A estos tres traidores les ofreció riquezas a cambio
de que asesinaran a Viriato y así, cuando regresaron a su campamento, entraron
de noche en la tienda de su caudillo, mientras dormía y le dieron muerte. Más
tarde se presentaron ante Servilio para cobrar el precio de su vileza, pero el
romano se negó a pagarles y los remitió al senado romano, quien tanbién rechazó
pagar el precio de tan infame acuerdo.
Muerto Viriato, sus fieles
lo honraron con unas magníficas exequias fúnebres. Su cadáver engalanado fue
quemado en una gran pira, y se hicieron un gran número de sacrificios. Los
jinetes y guerreros armados desfilaron alrededor de su líder cantando
alabanzas, hasta que se extinguió el fuego que consumía el cadáver. Cuenta
Diodoro que sobre la sepultura lucharon doscientas parejas de guerreros,
simulando los combates que en el pasado habían compartido con su jefe.
La vileza de los romanos provocó que los lusitanos
se reorganizaran, y al mando de Tántalos se dirigieron contra las tropas de Cepión.
La suerte no les acompañó y se vieron forzados a rendirse tras cruzar el río
Betis. El sucesor de Cepión persiguió de modo tan cruel a los lusitanos que
hasta sus mujeres decidieron seguir heroicamente a sus hombres en la lucha, y según Apiano, murieron sin ni
siquiera emitir un grito de dolor. A tan brutal represión, hoy en día, lo
llamaríamos un holocausto.
Décimo Junio Bruto
pasó el Duero en el 137 a.c y se
convirtió en el primer romano que pisó Galiza. Atravesó el Letheo (el Limia),
conocido por los romanos como el río del olvido, ya que pensaban que todo aquel
que lo cruzaba perdía irremisiblemente la memoria de quien era, el recuerdo de
su familia y de todo su pasado. Sus
huestes se negaron a seguirle, tan grande era el temor que los invadía, que
hubo Bruto de cruzar el río junto a sus generales y llamar por su nombre a los
soldados, que lo observaban aterrados desde la otra orilla, para demostrarles
que no había perdido la memoria. Sólo entonces las tropas romanas se atrevieron
a avanzar. Tal era el profundo terror que despertaba entre ellos la mágica
Gallaecia.
Gallaecia era la última frontera occidental para los
romanos. Antes de que siquiera se atrevieran a hollar su suelo, los romanos
sólo conocían de ella los relatos de mil leyendas que narraban historias de
como en la costa de este finisterrae se podía oír el ruido que producía el sol
al sumergirse en el mar, igual que un hierro al rojo vivo cuando se introduce
en el agua. También contaban como las yeguas salvajes eran fecundadas por
el viento y parían caballos de enorme bravura, que galopaban libres por
las abruptas tierras gallegas.
En el 136 a.c Décimo Bruto logró conquistar la Gallaecia y
de ella tomó su sobrenombre con el que pasaría a la historia. El romano también
fortificó Olisipo (Lisboa) y exiló a los fieles soldados de Viriato en una colonia de la costa
levantina: Valencia.
La concepción que Viriato tenía de la resistencia
ante el invasor sigue asombrándonos aún hoy en día. No se limitó a pelear en su
territorio si no que entabló batalla más allá de la Lusitania, a diferencia de
los celtíberos, que no osaron salir de
sus tierras y al final murieron
confinados en Numancia.
Viriato es el prototipo del guerrillero, que busca
cansar al enemigo y lo ataca mediante emboscadas, aprovechando su rapidez y el
factor sorpresa, simulando retiradas y dispersando sus tropas con gran
celeridad, mientras impide que acceda a su aprovisionamiento.
Era un
líder querido por su pueblo, generoso y austero, que cobraba impuestos a los
hacendados y que poseía una visión política que iba más allá de las fronteras
de su tribu. Si era necesario estaba dispuesto a inmolar a los suyos y sólo la
traición de aquellos en los que confiaba permitió a sus enemigos vencerle. Antes
de él sólo existían tribus reducidas a los confines de sus fronteras y tras él
no hubo nadie que pudiera emular su ejemplo. Por ello, los tiempos no han
podido borrar la huella del gran héroe de la península ibérica capaz de vencer
al imperio. Por los siglos de los siglos estará en el panteón de los grandes guerreros de la
historia de la humanidad.
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